Jos

Jos 1, 1-9. Misión de Josué: conquistar la tierra prometida

Desde la cumbre del monte Nebo, Deuteronomio (Dt 3, 17-27; Dt 4, 49), Moisés contempla ante sus ojos la tierra de promisión. A tu descendencia se la daré, le dice Dios; te la hago ver con tus ojos, pero no entrarás en ella. Moisés, el siervo de Dios, murió allí, en la tierra de Moab, conforme a la voluntad de Yahvé, Deuteronomio (Dt 34, 4-5). Su muerte dejaba un vacío que debía llenarse para que la muchedumbre de Yahvé no fuera como un rebaño de ovejas sin pastor, Números (Nm 27, 18).
Por voluntad divina fue elegido Josué, hombre sobre quien residía el espíritu, Números (Nm 27, 18), y sobre el cual había Moisés impuesto sus manos en señal de que le retransmitía el liderazgo del pueblo, Números (Nm 27, 15-23; Dt 34, 9). Desde su juventud había sido colaborador íntimo de Moisés, Éxodo (Ex 34, 11; Nm 11, 28), quien le cambió el nombre de Oseas por el de Josué, es decir, salud de Yahvé, Números (Nm 13, 17), nombrándole su lugarteniente en las empresas bélicas, Éxodo (Ex 17, 9).
La misión confiada a Josué era ardua y peligrosa, por estar ocupado el territorio por pueblos de raza mixta que se habían establecido desde hacía tiempo en el país. Todos ellos gozaban de un grado de civilización y técnica superiores a las de los hebreos. Los exploradores que en otros tiempos habían recorrido la tierra pudieron comprobar que el territorio que iban a expugnar estaba habitado por pueblos fuertes, con ciudades muy grandes y amuralladas, Números (Nm 13, 29) y con guarniciones bien provistas de armas y carros de combate.
En cambio, el pueblo de Israel, que sólo disponía de armas rudimentarias, experto en la técnica de las guerrillas, de la razzia y golpes de mano, era humanamente incapaz de medir sus fuerzas con un enemigo aguerrido y atrincherado detrás de las murallas de sus ciudades. Para el autor sagrado, la toma de Canaán no es un suceso profano, sino un acontecimiento teológico.
Se señalan los límites ideales de la Tierra Prometida, que se trazan conforme a, Deuteronomio (Dt 11, 2.4-25). El Líbano se encuentra al norte, Deuteronomio (Dt 1, 7; Dt 3, 25); el gran río es el Éufrates, Génesis (Gn 15, 19).
Como límite occidental se señala el mar Mediterráneo, lugar donde se pone el sol, Deuteronomio (Dt 11, 24). Estos límites fueron un ideal, nunca una realidad concreta. Creen algunos que la mención aquí y en otros lugares, Génesis (Gn 15, 18) del río Éufrates se debe a una glosa interpretativa fundada en la universalidad del reino mesiánico, según posteriores profecías.
Josué será el instrumento de que se valdrá Dios para cumplir la promesa hecha anteriormente a los patriarcas, Génesis (Gn 15, 18) y a Moisés, Deuteronomio (Dt 1, 7) de introducir a su pueblo escogido en la tierra que mana leche y miel.
Para salir airoso de la misión debe cumplir escrupulosamente todo cuanto le mandó Moisés sobre la manera de comportarse con los enemigos del pueblo israelita, Deuteronomio (Dt 2, 15). Si guarda fidelidad a la Torah o Ley, Deuteronomio (Dt 1, 5; Dt 4, 8; Dt 5, 29), meditándola, Salmo, (Sal 1, 2) Deuteronomio (Dt 17, 18-19), Dios estará con él, no le abandonará; porque Yahvé es Dios arriba en los cielos y abajo sobre la tierra.

Jos 1, 10-11

A pesar de contar Josué con el auxilio de Dios, toma las precauciones humanas necesarias para asegurar el éxito de la misión que le había sido confiada. Llama a los escribas (soferim), u oficiales encargados de ejecutar las órdenes del jefe, Deuteronomio (Dt 20, 5- 9; Dt 29, 9), y les encarga retransmitan al pueblo la orden de que estén preparados todos y se provean de víveres, porque dentro de tres días pasarían el Jordán.
Quizá, atendiendo a lo que se dice en Jos 3, 2, esta frase equivalía a decir: dentro de tres días partiréis para la empresa de pasar el río Jordán. Es lógico que el pueblo hiciera acopio de provisiones, porque, además del maná, que seguiría cayendo regularmente todas las mañanas hasta que entrara en Palestina, Josué (Jos 5, 10-12), consumía otros manjares, que sacaba de la tierra o compraba con su dinero, Deuteronomio (Dt 2, 6-28).

Jos 1, 12-18. Colaboración de las tribus de Transjordania

Las tribus de Rubén y Gad y media tribu de Manasés se habían establecido en la Transjordania, Deuteronomio (Dt 3, 12-17; Dt 29, 7). Rubén ocupaba la parte meridional, desde el torrente Arnón, al sur, hasta el valle de Hesbán, al norte, que coincidía con el límite meridional de Gad, que llegaba hasta el torrente Yaboc. La media tribu de Manasés habitaba las regiones de Galaad o del Ashlun. Conforme ha probado A. Bergmann, no hay dificultad en admitir que Manasés se estableciera en Galaad ya en este tiempo.
Las tribus transjordánicas mantuvieron su palabra ayudando a sus hermanos en la conquista de Canaán, poniéndose bajo las órdenes de Josué. En el versículo 14 del texto original se lee la expresión: Al otro lado del Jordán, que corresponde a la perspectiva del que escribe, que se encontraba en Palestina propiamente dicha, o sea, en la Cisjordania. En boca de Josué, la indicación correcta era: de este lado del Jordán, Deuteronomio (Dt 1, 1-5; Dt 3, 8). La misma observación vale para el versículo 15.

Jos 2, 1-24. Rajab y los espías de Josuéen Jerico

Jos 2, 1

Los exploradores parten de Setim (Shittim: acacias), lugar que se identifica comúnmente con Abelsatim, Números (Nm 33, 49), a once kilómetros y medio al este del Jordán. Desde los contrafuertes de las montañas de Abarim pudieron los israelitas contemplar la extensa llanura, pero no precisar su configuración exacta. Importaba, además, tener noticias concretas sobre Jericó, de sus fortificaciones y de las posibilidades de expugnarla.
Situada en la llanura del Ghor, a unos pocos kilómetros de la montaña de la Cuarentena o Qarantal, a veintiocho de Jerusalén, a diez del mar Muerto y a ocho del río Jordán, estaba protegida por una muralla difícil de forzar.
Jericó deriva de la palabra yareah, luna, llamada así porque en la antigüedad se rendía allí culto al dios Luna. En el curso de los siglos, la ciudad ha conocido tres emplazamientos distintos, muy próximos entre sí: la actual Jericó (Er- Riha), la del tiempo de Herodes y la Jericó cananea, que se alzaba en el lugar conocido por Tell el-Sultán.

Jos 2, 2-3

Los dos exploradores entraron en la ciudad y se hospedaron en casa de una cortesana (zonah, de zanah, fornicar) de nombre Rahab. Flavio Josefo supuso que Rahab era hostelera de profesión. Sin embargo, el texto y el contexto no permiten ningún eufemismo en este punto. Meretriz (pórne) la llama San Pablo, Hebreos (Hb 11, 31). Quiso Dios valerse de esta mujer para facilitar el ingreso de Israel en Canaán y, al mismo tiempo, regenerarla espiritualmente, incorporándola al pueblo escogido. Sus buenos servicios a Israel fueron muy elogiados posteriormente por los autores inspirados. Rahab, tipo de las naciones paganas que se convierten, merece figurar en la genealogía de Cristo, San Mateo (Mt 1, 5).
?San Pablo alaba su fe, Hebreos (Hb 11, 31); Santiago afirma que sus obras la justificaron al recibir a los espías y enviarles por otro camino, Santiago (St 2, 25). La Iglesia primitiva la coloca en el grupo de los pecadores arrepentidos.

Jos 2, 4-7

El rey de Jericó tuvo noticia de la llegada a la ciudad de dos espías israelitas que se habían hospedado en casa de Rahab. Los dos llamaron la atención, o bien por su indumentaria o por su manera de hablar. Rahab mantuvo un diálogo con los enviados del rey, a los que desoriento´ con sus mentiras. Un registro minucioso en su reducida casa hubiera sido de fatales consecuencias para los dos espías israelitas.
Siendo muy reducido el perímetro de la ciudad, las casas se amontonaban unas sobre otras. Su interior constaba de una sala única, en la planta baja, acaso un piso y una azotea, en donde, en épocas de calor, solían sus moradores pasar la noche. La noticia de que los espías fueron escondidos debajo de tascos de lino dispuestos en la azotea para secarse al sol demuestra que la entrada de Israel en tierras de Palestina se efectuó a últimos de abril. En el calendario de Gezer se dice que la cosecha del lino en la región mediterránea tenía lugar en el mes séptimo (marzo-abril). En Jericó, situada a 250 metros bajo el nivel del mar, la cosecha era antes. Los exploradores llegaron a casa de Rahab a principios del mes séptimo.

Jos 2, 8-21

Siguiendo las indicaciones de Rahab, los emisarios del rey, a la luz de la luna, se dirigieron hacia el Jordán en busca de los exploradores, con el fin de alcanzarles antes de que llegaran a los vados del río (<Jos 12, 5). Entre tanto, la mujer subió a la terraza y mantuvo un largo diálogo con los espías. Parece que éstos se disponían a pasar la noche en la azotea; pero Rahab les hizo comprender la necesidad de ausentarse de su casa inmediatamente por temor a un registro. Por haberse cerrado las puertas de la ciudad, el único medio para huir era descolgarse por el muro (Hch 9, 25), al cual estaba adosada la casa de Rahab. Antes de despedirlos quiso arrancarles la promesa con juramento de que, al adueñarse de la ciudad, conservaran su vida y la de sus familiares. La mujer no habla de su marido.
La profusión de expresiones bíblicas en boca de la mujer da a entender que el autor sagrado no intenta reproducir literalmente las mismas palabras de la meretriz. A través del desierto corren las noticias de manera sorprendente. En Jericó ha llegado la noticia de los hechos principales referentes a la vida de Israel en el desierto.
Como ni la mujer ni los dos espías sospechaban que los muros de la ciudad se derrumbaran, como sucedió más tarde, concertaron de común acuerdo colocar en la ventana un cordón de hilo, propiedad de los espías, para que les sirviera de señal. Aunque el texto diga que Rahab ató el hilo en la ventana, no se debe deducir que lo hiciera inmediatamente. Como en otros pasajes, el autor consigna el hecho con anticipación. La narración sobre la llegada y estancia de los espías en casa de Rahab adolece de orden lógico y cronológico.

Jos 2, 22-24

A un kilómetro y medio de Jericó y al oeste de la ciudad comienzan las estribaciones de las montañas de Judea, formando en algunas partes una muralla infranqueable. Las cuevas abundan en la ladera del monte de la Cuarentena y allí podían esconderse fácilmente los espías. Desde aquellas alturas dominaban la llanura que se extiende alrededor de Jericó, pudiendo observar los movimientos de sus perseguidores.
Transcurridos tres días y cerciorados de que los comisionados por el rey habían regresado a la ciudad, los dos espías bajaron del monte, vadearon el Jordán y llegaron sanos y salvos al campo israelita. Su informe movió a Josué a ejecutar inmediatamente sus planes de la conquista de Canaán.

Jos 3, 1-Jos 4, 18. Paso del Jordán

Jos 3, 1-13. Preliminares

Las sospechas levantadas por la presencia de espías en Jericó indujeron a Josué a obrar rápidamente, adelantándose a una posible coalición de reyezuelos de Canaán. La empresa era relativamente fácil, porque, según informes de los dos espías, los de la ciudad vivían confiados en que el Jordán llevaba mucha agua, por ser la época del deshielo, y no les sería posible a los israelitas vadearlo. Josué dio las órdenes de movilización de todo el campamento.
La mención de los tres días en, Josué (Jos 1, 11- Jos 3, 2) da lugar a un pequeño conflicto cronológico. Dijimos en, Josué (Jos 1, 11) que la frase dentro de tres días pasarían el Jordán puede interpretarse en el sentido de "dentro de tres días partiréis para la empresa de pasar el Jordán." En efecto, según la Vulgata, el orden de los acontecimientos pudo ser el siguiente: Tan pronto como los escribas dieron la orden al pueblo, Josué (Jos 1, 11) de prepararse, enviaba Josué en secreto a dos espías a Jericó, Josué (Jos 2, 2), adonde llegaron el mismo día al atardecer. Tres días permanecieron escondidos en la montaña, Josué (Jos 2, 16-22), regresando al quinto día al campamento. En la mañana del sexto día dio Josué orden al pueblo de ponerse en marcha hacia el Jordán, en cuya ribera oriental permanecieron tres días.
Según la Vulgata, los israelitas vadearon el río a los diez días del envío de los exploradores a Jericó. Otra ordenación cronológica de los acontecimientos es la siguiente: la fecha del envío de los espías y el anuncio de los escribas al pueblo de estar preparados coinciden. Los espías llegan a Jericó el mismo día por la noche, 7 de Nisán; durante la misma huyen al monte vecino, Josué (Jos 2, 16), en donde moran todo el día siguiente, 8 de Nisán. Al oscurecer regresaron al campamento, en el que entraron al amanecer del tercer día, 9 de Nisán.
A la orden de Josué, el pueblo se puso en marcha, llegando al atardecer a orillas del Jordán, donde acampó aquella noche. La preparación espiritual incluía la limpieza de los vestidos y la abstención de todo comercio carnal, Éxodo (Ex 19, 10-14). Quizá el versículo 4a sea una glosa inspirada en, Samuel (1S 6, 19-20; 2S 6, 7). Por lo regular era incumbencia de los levitas llevar el arca, Números (Nm 4, 15; Nm 10, 21), pero en casos extraordinarios se confiaba a los sacerdotes.
Dios habla a Josué y promete engrandecerlo a los ojos del pueblo con un hecho extraordinario para que se le obedezca como a Moisés y sepa el pueblo que Dios está con él, Josué (Jos 1, 5-7). La arenga o conjunto de alocuciones de Josué tuvieron lugar antes del tránsito del río.
Schulz considera los versos 7-13 como midrásicos, porque, además de romper la ilación existente entre el v.6 y 14, no es de suponer que Josué hablara tan largo tiempo a un pueblo en marcha.
El éxito del paso del Jordán está asegurado por ir en vanguardia el arca de la alianza del Dios de toda la tierra, Miqueas (Mi 4, 13) Zacarías (Za 4, 14; Za 6, 5). Se eligen diez hombres de entre el pueblo a los que el texto no asigna misión especial.
Se trata evidentemente de un anticipo del v. 2 del c. 4. Al poner los sacerdotes el pie en las aguas del Jordán, éstas se cortaron (yikkaterun), formando un dique o bloque compacto, como si un monte o una colina (ned) interceptaran la corriente.

