Padres de la Iglesia

ORÍGENES
Homilías sobre el Éxodo

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Homilía II
Las comadronas y el nacimiento de Moisés

1. Muchas maquinaciones levanta contra el pueblo de Dios este Rey que no ha conocido a José 1 y busca continuamente nuevas artimañas para hacerle daño. Pero ahora su astucia sobrepasa toda medida, puesto que pretende acabar con la raza recurriendo a las comadronas, cuyo oficio suele ser conservar la vida. ¿Qué es lo que dice? Y dijo el rey de Egipto a las comadronas de los hebreos, una de las cuales se llamaba Séfora y la otra Pua: cuando asistáis a las hebreas, en el momento del parto, si se trata de un varón matadlo, si es mujer dejadla con vida 2. Pero enseguida se añade: las comadronas temieron a Dios y no hicieron como les había mandado el rey de Egipto, y dejaban vivos a los varones 3.
Si este texto ha de ser tomado como una narración histórica, parece que no puede sostenerse lo que dice la Escritura, esto es, que las comadronas no hicieron como les había mandado el rey de Egipto. En efecto, no encontramos que las comadronas no hayan dejado vivir a las niñas, a las que el rey de Egipto mandó dejar vivas. Porque él dijo: si se trata de un varón, matadlo, si es mujer, dejadla viva 4. Y si no hicieron las comadronas lo que les había mandado el rey de Egipto, entonces, del mismo modo que dejaban vivos a los varones contra el precepto del Rey, igualmente habrían debido matar a las mujeres, que es lo que iba contra el precepto del Rey. Pues dejar vivas a las mujeres era actuar según el precepto del Faraón.
Esto sea dicho de pasada para aquellos que son amigos de la letra y no creen que la ley es espiritual 5 y ha de ser entendida espiritualmente. Pero nosotros, que sabemos que todo ha sido escrito, no para narrar hechos antiguos, sino para instruirnos y para sernos útil 6 comprendemos que lo que hoy se ha leído, también se realiza ahora y no solamente en este mundo, que figuradamente es llamado Egipto 7, sino también en cada uno de nosotros. Busquemos pues cómo el rey de Egipto, que es el príncipe de este mundo 8, no quiere dejar vivos a los varones, y sí a las mujeres.
Si recordáis, a menudo—discutiendo estas cosas—hemos mostrado que las mujeres simbolizan la carne y el afecto de la carne, mientras que el hombre es el sentido razonable y el espíritu inteligente. A este sentido razonable, que puede saborear las cosas celestiales, que puede comprender a Dios y buscar las cosas de arriba 9, a éste odia el Faraón, rey y príncipe de Egipto, a éste desea matar y eliminar. Desea también que viva todo lo que es carnal y perteneciente al cuerpo material 10, desea no sólo que viva, sino que crezca y se desarrolle. Quiere que todos saboreen lo carnal, deseen lo temporal, busquen lo que está sobre la tierra 11, que nadie eleve al cielo sus ojos 12, que nadie se pregunte de dónde ha venido, que nadie recuerde su patria, el paraíso.
Por tanto, cuando veas a hombres que pasan la vida entre placeres y molicie, que se bañan en el lujo, en los banquetes, en el vino, las orgías, la lujuria y las impudicias 13, sabe que en estos hombres el rey de Egipto mata a los varones y deja vivir a las mujeres. Pero si ves alguno excepcional, uno entre mil 14, que se convierte a Dios, que levanta sus ojos, que busca lo perdurable y eterno, que contempla no las cosas que se ven, sino las que no se ven 15, que odia la molicie, que ama la continencia y huye de la lujuria, que cultiva la virtud, a éste, porque es varón, porque es hombre, desea matar el Faraón, lo persigue, lo acosa y emplea contra él mil maquinaciones.
Odia a gente de tal clase, no permite que vivan en Egipto. Ésta es la causa de que en este mundo todos los que sirven a Dios y le buscan sean objeto de desprecio y desestima. Por eso son expuestos a insultos, colmados de oprobios; por eso también mueven contra ellos persecuciones y odio, porque los odia el Faraón, odia a los hombres de esta clase, mientras que ama a las mujeres. Intenta corromper a las comadronas y cumplir lo que desea por medio de ellas, cuyos nombres también se nos dicen por previsión del Espíritu Santo, que ha querido que estas cosas fueran escritas. Una es Séfora, que se traduce por «gorrión»; la otra es Pua 16, que entre nosotros puede significar «que se ruboriza» o «vergonzosa». Por medio de ellas quiere matar a los varones y dejar vivas sólo a las mujeres.
