Carta «Videns eos»

Carta nº 2. Sobre la importancia de la humildad en la vida espiritual, también designada por el íncipit Videns eos, lleva la fecha del 24 de marzo de 1931 y fue enviada el 21 de enero de 1966

1a Trabajar por Cristo
Viéndolos remar con gran fatiga, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vela de la noche –en la madrugada–, vino hacia ellos caminando sobre el mar 1. Me conmueve, hijos queridísimos, contemplar a Jesús que ejercita su poder divino y hace un milagro maravilloso, para ir al encuentro de los suyos, que se fatigan remando contra el viento por llevar la barca a donde el Señor les ha dicho.

1b Advertir la propia flaqueza. Jesucristo no nos deja
Cumplimos también nosotros un mandato imperativo de Cristo, navegando en un mar revuelto por las pasiones y los errores humanos, y sintiendo a veces dentro de nosotros toda nuestra flaqueza, pero decididos firmemente a conducir a término esta barca de salvación que el Señor nos ha confiado. Se levanta quizá en ocasiones, de lo profundo del corazón, ante la fuerza del viento contrario, la voz de nuestra impotencia humana: ten misericordia de mí, oh Dios, porque me persiguen, me combaten y me hacen sufrir constantemente. Sin cesar me persiguen mis enemigos; y son muchos, en verdad, los que me combaten 2. Él no nos deja, y siempre que ha sido necesario se ha hecho presente, con su omnipotencia amorosa, para llenar de paz y de seguridad el corazón de los suyos: Jesús les habló luego, y dijo: buen ánimo, soy yo, no tenéis que temer. Y se metió con ellos en la barca, y cesó el viento 3.

2a Necesidad de la humildad
Quisiera haceros sentir, junto al gozo que vuestra llamada divina os produce, una íntima y sincera humildad, que no sólo es compatible con la esperanza y con la grandeza de ánimo, sino que es su mejor defensa y garantía. Porque no toda seguridad es digna de alabanza, sino sólo la que abandona los cuidados en la medida en que debe hacerlo y en las cosas en que no se debe temer. Así es como la seguridad es una condición para la fortaleza y para la magnanimidad 4.

2b El gigante con los pies de barro
Cada uno de nosotros es como aquel gigante de la Sagrada Escritura: la cabeza de la estatua era de oro puro; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus caderas, de bronce; sus piernas, de hierro, y sus pies, parte de hierro, parte de barro 5. No olvidemos nunca esta debilidad del fundamento humano, y así seremos prudentes –humildes– y no sucederá lo que acaeció a aquella estatua colosal: que una piedra desprendida, no lanzada por mano, hirió a la estatua en los pies de hierro y barro, destrozándolos. Entonces el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro se desmenuzaron juntamente y fueron como polvo de las eras en verano: se los llevó el viento sin que de ellos quedara traza alguna 6.

2c Oíd, mis hijos, lo que el Espíritu Santo nos dice por San Pablo: el que piensa estar firme, mire no caiga. No habéis tenido sino tentaciones humanas, ordinarias; pero fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas, sino que de la misma tentación os hará sacar provecho para que podáis sosteneros 7.

3a Por la gracia, el hombre se endiosa
El alma se endiosa: ¡su vida nueva contrasta tanto con la de antes, y con la que a su alrededor encuentra tantas veces! La fe nos dice que un alma en estado de gracia es verdaderamente un alma divinizada: nos ha dado Dios las grandes y preciosas gracias que había prometido, para haceros por medio de ellas participes de la naturaleza divina 8. Este concepto teologal del hombre dista del concepto puramente humano y natural, casi tanto como dista Dios de la humanidad. Somos hombres, de carne y hueso, no ángeles. Pero también en el cuerpo, por influjo del alma en gracia, redunda esa divinización, como un anticipo de la resurrección gloriosa.

3b ¿Y osaré decir: porque soy santo? Si dijese santo en cuanto santificador y no necesitado de nadie que me santifique, sería soberbio y mentiroso. Pero si entendemos por santo el santificado según aquello de: sed santos, porque yo soy santo; entonces ose también el Cuerpo de Cristo, hasta el último hombre que clama desde los extremos de la tierra, con su Cabeza y bajo su Cabeza, y diga audazmente: porque soy santo 9.

4a El endiosamiento, sin humildad, lleva a la caída
No puedo ocultaros, hijos míos, mi temor de que en algún caso ese endiosamiento, sin una base profunda de humildad, pueda ocasionar la presunción, la corrupción de la verdadera esperanza, la soberbia y –más tarde o más temprano– el derrumbamiento espiritual ante la experiencia inesperada de la propia flaqueza.

4b Suelo poner el ejemplo del polvo que es elevado por el viento hasta formar en lo más alto una nube dorada, porque admite los reflejos del sol. De la misma manera, la gracia de Dios nos lleva altos, y reverbera en nosotros toda esa maravilla de bondad, de sabiduría, de eficacia, de belleza, que es Dios. Si tú y yo nos sabemos polvo y miseria, poquita cosa, lo demás lo pondrá el Señor. Es una consideración que me llena el alma.

4c Pero ¿endiosamiento sin humildad?, ¡malo! Y si el endiosamiento es corporativo, ¡peor! Porque Tú, Señor, salvas al pueblo humilde, y humillas al soberbio 10.

5 Los tiempos de paz interior
En las travesías de la vida interior y en las del trabajo espiritual, el Señor concede a sus apóstoles esos tiempos de bonanza, y los elementos, las propias miserias y los obstáculos del ambiente, enmudecen: el alma goza, en sí misma y en los demás, la hermosura y el poder de lo divino, y se llena de contento, de paz, de seguridad en su fe aún vacilante. Sobre todo a los que comienzan, suele llevarlos el Señor –tal vez durante años– por esos mares menos borrascosos, para confirmarlos en su primera decisión, sin exigirles al principio lo que ellos aún no pueden dar, porque son sicut modo geniti infantes 11, como niños recién nacidos.

6a El endiosamiento es bueno, si no se pierde la humildad
Es malo el endiosamiento si ciega, si no deja ver con evidencia que tenemos los pies de barro, ya que la piedra de toque para distinguir el endiosamiento bueno del malo es la humildad. Por eso, es bueno, mientras no se pierde la conciencia de que esa divinización es un don de Dios, gracia de Dios; es malo, cuando el alma se atribuye a sí misma –a sus obras, a sus méritos, a su excelencia– la grandeza espiritual que le ha sido dada.

6b ¡Humildes, humildes! Porque sabemos que en parte estamos hechos de barro, y conocemos un poquito de nuestra soberbia y de nuestras miserias… y no lo sabemos todo. ¡Que descubramos lo que estorba a nuestra fe y a nuestra esperanza y a nuestro amor!

6c Esta humildad la alcanzan de dos modos los que tienen afán de ser santos. Uno tiene lugar cuando el que lucha por ejercitarse en la piedad se halla en plena experiencia espiritual y, a causa de la flaqueza del cuerpo, o por obra de los que quieren mal a quienes practican la virtud, o por los malos pensamientos que le asaltan, siente de sí mismo con más modestia y sumisión. El otro modo, en cambio, se da cuando la inteligencia es ilustrada por la gracia santa con profundidad y plenitud: entonces el alma tiene como una humildad natural. Hecha más plena y como más rica por la gracia divina, no puede ya alzarse con la hinchazón del deseo de gloria, aunque cumpla siempre acabadamente los mandatos de Dios, sino que más bien se comporta como inferior a todos, con un trato lleno de sumisión y de divina modestia 12.

7a Edificar sobre cimientos de humildad
Para hacer los cimientos de un edificio, a veces hay que ahondar mucho, llegar a una gran profundidad, hacer grandes soportes de hierro y hundirlos hasta que se apoyen sobre roca. Pero no hay necesidad de eso si se encuentra enseguida terreno firme. Para nosotros la roca es ésta: piedad, filiación divina, abandono en las manos de Dios, sinceridad y tener la cabeza en la constante realidad de la vida ordinaria: te amo Señor, fortaleza mía. El Señor es mi roca, mi refugio y mi libertador 13.

7b Es el mismo Jesús Señor Nuestro el que nos dice: cualquiera que escucha mi doctrina y la pone por obra, será semejante a un hombre cuerdo, que fundó su casa sobre piedra; y cayeron las lluvias, y los ríos salieron de madre, y soplaron los vientos y dieron con ímpetu contra esa casa, que no fue destruida, porque estaba fundada sobre piedra. Pero el que oye mi doctrina y no la practica, será semejante a un hombre loco que fabricó su casa sobre arena; y cayeron las lluvias, y los ríos salieron de madre, y soplaron los vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa, que se desplomó y su ruina fue grande 14.

8 Cómo conseguir la humildad
Me siento ahora movido, hijos míos, a haceros unas consideraciones que habrán de ayudaros a edificar sobre una profunda y sincera humildad, porque desdichado es el que desecha la sabiduría y la instrucción; su esperanza es vana, sus trabajos infructuosos, e inútiles sus obras 15; pero, en cambio, el Señor dio a los santos la recompensa de sus trabajos, guiándolos por un camino de maravilla, y fue para ellos sombra en el día y luz de estrellas en la noche 16.

9a Luchar siempre
Os decía que hay, a lo largo de esta navegación de la vida nuestra, tiempos de bonanza –interna o externa– incluso prolongados; pero sólo en el Cielo la paz es definitiva, la serenidad completa. Lo ha dicho Jesucristo: no tenéis que pensar que yo haya venido a traer la paz a la tierra: no he venido a traer la paz, sino la guerra 17.

9b Crecer en caridad
Un hombre se va haciendo poco a poco, y nunca llega a hacerse del todo, a realizar en sí mismo toda la perfección humana de que la naturaleza es capaz. En un aspecto determinado, puede incluso llegar a ser el mejor, en relación con todos los demás, y quizá a ser insuperable en esa actividad concreta natural. Sin embargo, como cristiano su crecimiento no tiene límites: siempre puede crecer en caridad, que es la esencia de la perfección. Pues la caridad, según su propia razón específica, no tiene término en su aumento: siendo como es una participación de la caridad infinita, que es el Espíritu Santo. También la causa del aumento de la caridad –es decir, Dios– es infinita en su poder. Y de modo semejante, tampoco por parte del sujeto se puede señalar un término a esta mejora: porque siempre, al crecer la caridad, crece también la capacidad para un ulterior acrecentamiento. Por lo que debe concluirse que en esta vida no se puede prefijar un término al aumento de la caridad 18.

9c Oíd el testimonio de Pablo: no es que ya lo haya logrado todo, o que sea ya perfecto; pero sigo mi carrera por ver si alcanzo aquello para lo que fui destinado por Jesucristo 19. San Pablo era un caminante perfecto, pero por eso mismo sabía que no había alcanzado la perfección, a la que ese camino conducía. No os extrañe, pues, que os diga con San Agustín: corramos, prosigamos, estamos en el camino; que la seguridad venturosa de las cosas pasadas, no nos haga ser menos diligentes para las que aún no hemos alcanzado 20.

10a No detenerse nunca
Alta es la meta, a la que Jesús nos llama: inasequible, hasta el fin mismo del camino de la vida. Siempre se puede tender a más, y el que no avanza, retrocede; el que no crece, mengua. Los que me comen, se lee en el Eclesiástico, aún tendrán hambre; y los que me beben, aún tendrán sed 21.

10b Saber que hay obstáculos
Además no podemos olvidar que llevamos en nosotros mismos un principio de oposición, de resistencia a la gracia: las heridas del pecado original, quizá enconadas por nuestros pecados personales. Se opondrán a tus hambres de santidad, hijo mío, en primer lugar, la pereza, que es el primer frente en el que hay que luchar; después, la rebeldía, el no querer llevar sobre los hombros el yugo suave de Cristo, un afán loco, no de libertad santa, sino de libertinaje; la sensualidad y, en todo momento –más solapadamente, conforme pasan los años–, la soberbia; y después toda una reata de malas inclinaciones, porque nuestras miserias no vienen nunca solas.

10c No nos queramos engañar: tendremos miserias. Cuando seamos viejos, también: las mismas malas inclinaciones que a los veinte años. Y será igualmente necesaria la lucha ascética, y tendremos que pedir al Señor que nos dé humildad. Es una pelea constante. Militia est vita hominis super terram 22. Pero la paz está justamente en la guerra. ¡La paz es consecuencia de la victoria!

