Padres de la Iglesia
ORÍGENES
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Homilía III
Sobre la Palabra de la Escritura: "Soy de voz débil y tardo de lengua" 1
1. Mientras estaba Moisés en Egipto y se instruía en la sabiduría de los egipcios 2 no era de débil voz ni tardo de lengua, ni se declaraba sin elocuencia. Era, en efecto, en cuanto a los egipcios, de voz sonora y de elocuencia incomparable. Cuando comenzó a oír la voz de Dios y a recibir la divina elocuencia, entonces sintió que su voz era débil y tenue, y comprendió que su lengua era torpe y confusa; entonces se proclamó mudo, cuando comenzó a conocer esta verdadera Palabra que estaba en el principio junto a Dios 3.
Usemos una comparación para que pueda percibirse más fácilmente lo que decimos. Cualquier hombre razonable, aunque sea rudo e ignorante, si es comparado a los mudos animales, parecerá elocuente en comparación con aquellos que están desprovistos de voz y de razón; pero si fuere comparado con hombres eruditos y elocuentes, muy experimentados en toda sabiduría, entonces parecerá mudo y falto de elocuencia. Igualmente si uno contempla al Verbo divino y recibe en sí la misma Sabiduría divina, entonces, por grande que sea su erudición y su sabiduría, declarará que ante Dios es como un animal mudo, más que las bestias ante nosotros.
Seguramente con esta conciencia y esta manera de poner en la balanza su persona y la Sabiduría divina, decía David: Como una bestia soy ante ti 4. En este sentido, por tanto, Moisés, el mayor de los profetas, dice a Dios en la presente lectura, que es de voz débil y tardo de lengua y que no es elocuente. En efecto, todos los hombres, en comparación de la Palabra divina, no sólo deben ser considerados faltos de elocuencia, sino mudos.
2. Por haber llegado a tal grado de inteligencia, el conocimiento de sí mismo, en que consiste la cumbre de la sabiduría, la generosidad divina lo recompensa. Escucha con qué dones espléndidos y magníficos. Yo—dice—abriré tu boca, y te enseñaré lo que debes decir 5.
Felices aquellos a quienes Dios abre la boca para que hablen. A los profetas, Dios les abre la boca y se la llena con su palabra, como dice ahora: Yo abriré tu boca y te enseñaré lo que debes decir. También por David dice Dios: Abre tu boca que te la llene 6. Del mismo modo dice Pablo: Para que me sea dada la Palabra al abrir mi boca 7. Por tanto, Dios abre la boca de los que hablan palabras de Dios.
Pero temo que haya, por el contrario, alguno cuya boca abre el diablo. Pues el que habla mentira, es seguro que el diablo abre su boca para que diga mentira. El que da falso testimonio, los que profieren con su boca bufonerías, obscenidades y cosas semejantes 8, el diablo abre su boca. Temo que sea también el diablo quien abre la boca de los maledicentes y calumniadores 9, de los que profieren palabras ociosas de las que deberán dar cuenta en el día del juicio 10. Pues ¿quién duda que es el diablo quien abre la boca de los que altivamente pregonan iniquidad 11, de los que niegan que mi Señor Jesucristo ha venido en carne 12, o que blasfeman contra el Espíritu Santo 13, a quienes no se perdonará ni en el siglo presente, ni en el futuro 14? ¿Quieres que te muestre con la Escritura de qué modo el diablo abre la boca de estos hombres que hablan contra Cristo? Mira lo que está escrito de Judas, cómo se dice que entró en él Satanás y que el diablo metió en su corazón el entregarlo 15. El mismo le abrió la boca cuando habló con los príncipes y los fariseos de la manera de entregarlo 16, habiendo aceptado el dinero.
Por ello me parece que no es pequeña gracia poder comprender qué boca es la que abre el diablo. Discernir boca y palabras de este género no es posible sin una gracia del Espíritu Santo; y por eso entre las gracias espirituales se añade la que se da a algunos de discernimiento de espíritus 17. Por tanto, es espiritual la gracia por la que se discierne el espíritu, como en otra parte dice el Apóstol: Probad los espíritus, para ver si son de Dios 18.
