Padres de la Iglesia

ORÍGENES
Homilías sobre el Éxodo

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Homilía VII
La amargura del agua de Mará

1. Después del paso del mar Rojo y de los secretos del magnífico misterio, después de los coros y los panderos, después de los himnos triunfales, se llega a Mará. Pero el agua de Mará era amarga, y no la podía beber el pueblo. ¿Por qué después de tan grandes y magníficas maravillas el pueblo de Dios es llevado a aguas amargas y al peligro de la sed? Dice: Llegaron los hijos de Israel a Mará, y no podrán beber agua de Mará, porque era amarga; por eso aquel lugar fue llamado con el nombre de Amargura 1.
¿Qué añade después de esto? Clamó Moisés al Señor, y el Señor le mostró una vara; la introdujo en el agua y el agua se volvió dulce. Allí Dios estableció para ellos preceptos y juicios 2. Allí, en el lugar de la amargura, en el lugar de la sed y, lo que es más grave aún, de la sed en medio de abundantes aguas, allí Dios estableció para ellos preceptos y juicios 3. ¿No había un lugar más digno, más apto, más fértil que este lugar de amargura? Además se añade: le mostró al Señor una vara, la introdujo en el agua y el agua se volvió dulce 4; es ciertamente admirable que Dios mostrase una vara a Moisés, que Moisés la introdujese en el agua y que el agua se volviese dulce. Como si Dios no pudiese volver dulce el agua sin ayuda de la vara. ¿O no conocia Moisés la vara, para que se la mostrase Dios?
Debemos ver en estas cosas la belleza del sentido interior. Yo creo que la Ley, si es interpretada literalmente, es muy amarga y es lo que representa Mará. ¿Qué hay, en efecto, tan amargo como que un niño tenga que recibir al octavo día la herida de la circuncisión 5 y sufra ya en la tierna infancia el rigor de la espada? Bastante amarga, y muy amarga es la copa de esta Ley, tanto que el pueblo de Dios—no el que fue bautizado en Moisés, en el mar y en la nube 6, sino el que fue bautizado en Espíritu y agua—7 no puede beber de este agua; no puede gustar de la amargura de la circuncisión, ni puede soportar la amargura de los sacrificios y la observancia del sábado. Pero si Dios muestra la vara que ha introducido en esta amargura para que se vuelva dulce el agua de la Ley, entonces puede beber de ella.
¿Cuál es la vara que Dios muestra? Nos lo enseña Salomón cuando dice de la Sabiduría: Ella es un árbol de vida para todos los que la abrazan 8 Si, pues, la vara de la Sabiduría de Cristo fuese introducida en la Ley, y nos mostrase cómo deben ser entendidos la circuncisión y el sábado, cómo se ha de observar la Ley de la lepra, cómo hacer el discernimiento entre lo puro y lo impuro, entonces se volvería dulce el agua de Mará, la amargura de la letra de la Ley sería convertida en la dulzura de la inteligencia espiritual y entonces podría beber el pueblo de Dios.
Si no se interpretan estas cosas espiritualmente, el pueblo que ha abandonado los ídolos y se ha refugiado en Dios 9, al oír la Ley que prescribe sacrificios, huye al instante y no puede beber, porque lo experimenta amargo y áspero. En efecto, si uno edifica de nuevo lo que antes ha destruido, se hace prevaricador 10. Por tanto, en la amargura de Mará, esto es, en la letra de la Ley, estableció el Señor preceptos y testimonios 11. ¿No te parece que, igual que en un vaso, en la letra de Ley ha escondido Dios los tesoros de su sabiduría y de su ciencia? Esto es lo que quiere decir: Allí puso Dios para ellos preceptos y testimonios 12. Esto era también lo que el Apóstol decía: Llevamos este tesoro en vasos de barro, para que la sublimidad de este poder sea de Dios, y no nuestra 13.
