Padres de la Iglesia

ORÍGENES
Homilías sobre el Éxodo

Homilías: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13

Homilía VI
El cántico que cantaron Moisés con el pueblo y María con las mujeres

1. Leemos en las divinas Escrituras que se compusieron muchos cánticos. El primero de ellos es el que cantó el pueblo de Dios después de la victoria, una vez sumergidos los egipcios y el Faraón. Ciertamente es costumbre de los santos, cuando el adversario es derrotado, ofrecer a Dios un himno de acción de gracias, como hombres que saben que la victoria obtenido no se debe a su virtud, sino a la gracia de Dios. Entonces, mientras cantan el himno, toman panderos en sus manos, como se nos dice de María, hermana de Moisés y de Aarón 1.
También tú, si has cruzado el mar Rojo, si ves que los egipcios son sumergidos y anegados y que el Faraón es precipitado en el abismo, puedes cantar un himno a Dios, puedes lanzar tu grito de acción de gracias y decir: Cantemos al Señor, pues se ha cubierto gloriosamente de gloria; caballo y jinete ha arrojado al mar 2. Dirás estas palabras mejor y más dignamente si tienes un pandero en tu mano, esto es, si crucificas tu carne con sus vicios y concupiscencias 3 y si mortificas tus miembros terrenos 4.
Pero veamos qué significa: Cantemos al Señor, porque se ha cubierto gloriosamente de gloria 5. Por lo que puedo deducir, me parece que una cosa es cubrirse de gloria y otra distinta cubrirse gloriosamente de gloria. Pues mi Señor Jesucristo, cuando tomó carne de la Virgen por nuestra salvación, ciertamente se cubrió de gloria, puesto que vino a buscar lo que estaba perdido 6, pero no se cubrió gloriosamente de gloria 7. Efectivamente se dice de Él: Lo vimos y no tenía belleza ni apariencia y su rostro era despreciable para los hijos de los hombres 8.
Se cubrió de gloria también cuando fue a la cruz y sufrió la muerte. ¿Quieres saber qué se cubrió de gloria? Él mismo decía: Padre, llega la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique 9. Por tanto, para Él la pasión de la cruz era también una gloria; pero esta gloria no era gloriosa, sino humilde. Finalmente, se dice de Él: Se humilló hasta la muerte, y una muerte de cruz 10, de la que el profeta había predicho: condenémoslo a una muerte ignominiosa 11. También Isaías dice de Él: En la humildad su juicio fue sostenido 12. En todo esto se ha cubierto de gloria el Señor, pero por así decir, humildemente, no se ha cubierto gloriosamente de gloria 13.
Verdaderamente, convenía que el Cristo padeciese estas cosas y entrar así en su gloria 14, pero cuando venga en la gloria de su Padre y de los santos ángeles 15, cuando venga en su majestad a juzgar la tierra 16, cuando mate al verdadero Faraón, esto es, al diablo, con el soplo de su boca 17, cuando resplandezca en la majestad de su Padre 18 y después de la primera llegada en humildad, nos muestre su segunda llegada en gloria, entonces no sólo se cubrirá de gloria el Señor, sino que se cubrirá gloriosamente del gloria 19, cuando todos honren al Hijo como honran al Padre 20.
2. Caballo y jinete ha arrojado al mar; se ha hecho mi ayuda y protector para mi salvación 21. Los hombres que nos persiguen son caballos, y por así decir, todos los que han nacido en la carne son, en sentido figurado, caballos. Pero éstos tienen sus jinetes. Hay caballos que monta el Señor y recorren toda la tierra, de los cuales se dice: Tu caballería es mi salvación 22.