Jos 3, 14-17. Milagro de las aguas y paso del Jordán

Destaca el hagiógrafo la magnitud del milagro anotando que era la época de la siega de la cebada (marzo-abril), en cuya estación el río Jordán va crecido por la licuefacción de las nieves que cubren el monte Hermón. Las aguas interrumpieron su curso a unos veinticinco kilómetros al norte de Jericó, formando una barrera sólida hasta que todo Israel hubo pasado el Jordán. Las aguas descendentes siguieron su curso hasta el mar Muerto.
Los israelitas no vieron el dique o muro de aguas que se formó "a mucha distancia" al norte, en "Adam, la ciudad que está junto a Sartán," dice el texto masorético. La ciudad de Adam, 1Reyes (1R 7, 46) se identifica con tell el-Damíyeh, a unos veinticinco kilómetros al norte de Jericó, y a dos kilómetros de la ribera oriental del Jordán, en la confluencia del Yaboc, donde se encuentra hoy el puente ed-Damiyeh, en la carretera de Naplusa a es-Salt. Saretón, 1Reyes (1R 4, 12; 1R 7, 46) se identifica corrientemente con Qarn Sartabeh, promontorio de la parte oriental de la montaña de Efraím, que en forma de cuña se adentra en la cuenca jordánica, frente a ed-Damiyeh.
En tiempos talmúdicos era este promontorio uno de los lugares preferidos para anunciar el novilunio. Esta sentencia tradicional ha recibido un contratiempo principalmente por los estudios de N. Glueck, que corrige el texto masorético como sigue: "Desde Adam hasta la fortaleza (mesad, en vez de missad, lado) de Saretón."
Este último lugar, según él, debe buscarse en tell es-Saidiyeh, a dieciocho kilómetros al norte de ed-Damiyeh. La historia recuerda otras dos ocasiones en que el desprendimiento de un inmenso bloque de un espolón oriental de la montaña de Efraím cayó sobre el lecho del río, interceptando el curso de las aguas. Tal fenómeno se produjo, según el historiador árabe Nuwairi, la noche del 6 al 7 de diciembre de 1267, en la región de ed-Damiyeh. Mientras éste se produjo a consecuencia del reblandecimiento de la montaña por las lluvias torrenciales de invierno, el del año 1927 se debió a un terremoto. Que igual fenómeno se produjera en el preciso momento en que los israelitas se disponían a pasar el río Jordán, no lo afirma ni lo niega el texto sagrado. Aunque así fuera, no es menos cierto que todo fue previsto, querido y provocado por Dios con el concurso de los agentes naturales dóciles a su palabra.

Jos 4, 1-9. Las doce piedras

Quiere Josué que se conserve una memoria del paso del Jordán, como en, Éxodo (Ex 12, 26; Ex 13, 9-14); Deuteronomio (Dt 6, 20). El texto del v.9 puede interpretarse en el sentido de que fueron dos los monumentos levantados en recuerdo del hecho, uno en Guilgal y otro en el lecho del río. Así lo creen Hummelauer, Ubach y Fernández. En favor de la unidad se pronuncian Wiesmann y Alfrink, por no citar más que autores católicos.
Según Wiesmann, en el v.9 se dice que se colocaron doce piedras en el cauce del río para impedir que los pies de los sacerdotes se hundieran en el lodo del río. Tales piedras más tarde fueron sacadas del Jordán y colocadas en Guilgal, donde permanecen hasta el día de hoy. Con esta interpretación, dice Baldi, se quita la posibilidad de un monumento en medio del Jordán, que, salvo en tiempos de mucha sequía, no sería visible, no sirviendo, por lo mismo, para el fin al que se le destinaba.

Jos 4, 10-18. Fin del paso

No dio Moisés ninguna disposición tocante al paso del río Jordán, pero el autor refuerza la autoridad de Josué con la de Moisés, Josué (Jos 1, 17; Jos 3, 7). En la narración se habla del paso del río por el pueblo, lo que realizó ya antes, Josué (Jos 3, 16-17; Jos 4, 1). Según el v.11, el arca y los sacerdotes se pusieron al frente del pueblo estando ya en la ribera derecha del Jordán; en cambio, los v. 15-18 suponen que permanecían todavía en el río.
Schulz considera los v.9-14 como una adición. Para Ubach, los v. 15-18 son residuos de una documentación que el autor sagrado tuvo ante sus ojos y que puso en el lugar que ocupan por creer que contenían detalles nuevos. Parece que el ?. 11 se refiere a (Jos 3, 7; Jos 4, 1). Una vez hubo pasado el pueblo, el arca y los sacerdotes se colocaron de nuevo delante de la comitiva. Pero a la misma precedía, conforme a lo prescrito en, Números (Nm 32, 28-30); Deuteronomio (Dt 3, 18), un destacamento militar para defender el arca. La cifra de cuarenta mil guerreros es una hipérbole manifiesta, como en otros pasajes análogos, Éxodo (Ex 12, 37); Números (Nm 1, 46).
Tan pronto como los sacerdotes abandonaron el cauce, las aguas volvieron a afluir "como ayer y anteayer," es decir, como antes. No determina el texto el lugar exacto por donde pasaron el río los israelitas. Una tradición judío-cristiana lo fija en el vado de Bethabara, frente a Qars el-Yehud, donde se encuentra el monasterio del Pródromos, construido en memoria del ministerio de San Juan Bautista y del bautismo de Jesús.

Jos 4, 19-24 Llegada de Guilgal

El sueño dorado de los israelitas se había realizado y Dios había cumplido su promesa. Israel había entrado en tierras de Palestina el día 10 de Nisán (marzo-abril), coincidiendo con el principio de la Pascua, Éxodo (Ex 12, 3), a los cuarenta años de haber salido de Egipto. Los israelitas acamparon en Guilgal, que los autores identifican o bien con Jirbet en-Netele, a unos cinco kilómetros al sur de la antigua Jericó, o con Jirbet Mefshir, a dos kilómetros al noreste de la misma.
Sobre la antigua Guilgal, nombre que se deriva de la palabra hebrea galgal = rueda, rueda de piedras, se edificó una iglesia bizantina llamada Dodekalithori, en recuerdo del sitio donde hizo colocar Josué las doce piedras en forma de rueda o cromlech. Para la posteridad israelita, Guilgal o Guilgal fue considerado como lugar sagrado muy concurrido, 1Samuel (1S 7, 16; 1S 10, 8; 1S 11, 14; 1S 13, 4-15); Oseas (Os 4, 15); Amos (Am 4, 4).

Jos 5, 1. Terror de las poblaciones de Cisjordania

El hagiógrafo empieza el capítulo 5 de su libro con una noticia sobre el pánico que se apoderó de los cananeos y de los amorreos al enterarse del milagro que había obrado Yahvé. Para el autor sagrado y para los enemigos de Israel es Yahvé quien mueve todos los resortes y determina los hechos que deben conducir a los israelitas al corazón de Palestina. La noticia del paso del Jordán corrió como reguero de pólvora por todo el territorio; sus habitantes temieron una invasión inminente de los israelitas.

Jos 5, 2-9. Circuncisión de los israelitas en Guilgal

No era éste un rito propio de los hebreos, sino que se practicaba en el antiguo Egipto, en Fenicia y, probablemente, en Canaán. La operación debía ejecutarse con cuchillos de piedra, como lo hizo Séfora con su hijo, Éxodo (Ex 4, 24-26). La circuncisión tenía en Israel un carácter marcadamente religioso, siendo el signo distintivo de la alianza de Dios con Abraham y de la pertenencia a la comunidad religiosa de Israel, Génesis (Gn 17, 12-14: Gn 25, 27).
Según el texto griego, gran parte del pueblo judío había descuidado la práctica de la circuncisión durante su permanencia en Egipto; pero, según el texto hebraico, el abandono de esta práctica empezó durante los años de peregrinación por el desierto.
El autor sagrado no considera, al parecer, como culpa grave esta negligencia, que recaía sobre los dirigentes de la comunidad judaica. ¿Quiere con ello atenuar la culpabilidad de Moisés? ¿No fue acaso ésta una de las razones por las cuales se le denegó la entrada en la Tierra de Promisión? Que el gran caudillo de Israel fuera remiso en este punto, aparece en, Éxodo (Ex 4, 24).
A primera vista choca que Josué pensara en la circuncisión de todos los varones del pueblo inmediatamente después de haber pasado el Jordán, cuando era de temer un ataque por sorpresa de los habitantes del país. Sabido es que la circuncisión es una operación dolorosa que va acompañada de un estado febril que llega a su punto álgido al tercer día, Génesis (Gn 34, 25).
Josué impuso la obligación de circuncidar el prepucio de los varones con el fin de preparar la celebración de la Pascua, o para recordar que la circuncisión era el signo de la alianza, Génesis (Gn 17, 10); Éxodo (Ex 12, 48). Con la circuncisión se quitó la dependencia de Egipto, por haber dejado de ser esclavos de los egipcios para convertirse en servidores de Yahvé y propiedad suya.

Jos 5, 10-12. Celebración de la Pascua

Era la segunda vez que los judíos salidos de Egipto celebraban solemnemente la Pascua, Números (Nm 9, 1ss). El pan ácimo y el trigo tostado que comió el pueblo el día de la Pascua podían ser en parte productos de la tierra de Canaán. Al día siguiente cesó el maná.
Parece que este episodio está desplazado de su lugar primitivo. La actitud del príncipe del ejército de Yahvé que aparece con una espada desenvainada en su mano es de amenaza, no especificando el texto el motivo que la provocó. Supone Dhorme que el paso de un río requiere la autorización de la potencia celestial que guarda el acceso del territorio situado al otro lado. Por de pronto, la aparición obedecía a consignas más graves y trascendentales que a la de intimar a Josué a que se quitara el calzado Génesis (Gn 32, 25-33).
Lo más probable es que el personaje misterioso quiso urgir el rito de la circuncisión, que se había descuidado en el desierto. Quizá en un principio la perícopa precedía al v.2 de este capítulo. En, Éxodo (Ex 4, 24) se dice que Yahvé salió al encuentro de Moisés, queriéndole matar. Séfora aplacó su ira circuncidando a su hijo. Con la narración de este episodio, sin terminar, sin duda, se destaca la relevante personalidad de Josué, que por su reverencia y humildad puede parangonarse con Abrahám, Génesis (Gn 15, 12) y Moisés, Éxodo (Ex 3, 3-6). Todo en el contexto invita a reconocer en el jefe de los ejércitos de Yahvé a un ser sobrenatural, a un ángel de Yahvé que debía convertirse en guía de los israelitas en la penetración y conquista de Canaán, Éxodo (Ex 23, 20; Ex 32, 34; Ex 33, 2). El v.16 es copia de, Éxodo (Ex 3, 5-12).

Jos 6-Jos 8, 29. La conquista de Jericó

Se narra en el capítulo 6 la toma de Jericó. El texto de la versión de los LXX difiere mucho del texto hebreo; los exégetas, o bien se esfuerzan por combinar ambos textos, o se pronuncian por uno o por otro. Aun en el supuesto de adoptar el texto más corto de los LXX, no se eliminan todas las incoherencias de la narración. La solución más obvia consiste en distinguir entre el texto que se cree primitivo y las adiciones posteriores. Con ello la narración fluye de manera lógica y desaparecen o se atenúan las dificultades. Es imposible, por ejemplo, armonizar los v.4; 5; 16a.20a con 8; 9; 13. Schulz, seguido en parte por Gelin, considera como texto primitivo los v.1-2a.3-7; 11; 14-15a; 16a; 20b; 21; 24-27.
El P. Fernández admite dos recensiones, una larga y otra breve, de las cuales considera como auténtica la última. Según Ubach, dos escribas testigos de los hechos escribieron cada uno independientemente sus impresiones, haciendo uno hincapié en unas circunstancias y otro en otras. El relato es una combinación de una doble táctica: una marcha en silencio alrededor de la ciudad durante siete días hasta el estentóreo grito de guerra, y una procesión con el arca, al son de las trompetas sagradas, símbolo de la cooperación divina en la empresa.
Defiende Abel que el redactor final ha querido unificar dos situaciones sucesivas. Baldi opta por la fusión de dos relatos o tradiciones paralelas dispuestas psicológicamente de manera distinta. En una tradición se dio más importancia al valor del ejército judío; en otra, de origen sacerdotal, se puso de relieve la cooperación religiosa. El redactor último trató de conservar estos dos aspectos de la misma tradición fundiéndolos en un solo relato. Como quiera que se explique, lo cierto es que el texto se presenta con todas las características de una composición literaria heterogénea.

Jos 6, 1-14

Por miedo a los hijos de Israel, la ciudad de Jericó tenía las puertas cerradas; pero Yahvé prometió ponerla en manos de Josué, Números (Nm 21, 34); Deuteronomio (Dt 2, 24; Dt 3, 2). Era Jericó una plaza fuerte cananea edificada sobre un altozano elíptico de 307 por 161 metros, dominando la llanura de su nombre.
La descripción del ataque de la ciudad por los israelitas es bien conocida. Pero, como hemos apuntado más arriba, cabe distinguir entre el relato primitivo y las adiciones posteriores de carácter religioso referentes a los sacerdotes, arca de la alianza y trompetas sagradas. Los soldados de Josué combatieron contra Jericó y la tomaron. En ciertos ambientes pareció que el relato primitivo era demasiado pagano, por darse excesiva importancia a las causas puramente humanas que contribuyeron a la conquista de la ciudad, por lo cual se le añadieron elementos procedentes de ambientes sacerdotales.
El relato primitivo, según Noth, era más o menos el siguiente: (v.2): Yahvé dijo a Josué: "Mira, he puesto en tus manos a Jericó. Todos los hombres de guerra (v.3) rodearán la ciudad, dando una vuelta en derredor suyo. Así haréis por seis días. (v.4) Al séptimo día daréis siete vueltas en derredor de la ciudad. (v.5) Cuando toque el cuerno, todo el pueblo se pondrá a gritar fuertemente, y las murallas de la ciudad se derrumbarán. Entonces subirá el pueblo, cada uno enfrente de sí." (v.6). (v.7) Dijo Josué al pueblo: "Marchad y dad la vuelta a la ciudad." (v.8) y se hizo conforme a la orden dada por Josué al pueblo. (v.10) Josué dio al pueblo la siguiente orden: "No gritéis ni hagáis oír vuestra voz, ni salga de vuestra boca una palabra hasta el día en que yo os diga: "Gritad. Entonces gritaréis." (v.12) Al día siguiente se levantó Josué bien de mañana. (v.14) y se hizo el giro de la ciudad, regresando al campamento. Esto mismo hicieron por seis días. (v.15) Al día séptimo se levantaron al alba, dieron siete vueltas en torno a la ciudad. (v.16) A la séptima dijo Josué al pueblo: "Gritad, porque Yahvé os entrega la ciudad." (v.20) Entonces todo el pueblo se puso a gritar clamorosamente, y las murallas de la ciudad se derrumbaron y cada uno subió a la ciudad frente de sí.

Jos 6, 15-24. Jericó consagrada al exterminio

¿Cuál fue la causa que provocó el desmoronamiento de las murallas de Jericó? ¿Se produjo este fenómeno, o el texto sugiere o permite otra interpretación? No es de creer que el griterío (te- ruah) de la multitud, Éodo (Ex 32, 17); 1Samuel (1S 4, 5); 2Samuel (2S 6, 15) y el sonido de las trompetas fueran tan ensordecedores que derribaran las murallas.
Algunos suponen que ayudó Dios a los sitiadores provocando a su debido tiempo un terremoto que derribó las murallas. Hizo Dios lo que no pudieron lograr los israelitas con su griterío y sus trompetas. Es muy posible que el autor sagrado, llevado totalmente de la idea de poner de relieve la intervención de Dios en la expugnación de la tierra de Canaán, no haya dicho todo lo que aconteció junto a los muros de la ciudad clave para entrar en Palestina.
Es sintomático a este respecto lo que dice Josué en su discurso de despedida de que las gentes de Jericó combatieron contra vosotros, Josué (Jos 24, 11), lo que debe interpretarse en el sentido de que fueron necesarios varios combates para conquistar la ciudad, y de que, de no intervenir Dios abiertamente en favor de los israelitas, nunca hubieran éstos penetrado en ella.
El ensañamiento de los israelitas al exterminar todo ser viviente de la ciudad se rige por las leyes del herem o del anatema, comunes a los pueblos del antiguo Próximo Oriente. Con el anatema (herem) de destrucción, Levítico (Lv 27, 29); Deuteronomio (Dt 2, 35; Dt 7, 25; Dt 20, 16; Dt 25, 17-19), Jericó debía ser arrasada completamente. Dios manda que las ciudades idolátricas sean destruidas con todos sus habitantes, animales domésticos y bienes, Deuteronomio (Dt 13, 16). La misma suerte debían seguir los pueblos enemigos de Israel, 1Samuel (1S 15, 1-35); Isaías (Is 34, 3; Is 43, 28); Jeremías (Jr 26, 9). Únicamente se exceptúan de este anatema en nuestro texto el oro y la plata y todos los objetos de bronce y de hierro (v.24), que se destinaban al tesoro de Yahvé, siendo estos objetos conceptuados como anatema de oblación, Levítico (Lv 27, 28); Números (Nm 18, 14). Habla el texto del tesoro de la casa de Yahvé porque el autor del relato tiene en su mente la idea del templo.