Para que pueda ser bebida este agua de Mará, muestra Dios una vara 14, para que sea introducida en ella, de modo que el que beba no muera, no sienta su amargura. Por ello nos consta que, si alguno quiere beber de la letra de la Ley sin el árbol de la vida 15, esto es, sin el misterio de la cruz, sin la fe de Cristo, sin inteligencia espiritual, entonces morirá por exceso de amargura. Sabiendo esto el Apóstol, decía: la letra mata 16; esto es decir abiertamente que el agua de Mará mata, si no se bebe transformada y convertida en dulzura.
2. ¿Qué se dice a continuación? Después que Dios estableció para ellos preceptos y juicios 17 se dice: Allí le puso a prueba diciendo: si escuchas bien la voz del Señor tu Dios, y haces ante Él lo que le agrada; si oyes sus preceptos y los guardas, no te impondré ninguna de las enfermedades que he impuesto a los egipcios. Yo soy el Señor, que te curo 18.
Me parece bien explicar con qué intención se dieron las prescripciones, los juicios y los mandamientos de la Ley: para ponerlos a prueba, para ver si oían la voz del Señor y cumplían sus mandamientos 19. Pues en lo que respecta al antiguo pueblo, ¿qué de bueno o de perfecto se podía mandar a los que murmuraban y se revelaban? Así, poco después se vuelven a los ídolos y olvidados los beneficios y las maravillas de Dios, levantan una cabeza de ternero 20. Por eso se les dan preceptos para ponerlos a prueba.
De ahí lo que les dice el Señor por el profeta Ezequiel: Os he dado preceptos y prescripciones que no son buenas, en las que no podréis vivir 21, probados en los preceptos del Señor, no fueron encontrados fieles. Por eso se ha mostrado que el mandamiento que era para la vida, para ellos es para la muerte 22, porque uno solo y el mismo mandamiento engendra, si se observa, la vida; si no se observa, engendra la muerte. Por esto, porque engendra la muerte para los que no lo cumplen, se dice que son mandamientos no buenos, en los cuales no pueden vivir 23. Pero puesto que se ha mezclado a ellos el árbol de la cruz de Cristo, de modo que han sido transformados en dulzura y se pueden cumplir, comprendidos espiritualmente, los mismos son llamados mandamientos de vida, como dice en otro lugar: Escucha, Israel, los mandamientos de la vida 24. Veamos ahora qué se promete si se observan. Dice: Si guardáis mis preceptos, no os impondré ninguna de las enfermedades que he impuesto a los egipcios 25. ¿Qué quiere decir? ¿Que, si alguno observa los mandamientos, no padecerá ninguna enfermedad?, esto es, ¿que no tendrá fiebre ni otros dolores corporales? No creo que sea esto lo que se promete a los que cumplen los mandamientos divinos. Por lo demás tenemos una prueba en Job, justísimo y muy observante de toda piedad, que fue llenado de milésimas úlceras de pies a cabeza 26.
No se dice que no tendrán enfermedades los que guardan los mandamientos, sino que no tendrán las enfermedades que tienen los egipcios; el mundo es llamado, en sentido figurado, Egipto. Por tanto amar el mundo y las cosas que están en el mundo 27 es una enfermedad egipcia. Observar los días, los meses y los tiempos 28, buscar signos, guiarse por el curso de las estrellas, es una enfermedad egipcia. Servir a la lujuria de la carne, entregarse a los placeres 29, abandonarse a la molicie, es una enfermedad egipcia. Está libre de estos males y enfermedades el que guarda los mandamientos.
3. Después de esto, dice: Llegaron a Elim y había allí doce fuentes de agua y setenta palmeras 30. ¿Piensas que no hay alguna razón para que el pueblo no haya sido conducido primero a Elim, donde había doce fuentes de agua, en las que no había nada de amargura, sino al contrario gran belleza por la densidad de las palmeras, y haya sido primero conducido a las aguas amargas y saladas, que se volvieron dulces gracias a la vara mostrada por el Señor, y después a las fuentes?