Pero hay también caballos que tienen como jinetes al diablo y sus ángeles. Judas era un caballo, pero mientras tuvo como jinete al Señor 23, perteneció a la caballería de la salvación. Enviado con los otros apóstoles, procuró a los enfermos la salvación, a los débiles, la salud; pero cuando se sometió al diablo -después del bocado entró en él Satanás- 24 Satanás se convirtió en su jinete y conducido por sus riendas comenzó a cabalgar contra nuestro Señor y Salvador. Así, todos los que persiguen a los santos son caballos que relinchan, pero tienen jinetes que los conducen, los ángeles malos, y por eso son feroces. Si alguna vez ves que un perseguidor tuyo es demasiado cruel, sabe que es espoleado por su jinete, el demonio, y por eso es cruel, por eso es feroz.
El Señor, pues, caballo y jinete ha arrojado al mar, y se ha hecho para mi mi salvación. Él es mi Dios, yo lo honraré; el Dios de mi Padre, yo lo exaltaré 25. Éste es mi Dios y el de mi Padre. Nuestro Padre, que nos creó y engendró, es Cristo y Él dice: Voy a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios 26. Si, pues, yo reconozco que Dios es mi Dios, lo glorificaré; si reconozco que el Dios de mi Padre es Cristo, lo exaltaré: pues la interpretación más profunda es que Cristo, para precisar y fortalecer la verdad de un único Dios, llama Dios suyo al que llama Padre por naturaleza. El Señor destruye las guerras, su nombre es el Señor 27. No pienses que el Señor destruye solamente las guerras visibles, también destruye las que hay en nosotros, no contra la carne y la sangre, sino contra los principados y potestades y contra los rectores de este mundo de tinieblas 28. En efecto, su nombre es el Señor 29, y no hay ninguna criatura de la que no sea Señor.
3. Precipitó en el mar los carros del Faraón y su ejército, hundió en el mar Rojo a sus jinetes elegidos y a sus tres auxiliares 30. El Faraón, como corresponde al más potente en malicia y jefe del reino de la maldad, conduce cuadrigas 31. No le es suficiente montar un caballo; conduce varios al mismo tiempo, empuja a varios al mismo tiempo con los golpes del torcido látigo. A los que veas más abyectos en lujuria, más feroces en crueldad, más repugnantes en la avaricia, más desvergonzados en la impiedad, sabe que éstos pertenecen a las cuadrigas del Faraón; sobre éstos se sienta, a éstos unce a su carro, con éstos corre y se desplaza y a éstos conduce con las riendas bien atadas por los anchos campos de los crímenes. Hay también jinetes elegidos 32; elegidos, sin duda, por su maldad.
Ya antes hemos hablado de los jinetes. Ahora veamos qué son los tres auxiliares. A mí me parece que los tres auxiliares significan que los hombres tienen un triple camino para el pecado; se peca con las obras, con las palabras o con el pensamiento. Y así se llama tres auxiliares a cada uno de los que nos muestran los caminos para pecar y siempre nos espían y tienden insidias: uno, para sacar de un pobre hombre una palabra mala, otro, para arrancar una acción inicua, el otro, para robar un mal pensamiento. Finalmente se habla de un triple lugar donde cae y muere la semilla de la Palabra de Dios: se dice que una parte cae a lo largo del camino, y que es pisada por los hombres; otra, entre espinas; otra, entre piedras 33. Y al contrario, se dice que la tierra buena produce un triple fruto, el ciento, el sesenta o el treinta por uno 34.
Hay, pues, también un triple camino para hacer el bien: se hace el bien con las obras, con el pensamiento o con la palabra. Lo mismo indica el Apóstol, cuando dice: El que edifica sobre este fundamento, oro, plata y piedras preciosas 35, indicando el triple camino del bien. Igualmente, añade el triple camino del mal, cuando dice: madera, heno, paja 36 Por tanto, estos tres auxiliares son los ángeles malos del ejército del Faraón, que, puestos en estos caminos, nos observan a cada uno de nosotros para conducirnos por ellos al pecado; a ellos los hundirá Dios en el mar Rojo, los entregará en el día del juicio a olas encendidas y los sumergirá en un océano de penas, si tú, siguiendo a Dios, te sustraes de su poder.
