Padres de la Iglesia
ORÍGENES
Homilías sobre el Éxodo
Homilías: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13
Homilía XIII
Las ofrendas para el tabernáculo
1. Ya antes hemos hablado del tabernáculo según nuestra capacidad; pero a menudo se repite en el Éxodo esa misma descripción 1: se habla de él cuando Dios ordena a Moisés cómo debe ser construido y de nuevo cuando Moisés manda al pueblo ofrecer materiales para construir la obra 2, como se contiene en la lectura que se nos acaba de proclamar; después se enumera detalladamente cada cosa, cuando son fabricadas por Besaleel y otros hombres sabios 3, y de nuevo cuando los materiales se traen a la presencia de Moisés 4, y una vez más, cuando son consagrados por orden del Señor 5. Además se hace mención de ello en otros libros o pasajes y se repite frecuentemente, como si fuese necesario recordarlo.
Ahora, pues, se nos ha proclamado el pasaje que dice: Y dijo Moisés a toda la asamblea de los hijos de Israel: ésta es la Palabra que el Señor ha mandado: Traed de vosotros mismos una ofrenda para el Señor. Todo el que ha concebido en su corazón, traiga las primicias al Señor: oro, plata, bronce, jacinto, púrpura, escarlata doble, lino fino doblado, pelo de cabra y pieles de terneros teñidas en rojo y en violeta, maderas incorruptibles, piedras de sardónice y piedras de engaste para el humeral y el logion 6; y todo el que sea sabio en su corazón de entre vosotros, venga y haga todo lo que manda el Señor 7. Cuando me considero en primer lugar a mí mismo y me examino, me pesa comenzar el trabajo de explicar estas cosas. Tengo miedo de que, aunque el Señor se digna revelarlo, si por casualidad se digna revelárselo a alguno —no me atrevo a hablar de mí—, temo, digo, y dudo mucho, que no encuentre oyentes; y, si así es, temo que al que intente explicar estas cosas, se le pregunte dónde o cómo o a quiénes ha echado las perlas del Señor 8.
Pero puesto que vosotros esperáis con impaciencia que se expliquen algunas de las cosas que se han leído, y puesto que mi Señor me ha mandado: Convenía que hubieses dado mi dinero al banco, y yo, a mi regreso, lo habría recobrado con intereses 9, le rogaré que se digne convertir mi palabra en su dinero, para que no sea mi dinero, para que no sea mi oro, sino el suyo el que yo os preste, para que yo os hable con su palabra y con su pensamiento 10, y lo lleve al banco de vuestra audición. Ya veréis vosotros, cuando recibáis el dinero del Señor, cómo preparáis los intereses del Señor que viene. Los intereses de la Palabra de Dios son: poner en práctica en la vida y en las obras lo que manda la Palabra de Dios. Si, escuchando la Palabra, la ponéis por obra y obráis según lo que oís, y vivís de acuerdo con ello, preparáis los intereses del Señor; y puede ocurrir que cada uno de vosotros a partir de cinco talentos produzca diez y oiga del Señor: Bien, siervo bueno y fiel, te daré poder sobre diez ciudades 11. Únicamente, vigilad solamente para que ninguno de vosotros envuelva el dinero en un pañuelo o lo guarde en la tierra 12, porque conocéis bien qué será de este hombre a la llegada del Señor.
Examinaremos pocos detalles entre un gran número, o más bien muy poco de lo poco entrevisto, en la medida en que podamos equilibrar nuestra palabra y vuestro oído.
2. En primer lugar, veamos qué es lo que dice Moisés a los hijos de Israel: Traed de vosotros mismos una ofrenda para el Señor; todo el que ha concebido en su corazón, traiga las primicias al Señor 13. No quiere Moisés que ofrezcas al Señor algo exterior a ti: Traed de vosotros mismos y ofreced las primicias al Señor, según lo que cada uno ha concebido en su corazón 14. Se manda que se traigan oro, plata, bronce y otros materiales; ¿Cómo puedo traer esto de mi mismo? ¿Acaso nacen dentro de mi el oro, la plata o las otras cosas que se piden? ¿Acaso cada uno no saca estas cosas de sus armarios y de sus cofres? ¿Qué quiere decir lo que dice Moisés: Traed de vosotros mismos y cada uno como conciba en su corazón? 15 Ciertamente, el oro, la plata y los otros materiales con los que el tabernáculo está construido, fueron sacados de los cofres y de los armarios de cada uno; pero la Ley espiritual pide para el tabernáculo un oro que está dentro de nosotros, una plata que está dentro de nosotros, y reclama todos los otros materiales que podemos tener dentro de nosotros y sacar de nosotros mismos. Dice la Escritura: La Palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón; porque, si confiesas que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás 16.
