ECLESIÁSTICO

Si 1-2 Estos capítulos contienen el núcleo teológico de la enseñanza de Ben Sira: la relación entre sabiduría y temor del Señor a través de la fidelidad a los mandamientos y la experiencia de la prueba. Como buen pedagogo, el sabio desarrolla su pensamiento en varias etapas y de forma gradual: el origen divino de la sabiduría (Si 1, 1-10), su íntima relación con el temor del Señor (Si 1, 11-30) y, por último, la prueba como condición indispensable para el discípulo que teme al Señor, cumple la ley y busca la sabiduría (Si 2, 1-18).

Si 3, 1-16 En línea con la tradición bíblica anterior (Lv 19, 3; Pr 19, 26; Pr 28, 24; Pr 30, 11; Ez 22, 7), Ben Sira se preocupa por las relaciones entre padres e hijos. Tanto es así que dedica su primera lección práctica a tratar sobre los deberes de los hijos para con los padres. En esta instrucción, el sabio no se limita a exhortar a los discípulos, sino que hace una reflexión profunda sobre el cuarto mandamiento del Decálogo (véase Dt 5, 16).

Si 4, 11-19 En este poema Ben Sira presenta la sabiduría personificada en su función pedagógica: es una maestra-madre que enseña a sus discípulos-hijos. En su conjunto, el programa de la sabiduría es realista y, al mismo tiempo, estimulante para el joven: las dificultades propias del aprendizaje quedan compensadas con los numerosos beneficios que de él se derivan.

Si 6, 5-17 Este es el primero de una serie de textos dedicados al tema de la amistad (véase Si 12, 8-12; Si 22, 19-26; Si 37, 1-6, entre otros), que ningún otro autor bíblico trata tan ampliamente. El temor del Señor –íntimamente relacionado con la sabiduría y la ley– se convierte en un elemento importante de la enseñanza del sabio sobre el tema (véase Si 9, 14-16; Si 37, 12).

Si 7, 10 La oración debe ser expresión sincera de lo que el corazón siente, ni demasiado insistente, ni excesivamente tímida, y, además, debe ir acompañada de la limosna (véase Tb 12, 8; Mt 6, 2-6).

Si 9, 12 En línea con la tradición sapiencial de Israel, Ben Sira cree en la doctrina de la retribución –Dios premia a los justos y castiga a los malvados–, pero todavía no sabe cómo Dios pagará a cada uno según sus obras.

Si 11, 10-13 Ben Sira quiere aquí enseñar a sus discípulos cuáles son los límites del trabajo: primero, el valor de la vida de una persona no depende de las riquezas que consigue, porque a menudo estas ganancias son fruto de injusticia (véase Pr 20, 21); segundo, y más importante, lo que garantiza el éxito de las empresas humanas no son la voluntad y el esfuerzo personales sino Dios.

Si 12, 18 Menear la cabeza (Si 13, 7; Lm 2, 15), aplaudir (Lm 2, 15; Ez 25, 6) y hablar entre dientes son gestos que expresan burla, desdén, desprecio.

Si 14, 20-15, 10 Cuarto poema sobre la sabiduría. La primera parte describe la búsqueda y conquista de la sabiduría por parte del discípulo (Si 14, 20-27); la segunda presenta la reacción de la sabiduría hacia ese discípulo que ha demostrado desearla tanto: otorgarle una serie de beneficios de diversa índole (Si 15, 1-10).

Si 16, 22 Se señala que, según el insensato (Si 16, 23), no vale la pena practicar la justicia en esta vida, porque Dios no tiene en cuenta su alianza-ley, es decir, la muerte como momento de su retribución.

Si 17, 28 Como muchos de sus contemporáneos, Ben Sira cree que con la muerte desaparece la posibilidad de alabar a Dios. La fe en la resurrección fue fraguando poco a poco.

Si 18, 21 La enfermedad se concibe como consecuencia del pecado. Por eso, la conversión y el arrepentimiento son un medio para evitarla.

Si 20, 11 Resuenan aquí algunos pasajes bíblicos, donde los humildes son ensalzados y los poderosos humillados como, p.ej., 1S 2, 4-9 (el cántico de Ana), Sal 113, 7-9 o Lc 1, 51-53 (el Magnificat).

Si 21, 26 Un ingenioso juego de palabras entre boca y corazón –este último entendido como sede de la inteligencia–, contrapone la locuacidad del necio (dice todo lo que piensa) y la ponderación del sabio (piensa todo lo que dice).

Si 23, 11 El que está acostumbrado a jurar puede hacerlo sin motivo, a la ligera o en falso (véase Pr 19, 5; Pr 21, 28; Pr 25, 18). En cualquier caso, su pecado le acarreará multitud de desgracias a él y a su familia.

Si 24 Este capítulo constituye el centro del libro. Inspirándose en Pr 8, el sabio compone un himno en el que la sabiduría personificada pronuncia su elogio: describe su origen divino, su morada en Israel, su identidad y utilidad a través de imágenes vegetales y concluye con una invitación urgente a sus interlocutores (1-22). A continuación, el sabio retoma la palabra: identifica la sabiduría con la ley y hace una especie de confesión autobiográfica que funciona como colofón del capítulo (23-34). Es de notar la afinidad literaria y teológica entre Si 24 y el llamado Prólogo del Evangelio de Juan (Jn 1, 1-18).

Si 25, 24 Alusión al primer pecado de la humanidad en Gn 3, 1-6; en el NT, véase 2Co 11, 3; 1Tm 2, 14 y Rm 5, 12.

Si 29, 1 En Israel el préstamo a los connacionales debía ser sin intereses (véase Ex 22, 24).