4. Cayeron en el abismo como una piedra 37. ¿Por qué cayeron en el abismo como una piedra? Porque no eran piedras de las que se pueden suscitar hijos de Abraham 38, sino de las que aman el abismo y prefieren el elemento líquido, esto es, que son seducidos por el placer amargo y efímero de las cosas presentes. Por eso se dice de ellos: se hundieron como plomo en las aguas caudalosas 39. Los pecadores son pesados. Finalmente se muestra a la iniquidad sentada sobre una mesa de plomo 40, como dice el profeta Zacarías: Vi, —dice—, una mujer sentada sobre una mesa de plomo, y dije: ¿Quién es ésta? Y respondió: la iniquidad 41. Ésta es la razón de que los inicuos sean hundidos en el abismo, como el plomo en las aguas caudalosas 42. Pero los santos no se hunden, sino que andan sobre las aguas, porque son ligeros y no están lastrados por el peso del pecado. Así el Señor y Salvador anduvo sobre las aguas 43, Él que no conoció pecado 44. Anduvo también su discípulo Pedro, aunque temblase un poco 45; no era tan grande ni tan perfecto que no tuviese en sí mezclado ni siquiera un poco de plomo. Tuvo, aunque poco. Por eso le dice el Señor: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? 46
Por esta razón el que es salvado es salvado por el fuego, para que si por casualidad alguno tuviese mezclado algo de plomo, sea reducido y disuelto por el fuego, para que todo sea oro bueno, porque se dice que el oro de la tierra que han de habitar los santos, es bueno 47 y como el horno prueba el oro 48, así la tentación prueba a los justos. Por tanto, es preciso que todos vengan al fuego, que todos vengan a la fundición. Se sienta el Señor y funde y purifica a los hijos de Judá 49.
Cuando se llega allí, si alguno presenta muchas obras buenas y un poco de iniquidad, ese poco será fundido y purificado por el fuego como el plomo, y todo será oro puro. Y si alguno ofreciese más plomo, más será consumido, para que más sea reducido, de modo que aunque tuviese poco oro, no obstante quede purificado. Ahora bien, si alguno llegase allí siendo todo él plomo, se hará de él lo que está escrito: será hundido en el abismo, como plomo en las aguas caudalosas 50. Pero sería muy largo exponerlo todo por su orden; basta limitarse a unos pocos pasajes.
5. ¿Quién como Tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como Tú? Glorioso en santidad, admirable en majestad, autor de maravillas 51. La expresión ¿Quién como Tú entre los dioses? no compara a Dios con los ídolos de los pueblos, ni con los demonios, que se arrogan para si mismos el nombre de los dioses, sino que llama dioses a aquellos que son dioses por gracia y participación de Dios. De ellos en otro lugar dice la Escritura: Yo dije: sois dioses 52, y de nuevo: Dios se alza en la asamblea de los dioses 53. Ahora bien, aunque sean capaces de Dios y hayan recibido este nombre por gracia, no obstante ninguno de ellos es similar a Dios en poder o en naturaleza. Y aunque el apóstol Juan diga: Hijitos, todavía no sabemos lo que seremos; cuando se nos revele—lo dice del Señor—seremos semejantes a Él 54, esta semejanza no se refiere a la naturaleza, sino a la gracia.
Es como si dijéramos, por ejemplo, que una pintura es semejante a aquel cuya imagen aparece en la pintura; en lo que concierne a la belleza se dice similar, en lo que concierne a la sustancia, es bien distinta. En efecto, una cosa es el aspecto de la carne y la belleza de un cuerpo vivo, cosa distinta es una capa de colores y cera superpuestas a tablas carentes de conciencia. Por tanto, nadie hay semejante al Señor entre los dioses; nadie invisible, nadie incorpóreo, nadie inmutable, nadie sin principio ni fin, nadie que sea creador de todas las cosas a no ser el Padre, con el Hijo y el Espíritu Santo.