Si seguimos sólo la historia, no nos edifica mucho saber a qué lugar llegaron primero y a cuál después; pero si exploramos el misterio escondido en estas cosas, encontramos el orden de la fe. El pueblo es conducido primero a la letra de la Ley; mientras permanece en su amargura, no puede alejarse de ella; pero cuando ha sido transformada en dulce por el árbol de la vida 31 y ha comenzado a ser espiritualmente comprendida, entonces del Antiguo Testamento se pasa al Nuevo, y se llega a las doce fuentes apostólicas. Allí también se encuentran setenta palmeras32; en efecto, no sólo los doce apóstoles predicaron la fe de Cristo, sino que se nos dice que otros setenta fueron enviados a predicar la Palabra de Dios 33, para que, gracias a ellos, el mundo conociese las palmas de la victoria de Cristo. No es suficiente para el pueblo de Dios beber el agua de Mará, aunque se haya convertido en dulce, aunque gracias al árbol de la vida 34 y al misterio de la cruz haya sido expulsada toda la amargura de la letra. Por sí solo, el Antiguo Testamento no sirve para beber; hay que llegar al Nuevo Testamento, del cual se bebe sin escrúpulo y sin ninguna dificultad. Los judíos ahora están en Mará, se sientan hoy en aguas amargas; todavía no les ha mostrado Dios el árbol mediante el cual se volvieron dulces sus aguas 35. En efecto, ya les había dicho el profeta: Si no creéis, no comprenderéis 36.
4. Después de esto, está escrito: El segundo mes, después de haber partido de Egipto, el día quince del mes, murmuró el pueblo contra Moisés, diciendo: ¡ojalá hubiésemos muerto en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos panes hasta saciarnos, porque nos has sacado a este destierro para matar de hambre a toda la asamblea 37. Para corrección de los lectores se indica el pecado del pueblo, que murmuró y fue ingrato con los beneficios divinos, cuando había recibido el maná celestial; pero, ¿por qué se dice también el día en el que el pueblo murmuró? En el segundo mes, el día quince del mes 38.
Ciertamente, no se ha escrito sin un motivo. Acuérdate de las leyes que se dictaron sobre la Pascua y encontrarás en ellas que se trata del tiempo establecido para que celebraran la segunda Pascua aquellos que eran impuros en el alma y estaban ocupados en negocios en países extranjeros 39. Por tanto, los que no fueron impuros en el alma y no estaban de viaje en países lejanos, el día catorce del primer mes 40 celebraron la Pascua. Pero los que estaban de viaje en países lejanos y eran impuros 41 hacen en este tiempo la segunda Pascua, en la cual desciende maná del cielo. En el día en que se celebró la primera Pascua, no desciende el maná, sino que desciende en éste en el que se celebra la segunda Pascua. Veamos, pues, ahora, cuál es aquí el orden del misterio. La primera Pascua es del primer pueblo; la segunda Pascua es nuestra. Nosotros hemos sido impuros en el alma 42, nosotros que adorábamos al leño y a la piedra 43, y no conociendo a Dios, servíamos a aquellos que por naturaleza no eran dioses 44. Nosotros éramos también los que estábamos de viaje en países lejanos 45, de los cuales dice el Apóstol que fuimos huéspedes y extraños a las alianzas de Dios, sin esperanza y sin Dios en este mundo 46. Sin embargo, no se da maná del cielo en el día en que se celebra la primera Pascua, sino en el día en que se celebra la segunda. En efecto, el pan que baja del cielo 47 no viene a los que celebraban la primera solemnidad, sino a nosotros que recibimos la segunda. Nuestra Pascua inmolada es Cristo 48 que es para nosotros verdadero pan que baja del cielo 49.