Pero del mismo modo que Dios abre la boca de los santos, así también considero que abre sus oídos para oír las palabras divinas. En efecto, así dice el profeta Isaías: el Señor me ha abierto el oído, para que sepa cuándo debe ser dicha la palabra 19. También abre el Señor los ojos, como abrió el Señor los ojos a Agar, y vio el pozo de agua viva 20. Asimismo, el profeta Eliseo dice: Abre, Señor, los ojos de tu siervo para que vea que hay más con nosotros que con los adversarios. Y abrió, —dice—, el Señor los ojos de su siervo, y he aquí que todo el monte estaba lleno de jinetes, de carros y de ejércitos celestes 21. El ángel del Señor, en efecto, da vueltas en torno a los que le temen y los librará 22. Así pues, como hemos dicho, Dios nos abre la boca, los oídos y los ojos, para que hablemos, veamos o escuchemos las cosas de Dios.
Y tampoco considero inútil lo que dice el profeta: la enseñanza del Señor me ha abierto el oído 23. Me parece que esto va dirigido a nosotros, esto es, en general a toda la Iglesia de Dios. En efecto, si estamos versados en la enseñanza del Señor, también a nosotros la enseñanza del Señor nos abre el oído. Pero el oído abierto por la enseñanza del Señor, no siempre está abierto, sino que está a veces abierto, a veces cerrado. Escucha al legislador que dice: no acojas una vana noticia 24 Por tanto, si se dicen cosas vanas, inútiles, inconvenientes, indecentes, profanas, sacrílegas, el que conoce la enseñanza del Señor cierra los oídos, desvía su atención y dice: Pero yo como un sordo, no escuchaba, y como un mudo que no ha abierto su boca 25.
Ahora bien, si lo que se dice es para la utilidad del alma, si es palabra sobre Dios, si enseña las buenas costumbres, si invita a las virtudes y cercena los vicios, deben abrirse los oídos a palabras de tal clase; y no sólo los oídos, sino el corazón, la mente y todas las puertas del alma deben abrirse a tal escucha.
No obstante, la Ley ha usado máxima moderación en el precepto que dice: No acojas una vana noticia 26; no ha dicho: «no escuches una vana noticia», sino «no acojas», pues frecuentemente oímos cosas vanas. Las cosas que dice Marción son vanas; las que dice Valentín son vanas; y también son vanas las palabras de todos los que hablan contra Dios Creador. Y, sin embargo, nosotros las escuchamos frecuentemente, para poder responder contra ellas, no sea que vayan a seducir por la belleza de su discurso a los más simples de nuestros hermanos. Oímos, pues, estas cosas, pero no las acogemos. Son dichas, en efecto, por una boca que ha abierto el diablo. Y, por tanto, tenemos que orar para que el Señor se digne abrir nuestra boca, para que podamos refutar a los contradictores y cerrar la boca que ha abierto el diablo.
Sea dicho esto por la palabra de la Escritura: Yo abriré tu boca y te enseñaré lo que debes decir 27. Pero no se promete sólo a Moisés que el Señor abrirá su boca, sino también a Aarón. En efecto, se dice también de él: Yo abriré tu boca y la suya y os enseñaré lo que debéis hacer 28 De hecho, también Aarón salió al encuentro de Moisés y salió de Egipto. ¿Pero dónde sale al encuentro de Moisés aquel cuya boca ha de ser abierta por Dios? Le sale al encuentro, dice, en el monte de Dios 29 Ves que no sin razón es abierta la boca de aquel que puede acudir a un encuentro en el monte de Dios. Pedro, Santiago y Juan subieron al monte de Dios, para merecer ver a Jesús transfigurado y a Moisés con El y ver a Elías en su gloria 30.
Así, también tú, si no subes al monte de Dios y allí te encuentras con Moisés, esto es, si no asciendes al sentido excelso de la Ley, si no alcanzas la cima de la inteligencia espiritual, tu boca no es abierta por el Señor. Si tú permaneces en el bajo lugar de la letra y entrelazas narraciones judaicas con el tenor de la historia, entonces no sales al encuentro de Moisés en el monte de Dios 31, ni Dios ha abierto tu boca, ni te ha enseñado lo que debes decir 32
Por tanto, si Aarón no hubiese salido al encuentro de Moisés en el monte, si no hubiese visto su sentido sublime y arduo, si no hubiese reconocido claramente su excelsa inteligencia, nunca le habría transmitido el poder de realizar signos y prodigios, ni le habría hecho participe del conocimiento de un misterio tan grande.