6. Extendiste tu diestra y los tragó la tierra 55 También hoy la tierra devora a los impíos. ¿O no te parece que la tierra devora a aquel que siempre piensa en la tierra 56, que siempre realiza actos terrenos, que habla de la tierra, discute sobre la tierra, desea la tierra y pone toda su esperanza en la tierra; a aquel que no mira al cielo, el que no piensa en lo que ha de venir, el que no teme al juicio de Dios ni desea los bienes que Él promete, sino que siempre piensa en lo presente y suspira por lo terreno? Cuando veas a uno semejante, se ha de decir que lo ha tragado la tierra 57. Si ves a alguno entregado a la lujuria de la carne y a los placeres del cuerpo, en el que el espíritu no tiene ninguna fuerza, sino que todo lo ha conquistado la pasión de la carne, se ha de decir también de éste que lo ha tragado la tierra. Todavía me impresiona esto que dice: Extendiste tu diestra y los devoró la tierra 58, como si la causa de que fueran devorados por la tierra, fuese que Dios extendió su diestra.
Si consideras que el Señor, exaltado en la cruz, durante todo el día extendió sus manos a un pueblo no creyente y rebelde 59, y cómo ha castigado la muerte por el crimen cometido al pueblo infiel que gritó: Crucifícale, crucifícale 60 entenderás claramente que extendió su diestra y los devoró la tierra 61. Sin embargo, no hay que desesperar del todo. Pues es posible que, si se arrepiente con fuerza el que ha sido devorado, pueda ser vomitado de nuevo, como Jonás 62. Yo creo que hasta el momento la tierra nos retenía a todos nosotros devorados en las profundidades del infierno; y por eso nuestro Señor descendió no sólo hasta la tierra, sino también a las regiones inferiores de la tierra 63; y allí nos encontró devorados y sentados en sombra de muerte 64, y sacándonos de allí nos prepara, no ya un lugar en la tierra para que no seamos de nuevo devorados, sino un lugar en el Reino de los cielos.
7. Has guiado con tu justicia al pueblo que has liberado. Lo has consolado con tu poder en tu descanso santo 65. El Señor guía en la justicia a su pueblo, al que ha liberado por el baño de la regeneración 66; lo consuela también con la consolación del Espíritu Santo por su fuerza y en su descanso 67 Pues la esperanza de los bienes futuros procura el descanso para los que trabajan; como también la esperanza de la corona mitiga el dolor de las heridas de los que han sido expuestos a la lucha.
8. Lo oyeron las gentes y se han airado, se apoderó el dolor de los habitantes de Filistea. Entonces se apresuraron los jefes de Edom y los príncipes de los moabitas, los agarró un temblor. Languidecieron todos los habitantes de Canaán 68. Por lo que pertenece a la historia, no consta que ninguno de estos pueblos haya tenido parte en las maravillas cumplidas: ¿Cómo podrá ser que han sido aterrorizados por un temblor, o que se han apresurado como dice, o que se airaron los filisteos, los moabitas y Edom y las otras naciones que nombra? Pero si volvemos a la inteligencia espiritual, encontrarás que los filisteos, esto es, «los pueblos que caen», y Edom, que significa «terreno», tiemblan y que todos sus jefes corren de acá para allá y tienen miedo del dolor, viendo sus reinos, que están en el infierno, invadidos por el que descendió a las regiones inferiores de la tierra 69, para librar a los que estaban poseídos por la muerte.