Jos 6, 25-27. La familia de Rajab

Los espías cumplieron la promesa hecha a Rahab, salvando a ella y a toda la familia. En un principio la mujer ocupó un lugar "fuera del campamento de Israel" (v.23), pero más tarde "habitó en medio de Israel hasta hoy," figurando en la genealogía de Jesucristo. Josué maldice al que intente reedificar de nuevo la ciudad de Jericó. La imprecación de Josué se cumplió con Hiél, en el siglo IX, 1Reyes (1R 16, 34). Parece que el texto alude a la costumbre cananea de sacrificar un niño en la fundación de una ciudad, costumbre que imitaron algunos israelitas. Dios condenaba este infanticidio.

Las excavaciones de Jericó

Grandes esperanzas pusieron exegetas e historiadores en las excavaciones de Tell el-Sultán para conocer las modalidades de la toma de Jericó por parte de los israelitas, aportando con ello luz al texto oscuro, enigmático y complejo de la Biblia. Las primeras fueron llevadas a cabo por los alemanes E. Sellin, E. Langenegger y G. Watzinger, durante los años 1907-1913, cuyos resultados fueron publicados en 1913.
Algunas de las conclusiones de los citados excavadores fueron censuradas, por lo que se pensó en reanudar las excavaciones con mejor base científica. La tarea fue confiada a J. Garstang, bajo los auspicios de Palestine Exploration Fund, siendo excavado el Tell desde 1930-1936.
El mérito principal de Garstang consiste en haber trazado la evolución histórica de la ciudad. La primera ciudad (pre cananea), fundada hacia el año 3000 antes de Cristo, se hallaba en la parte septentrional de Tell. La primera ciudad cananea fue edificada sobre las ruinas de la anterior hacia los años 2100 a. C. ocupando la parte más alta del Tell en una extensión aproximada de dos hectáreas. Sus murallas eran de ladrillo con bloques de piedra en los fundamentos.
La segunda ciudad cananea surgió entre 1900 a. C. y 1600, y puede considerarse como ampliación de la limera; ocupa una extensión de dos a cinco hectáreas. Una sólida muralla protegida con una rampa o glacis envolvía la ciudad. Es ésta la ciudad más próspera de todas por coincidir con la época de los hicsos, a juzgar por un escarabajo egipcio de la XIII dinastía encontrado en el lugar. Por circunstancias desconocidas, la ciudad fue destruida y abatidas sus murallas hacia el año 1580 a. C. Otra vez fue reedificada, protegiéndola con un muro hacia el año 1500.
Las nuevas edificaciones desaparecieron por efectos de un cataclismo, sobre cuya fecha discuten los arqueólogos. Garstang lo fija entre los años 1400 y 1385; W. F. Albright, entre 1360 y 1320. El gran arqueólogo H. Vincent, basándose en algunos restos, vajilla y cerámica ilustrada, señala la fecha de la destrucción de esta ciudad en la segunda mitad del siglo XIII, y más concretamente en 1250. Esta última hipótesis tiene en su favor el registro de las ciudades conquistadas por Ramsés II, encontrado en los muros de un templo de Amarah, en la orilla izquierda del Nilo. Entre los nombres de las ciudades asiáticas conquistadas por el monarca figura la de Jericó.
Estas divergencias profundas entre arqueólogos tocantes a la fecha de la destrucción de Jericó movieron a la British School of Archaeology y a la American Schools of Oriental Research a emprender nuevas excavaciones, que dirigió la señorita K. Kenyon. Su finalidad principal era zanjar definitivamente las discusiones en torno a la fecha de la destrucción de Jericó (ciudad D). Las excavaciones empezaron en 1952. ¡Cuál no fue la sorpresa al comprobar que la ciudad de Jericó de Josué se volatilizaba bajo los golpes de los picos de los obreros especializados! ¡Ningún resto de la ciudad bíblica se encontró en Tell el-Sultán! El doble muro (muro d) atribuido por Garstang al Bronce reciente, y, por lo mismo, identificado con el que fue destruido en tiempos de Josué, no es más que una parte del complejo sistema defensivo, reconstruido y retocado varias veces durante el tercer milenio (Bronce antiguo y medio). Ningún rastro de cerámica en toda el área excavada del Bronce reciente, o sea, de los tiempos de Josué.
Los excavadores de Tell el-Sultán han perdido toda esperanza de encontrar la Jericó de Josué a causa de haber desaparecido las edificaciones de la superficie o por la erosión o por obra de los hombres. A tenor de los resultados de las exploraciones arqueológicas, hacia el año 1200, fecha de la conquista de Canaán, no existía Jericó, o al menos no quedan vestigios arqueológicos de la misma.

La arqueología y el texto sagrado

La comprobación de que la ciudad del Bronce reciente (ciudad D) fue destruida por un cataclismo o por el fuego produjo en el ánimo de J. Garstang la más grande satisfacción. Para concordar los resultados arqueológicos con el texto bíblico, colocó Garstang la fecha del éxodo en tiempos de Amenofis II (1447-1442), y la conquista de Jericó hacia el año 1400.
Pero, como vimos en la introducción, la sentencia más corriente hoy día fija la penetración de Josué en Palestina hacia el año 1200. Por lo mismo, las cenizas encontradas por Garstang corresponden a una destrucción de la ciudad en tiempos anteriores al incendio provocado por los soldados israelitas, Josué (Jos 6, 24). Con el fin de solventar estas dificultades se recurrió a la hipótesis de varios éxodos de israelitas de Egipto. Cabe otra, que ha señalado la señorita Kenyon, según la cual, sobre los restos de la ciudad de 1900-1600 a. C. pudo levantarse otra más reciente, que ha desaparecido, víctima de la erosión, sin dejar huellas sobre el Tell.
Puestos a enjuiciar toda la cuestión, cabe admitir que el v.20 puede interpretarse en el sentido de que las varias vueltas del ejército israelita en torno a Jericó, con las consiguientes amenazas para los que se negaran a entregarla, impresionaron y descorazonaron a los defensores de tal manera, que la resistencia de la guarnición se derrumbó (wattippol hahomah), entrando los israelitas en la ciudad. El término homah significa muro, pero se emplea también en el sentido de guarnición, protección, como en, 1Samuel (1S 25, 16) Nos protegían de día y de noche todo el tiempo. En este texto, un criado de Abigail confiesa que las gentes de David eran para ellos un valladar, una protección.
Con esta explicación se comprende que la casa de Rahab quedara en pie, lo que no habría sucedido en el caso de haberse derrumbado los muros. Con ella se armonizan los datos de la arqueología con los de la Biblia. Al presentarse Josué ante Jericó, encontró a los cananeos atrincherados detrás de las imponentes ruinas de una ciudad que fue destruida antes por causas desconocidas hasta el presente. El ejército israelita luchó, venciendo la resistencia cananea. Según, Josué (Jos 24, 11), ante Jericó hubo fuertes combates, hasta que la suerte se inclinó por los israelitas.
Algunos autores ven en el relato de la conquista de Jericó huellas de un estilo épico. Escribe Delorme que toda la narración tiende a destacar la importancia de esta victoria y atribuirla a Yahvé. En el relato se hace uso del énfasis, se recorta la participación de los valores humanos en el éxito de la empresa, se citan cosas insólitas y maravillosas. Nunca sabremos ciertamente cuáles fueron los pormenores de la toma de Jericó ni cuál fue la mente del autor sagrado respecto de los mismos. Pero, si los pormenores son oscuros, está patente, en cambio, que la toma de la ciudad abrió a los judíos las puertas de Canaán. Si Dios no hubiera luchado junto a los israelitas, difícilmente hubieran cedido las defensas de la ciudad, ni su guarnición se hubiese rendido.

Jos 7, 1. Violación del exterminio

En virtud de la ley de la solidaridad, el pecado de Acán recae sobre todo el pueblo. A este episodio y a sus consecuencias aludía implícitamente el texto en, Josué (Jos 6, 18-19). El autor sagrado, en una breve introducción, hace referencia al precepto divino sobre el herem y anticipa la razón del desastre de Ay. Josué había conminado al pueblo a no tomar nada de lo que debía ser consagrado al exterminio ni de lo que debía reservarse para el tesoro de Yahvé. El pueblo obedeció a su palabra, pero la codicia cegó a Acán. Era Acán hijo de Judá por Zarac, Génesis (Gn 38, 30; Gn 46, 12).

Jos 7, 2-5. Su castigo: la derrota ante Ay

Yahvé es un Dios celoso que castiga las infidelidades de su pueblo. Como represalia por el pecado de Acán le abandona a sus propias fuerzas en el ataque a Ay y es derrotado, a pesar del exiguo número de sus defensores. El autor sagrado conoce la ciudad y sus alrededores, pero usa de la aproximación al señalar el número de guerreros que atacaron la ciudad y las bajas que tuvieron. El número de atacantes parece excesivo en relación con las pérdidas sufridas.Ay, que significa la Ruina, se identifica con el actual et-Tell, a tres kilómetros al sudeste de Betel, Génesis (Gn 12, 8; Gn 13, 3). Estaba edificada sobre uno de los promontorios que se adelantan hacia la depresión jordánica, con una posición excepcional desde el punto de vista estratégico. Ay era la llave para penetrar en el macizo central de Palestina.

Jos 7, 6-15. Oración de Josué y respuesta del Señor

El revés sufrido en Ay desconcierta a Josué y a sus íntimos colaboradores por lo que significaba y por las repercusiones que la derrota tendría en el futuro. Yahvé en esta ocasión no había combatido al lado de su pueblo, lo que debía interpretarse como señal de que estaba resentido por alguna infidelidad cometida contra Él.
Como muestras externas de dolor, rasga Josué sus vestiduras, Génesis (Gn 37, 29; Gn 44, 13); Números (Nm 14, 6), hecha polvo sobre su cabeza, Job (Jb 2, 12); Lamentaciones (Lm 2, 10), etc. , y, postrado en tierra, se queja a Yahvé, casi reprochándole su conducta, Jeremías (Jr 1, 6; Jr 4, 10; Jr 14, 13), haciéndole ver el porvenir de su pueblo y el menoscabo de su gloria ante los otros pueblos de Palestina. La conducta de Yahvé en momentos tan críticos es desconcertante. ¿No cobrarán ánimo los pueblos de toda Palestina al enterarse de que un puñado de hombres de Ay ha infligido una gran derrota a los israelitas, considerados por algunos como invencibles?
Dios señala a Josué la causa del revés sufrido en Ay, Josué (Jos 10, 1-Jos 12, 24); en, Josué (Jos 13, 1-Jos 15, 63) se señala los procedimientos para aplacar su ira. Como sujeto de este pecado, seis veces se dice que es una colectividad; una vez el pecador es Israel (hata Yisrael, Israel pecó); cinco veces se dice que ellos, es decir, los israelitas, han pecado.
De todo el contexto aparece que el pecador es Acán, quien con su pecado trajo la confusión sobre el campamento de Israel, Josué (Jos 6, 18). Para que entre Dios y el pueblo se reanuden las relaciones de amistad, es preciso que desaparezca la infamia de en medio del pueblo, Génesis (Gn 34, 14); Deuteronomio (Dt 22, 21) y de que sea quemado, Génesis (Gn 38, 24); Levítico (Lv 21, 9) el que faltó a la alianza. Dios mismo sugiere a Josué el método que debe seguirse para individualizar al culpable 1Samuel (1S 14, 40-42; 1S 10, 19-21).

Jos 7, 16-26. Descubrimiento y castigo del culpable

Según lo que había mandado Dios, echaron suertes para descubrir al culpable empleando el sistema de eliminación, empezando por las tribus y terminando por los individuos. Con el efod en la mano, un sacerdote interpretaba las respuestas dadas por las dos suertes sagradas, el urim y el tummim, dos piedras preciosas que, convencionalmente, significaban sí o no.
Acán resultó ser el culpable. Reconoció su falta y confesó haber sustraído un hermoso manto de Senaar, es decir, de Babilonia, Génesis (Gn 10, 10; Gn 11, 2; Gn 14, 1-9), y una cantidad de plata y oro en lingotes, cuya estimación en medidas actuales era de tres kilos y 800 gramos respectivamente.
El texto masorético actual extiende el castigo a los familiares y a la hacienda del sacrílego, pero el texto griego reduce la lapidación al culpable, lo que está conforme con, Deuteronomio (Dt 24, 16). Como en otras partes del libro de Josué, se ha amplificado el texto primitivo de este pasaje con glosas relacionales con el fin de acentuar las penas en que incurren los transgresores de la alianza. Como glosa debe también considerarse la noticia de que Acán fuera quemado en el fuego.

Jos 8, 1-23. Batalla y conquista de Ay

Con el castigo de Acán se normalizaron las relaciones entre Dios y el pueblo, estando seguro Josué del éxito de una futura operación contra Ay. Es probable que los exploradores enviados a Ay, Josué (Jos 7, 2-3) subestimaran su capacidad defensiva y los efectivos de su ejército. Ante la dolorosa experiencia, Josué se dispuso a atacar la ciudad con todos sus hombres de guerra.
De noche mandó un grueso cuerpo de tropa con la consigna de colocarse en emboscada entre Betel y Ay. El número de treinta mil es una hipérbole manifiesta; algunos exegetas lo reducen a tres mil y les parece todavía excesivo, por la razón de que difícilmente pasaría inadvertido a las gentes de Ay un número tan crecido de soldados apostados detrás de la ciudad.
Hablando H. Vincent del relato de la conquista de Ay, nota en el texto "un formulario enfático, cifras incoherentes y desmesuradas, insistencia sobre cosas maravillosas cuya inverosimilitud nos es notoria, pero que no desconciertan a un espíritu oriental."
A la mañana siguiente, muy de madrugada, Josué (Jos 6, 12), subió Josué con el resto del ejército y se acercó a la ciudad. La disposición de los combatientes con respecto a la ciudad era la siguiente: la emboscada enviada durante la noche subió de Jericó por Ain ed-Duq, siguió por el valle Zeitún, dejando Ay a la izquierda, escondiéndose detrás del cerro llamado hoy día Burdjmus, entre Betel y Ay.
Josué, al llegar a la altura de Jirbet Haijan, se dirigió hacia Ay por la llanura que se encuentra al sudeste de la misma, con el fin de hacerse visible a los habitantes de la ciudad. Ay quedaba entre dos fuerzas. La estratagema de Josué surtió el efecto deseado. Los versículos 12-13 faltan en el texto griego; deben considerarse como una glosa narrativa.

Jos 8, 24-29. Anatema y ruina de Ay

El anatema de Ay fue más benigno que el de Jericó, autorizándole al pueblo que se quedara con el ganado y el botín de la ciudad. La práctica de la destrucción total de todos los seres vivientes se hacía cada día más difícil por privarse a los soldados del botín de guerra. Por este motivo se introdujo paulatinamente cierta mitigación de las leyes del herem. Los israelitas se ensañaron con los habitantes de Ay, como hicieron antes con los de Jericó. Tanto los que habían salido de la ciudad como los que habían quedado en ella fueron devorados por la espada. Dios permitía estos excesos, muy propios, como dejamos anotado más arriba, de todos los otros pueblos antiguos del Próximo Oriente, para impedir que sus habitantes contagiaran a los israelitas con sus ritos idolátricos.

Ay a la luz de las excavaciones.