11a No asustarse ante las miserias personales
Hijos míos: no os avergüence ser miserables; no os acobardéis porque tengáis en el corazón el fomes peccati, la materia propia para que se cebe el fuego del pecado.

11b Hacer actos de contrición
No os asustéis, porque el justo cae siete veces, y otras tantas se levanta 23. En nuestra pelea espiritual no faltarán fracasos. Pero ante nuestras equivocaciones, ante el error, debemos reaccionar inmediatamente, haciendo un acto de contrición, que vendrá a nuestro corazón y a nuestros labios con la prontitud con que acude la sangre a la herida, combatiendo con eficacia el cuerpo extraño, el germen de infección.

11c Yo os aseguro, dice el Señor Dios, que no me gozo en la muerte del impío, sino en que se aparte de su camino y viva. Convertíos de vuestros malos caminos: ¿por qué os empeñáis en morir, casa de Israel? Tú, pues, hijo de hombre, di también a los hijos de tu pueblo: la justicia del justo no le salvará el día en que pecare, y la impiedad del impío no le será estorbo el día en que se convierta de su iniquidad, como no vivirá el justo por su justicia el día en que pecare 24.

12 El obstáculo de las inclinaciones humanas. La entrega se renueva cada día
Es lógico, por otra parte, que sintamos la atracción, no ya del pecado, sino de esas cosas humanas nobles en sí mismas, que hemos dejado por amor a Jesucristo, sin que por eso hayamos perdido la inclinación a ellas. Porque teníamos esa tendencia, la entrega de cada uno de nosotros fue don de sí mismo, generoso y desprendido; porque conservamos esa entrega, la fidelidad es una donación continuada: un amor, una liberalidad, un desasimiento que perdura, y no simple resultado de la inercia. Dice Santo Tomás: eiusdem autem est aliquid constituere, et constitutum conservare 25. Lo mismo que dio origen a tu entrega, hijo mío, habrá de conservarla.

13a El demonio actúa contra nosotros
El reino de los cielos es semejante a un hombre, que sembró buena simiente en su campo 26. El campo de Dios es el mundo entero y lo es, también de modo especial, tu alma. Pero además, como somos hijos de Dios, ese campo de nuestro Padre es campo nuestro. A vosotros y a mí el Señor nos ha dejado el mundo entero por heredad. Pensad en lo que esto supone de divinización, de grandeza, de responsabilidad.

13b Pero, cuando los hombres se durmieron, vino su enemigo, y sembró cizaña en medio del trigo, y se fue 27. El enemigo de Dios: la gente tiene como miedo a hablar de las intervenciones, de las asechanzas de ese enemigo de Dios, de Satanás. Yo os digo que hemos de pensar, necesariamente, en que el demonio actúa. Me da tanta devoción rezar al pie del altar: Sancte Michaël Archangele, defende nos in proelio: contra nequitiam et insidias diaboli… 28. Para que nos libre de la influencia diabólica en tantas cosas personales y ajenas.

13c Un mal sueño
Cum autem dormirent homines… No se ha de perder una sola palabra de lo que nos dice el Señor. Porque, en nuestra vida personal, ¿no es acaso sueño, un mal sueño, el que nos hace desperdiciar la buena semilla de la doctrina y de la vida santa? Luego debemos estar vigilantes. Custos, quid de nocte? 29. ¡Centinela, alerta! Debemos estar en vela, debemos oír el grito de alarma y repetirlo a los demás. No podemos adormecernos, porque si no, en medio de lo bueno vendrá lo malo: vigilad y orad, para no caer en la tentación 30.

13d Estando ya el trigo en hierba, y apuntando la espiga, descubriose asimismo la cizaña 31. ¡Divina pedagogía de las parábolas!: luminosas y claras, para las almas sencillas; ininteligibles, para los complicados e indóciles: por eso los fariseos no las entienden. El sembrador, el campo, el enemigo, la cizaña… Acércate más a Cristo, y dile que te explique la parábola –edissere nobis parabolam! 32– en la intimidad de tu oración.

13e Despertarse
Di al Señor que quieres poner todos los medios. Cuando veas que no has sabido ponerlos, que te duermes –¡triste cosa ese sueño!–, es la hora de reaccionar, con la gracia de Dios. Es seguro que no ha sido el nuestro un abandono que tenga su origen en falta de amor, sino en la flaqueza. Por eso, hemos de decir al Señor enseguida: en adelante yo seré fuerte, contigo. Las derrotas son mías; las victorias, tuyas. No quiero que haya mal en el mundo: el campo será arado, y recibirá la atención necesaria, con la semilla generosamente sembrada. Líbrame de mis enemigos, oh Señor, porque a ti acudo. Enséñame a cumplir tu voluntad, pues eres mi Dios 33.

14a Poner los medios
Descargándonos de todo peso y de los lazos del pecado, corramos con empeño al término del combate que nos es propuesto, poniendo siempre los ojos en Jesús, autor y consumador de la fe 34. Tendremos dificultades: pero conocemos los medios, para luchar y para vencer contra las inclinaciones de la pobre naturaleza humana; pongámoslos y confiemos en el Señor, Salvador Nuestro.

14b Optimismo
Tened optimismo. El propio San Pablo, en la epístola a los Filipenses, nos dirá: gaudete in Domino semper: iterum dico: gaudete 35; vivid siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad contentos. Hay que ver, hijos míos, el aspecto positivo de las cosas. Lo que parece más tremendo en la vida, no es tan negro, no es tan obscuro. Si puntualizáis, no llegaréis a conclusiones pesimistas. Como un buen médico no dice, al ver un paciente, que todo en él está podrido, os pido por amor a Jesucristo que tengáis confianza. No afirméis nada malo, sin ver la contrapartida. Un enfermo no es inmediatamente un cuerpo para el cementerio. Vamos a curarlo, dándole los remedios oportunos. Dentro de nuestro espíritu, tenemos toda la farmacopea.

15a El obstáculo de los problemas personales
Estemos siempre serenos. Si somos piadosos y sinceros, no habrá penas duraderas y desaparecerán del todo esas otras que a veces nos inventamos, porque no lo son objetivamente. Viviremos con alegría, con paz, en los brazos de la Madre de Dios, como hijos pequeños suyos, que eso somos. De cuando en cuando, cada uno tiene en su mundo interior un conflicto menudo, que la soberbia se encarga de hacer grande, para darle importancia, para arrancarnos la paz. No hagáis caso de esas pequeñeces. Decid: soy un pecador, que ama a Jesucristo.

15b Darse a los demás
Casi todos los que tienen problemas personales, los tienen por el egoísmo de pensar en sí mismos. Es necesario darse a los demás, servir a los demás por amor de Dios: ése es el camino para que desaparezcan nuestras penas. La mayor parte de las contradicciones tiene su origen en que nos olvidamos del servicio que debemos a los demás hombres y nos ocupamos demasiado de nuestro yo. Entregarse al servicio de las almas, olvidándose de sí mismo, es de tal eficacia, que Dios lo premia con una humildad llena de alegría.

15c Y nada de mentalidad de víctima. Hay una sola Víctima: Cristo Señor Nuestro en la Cruz. Calma y espíritu de servicio necesitamos. Todas las cosas se hacen por causa de vosotros, a fin de que la gracia esparcida con abundancia sirva para aumentar la gloria de Dios, por medio de las acciones de gracias que le tributarán muchos. Por lo que no desmayamos; al contrario, aunque en nosotros se vaya desmoronando el hombre exterior, el interior se va renovando de día en día. Porque las aflicciones, tan breves y tan ligeras de la vida presente, nos producen el eterno peso de una sublime e incomparable gloria, y así no ponemos nosotros la mira en las cosas visibles, sino en las invisibles; porque las que se ven son transitorias, y las que no se ven son eternas 36.

16a El obstáculo de la obscuridad interior
Tendremos, tal vez, que superar otro obstáculo: la obscuridad en la vida interior. Un hombre piadoso puede tener su pobre corazón en tinieblas; y esas tinieblas pueden durar unos momentos, unos días, una temporada, unos años. Es la hora de clamar: Señor, ten misericordia de mí, porque te he invocado todo el día: porque Tú, Señor, eres suave y apacible, y de mucha clemencia con los que te invocan 37. Y es la hora de meditar aquel hecho prodigioso que nos relata San Juan: al pasar, vio Jesús a un hombre, ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿qué pecados son la causa de que haya nacido ciego: los suyos o los de sus padres? Respondió Jesús: no es por culpa de ése ni de sus padres; sino para que las obras de Dios resplandezcan en él 38.

16b Vivir de fe
Puede ocurrir que la ceguera nuestra –si viene– no sea consecuencia de nuestros errores: sino un medio del que Dios quiere valerse para hacernos más santos, más eficaces. En cualquier caso, se trata de vivir de fe; de hacer nuestra fe más teologal, menos dependiente en su ejercicio de otras razones que no sean Dios mismo. Como alguien, que tiene poca ciencia, está más seguro de lo que oye a otro que posee muchísima ciencia, que de lo que a él mismo le parece según su propio entendimiento; así mucho más seguro está el hombre de lo que ha dicho Dios, que no puede engañarse, que de lo que ve con su propia razón, que puede equivocarse 39.

16c Así que hubo dicho esto, Jesús escupió en tierra, y formó lodo con la saliva, y lo aplicó sobre los ojos del ciego, y le dijo: anda, y lávate en la piscina de Siloé (palabra que significa enviado). Fue, pues, y se lavó y volvió con vista 40. Purifícate, y volverás a tener –mejorada– una visión luminosa, divina.

17a La luz de la fe
Dios ensalza en lo mismo que humilla. Si el alma se deja llevar, si obedece, si acepta la purificación con entereza, si vive de la fe, verá con una luz insospechada, ante la que después pensará asombrado que antes ha sido ciego de nacimiento. Y volviendo Jesús a hablar al pueblo, dijo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina a obscuras, sino que tendrá la luz de la vida 41.

17b En último término, nuestros conflictos son también un problema de humildad. Mira al publicano cómo ora en el templo: se quedó lejos, y por eso Dios se le acercó más fácilmente. No atreviéndose a levantar los ojos al cielo, tenía ya consigo al que hizo los cielos… Que no esté lejos, o que lo esté, depende de ti. Ama, y se acercará; ama, y morará en ti 42.

18a El obstáculo de la aridez interior
Quizá alguna vez, hijo mío, me digas que te encuentras cansado y frío, cuando cumples las Normas; que te parece que estás haciendo una comedia. Esa comedia es una gran cosa, hijo. El Señor está jugando con nosotros como un padre juega con sus hijos. Dios es eterno, y tú y yo delante de Dios somos unos niños pequeñísimos. Ludens in orbe terrarum 43: estamos jugando ante Dios Nuestro Padre, y Dios juega con nosotros como juegan los padres con sus hijos.

18b Hacer la comedia divina
Si en algún momento –ante el esfuerzo, ante la aridez– pasa por nuestra cabeza el pensamiento de que hacemos comedia, hemos de reaccionar así: ha llegado la hora maravillosa de hacer una comedia humana con un espectador divino. El espectador es Dios: el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo: la Trinidad Beatísima. Y con Dios Señor nuestro, nos estarán contemplando la Madre de Dios, y los ángeles y los santos de Dios.

19a No buscar compensaciones
No podemos abandonar nuestra vida de piedad, nuestra vida de sacrificio, nuestra vida de amor. Hacer la comedia delante de Dios, por amor, por agradar a Dios, cuando se vive a contrapelo, es ser juglar de Dios. Es hermoso –no lo dudes– hacer comedia por Amor, con sacrificio, sin ninguna satisfacción personal, por dar gusto al Señor, que juega con nosotros. Vivir de amor, sin andar mendigando compensaciones terrenas, sin buscar pequeñas infidelidades miserables, sentirse orgulloso y bien pagado sólo con eso: convertir la prosa ordinaria en endecasílabos de poema heroico.

19b Cumplir el deber aunque cueste
Obras son amores. Quien ha recibido mis mandamientos y los observa, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre y yo le amaré, y yo mismo me manifestaré a él 44. Si el Señor nos da a veces la gracia suya y nos hace comprender sus juicios incomprensibles 45, que son más dulces que la miel y el panal 46, de ordinario no sucede así; hay que cumplir con el deber, no porque nos guste, sino porque tenemos obligación. No hemos de trabajar porque tengamos ganas, sino porque Dios lo quiere: y entonces habremos de trabajar con buena voluntad. El amor gustoso, que hace feliz al alma, está fundamentado en el dolor, en la alegría de ir contra nuestras inclinaciones, por hacer un servicio al Señor y a su Santa Iglesia.