A éstos los agarró un temor y un temblor 70, porque sintieron la grandeza de su brazo 71. Por eso también languidecen todos los habitantes de Canaán 72, que significan «mudables» y «móviles», cuando ven que sus reinos son conmovidos, que es atado el fuerte y sus bienes robados 73. Que vengan sobre ellos el temor y el temblor de la grandeza de tu brazo 74. ¿Qué temen los demonios? ¿Por qué tiemblan? Sin duda, temen a la cruz de Cristo, en la que han sido vencidos, en la que han sido despojados sus principados y potestades 75. Así pues, el temor y el temblor caen sobre ellos, cuando ven el signo de la cruz fielmente fijado en nosotros, y la grandeza de este brazo 76 que el Señor extendió en la cruz, como dice: Durante todo el día he extendido mis manos a un pueblo no creyente y rebelde contra mi 77. Por tanto no te temerán, ni llegará a ellos el miedo de ti, a no ser que vean en ti la cruz de Cristo, y a no ser que puedas decir: Lejos de mí el gloriarme si no es en la cruz de mi Señor Jesucristo, por la que el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo 78.
9. Vuélvanse como piedra, Señor, hasta que pase tu pueblo; hasta que pase el pueblo que te has adquirido 79. Volverse como piedra no es ser piedra por naturaleza; ya que algo se convierte sólo en lo que antes no era. Decimos esto por aquellos que dicen que el Faraón o los egipcios eran de mala naturaleza, y que no llegaron a esta situación por el ejercicio de su libertad; pero también por aquellos que acusan de crueldad a Dios Creador, porque transforma los hombres en piedras. Éstos, antes de blasfemar, consideran con sumo detenimiento lo que está escrito. En efecto, no se dice sin más: vuélvanse como piedra, sino que se establece el tiempo, y se determina la medida de la condenación. Se dice, en efecto: hasta que pase tu pueblo, lo que quiere decir que después del paso del pueblo ya no son como piedras.
Creo que en esta expresión se esconde algo de profecía. Veo en efecto que el primer pueblo, el que existió antes que nosotros, fue hecho como piedra, duro e incrédulo; pero no como para permanecer en la naturaleza de la piedra por siempre, sino mientras pasa este pueblo que te has adquirido: la ceguera, ha alcanzado sólo en parte a Israel 80—al Israel según la carne—hasta que entre la plenitud de las naciones 81 Cuando haya entrado la plenitud de las naciones, entonces todo Israel, que por la dureza de su incredulidad había sido hecho como piedra, será salvado 82. ¿Quieres ver cómo será salvado? Dios puede suscitar hijos de Abraham de estas piedras 83. Así pues, ahora permanecen las piedras, hasta que pase tu pueblo, Señor, el pueblo que te has adquirido 84.
Pero si el mismo Señor es Creador de todas las cosas, hay que ver en qué sentido se dice que se ha adquirido lo que sin ninguna duda es suyo -se dice también en un cántico del Deuteronomio: ¿No es Él tu Dios, el que te hizo y te ha adquirido?- 85; pues parece que uno adquiere lo que no es suyo. Por eso los herejes dicen, acerca del Salvador, que no eran suyos aquellos que se adquirió; porque, pagando el precio, habría comprado a los hombres que había hecho el Creador. Y es seguro, dicen, que todo el mundo compra lo que no es suyo; el Apóstol dice: Habéis sido comprados a buen precio 86. Pero escucha lo que dice el profeta: Os habéis vendido a vuestros pecados, y por vuestras iniquidades he repudiado a vuestra madre 87.