Si, pues, crees en tu corazón, tu corazón y tu inteligencia son de oro, tú ofreces como oro para el tabernáculo la fe de tu corazón; si confiesas con tu palabra, ofreces como plata la palabra de la confesión. Por eso dice Moisés, que es la Ley espiritual: Traed de vosotros mismos 17. Traes estas cosas de ti mismo, están dentro de ti; puedes tenerlas incluso estando desnudo. Lo que añade: Cada uno como ha concebido en su corazón 18, se refiere a lo siguiente: no podrás ofrecer a Dios algo de tu pensamiento, o de tu palabra, a no ser que antes hayas concebido en tu corazón la Escritura, a no ser que hayas estado atento y hayas escuchado con diligencia, no puede tu oro ser probado, ni tampoco tu plata; se exige que sean probados. Escucha la Escritura que dice: Las Palabras del Señor son palabras puras, plata probada por el fuego, siete veces purificada 19.
Por tanto, si has concebido en tu corazón la Escritura, tu oro, es decir, tu pensamiento, será probado, y tu plata, que es tu palabra, será probada. ¿Qué diremos del bronce? Es necesario el bronce para la construcción del tabernáculo. Parece que el bronce es tomado aquí por la fortaleza y puede indicar el papel de la fortaleza y de la constancia; pero para que ninguno diga que esto es adivinar más que explicar, cuando lo que se dice no parece apoyado en la autoridad de la Escritura, creo que el bronce puede ser tomado aquí como «voz». En efecto, una cosa es la palabra y otra la voz. Se llama palabra al lenguaje sometido a la razón; en cambio, la voz es, por ejemplo, el expresarse en latín, en griego, más fuerte o más suave. Pero vosotros exigís necesariamente que probemos esto por la Escritura.
Escucha lo que dice el Apóstol: Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como un bronce que suena o un címbalo que retiñe 20, Así, pues, hablar en lenguas y traducir de una lengua a otra es ofrecer bronce. Es necesario que haya de todo en el tabernáculo del Señor y que no falte nada en la casa de Dios. La voz, como hemos dicho, es la oblación del bronce. La voz traduce el pensamiento de uno a otra lengua; la palabra expresa el pensamiento propio. Que todo ello se ofrezca a Dios; que se ofrezcan el pensamiento, la palabra y la voz.
3. ¿Qué diremos de las otras cosas? Son muchas y examinar cada una es un trabajo inmenso. ¿De qué servirá tanto esfuerzo si los oyentes, ocupados, atentos apenas una hora a la Palabra de Dios, la desprecian y la dejan perder? Si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los constructores 21, Sin embargo, nosotros, como ya se ha dicho antes, traemos al banco el dinero del Señor; que cada uno de los oyentes vea cómo recibe lo que se le entrega 22. Que cada uno, según lo que ha concebido en su corazón, ofrezca las primicias al Señor 23. Ya que ha dicho primicias, pregunto cuáles son las primicias del oro, y cuáles las primicias de la plata. ¿Cómo ofrecer primicias de escarlata, de púrpura, de lino fino? ¿Cómo ofrece uno según ha concebido en el corazón? Esto nos interesa a todos nosotros. Veamos todos juntos cómo concebimos en el corazón, cómo es nuestra presencia aquí y cómo tratamos la Palabra de Dios.
Hay algunos que conciben en el corazón lo que se ha leído; hay otros que no conciben lo que se dice, sino que su pensamiento y su corazón está en los negocios, o en las acciones del mundo o en los cálculos de sus ganancias; las mujeres en particular, ¿cómo piensas que conciben en su corazón si charlan tanto, se distraen tanto conversando que no permiten que haya silencio?