Las excavaciones arqueológicas en et-Tell, la antigua Ay, en un área de cerca de diez hectáreas, practicadas por Judit Krause durante los años 1933-1935, han arrojado datos desconcertantes y contrarios, al parecer, al relato contenido en este capítulo.
R. Dussaud ha escrito: "Las excavaciones de Ay llevan a la conclusión de que el relato del paso del Jordán y la caída de Jericó y de Ay no son históricos. No existe razón alguna para salvar la historicidad de los capítulos 7 y 8 de Josué, por pertenecer a un conjunto manifiestamente legendario".
Por la muerte prematura de Judit Krause no se llevó a cabo una exploración exhaustiva del Tell, pero los datos suministrados demuestran que Ay fue completamente destruida por el fuego hacia el año 2000 antes de Cristo, con mucha anterioridad a la llegada de los israelitas. De la destrucción se salvaron en parte los muros y fortificaciones. El lugar fue abandonado durante ocho siglos. A la llegada de los israelitas delante de Ay se había incluso perdido el nombre de la ciudad, que el texto masorético llama simplemente Ay = la Ruina.
¿Cómo pueden armonizarse estos datos de las excavaciones arqueológicas de Ay con las afirmaciones del libro de Josué al hablar de Ay y de que el caudillo judío la tomó y la redujo a un montón de escombros? Algunos autores resuelven la cuestión, como Dussaud, ya citado, diciendo que el relato es legendario, teniendo la finalidad etiológica de explicar la existencia del montón impresionante de Ay y atribuirlo a una destrucción de la ciudad por parte de Josué. Noth afirma que la explicación etiológica fue creada hacia la mitad del siglo X por los benjaminitas al ocupar aquel lugar. Según Albright, el relato bíblico describía originariamente la destrucción de Betel, acontecida en el siglo XIII; pero después, por motivos etiológicos, se localizó en las imponentes ruinas de et-Tell.
El P. Vincent ha intentado armonizar los datos de la arqueología con los de la Biblia recurriendo a la siguiente hipótesis. La ciudad de Ay fue destruida hacia el año 2000. De su antiguo esplendor quedaban en pie gran parte de las murallas y el esqueleto de sus santuarios y otros edificios públicos. Al amparo de aquellos viejos escombros se reunieron los cananeos para impedir la penetración de los israelitas en sus ciudades habitadas. Aquellas vetustas ruinas, reanimadas circunstancialmente por hombres de guerra y otras personas acompañantes, dieron la impresión a los israelitas de encontrarse ante una ciudad cananea de vida normal.
El autor del libro de Josué habla de Ay como si se tratara de una ciudad en pie, y se complace en usar este apelativo para destacar más la magnitud del triunfo. Hasta aquí Vincent. Esta ingeniosa hipótesis encuentra alguna dificultad en aquellos pasajes, Josué (Jos7:5; 8:29) en que se habla de la puerta de la ciudad y del número de hombres y mujeres que mataron los israelitas. Ésta misma dificultad se opone a los que interpretan la expresión "cayeron los muros" de Jericó en el sentido de "se derrumbó la guarnición".

Jos 8, 30-35. Altar de piedras sin labrar y lectura de la leye en el monte Ebal

Señala el autor inspirado el hecho de la magna concentración de Israel en los montes de Garizim y Ebal, conforme a lo que mandó Moisés en, Deuteronomio (Dt 11, 29-30; Dt 27, 2-27). Causa extrañeza que después de la toma de Ay se desplace todo el pueblo, hombres, mujeres y niños, a una región que todavía no había sido conquistada, distante unos cincuenta kilómetros de Guilgal.
Para obviar la dificultad, algunos autores, siguiendo a San Jerónimo, creen que Garizim y Ebal eran dos colinas situadas entre Jericó y Guilgal. Sin embargo, el texto es explícito, y los mencionados montes deben buscarse cerca de Siquem, en la Palestina central. Es muy posible que esta perícopa esté desplazada del lugar que le correspondía en el texto primitivo.
Schulz y otros la trasladan al capítulo quinto; otros, en cambio, como Hummelauer, la retrasan a fines de la vida de Josué. Acaso sea éste el sitio que mejor le cuadre; su desplazamiento al lugar que hoy ocupa se explica por el interés del hagiógrafo de presentar a Josué como fiel ejecutor de las órdenes de Moisés, Deuteronomio (Dt 27, 2-3). Antes de la conquista del territorio que conducía a Siquem no era posible realizar semejante mandato. No se trata solamente de la marcha de hombres armados, sino de todo el pueblo, con los sacerdotes y el Arca de la alianza. No puede admitirse tampoco la hipótesis de que los israelitas pasaran el Jordán a las alturas de Siquem, sino frente a Jericó.
Conforme a la orden de Moisés, se levantó un altar de piedras sin pulir sobre el monte Ebal. En él se ofrecieron holocaustos y sacrificios eucarísticos. No se escribió la Ley sobre las piedras del altar, sino sobre aquellas "piedras grandes que revocarás con cal", Deuteronomio (Dt 27, 2). Bajo el nombre de Ley debe entenderse el Decálogo. Josué leyó la ley grabada en la piedra, y los sacerdotes proferían las bendiciones y las maldiciones.
Entre los asistentes figuraban extranjeros, o sea, gentes del país que simpatizaban con el pueblo escogido y que debían entrar a formar parte del pueblo de Israel. En el grandioso escenario de Siquem se renovó y rubricó la alianza de Dios con Israel. Desde este momento, las tribus forman una unidad religiosa, Israel, cuyo único Dios es Yahvé.

Jos 9, 1-15. Pacto con los gabaonitas

Los éxitos militares de los israelitas produjeron efectos dispares entre los habitantes de la montaña (bahar), de la Sefela, del litoral mediterráneo (hof hayiam hagadol), pues mientras la mayoría acordó una coalición para enfrentarse contra el enemigo común, otros, los gabaonitas, idearon una estratagema para concertar una alianza con los israelitas a fin de salvar sus vidas y haciendas. ¿Conocían los gabaonitas la ley deuteronómica, Deuteronomio (Dt 20, 11-18) que mandaba tratar con dureza a las naciones y ciudades vecinas y con más suavidad a las que estaban lejos?
Referente a las primeras, se dice en el Deuteronomio que "las darás al anatema, no harás pactos con ellas ni les harás gracia", Deuteronomio (Dt 7, 2); en cambio, a las ciudades lejanas "les brindarás la paz. Si la aceptan y te abren, la gente de ella será hecha tributaria y te servirá", Deuteronomio (Dt 20, 10). Gabaón, que se identifica con el actual Ed-Djib, se hallaba a ocho kilómetros al noroeste de Jerusalén y a diez de Ay. Sus habitantes temían para sí idéntico trato que los de esta última. Partieron de su ciudad y se dirigieron a Guilgal para entablar negociaciones con Josué, sorprendiendo a éste y a sus oficiales, los cuales, sin consultar a Yahvé, les dieron crédito, celebrando juntos un banquete de alianza, hospitalidad y protección, intercambiándose las provisiones.
Con juramento se les otorgó la paz, concertándose un pacto para asegurarles la vida. Los gabaonitas mencionan al rey Seón, que lo era de Hesebón, ciudad emplazada a unos diez kilómetros al norte de Mádaba, en Transjordania. Recibía el nombre de Basán el territorio transjordánico septentrional, desde Galaad, al sur, hasta el monte Hermón, al norte. Astarot se identifica con Asterot Caranáyim, Génesis (Gn 14, 5), al norte del Yarmuc, a unos treinta y seis kilómetros al oriente del lago de Genesaret.
El género literario del relato ha llamado la atención. Refiriéndose al mismo, anota Schildenberger que la forma figurada es en ciertas circunstancias más eficaz para hacer comprender a uno el carácter y la importancia de un hecho, como nos lo demuestran las parábolas, por cuyo medio el profeta Natán, por ejemplo, hace ver a David en un momento toda la maldad de su adulterio y de su asesinato, 2Samuel (2S 12, 1ss).
Por la misma razón, tampoco fue menester, para satisfacer las exigencias de la historiografía sagrada, que la anecdótica narración del engaño de los gabaonitas, Josué relatara literalmente los sucesos que han sido la causa de que ellos pudieran quedarse en su tierra y subir hasta el servicio del altar de Yahvé. Bastaba contarlos en la forma figurada que gustaba al pueblo -piénsese en las tradiciones coleccionadas por Herodoto-, que representaba los hechos esenciales que le servían de fundamento según la importancia que ellos tenían para la historia soteriológica.
El pacto que los israelitas habían celebrado con estas cuatro ciudades en el curso de su ocupación, Josué (Jos 9, 17) había sido un hecho político y puramente humano, estipulado sin haberlo preguntado a Yahvé, y puesto que el territorio de las ciudades objeto de la alianza, junto con Jerusalén -que no había sido conquistada- separaba a la tribu de Judá de las restantes tribus, han sido los israelitas los que fueron engañados, porque este territorio perjudicaba la unidad de las doce tribus del pueblo.

Jos 9, 16-27

A los tres días se descubrió el engaño; pero habiéndose Israel obligado con juramento a respetar sus vidas, no pudieron exterminarlos. Con gran contrariedad supieron los israelitas no sólo que Gabaón estaba cerca, sino que era la ciudad principal de una confederación jetea de cuatro ciudades, regida por un colegio de ancianos. La solución propuesta fue la de convertir a los gabaoitas y a los habitantes de las otras tres ciudades confederadas en esclavos de la comunidad de Israel, destinándolos especialmente al servicio del santuario, 2Samuel (2S 21, 2-14); 1Reyes (1R 9, 20).
Las ciudades de Cafirá, Beriot y Quiriat-Jearim se identifican, respectivamente, con Jirbet Kefire, a siete kilómetros al sudoeste de Gabaón; el-Bireh, al norte de ésta, y Quiriat-el-Enab, llamado también Abugosch, a doce kilómetros al noroeste de Jerusalén. Las tres ciudades se mencionan en, Josué (Jos 15, 9.60; Jos 18, 14-15; Jos 24- 28). El significado de toda la narración es mostrar que los jeteos quedaron en Israel en virtud de un tratado con los israelitas, que les destinaron al servicio del templo.

Jos 10, 1-43. Coalición de los cinco reyes amorreos. Conquista del Sur de Palestina

Jos 10, 1-7. Cinco reyes amorreos atacan Gabaón

Del rey de Jerusalén -es la primera vez que se hace mención de esta ciudad en la Biblia- partió la iniciativa de una coalición, acaso por ser él el más poderoso de todos o porque se veía más amenazado directamente, por encontrarse Gabaón a diez kilómetros y medio al norte.
La ciudad de Jerusalén es conocida en los textos de proscripción con el nombre de Urasalim. La ciudad fue consagrada a Salem o Salim, nombre de una divinidad que aparece en los documentos acádicos del segundo milenio. Se llamó también Bit Sulman, por el templo al dios Sulman, forma dialectal de Salem.
Su rey es conocido por Adonisec ("mi Señor es justicia"), que en, Jueces (Jc 1, 5) aparece transformado en Adoni Bézeq. En tiempos de Abraham, el rey y sacerdote de Jerusalén era Melquisedec, Génesis (Gn 14, 18). En un principio la ciudad ocupó la cima de la colina del Ofel, al sur del área del templo, entre el torrente Cedrón y el valle del Tiropeón.
Las otras ciudades aliadas de Adoni Bézeq fueron Hebrón, célebre en la vida de los patriarcas, Génesis (Gn13, 18; Gn 23, 2) y de David, a treinta y dos kilómetros al sur de Jerusalén. Jerimot se identifica con la actual Jirbet Yarmuc, en la región entre Hebrón y Gaza. La ciudad de Laquis, hoy Tell Duweir, explorado en los años 1933-1938 por Starkey, alcanzó su período más próspero en la época del Bronce reciente, caracterizada por la dominación egipcia.
Según datos de la arqueología, fue destruida entre los años 1230-1200 a.C., es decir, en tiempos de la conquista de Canaán por Josué. Su emplazamiento era estratégico, al pie de la montaña y al comenzar la llanura ondulada que se extiende entre el monte y el litoral mediterráneo. La ciudad de Eglón se coloca en tell es-Hesi, a veinticinco kilómetros al nordeste de Gaza. Los cinco reyes sitiaron a Gabaón.

Jos 10, 8-11. Victoria israelita sobre los cinco reyes de Gabaón

A la angustiosa llamada de los gabaonitas acudió Josué con todo su ejército. Antes de emprender la marcha desde Gálgala, consultó a Yahvé, que le aseguró el éxito de la empresa. Después de una marcha nocturna de unos treinta kilómetros, sorprendió al enemigo de madrugada, derrotándole. En la huida, una furiosa tempestad de piedras y granizo diezmó al ejército enemigo. Se distinguen dos Bet Jorón en el libro, el alto, Josué (Jos 16, 5) y el bajo, Josué (Jos 16, 3; Jos 18, 13-14), que corresponden, respectivamente, con los actuales Beitur la alta y Beitur la baja, al noroeste de Gabaón. En, 1Macabeos (1M 3, 16) se hace mención de Bet Jorón alto.
Hace ver el autor sagrado que la victoria se debe en primer término a Dios, por haber sembrado el pánico entre los confederados, que huyen despavoridos. En la bajada de Bet Jorón sorprendió al enemigo una furiosa tempestad, que presagiaba la derrota; según los antiguos, era la tempestad la manifestación de la ira de Dios, 1Samuel (1S 7, 10-12); Salmos (Sal 18, 11-16); Habacuc (Ha 3, 8-10).
En los cuatro kilómetros de la cuesta o descensus de Bet Jorón, torrentes de agua bajaban del monte arrastrando tierra y rocas en gran cantidad, mientras el granizo caía abundantemente. Dios luchaba desde el cielo en favor de los israelitas; contra El no había resistencia posible. La intervención del cielo era tanto más manifiesta cuanto que, habiendo pasado la época de las lluvias, no era de esperar que se produjeran precipitaciones, y menos aún grandes tempestades.