20a El obstáculo de las tentaciones
Porque eras acepto a Dios, fue necesario que la tentación te probase 47. No olvides que el Señor es nuestro modelo; y que por eso, siendo Dios, permitió que le tentaran, para que nos llenásemos de ánimo, para que estemos seguros –con Él– de la victoria. Si sientes la trepidación de tu alma, en esos momentos, habla con tu Dios y dile: ten misericordia de mí, Señor, porque tiemblan todos mis huesos, y mi alma está toda turbada 48. Será Él quien te dirá: no tengas miedo, porque yo te he redimido, y te he llamado por tu nombre: tú eres mío 49.

20b Confianza en la llamada divina
No te turbe conocerte como eres: así, de barro. No te preocupe. Porque tú y yo somos hijos de Dios –y éste es endiosamiento bueno–, escogidos por llamada divina desde toda la eternidad: nos escogió el Padre, por Jesucristo, antes de la creación del mundo, para que seamos santos en su presencia 50. Nosotros, que somos especialmente de Dios, instrumentos suyos a pesar de nuestra pobre miseria personal, seremos eficaces si no perdemos la humildad, si no perdemos el conocimiento de nuestra flaqueza. Las tentaciones nos dan la dimensión de nuestra propia debilidad.

21a No dialogar con la tentación
Una cosa es pensar o sentir, y otra consentir. La tentación se puede rechazar fácilmente: aun el mínimo grado de gracia es suficiente, para resistir a cualquier concupiscencia y merecer la vida eterna 51. Lo que no conviene hacer de ninguna manera es dialogar con las pasiones, que quieren desbordarse.

21b Acudir a Dios y mortificarse
La tentación se vence con oración y con mortificación: cuando ellos me afligían, yo me vestí de saco, sometiendo al ayuno mi alma, y repetía en mi pecho las plegarias 52. Llevad este convencimiento a vuestra vida de entrega: que, si somos fieles, podremos hacer mucho bien en el mundo. Sed fuertes, recios, enteros, inconmovibles ante los falsos atractivos de la infidelidad.

21c Así podremos decir, con el salmista: he sido impelido y trastornado, y estuve ya para caer, pero me sostuvo el Señor 53. Te amamos, Señor, porque cuando viene la tentación nos das la ayuda de tu fortaleza –de tu gracia–, para que seamos victoriosos. Agradecemos, Señor, que permitas que seamos probados, para que seamos humildes.

22a La crisis de los 40 años
Quiero ahora preveniros, contra un conflicto psicológico. Hace años me decía un buen fraile, prudente y piadoso: no olvides que cuando llega la gente a los cuarenta años, los casados se quieren descasar; los frailes, hacerse curas; los médicos, abogados; los abogados, ingenieros; y todo así: es como una hecatombe espiritual.

22b Las cosas no suceden exactamente como decía aquel religioso o, al menos, no son una regla tan general. Pero deseo que mis hijos conozcan este posible mal, y estén prevenidos, aunque pasen muy pocos por esta crisis. Si alguno de vuestros hermanos pasa por esta angustia, tendréis que ayudarle: rejuveneciendo y vigorizando su piedad, tratándole con especial cariño, dándole un quehacer agradable. Precisamente a los cuarenta años no será; pero puede ser a los cuarenta y cinco. Y habrá que procurar que haya una temporada de distensión: y no lo haremos con cuatro, sino con todos.

23a Reaccionar con sentido común
Siendo muy niños delante de Dios, no podemos estar infantilizados. A la Obra se viene con la edad conveniente para saber que tenemos los pies de barro, para saber que somos de carne y hueso. Sería ridículo darse cuenta en plena madurez de la vida: como una criatura de meses, que descubre asombrada sus propias manos y sus pies. Nosotros hemos venido a servir a Dios, conociendo toda nuestra poquedad y nuestra flaqueza, pero si nos hemos dado a Dios, el Amor nos impedirá ser infieles.

23b Lealtad
Por lo demás, ser desleales, agarrarse entonces a un amor de la tierra, estad seguros de que supondría el comienzo de una vida muy amarga, llena de tristeza, de vergüenza, de dolor. Hijos míos: afirmaos en este propósito de no vender jamás la primogenitura, de no cambiarla, al pasar los años, por un plato de lentejas. Sería una gran pena malbaratar así tantos años de amor sacrificado. Decid: he jurado guardar los decretos de tu justicia, y quiero cumplir mi juramento 54.

23c Sacar humildad de la prueba
Dios, que premia siempre nuestra fidelidad y nos recuerda el omnia in bonum, nos previene al mismo tiempo contra el peligro constante del envanecimiento, según aquellas palabras de San Agustín: a los que aman a Dios de este modo, todo contribuye para su mayor bien: absolutamente todas las cosas endereza Dios a su provecho, de suerte que aun a los que se desvían y extralimitan les hace progresar en la virtud, porque se vuelven más humildes y experimentados. Aprenden que en el mismo camino de la vida justa deben alborozarse con gozo y temblor, sin atribuirse presuntuosamente a sí mismos la seguridad con que caminan ni decirse en tiempo de la prosperidad: ya nunca caeremos 55.

24a El obstáculo del desaliento
Todos tenemos errores, aunque llevemos años y años luchando por vencerlos. Cuando de la lucha ascética sacamos desaliento, es que somos soberbios. Hemos de ser humildes, con deseos de ser fieles. Es verdad que servi inutiles sumus 56. Pero, con estos siervos inútiles, el Señor hará cosas muy grandes en el mundo, si ponemos algo de nuestra parte: el esfuerzo de alzar la mano, para asirnos a la que Dios –con su gracia– nos tiende desde el cielo.

24b La sorpresa de los soberbios
Sólo los soberbios se sorprenden, al ver que tienen los pies de barro. Un acto de contrición y de desagravio, y adelante. Reconozcamos que además de las faltas que tenemos en la conciencia, habrá otras, que están ocultas a nuestros ojos. Dolor de amor, pues, y –en la intimidad de ese dolor y de esa humildad– nos atreveremos a decir al Señor que hay también en nuestra vida mucho amor. Que si fue real la falta, real es el amor que Él mismo pone en nosotros, que nos permite servirle con toda la fuerza de nuestros corazones. Decid frecuentemente, como jaculatoria, el acto de contrición de Pedro, después de las negaciones: Domine, tu omnia nosti; tu scis, quia amo te! 57.

25a Contrición
Dile a tu Ángel Custodio –yo se lo digo al mío– que no quiera mirar nuestros errores, porque estamos dolidos, contritos. Que lleve al Señor esta buena voluntad que nace, en nuestro corazón, como un lirio que ha florecido en el estercolero.

25b La sinceridad
No admitáis el desaliento, por vuestras miserias personales o por las mías, por nuestras derrotas. Abrid el corazón, sed sencillos: continuemos andando el camino, con más cariño, con la fuerza que nos da Dios, porque Él es nuestra fortaleza 58.

25c El amor de Dios
Si nos amamos a nosotros mismos de un modo desordenado, motivo hay para estar tristes: ¡cuánto fracaso, cuánta pequeñez! La posesión de esa miseria nuestra ha de causar tristeza, desaliento. Pero si amamos a Dios sobre todas las cosas, y a los demás y a nosotros mismos en Dios y por Dios, ¡cuánto motivo de gozo! Es propio de la humildad que el hombre, considerando sus propios defectos, no se engría. Pero no pertenece a la humildad, sino más bien a la ingratitud, el desprecio de los bienes que de Dios ha recibido. Y de ese desprecio proviene la pereza y la flojedad 59, el disgusto por las cosas espirituales, la tibieza, que es el sepulcro de la vida interior.

25d El abandono
Si sentís decaimiento, al experimentar –quizá de un modo particularmente vivo– la propia miseria, es el momento de abandonarse por completo, con docilidad en las manos de Dios. Cuentan que un día salió al encuentro de Alejandro Magno un pordiosero, pidiendo una limosna. Alejandro se detuvo y mandó que le hicieran señor de cinco ciudades. El pobre, confuso y aturdido, exclamó: ¡yo no pedía tanto! Y Alejandro repuso: tú has pedido como quien eres; yo te doy como quien soy.

26a Dios remedia nuestra fragilidad
De lo profundo te invoco, oh Señor. Oye mi voz: estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas. Si guardas, oh Señor, la memoria de los delitos, ¿quién podrá subsistir? Pero eres indulgente, y tu ley me ayuda a reverenciarte, Señor. En tus promesas espero, mi alma confía en el Señor. Israel espera al Señor más que los centinelas nocturnos esperan el alba; porque de Él viene la misericordia y su redención es copiosa. Él, pues, redimirá a Israel de todas sus iniquidades 60.

26b Cacharros con lañas
Estamos hechos de barro de la tierra –de limo terrae 61–, de barro de botijo: frágil, quebradizo, inconsistente. Pero ya habéis visto cómo arreglan esas vasijas de cerámica que se hicieron pedazos: con lañas, para que sigan sirviendo. Los cacharros recompuestos así, son incluso más bonitos: tienen una gracia particular. Se ve que han servido para algo. Si siguen sirviendo, son espléndidos. Además, esas vasijas, si pudieran razonar, no tendrían soberbia nunca. Nada tiene de extraño que se hayan roto, y menos aún que las hayan arreglado, sobre todo si se trataba de algo insustituible, y ¿quieres decirme, hijo mío, con qué puede sustituirse el alma?

26c Instrumentos de Dios
A pesar de nuestras pobres miserias personales, somos portadores de esencias divinas de un valor inestimable: somos instrumentos de Dios. Y como queremos ser buenos instrumentos, cuanto más pequeños y miserables nos sintamos con verdadera humildad, todo lo que nos falte lo pondrá Nuestro Señor: el Señor ordena los pasos del hombre, y se complace en sus caminos. Si cayere, no quedará postrado: porque el Señor le tiende su mano 62.

27a Comenzar y recomenzar
Quizá os encontraréis a veces –no digo en cosas grandes, pero aunque lo fuera, que no lo será– con que tengáis que vivir en vuestra vida personal la escena de Naín, que nos narra San Lucas: sacaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, que era viuda. Así que la vio el Señor, movido a compasión, le dijo: no llores. Se acercó y tocó el féretro; y los que le llevaban, se pararon. Dijo entonces: muchacho, yo te lo mando, levántate. Inmediatamente se incorporó el difunto, y comenzó a hablar, y Jesús lo entregó a su madre 63.

27b La vida interior es eso: comenzar y recomenzar. La vida interior consiste en hacer muchos actos de contrición, de amor y de reparación. Quiero ensalzarte, oh Señor, porque me has puesto a salvo y no has alegrado a mis enemigos en mi dolor. Señor, mi Dios, clamé a ti y tú me sanaste. Oh Señor, has sacado mi alma del sepulcro, me has llamado a la vida de entre los que bajan a la fosa. Cantad al Señor, vosotros, sus santos, y ensalzad su santo nombre 64.

28a El obstáculo del fracaso
Otras veces os encontraréis con las manos vacías. Será el momento de volver a empezar, de oír como Simón Pedro el mandato de Cristo que se escucha de nuevo: guía mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Replicole Simón: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y no hemos pescado nada; no obstante, sobre tu palabra, echaré la red. Y, habiéndolo hecho, recogieron tan grande cantidad de peces, que la red se rompía. Por lo que hicieron señas a los compañeros de la otra barca, para que viniesen y les ayudasen. Vinieron, y llenaron de tal modo las dos barcas, que poco faltó para que se hundiesen. Viendo esto Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador 65.

28b Volver a sentir la llamada de Cristo
Recordando la miseria de que estamos hechos, teniendo presentes los fracasos que causó nuestra soberbia, ante la majestad de ese Dios –de Cristo pescador– hemos de decir lo mismo que Pedro: Señor, yo soy un pobre pecador. Y entonces –ahora a vosotros y a mí, como entonces al Apóstol– Jesucristo nos repite lo que también nos dijo cuando nos metió en su red, al llamarnos: ex hoc iam homines eris capiens 66; desde ahora serás pescador de hombres: con mandato divino, con misión divina, con eficacia divina.