Ves, por tanto, que todos somos ciertamente criaturas de Dios, pero que cada uno es vendido a sus pecados y se aleja del propio Creador por sus iniquidades. Somos de Dios, puesto que hemos sido creados por Él; hemos llegado a ser siervos del diablo, porque nos hemos vendido a nuestros pecados. Viniendo Cristo nos ha redimido 88, mientras que nosotros servimos a aquel señor a quien nos hemos vendido cuando pecamos. Y así parece que recibe como suyos a los que había creado, y que adquiere como si fuesen extranjeros a los que, al pecar, se habían buscado un dueño extraño. Quizá se dice rectamente que Cristo nos ha recatado, Él, que dio su sangre en precio por nosotros. ¿Ha dado el diablo algo semejante para comprarnos? Entonces, si te parece, escucha. El homicidio es dinero del diablo; él es homicida desde el principio 89. ¿Has cometido un homicidio?: has recibido dinero del diablo. El adulterio es dinero del diablo; en efecto el adulterio lleva en sí mismo la imagen y la inscripción 90 del diablo. ¿Has cometido adulterio?: has recibido monedas del diablo. El robo, el falso testimonio, el pillaje, la violencia... todas estas cosas son el censo y el tesoro del diablo; semejante moneda procede de su cuño. Con ella paga él a los que compra, y hace siervos suyos a todos los que han recibido algo de este censo por poco que sea.
Yo temo que el diablo, sin saberlo nosotros, compre ocultamente a algunos de los que están en la Iglesia, de los que están aquí presentes; e incluso que dé a algunos de nosotros esta moneda que hemos mencionado antes y los vuelva a hacer suyos, y que de nuevo escriba para ellos tablas de esclavitud y una carta de pecado 91, y mezcle con los siervos de Dios a los que ha hecho siervos suyos por el pecado. En efecto, él suele mezclar el trigo con la cizaña, porque es enemigo del hombre 92.
No obstante, si alguno, engañado, ha aceptado ese dinero del diablo, no desespere completamente, pues es misericordioso y compasivo el Señor 93, y no quiere la muerte de su criatura, sino que se convierta y viva 94. Que borre lo que ha hecho con su penitencia, con su llanto, su reparación. Dice el profeta: Cuando, una vez convertido llores, entonces serás salvo 95. Nos hemos detenido un poco más con la intención de exponer en qué sentido se puede decir que Dios adquiere aquello que ya era suyo y que Cristo redime con su sangre preciosa 96 a aquellos que el diablo había comprado con el vil salario del pecado.
10. Conduciéndolos, plántalos en el monte de tu heredad 97. No quiere Dios plantarnos en Egipto ni en lugares bajos y despreciables, más bien quiere que los que El planta sean plantados en el monte de su heredad. Por eso el añadir: conduciéndolos, plántalos 98, ¿no te recuerda a lo que se dice de los niños, que son conducidos a la escuela, conducidos a la cultura literaria, a toda clase de erudición? Comprende, pues, por estas cosas—si tienes oídos para oír—99 cómo planta Dios, para que, cuando oigas que El conduce y planta, no pienses que hunde en la tierra brotes de higuera o de otro tipo. Oye, según otros pasajes, cómo planta Dios.
Dice el profeta: Transportaste una viña desde Egipto, expulsaste a las gentes y la has plantado. Preparaste un camino ante ella, plantaste sus raíces y ha llenado la tierra. Cubrió los montes con su sombra, y con sus pámpanos los cedros de Dios 100. ¿Te das cuenta ya de cómo planta Dios y dónde planta? No planta en los valles, sino en los montes, en lugares altos y elevados. A los que saca de Egipto, a los que conduce del mundo a la fe, no quiere colocarlos de nuevo en lugares bajos, al contrario, quiere que su vida sea sublime. Quiere que habitemos en los montes, aún más, no quiere que, incluso en las mismas montañas, andemos tirados por la tierra, ni quiere que su viña tenga los frutos tirados por el suelo, sino que sus vástagos sean empujados hacia arriba, sean colocados en lo alto, lleguen a ser sarmientos y no sobre cualquier clase de árbol, sino sobre los excelsos y altísimos cedros de Dios.
Yo considero cedros de Dios a los profetas y los apóstoles, si nos unimos a ellos, nosotros, la viña que Dios ha transportado desde Egipto, y gracias a sus ramas se extienden nuestros vástagos, y si apoyados en ellos, llegamos a ser sarmientos injertados en ellos por mutuos vínculos de caridad, produciremos sin duda fruto abundante. Pues todo árbol que no da fruto será cortado y arrojado al fuego 101.