¿Cómo hablaré de su alma, de su corazón, si están pensando en sus hijos, o en la lana o en las necesidades de la casa? En verdad temo que sean como aquellas de las que dice el Apóstol: Aprenden a andar de casa en casa no solamente charlatanas, sino también indiscretas, hablando lo que no conviene 24. ¿Cómo concebirán éstas su corazón? Nadie concibe en su corazón si no tiene el corazón disponible, si no tiene la mente libre y se está completamente atento; a no ser que uno sea vigilante en el corazón, no puede concebir en el corazón y ofrecer dones a Dios. Y si hasta ahora hemos sido negligentes, desde ahora estemos atentos y seamos solícitos para que podamos concebir en el alma. Es justo que cada uno encuentre que tiene su parte en el tabernáculo del Señor. No está oculto al Señor lo que cada uno ofrece. Qué gloria para ti si se dice en el tabernáculo del Señor: este oro, por ejemplo, con el que está cubierta el arca de la alianza 25, es de éste; la plata de las bases y las columnas 26 es de aquel; el bronce de los anillos, los vasos y algunas bases de columnas, de ese otro 27; esas piedras del humeral y del logion 28, de aquél otro; la púrpura, con la que se viste el pontífice, de otro; la escarlata, de otro 29 y así de los restantes materiales.
Por el contrario, qué deshonroso y desgraciado será, si viniendo el Señor a inspeccionar el edificio del tabernáculo no encuentra en él ninguna ofrenda tuya, no reconoce en él nada ofrecido por ti.
¿Has vivido con tan poca devoción, con tanta infidelidad, que no has hecho nada digno de que se te recuerde en el tabernáculo de Dios? Así como el príncipe de este mundo 30 viene a nosotros y busca a ver si encuentra algo de sus acciones en nosotros, y si lo encuentra, nos reclama para él; del mismo modo, por el contrario, el Señor, cuando viene, si encuentra algo suyo en su tabernáculo, te defiende para Él y te proclama suyo. ¡Señor Jesús, concédeme merecer tener algún memorial en tu tabernáculo! Desearía, si fuese posible, que hubiese algo mío en el oro con que está fabricado el propiciatorio, o con el que está recubierta el arca 31, o del que están hechos el candelabro luminoso y las lámparas 32.
O bien si no tengo oro, que al menos pudiese ofrecer algo de la plata que sirve para las columnas o para sus basas 33; o que al menos mereciese tener en el tabernáculo algo de bronce del que se hacen los anillos y las otras cosas que describe la Palabra de Dios 34. Ojalá me fuese posible ser uno de los príncipes y ofrecer piedras preciosas para el ornamento del humeral y del logion del pontífice 35. Pero puesto que estas cosas están por encima de mis fuerzas, que al menos merezca tener pelo de cabra en el tabernáculo de Dios 36, para no ser encontrado del todo estéril e infecundo. Así pues, cada uno como ha concebido en su corazón 37. Mirad si concebís, mirad bien si retenéis estas palabras que se dicen, para que no se escapen y se pierdan.
Quiero advertiros con ejemplos tomados de nuestra práctica religiosa; sabéis, vosotros que soléis estar presentes en los misterios divinos, cómo, cuando recibís el cuerpo del Señor, lo conserváis con toda cautela y veneración, para que no caiga la mínima parte de él, para que no se pierda nada del don consagrado. Os consideráis culpables, y con razón, si cae algo por negligencia. Pues si tenemos tanta cautela para conservar su cuerpo, y la tenemos con razón, ¿por qué creéis que despreciar la Palabra de Dios es menor sacrilegio que despreciar su cuerpo?
Se nos manda ofrecer lo primero, es decir, las primicias 38. Quien ofrece lo primero, tiene necesariamente lo restante. Mira cuánto nos conviene abundar en oro, cuánto en plata y en todas las otras cosas que se nos manda ofrecer, para que ofrezcamos al Señor y aún sobre para nosotros. En primer lugar, es mi razón la que debe comprender a Dios y ofrecerle las primicias de su inteligencia para que, después de haber comprendido bien a Dios, conozca en consecuencia las otras cosas. Que ocurra lo mismo con la palabra y con todas las cosas que hay en nosotros. Veamos también lo demás. El jacinto, la purpura, la escarlata doble y el lino fino doblado 39. Cuatro son estas cosas, con las que se confeccionan los vestidos del pontífice o las otras cosas que se destinan al ornamento sagrado. Algunos han hablado de ellas antes que nosotros, y como no conviene robar las cosas de otro, considero conveniente tener en cuenta lo que otros han dicho de bueno y confesarlo.
Estas cosas, como ya pareció a los antiguos, son figuras de los cuatro elementos de los que se componen el mundo y el cuerpo humano, esto es, el aire, el fuego, el agua y la tierra. El jacinto se corresponde con el aire—lo indica el color mismo—, igual que la escarlata al fuego. La púrpura es figura del agua, puesto que de las aguas recibe su tinte; el lino es figura de la tierra, porque nace de la tierra. Tenemos todas estas materias en nosotros mismos, y puesto que se nos manda ofrecer sus primicias al Señor, por eso dice: Tomad de vosotros mismos, y ofreceréis las primicias al Señor 40.