29a Prudencia para no caer
No se romperán tus pies de barro, porque conoces su inconsistencia y serás prudente, porque sabes bien que sólo Dios puede decir: ¿quién de vosotros me puede acusar de pecado? 67.

29b Sentirse siervos inútiles
Cuando llega la noche y hago el examen y echo las cuentas y saco la suma, la suma es: pauper servus et humilis! Digo muchas veces: cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies! 68. No lo digo con humildad de garabato. Si el Señor ve que nos consideramos sinceramente siervos pobres e inútiles, que tenemos el corazón contrito y humillado, no nos despreciará, nos unirá a Él, a la riqueza y al poder grande de su Corazón amabilísimo. Y tendremos el endiosamiento bueno: el endiosamiento de quien sabe que nada tiene de bueno, que no sea de Dios; que él, de sí mismo, nada es, nada puede, nada tiene.

30a Sentirse pecadores
Heme, pues, aquí; yo soy el Dios que anula tus pecados y no se acuerda de ellos. ¿Ves? No los recordaré, dice, y eso es propio de la clemencia; pero tú recuérdalos, para que tomes ocasión de corregirte. Pablo, aunque sabía esto, se acordaba siempre de los pecados, que Dios había olvidado, hasta el punto que decía: no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios; y: Cristo vino al mundo a salvar a los pecadores, de los que yo soy el primero. No dijo: era; sino: soy. Ante Dios estaban perdonados los pecados, pero ante Pablo persistía su recuerdo. Lo que Dios había anulado, él mismo lo divulgaba… Dios le llama vaso de elección, y él se dice el primer pecador. Si no se había olvidado de los pecados, piensa cómo recordaría los beneficios de Dios 69.

30b San Pablo se sabe el último de los apóstoles, pero siente también el mandato de evangelizar. Como tú y como yo. Tú sabrás cómo eres. De mí te puedo decir que soy una pobre cosa, un pecador que ama a Jesucristo. Por gracia de Dios no le ofendemos más, pero me siento capaz de cometer todas las vilezas, que haya cometido cualquier otro hombre.

30c Humildad ante las alabanzas
Por eso, si los demás –porque el Señor, en su bondad, no les deja ver nuestra fragilidad– nos tienen por mejores que ellos, nos alaban y muestran desconocer que somos pecadores, debemos pensar y meditar en el fondo de nuestro corazón, con humildad verdadera: tamquam prodigium factus sum multis: et tu adiutor fortis 70; llegué a ser, para muchos, como un prodigio; pero bien sé que tú, Dios mío, eres mi fortaleza.

31a El poder de Dios se revela en la flaqueza humana
Para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, se me ha dado el estímulo de la carne, un ángel de Satanás, que me abofetee. Tres veces pedí al Señor que lo apartase de mí, y me respondió: te basta mi gracia, porque mi poder brilla y consigue su fin por medio de la flaqueza. Así que con gusto me gloriaré de mis flaquezas, para que haga morada en mí el poder de Cristo. Por esta razón siento alegría en mis enfermedades, en los ultrajes, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias por amor de Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy más fuerte 71.

31b Dios, cuando desea realizar alguna obra, emplea medios desproporcionados, para que se note bien que la obra es suya. Por eso vosotros y yo, que conocemos bien el peso abrumador de nuestra mezquindad, debemos decir al Señor: aunque me vea miserable, no dejo de comprender que soy un instrumento divino en tus manos. No he dudado jamás de que los trabajos que haya hecho a lo largo de mi vida en servicio de la Iglesia Santa, no los he hecho yo: sino el Señor, aunque se haya servido de mí: no puede el hombre atribuirse nada, si no le es dado del cielo 72.

32a Sólo con la gracia de Dios hay fidelidad
Consideremos unas palabras del Evangelio de San Juan: dícele Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Respondió Jesús: adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora; me seguirás después. Pedro le dice: ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré por ti mi vida. Le respondió Jesús: ¿tú darás por mí la vida? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces 73.

32b Por eso cuando con el corazón encendido le decimos al Señor que sí, que le seremos fieles, que estamos dispuestos a cualquier sacrificio, le diremos: Jesús, con tu gracia; Madre mía, con tu ayuda. ¡Soy tan frágil, cometo tantos errores, tantas pequeñas equivocaciones, que me veo capaz –si me dejas– de cometerlas grandes!

33a Humildes, hijos míos. Mirad que Jesucristo nos ha besado los pies cuando los besó a los primeros doce. Y Él es quien es, y nosotros somos lo que somos: pobres criaturas.

33b Cuanta más humildad, más eficacia
Si somos fieles, si somos humildes, seremos limpios, mortificados, obedientes; seremos eficaces, en todo el mundo: cuanto más humildes, más eficaces. No hemos venido a mandar, sino a obedecer. Venimos a servir, como Jesús, que non venit ministrari, sed ministrare 74. Meditad muchas veces las palabras del Bautista: Illum oportet crescere, me autem minui 75; conviene que Él crezca, y que yo disminuya.

33c Si quieres ser grande, comienza por ser pequeño; si quieres construir un edificio que llegue hasta el cielo, piensa primero en poner el fundamento de la humildad. Cuanto mayor sea la mole que se trate de levantar y la altura del edificio, tanto más hondo hay que cavar el cimiento. Y mientras el edificio que se construye se eleva hacia lo alto, el que cava el cimiento se abaja hasta lo más profundo. Luego el edificio, antes de subir se humilla, y su cúspide se erige después de la humillación 76.

34a Los defectos son motivo de humildad
No os extrañe que os diga que amo vuestros defectos, siempre que luchéis por quitarlos, porque son un motivo de humildad. Ha dicho aquél, que es el primer literato de Castilla, que la humildad es la base y el fundamento de todas las virtudes, y sin ella no hay ninguna que lo sea.

34b Si queremos perseverar, seamos humildes. Para ser humildes, seamos sinceros: sinceros con Dios, con nosotros mismos, y con los que llevan adelante nuestra alma: ut probetis potiora, ut sitis sinceri et sine offensa in diem Christi 77; a fin de que sepamos discernir lo mejor, y nos mantengamos puros y sin tropiezo hasta el final. Así perseveraremos.

34c Para ser humildes, sinceridad con Dios
Sinceros con Dios: es difícil, porque la gente tiende al anonimato. Las personas que tienen una función de importancia en la vida pública, es frecuente que reciban montones de anónimos. De cara a Dios, hay muchos hombres que quieren pasar también en el anonimato, que rehúyen el encuentro en la oración personal y en el examen.

35a Rehuir el anonimato
¡Cuántos que se atreven, en la confusión de la muchedumbre, a lanzar un insulto soez, una villanía, al paso del gran cortejo, enmudecerían acobardados si estuviesen solos, frente a frente, al descubierto, asumiendo la responsabilidad de sus actos! La insinceridad, que lleva al anonimato y a la cobardía, a evitar la responsabilidad de los propios actos, alza la mano desconocida en medio del tumulto callejero, para quebrar en añicos –de una pedrada– la vidriera gótica de una catedral. La razón cristiana, que nos hace amar la libertad y la responsabilidad personal de todos los hombres, nos ha de hacer amigos de conocernos a nosotros mismos, para aceptar las consecuencias de nuestros actos libres: el examen de conciencia diario nos dará el propio conocimiento, la verdadera humildad y, como consecuencia, nos obtendrá del cielo la perseverancia.

35b ¡Oh Señor!, tú me has examinado y me conoces, no se te oculta nada de mi ser… Pues aún no está la palabra en mi lengua, y ya tú, Dios mío, lo sabes todo… ¿Dónde podría alejarme de tu espíritu? ¿Adónde huir de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; si bajare a los abismos, allí estás presente… Si dijere: las tinieblas me ocultarán, será la noche mi luz en torno mío, tampoco las tinieblas son densas para ti, y la noche luciría como el día, pues para ti tinieblas y luz son iguales 78.

36a Sinceridad consigo mismo
Sinceros con nosotros mismos. Más difícil aún. Ya habéis oído decir que el mejor negocio del mundo sería comprar a los hombres por lo que realmente valen, y venderlos por lo que creen que valen. Es difícil la sinceridad. La soberbia violenta a la memoria, la obscurece: y se encuentra una justificación para cubrir de bondad el mal cometido, que no se está dispuesto a rectificar; se acumulan argumentos, razones, que van ahogando la voz de la conciencia, cada vez más débil, más confusa.

36b Como la voluntad tiende al bien o al bien aparente, nunca la voluntad se movería hacia el mal, si lo que no es bueno no apareciese de algún modo como bueno 79. Las pasiones, o la voluntad desviada, fuerzan al entendimiento, le hacen asentir precipitadamente, o eludir la consideración de ciertos aspectos que contrarían, para acogerse, en cambio, a otros que favorecen –que adornan de bondad– aquella inclinación.

37a Debilidad y humildad
Si no se es humilde, profundamente humilde, es fácil llegar a deformarse la conciencia. Quizá en nuestra vida, por debilidad, podremos obrar mal. Pero las ideas claras, la conciencia clara: lo que no podemos es hacer cosas malas y decir que son santas.

37b Sin humildad, se deforman las conciencias
Cuanta menos humildad, más graves las consecuencias de esa deformación. Porque llegan algunos a no conformarse con esa tranquilización subjetiva de la propia conciencia; sino que se sienten heraldos de una moral nueva, misioneros y profetas de esas reivindicaciones del mal, y difunden sus errores con el fervor de una nueva cruzada, y arrastran tras de sí a los débiles, que encuentran en esas doctrinas nuevas la justificación de sus obras torpes, que se sienten de este modo dispensados del dolor de la rectificación, que –para los humildes– es un deber gustoso.

37c No escuchéis lo que os profetizan los profetas; os engañan. Lo que os dicen son visiones suyas, no procede de la boca del Señor. Dicen a los que se burlan de la palabra del Señor: paz, tendréis paz. Y a todos los que se van tras los malos deseos de su corazón, les dicen: no vendrá sobre vosotros ningún mal… Descarrían a mi pueblo con sus mentiras y sus jactancias, siendo así que yo no les he enviado, no les he dado misión alguna y no han hecho a mi pueblo bien alguno, palabra del Señor 80. Si después de leer estas palabras de la Escritura Santa, me decís que es difícil para un alma corriente discernir, os daré un criterio seguro: el amor a la Santísima Virgen, en primer término; y, después, la obediencia, que es piedra de toque de la verdadera humildad.

38a Sinceridad en la dirección espiritual
A la Obra hemos venido a ser santos. No nos vamos a sorprender, al comprobar que estamos lejos aún de serlo. Por eso admitiremos con sencillez nuestras debilidades, sin tratar de revestirlas de rectitud; evitando la soberbia, que ciega tremendamente, y lo hace ver todo al revés de como es. Hijos míos, sed sinceros con vosotros mismos, sed objetivos. Lograremos, de este modo, la eficacia de nuestra dedicación. Es difícil: se necesita ser humilde, abrir bien el corazón, de par en par, en la dirección espiritual, para airear todos los rincones del alma.

38b Nuestra ascética tiene la sencillez del Evangelio. No debemos complicar nuestras almas, dejando el corazón obscuro; no podemos entorpecer la acción del Espíritu Santo, provocando en nuestra vida una solución de continuidad, que nos arranque –aunque sea por poco tiempo– la simplicidad del corazón y la sinceridad delante de Dios 81.

38c Si nos preocupa algo, lo contamos, estando prevenidos contra el demonio mudo. Contadlo todo, lo pequeño y lo grande, y así venceréis siempre. No se vence cuando no se habla. Se explica, porque el que se calla tiene un secreto con Satanás, y es mala cosa tener a Satanás como amigo.

39a Hay que decirlo todo, sin falsas vergüenzas
Sed sincerísimos: no os concedáis nada sin decirlo, hay que decirlo todo. Mirad que, si no, el camino se enreda; mirad que, si no, lo que era nada acaba siendo mucho. Acordaos del cuento del gitano, que fue a confesar: Padre cura, yo me acuso de haber robado un ronzal… Y detrás había una mula; y detrás, otro ronzal; y otra mula, y así hasta veinte. Hijos míos, que lo mismo pasa con otras muchas cosas: en cuanto se concede el ronzal, viene después todo lo demás, toda la reata, vienen después cosas que avergüenzan.