3. Pero como resulta largo comentar cada cosa por su orden, veamos lo que dicen Moisés y Aarón una vez que entraron en presencia del Faraón: Esto dice el Señor: deja marchar a mi pueblo, para que me sirva en el desierto 33 Moisés no quiere que el pueblo sirva a Dios establecido en Egipto, sino que salga al desierto y allí sirva al Señor. Esto muestra sin ninguna duda que mientras uno permanece en los tenebrosos actos del mundo e inmerso en los negocios del mundo, no puede servir al Señor; en efecto no se puede servir a dos señores; no se puede servir a Dios y al dinero 34.
Debemos, por tanto, salir de Egipto; debemos abandonar el mundo, si queremos servir al Señor. Digo abandonar no en sentido espacial, sino con el alma, no marchando por un camino, sino progresando en la fe. Escucha a Juan cuando dice: Hijitos, no améis este mundo, ni lo que está en el mundo; porque todo lo que está en el mundo, es deseo de la carne y deseo de los ojos 35. ¿Qué dice, sin embargo? Veamos cómo o para cuánto tiempo manda salir de Egipto. Dice: Haremos un camino de tres días en el desierto y allí haremos sacrificios al Señor Dios nuestro 36.
¿Cuál es este camino de tres días por el que debemos avanzar, para que saliendo de Egipto podamos llegar al lugar en el que debemos ofrecer el sacrificio? Yo entiendo por camino a Aquel que ha dicho: Yo soy el camino, la verdad y la vida 37. Debemos avanzar por este camino durante tres días. En efecto, quien confiese con su boca al Señor Jesús y crea en su corazón que Dios lo ha resucitado al tercer día, será salvo 38. Éste es, pues, el camino de tres días por el que se llega al lugar en el que se inmola al Señor y se ofrece un sacrificio de alabanza 39.
Esto por lo que se refiere a la inteligencia mística. Pero si buscamos ahora el sentido moral que para nosotros es muy útil, partimos de Egipto por un camino de tres días, si nos guardamos de toda mancha en el alma, en el cuerpo y en el espíritu para que, como dijo el Apóstol, nuestro espíritu, alma y cuerpo se conserven íntegros para el día de nuestro Señor Jesucristo 40. Salimos de Egipto por un camino de tres días si, abandonando la sabiduría racional, natural, moral de las cosas del mundo, nos convertimos a las decisiones divinas; salimos de Egipto por un camino de tres días si, purificando en nosotros palabras, hechos o pensamientos—éstas tres son, en efecto, las maneras con que el hombre puede pecar—, quedamos limpios de corazón, de modo que podamos ver a Dios 41. ¿Quieres ver que son estas cosas las que el Espíritu Santo indica en las Escrituras? El Faraón, que es el Príncipe de Egipto, cuando se ve fuertemente presionado para dejar partir al pueblo de Dios, desea conseguir entonces que no se marchen lejos, que no hagan completo el camino de tres días, y dice: No marchéis lejos 42. No quiere que el pueblo de Dios se aleje de él; quiere que peque, si no con las obras, al menos con la palabra; si no con la palabra, por lo menos con el pensamiento. No quiere que se alejen de él tres días completos. Quiere tener en nosotros al menos un día suyo; él mismo posee en algunos, dos, y en otros, tres. ¡Felices aquellos que se separan de él tres días completos, de modo que él no posee ninguno de sus días!
No penséis que sólo en aquel tiempo Moisés condujo al pueblo fuera de Egipto: también ahora Moisés, esto es, la Ley de Dios, que tenemos con nosotros—tenemos en efecto a Moisés y los profetas—43, quiere sacarte de Egipto. Si la escuchas, quiere llevarte lejos del Faraón; desea arrancarte del trabajo del barro y de las pajas si escuchas la Ley de Dios y la entiendes espiritualmente. No quiere que permanezcas en las obras de la carne y de las tinieblas, sino que salgas al desierto, que vengas a un lugar libre de las perturbaciones y fluctuaciones del mundo, que vengas a la quietud del silencio. En efecto, las palabras de la Sabiduría se aprenden en el silencio y en la quietud 44.