4. Es digno de consideración que, mientras que Moisés menciona simplemente las otras materias, sólo de la escarlata dice doble y del lino doblado 41. Examinemos, pues, por qué se mencionan simplemente las otras materias, con las que se simbolizan los otros elementos, mientras que sólo a la escarlata, que designa al fuego, se la describe doble.
Parece difícil de comprender y mucho más difícil de explicar. Sin embargo, en la medida en que Dios nos lo conceda, intentaremos explicarlo. Es necesario decir algunas cosas y reservarse otras. Veamos por qué razón de la escarlata se dice doble. Este color, como ya hemos dicho, indica el elemento del fuego. Pero el fuego tiene una doble virtud: por una parte, ilumina; por otra, quema. Esto pertenece al sentido histórico; vayamos al sentido espiritual. También en este sentido el fuego es doble; hay un fuego en este mundo y otro en el futuro. El Señor Jesús dice: He venido a traer fuego a la tierra 42, este fuego ilumina. Por otro lado, el mismo Señor dice a los agentes de iniquidad 43 para el futuro: Id al fuego eterno, que mi Padre ha preparado para el diablo y sus ángeles 44: aquel fuego quema. Este fuego que viene a traer Jesús ilumina a todo hombre que viene a este mundo 45, pero tiene también algo que quema, como confiesan los que dicen: ¿Acaso no ardía nuestro corazón dentro de nosotros, cuando nos explicaba las Escrituras? 46 Por tanto, explicando las Escrituras iluminaba al mismo tiempo que quemaba.
No sé si también el fuego que quema en el mundo futuro, tendrá algo que ilumine. Por tanto, como hemos mostrado, la naturaleza del fuego es doble y por eso se nos manda que la escarlata se ofrezca duplicada. Veamos cómo podemos nosotros ofrecer este fuego duplicado para el edificio del tabernáculo. Si eres doctor, construyes el tabernáculo edificando la Iglesia de Dios; te dice a ti Dios lo que dijo a Jeremías: Mira, he puesto mis palabras en tu boca como fuego 47.
Por tanto, si al enseñar y edificar la Iglesia de Dios, no haces más que increpar, condenar, castigar, reprochar los pecados del pueblo, sin sacar de las divinas Escrituras una palabra de consolación, sin explicar nada de lo que resulta oscuro, sin abordar en absoluto el conocimiento de lo más profundo, ni abrir un poco la comprensión de lo más sagrado, ciertamente ofreces escarlata, pero no doble. Tu fuego solamente quema, pero no ilumina.
A la inversa, si al enseñar abres los misterios de la Ley, examinas los arcanos de los misterios, pero no acusas al que peca, no corriges al negligente, no mantienes la severidad de la disciplina, ciertamente ofreces escarlata, pero no doble. Tu fuego sólo ilumina, pero no quema. Por tanto, quien rectamente ofrece y rectamente divide 48, ofrece escarlata doble, para unir a la luz del conocimiento la pequeña llama de la severidad.
5. Veamos ahora qué quiere decir también el lino doblado 49. También aquí se añade algo respecto a los otros elementos. Hemos dicho que el lino es figura de la tierra, que es nuestra carne. No quiere Dios que se ofrezca una carne bañada en el lujo y disoluta por los placeres, sino que se manda que esté mortificada y dominada. ¿Quién es el que mortifica su carne? Seguramente aquel que dice: Macero mi cuerpo y lo reduzco a esclavitud, para que, habiendo predicado a otros, no sea yo mismo reprobado 50. Así, ofrecer un lino doblado es consumar la carne con la abstinencia, con las vigilias y la fatiga de las meditaciones.
Se ofrece también pelo de cabra 51. Está prescrito en la Ley ofrecer este tipo de ganado por el pecado 52; el pelo es una cosa muerta, exangüe, inanimada. El que la ofrece muestra que en él el gusto por el pecado ya está muerto, y que el pecado ya no vive ni gobierna en sus miembros. Se ofrecen también pieles de terneros. Antes de nosotros, algunos han visto en el ternero el símbolo del furor. Y puesto que la piel es indicio de un animal muerto, muestra que el furor ha muerto en el que ofrece al Señor pieles de ternero. Después de esto, dice: Todos los hombres bien dispuestos recibieron de sus mujeres y trajeron piedras preciosas, pendientes, anillos, agujas para el pelo y brazaletes 53. Ves aquí cómo ofrecen dones a Dios aquellos que ven con el corazón, que conciben en su corazón la capacidad de comprender, que tienen un alma atenta y dedicada a la Palabra de Dios. Éstos traen dones, y traen pendientes, piedras preciosas y brazaletes 54 de sus mujeres. Ya hemos dicho a menudo que la mujer en el sentido alegórico es la carne, y el hombre, el sentido espiritual.