Jos 10, 12-15

La espantosa tempestad de granizo que aniquiló al ejército amorreo en la bajada de Bet Jorón era una confirmación manifiesta de que Dios combatía al lado de Israel. Josué persiguió a los reyes confederados hasta Azecá, el actual tell-Zacaría, al nordeste de Lakís Josué (Jos 15, 39); 1Samuel (1S 17, 1); Jeremías (Jr 34, 7) y Maceda, de cuya identificación discuten los autores. Quizá deba emplazarse enjirbet el-Heisum, a tres kilómetros al norte de tell-Zacaría.
El recuerdo de la batalla de Gabaón se conservó entre el pueblo, y los poetas desplegaron en torno a este hecho milagroso su inspiración poética. A este folklore popular y a esta versión épica de la batalla hace referencia el autor sagrado cuando, a continuación del versículo 11, intercala el texto de un cántico antiguo triunfal conservado en el libro de Jaser, 2Samuel (2S 2, 18).
No comprendía el pueblo cómo pudo Josué llevar a cabo en el espacio de un solo día tantas hazañas. De ahí que, teniendo en cuenta su condición de profeta y la amistad que le unía a Yahvé, creyera que a su voz se detuvo el sol en su carrera. Con esta inserción, dos cosas ha logrado el autor sagrado: poner de relieve la gran personalidad de Josué, que, como otro Moisés, domina los elementos; y recoger en su libro la memoria de una versión poética de un hecho diversas veces celebrado por los vates de Israel.
Conforme al texto de esta exaltación poética de la victoria, anota el hagiógrafo, no hubo jamás un día como aquél. Y en verdad que la victoria de Bet Jorón merecía ocupar un lugar destacado en los anales de la historia de Israel, ya que a partir de la misma quedaba abierto al ejército de Israel todo el mediodía de Palestina. Según lo que acabamos de exponer, no caben las objeciones que contra este pasaje han amontonado los críticos independientes, creyendo abrir una brecha en la absoluta inerrancia de los autores sagrados.
El autor de nuestro pasaje se ha limitado a registrar en su libro una versión popular y poética de la victoria, sin comprometer su propio juicio acerca de los pormenores de la misma. Como todos sus contemporáneos, creía el autor sagrado en la inmovilidad de la tierra y admitía que el sol daba vueltas alrededor de la misma; pero en este caso concreto no era su intención dar lecciones de orden astronómico, sino simplemente referir una antigua versión épica de la batalla de Gabaón.
Conocido de todos es el incidente de Galileo Galilei (1564-1643) con las congregaciones romanas referentes a este pasaje del libro de Josué, que se produjo por un falso planteamiento del problema de la inerrancia bíblica y por haberse entrometido Galileo en cuestiones teológicas y bíblicas en vez de mantenerse en el terreno científico.
En las discusiones con los teólogos romanos declararon estos que el sistema de Galileo era falso y absurdo en filosofía y formalmente herético, por contradecir a textos bíblicos según su sentido propio y la interpretación unánime de los Padres y doctores de la iglesia. Por el decreto del Santo Oficio de 5 de marzo de 1633 se juzga a Galileo sospechoso de herejía "por creer y retener una doctrina falsa y contraria a las Sagradas Escrituras." Este decreto no tenía carácter doctrinal, sino disciplinar; no se dictó con el fin de proponer una doctrina, sino como documento en el proceso criminal contra una persona.
En el caso concreto de Josué no existe ninguna dificultad contra la total inmunidad de error del autor sagrado, quien, como hemos hecho notar, se limita a reproducir, copiar, citar y retransmitir a los lectores la manera en que poetas y vulgo representaban la victoria de Gabaón.
Por su parte, el hagiógrafo no emite ningún juicio formal sobre la verdad o error contenidos en esta descripción poética que halló en una colección de himnos patrióticos. En otros lugares bíblicos encontramos también inserciones en el texto de cantos épicos, Éxodo (Ex 15, 1); 1Reyes (1R 8, 12), que comienzan exactamente con las mismas frases empleadas en el v.12: "Entonces (en aquel día), el día en que Yahvé." Esta manera poética de narrar un hecho es corriente en la Biblia y en la literatura del Próximo Oriente, por lo que podemos deducir que se trata de un género literario admitido corrientemente en aquel tiempo. De ahí que podamos concluir la presente cuestión con las palabras: "En vez de ir a la caza de explicaciones de orden físico para explicar este pasaje del libro de Josué, mejor sería ver en él un problema literario y admitir, con muchos autores católicos modernos, que se trata de una citación poética que hay que interpretar conforme a las leyes de la poesía".

Jos 10, 16-27. Los cinco reyes vencidos en la cueva de Maquedá

Después de la interrupción del relato con la inserción de una tradición poético-popular de la batalla de Gabaón, reanuda el autor sagrado en el v.16 el curso de la historia. Los cinco reyes coaligados llegaron a Maceda y se escondieron en una de las cuevas de la región. Derrotado el enemigo, se reunió en Maceda el ejército de Israel con Josué al frente para ajusticiar a los cinco reyes.
Siguiendo una antigua costumbre, mandó Josué a los oficiales (qasin), personajes revestidos de dignidad civil y militar, Isaías (Is 1, 10); Jueces (Jc 11, 6-11), que pusieran su pie sobre el cuello de los reyes derrotados como símbolo de dominio absoluto sobre ellos y en señal de desprecio, Salmos (Sal 110, 1); Isaías (Is 51, 23); Salmos (Sal 66, 12). Al ponerse el sol debía darse sepultura a los cadáveres, conforme al Deuteronomio (Dt 21, 22-23). Las piedras que obturaron la caverna donde fueron arrojados los cinco reyes eran visibles todavía en los tiempos en que se escribió este relato.

Jos 10, 28-43. Conquista de las ciudades del Sur

El escritor sagrado se limita a una descripción esquemática, estereotipada y con profusión de hipérboles de la campaña del mediodía de Palestina. Sin descender a detalles, da un concepto breve de la campaña relámpago de Josué, a quien asistía Dios para asegurar el éxito. No es probable que Josué sometiera en dos días a todos los enemigos del sur y expugnara todas sus ciudades, muchas de las cuales estaban sólidamente fortificadas. Es muy posible que éstas resistieran a los asaltantes y no se entregaran sino después de feroz resistencia.
El género literario histórico empleado en este relato puede fácilmente inducir a error si no se tienen en cuenta los modos peculiares de narrar y decir en uso en aquello tiempos de la antigüedad oriental. Sin preocuparse de los pormenores, ha resumido el hagiógrafo la conquista de las ciudades del mediodía de Palestina, que fue rápida, decisiva para el porvenir y victoriosa frente a un enemigo superior en número y en armas. La razón de este éxito radica en la intervención directa de Dios, que nunca faltaba mientras Israel permanecía fiel a las leyes de la alianza.
En breves pinceladas se resume una campaña larga y penosa. El método histórico adoptado lleva al hagiógrafo a repetir la conquista de Maceda, que en los versículos anteriores, Josué (Jos 10, 28) se supone ya subyugada. El rey de Hebrón de que se habla en el v. 37 era el sucesor del que fue ajusticiado en Maceda. A la gran figura de Josué se atribuyen victorias logradas por otros, a la manera como a la acción y actividades de Moisés se atribuye toda la legislación israelita.
El método esquemático empleado se basa en una visión profética de la historia considerada en su unidad. Los comienzos humildes, desde el punto de vista de los designios de Dios, son ya realizaciones futuras. Al principio de la conquista de Canaán, el autor sagrado contempla el descanso de Israel en la tierra que Dios le da.
Quien siga la campaña de Josué en el mediodía de Palestina sobre un mapa verá los desplazamientos en forma de S del jefe israelita. De Maceda (Jirbet el-Heisum) pasa a Libná, en la Sefela, en la desembocadura del valle de Elah, Josué (Jos 15, 42; Jos 21, 13), cuyo lugar ocupa hoy Tell Bornat, a nueve kilómetros al sur de tell es-Safi. De Libná desciende a Laquis. A su ayuda corrió el rey de Gazer o Gezer, ciudad a veintiocho kilómetros al sudoeste de Jafa. La ciudad de Dabir se encontraba en la montaña de Judá, al sudoeste de Hebrón, hacia el Negueb, Josué (Jos 12, 13; Jos 15, 49); Jueces (Jc 1, 11). Actualmente prevalece la sentencia de identificar su emplazamiento con tell Beit Mirsim. Del examen de las ruinas de la ciudad se deduce que en la misma se produjo una gran devastación hacia el año 1225 a C., contemporáneamente a la campaña bélica de Josué por el mediodía de Palestina. Las excavaciones arqueológicas de Laquis y Dabir confirman el relato histórico de la conquista de Canaán en los alrededores del año 1200 a.C.

Jos 1-23. Conquista del Norte

Jos 11, 1-15. Coalición de los reyes de Norte y batalla de Merón

Es desconcertante la noticia del v.43 del capítulo anterior de que una vez terminada la conquista de los territorios del mediodía de Palestina, "Josué, y todo Israel con él, tornó al campamento, a Guilgal." En el presente capítulo describe el autor a grandes rasgos la campaña del norte de Palestina. La iniciativa de formar una coalición para oponerse al avance de los israelitas parte del rey de Jasor, Josué (Jos 1, - Jos 5, 15). Dios promete a Josué la victoria sobre estos nuevos enemigos (v.6) y, confiado en el auxilio divino, los ataca de improviso y los desbarata, Josué (Jos 11, 1-13), expugnando sus ciudades y devastando toda la región.
Se observa en la redacción de este capítulo una sorprendente analogía con la del capítulo anterior. En ambos se habla de una confederación de reyes, de la derrota de sus ejércitos, de la devastación del territorio y de un balance de la campaña. Como en el capítulo anterior, Dios promete a Josué la victoria sobre los enemigos; Josué parte también de Guilgal para ir en busca del enemigo; una y otra vez Josué cae de improviso sobre el ejército contrario. En el v. 6 promete Yahvé a Josué que "mañana, a esta misma hora, yo te los daré traspasados delante de Israel," lo que no puede tomarse al pie de la letra, por mediar entre Guilgal y Jasor una distancia de más de cien kilómetros, que no puede salvarse en un día.
Al llamamiento de Jabín, rey de Jasor (Tell el-Qedah), o Tell Waqqas, a seis kilómetros al sudoeste del lago Hule, Josué (Jos 12, 19; Jos 19, 36), acudieron los reyes de Madón (Jirbet Madin, a nueve kilómetros al oeste de Tiberíades, Deuteronomio (Dt 3, 17), de Simerón (Se-muriya, a doce kilómetros al oeste de Nazaret) y de Acsaf (Kefr Yasif, a diez kilómetros al nordeste de Acre). Secundaron el movimiento los reyes que ocupaban la parte septentrional de la región montañosa de Judea, los de la planicie al sur del lago de Genesaret, los de la Sefela, Josué (Jos 9, 1) y los de la región de Dor, hoy Tantura, entre el monte Carmelo y Cesárea, Josué (Jos 12, 23; Jos 17, 11).
En estos territorios habitaban diversos pueblos, tales como los cananeos, establecidos en las llanuras del Jordán y de la costa mediterránea; los amorreos, jeteos, fereceos, jebuseos, en la montaña; los jeveos, al pie del Hermón, Josué (Jos 9, 7). El v. 3 parece una adición redaccional para indicar que la región del norte de Palestina estaba poblada por idénticos pueblos y razas que la del sur. No se tiene noticia de que los jebuseos ocuparan otro territorio que el de Jerusalén y alrededores.
Usando una expresión familiar en la Biblia, Génesis (Gn 22, 17), se dice que estos pueblos acudieron al llamamiento de Jabín tan numerosos "como las arenas que hay en las orillas del mar". Todos acamparon junto a las aguas de Meforn (Meirum) o del lago Hule. Únicamente Jasor fue entregada al anatema; de ella "nada quedó de cuanto vivía, y Jasor fue dada a las llamas," tratando a las otras ciudades con más benevolencia.
Con el aniquilamiento de los reyes coaligados no se adueñó Josué de toda la tierra del norte de Palestina ni la ocupó. Tomados los puntos estratégicos, las ciudades fueron cayendo después, una tras otra, en manos de los israelitas. Josué persiguió al enemigo hasta Sidón, la ciudad fenicia que con Tiro fue una de las capitales del reino, Génesis (Gn 10, 15); se conoce la Sidón marítima y la ciudad alta.
El lugar que ocupaba la ciudad de Jasor (Tell el-Qedah) ha sido explorado sistemáticamente durante los años 1955-1957 por Y. Yadin, de la Universidad hebraica de Jerusalén. De entre los valiosos resultados de las excavaciones merece destacarse el hecho de la destrucción de la ciudad cananea del Bronce reciente en el siglo XIII antes de Cristo, coincidiendo con la destrucción de Laquis y de Dabir. Este dato confirma una vez más la fecha de la entrada de los israelitas en Palestina hacia el año 1200 a.C.

Jos 11, 16-20. Sumario de la conquista

Este sumario es muy parecido al que se da en Jos 10, 40. Conquistó Israel el macizo central (hahar) en torno a Jerusalén, Josué (Jos 9, 1; Jos 10, 40); el Negueb (de nagab, ser seco, árido), o sea, la extremidad meridional de Palestina, desde Bersabé hasta el desierto de Sin; la Sefela, territorio comprendido entre el macizo central y la costa mediterránea, y la Araba, nombre con que se designa la cuenca del Jordán, desde el lago de Genesaret hasta el mar Muerto. El término Gosen designa un territorio o ciudad del sur de la montaña de Judá Josué (Jos 10, 41; Jos 15, 51). Como límites meridional y septentrional de todo el territorio conquistado se señalan la montaña desnuda (hehalaq), que corresponde al actual Gebel Halaq, al nordeste de Abdeh, en el extremo sur de Palestina en dirección a Cadesbarne Deuteronomio (Dt 1, 2; Dt 9, 23) y Baal Gad, en el valle del Líbano, a los pies del Hermón Josué (Jos 12, 7; Jos 13, 5).
Se dice que ninguna ciudad hizo las paces con los hijos de Israel, no porque no la pidieran, sino por ser designio de Dios entregarlas al anatema y destruirlas. Pero no endureció Dios el corazón de los enemigos, como pudiera dar a entender el texto masorético, perdiendo únicamente su endurecimiento con vistas al bien religioso Moral de los israelitas. Como se indica en el v.18, la conquista del norte de Palestina exigió largo tiempo.

Jos 11, 21-22. Anatema de los anaquitas

Se introduce con indicaciones cronológicas muy vagas la noticia de la campaña contra los enaquim. Es posible que en la conquista del sur de Palestina les atacara Josué, pero supervivieron largo tiempo, batiéndolos Caleb, Josué (Jos 15, 13-19; Jos 14, 13-15).
Pertenecían los enaquim a una raza de grande estatura que había impresionado fuertemente a los exploradores israelitas, ante los cuales se consideraban como langostas, Números (Nm 13, 25; Nm 29, 34); Deuteronomio (Dt 2, 10). La imaginación popular exageró sus facultades físicas para explicar con ello la construcción de los monumentos megalíticos esparcidos por toda la región. Habitaban en Hebrón, Josué (Jos 10, 36), Debir, Josué (Jos 10, 38-39) y Anab; Josué (Jos 15, 50) es decir, en el sudoeste de Hebrón. Gaza, Azoto y Gat pasaron a Israel bajo David, 1Samuel (1S 6, 17).
En el v.23 termina el autor sagrado la primera parte de su libro. A base de un número determinado de hechos reales presentados de un modo épico, ha probado suficientemente la tesis de que Dios cumplió su promesa de entregar a su pueblo el territorio de Canaán, ocupado por pueblos idólatras.
La invasión en Palestina, lejos de ser pacífica, exigió un grande esfuerzo bélico, que tuvo éxito gracias a la intervención constante de Dios. Esta providencia divina, que tan desinteresadamente combatió al lado de Israel, obligaba a éste a corresponder a sus beneficios con una fidelidad ciega a los preceptos divinos y una conducta ajustada a las leyes de la alianza.
Además de haber limpiado Dios el territorio de enemigos, había facilitado a los israelitas el cumplimiento de sus deberes religiosos y morales, con la orden de exterminar a los habitantes de Canaán para que no fueran motivo de tropiezo y escándalo. Con ello se justifica el rigor con que se trató a los pueblos paganos, aniquilando a sus hombres, mujeres y niños.

Jos 12, 1-24. Reparto de la tierra

Jos 12, 1-6. Reyes vencidos en Transjordania

Antes de entrar en la segunda parte de su libro añade el autor sagrado un apéndice sobre los reyes vencidos de Transjordania y de Cisjordania. En la primera parte resume el relato del Pentateuco acerca de los dos poderosos reyes de Transjordania batidos por Moisés, Deuteronomio (Dt 1, 4; Dt 3, 8 - Dt 11, 13; Dt 16, 17), Seón y Og. Su territorio se extendía desde el torrente Arnón, Números (Nm 21, 13), al sur, hasta la montaña de Hermón, al norte. No se señalan sus fronteras orientales, que se pierden en la inmensidad del desierto; pero se señala, en cambio, el Araba, Josué (Jos 8, 15; Jos 11, 2) como frontera occidental. El territorio de ambos reyes fue entregado por Moisés a los rubenitas, gaditas y a media tribu de Manasés, Deuteronomio (Dt 3, 12-17; Dt 29, 7).

Jos 12, 7-24. Reyes vencidos en Cisjordania

Las fronteras norte y sur de Palestina iban, respectivamente, desde Baal Gad, Josué (Jos 11, 16) a la "montaña pelada" (Gebel Halaq), de que habló el texto (Jos 11, 17). En otras ocasiones, para señalar los límites de Palestina se emplea la fórmula clásica "desde Dan hasta Bersabé", 1Samuel (1S 3, 20).
Todos los reyes comprendidos dentro de estos límites habitaban, o bien en la montaña (hahar), o en el Araba en la Sefela y a lo largo de la costa del Mediterráneo. Todos ellos fueron vencidos y entregado su territorio a los israelitas. El balance de la campaña era espléndido, por cuanto quedaban los israelitas dueños virtualmente de todo el territorio de acá del Jordán. No se había realizado el vasto programa previsto en Jos 1, 4, pero el resultado de la campaña era tal que podía pensarse en la distribución del territorio entre las tribus. Esta lista de reyes es una prueba del esquematismo histórico del libro de Josué, en el que se consignan los hechos más sobresalientes sucedidos en los largos años (yamim rabbim) que duró la entrada de Israel en Canaán.