Cuando llegues, pues, a este lugar de quietud, entonces podrás ofrecer sacrificios al Señor, allí conocerás la Ley de Dios y el poder de la voz divina. Por eso Moisés desea sacarte de en medio de las fluctuaciones de los negocios y de en medio del tumulto de los pueblos. Por eso desea sacarte de Egipto, de las tinieblas de la ignorancia, para que escuches la Ley de Dios y obtengas la luz del conocimiento.
Pero el Faraón se opone; no quiere soltarte el gobernador de las tinieblas 45: no quiere que seas arrancado de sus tinieblas y llevado a la luz del conocimiento. Escucha lo que dice: ¿Quién es aquel cuya voz escucho? No conozco al Señor, y no dejaré marchar a Israel 46. Escucha lo que responde el príncipe de este mundo 47, dice que no conoce a Dios. ¿Ves lo que produce la soberbia desenfrenada? Hasta que no participe de los trabajos humanos y sea castigado con los hombres 48, el orgullo lo domina. Poco después verás cuánto provecho halla en las aflicciones, cuánto mejor se vuelve con el castigo. Éste que ahora dice: no conozco al Señor 49, cuando haya probado la fuerza de los golpes dirá: Rogad por mi al Señor 50; y no sólo esto, sino que, incluso contra el parecer de sus magos, reconocerá el dedo de Dios 51 en el poder de los signos. Nadie es tan ignorante de la pedagogía divina que tome los castigos divinos como una calamidad, que considere una venganza mortal los golpes del Señor. Vemos aquí al Faraón endurecido; sin embargo, progresa cuando es golpeado. Antes de los azotes no conoce al Señor; después de azotado, ruega que se suplique al Señor por él. Es un progreso reconocer, en los castigos, por qué ha merecido el castigo. Dice por tanto: No conozco al Señor, y no dejo salir a Israel 52.
Pero mira en los Evangelios cómo, después de azotado, cambia esta voz. Está escrito, en efecto, que gritaron los demonios al Señor y dijeron: ¿Por qué has venido a atormentarnos antes de tiempo? Sabemos quién eres: Tú eres el Hijo de Dios vivo 53. Cuando han experimentado los tormentos, entonces conocen al Señor. Antes de los látigos dice: No conozco al Señor y no dejo salir a Israel 54; sin embargo, dejará salir a Israel, y no sólo lo dejará salir, sino que él mismo urgirá su salida. No hay en efecto alianza entre la luz y las tinieblas; no hay participación entre el fiel y el infiel 55.
¿Qué añade ahora en sus respuestas? Dice: ¿Por qué, Moisés y Aarón, desviáis a mi pueblo de sus trabajos? Andad cada uno a vuestro trabajo 56. Mientras que el pueblo está con él y trabaja el barro y el ladrillo, mientras está ocupado en las pajas, él no piensa que el pueblo se desvía, sino que avanza por el recto camino. Pero cuando dice: quiero hacer un camino de tres días y servir al Señor, dice que el pueblo ha sido desviado por Moisés y Aarón. Esto se decía, ciertamente, a los antiguos 57. Pero también hoy si Moisés y Aarón, esto es, la palabra profética y sacerdotal, empujan al alma al servicio de Dios, la invitan a salir del mundo, a renunciar a todo lo que posee, a cumplir la Ley divina y seguir la Palabra de Dios, entonces oyes continuamente decir a los que son amigos del Faraón y están de acuerdo con él: "Ved cómo seducen a los hombres y los desvían, como a adolescentes, para que no trabajen, no cumplan el servicio militar, no hagan nada de lo que les resulta útil, y para que, habiendo dejado todas las cosas necesarias y útiles, se dediquen a cosas inútiles y al ocio. ¿Qué significa seguir a Dios? No quieren trabajar y buscan ocasiones para un ocio inerte".