Veamos qué significa el gesto mostrado en este día. Dice: El día quince del mes segundo murmuró el pueblo, y dijo: Habría sido mejor morir en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne 50. ¡Oh pueblo ingrato! ¡Él, que ha visto a los egipcios destruidos, tiene deseo de Egipto! ¡Añora las carnes de Egipto, el que ha visto la carne de los egipcios dada en pasto a los peces del mar y a los pájaros del cielo! Así levantan un rumor contra Moisés, incluso contra Dios. Se les perdona una vez, se les perdona también la segunda, quizá también la tercera; pero si ellos no cesan, si persisten, escucha lo que le ocurrirá en seguida al pueblo que murmura. En el Libro de los Números se refiere una sentencia que el Apóstol recuerda en sus escritos: No murmuréis como algunos de ellos, que perecieron mordidos por serpientes 51. La mordedura envenenada de la serpiente devora en el desierto al pueblo que murmura.
Veamos nosotros, que oímos esto, nosotros, digo, para quienes ha sido escrito: Aquello les ocurrió para su castigo, pero fue escrito por nosotros, para los que estamos cerca del fin de los tiempos 52. Si no dejamos de murmurar, si no abandonamos las quejas que frecuentemente ponemos contra Dios, tengamos cuidado de no caer en un caso similar de ofensa. En efecto, cuando nos quejamos de la intemperie del cielo, de la infecundidad de los frutos, de la escasez de las lluvias, de la prosperidad de unos y la desgracia de otros, esto es murmurar contra Dios. Al principio, se perdona a los que hacen estas cosas, pero para los que no las abandonan el castigo es grave. Se envían contra ellos serpientes, esto es, son entregados a espíritus impuros y a demonios envenenados, que los hacen perecer por mordeduras secretas y escondidas y los consumen con pensamientos íntimas en las entrañas del corazón.
Os suplico que los ejemplos del castigo que se ha propuesto os aprovechen; que su pena sirva para nuestra enmienda. Dice el Señor: He escuchado la murmuración de los hijos de Israel 53. Ya veis que nuestra murmuración no escapa a Dios; lo oye todo aunque no lo castiga inmediatamente, sino que espera la penitencia de nuestra conversión.
5. ¿Qué se nos ha proclamado después de esto? Dice: El Señor dijo a Moisés: Mira, yo haré llover sobre vosotros panes del cielo, saldrá el pueblo y recogerá uno para cada día todos los días, para probar si andan en mi Ley o no. El sexto día, prepararán todo lo que recojan y habrá el doble de lo que recojan cada día 54.
Sobre esta Escritura querría yo, en primer lugar, hablar con los judíos, a quienes han sido confiados los oráculos de Dios 55, para saber qué piensan de esto: Durante seis días recogeréis, pero el sexto día recogeréis el doble 56. Es evidente que el sexto día es el que precede al sábado, que entre nosotros es llamado «parasceve». Pues el sábado es el día séptimo 57. Pretendo ahora saber en qué día se comenzó a dar maná del cielo, y quiero comparar nuestro domingo con el sábado de los judíos. Pues en las divinas Escrituras aparece que fue un domingo el primer día en que se dio el maná a la tierra. Si, en efecto, como dice la Escritura, se recogió durante seis días continuos, pero el séptimo día, que es el sábado, se dejó de recoger, sin duda su inicio fue el día primero, que es el domingo. Por tanto, si en las divinas Escrituras consta que Dios hizo llover el maná en domingo, y no lo hizo llover en sábado, entiendan los judíos que ya entonces nuestro domingo fue preferido al sábado judío, que ya entonces estaba indicado que en su sábado no descendía del cielo para ellos ninguna gracia de Dios, que no venía a ellos ningún pan celestial, que es la Palabra de Dios.