11. En tu morada preparada, Señor, la que tú has preparado 102, Contempla la bondad del clemente Señor. No quiere llevarte a trabajar, no quiere que tú mismo te hagas tu morada, te conduce a una habitación ya preparada. Escucha al Señor que dice en el Evangelio: Otros trabajaron y vosotros aprovecháis su trabajo 103.
12. Santuario, Señor, que han preparado tus manos 104. Se llama santuario al tabernáculo o templo de Dios que santifica a los que se llegan a él. Le llama no hecho por mano de hombre 105, sino por la mano de Dios. ¿Por qué? Para ti Dios planta, edifica; se hace agricultor, se convierte en constructor para que no te falte nunca nada. Escucha también a Pablo: Sois la agricultura de Dios, sois su edificación 106. ¿Qué es, pues, este santuario que no ha sido hecho por mano de hombres, sino preparado por las manos de Dios? Escucha a la Sabiduría que dice que se construyó a sí misma una casa 107.
Yo creo que es correcto entender esto acerca de la encarnación del Señor. En efecto, no ha sido hecha por mano de hombre 108, esto es, no por obra humana se ha edificado el templo de la carne 109 en la Virgen, sino, como había predicho Daniel, la piedra extraída sin ayuda de las manos, creció y se hizo un gran monte 110. Éste es el santuario de la carne asumida y sin manos, esto es, sin obra de los hombres, sacado del monte de la naturaleza humana y de la substancia de la carne.
13. Señor, que reinas por los siglos de los siglos y por siempre jamás 111. Cada vez que se dice por los siglos, se indica una cierta cantidad de tiempo, pero también que hay un fin; y si se dice «por otro siglo», se indica con toda seguridad un tiempo más largo, pero también se pone un fin; y cada vez que se dice por los siglos de los siglos se indica un término, tal vez desconocido para nosotros, pero al menos fijado por Dios. Lo que se añade en este lugar: por siempre jamás no permite ningún sentido de término o de fin. Pues a pesar de todo lo que puedas pensar que implica para ti la existencia de un fin, la palabra profética te dice: por siempre jamás, como si te hablase a ti y te dijese: ¿piensas que Dios va a reinar por los siglos de los siglos?: También por siempre jamás. ¿Crees que por los siglos de los siglos?: Por siempre jamás. Y digas lo que digas sobre la duración de su reino, siempre te dice el profeta: Por siempre jamás 112.
14. Porque la caballería del Faraón, con sus carros y jinetes, entró en el mar, y el Señor lanzó sobre ellos el agua del mar; pero los hijos de Israel anduvieron a pie enjuto por en medio del mar 113.
También tú, si eres hijo de Israel, puedes andar a pie enjuto por en medio del mar; si te encuentras en medio de una nación perversa y depravada como la luz del sol que contiene la palabra de la vida para la gloria 114, puede ocurrir que, marchando tú en medio de los pecadores, no te moje el agua del pecado; puede ocurrir que, caminando tú por este mundo, no te salpique ninguna ola de lujuria, no te asalte ningún arrebato de pasión. El que es egipcio y sigue al Faraón, ése es sumergido por las olas de los vicios. En cambio, el que sigue a Cristo y anda como Él anduvo 115, las aguas levantan a su derecha y a su izquierda una muralla y camina por en medio a pie enjuto 116. No se desvía a derecha ni a izquierda 117, hasta que salga a la libertad y cante un himno de victoria al Señor diciendo: Cantaré al Señor, porque se ha cubierto gloriosamente de gloria 118, por Jesucristo nuestro Señor; a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén 119.