Jos 13, 1-6. Tierras no conquistadas

La conquista de muchos lugares estratégicos de Palestina había requerido el espacio de muchos años; "quedaba todavía mucha tierra por conquistar", pero Josué era ya de edad avanzada. En la imposibilidad de apoderarse de toda la tierra prometida antes de su muerte, le manda Dios que la distribuya por suertes, aun aquella que ocupaba el enemigo, a los hijos de Israel.
Josué puede reunirse tranquilo con sus padres, confiado en la promesa de que Dios arrojará de sus territorios a los pueblos enemigos para entregárselos a su pueblo escogido. Las campañas de Josué habían abierto las puertas de Palestina a los israelitas.
Quedaban por conquistar los distritos de los filisteos, la Fenicia, el Líbano. Los gesuritas habitaban al sur de Palestina, cabe a los filisteos, 1Samuel (1S 27, 8). El Sijor es uno de los canales de la frontera de Egipto. Se mencionan los cinco príncipes (seranim) de la pentarquía filistea Que, Josué (Jos 3, 3; Jos 16, 5); 1Samuel (1S 5, 6). Los gueblitas son los habitantes de Gebal, la antigua Byblos, al norte de Beirut. En, Jueces (Jc 3, 1-6) se da la razón de por qué Dios no entregó estos pueblos en manos de los israelitas, que fue para que las generaciones futuras se acostumbraran a la guerra y apreciaran el esfuerzo llevado a cabo por sus antepasados. Otra razón apuntada en, Jueces (Jc 3, 4) es de que "estos pueblos habían de servir para por ellos probar a Israel y saber si obedecería a los mandatos que Yahvé había dado a sus padres por medio de Moisés". La mejor prueba, en efecto, de su fidelidad a la alianza era la de mantenerse fiel a Dios en medio de un mundo idólatra.

Jos 13, 7-14. En conjunto

Como se ha hablado ya otras veces, Josué (Jos 1, 12-15; Jos 12, 1-6), las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés habían recibido su heredad en Transjordania. Moisés se la había dado; a Josué quedaba la tarea de hacer la distribución de las tierras de Cisjordania entre las nueve restantes y la media de Manasés. Pero así como las tribus del lado de acá del Jordán debían convivir con los naturales del país, del mismo modo "los hijos de Israel no desposeyeron a los guesuritas y a los macatitas", Josué (Jos 12, 5); Deuteronomio (Dt 3, 14), que convivían con los tribus transjordánicas aun en los días en que se escribía este relato. A los hijos de Leví no se les concedió heredad entre el pueblo porque las combustiones por el fuego eran su heredad, Números (Nm 18, 20ss); Deuteronomio (Dt 10, 8-9; Dt 18, 2).

Jos 13, 15-23. Tribu de Rubén

Aunque Rubén se hubiera establecido antes en el territorio por condescendencia de Moisés, Números (Nm 32, 1-3), el hagiógrafo menciona de nuevo los límites de su territorio con las principales ciudades. Como hemos dicho, poseían los rubenitas numerosos rebaños, entregándose a la vida del pastoreo. Débora criticará más adelante su conducta porque su afición desmesurada por la vida beduina le retraía de la obligación de luchar juntamente con las otras tribus de Israel, Jueces (Jc 5, 15-16). En tiempos del rey David no figura Rubén como población sedentaria, terminando por fundirse con los gaditas 1Samuel (1S 13, 7); 2Samuel (2S 24, 5). En la Estela de Mesa solamente se hace mención de Gad como tribu israelítica al norte del torrente Arnón, Josué (Jos 12, 2); Números (Nm 21, 13); Deuteronomio (Dt 2, 24); Números (Nm 23, 24); Deuteronomio (Dt 2, 36). Pereció Balaam en la guerra contra los madianitas, Números (Nm 31, 8).

Jos 13, 24-28. Tribu de Gad

Gad se instaló en Transjordania, al norte del territorio de Rubén. A diferencia de sus hermanos del sur, los gaditas eran guerreros, Deuteronomio (Dt 33, 20); 1Crónicas (1Cro 21, 8ss.). A Gad había dicho Jacob: "Gad: salteadores le asaltan, y él les pisa los talones", Génesis (Gn 49, 19). De hecho, cuando los nómadas le asaltan, sabe defenderse. Y no solamente se defendía, sino que, de tendencia absorbente, acabó con anexionarse la tribu de Rubén, indolente para la guerra. Se recuerda a Gad en la Estela de Mesa, en donde se dice que habitaba en Atarot. Edificó esta tribu ciudades en Galaad, Números (Nm 32, 34).

Jos 13, 29-33. Media tribu de Manasés

A la media tribu de Manasés, Deuteronomio (Dt 3, 13-15); Números (Nm 32, 41) se le dio el territorio al norte del río Yaboc, que comprendía todo Basan, el reino de Og y los burgos de Jair. Al norte de su heredad residían los macatitas y los guesuritas, que, según Jos 13, 13, resistieron a los israelitas. A Maquir, Josué (Jos 17, 1-6), primogénito de Manasés y padre de Galaad, se le asignó la región septentrional del Yaboc y Basán. De nuevo repite el autor sagrado el estribillo de que esta distribución de la región transjordánica fue ratificada solemnemente por Moisés en los llanos de Moab, frente a Jericó.

Jos 14, 1-Jos 17, 18. Las tres grandes tribus del Oeste del Jordán

Jos 14, 1-7. Introducción

Hasta el presente hemos visto a Josué obrar individualmente, pero a partir del v.1 del c. 14 le asisten Eleazar, Éxodo (Ex 6, 23); Números (Nm 20, 22-29), sacerdote, y los jefes de familia de las tribus de Israel, Éxodo (Ex 6, 25); Números (Nm 32, 28; Nm 36, 1). Ya en, Números (Nm 34, 16-29) se prevé la repartición del territorio bajo la dirección de dos jefes, uno de la casta sacerdotal y otro laico. En realidad, no eran los hombres ni la suerte ciega los que señalaban a cada tribu su heredad, Números (Nm 26, 55; Nm 33, 54; Nm 34, 13; Nm 36, 12), sino el oráculo divino, al que se consultaba por medio de los urim y tummim, de que hemos hablado. Anota el texto que la tribu de José formaban dos tribus distintas y repite que no se asignó territorio alguno a la de Leví. La distribución anterior entre las tribus de Rubén y de Gad y media de la de Manasés fue determinada por Moisés; a Josué competía la distribución de la heredad entre las otras tribus. Parte de esta tarea la llevó a cabo Josué en Gálgala.

Jos 14, 8-15. Heredad de Caleb

Antes de efectuarse la repartición, Caleb, Números (Nm 13, 6-30; Nm 6, 24; Nm 26, 65, etc. ), de origen edomita, acompañado por algunos hombres de la tribu de Judá, se presentó a Josué y le recordó el juramento que le hizo Moisés de entregarle en herencia perpetua la anota el texto que las tribus de José formaban dos tribus distintas, y repite tierra que pisaron sus pies durante la famosa exploración de la tierra de Canaán, Números (Nm 13, 22-24); Deuteronomio (Dt 1, 20- 40).
Josué, al dar su bendición a Caleb, accedió a su petición, entregándole la región montañosa en la cual está enclavada la ciudad de Hebrón. Habitaban aquella región los enaquim Josué (Jos 11, 21), hombres físicamente bien formados, con ciudades grandes y fuertes, que el clan calebita arrojará de las mismas con el auxilio de Dios. Según el cómputo de Caleb, la conquista de Palestina se efectuó en unos cinco años. Cuando Moisés le mandó desde Cadés-Barnea, Deuteronommio (Dt 2, 14; Dt 9, 23); Números (Nm 13, 22-24) a explorar la tierra, contaba cuarenta años de edad; durante otros cuarenta peregrinó por el desierto. Aunque de edad avanzada, estaba robusto y fuerte tanto para luchar como para los trabajos cotidianos, cuya idea el autor sagrado expresa con la locución semítica de "entrar y salir", Deuteronomio (Dt 28, 6). El poderío de Hebrón había sido quebrantado por Josué durante la campaña del mediodía de Palestina, Josué (Jos 10, 36-37), pero quedaban todavía enemigos en el territorio.
Caleb era de familia edomita, agregada a la tribu de Judá, Números (Nm 13, 6). Arbé, que se lee en el v. 15, fue interpretada por la tradición judía como nombre de varón (ha hadam ha hadol), convirtiéndolo en el más famoso de los enaquim, de donde la traducción de la Vulgata: "Adam, el más grande de los hombres, se encuentra allí entre los enaquim."
San Jerónimo se hace eco de una tradición rabínica según la cual Adán fue originario de Hebrón (Epist. Paulae: PL 22, 886). La última frase del mismo verso: "la tierra descansó de la guerra," denota o que se trata de una glosa posterior o que este capítulo seguía inmediatamente a la conquista del mediodía de Palestina (Jos 10, 25).

Jos 15, 1-12. Tribu de Judá

A Judá había prometido su padre Jacob la hegemonía sobre las otras tribus, Génesis (Gn 49, 8-12). En la repartición del territorio hecha por Josué en Gálgala corresponde la primacía a Judá, que recibe una herencia superior a la de cualquiera otra tribu. Con una gran abundancia de detalles, que no se encuentran en la fijación de los límites de las otras tribus, se describen sus fronteras del sur y del norte, este y oeste.
Sin embargo, no todo el territorio que se le asigna estaba pronto para la ocupación, ya que el establecimiento de los filisteos en las costas del Mediterráneo le impedía asomarse al mar. Por el sur confinaba con Edom, Números (Nm 20, 14-55), desierto de Sin, en la región de Cadés-Barnea, Números (Nm 20, 1); Deuteronomio (Dt 32, 51), Jasar Adar, Números (Nm 34, 4), en el actual Ain el- Qaderatt continuando por el wadí eí-Arísh, o torrente de Egipto, hasta el Mediterráneo.
La frontera septentrional arrancaba de la orilla septentrional del mar Muerto, subía hacia Bet Agía, Josué (Jos 18, 19), al noroeste de la desembocadura del Jordán. Pasaba al norte de Bet Araba, Josué (Jos 18, 22), que puede identificarse quizá con Ain Gharba, al sur de Gálgala. La línea fronteriza pasaba por Deberá (el wadi Debr), al este de Neby Musa, valle de Ajor, Josué (Jos 7, 24) y subida de Adumim, a veinte kilómetros al este de Jerusalén, en la actual carretera de Jerusalén a Jericó; pasaba por Ain Semes, hoy día llamada Ain el-Hod, al noreste de Betania, y llegaba a Ain Rogel, 1Reyes (1R 1, 9), situada al sur de Jerusalén.
De allí, por el valle de Bene Hinón, tocaba el límite sudoeste de Jerusalén. Continuaba la frontera por el valle de Refaím, al sudeste de Jerusalén. Desde la cima del monte, la línea seguía hacia las aguas de Neftoá, actual Lifta, y Baala, Quiriat-Jearim, Josué (Jos 9, 17). De allí se inclinaba un poco hacia el sur hasta Bet Semes y Timna, remontando de nuevo en dirección noroeste hasta alcanzar el mar Mediterráneo por el nahr-Rubín. La ciudad de Jerusalén pertenecía a la tribu de Benjamín. La proximidad de los límites entre ambas tribus hizo que la ciudad se atribuyera unas veces a Judá y otras a Benjamín.

Jos 15, 13-20. Los calebitas ocupan su territorio

El v.20 de este capítulo es continuación de lo dicho en el v.12. Entre los dos intercala el escritor sagrado el episodio de Caleb y Otoniel. Ya dejamos dicho que Caleb, edomita, en premio de su fidelidad, recibió una parte en medio de los hijos de Judá, Josué (Jos 14, 9); Deuteronomio (Dt 1, 36). Como había asegurado a Josué, Caleb tenía fuerzas suficientes para arrojar de Hebrón a los enaquim. En Dabir, conquistada por Josué, Josué (Jos 10, 39; Jos 11, 1; Jos 12, 13); Jueces (Jc 1, 11-12), quedaban núcleos de enemigos; Caleb prometió su hija por esposa al que batiera y tomara la ciudad. Lo hizo Otoniel, Jueces (Jc 3, 7-11). Se dice que éste era hijo de Quenaz, hermano de Caleb; pero en otros lugares se le llama hijo de Sefoné, Josué (Jos 14, 6; Jos 15, 13), por lo cual debe darse a la palabra hermano un sentido amplio de pariente; o acaso se llaman hermanos por representar dos clanes de quenecitas. Cuando Acsa se dirigía a casa de su esposo, pidió, a instancias de éste, "una bendición" a su padre, con lo cual se significaba una parcela de terreno de regadío, Génesis (Gn 33, 11). Caleb accedió, concediéndole dos manantiales de agua, ed-Dilbeh, a unos diez kilómetros al sudoeste de Hebrón.

Jos 15, 20-63. Ciudades de la tribu de Judá

Se citan las ciudades del Negueb, de la costa, de la Sefela y de la región montañosa con sus anejos. Los hijos de Judá no entraron inmediatamente en posesión de todas las ciudades aquí citadas, teniendo que luchar largo tiempo para apoderarse de algunas de ellas. Se considera a Jerusalén como dependiente de Judá, conviviendo con los jebuseos, a los que no pudieron expulsar, Jueces (Jc 1, 21). En el v.59b inserta el texto griego una lista de once poblados cercanos a Jerusalén, que no figuran en el texto masorético (Baldi, Fernández, Ubagh).

Jos 16, 1-4. Casa de José

En los cuatro primeros versos del capítulo se habla conjunta- mente de las tribus de Efraím y Manasés, Génesis (Gn 49, 25-27); Deuteronomio (Dt 33, 13-17), como si formaran una misma familia. Lo mismo da a entender el texto de, Josué (Jos 17, 14-18). En cambio, en Josué (Jos 16, 5-9; Jos 17, 7-11) figuran por separado. De ahí se deduce que las dos narraciones corresponden a dos períodos distintos. Noth dispone ambas narraciones de la siguiente manera, Josué (Jos 16, 1-4; Jos 17, 1-13; Jos 16, 5-10). Esta sería la primera y genuina tradición favorable a Manasés, dándose a Efraím una pequeña porción: Jos 16, 9 = Jos 17, 9.

Jos 16, 5-10. Tribu de Efraín

En los v.5 y 6 se describe la frontera meridional de Efraím del lado occidental. Inmediatamente se señalan los límites septentrionales, tomando a Mikmetat, Josué (Jos 17, 7), hoy Jirbet Mahneh el- Fauqa, al sur de Siquem, como punto de partida. No pudieron los efraimitas expugnar la plaza fuerte de Guézer, Josué (Jos 10, 33; Jos 12, 12), lo que les obligó a convivir con los cananeos.

Jos 17, 1-6

Era lógico que el autor sagrado, que antes, (Jos 13, 7-13) había señalado el emplazamiento de media tribu de Manasés en Transjordania, se circunscribiera a señalar la porción que le cupo en suerte a la otra mitad en la región cisjordánica; pero insiste sobre los clanes de Manasés y su distribución en una y otra parte del Jordán.
Los datos sobre la descendencia de Manasés deben completarse con los que figuran en Números (Nm 26, 29-34; Nm 27, 1- 4); 1Crónicas (1Cro7, 10). Maquir fue, o bien hijo único de Manasés, (Gn 50, 23; Gn 26, 29), o el primogénito. A Galaad, hijo de Maquir, hombre herrero, se le entregó Galaad y Basán a los otros descendientes.
A Manasés se le asignaron territorios en el lado de acá del Jordán. Sifad murió sin descendencia masculina, y sus hijas pidieron a Moisés una heredad entre sus hermanos. Moisés creyó justa su petición, y a este fin introdujo una excepción a la ley común entre los antiguos, y aun en el Oriente moderno, según la cual las hijas ocupan ante el derecho un lugar inferior al de los hijos, sin derecho a la herencia paterna. "Si uno muriere sin dejar hijos, haréis pasar su herencia a su hija", Números (Nm 27, 8). Como en, Números (Nm 27, 2) se nombra a Eleazar, Josué (Jos 14, 1), que aparece al lado de Moisés; en nuestro texto se le asocia a Josué.