39b De pequeño había dos cosas que me molestaban mucho: besar a las señoras amigas de mi madre, que venían de visita, y ponerme trajes nuevos. Me metía debajo de la cama. Luego, mi madre con cariño me decía: Josemaría, vergüenza sólo para pecar. Muchos años después me he dado cuenta de que había en aquellas palabras una razón muy profunda. El diablo nos quita la vergüenza para hacer que nos equivoquemos, y luego nos la devuelve para que no contemos nuestros errores. Quizá los mismos errores, de los que otros alardean –exagerándolos– alrededor de una mesa de café.

40a Decir en primer lugar lo que más cueste
Sed muy sinceros, insisto. Y cuando os ocurra algo que no quisierais que se supiese, decidlo inmediatamente –corriendo– a quien os puede ayudar, al Buen Pastor. Esta decisión es lógica: suponed que una persona camina con una piedra grande en la espalda y con los bolsillos llenos de piedrecitas que, entre todas, pesan cien gramos. Si situamos a esa persona en Madrid, vamos a suponer que la distancia que ha de recorrer es de la Puerta del Sol hasta Cuatro Caminos. Cuando llegue al final del trayecto, no sacará una a una las piedrecillas de los bolsillos, quedándose –mientras– con la gran piedra encima. Hijos míos, pues nosotros igual. Lo primero que hemos de echar fuera es lo que pesa. Otro modo de comportarse es una gran tontería, y un principio de insinceridad.

40b Sinceridad en los momentos amargos
No tengáis miedo a nada ni a nadie. Si vienen frutos amargos, decidlo. Todo el remedio está en Dios: aunque hubiese sido un delito grande, enorme. Decidlo todo; hablad, que se arregla. El que os oiga no se asustará de nada, porque sabe que él también es de barro, y que es capaz de cometer el mismo desatino, si es desatino, porque la mayor parte de las veces esos sufrimientos proceden de escrúpulos o de una conciencia mal formada. Más motivo para hablar claramente.

41a El miedo a los Directores es tentación diabólica
El miedo, a los que dirigen nuestra alma, es la tentación más diabólica. El miedo y la vergüenza, que no dejan ser sinceros, son los enemigos más grandes de la perseverancia. Somos de barro; pero, si hablamos, el barro adquiere la fortaleza del bronce. Tened bien cogidas estas ideas, llevadlas a la práctica y habremos asegurado la tranquilidad en el servicio de Dios, porque será muy difícil ofuscarnos.

41b Hijos míos, hemos venido a la Obra a ser santos en medio del mundo; para lograr esto, hemos de poner todos los medios. Cuando un enfermo va a una clínica, para lograr la salud, si le piden que se quite la ropa, porque tienen que hacerle un reconocimiento, y dice que no; si le preguntan qué síntomas tiene, y no lo quiere decir… A esa persona, a donde hay que llevarla no es a una clínica, sino al manicomio.

41c Debemos facilitar, a quienes tengan la misión de formarnos, el conocimiento de todas nuestras circunstancias personales, no podemos tener miedo de que sepan cómo somos. Al contrario: nos ha de dar alegría hacer que nuestra alma sea transparente. Sólo de ese modo, con esa sinceridad con Dios, con vosotros mismos y con los que os forman, lograremos –en la medida de lo posible y con la ayuda de Dios– la perfección cristiana, la perfección humana, la perseverancia en el bien.

42a Sinceridad sin reservas
Hay que darse de una vez, sin reservas, varonilmente. Decirle al Señor: ecce ego: quia vocasti me! 82. Quemar las naves, para que no haya posibilidad de retrocesos; y esa posibilidad existirá mientras tengamos en el alma rincones que ocultar. Sería un dolor perder el camino porque nos da la gana, quizá por no hablar, hasta cuando las cosas parece que no tienen remedio. Si hablamos desde el primer momento, todo se puede remediar más fácilmente.

42b En los tiempos de serenidad espiritual –de endiosamiento bueno– haced como los ingenieros, que embalsan las aguas limpias que vienen abundantes de la montaña y, cuando llega el estiaje, tienen un buen depósito, para beber, para regar los campos, para producir energía eléctrica: luz y fuerza. Ahora que abundáis en claridad, que os encontráis en el corazón ese afán de ser fieles, haced el propósito firme de acudir a esa claridad, invocando a Nuestra Madre Santa María, si un día permite el Señor que pensemos que estamos rodeados de tinieblas.

43a Fieles hasta la muerte
Hijos míos: todo eso, que nos hemos propuesto, se reduce a ser leales, en nuestros pequeños deberes de cada instante, seguros de hacer algo muy grande: nuestra obligación de cristianos dedicados a servir al Señor en esta vida que se va, mientras esperamos la eterna. Porque toda carne es heno, y toda su gloria como la flor del heno: se secó el heno, y su flor se cayó; pero la palabra del Señor dura eternamente 83.

43b Pensad también que statutum est hominibus semel mori 84, que una sola vez se muere. Unos, en la infancia; otros, jóvenes, como vosotros; otros, en plena madurez; otros, cuando han llegado a envejecer. No podemos perder el tiempo, que es corto: es preciso que nos empeñemos de veras en esa tarea de nuestra santificación personal y de nuestro trabajo apostólico, que nos ha encomendado el Señor: hay que gastarlo fielmente, lealmente, administrar bien –con sentido de responsabilidad– los talentos que hemos recibido, para sacar adelante la Obra de Dios.

43c La fe, la pureza y la vocación
La llamada divina exige de nosotros fidelidad intangible, firme, virginal, alegre, indiscutida, a la fe, a la pureza y al camino: el que persevere hasta el fin, será salvo 85, fieles hasta el último momento, y así seremos santos.

44a Fidelidad a la fe
A aquella muchedumbre que sigue al Señor, después de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús le dijo: en verdad, en verdad os digo, que vosotros me buscáis, no por los milagros que habéis visto, sino porque os he dado de comer con aquellos panes hasta saciaros 86. Los milagros que hace el Señor tienen esa finalidad principal: poner de manifiesto su divinidad, para que tengamos fe. Le preguntaron luego ellos: ¿qué es lo que haremos, para ejercitarnos en las obras de Dios? Respondió Jesús: la obra de Dios es que creáis en aquel que Él os ha enviado. Le dijeron: ¿pues qué milagros haces tú, para que nosotros veamos y creamos? ¿Qué cosas haces? 87.

44b Sumisión de la voluntad
Si falta la voluntad de creer, la disposición humilde del alma, los prodigios de Dios no se ven; la inteligencia se mueve en un plano sin relieve, sin el sentido de lo sobrenatural. Por eso, cuando Jesús les habla del Pan de Vida, de la Eucaristía, ellos siguen pensando en el pan de la tierra. Le dijeron ellos: Señor, danos siempre de ese pan 88. Y cuando les propone el misterio que han de creer, en sus términos precisos, sin posibilidad de eludir su contenido sobrenatural objetivo, cuando les exige el acto de fe teologal –dándoles la gracia suficiente para creer–, se produce la desbandada. Desde entonces muchos de sus discípulos dejaron de seguirle y ya no andaban con él. Por lo que dijo Jesús a los doce: vosotros ¿queréis también retiraros? Entonces Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos conocido y creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios 89.

44c Ahora pido, para vosotros y para mí, la fe de Pedro, quae per caritatem operatur 90, que obra animada por la caridad. Una fe viva, inquebrantable, sin titubeos, sin atenuar su contenido, sin una sombra, operativa.

45a Fidelidad a la pureza, por Amor
Amad la santa pureza, hijos míos: nuestra castidad es una afirmación gozosa, una consecuencia lógica de nuestra entrega al servicio de Dios, de nuestro Amor. Podríamos haber puesto el afecto de nuestro corazón en una criatura; pero, ante la llamada de Dios, lo hemos puesto entero, joven, vibrante, limpio, a los pies de Jesucristo: porque nos da la gana –que es una razón bien sobrenatural– corresponder a la gracia del Señor.

45b Permitidme un inciso: hemos de tener gran respeto y veneración por el estado matrimonial, que es noble y santo –sacramentum hoc magnum est 91, el matrimonio es un gran sacramento– y nosotros lo vemos como otro camino vocacional, como una participación maravillosa en el poder creador de Dios. Pero es doctrina cierta de fe que, de suyo, es más alta la vocación a un noble y limpio celibato apostólico.

45c Nosotros iremos adelante, con la gracia de Dios, no como ángeles –que eso sería un desorden, porque los ángeles tienen otra naturaleza–, sino como hombres limpios, fuertes, ¡normales!: lo que hacen tantos en la tierra por un hogar, lo que hicieron nuestros padres con una vida de cristiana fidelidad, hagámoslo nosotros por el Amor de los Amores. Amad mucho, por tanto, la santa pureza, invocad a Nuestra Madre del Amor Hermoso, Santa María, y perseveraremos –alegres y sobrenaturalmente fecundos– en este Camino divino de nuestra Obra.

45d Los medios para vencer
Si alguna vez sentís que está en peligro esa gracia que Dios nos ha hecho, no os debéis extrañar, porque –ya os lo he dicho– somos de barro: habemus autem thesaurum istum in vasis fictilibus 92: una vasija de barro para llevar un tesoro divino. No te hablo para ahora: te hablo por si acaso, alguna vez, sientes que tu corazón vacila. Para entonces te pido, desde este momento, una fidelidad que se manifieste en el aprovechamiento del tiempo y en dominar la soberbia, en tu decisión de obedecer abnegadamente, en tu empeño por sujetar la imaginación: en tantos detalles pequeños, pero eficaces, que salvaguardan y a la vez manifiestan la calidad de tu entregamiento.

45e No dejarse engañar
Si en algún momento se hace más difícil la lucha interior, será la buena ocasión de mostrar que nuestro Amor es de verdad. Para quien ha comenzado a saborear de alguna manera la entrega, caer vencido sería como un timo, un engaño miserable. No te olvides de aquel grito de San Pablo: quis me liberabit de corpore mortis huius? 93, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Y escucha, en tu alma, la respuesta divina: sufficit tibi gratia mea! 94, ¡te basta mi gracia!

45f El amor de nuestra juventud, que con la gracia de Dios le hemos dado generosamente, no se lo vamos a quitar al pasar los años. La fidelidad es la perfección del amor: en el fondo de todos los sinsabores que puede haber en la vida de un alma entregada a Dios, hay siempre un punto de corrupción y de impureza. Si la fidelidad es entera y sin quiebra, será alegre e indiscutida.

46a Fidelidad a la vocación
Dejadme que insista: sed fieles. Es algo que llevo clavado en el corazón. Si sois fieles, nuestro servicio a las almas y a la Santa Iglesia se llenará de abundantes frutos espirituales. No olvidéis –repito– que se puede cometer en la vida algún error, pero eso no quiere decir nada contra el camino, ni contra el Amor: quiere decir que, en lo sucesivo, hemos de ser más prudentes. Nadie puede razonar así: puesto que no puedo con la carga de un deber, no cumpliré ninguno. Es una reacción de soberbia, es pasar del endiosamiento al endiablamiento. Corruptio optimi pessima, enseña el viejo adagio escolástico: la corrupción de lo bueno es pésima. Sólo la humildad –con la gracia– puede impedir esa corrupción, ese paso breve de lo mejor a lo peor. Cuando un espíritu inmundo ha salido de un hombre, se va por lugares áridos, buscando lugar donde reposar y no hallándolo, dice: me volveré a mi casa de donde salí. Y, viniendo a ella, la halla barrida y bien adornada. Entonces va y toma consigo a otros siete espíritus peores que él, y entrando en esta casa, fijan en ella su morada. Con lo que el último estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero 95.

46b Vocación y errores en nuestra vida personal
Dejarlo todo porque se dejó una cosa, es absurdo, no conduce a nada. Es la lógica de un loco. Llevamos un tesoro y, si –por lo que sea– hemos perdido en el camino una parte, incluso considerable, no es ésa una razón para tirar, despechados, lo que nos queda. La actitud más razonable será tomar todas las precauciones –valiéndonos también ahora de nuestra experiencia– para no perder nada más. En las cosas del alma, no hay nada irremediablemente perdido: el cuidado humilde y contrito con que procuremos conservar lo que nos quede, hará que recuperemos –superándolo– lo que hayamos perdido. Pues sucede algunas veces que la intensidad del arrepentimiento del penitente es proporcionada a un estado de gracia mayor que aquella de la que cayó por el pecado… Por eso, el penitente algunas veces se levanta con más gracia que la que tenía antes 96.