Estas mujeres que obedecen a sus maridos son buenas; es buena la carne que ya no se opone al espíritu, sino que le obedece y sintoniza con él, y por eso si dos o tres de entre vosotros se ponen de acuerdo, todo lo que pidáis se cumplirá 55, ha dicho el Señor. Ofrecen, pues, pendientes de sus mujeres. Mira cómo se ofrece al Señor el oído. Pero también se ofrecen al Señor brazaletes; obras rectas y buenas, cumplidas por la carne. Estas cosas las ofrece al Señor el sentido espiritual.
Se ofrecen también agujas para el pelo. Ofrece agujas para el pelo quien sabe discernir bien qué ha de hacer, qué debe evitar, qué es lo que agrada a Dios y qué lo que le disgusta, qué es justo y qué injusto. Éstas son las agujas para el pelo ofrecidas al Señor. Aquí las mujeres ofrecen pendientes al Señor porque son mujeres sabias. En efecto, vinieron mujeres sabias e hicieron todo lo necesario para los vestidos del pontífice 56. Aquellas mujeres que ofrecieron sus pendientes para hacer un becerro 57 eran necias, porque apartaron su oído de la verdad para volverse a fábulas impías 58; y por eso ofrecieron sus pendientes para hacer la cabeza del becerro. También en el Libro de los Jueces encontramos otro ídolo hecho con pendientes de mujeres 59. Felices estas mujeres, feliz esta carne, que ofrece al Señor sus pendientes, sus brazaletes, sus anillos y todas las obras de sus manos cumplidas según los mandamientos del Señor.
6. Se añade después: Todos los que encontraron en su casa madera incorruptible 60 la ofrecieron al Señor. Si uno ama a Cristo Señor en la incorrupción 61. Ofrece a Dios una madera incorruptible. Feliz aquél en quien se encuentra un espíritu o un cuerpo incorrupto y lo ofrece a Dios. Por eso ha dicho muy bien: En quien se encontraba madera incorruptible 62. No en todos se encontraban maderas incorruptibles. Ni del oro ni de la plata se ha dicho "en quienes se encuentre", porque en todos se pueden encontrar el espíritu y la palabra. Tampoco se ha dicho de los cuatro colores, puesto que es propio de todas las cosas corpóreas estar compuestas de cuatro elementos. Pero maderas incorruptibles, es decir, la gracia de la incorrupción y de la virginidad, sólo puede encontrarse raramente en alguno, como dice el Señor: No todos comprenden esta palabra, sino aquellos a quienes se les concede 63.
7. También los príncipes ofrecieron sus dones 64. ¿Cuáles son estos dones que ofrecen los príncipes? Ofrecieron—dice—gemas, piedras de esmeralda, piedras de perfección y piedras para el humeral 65. Se llama piedras de perfección a las que se ponen en el logion, esto es, las que se colocan en el pecho del pontífice, con los nombres inscritos de las tribus de Israel 66. Lo que se llama logion o racional, que va colocado en el pecho del pontífice es imagen del sentido espiritual que hay en nosotros. Se dice que en él se engarzan piedras de perfección, que van unidas y ligadas a las piedras humerales, gracias a las cuales se mantienen unidas.
El ornamento del humeral es el símbolo de las buenas obras. Los actos son asociados a la razón y la razón a los actos, de manera que haya entre ellos consonancia: El que practique y enseñe, será llamado grande en el Reino de los cielos 67. Que en nosotros la palabra responda a las obras y las obras adornen la palabra; a esto se refiere el ornamento del pontífice. Pero para cumplir estas cosas se exigen príncipes; éste es el ornamento de los que han progresado tanto que merecen presidir a los pueblos. Ofrecen también los príncipes aceite que debe servir para un doble uso: para las lámparas y para la unción 68. La lámpara de los que presiden los pueblos no debe ser escondida o puesta bajo el celemín, sino sobre el candelabro para que alumbre a todos los que están en la casa 69.