2. Pero ¿qué dice la Escritura? Temían las comadronas a Dios y no hicieron como les había mandado el rey de Egipto 17. Estas comadronas, se ha dicho antes de nosotros, son figura del conocimiento razonable. En efecto, las comadronas son como neutrales, puesto que favorecen el nacimiento tanto de los varones como de las mujeres. Del mismo modo, la enseñanza común del conocimiento razonable llega a casi todo entendimiento, instruye a todos y favorece a todos. Si se encuentra en ella algún espíritu viril, que quiere buscar las cosas celestiales y seguir las cosas divinas, gracias al cuidado y protección de este tipo de enseñanza llegará mejor preparado a la inteligencia de las cosas divinas. En efecto, una es como el gorrión: enseña las verdades superiores y provoca a los espíritus a volar hacia lo alto con las alas razonables de la doctrina. La otra, que se ruboriza o es vergonzosa, es moral, regula las costumbres, enseña el pudor, funda la honestidad.
No obstante, puesto que la Escritura dice de ellas que temían a Dios y no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto 18, me parece a mi que estas dos comadronas pueden ser figura de ambos Testamentos, y Séfora, que se traduce por «gorrión», puede corresponder a la Ley que es espiritual 19, mientras que Pua, que se ruboriza o es vergonzosa, puede designar los Evangelios, que se «ruborizan» por la sangre de Cristo y resplandecen en el mundo entero por la sangre de su pasión. Así pues, por ellas, como comadronas, son cuidadas las almas que nacen en la Iglesia, puesto que por la lectura de las Escrituras se administra toda la medicina de esta enseñanza.
Sin embargo, el Faraón intenta servirse de ellas para matar a los varones cuando sugiere a cualquier estudioso de las divinas Escrituras opiniones heréticas y perversas doctrinas. A pesar de todo permanece inmóvil el fundamento de Dios. En efecto, temen las comadronas a Dios 20, esto es, enseñan el temor de Dios, porque el principio de la sabidurfa es el temor del Señor 21.
Pienso en fin que puede aplicarse en manera aún más apropiada lo que está escrito a continuación: Porque las comadronas temían a Dios, se hicieron para sí mismas casas 22 Esta expresión no tiene, según la letra, ninguna lógica. ¿Qué coherencia hay en decir: «Porque temían a Dios, se hicieron casas?» Como si por hacerse una casa, por eso se temiese a Dios. Si tomamos la frase tal como está escrita, no sólo parece que no hay ninguna lógica, sino que incluso parece sin sentido. Pero si se observa que las escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento, enseñando el temor de Dios, edifican las casas de la Iglesia y llenan todo el orbe de la tierra con casa de oración 23, entonces lo escrito parece razonablemente escrito.
Así pues, estas comadronas que temen a Dios y enseñan el temor de Dios, no hacen como les había mandado el rey de Egipto, sino que dejan vivir a sus hijos varones. Pero en ningún lugar se dice que cumplieran el precepto del Rey de dejar vivir a las hijas. Yo me atrevo a decir confiadamente, según el sentido de la Escritura: estas comadronas no dejan vivir a las hijas. Porque en las iglesias no se enseñan los vicios, ni se predica la lujuria, ni se alimentan los pecados, —esto es, en efecto, lo que quiere el Faraón cuando manda que se deje con vida a las hijas—, sino que en ellas se cultiva solamente la virtud y sólo a ella se alimenta.
Apliquémonos esto cada uno de nosotros. Tú, si temes a Dios, no haces lo que ha mandado el rey de Egipto. Él te manda, en efecto, que vivas en la molicie, que ames el presente siglo, que desees los bienes presentes. Tú, si temes a Dios y ofreces a tu alma el cuidado de las comadronas, si deseas procurarle la salud, no haces estas cosas, sino que dejas vivir al hombre que está en ti, cuidas y fortaleces a tu hombre interior y, por tus buenas acciones y pensamientos, conquistas para él la vida eterna.
3. Pero después de esto, cuando vio el Faraón que no podía matar a los varones de Israel por medio de las comadronas, mandó a todo el pueblo, diciéndole: a todo varón que nazca de los hebreos, arrojadlo al río; a toda mujer, dejadla vivir 24.