Jos 17, 7-13

La frontera meridional de Manases se confundía con los límites septentrionales de Efraím, y algunas ciudades de esta tribu estaban enclavadas en el territorio de su hermano. La frontera septentrional confinaba con Aser, y la oriental con Isacar.
Teóricamente, Manases ejercía su dominio sobre un número de ciudades fortificadas situadas en el territorio de las dos tribus mencionadas. El texto hebreo cita seis ciudades, con sus dependencias; Betsán, Jeblam, hoy Jirbet Belame, a dos kilómetros al norte de Genin; Endor, al sur del Tabor; Tanac y Megiddo, Josué (Jos 12, 21).
Los LXX sólo citan tres ciudades: Betsán, Dor, Megiddo. Es muy probable que Jeblam y Dor fueran introducidas en el texto por influencia de, Jueces (Jc 1, 27) y que posteriormente se añadiera Endor. Estas ciudades resistieron a Manasés, y la convivencia con sus habitantes fue piedra de escándalo para los israelitas. Más tarde las redujeron a tributo, pero no expulsaron a sus habitantes.
E. Sellin exploró Tell Taanac durante los años 1902-1904, encontrando gran cantidad de material a partir de los años 2000 antes de Jesucristo. Durante los años 1903-1905 G. Schumacher exploró la vecina ciudad de Megiddo (Telfel-Mu-tesselim), cuyas excavaciones reanudó el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago desde 1925-1939. Los tiempos áureos de la ciudad fueron los del Bronce medio. De tiempos del Bronce reciente apareció un palacio real con muchos objetos de marfil. El hallazgo de los establos de la caballería ilustra el período histórico de Salomón. Tell Taanac hállase a diez kilómetros al norte de Genin, y Megiddo a dieciocho, en el límite meridional de la llanura de Esdrelón y al pie de la vertiente nordeste del Carmelo.

Jos 17, 14-18. Los hijos de José reclaman su territorio

Esta perícopa refiere dos quejas presentadas a Josué en dos tiempos diferentes. La primera, Josué (Jos 17, 16-18) tuvo lugar en un tiempo en que las dos tribus de Efraím y Manases formaban una unidad. La mención de las dos tribus en el v.17 es una glosa redaccional que falta en el texto griego. Los hijos de José no pueden desenvolverse en la herencia que les fue asignada, porque los cananeos ocupaban los valles, de donde no se les pudo arrojar por disponer ellos de carros de hierro, Josué (Jos 17, 12-13); Jos 4, 3-13). Por lo mismo, se ven relegados a los montes, en donde faltaba tierra de cultivo.
Josué les reconviene y les da a entender que no es cuestión de ensanchar los límites de su territorio, sino de explotar sus riquezas naturales, talar los bosques y convertirlos económicamente rentables. Ya sea por indolencia o porque fracasaran en su empeño de arrojar a los cananeos, acuden de nuevo a Josué con sus lamentos, Josué (Jos 14, 15), a los cuales responde Josué que, si la montaña de Efraím les viene dejado estrecha, vayan con sus hermanos de tribu al otro lado del Jordán, en la tierra de los fereceos, Josué (Jos 11, 3) y de los refaím, Josué (Jos 12, 4; Jos 12), Génesis (Gn 15, 20), y que trabajen las tierras incultas de allí.

Jos 18, 1-Jos 19, 51. Las otras siete tribus

Jos 18, 1-10. Descripcion general del territorio

No nos dice el texto cuándo y cómo el tabernáculo de la reunión, Deuteronomio (Dt 31, 14) fue trasladado de Caígala (también recogido como Guilgal o Gilgal. Aparentemente se trata del mismo lugar, con denominaciones diversas) a Silo. A la sombra del tabernáculo se reunió toda la asamblea de los hijos de Israel. A falta de unidad política, Yahvé servía de lazo de unión entre todas las tribus.
Josué había repartido en Caígala la heredad a las tribus de Judá y de José; quedaban siete que no habían recibido terreno alguno. Josué les hizo el sorteo en Silo, en presencia de Yahvé, y, según la suerte, entregaba a cada uno su porción. Esta distribución tuvo lugar en un tiempo que el texto no señala.
El cuartel general de los hijos de Israel se trasladó de Caígala a Silo, al norte de Betel, Jueces (Jc 21, 19), en el lugar llamado hoy Seilun, a unos diez kilómetros al sur de Siquem y a cuarenta al norte de Jerusalén. Excavó el lugar una misión danesa, a las órdenes de H. Kjaer, desde 1926 a 1929, y Schmidt (1932), dando como resultado el conocimiento de la vida próspera de la ciudad durante los siglos XII y X antes de Jesucristo.
Parece que el lugar fue abandonado durante los años 1000-300 a.C., lo que corresponde a los datos históricos sobre la destrucción de Silo por los filisteos, 1Samuel (1S 4, 11-22); Jeremías (Jr 7, 14). Por el texto sabemos que las siete tribus que no habían recibido todavía su heredad se mostraban negligentes en apoderarse de la tierra que Josué les tenía reservada. Es el líder del pueblo quien les impulsa a obrar, señalándoles la suerte a cada uno. Manda que se elijan tres hombres por cada una de estas siete tribus con la misión de recorrer la tierra y describirla con vistas a una distribución equitativa.
La dificultad para nosotros es saber cómo pudieron estos comisionados recorrer las tierras que todavía se encontraban en manos de los cananeos. Pero no debemos perder de vista el carácter marcadamente esquemático del libro. Quizá por encontrarse Silo en el centro de la tierra prometida, y por haberse efectuado en su recinto la distribución de las tierras, fue considerado más tarde como lugar de peregrinación, Jueces (Jc 18, 31); allí fue Samuel consagrado al servicio de Yahvé, 1Samuel (1S 1, 1 - 1S 4, 22).

Jos 18, 11-28. Tribu de Benjamín

La porción que cupo en suerte a Benjamín estaba aprisionada entre Judá, al mediodía, y la tribu de Efraím, al norte; al oeste confinaba con la tribu de Dan y al oriente con el Jordán. La tribu de Benjamín era la más pequeña de todas, pero cobró celebridad a causa del ardor bélico de sus miembros, justificando con ello la comparación que empleó Jacob al decir: "Benjamín es lobo rapaz, que a la mañana devora la presa y a la tarde reparte los despojos", Génesis (Gn 49, 27). Diezmados los benjaminitas por el acto brutal de Gueba, pronto tomaron nuevo vigor, Jueces (Jc 20, 1-Jc 21, 25). En los, Josué (Jos 18, 15-17) se traza la línea fronteriza meridional, que concuerda con la septentrional de Judá, omitiéndose algunos nombres.

Jos 19, 1-9. Tribu de Simeón

Jacob maldijo a Leví y a Simeón, diciendo: "Yo los dividiré en Jacob y los dispersaré en Israel", Génesis (Gn 49, 7). La realidad confirmó la profecía de Jacob, ya que Leví no ocupó un territorio fijo en Israel, y Simeón, que se estableció en medio de Judá, fue absorbido por éste. Cedió Judá a su hermano la parte más meridional de su territorio y, juntos, conquistaron las tierras del sur, Jueces (Jc 1, 17). Por lo mismo, no se indican sus límites, y las ciudades que se mencionan se consideran en, Josué (Jos 15, 21-32) como pertenecientes a Judá.

Jos 19, 10-16. Tribu de Zabulón

Este hijo de Jacob, Génesis (Gn 30, 19) sentía afición por los negocios, Deuteronomio (Dt 33, 18-19). Su padre le había dicho que habitaría la costa del mar; pero, a pesar de sus aficiones marítimas, debían sus descendientes desenvolverse en las vertientes meridionales del macizo galilaico, impidiéndole Aser el acceso al mar Mediterráneo. La posesión de la baja Galilea le permitía explotar su suelo fértil y exportar sus productos.

Jos 19, 17-23. Tribu de Isacar

La región más fértil de Palestina fue entregada a Isacar, Génesis (Gn 30, 18), quien, "viendo que su lugar de reposo era bueno y que era deleitosa la tierra", Génesis (Gn 49, 15), se entregó a una vida relajada en vez de combatir para arrojar de su territorio a los cananeos. A causa de ello "hubo de servir como tributario", Génesis (Gn 49, 15). De él había dicho Jacob que era "un robusto asno que descansa en sus establos", Génesis (Gn 49, 14). El patrimonio de Isacar ocupaba la parte oriental de la llanura de Esdrelón, territorios muy fértiles, que fueron causa de la desidia religiosa y patriótica de Isacar. Muchas de sus ciudades reaparecen en el curso de la historia de Israel, tales como Jezrael, 1Reyes (1R 18, 45-55), que dio nombre a la llanura conocida más tarde por llanura de Esdrelón. Sunem, 1Samuel (1S 28, 4) fue la patria de Abisag, 1Reyes (1R 1, 3) y lugar donde residió Elíseo, 2Reyes (2R 4, 8-36).

Jos 19, 24-31. Tribu de Aser

La heredad asignada a esta tribu comprendía una franja de terreno junto al mar Mediterráneo, que limitaba al sur con el monte Carmelo y al norte con la ciudad fuerte de Tiro y, tal vez, con Sidón. Territorio, sobre todo la región meridional, era muy feraz. Entregados sus habitantes a la agricultura y al comercio, no se sintieron muy solidarios con las empresas guerreras de sus hermanos, y en este sentido le achaca Débora que, mientras otras tribus se unían para combatir al enemigo, "Aser, a orillas del mar, descansaba en puertos", Jueces (Jc 5, 17).

Jos 19, 32-39. Tribu de Neftalí

El hagiógrafo describe a grandes rasgos los límites fronterizos de Neftalí. Por el este limitaba con el Jordán superior, y al oeste con las tribus de Isacar, Zabulón y Aser. En el monte Tabor convergían las tribus de Neftalí, Zabulón e Isacar. Sus campos, en la orilla occidental del lago de Genesaret, eran famosos por su rara fertilidad. Sin embargo, esta riqueza natural no le sumió en la indolencia y haraganería, como a Isacar, sino que acudió en ayuda de sus hermanos. Al igual que Zabulón, "ofrece su vida a la muerte desde lo alto de sus campos", (Jos 5, 18). Ha perdido actualidad la hipótesis de los que consideraban a las tribus norteñas de Aser, Zabulón y Dan como de origen cananeo, de las que se hablaba, decían, en los textos de Rash Shamrah.

Jos 19, 40-49. Tribu de Dan

La tribu de Dan, la última en el reparto, recibió un territorio en la llanura de Sarón, que en parte ocupaba Judá. De hecho, algunas ciudades que se mencionan como danitas (Sarac, Estaol, Tem-na, Acrón), pertenecían a la tribu de Judá, Josué (Jos 15, 33-45.57); otras eran patrimonio de Efraím (Selebín, Ayalón), y algunas estuvieron mucho tiempo en manos de los filisteos.
Aprisionado en su territorio y acosado por los filisteos, Dan, "como serpiente en el camino, como víbora en el sepulcro", Génesis (Gn 49, 17), obra astutamente para hacerse con nuevas tierras. En el v. 47 se contiene un breve resumen de la expedición bélica de Dan contra Lais (Tell el-Qadi), en las fuentes del Jordán, a cinco kilómetros de Banías, y cuya excursión se describe largamente en, Jueces (Jc 18, 1-31). Como es fácil adivinar, se intercala en el texto un hecho acaecido en época posterior.

Jos 19, 50-51. Conclusión

Los hijos de Israel quisieron corresponder a los servicios inconmensurables que había prestado Josué a la causa nacional, entregándole una heredad en medio de ellos.
Invitado a escoger, pidió la ciudad de Tamnat-Sara. Por mandato o insinuación de Yahvé se aceptó su petición. El emplazamiento de Tamnat-Sara corresponde a la actual Jirbet Tibne, a veinticinco kilómetros al noroeste de Jerusalén. Hecha la repartición de la tierra, la misión de Josué había terminado. También el autor sagrado podría poner término a su libro, por haber probado suficientemente la tesis que se propuso desarrollar; pero creyó conveniente añadir a su relato algunos apéndices.

Jos 20, 1-Jos 21, 42. Complemento del reparto

Jos 20, 1-9. Ciudades de asilo

En la organización social primitiva hebraica existía entre los individuos de la comunidad entera solidaridad. Toda ofensa hecha a un individuo se consideraba como una afrenta hecha a toda la comunidad. La sangre se vengaba con sangre. El pariente más próximo de la víctima debía ser el goel, el vengador de la sangre. A esta ley de la venganza, común a todo el antiguo Oriente, se refiere el autor en esta perícopa. En los, Josué (Jos 20, 4-6), que faltan en el texto griego, se compendia la legislación sobre la venganza, expuesta largamente en el libro de los Números, Números (Nm 35, 9-34) y Deuteronomio (Dt 19, 1-15).
El altar de Yahvé aseguraba el derecho de asilo cuando el homicidio era involuntario; de lo contrario, "de mi altar mismo le arrancarás (al homicida) para darle muerte", Éxodo (Ex 21, 14). Adonías se amparó en este derecho y salvó su vida, 1Reyes (1R 1, 50-53); en cambio, Joab, que se refugió en el tabernáculo de Yahvé, encontró allí su muerte, 1Reyes (1R 2, 31). Para los homicidas involuntarios había creado Moisés tres ciudades de refugio en Transjordania (Bosor, Ramot y Golán), una para cada tribu allí estacionada, Deuteronomio (Dt 4, 43), y había ordenado que, una vez exterminadas las naciones de Palestina, se señalaran otras tres ciudades para las tribus cisjordánicas, Deuteronomio (Dt 19, 1-2).
Según Abel (Géographie 2, 264), Bosor estaba quizá emplazada en el actual Umm el-amad, a catorce kilómetros al nordeste de Madaba; Ramot, en el actual tell Ramit, en la región de Galaad, a diez kilómetros al sudoeste de Derah; Basán se hallaba en Golán, a unos veinticinco kilómetros al noroeste de Derah.
Las tres ciudades escogidas para las tribus de Cisjordania son: Cades de Neftalí, Josué (Jos 19, 37), a dieciocho kilómetros al norte de Safed; Siquem, en el centro del País y ciudad santa (Gn 12, 6; Gn 33, 18-20), y Hebrón, llamada también Quiriat Arbé (Jos 14, 15; Jos 15, 13-54). Los v.4-6 se consideran como una glosa muy antigua. Con el advenimiento de un nuevo sumo sacerdote se concedía cierta amnistía a los homicidas acogidos en las ciudades de refugio.

Jos 21, 1-41. Ciudades levíticas

Josué, a instancias de los levitas, cumplimentó esta orden de Moisés, en Silo, asistido por Eleazar, sacerdote, y por los jefes de familia de las tribus. Los aaronitas recibieron trece ciudades: en el territorio de Simeón y Judá (nueve) y de Benjamín (cuatro).
A los otros quehatitas, Números (Nm 3, 27; Nm 4, 18) se les entregaron diez ciudades: cuatro de la tribu de Efraím, cuatro de la de Dan y dos de la media tribu de Manases. Los hijos de Gersón, Números (Nm 3, 17-25; Nm 4, 22-28) recibieron trece ciudades: cuatro en Isacar, otras cuatro en Aser, tres en Neftalí y dos en la media tribu de Manases del territorio transjordánico. Finalmente, se dieron a los hijos de Merarí doce ciudades, en la heredad de Zabulón (cuatro), Rubén (cuatro) y Gad (cuatro).
Esta narración de la distribución de las cuarenta y ocho ciudades de la tribu de Leví, ¿se encontraba en el texto primitivo del libro de Josué o se agregó, en todo o en parte, al texto ya existente, a últimos del reinado de David y principios del de Salomón por la casta sacerdotal? No puede admitirse, con Wellhausen, Noth y otros, que la lista de ciudades sea obra del documento sacerdotal (P) y, por lo mismo, posterior a la cautividad. Puede ser que las listas fueran escritas en tiempos de David y de Salomón, dice Albright; pero la institución es de los tiempos de la conquista de Canaán.