47a La vocación, armadura contra las tentaciones
El que se quede agarrado a las zarzas del camino, se quedará por su propia voluntad, sabiendo que será un desgraciado, por haber vuelto la espalda al Amor de Cristo. Vuelvo a afirmar que todos tenemos miserias. Pero las miserias nuestras no nos deberán llevar nunca a desentendernos de la llamada de Dios, sino a acogernos a esa llamada, a meternos dentro de esa bondad divina, como los guerreros antiguos se metían dentro de su armadura: aquel ecce ego: quia vocasti me! 97; aquí me tienes, porque me has llamado, es nuestra defensa. No hemos de ir contra la llamada de Dios, porque tenemos miserias; sino atacar las miserias, porque Dios nos llamó.

47b Cuando viene la dificultad y la tentación, el demonio más de una vez nos quiere hacer razonar así: como tienes esta miseria, es señal de que Dios no te llama, no puedes seguir adelante. Nosotros debemos advertir el sofisma de ese razonamiento, y pensar: como Dios me ha llamado, a pesar de este error, con la gracia del Señor saldré adelante.

47c La vocación nos asegura en la gracia
Nuestra entrega nos confiere como un título –un derecho, por decirlo así– a las gracias convenientes para ser fieles al camino que emprendimos un día, porque Dios nos llamó. La fe nos dice que, cualesquiera que sean las circunstancias por que atravesemos, esas gracias no nos faltarán si no renunciamos voluntariamente a ellas. Pero nosotros debemos cooperar: dentro de esa cooperación está el ejercicio de la virtud de la fortaleza, y una parte de la fortaleza es la paciencia para soportar la prueba, la dificultad, la tentación y las propias miserias. El que fue probado y se mostró perfecto tendrá gloria perdurable. El que pudo prevaricar y no prevaricó, hacer el mal y no lo hizo, tiene asegurados sus bienes en el Señor 98.

47d No hay derecho a dudar de la vocación
Desde la eternidad el Creador nos ha escogido para esta vida de completa entrega: elegit nos in ipso ante mundi constitutionem 99, nos escogió antes de la creación del mundo. Ninguno de nosotros tiene el derecho, pase lo que pase, a dudar de su llamada divina: hay una luz de Dios, hay una fuerza interior dada gratuitamente por el Señor, que quiere que, junto a su Omnipotencia, vaya nuestra flaqueza; junto a su luz, la tiniebla de nuestra pobre naturaleza. Nos busca para corredimir, con una moción precisa, de la que no podemos dudar: porque tenemos, junto a mil razones que otras veces hemos considerado, una señal externa: el hecho de estar trabajando con pleno entregamiento en su Obra, sin que haya mediado un motivo humano. Si no nos hubiera llamado Dios, nuestro trabajo con tanto sacrificio en el Opus Dei nos haría dignos de un manicomio. Pero somos hombres cuerdos, luego hay algo físico, externo, que nos asegura de que esta llamada es divina: veni, sequere me 100; ven, sígueme.

48a Fieles toda la vida
Procuremos ser leales a lo largo de nuestra vida y, si en algún momento sentimos que no lo somos, luchemos, pidamos a Dios ayuda, y venceremos, porque Dios no pierde batallas. Pongamos todas nuestras miserias a los pies de Jesucristo, para que Él triunfe: y veréis qué alto queda, y de qué manera nos ayudará a divinizar nuestra vida terrena.

48b Siempre habrá flaquezas
La flaqueza humana nos acompaña aún en los mejores instantes, en los momentos más sublimes de nuestra existencia. Tenemos –para que nada pueda ya sorprendernos– el testimonio del Santo Evangelio. En la Última Cena, en aquel clima de efusión de amor y de confidencias divinas, en la reunión de los íntimos, de los más formados, de los predilectos: facta est autem contentio inter eos, quis eorum videretur esse maior 101: se pusieron a discutir, a pelear entre ellos, sobre quién era el mayor, el más excelente.

48c Por eso, cuando sintamos en nosotros mismos –o en otros– cualquier debilidad, no debemos mostrar extrañeza: acordémonos de aquellos que, con su flaqueza indiscutible, perseveraron y llevaron la palabra de Dios por todos los pueblos, y fueron santos. Estemos dispuestos a luchar y a caminar: lo que cuenta es la perseverancia.

49a Rectificar cada día un poco
Constantes, alegres, rectificando cada día un poco, como hacen los barcos en alta mar, para llegar a puerto. Los santos han sido como nosotros: han tenido buena voluntad y la sinceridad de rectificar, en su vida interior, en su lucha: con victorias y con derrotas, que a veces son victorias; buscando el trato con Dios, que es esperanza, que es fe, que es Amor. Nuestro Dios está contento con esa lucha nuestra, que es señal cierta de que tenemos vida interior, deseo de cristiana perfección.

49b Possumus!
Recordad cuando Juan y Santiago se acercaron a Jesús y le dijeron: Maestro, quisiéramos que nos concedieses todo cuanto te pidamos. Díjoles Él: ¿qué deseáis que os conceda? Concédenos, respondieron, que en tu gloria nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús les replicó: ¿podéis beber el cáliz que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con el que yo voy a ser bautizado? Respondieron ellos: possumus, podemos 102. El camino de la Gloria pasa por las estrecheces de la muerte. ¿No sabéis que los que hemos sido bautizados en Jesucristo, lo hemos sido en virtud de su muerte? En el bautismo hemos quedado sepultados con Él, muriendo para el pecado, a fin de que así como Cristo resucitó de entre los muertos para gloria del Padre, así también procedamos nosotros según una vida nueva 103.

49c Hijos míos, digamos con Juan y Santiago: possumus! Omnia possum in eo qui me confortat 104; todo lo puedo en Aquel que me conforta. Llenaos de confianza, porque el que comenzó la obra, la perfeccionará 105: podremos, si cooperamos, porque tenemos asegurada la fortaleza de Dios: quia tu es, Deus, fortitudo mea 106.

50a Sentido común y sentido sobrenatural
Nuestra pedagogía se compone de afirmaciones, no de negaciones, y se reduce a dos cosas: obrar con sentido común y con sentido sobrenatural. Entre otras manifestaciones de esa pedagogía, hay una que puede expresarse así: mucha confianza en Dios, confianza en los demás, y desconfianza en nosotros mismos.

50b No fiarse del juicio propio. Rectificar
No os fiéis fácilmente del propio juicio: como el metal precioso se pone a prueba –necesita la piedra de toque–, nosotros hemos de ver si nuestro juicio es oro fino –en lo humano y en lo sobrenatural– teniendo en cuenta el parecer de los demás, especialmente de quienes tienen gracia de estado para ayudarnos. Por eso hemos de tener la buena disposición de rectificar lo que antes hayamos afirmado. Que no es una humillación rectificar: es un acto lleno de rectitud, que está dentro de aquella pedagogía sobrenatural.

50c El bien sobrenatural de uno solo, es mejor que el bien natural del universo entero 107. Hay que pedir a Dios que ponga siempre en nuestra inteligencia esa fe y esa visión sobrenatural, que dé una jerarquía objetiva a nuestras ideas y a nuestros afectos y a nuestras obras. Hay que pedir ese criterio, porque es un don de Dios.

51a El ejemplo de Jesús cansado
Contemplad, conmigo, lo que escribe San Juan: llegó Jesús a la ciudad de Samaria, llamada Sicar, vecina a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Aquí estaba la fuente de Jacob. Jesús, cansado del camino, se sentó sobre el brocal del pozo 108. Es conmovedor ver al Señor cansado. Además tiene hambre: los discípulos han ido al pueblo vecino para buscar algo de comer. Y tiene sed: vino una mujer samaritana a sacar agua. Jesús le dijo: dame de beber 109. Después, toda aquella conversación encantadora, en la que el alma sacerdotal de Cristo se vuelca, solícita, para recuperar la oveja perdida: olvidando el cansancio y el hambre y la sed. Entretanto le instaban los discípulos diciendo: Maestro, come. Pero Él les dice: Yo tengo para comer un manjar que vosotros no sabéis. Decíanse los discípulos unos a otros: ¿si le habrá traído alguno de comer? Jesús les dijo: mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra 110.

51b Olvido de sí mismo
Jesucristo, perfectus Deus, perfectus homo 111, se presenta a nuestra consideración, para que estemos serenos ante las exigencias limpias de nuestra pobre naturaleza, para que las sepamos olvidar o –al menos– ponerlas en segundo término ante el bien de las almas –de todas las almas–, para animarnos a dar cumplimiento a la Obra que Dios nos ha encomendado y sepamos amar su voluntad santísima, alimentándonos siempre de ese afán.

52a Fe en la omnipotencia divina
Una sola palabra del Señor, y la higuera sin fruto se quedó seca hasta las raíces. Se asombran los discípulos, y Jesús les dice: tened confianza en Dios. En verdad os digo, que cualquiera que dijere a este monte: quítate de ahí y échate al mar, no vacilando en su corazón, sino creyendo que cuanto dijere se ha de hacer, así se hará. Por tanto, os aseguro que todo cuanto pidiereis en la oración, tened fe en conseguirlo, y se os concederá 112.

52b La fe será la fuente inagotable de nuestra fecundidad apostólica: del seno de aquél que cree en mí, manarán, como dice la Escritura, ríos de agua viva 113. Pero ha de ser –la nuestra– una fe llena de leal fidelidad al Magisterio del Romano Pontífice.

53a Fe en la misericordia de Dios
Acababa el Señor de curar a los mudos, a los ciegos, a los cojos, a los enfermos, a muchos otros que se presentaban a Él; y oíd lo que dice: me da compasión esta multitud, porque ya hace tres días que persevera conmigo, y no tiene qué comer 114. El corazón de Jesucristo está lleno de amor, y se compadece de aquella gente que le sigue ¡por tres días!

53b Tened en cuenta, además, que algunos de aquellos hombres seguían al Señor como se va detrás de un curandero, o de un poderoso de la tierra para obtener sus favores, o –no faltan pruebas, en la Escritura Santa, de esta intención– ut caperent eum in sermone 115, para coger una palabra suya y retorcerla. Si para esos que eran así, por tres días de perseverancia, hace Jesús el gran milagro de la multiplicación de los panes, pensad qué no hará por nosotros. En los momentos de apuro, al sentir vuestra indigencia, acudid confiadamente al Señor, abandonaos en sus manos y decidle que llevamos más de tres días siguiéndole con amor y con sacrificio.

54a Creced en la fe, ante los obstáculos propios o ajenos. Mirad cómo se comporta el centurión, según lo narra San Lucas: estando ya cerca de la casa, el centurión le envió a decir por medio de sus amigos: Señor, no te tomes esta molestia, que no merezco yo que tú entres en mi casa. Por esa razón, tampoco me consideré digno de salir en persona a buscarte; pero di tan sólo una palabra, y sanará mi criado 116.

54b Los obstáculos desaparecen con la oración
Las dificultades, las contrariedades desaparecen, en cuanto nos acercamos a Dios en la oración. Vayamos a hablar humilde y francamente con Jesús, teniendo en cuenta que el que trata con sencillez, va confiado 117, y enseguida se hará la luz, vendrán la paz y la serenidad y la alegría. Y nos sentiremos felices, aun cuando se note todavía el barro en las alas. Después, mortificación, penitencia, y caerá ese barro; y volaremos como las águilas en la altura de la fe y de las obras.

54c Como aquel hombre, del que nos habla el Eclesiástico, hemos de madrugar por la mañana, para dirigir nuestro corazón al Señor que nos creó, para orar en presencia del Altísimo. Abriremos nuestra boca en oración y rogaremos por nuestros pecados; y si le place al Señor soberano, nos llenará de espíritu de inteligencia. Como lluvia, el Señor derramará palabras de sabiduría y en la oración alabaremos al Señor. Dirijamos nuestra voluntad y nuestra inteligencia a meditar los misterios de Dios. Publiquemos las enseñanzas de su doctrina 118.