Mirad lo que manda a los suyos el príncipe de este mundo 25: que rapten a nuestros hijos, que los arrojen al río, que tiendan a los nuestros asechanzas continuas desde su nacimiento, que se arrojen sobre ellos en cuanto toquen los pechos de la Iglesia, que nos los arrebaten, que los persigan, que los sumerjan en las olas de este mundo. Prestad bien atención a lo que oís 26; la Sabiduría dice por medio de Salomón: Comprende inteligentemente lo que te sirven 27. Mira lo que te amenaza desde tu nacimiento, mejor, desde tu nuevo nacimiento. Esto es lo que lees en el Evangelio: que Jesús, en cuanto subió de su bautismo, fue empujado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo 28. Esto es lo que el Faraón ordena aquí a su pueblo: que se arrojen sobre los niños hebreos, desde el momento de su nacimiento, que los rapten y los sumerjan bajo las aguas. Quizás es también esto lo que dice el profeta: Me han llegado las aguas hasta el alma. Estoy hundido en el cieno del abismo y no puedo hacer pie 29. Pero Cristo ha triunfado, ha vencido para abrirte el camino de la victoria. Ayunando 30 obtiene la victoria para que tú sepas que esta clase de demonios se vence con ayunos y oraciones 31. Por eso desprecia todos los reinos de este mundo y su gloria 32, que le han sido ofrecidos, para que tú puedas vencer al tentador despreciando la gloria de este mundo.
Los egipcios, a quienes el Faraón dio órdenes, dejan vivir sólo a las mujeres, odian a los varones; así pues, odian las virtudes, sólo alimentan los vicios y placeres. Hoy también tienden insidias los egipcios, si por casualidad nace algún varón de entre los hebreos, de modo que, si no se está atento y en guardia y se esconde al niño varón, lo persiguen inmediatamente y lo matan.
Refiere después la Escritura que una mujer de la tribu de Leví engendró un hijo varón; vio que el niño era hermoso y lo ocultó durante tres meses 33. Considera si acaso no se nos manda con esto no hacer en público nuestras buenas obras, no practicar nuestra justicia delante de los hombres 34, sino que, con la puerta cerrada oremos al Padre en lo oculto 35, y que lo que ha hecho nuestra derecha, no lo sepa la izquierda 36. En efecto, si no fuese en lo oculto, sería robado por los egipcios, arrojado al río y sumergido en las aguas y en las olas.
Así pues, si doy una limosna, que es una obra de Dios, engendro un varón. Pero si lo hago para que sea conocido por los hombres 37, y busco la alabanza de los hombres y no lo oculto, mi limosna es raptada por los egipcios y arrojada al río, y al final es para los egipcios lo que con tanto trabajo y tanto esfuerzo he engendrado. Por eso, vosotros, oh Pueblo de Dios, que oís estas cosas, no creáis, os lo he dicho a menudo, que se os leen viejas fábulas, sino que se os enseña por medio de ellas a reconocer el orden de la vida, las reglas de las costumbres, los combates de la fe y de la virtud.
4. Viendo, pues, los de la tribu de Leví, que el niño era hermoso, lo ocultaron durante tres meses. No pudiendo ocultarlo por más tiempo, tomó su madre una cestilla, la calafateó con betún y puso al niño en ella, y la depositó entre los juncos al borde del río. Su hermana vigilaba de lejos para ver qué le sucedía. Descendió la hija del Faraón, para lavarse en el río, y oyó al niño que lloraba y mandó cogerlo, y dijo la hija del Faraón: éste es un hijo de los hebreos 38.
Después se narra cómo su hermana habló de llamar a la madre del niño para nutrirlo. Y le dijo la hija del Faraón: custódiame este niño, y aliméntamelo, y yo te daré la recompensa. Cuando lo alimentó y se hizo más grande, lo llevó ante la hija del Faraón; llegó a ser para ella como un hijo y le puso por nombre Moisés diciendo: lo he sacado de las aguas 39. Cada una de estas palabras está llena de misterios inmensos y exigiría mucho tiempo, apenas bastaría todo el espacio del día si quisiéramos agotarlas. No obstante, debemos tratar algunas brevemente para la edificación de la Iglesia. Pienso que en la hija del Faraón puede ser vista la Iglesia congregada de entre los gentiles, que aunque tenga un padre impío e inicuo, no obstante se le dice por el profeta: Escucha, hija, mira, inclina tu oído, olvida tu pueblo y la casa paterna, porque el Rey está prendado de tu belleza 40. Ésta es la que sale de la casa del padre y viene a las aguas para ser lavada de los pecados que había contraído en la casa de su padre. Después, inmediatamente recibe entrañas de misericordia 41 y tiene piedad del niño.
Esta Iglesia que proviene de las naciones, encuentra que Moisés yace entre los juncos, abandonado por los suyos y expuesto; lo da para que sea alimentado, lo alimenta entre los suyos, y allí pasa su infancia. Pero cuando ya ha crecido, entonces lo trae hacia ella y lo adopta como hijo.