Dice en otro lugar el profeta: Durante muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin profeta, sin víctimas, sin sacrificio, sin sacerdote 58. Siempre es en nuestro domingo cuando Dios hace llover maná del cielo. Digo que también hoy el Señor hace llover maná del cielo. Porque son celestiales los oráculos que se nos han leído, y porque han descendido de Dios las palabras que se nos han proclamado; y por eso a nosotros, que recibimos semejante maná, siempre nos es dado maná del cielo; aquellos infelices sufren y suspiran y se dicen a si mismos desgraciados porque parece que no merecen recibir el maná, tal como sus padres lo recibieron 59. Ellos nunca comen el maná, no pueden comerlo, porque es menudo como la semilla del coriandro y blanco como la nieve 60. Porque, a su juicio, en la Palabra de Dios no hay nada menudo, nada sutil, nada espiritual, sino que todo les parece grosero, todo espeso; se ha espesado el corazón de este pueblo 61. Incluso la interpretación del nombre suena a esto; maná significa «¿qué es esto?» 62. Considera si la misma virtud del nombre no te incita a aprender para que, cuando oigas proclamar la Ley de Dios, busques siempre, preguntes y digas a los doctores: «¿qué es esto?>. Esto es lo que significa la palabra «maná».
Por tanto, si quieres comer el maná, esto es, si quieres recibir la Palabra de Dios, has de saber que es menuda y muy sutil, como el grano de coriandro. Hay también en él una parte de legumbres, con las que poder alimentar y restablecer a los enfermos, porque el débil coma legumbres 63. Hay también en él algo de frío y por eso es como la nieve. Pero también hay en él calor y dulzura. ¿Qué hay más luminoso, más espléndido que la enseñanza divina? ¿Qué más dulce y más suave que los oráculos del Señor que superan la miel y el panal? 64 Pero, ¿por qué dice que en el día sexto se recoge el doble 65, como reserva para que llegue también para el sábado? A mi modo de ver no se debe dejar pasar esta palabra como si fuese ociosa e indiferente.
El sexto día es esta vida en la que actualmente estamos (en efecto en seis días Dios creó este mundo) 66; en este día, por tanto, debemos guardar como reserva tanto que baste también para el día futuro. Si aquí adquieres buenas obras, si acumulas un poco de justicia, de misericordia y de piedad, todo ello te servirá de alimento en el siglo futuro. ¿Acaso no leemos en el Evangelio que el que adquirió aquí diez talentos, allí recibirá diez ciudades; y que el que ha adquirido cuatro, recibirá cuatro ciudades? 67 Esto es lo que con otra imagen dice el Apóstol: Lo que el hombre siembre, eso recogerá 68. ¿Qué haremos nosotros, que amamos acumular lo que se corrompe y no lo que permanece y perdura para el mañana? Los ricos de este mundo 69 recogen lo que en este siglo, más bien, con este siglo se corrompe; si alguno recoge buenas obras, ellas permanecen hasta el mañana.
6. Por último está escrito que los que fueron infieles guardaron el maná y salieron de él gusanos, y se pudrió 70. Pero aquel que era guardado para el día del sábado, no se corrompió ni salieron de él gusanos, sino que permaneció íntegro. Asimismo, si atesoras sólo para la presente vida y por el amor del mundo, también de ti saldrán gusanos. ¿En qué sentido salen gusanos? Escucha la sentencia del profeta sobre los pecadores y los que aman el siglo presente: Su gusano no morirá y su fuego no se extinguirá 71. Éstos son los gusanos que engendra la avaricia, los gusanos que engendra el ciego deseo de las riquezas en los que teniendo riquezas y viendo en necesidad a sus hermanos les cierran sus entrañas 72. Por eso el Apóstol dice: A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo incierto de sus riquezas, sino que sean ricos en buenas obras, que den con generosidad, que compartan lo que tienen y que atesoren para ellos la verdadera vida 73.
Alguno dirá: si dices que el maná es la Palabra de Dios, ¿cómo es que engendra gusanos? De hecho, los gusanos en nosotros no proceden sino de la Palabra de Dios. Así lo dice Él mismo: Si yo no hubiese venido y no les hubiese hablado, no tendrían pecado 74. Pero si alguno peca después de haber acogido la Palabra de Dios, esta misma palabra se torna para él en gusano que siempre roe su conciencia y corroe los secretos de su corazón.