54d La oración da el endiosamiento bueno
La oración nos dará el endiosamiento bueno, humilde, santo; y podremos trabajar en todos los ambientes, sin peligro alguno. Da, quaesumus, omnipotens Deus: ut, quae divina sunt, iugiter exsequentes, donis mereamur caelestibus propinquare 119: por ese seguimiento continuado, perseverante, de lo divino, el Señor nos dará a manos llenas la riqueza de sus dones, la divinización buena. Da nobis, quaesumus, Domine: perseverantem in tua voluntate famulatum; ut in diebus nostris, et merito et numero populus tibi serviens augeatur 120. Perseveremos en el servicio de Dios, y veremos cómo crece en número y en santidad este ejército de paz, este pueblo de corredención.

55a Omnia in bonum!
Hijos míos, adelante con alegría, con esfuerzo: ninguna cosa nos parará en el mundo, mientras sirvamos al Señor, porque todo es bueno para los que aman a Dios: diligentibus Deum, omnia cooperantur in bonum 121. En la vida todo se puede arreglar menos la muerte, y para nosotros la muerte es vida. Nada tiene importancia si hay sinceridad, sentido sobrenatural y buen humor: nada está perdido nunca. Barrabás era un homicida y un revoltoso, y la Muerte de Cristo –vida por Vida– le salva a él de morir. Dimas era un ladrón, un delincuente: y una palabra humilde de arrepentimiento, una oración sencilla y confiada, y Jesús –vida por Vida– le salva a él de morir eternamente. ¡Rectifica, que nunca es tarde para rectificar; pero rectifica inmediatamente, hijo mío!

55b Siempre es posible llegar a ser santos. La esperanza del premio
Muy distintas personas vienen y vendrán al Opus Dei: toda clase de personas. Algunas, llamadas también cerca de la hora undécima 122, como aquellos operarios de la viña. Me dará una gran alegría ver llegar a la Obra, llamado por Dios, a un hombre al final de su vida: quizá un alma que ha pasado años y años lejos de Jesucristo. Siempre hay sitio, para un operario de última hora; y –si es fiel– recibirá el premio de la gloria, quizá con sólo unos minutos de amor, atado voluntariamente a la cruz de pies y manos: que no está la santidad en el mucho hacer, sino en el amar mucho. Un gran Amor nos espera en el Cielo: sin traiciones, sin engaños: todo el amor, toda la belleza, toda la grandeza, toda la ciencia… Y sin empalago: nos saciará sin saciar.

55c Ha habido siempre herejes –ya los había en vida de los Apóstoles– que han tratado de quitarnos esa esperanza. Si se predica a Cristo como resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de vosotros andan diciendo que no hay resurrección de muertos? Pues si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado. Pero si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, y vana es también nuestra fe… Si nosotros sólo tenemos esperanza en Cristo mientras dura nuestra vida, somos los más desdichados de todos los hombres 123.

55d Conllevemos todas las dificultades de esta navegación nuestra, en medio de los mares del mundo, con la esperanza del cielo: para nosotros y para todas las almas que quieran amar, la aspiración es llegar hasta Dios: la gloria del Cielo. Si no, nada de nada vale la pena. Para ir al Cielo, hemos de ser fieles. Y para ser fieles, hay que luchar, ir adelante en nuestro camino, aun cuando caigamos de bruces alguna vez: con Él nos levantaremos.

56a Eslabones de una misma cadena
No estamos solos. Vae soli 124: desgraciados los que están solos. Procuremos que no nos falte sentido de responsabilidad, sabiéndonos eslabones de una misma cadena. Por lo tanto –hemos de decir de veras cada uno de los hijos de Dios, en su Obra– quiero que ese eslabón que soy yo no se rompa: porque, si me rompo, traiciono a Dios, a la Iglesia Santa y a mis hermanos. Y nos gozaremos en la fortaleza de los otros eslabones; me alegraré de que haya eslabones de oro, de platino, engastados de piedras preciosas. Ningún hijo de Dios está solo, ninguno es un verso suelto: somos versos del mismo poema épico, divino, y no podemos romper esa unidad, esa armonía, esa eficacia.

56b Habéis de ser victoriosos en vuestras miserias, haciendo victoriosos a los demás. Entre todos me ayudaréis a perseverar. Con errores, que todos tenemos, y que –cuando los reconocemos, pidiendo perdón al Señor– nos hacen humildes y merecen que digamos, con la Iglesia: felix culpa!

56c Responsables de la santidad de los demás
Así lograremos la serenidad, nos ayudaremos a querer y a vivir la propia santidad y la santidad de los otros; y tendremos aquella fortaleza que es la fortaleza de los naipes, que no se pueden sostener solos, pero que, apoyados unos en otros, pueden formar un castillo que se tiene en pie. Dios cuenta con nuestras flaquezas, con nuestra debilidad, y con la debilidad de los demás; pero cuenta también con la fortaleza de todos, si la caridad nos une. Amad la bendita corrección fraterna, que asegura la rectitud de nuestro caminar, la identidad del buen espíritu: ve y corrígelo estando a solas con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano 125.

56d Tengamos el corazón grande, para querer a todas las criaturas de la tierra con sus defectos, con sus maneras de ser. No olvidemos que, a veces, hay que ayudar a las almas, para que caminen poco a poco; hemos de animarles con paciencia a avanzar lentamente, de modo que apenas se puedan dar cuenta del movimiento, aunque caminen.

56e En nuestra siembra de paz y de alegría, habrá que difundir y fomentar y defender la legítima libertad personal de los hombres; el deber que cada hombre tiene de asumirse la responsabilidad que le corresponde en los quehaceres terrenos; la obligación de defender también la libertad de los demás, como la suya propia, y de comprender a todos; la caridad de aceptar a los demás como son –porque cada uno de nosotros tiene culpas y errores–, ayudándoles con la gracia de Dios y con garbo humano a superar esos defectos, para que todos podamos sostenernos a fin de llevar con dignidad el nombre de cristianos.

57a Fieles, pensando en todas las almas
Hay muchas almas alrededor de vosotros, y no tenemos derecho a ser obstáculo para su bien espiritual. Estamos obligados a buscar la perfección cristiana, a ser santos, a no defraudar, no sólo a Dios por la elección de que nos ha hecho objeto, sino también a todas esas criaturas que tanto esperan de nuestra labor apostólica. Por motivos humanos también: incluso por lealtad luchamos por dar buen ejemplo. Si algún día tuviésemos la desgracia de que nuestras obras no fueran dignas de un cristiano, pediremos al Señor su gracia para rectificar.

57b Hemos de ser –en la masa de la humanidad– levadura; y necesitamos santidad: remediar los errores pasados, disponernos con humildad de corazón a practicar las virtudes, en nuestra vida ordinaria. Si vivimos así, seremos fieles. ¡Qué alegría, al llegar el examen de la noche pudiendo decir: Señor, no me he ocupado de mí en todo el día, porque he estado siempre ocupado en servirte, en servir a los demás, por tu Amor!

58a Unidos al Señor
Solos, no podemos nada de provecho, porque habremos cortado el camino de las relaciones con Dios: sine me nihil potestis facere 126; sin mí no podéis hacer nada. Pero unidos al Señor, lo podemos todo: omnia possum in eo qui me confortat 127; todo lo podremos en aquel que nos confortará, aunque tengamos equivocaciones y errores, si luchamos para no tenerlos.

58b Soñaba una vez un conocido mío –nunca le acabo de conocer– que andaba en un avión a mucha altura, pero no dentro, sino sobre las alas: y padecía terriblemente. Nuestro Señor le daba a entender que así van por las alturas del apostolado las almas que no tienen vida interior, con el peligro constante de venirse abajo, sufriendo, inseguras.

59a La piedad
Esta vida es pelea, guerra, una guerra de paz, que hay que pelear siempre in gaudio et pace. Tendremos esa paz y esa alegría si somos hombres –o mujeres– de la Obra, que quiere decir: sinceramente piadosos, cultos –cada uno en su labor–, trabajadores, deportistas en la vida espiritual: ¿no sabéis que los que corren en el estadio, aunque corran todos, uno sólo se lleva el premio? Corred, de tal manera que lo ganéis. Todos los que han de luchar en la palestra, guardan en todo una exacta continencia; y no es sino para alcanzar una corona perecedera, mientras que nosotros esperamos una corona eterna 128.

59b Por eso somos almas contemplativas, con un diálogo constante, tratando al Señor a todas horas: desde el primer pensamiento del día al último pensamiento de la noche: porque somos enamorados y vivimos de Amor, traemos puesto de continuo nuestro corazón en Jesucristo Señor Nuestro, llegando a Él por su Madre Santa María y, por Él, al Padre y al Espíritu Santo.

59c Si en algún momento aparece la intranquilidad, la inquietud, el desasosiego, nos acercamos al Señor, y le decimos que nos ponemos en sus manos, como un niño pequeño en brazos de su padre. Es una entrega que supone fe, esperanza, confianza, amor.

59d Cumplimiento de las Normas
Puedo decir que el que cumple nuestras Normas de vida –el que lucha por cumplirlas–, lo mismo en tiempo de salud que en tiempo de enfermedad, en la juventud y en la vejez, cuando hay sol y cuando hay tormenta, cuando no le cuesta observarlas y cuando le cuesta, ese hijo mío está predestinado, si persevera hasta el fin: estoy seguro de su santidad.

59e De tal modo ama nuestro Dios a las criaturas –deliciae meae esse cum filiis hominum 129, mis delicias son estar con los hijos de los hombres– que, si en algún momento no hemos sabido ser fieles al Señor, el Señor sí que ha estado pendiente de nosotros. Lo mismo que una madre no tiene en cuenta las pruebas de desafecto del hijo, en cuanto el hijo se acerca a ella con cariño, tampoco Jesús se acuerda de las cosas que no hemos hecho bien, cuando al fin vamos con cariño hacia Él, arrepentidos, limpios por el sacramento de la penitencia.

60a Vivir la filiación divina
Filiación divina, pues. Con esa creencia maravillosa no perdemos la serenidad: para sentirnos seguros; para volver, si es que nos hemos descaminado en alguna escaramuza de esta lucha diaria –aun cuando hubiese sido una derrota grande–, ya que por nuestra debilidad podemos descaminarnos, y de hecho nos descaminamos. Sintámonos hijos de Dios, para volver a Él con agradecimiento, seguros de ser recibidos por nuestro Padre del cielo.

60b El Señor nos habla –si le queremos oír, en el fondo de nuestra alma, a través de personas y sucesos– como un Padre amoroso; y nos da, sin espectáculo, la gracia conveniente, para tener las fuerzas necesarias, incluso la energía humana, para terminar las cosas con la misma ilusión con que las hemos comenzado. Por eso, el endiosamiento que nos lleva a perseverar, a vivir llenos de confianza, a superar las dificultades, ya no es un grito de soberbia. Es un grito de humildad: un modo de hacer patente nuestra unión con Dios, una manifestación de caridad; es nuestra misma miseria la que nos lleva a refugiarnos en Dios, a endiosarnos.

61a Tratar a Jesucristo confiadamente
Tratar a Dios, tocar a Dios. Mirad cómo nos cuenta San Lucas la curación de la hemorroísa. Dijo Jesús: ¿quién es el que me ha tocado? Excusándose todos, contestó Pedro con sus compañeros: Maestro, un tropel de gentes te comprime y te sofoca y preguntas: ¿quién me ha tocado? 130. De Cristo sale la vida a torrentes: una virtud divina. Hijo mío, tú le hablas, le tocas, le comes todos los días: le tratas en la Sagrada Eucaristía y en la oración, en el Pan y en la Palabra.

61b Hace bastantes años, presencié esta escena: un grupo de hombres y, entre ellos, uno popularmente famoso. Se paraba la gente a contemplarlo. Un niño salió de la muchedumbre, pasó una mano por el traje del hombre que todos admiraban, y volvió con la cara radiante, diciendo a gritos: ¡lo he tocado!

61c Nosotros hacemos más: tenemos amistad personal con Jesucristo. En esa relación, está la base de nuestro buen endiosamiento. En la Sagrada Eucaristía y en la oración está la cátedra en la que aprendemos a vivir, sirviendo con servicio alegre a todas las almas: a gobernar, también sirviendo; a obedecer en libertad, queriendo obedecer; a buscar la unidad en el respeto de la variedad, de la diversidad, en la identificación más íntima.