Notas

1 Cf. Ex 15, 20
2 Ex 15, 1
3 Cf. Ga 5, 24
4 Cf. Col 3, 5
5 Ex 15, 1
6 Cf. Mt 18, 11
7 Cf. Ex 15, 1
8 Cf. Is 53, 2-3
9 Jn 17, 1
10 Flp 2, 8
11 Sb 2, 20
12 Is 53, 8
13 Cf. Ex 15, 1
14 Lc 24, 26
15 Cf. Lc 9, 26
16 Cf. Sal 96, 13; Sal 98, 9
17 Cf. 2Ts 2, 8
18 Cf. Lc 9, 26
19 Cf. Ex 15, 1
20 Jn 5, 23
21 Ex 15, 1-2
22 Ha 3, 8
23 Cf. Mt 10, 1
24 Jn 13, 27
25 Ex 15, 3
26 Jn 20, 17
27 Ex 15, 3
28 Cf. Ex 6, 12
29 Ex 15, 3
30 Ex 15, 4
31 Cf. Ex 15, 4
32 Cf. Ex 15, 4
33 Cf. Mt 13, 4-7
34 Cf. Mt 13, 8
35 1Co 3, 12
36 1Co 3, 12
37 Ex 15, 5
38 Cf. Mt 3, 9
39 Ex 15, 10
40 Cf. Za 5, 7
41 Cf. Za 5, 5-8
42 Cf. Ex 15, 5-10
43 Cf. Mt 14, 25
44 Cf. 2Co 5, 21
45 Cf. Mt 14, 29-30
46 Mt 14, 31
47 Cf. Gn 2, 12
48 Cf. Pr 17, 3
49 Cf. Ml 3, 3
50 Cf. Ex 15, 10.5
51 Ex 15, 11
52 Sal 82, 6
53 Sal 82, 1
54 1Jn 3, 2
55 Ex 15, 12
56 Cf. Flp 3, 19
57 Cf. Ex 15, 12
58 Ex 15, 12
59 Cf Is 65, 2
60 Lc 23, 21
61 Cf. Ex 15, 12
62 Cf. Jon 2, 11
63 Cf. Ef 4, 9
64 Cf. Lc 1, 79
65 Ex 15, 13
66 Cf. Tt 3, 5
67 Cf. Ex 15, 13
68 Ex 15, 14-15
69 Cf. Ef 4, 9
70 Cf. Ex 15, 15-16
71 Cf. Ex 15, 16
72 Cf. Ex 15, 15
73 Cf. Mt 12, 29
74 Ex 15, 16
75 Cf. Col 2, 15
76 Cf. Ex 15, 16
77 Is 65, 2
78 Ga 6, 14
79 Ex 15, 16
80 Rm 11, 25
81 Rm 11, 25
82 Cf. Ex 15, 16
83 Mt 3, 9
84 Cf. Ex 15, 19
85 Dt 32, 6
86 1Co 7, 23
87 Is 50, 1
88 cf.Ga 3, 13
89 Cf. Jn 8, 44
90 Cf. Mt 22, 20
91 Cf. Col 2, 14
92 Cf Mt 11, 25.28
93 Cf Sal 111, 4
94 Cf. Ez 33, 11
95 Cf. Is 45, 22
96 Cf. 1P 1, 19
97 Ex 15, 17
98 Ex 15, 17
99 Cf. Mt 13, 43
100 Cf. Sal 80, 9-11
101 Lc 3, 9
102 Ex 15, 17
103 Jn 4, 38
104 Ex 15, 17
105 Cf. Hb 9, 24
106 Cf. 1Co 3, 9
107 Pr 9, 1
108 Cf. Hb 9, 24
109 Cf. Jn 2, 21
110 Cf. Dn 2, 34.35
111 Ex 15, 18
112 Cf. Ex 15, 18
113 Ex 15, 19
114 Flp 2, 15-16
115 Cf. 1Jn 2, 6
116 Cf. Ex 14, 22
117 Cf. Dt 17, 20
118 Ex 15, 1
119 Cf. 1P 4, 11