Ya se ha dicho en muchos lugares que Moisés significa la Ley. Viniendo, pues, la Iglesia a las aguas del bautismo, recibe también la Ley: Ley que se encontraba encerrada en una canasta, recubierta de pez y de betún; la canasta es una especie de envoltorio tejido con lianas y papiros, o incluso hecha con cortezas de árboles: se veía, puesto en el interior, al niño abandonado. Encerrada en los sentidos viles y despreciables de los judíos, la Ley estaba sin valor, hasta que llegó la Iglesia de los gentiles, la sacó de los barros y de los lugares pantanosos y la estableció en los patios de la Sabiduría y bajo techos reales. También esta Ley ha pasado su infancia entre los suyos. Junto a ellos, que no saben comprenderla espiritualmente, es pequeña, como una niña, que toma alimentos propios de lactantes 42; pero cuando llega a la Iglesia, cuando entra en la casa de la Iglesia, es ya un Moisés grande y robusto, pues removido el velo de la letra 43 se encuentra en su lectura un alimento perfecto y sólido 44.
Ahora bien, ¿qué recompensa recibe de la hija del Faraón, aquella junto a la cual la Ley nació y fue alimentada? ¿Qué es lo que la Sinagoga recibe de la Iglesia? Pienso que puede comprenderse gracias a lo que escribe Moisés: Os entregaré a la emulación de lo que no es pueblo, os irritaré con una nación necia 45. La Sinagoga recibe pues de la Iglesia esta recompensa: no servir más a los ídolos. En efecto, viendo a los que proceden de los gentiles tan bien convertidos a Dios que ya no conocen los ídolos, que no veneran a nadie sino sólo a Dios, la Sinagoga enrojece por servir todavía a los ídolos. Éste es el beneficio que la Sinagoga recibe de la Iglesia, por haber tenido cuidado de la Ley durante su infancia.
Nosotros también, aunque hayamos tenido por padre al Faraón, aunque el príncipe de este mundo 46 nos haya engendrado en obras malas, cuando venimos a las aguas asumamos para nosotros la Ley de Dios, y no nos ensucie el revestimiento oscuro y vil de su letra. Dejemos de lado lo que es pequeño y propio de lactantes, comamos lo perfecto y sólido y pongámoslo en las moradas reales de nuestro corazón47.
Tengamos un Moisés grande y fuerte, no pensemos de él nada pequeño, nada mezquino, sino todo magnifico, egregio, hermoso. En efecto, lo que es espiritual, lo que es propio de una inteligencia sublime, es todo ello grande. Y oremos a nuestro Señor Jesucristo, para que El nos revele y nos muestre cuán grande y cuán sublime es Moisés 48. Él revela a quienes quiere, por el Espíritu Santo 49. A El la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amen50

Notas

1 Ex 1, 8
2 Ex 1, 15-16
3 Ex 1, 17
4 Ex 1, 16
5 Cf. Rm 7, 14.
6 Cf. 1Co 10, 11.
7 Cf. Ap 11, 8.
8 Cf. Jn 16, 11.
9 Cf. Col 3, 1.
10 Cf. Flp 3, 19.
11 Cf. Col 3, 2.
12 Cf. Lc 18, 13.
13 Cf. Rm 13, 13.
14 Cf. Qo 7, 29.
15 Cf. 2Co 4, 18.
16 Cf. Ex 1, 15.
17 Ex 1, 17.
18 Cf. Ex 1, 17.
19 Cf. Rm 7, 14.
20 Cf. Ex 1, 17.
21 Sal 111, 10.
22 Ex 1, 21
23 Cf. Lc 19, 46.
24 Ex 1, 22
25 Cf. Jn 16, 11.
26 Mc 4, 24.
27 Cf. Pr 23, 1.
28 Mt 4, 1.
29 Sal 69, 2-3.
30 Cf. Mt 4, 2.
31 Cf. Mc 9, 28.
32 Cf. Mt 4, 10.
33 Cf. Ex 2, 1-2
34 Cf. Mt 6, 1.
35 Cf. Mt 6, 6.
36 Cf. Mt 6, 3.
37 Cf. Mt 6, 2.
38 Ex 2, 2-6
39 Ex 2, 9-10
40 Sal 45, 11-12.
41 Cf. Col 3, 12 (Lc 1, 78).
42 Cf. Hb 5, 12 ss.
43 Cf. 2Co 3, 16.
44 Cf. Hb 5, 14.
45 Dt 32, 21.
46 Cf. Jn 16, 11.
47 Cf. Hb 5, 12 ss.
48 Cf. Ex 11, 3.
49 Cf. 1Co 2, 10.
50 Cf. 1P 5, 11.