7. ¿Qué más nos enseña la Palabra divina? A la tarde sabréis que yo soy el Señor, y a la mañana veréis la majestad del Señor 75.
También quisiera que me respondieran los judíos sobre cómo se reconoce al Señor por la tarde y a la mañana se ve su majestad. ¿Dónde se ha reconocido al Señor por la tarde y se ha visto su majestad por la mañana? Respondednos, vosotros que os instruís desde la infancia a la vejez, siempre aprendiendo y sin llegar nunca al conocimiento de la verdad 76; ¿por qué no entendéis que esto es dicho proféticamente? Si quieres entender estas cosas, no es posible más que por el Evangelio. Allí encontrarás escrito: En la tarde del sábado, al alborear el primer dra de la semana, llegaron María Magdalena y María la de Santiago al sepulcro, y encontraron la piedra corrida fuera del sepulcro 77 y también el temblor de tierra, las tumbas abiertas, el centurión y los soldados que habían sido puestos para la guardia diciendo: verdaderamente éste era Hijo de Dios 78.
Por tanto, es así como es reconocido el Señor en la tarde, porque era el Señor en persona; es reconocido por el poder de la resurrección. Pero, ¿cómo fue vista su gloria por la mañana? Cuando llegaron las otras mujeres el primer día de la semana muy de mañana 79, encontraron unos ángeles; rodeados de claridad, sentados sobre el sepulcro y les dijeron: No está aquí; ha resucitado de entre los muertos. Venid y mirad el lugar en que fue puesto, e id, decid a los discípulos que ha resucitado y que os precede en Galilea 80. Así fue vista por la mañana la majestad del Señor, cuando la resurrección fue anunciada por los ángeles.
8. A continuación se añade: Por la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de panes 81
También de esto querría saber en qué orden reciben los Judíos los dichos del profeta. ¿Qué conclusión se sacará de que por la tarde coman carne sin pan, o por la mañana pan sin alimento? ¿Qué se muestra aquí del don divino y de la dispensación de la gracia celestial? ¿Acaso pones el reconocimiento de Dios en que por la tarde se coma carne sin acompañamiento de pan, y decís que aparece la majestad de Dios, si se comen panes sin añadir carne? Guardaos eso para vosotros y para todos los que estando de acuerdo con vosotros piensan que Dios puede ser reconocido entre las codornices 82 Nosotros, para quienes el Verbo se ha hecho carne 83 al fin del siglo y en la tarde del mundo, decimos que el Señor puede ser reconocido en la carne que tomó de la Virgen. En efecto, esta carne del Verbo de Dios no es comida ni por la mañana, ni al mediodía, sino por la tarde. La llegada del Señor en la carne tuvo lugar por la tarde, como dice Juan: Hijos míos, es la última hora 84.
Dice: Por la mañana os saciaréis de panes 85. Para nosotros el pan es el Verbo de Dios. Él es el pan vivo que ha bajado del cielo y da la vida a este mundo 86. En cuanto a lo que dice—que este pan es dado por la mañana, aunque su venida en la carne, como ya hemos dicho, tuvo lugar en la tarde—, pienso que ha de ser entendido de este modo: ciertamente, el Señor vino a la tarde de un mundo que ya declinaba y que estaba cerca del fin de su propia carrera, pero a su llegada, puesto que El es el Sol de justicia 87, creó para los creyentes un nuevo día. Porque El ha encendido para el mundo la nueva luz del conocimiento, porque de alguna manera por la mañana Él ha creado su propio día y como Sol de justicia 88 ha producido su propia mañana, y en esta mañana se saciarán de pan los que cumplen sus mandamientos. No te asombres de que el Verbo de Dios sea llamado también carne y pan 89, leche e incluso legumbres 90, y que sea llamado con diversos nombres según la capacidad de los creyentes o la posibilidad de los que le reciben.