Jos 22, 1-8. Las tribus de Transjordania vuelven a sus tierras

Josué despide y arenga a las tribus. Había él reclamado la ayuda de las tribus transjordánicas para que cooperaran con las otras en la conquista de Palestina. A su llamamiento acudieron presurosas, demostrando con ello fidelidad a la promesa hecha a Moisés, Números (Nm 32, 16-32). La posesión de las tierras de Transjordania estaba vinculada al cumplimiento de su promesa de ayuda a las otras tribus, Números (Nm 32, 29-30).
Concedido el descanso a sus hermanos o habiéndoseles señalado el lote que les pertenecía, pueden regresar a sus tierras del otro lado del Jordán. Como padre del pueblo escogido, Josué bendice a las tribus antes de separarse y les inculca la observancia de todas las leyes de la alianza, Deuteronomio (Dt 8, 6; Dt 10, 12; Dt 11, 13; Dt 19, 9; Dt 28, 9; Dt 30, 6). La media tribu de Manasés regresaba a su territorio Basán, Josué (Jos 13, 7; Jos 1, 2-17) con grandes riquezas, rebaños muy numerosos, mientras la otra mitad quedaba en los límites, ampliados con el tiempo, de la montaña de Efraím, Josué (Jos 17, 14-15).

Jos 22, 9-12

Desde Silo, las tribus transjordánicas regresaron a sus tierras. Al llegar a los contornos (guelitoth) del Jordán, decidieron levantar un altar muy alto, no con fines cultuales, sino como monumento conmemorativo de la unión nacional y religiosa con las tribus hermanas de la Cisjordania.
En toda la narración se establece una antítesis entre la tierra prometida propiamente dicha, que por hallarse del lado de acá del Jordán se llama Cisjordania, y las tierras del lado de allá del río, o sea, la Transjordania. El límite divisorio de ambas era el río Jordán. ¿En cuál de las dos orillas se levantó el altar? En el v.10 se dice que fue edificado delante de la tierra de Canaán, y, por lo mismo, en Transjordania.
Se admite que el v.11 es una adición al texto primitivo, como se desprende del cotejo de 11a con 12a; pero aún en este supuesto no se elimina del todo la dificultad, por cuanto en el v.13 se supone que la edificación del altar se hizo en territorio transjordánico con la finalidad de ennoblecer una tierra que no estaba santificada por la presencia de Yahvé. Es muy posible que el autor sagrado haya querido registrar dos tradiciones que divergían en la cuestión del emplazamiento del altar. La unidad de altar aseguraba la unidad religiosa de Israel. El auténtico altar de Yahvé se encontraba en Silo; la erección de un rival significaba el cisma.

Jos 22, 13-20

La noticia de la construcción de un altar en las orillas del Jordán conmovió a la comunidad israelita reunida en Silo, de tal manera que se habló de subir contra las tribus transjordánicas y declararles la guerra. Pero antes quisieron asesorarse de la verdad del hecho y de la finalidad del monumento. Tratándose de una cuestión religiosa, fue nombrado jefe de la delegación Finés, Números (Nm 25, 7-13), hijo del sacerdote Eleazar, a quien acompañaba un representante de cada tribu de Cisjordania.
El primer encuentro fue duro por parte de los comisionados, que habían imaginado que las tribus transjordánicas se habían apartado de Yahvé construyendo un altar rival al de Silo. Con la duplicidad de altares se rompía la unidad de culto, se resquebrajaba la unidad religiosa y se abría un posible cisma en Israel. Con estos proyectos se atraía la ira divina sobre la comunidad de Israel. Dos ejemplos candentes confirmaban sus temores: el de Fogor, Números (Nm 25, 1-9; Nm 31, 16) y la infidelidad de Acán, Josué (Jos 7, 1-5). Mientras el pueblo estaba estacionado en Setim, se entregó a la idolatría, corrompido al contacto con las mujeres de Moab, y Yahvé le hubiera exterminado a no mediar la enérgica actuación de Finés, Números (Nm 25, 11).

Jos 22, 21-34. Las tribus de Transjordania se explican y se restablece la concordia

El texto masorético del v.22 dice: "El Dios de los dioses, Yahvé; el Dios de los dioses, Yahvé, sabe bien, y lo sabe también Israel." La expresión "Dios de los dioses" se halla en, Deuteronomio (Dt 10, 17); Salmo (Sal 136, 2); Daniel (Dn 2, 47). Los LXX y la Vulgata consideran el Dios delante de Elohim como independiente del complemento, de donde la traducción de la Vulgata: Fortissimus Deus Dominus. El superlativo Dios de los dioses puede designar al Dios supremo (Dhorme). El altar construido quería ser un monumento conmemorativo que recordara a la posteridad la unidad religiosa y nacional existente entre los hijos de Israel de una y otra parte del Jordán.
Unos y otros reconocían la obligatoriedad de un solo altar en Israel. Por ello las tribus transjordánicas aseguran reiteradamente que el altar no tiene fines cultuales, sino un memorial que asegure el derecho de las tribus residentes al otro lado del Jordán de adorar a Yahvé en el único santuario nacional. Las razones alegadas convencieron a Finés y a sus acompañantes, que regresaron a Silo. En la comisión no figura Josué, porque, tratándose de cuestión puramente religiosa, era incumbencia exclusiva de los sacerdotes ver si se había o no infringido la ley de la unidad de culto. La encuesta de Finés se hace a base del contenido de, Deuteronomio (Dt 12, 10-11)

Jos 23, 1-6. Discursos de despedida

Con una indicación histórica vaga e indeterminada introduce el autor sagrado las palabras de exhortación de Josué al pueblo. Los israelitas gozaban ya desde largo tiempo de un descanso relativo y pronto debían resignarse a perder a su caudillo, que, de edad avanzada, estaba para irse por el camino de todos, es decir, de la muerte. No se indica el sitio donde Josué convocó a los ancianos, a los jefes de las familias, Josué (Jos 24, 1), a los jueces y oficiales, pero se presume que fue en Silo, a la sombra del santuario de Yahvé.
Reconoce Josué que quedan en el territorio grupos de enemigos que no han sido desalojados de sus tierras. Si Israel se mantiene fiel a Yahvé, su aniquilamiento es mera cuestión de tiempo, y la tierra le será entregada totalmente, porque Dios estará con él. Pero si en vez de mantenerse alejado de los paganos en cuestiones religiosas y morales mantiene contacto con los mismos, contrae matrimonios, Deuteronomio (Dt 7, 3) y, lo que es peor, invoca y ofrece sacrificios a sus dioses, entonces no serán los pueblos paganos los verdugos de Israel, sino que el mismo Dios se aliará con esos pueblos, luchará a su lado hasta que Israel desaparezca de sobre la tierra que Dios le había dado.
Hubo un tiempo en que uno solo de Israel perseguía a mil, Deuteronomio (Dt 32, 30) y los vencía, porque Dios combatía a su lado. Esto mismo sucederá en adelante si se mantienen fieles a la alianza de Yahvé. El redactor deuteronomista, escribe Delorme, pone mucho interés en destacar los temas de meditación que la historia de la conquista y distribución de Canaán sugiere, porque ilustran la doctrina de la alianza.
Estas ideas las vemos esparcidas en todo el libro. Yahvé realiza sus promesas, dando a su pueblo en heredad la tierra de Canaán, Josué (Jos 1, 3; Jos 6, 11; Jos 23, 5-14; Jos 24, 13), Deuteronomio (Dt 4, 1; Dt 6, 10; Dt 11, 9-21.). Todo el libro manifiesta que Dios es fiel a su palabra, Josué (Jos 1, 5; 9; Jos 19, 23), Deuteronomio (Dt 6, 17-24; Dt 11, 22-25; Dt 31, 6-8). A este compromiso por parte de Dios debe corresponder la fidelidad de Josué y de su pueblo, Josué (Jos 1, 6; 9; Jos 1, 8; Jos 8, 1; Jos 10, 8-25), Deuteronomio (Dt 31, 6-8:23). Deben cumplir exactamente la ley de Dios, Josué (Jos 1, 6-9; Jos 8, 32-35; Jos 11, 15; Jos 23, 1-16), Deuteronomio (Dt 5, 32; Dt 31, 9-13). Ante todo deben servir a Yahvé por ser "nuestro Dios", Josué (Jos 24, 18, etc.), Deuteronomio (Dt 6, 13), manteniéndose apartados de los cultos paganos, Josué (Jos 23, 6-13), Deuteronomio (Dt 7, 1- 6).

Jos 24, 1-15. Síntesis de la historia de salvación

El argumento de este último capítulo del libro de Josué abarca los siguientes puntos: 1) Josué convoca a Israel en Siquem; 2) habla al pueblo en nombre de Yahvé, Josué (Jos 24, 2-10); 3) diálogo entre Josué y el pueblo, Josué (Jos 24, 16-24); 4) renovación de la alianza, Josué (Jos 24, 25- 28).
La alocución que hemos visto en el capítulo anterior tuvo lugar en Silo, en donde se encontraba el tabernáculo con el arca de la alianza. Esta vez la asamblea se reúne en Siquem. Ningún otro lugar más a propósito que éste por estar la ciudad unida a los orígenes del pueblo israelita, Génesis (Gn 12, 8; Gn 33, 18-20; Gn 35, 4); Éxodo (Ex 13, 19). La ciudad estaba emplazada en el lugar llamado hoy día Tell Balata, al pie del monte Ebal y a un kilómetro y medio de la actual ciudad de Naplusa. El lugar fue excavado durante los años 1913-1914, reanudando los trabajos E. Sellin en 1926 y G. Welter en 1928. Siquem era considerada como una ciudad santa; fue destruida por Juan Hircano el año 128 a.C.
No todo el pueblo se reunió en Siquem, sino los jefes, jueces, oficiales de la nación. "Todos -dice el texto- se presentaron ante Dios." La expresión da a entender que estaba allí presente el arca de la alianza, que habitualmente residía en Silo. ¿Fue trasladada a Siquem con motivo de la concentración? Puede ser, y tenemos análogos ejemplos en textos más tardíos, en Samuel (1S 4, 3; 2S 15, 24). Los LXX leen Silo en vez de Siquem, por creer que fue la asamblea un cultual delante del tabernáculo. Con la frase "ante Dios" puede autor sagrado aludir a la santidad del lugar en el que se desarrollo en escenas religiosas en tiempos de los patriarcas y del mismo (Jos 8, 30). En este supuesto no sería necesario admitir la presencia del arca en la ceremonia.
Con un rápido bosquejo histórico describe Josué los designios de Dios sobre su pueblo elegido. No pudo Yahvé hacer más en favor de su pueblo a partir de aquel momento trascendental en que arrancó a Abraham del politeísmo, Génesis (Gn 11, 26-32; Gn 12, 1-6) hasta el presente, en que conquistó y entregó generosamente a su pueblo una tierra que Israel no había cultivado y unas ciudades que no había construido. Todas estas muestras de afecto y predilección obligan por sí solas a la justa correspondencia. Dice que Teraj y su familia servían a los dioses falsos. Que Abraham antes de su vocación fuese idólatra, no se desprende claramente del texto. Josué deja vislumbrar que la campaña de Jericó fue dura, ganándose gracias a la ayuda divina. Otro dato nuevo es que los tábanos facilitaron a los israelitas la conquista del país. Existía la promesa de que Dios mandaría tábanos contra los enemigos del pueblo, hasta hacer perecer a los sobrevivientes o a los que se escondiesen, Éxodo (Ex 23, 28); Deuteronomio (Dt 7, 20). Pero la palabra sireah, tábano, puede interpretarse en el sentido de temor, pánico, que obligó a los enemigos a abandonar el combate (Jos 10, 10). Esta es la interpretación de San Agustín (Quaest. in Hept.: PL 34, 630).

Jos 24, 16-24. Israel elige al Señor

De la simple enunciación de los hechos se deducía que Israel no podía reconocer ni adorar a otros dioses que a Yahvé. Todavía el culto a los dioses falsos existía en Israel en el momento en que Yahvé le acababa de entregar la tierra que manaba leche y miel.
Cuáles fueran estos dioses, no lo especifica el texto; pero, aparte de algún contacto esporádico en este tiempo con el culto idolátrico de los cananeos, es probable que muchos conservaran los famosos terafim, o dioses lares, tutelares de las casas, a los que se rendía culto en secreto. Josué, como más tarde Elías, 1Reyes (1R 18, 21), conmina al pueblo para que se decida de una vez a favor o en contra de Yahvé. La comunidad se decide por Yahvé. Josué reconoce que nunca se podrá servir a Dios tal como se merece, porque es un Dios santísimo; es, además, un Dios celoso, que no admite competidor, Éxodo (Ex 20, 5; Ex 34, 14); Deuteronomio (Dt 4, 24; Dt 5, 9; Dt 6, 15) y que castiga duramente el pecado de idolatría.

Jos 24, 29-31

Murió Josué a la edad de ciento diez años. Este número de años pasaba en Egipto por el tiempo perfecto e ideal de vida. El sabio Ptahhotpe dice de sí mismo: "No es poco lo que he cumplido en esta tierra; he vivido ciento diez años." Un agradecido discípulo augura a su maestro, como premio dado por la divinidad, ciento diez años de vida. Considerando, con relación a esto, la indicación sobre los años de la vida del José egipcio y tomándola, además, en relación con las indicaciones de edad de los patriarcas y sobre las genealogías del Génesis, parece claro que los números de los años de José y de Josué no tienen valor cronológico, sino simbólico. Tocante a Josué, la cifra quiere significar que él había logrado la talla de su antepasado, pues ambos han cumplido con la importante tarea que Dios les había confiado.
Josué fue sepultado en Tamnat Saré, lugar que se identifica generalmente con Jirbet Tibneh, a unos veinte kilómetros al nordeste de Lidda y a veintinueve de Jerusalén, correspondiendo al emplazamiento de la antigua Thamna o Thammatha, 1Macabeos (1M 9, 50).

Jos 24, 32

Quiso José que sus restos recibieran sepultura en Canaán, Génesis (Gn 50, 25). Moisés cuidó de cumplir el juramento que se le hizo en este sentido, al ordenar que los israelitas, al salir de Egipto, llevaran consigo sus huesos, Éxodo (Ex 13, 19), que recibieron sepultura en Siquem, en el trozo comprado por Jacob por el precio de cien quesitas, Génesis (Gn 33, 18-19). La palabra hebraica quesita, moneda en curso en los tiempos patriarcales, Job (Jb 42, 11), significa propiamente cordero, pecus, de donde se ha derivado el término pecunia (Dhorme). Según otros, quesita significaba un determinado peso de oro o plata. Al pie del monte Ebal, en Siquem, se enseña todavía hoy el sepulcro de José.

Jos 24, 33

Eleazar ocupa un lugar destacado en la distribución de Canaán, No indica el texto el tiempo y el lugar de su defunción. El autor sagrado, en fuerza del carácter esquemático del libro, consigna el hecho de su muerte para señalar el fin de un glorioso período en la historia del pueblo de Israel, cuyos protagonistas principales fueron Josué y Eleazar. Fue sepultado Eleazar en la colina de Finés, en la montaña de Efraím. El libro de Josué se acaba con la triple sepultura de José, Josué y Eleazar.