Éstas eran entonces las palabras del Faraón y éstos son también ahora los discursos de sus amigos y familiares. Pero no sólo se trata de palabras, ahora siguen los golpes; manda que sean azotados los escribas de los hebreos, que no se les dé paja y que se les exija el trabajo 58; esto soportaron nuestros antepasados, a cuya imagen también a menudo padece el pueblo de Dios, que es la Iglesia. Encontrarás, en efecto, si contemplas a los que se han entregado por completo al príncipe de este mundo 59 que tienen éxito en sus empresas, y que todo les ocurre felizmente, tal como piensan; sin embargo, para los siervos de Dios no hay ni siquiera humildes y pequeños medios para vivir humanamente. Pienso que estos medios son figurados en la paja que proporciona el Faraón. Ocurre a menudo que los que temen a Dios carecen incluso para vivir de estas cosas viles comparables a la paja; a menudo también soportan las persecuciones de los tiranos, sobrellevan suplicios y tormentos crueles, de modo que algunos, fatigados, dicen al Faraón: ¿Por qué afliges a tu pueblo? 60
Pues algunos, vencidos por los golpes, abandonan la fe y se confiesan pueblo del Faraón. En efecto, no todos los que son de Israel, son israelitas; porque no todos los que son semilla (de Abraham), son también hijos 61. Éstos que dudan y se cansan de las tribulaciones, hablan también contra Moisés y Aarón y dicen: desde el día en que entráis y salís de la presencia del Faraón, hacéis que ante él nuestro olor sea execrable 62. Éstos dicen verdad, aunque probablemente ignoran lo que dicen, como Caifás que decía: Os conviene que muera un solo hombre por el pueblo 63, pero no sabía lo que decía. Pues, como dice el Apóstol, somos buen olor de Cristo, para algunos —dice— olor que de la vida conduce a la vida, para otros olor que de la muerte conduce a la muerte 64. Así también la palabra profética es suave olor para los creyentes, pero para los que dudan, para los incrédulos y para los que se confiesan pueblo del Faraón, se torna en execrable olor. También el mismo Moisés dice al Señor: Desde que he hablado con el Faraón, ha maltratado a tu pueblo 65.
Es cierto, en efecto, que antes de escuchar la Palabra de Dios, antes de conocer la predicación divina, no hay tribulación, no hay tentación, porque, si la trompeta no resuena, no comienza la guerra 66; pero cuando la trompeta de la predicación ha dado la señal de guerra, entonces sobreviene la aflicción, se desencadena todo el combate de las tribulaciones. Desde que Moisés y Aarón han comenzado a hablar al Faraón, es afligido el pueblo de Dios. Desde que la Palabra de Dios ha llegado a tu alma, se suscita necesariamente un combate dentro de ti entre las virtudes y los vicios; antes de llegar la palabra acusadora de Dios, los vicios moraban dentro de ti en paz; pero cuando la Palabra de Dios comenzó a juzgar a cada uno, entonces se levanta una gran perturbación y nace una guerra sin tregua. En efecto, ¿cuándo la injusticia puede estar de acuerdo con la justicia 67, la impudicia con la sobriedad, la verdad con la mentira?
Y por eso no nos turbemos demasiado si parece que nuestro olor resulta execrable para el Faraón, pues la virtud es tenida por execrable para los vicios. Más bien, del mismo modo que se dice a continuación que Moisés estuvo en pie ante el Faraón, permanezcamos también nosotros en pie contra Faraón 68, y no doblemos nuestra rodilla ni nos inclinemos, sino que estemos en pie ceñidos nuestros lomos en la verdad y calzados nuestros pies en la preparación del Evangelio de la paz 69. Así nos exhorta el Apóstol cuando dice: Manteneos firmes y no os atéis nuevamente al yugo de la esclavitud 70. En él permanecemos y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios 71. Nos mantenemos en pie confiadamente, si rogamos al Señor que asiente nuestros pies sobre la roca 72 para que no nos ocurra lo que dice el mismo profeta: por poco mis pies se me extravian, por poco mis pasos resbalan 73. Así pues, estemos en pie ante el Faraón, esto es, resistámosle en el combate, como dice el apóstol Pedro: Resistidle fuertes en la fe 74. También Pablo dice: Resistidle firmes en la fe y actuad como hombres 75. Ya que si permanecemos en pie con fuerza se conseguirá lo que pide el apóstol Pablo para los discípulos cuando dice: Bien pronto Dios triturará a Satanás bajo vuestros pies 76.