Ofrecen también los príncipes la composición del incienso 70, preparada por Moisés en suave olor para el Señor 71, para que ellos mismos puedan decir: Somos buen olor de Cristo 72 Y después de que el pueblo hiciera su ofrenda, convocó Moisés a todos los hombres sabios 73 en la fabricación y la arquitectura para preparar y fabricar todas las cosas escritas. También convocó a las mujeres sabias 74, para que hiciesen lo que convenía en el tabernáculo del Señor. Ya ves que todo lo que se hizo, fue hecho por los sabios: se convoca a los hombres sabios y a las mujeres sabias. En efecto, todas las obras del Señor son hechas con sabiduría 75.
Así todo el que es sabio de espíritu 76 viene y cumple las obras del Señor. No nos basta sólo ofrecer, es necesario hacer con sabiduría lo que podemos hacer, que sepamos mezclar el oro con el lino, duplicar la escarlata o mezclarla con la púrpura. ¿De qué te aprovecha tener todo eso, si no sabes usarlo, si ignoras cómo debes preparar y ofrecer cada cosa a su tiempo y en su lugar? Es por eso por lo que debemos aplicarnos a ser sabios, y a ser capaces de preparar y de ofrecer a su tiempo lo que oímos de las santas Escrituras, y construir y adornar con ellas el tabernáculo del Dios de Jacob 77, por Cristo Jesús, Señor nuestro; a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén 78.
Notas
1 Cf. Ex 25, 1 ss
2 Cf. Ex 35, 4 ss
3 Cf. Ex 36, 1 ss
4 Cf. Ex 39, 32 ss
5 Cf. Ex 40, 15 ss
6 Palabra griega que designa aquí lo que nosotros llamamos pectoral. Es preferible dejarlo sin traducir porque tal como indica el mismo texto más adelante puede ser traducido por «racional», lo que le sirve a Orígenes para referirse al sentido espiritual propio del hombre
7 Ex 35, 4-10
8 Cf. Mt 7, 6
9 Mt 25, 27
10 Cf. 1Co 2, 16
11 Cf. Mt 25, 20; Lc 19, 17
12 Cf. Lc 19, 20; Mt 25, 18.25
13 Ex 35, 5
14 Cf. Ex 35, 5
15 Cf. Ex 35, 5
16 Rm 10, 8-9
17 Ex 35, 5
18 Ex 35, 5
19 Sal 12, 7
20 1Co 13, 1
21 Sal 127, 1
22 Cf. Mt 25, 27
23 Cf Ex 35, 5
24 1Tm 5, 13
25 Cf. Ex 25, 11
26 Cf. Ex 26, 19
27 Cf. Ex 27, 17.4; 30, 18
28 Cf. Ex 28, 11-12.17 ss
29 Cf. Ex 28, 5 ss
30 Cf. Jn 12, 31
31 Cf. Ex 25, 17.11
32 Cf. Ex 25, 31.37
33 Cf. Ex 26, 19; 17
34 Cf. Ex 27, 4
35 Cf. Ex 35, 27
36 Cf. Ex 35, 6
37 Ex 35, 5
38 Cf. Ex 25, 2 ss
39 Ex 25, 2 ss
40 Ex 35, 5
41 Cf. Ex 35, 6
42 Lc 12, 49
43 Cf. Lc 13, 27
44 Cf. Mt 25, 41
45 Cf. Jn 1, 9
46 Lc 24, 32
47 Jr 5, 14, Jr 5, 14
48 Cf. Gn 4, 4.7
49 Cf. Ex 25, 4. (LXX)
50 1Co 9, 27
51 Cf. Ex 35, 6
52 Cf. Lv 4, 23
53 Ex 35, 22 (LXX)
54 Ex 35, 22
55 Cf. Mt 18, 19
56 Cf. Ex 35, 25 ss
57 Cf. Ex 32, 2-4
58 Cf. 2Tm 4, 4
59 Cf. Jc 18, 1
60 Cf Ex 35, 24 (LXX)
61 Cf. Ef 6, 24
62 Cf. Ex 35, 24 (LXX)
63 Mt 19, 11
64 Cf. Ex 35, 27
65 Ex 35, 27 (LXX)
66 Cf. Ex 28, 21
67 Mt 5, 19
68 Cf. Ex 35, 28
69 Cf. Mt 5, 15
70 Cf. Ex 35, 28
71 Cf. Ex 29, 41
72 2Co 2, 15
73 Cf. Ex 36, 2
74 Cf. Ex 35, 25
75 Cf. Sal 104, 24
76 Cf. Ex 35, 10; Ex 36, 1 ss
77 Sal 132, 5
78 Cf. 1P 4, 11