No obstante, es posible otra interpretación: después de su resurrección que, como ya se ha mostrado, ocurrió por la mañana, sació a los creyentes de panes, porque nos ha dado los libros de la Ley y de los profetas antes ignorados y desconocidos y para nuestra enseñanza ha dado estas escrituras a la Iglesia, para ser Él mismo pan en el Evangelio; pero los otros libros de la Ley o de los profetas o los históricos son llamados panes, de los cuales se sacian los creyentes que proceden de las naciones 91. Nosotros mantenemos que esto no ha ocurrido sin la autoridad profética. Ya lo había predicho Isaías de este modo: Subirán a la montaña, beberán vino, se ungirán con ungüento. Transmite todo eso a las naciones, pues es el designio del Señor todopoderoso 92.
Por eso recibimos convenientemente carne por la tarde, y por la mañana nos saciamos de panes, porque no era posible para nosotros comer carne por la mañana, pues todavía no había llegado el tiempo, ni tampoco podíamos a mediodía. A duras penas los ángeles comen carne a mediodía, y tal vez el tiempo del mediodía sí le está permitido a este orden. Incluso podemos entenderlo de otro modo: para cada uno de nosotros la mañana y el inicio del día es el tiempo en que somos iluminados por primera vez y llegamos a la luz de la fe. En este tiempo, cuando todavía estamos en el principio, no podemos comer la carne del Verbo, esto es, no somos todavía capaces de una perfecta y consumada doctrina. Pero después de largos ejercicios, después de un gran progreso, cuando ya estamos próximos a la tarde y casi tocamos el mismo fin de la perfección, entonces podemos ser capaces de un alimento más sólido y perfecto 93. Por tanto, corramos ahora a recibir el maná celestial; este maná, sabe, en la boca de cada uno, a lo que Él quiere.
Escucha al Señor que dice a los que se acercan a Él: Que te suceda según tu fe 94. Por tanto, si recibes la Palabra de Dios, que es predicada en la iglesia, con gran fe y completa devoción, esta misma Palabra se convertirá para ti en lo que deseas. Por ejemplo, si estás atribulado, te consolará diciendo: Dios no desprecia un corazón contrito y humillado 95. Si gozas por la esperanza futura, te aumenta el gozo diciendo: Alegraos en el Señor y exultad los justos 96. Si estás airado, te tranquiliza diciendo: Abandona tu ira y deja tu indignación 97. Si sufres, te cura: El Señor cura todas tus enfermedades 98. Si te consume la pobreza, te consuela diciendo: El Señor levanta del suelo al pobre y lo saca del estercolero 99. Así el maná de la Palabra de Dios toma en tu boca el sabor que tú deseas 100. Pero si alguno lo recibe sin fe y no lo come, sino que lo esconde, saldrán de él gusanos 101. ¿Crees que es posible reducir la Palabra de Dios hasta convertirla en gusanos? No te turbes por lo que oyes, mas escucha al profeta que dice: Soy un gusano, no un hombre 102 Del mismo modo que es Él mismo quien para unos es causa de ruina, y para otros de resurrección 103, así también es Él el que, en el maná, se convierte en dulzura de miel 104 para los fieles, pero en gusano para los incrédulos. Él mismo es la palabra de Dios que confunde los pensamientos de los inicuos y oscurece con los dardos de sus castigos las conciencias de los pecadores 105.
Es Él mismo quien se torna fuego en los corazones de aquellos a los cuales abre las Escrituras, que dicen: ¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras? 106 Para otros es fuego que quema las espinas de la mala tierra, esto es, que consume los malos pensamientos del corazón. Y por eso, para los pecadores, ni el gusano acusador muere nunca ni el fuego ardiente se extingue jamás 107; para los justos y para los fieles permanece dulce y suave. Gustad y ved qué suave es el Señor 108, el mismo Dios y Salvador nuestro Jesucristo; a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén 109.