Cuanto más constante y fuertemente permanezcamos en pie, tanto más débil e impotente será el Faraón; pero si nosotros comenzamos a dudar o a debilitarnos, él se hará contra nosotros más fuerte y más constante. Verdaderamente se cumple en nosotros aquello de lo cual fue figura: cuando él alzaba las manos, Amalec era derrotado; pero si las dejaba caer cansadas y abajaba sus débiles brazos, entonces Amalec llevaba la mejor parte 77. Así también nosotros tendamos los brazos en el poder de la Cruz y elevemos en la oración unas manos santas en todo lugar sin ira ni discusiones 78, para que merezcamos el auxilio del Señor. También a esto nos exhorta el apóstol Santiago cuando dice: Resistid al diablo y huirá de vosotros 79.
Actuemos, pues, con fe plena, de modo que no sólo huya de nosotros, sino que Satanás sea triturado bajo nuestros pies 80, como también el Faraón fue sumergido en el mar y anegado en la profundidad del abismo 81. En cuanto a nosotros, si nos alejamos del Egipto de los vicios, franquearemos las olas del mundo como por un camino sólido por medio de nuestro Señor Jesucristo; a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén 82.
Notas
1 Cf. Ex 4, 10
2 Cf. Hch 7, 22
3 Cf Jn 1, 1
4 Sal 73, 22
5 Ex 4, 12."> Ex 4, 12.
6 Sal 81, 11
7 Ef 6, 19
8 Cf. Mt 15, 19
9 Cf. Rm 1, 29-30
10 Cf. Mt 12, 36
11 Cf. Sal 73, 8
12 Cf. 2Jn 7, 1
13 Cf. Lc 12, 10
14 Cf. Mt 12, 32
15 Jn 13, 27; Cf. Jn 13, 2
16 Cf. Lc 22, 4
17 Cf. 1Co 12, 10
18 1Jn 4, 1
19 Cf. Is 50, 5.4
20 Gn 21, 19
21 2R 6, 17.16
22 Sal 34, 8
23 Is 50, 5
24 Cf. Ex 23, 1
25 Sal 38, 14
26 Cf. Ex 23, 1
27 Ex 4, 12
28 Ex 4, 15
29 Ex 4, 27
30 Cf. Mt 17, 1 ss
31 Cf. Ex 4, 27
32 Cf. Ex 4, 12
33 Ex 5, 1
34 Cf. Lc 16, 13
35 1Jn 2, 15-16
36 Ex 3, 18
37 Jn 14, 6
38 Cf. Rm 10, 9
39 Cf Sal 50, 14
40 1Ts 5, 23
41 Cf. Mt 5, 8
42 Ex 8, 28
43 Cf. Lc 16, 29
44 Cf. Qo 9, 17
45 Cf. Ef 6, 12
46 Ex 5, 2
47 Cf. Jn 16, 11
48 Cf. Sal 73, 5
49 Ex 5, 2
50 Ex 8, 8
51 Cf. Ex 8, 19
52 Ex 5, 2
53 Cf. Mt 8, 29: Mc 1, 24: Mt 16, 16: Jn 11, 27
54 Ex 5, 2
55 Cf. 2Co 6, 14.15
56 Ex 5, 4
57 Cf. Mt 5, 21
58 Cf. Ex 5, 14.7
59 Cf. Jn 16, 11
60 Cf. Ex 5, 22
61 Rm 9, 6-7
62 Cf. Ex 5, 23.21
63 Jn 11, 50
64 2Co 2, 15.16
65 Cf. Ex 5, 22
66 Cf. 1Co 14, 8
67 Cf 2Co 6, 14
68 Cf Ex 8, 20; 9, 13
69 Cf. Ef 6, 14-15
70 Ga 5, 1
71 Cf. Rm 5, 2
72 Cf Sal 40, 3
73 Sal 73, 2
74 1P 5, 9
75 1Co 16, 13
76 Rm 16, 20
77 Cf. Ex 17, 11
78 Cf 1Tm 2, 8
79 St 4, 7
80 Cf. Rm 16, 20
81 Cf. Ex 15, 4 ss
82 Cf. 1P 4, 11