Si 29, 14-20 Sorprende aquí la actitud caritativa y misericordiosa del sabio para con el fiador y el que recibe la fianza (véase por contraste Pr 6, 1; Pr 11, 15; Pr 17, 18; Pr 20, 16; Pr 22, 26ss).

Si 31, 12-24 Estos versículos contienen una serie de normas de buena educación que también se enseñaban en las escuelas de sabiduría de Egipto y Mesopotamia.

Si 32, 1-13 El banquete, considerado como una fiesta social, se difundió en Palestina durante el período helenístico (véase Est 1, 8; 2M 2, 27). Ben Sira no se opone a esta nueva moda sino que se limita a recomendar los buenos modales.

Si 32, 24 Interesante distinción entre la ley y los mandamientos, la primera entendida en sentido amplio y global y los segundos como la práctica concreta de la misma.

Si 33, 25-33 La esclavitud era una práctica aceptada por la sociedad y la religión judías en la época del sabio. La ley defendía los limitados derechos de los esclavos.

Si 34, 1-8 Aunque el AT condena el uso de los sueños como práctica adivinatoria (Dt 13, 2-6; Jr 23, 15-18), en algunos textos los considera vehículo de comunicación divina (Gn 28, 10-17; Gn 37, 5-11; Jb 33, 14-18). Lo mismo hace el NT (véase Mt 1, 20-23; Mt 2, 13. 22). La postura de Ben Sira al respecto es más bien negativa.

Si 34, 18-26 En línea con los profetas (véase Am 5, 21-25; Os 8, 13; Is 11, 17), aquí el sabio condena el culto que no va unido a la justicia y la caridad.

Si 36, 2 Se vislumbra la situación de opresión que sufrieron los judíos bajo el dominio de los Seléucidas antes de la revuelta de los Macabeos.

Si 36, 21 Según la costumbre de la época el varón podía elegir a su esposa; la mujer, en cambio, no tenía posibilidad de elección.

Si 38, 1-15 En el AT la enfermedad se considera un castigo por el pecado y la curación, consecuencia del perdón de Dios. Lo original de Ben Sira es que intenta armonizar estas ideas tradicionales con el uso de la medicina, entonces en auge en el mundo griego y helenístico y sobre todo en Egipto. Según la doctrina del sabio, muchas veces Dios puede curar las enfermedades por medio del médico.

Si 39, 1 Las materias de estudio son la ley, la sabiduría y las profecías, es decir las tres partes de la Escritura.

Si 40, 1 El sufrimiento es inherente a la condición humana (véase Gn 3, 16-19 y también Jb 1, 21; Sal 55, 5; Sb 7, 5ss).

Si 41, 1-4 Meditación realista y serena sobre la muerte: amarga para quien es feliz, agradable para el pobre y el anciano, e inevitable para todos.

Si 42, 9-14 La postura del sabio en este pasaje puede resumirse así: la hija representa una seria preocupación para el padre, que debe velar por su honra y conseguirle un buen marido (véase Si 7, 24s y Si 22, 3b-5).

Si 42, 15-43, 33 Este himno es una bellísima alabanza de la soberanía y suprema sabiduría del Creador que se extiende por el universo entero. El discípulo que frecuenta la escuela del sabio debe aprender, entre otras cosas, a contemplar las innumerables huellas de Dios en la creación. Para Ben Sira, la contemplación del universo es un medio indispensable para progresar en la búsqueda de la auténtica sabiduría, es decir en la búsqueda de Dios, el único sabio.

Si 44, 1-50, 21 Inspirándose en los textos de las Escrituras, Ben Sira presenta una galería de personajes importantes de su pueblo que va desde el patriarca antediluviano Henoc hasta su contemporáneo, el sumo sacerdote Simón. Este himno canta la sabiduría creadora de Dios que se manifiesta en la historia de Israel (véase Si 24). Es de notar que lo más original de esta composición es su presencia en una obra típicamente sapiencial. De este modo, el sabio establece un estrecho vínculo entre sabiduría, creación e historia.

Si 47, 1 A través del profeta Natán, Ben Sira vincula a David con Samuel. El sabio presenta la historia de David silenciando los aspectos más negativos de su conducta y resaltando por encima de todo sus cualidades poéticas y su contribución a la organización del culto (véase 1Cro 11-29).

Si 48, 15 Sorprende el silencio de Ben Sira sobre los profetas del siglo VIII que actuaron en el reino del Norte: Amós y Oseas.

Si 49, 11 Después de referirse de modo general a los doce profetas menores, y pasando por alto a Daniel, Ben Sira se sitúa en el posexilio y presenta tres figuras de la restauración. Zorobabel y Josué se encargaron de restaurar el templo (Esd 3, 2-11) y Nehemías se ocupó de las murallas de la ciudad (Ne 2, 11-4, 23); a Esdras ni siquiera lo menciona.

Si 50, 1 El Elogio de los Antepasados concluye con un largo y hermoso poema dedicado al sumo sacerdote Simón II, hijo de Onías II, que ejerció sus funciones a comienzos del siglo II a.C. (h. 220-195). Le dieron el sobrenombre de «el Justo», porque fue el último representante de la casa sacerdotal de Sadoq que observó fielmente la ley.

Si 50, 5 Es el Santo de los Santos, la zona más sagrada del interior del templo separada del recinto santo por un velo (véase Ex 36, 31-37). En 50, 6-10 se describen los ritos de la fiesta de la Expiación, la única ocasión en que el sumo sacerdote podía entrar en el Santo de los Santos (Lv 16).

Si 51, 1-12 La oración es una acción de gracias llena de reminiscencias de los salmos, pero sin centrarse en uno en concreto.