Notas

1 Ex 15, 23
2 Ex 15, 25
3 Cf. Ex 15, 25
4 Ex 15, 25
5 Cf. Gn 17, 12
6 Cf. 1Co 10, 2
7 Cf. Mt 3, 11
8 Pr 3, 18
9 Cf. 1Ts 1, 9
10 Cf. Ga 2, 18
11 Cf. Ex 15, 25
12 Ex 15, 25
13 2Co 4, 7
14 Cf. Ex 15, 25
15 Cf. Pr 3, 18
16 2Co 3, 6
17 Ex 15, 25
18 Ex 15, 25-26
19 Cf. Ex 15, 26
20 Cf. Ex 32, 4
21 Ez 20, 25
22 Cf. Rm 7, 10
23 Ez 20, 25
24 Ba 3, 9
25 Ex 15, 26
26 Cf. Jb 2, 7
27 Cf. 1Jn 2, 15
28 Cf. Ga 4, 9-10
29 Cf. 2P 2, 18
30 Ex 15, 27
31 Cf Pr 3, 18
32 Cf Ex 15, 27
33 Cf. Lc 10, 1
34 Cf. Pr 3, 18
35 Cf Ex 15, 25
36 Is 7, 9
37 Ex 16, 1-3
38 Ex 16, 1
39 Cf. Nm 9, 9-11
40 Cf. Nm 9, 3
41 Cf. Nm 9, 9-11
42 Cf. Nm 9, 10
43 Cf. Ez 20, 32
44 Cf. Ga 4, 8
45 Cf. Nm 9, 10
46 Cf. Ef 2, 12
47 Cf. Jn 6, 51
48 Cf. Jn 6, 51
49 Cf. Jn 6, 51
50 Cf. Ex 16, 1-3
51 Cf. Nm 21, 5-6; 1Co 10, 10.9
52 Cf. 1Co 10, 11
53 Ex 16, 12
54 Ex 16, 4-5
55 Cf. Rm 3, 2
56 Cf. Ex 16, 26.5
57 Cf. Ex 16, 26
58 Os 3, 4
59 Cf. Jn 6, 31
60 Cf. Ex 16, 14 3
61 Cf. Is 6, 10
62 Cf. Ex 16, 15
63 Rm 14, 2
64 Cf. Sal 19, 11
65 Cf. Ex 16, 5
66 Cf. Ex 20, 11
67 Cf Lc 19, 16 ss.; (Mt 25, 16.22)
68 Ga 6, 7
69 Cf. 1Tm 6, 17
70 Ex 16, 20
71 Is 66, 24
72 Cf. 1Jn 3, 17
73 Cf. 1Tm 6, 17.18.19
74 Jn 15, 22
75 Cf. Ex 16, 6.7
76 Cf. 2Tm 3, 7
77 Cf. Mt 28, 1; Mc 16, 2 ss.; Lc 24, 1-2
78 Cf. Mt 27, 51.54
79 Cf. Mc 16, 2 ss.; (Lc 24, 4)
80 Ex 16, 12
81 Cf. Ex 16, 13
82 Cf. Ex 16, 13
83 Jn 1, 14
84 1Jn 2, 18
85 Ex 16, 12
86 Cf. Jn 6, 51.33
87 Cf. Mt 4, 2. Vulg
88 Cf. Ml 4, 2. Vulg
89 Cf. Jn 1, 14; 6, 33.51
90 Cf. 1P 2, 2; Rm 14, 2; Hb 5, 14
91 Cf. Hch 21, 25
92 Cf. Is 57, 7-9
93 Cf. Hb 5, 14
94 Mt 8, 13
95 Sal 51, 19
96 Sal 32, 11
97 Sal 36, 8
98 Sal 103, 3
99 Sal 113, 7
100 Cf Sb 16, 21.25
101 Cf. Ex 16, 20
102 Sal 22, 7
103 Cf. Lc 2, 34
104 Cf. Ex 16, 31
105 Cf. Hb 4, 12
106 Lc 24, 32
107 Cf. Is 66, 24
108 Sal 34, 9
109 Cf. 1P 4, 11