61d Dios en el Pan y en la Palabra
Los Hechos de los Apóstoles describen, en pocas palabras, el ambiente de la primera comunidad cristiana: perseveraban todos en las instrucciones de los Apóstoles y en la comunicación de la fracción del pan y en la oración 131. Con la Fe, el Pan y la Palabra, perseveraremos, nos llamaremos victoriosos, y tendremos todo el amor que nos aguarda en el cielo, después de haber sido felices en la tierra y de abrir caminos de paz en medio del mundo a tantas almas de todas las naciones.

62a Alegría en la lucha
Hijos míos, que estéis contentos. Yo lo estoy, aunque no lo debiera estar mirando mi pobre vida. Pero estoy contento, porque veo que el Señor nos busca una vez más, que el Señor sigue siendo nuestro Padre; porque sé que vosotros y yo veremos qué cosas hay que arrancar, y decididamente las arrancaremos; qué cosas hay que quemar, y las quemaremos; qué cosas hay que entregar, y las entregaremos.

62b Ayuda de la Santísima Virgen
Madre mía: a estos hijos y a mí, danos el don bendito de la humildad en la lucha, que nos hará sinceros; la alegría de sentirnos tan metidos en Dios, endiosados. El gozo sacrificado y sobrenatural de ver toda la pequeñez –toda la miseria, toda la debilidad de nuestra pobre naturaleza humana con sus flaquezas y defectos– dispuesta a ser fiel a la gracia del Señor, y así ser instrumento para cosas grandes.

62c Decid conmigo: Señor, sí, con la ayuda de Nuestra Madre del Cielo, seremos fieles, seremos humildes, y no nos olvidaremos nunca de que tenemos los pies de barro, y de que todo lo que en nosotros brilla es tuyo, es gracia, es esa divinización que nos das porque quieres, porque eres bueno: confitemini Domino quoniam bonus 132; alabad al Señor, porque es bueno.

63a Acudir a María en todas las dificultades
No hay tempestad que pueda hacer naufragar el corazón de la Virgen Madre de Dios. Cada uno de nosotros, al venir las tempestades, luchemos y, para estar seguros, acudamos al refugio firme del Corazón dulcísimo de María. Ella, la Virgen Santísima, es nuestra seguridad, es la Madre del Amor Hermoso, el Asiento de la Sabiduría; la Medianera de todas las gracias, la que nos llevará de la mano hasta su Hijo, Jesús.

63b Hijos míos: cuando estéis tristes y cuando estéis alegres; cuando vuestras miserias sean más o menos aparentes, y cuando os pesen más, acudid siempre a María, porque ella jamás nos abandonará, en este camino de servicio a su Hijo Jesús, en medio del mundo.

63c Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, que tanto sabes de las miserias de tus hijos los hombres. Santa María, Poder Suplicante: perdón por la vida nuestra; por lo que ha habido en nosotros que tenía que haber sido luz, y ha sido tinieblas; que tenía que haber sido fuerza, y ha sido flojedad; que tenía que haber sido fuego, y ha sido tibieza. Ya que conocemos la poca calidad de nuestra vida, ayúdanos a ser de otra manera, a tener contigo –como hijos tuyos– ese buen aire de familia.

63d Una bendición de vuestro Padre.

63e Madrid, 24 de marzo de 1931


Notas

1 Videns eos laborantes in remigando (erat enim ventus contrarius eis) et circa quartam vigiliam noctis venit ad eos ambulans supra mare (Mc 6, 48).
2 Miserere mei, Deus, quoniam conculcavit me homo, tota die impugnans tribulavit me. Conculcaverunt me inimici mei tota die; quoniam multi bellantes adversum me (Sal 56, 2 y 3).
3 Statim locutus est cum eis et dixit eis: confidite, ego sum, nolite timere. Et ascendit ad illos in navim, et cessavit ventus (Mc 6, 50 y 51).
4 Non quaelibet securitas est laudabilis, sed quando deponit aliquis curam prout debet, et in quibus timere non oportet. Et hoc modo est conditio fortitudinis et magnanimitatis (S. Thomas, S.Th. II-II, q. 129, a. 7 ad 2) {4}.
5 Huius statuae caput ex auro optimo erat, pectus autem et brachia de argento, porro venter et femora ex aëre, tibiae autem ferreae; pedum quaedam pars erat ferrea, quaedam autem fictilis (Dn 2, 32 y 33) {5}.
6 Abscissus est lapis de monte sine manibus, et percussit statuam in pedibus eius, ferreis et fictilibus, et comminuit eos. Tunc contrita sunt pariter ferrum, testa, aës, argentum, et aurum, et redacta quasi in favillam aestivae areae, quae rapta sunt vento, nullusque locus inventus est eis (Dn 2, 34 y 35) {6}.
7 Qui se existimat stare videat ne cadat. Tentatio vos non apprehendat nisi humana. Fidelis autem Deus est, qui non patietur vos tentari supra id quod potestis, sed faciet etiam cum tentatione proventum, ut possitis sustinere (1Co 10, 12 y 13).
8 Maxima et pretiosa nobis promissa donavit, ut per haec efficiamini divinae consortes naturae (2P 1, 4).
9 Et audebo ego dicere: quoniam sanctus sum (Sal 86, 2)? Si sanctus tamquam sanctificans et nullo sanctificante indigens, superbus et mendax; si autem sanctus sanctificatus secundum id quod dictum est: sancti estote, quia et ego sanctus sum (Lv 19, 2), audeat et corpus Christi, audeat et unus ille homo clamans a finibus terrae, cum capite suo et sub capite suo dicere: quoniam sanctus sum (S. Augustinus, In Psalmos Enarrationes, 85, 4) {9}.
10 Quoniam tu populum humilem salvum facies, et oculos superborum humiliabis (Sal 18, 28).
11 1P 2, 2.
12 Duobus vero modis (humilitas) ab iis comparatur, qui sunt cognitionis sanctae participes. Cum enim, qui in studio pietatis certat, in medio spiritualis experientiae est, tunc aut propter imbecillitatem corporis aut propter eos, qui virtutis studiosis summe malevoli sunt, aut propter pravas cogitationes, modestius ac submissius quodammodo de se sentit. Cum vero mens a sancta gratia in multo sensu et plenitudine illustratur, tunc anima veluti naturalem habet humilitatem. Facta enim plenior et quasi pinguior per divinam gratiam, non potest amplius tumore cupiditatis gloriae efferri, quamvis perpetuo mandata Dei perficiat, quin potius inferiorem se omnibus ducit propter submissionis suae et divinae modestiae communionem (Diadochus Photicensis, Capita centum de perfectione spirituali, c. 95) {12}.
13 Diligam te, Domine, fortitudo mea. Dominus firmamentum meum et refugium meum et liberator meus (Sal 18, 2 y 3) {13}.
14 Omnis ergo qui audit verba mea haec et facit ea assimilabitur viro sapienti, qui aedificavit domum suam supra petram; et descendit pluvia, et venerunt flumina; et flaverunt venti et irruerunt in domum illam, et non cecidit; fundata enim erat super petram. Et omnis qui audit verba mea haec, et non facit ea similis erit viro stulto, qui aedificavit domum suam super arenam; et descendit pluvia, et venerunt flumina, et flaverunt venti et irruerunt in domum illam, et cecidit, et fuit ruina illius magna (Mt 7, 24-27) {14}.
15 Sapientiam enim et disciplinam qui abiicit infelix est; et vacua est spes illorum, et labores sine fructu, et inutilia opera eorum (Sb 3, 11) {15}.
16 Reddidit iustis mercedem laborum suorum et deduxit illos in via mirabili et fuit illis in velamento diei et in luce stellarum per noctem (Sb 10, 17).
17 Nolite arbitrari quia pacem venerim mittere in terram: non veni pacem mittere, sed gladium (Mt 10, 34).
18 Ipsa enim caritas secundum rationem propriae speciei terminum augmenti non habet: est enim participatio quaedam infinitae caritatis, quae est Spiritus Sanctus. Similiter etiam causa augens caritatem est infinitae virtutis, scilicet Deus. Similiter etiam ex parte subiecti terminus huic augmento praefigi non potest: quia semper, caritate excrescente, superexcrescit habilitas ad ulterius augmentum. Unde relinquitur quod caritatis augmento nullus terminus praefigi possit in hac vita (S. Thomas, S.Th. II-II, q. 24, a. 7 c.) {18}.
19 Non quod iam acceperim, aut iam perfectus sim: sequor autem si quo modo comprehendam (Flp 3, 12).
20 Curramus, intendamus, in via sumus: nec tam sis securus ex eis quae transisti, quam sollicitus pro eis ad quae nondum pervenisti (S. Agustinus, In Psalmos Enarrationes 38, 6) {20}.
21 Qui edunt me, adhuc esurient; et qui bibunt me, adhuc sitient (Si 24, 29).
22 Jb 7, 1.
23 Septies enim cadet iustus, et resurget (Pr 24, 16).
24 Vivo ego, dicit Dominus Deus, nolo mortem impii, sed ut convertatur impius a via sua et vivat. Convertimini, convertimini a viis vestris pessimis et quare moriemini, domus Israël? Tu itaque, fili hominis, dic ad filios populi tui: iustitia iusti non liberabit eum, in quacumque die peccaverit; et impietas impii non nocebit ei, in quacumque die conversus fuerit ab impietate sua; et iustus non poterit vivere in iustitia sua, in quacumque die peccaverit (Ez 33, 11 y 12) {24}.
25 S. Thomas, S.Th. II-II, q. 79, a. 1 c.
26 Simile factum est regnum caelorum homini qui seminavit bonum semen in agro suo (Mt 13, 24).
27 Cum autem dormirent homines, venit inimicus eius, et superseminavit zizania in medio tritici, et abiit (Mt 13, 25).
28 Preces in fine Missae, ex mandato SS. PP. Leonis XIII dicendae.
29 Is 21, 11.
30 Vigilate et orate, ut non intretis in tentationem (Mt 26, 41).
31 Cum autem crevisset herba, et fructum fecisset, tunc apparuerunt et zizania (Mt 13, 26).
32 Mt 13, 36.
33 Eripe me de inimicis meis, Domine, ad te confugi. Doce me facere voluntatem tuam, quia Deus meus es tu (Sal 144, 9 y 10) {33}.
34 Deponentes omne pondus, et circumstans nos peccatum, per patientiam curramus ad propositum nobis certamen, aspicientes in auctorem fidei et consummatorem Iesum (Hb 12, 1 y 2) {34}.
35 Flp 4, 4.
36 Omnia enim propter vos, ut gratia abundans per multos in gratiarum actione abundet in gloriam Dei. Propter quod non deficimus; sed, licet is qui foris est noster homo corrumpatur, tamen is qui intus est renovatur de die in diem. Id enim, quod in praesenti est, momentaneum et leve tribulationis nostrae supra modum in sublimitate aeternum gloriae pondus operatur in nobis, non contemplantibus nobis quae videntur, sed quae non videntur: quae enim videntur temporalia sunt, quae autem non videntur aeterna sunt (2Co 4, 15-18).
37 Miserere mei, Domine, quoniam ad te clamavi tota die: quoniam tu, Domine, suavis et mitis: et multae misericordiae omnibus invocantibus te (Sal 86, 3 y 5).
38 Et praeteriens Iesus vidit hominem caecum a nativitate. Et interrogaverunt eum discipuli eius: Rabbi, quis peccavit, hic aut parentes eius, ut caecus nasceretur? Respondit Iesus: neque hic peccavit neque parentes eius; sed ut manifestentur opera Dei in illo (Jn 9, 1-3) {38}.
39 Sicut aliquis parvae scientiae magis certificatur de eo quod audit ab aliquo scientissimo quam de eo quod sibi secundum suam rationem videtur. Et multo magis homo certior est de eo quod audit a Deo, qui falli non potest, quam de eo quod videt propria ratione, quae falli potest (S. Thomas, S.Th. II-II, q. 4, a. 8 ad 2).
40 Haec cum dixisset, exspuit in terram et fecit lutum ex sputo et linivit lutum super oculos eius et dixit ei: vade, lava in natatoria Siloë, quod interpretatur missus. Abiit ergo et lavit et venit videns (Jn 9, 6 y 7) {40}.
41 Iterum ergo locutus est eis Iesus dicens: Ego sum lux mundi: qui sequitur me non ambulat in tenebris, sed habebit lumen vitae (Jn 8, 12).
42 Publicanus de longe stabat, et ideo Deus illi facilius propinquabat; nec oculos levare audebat ad caelum, et iam secum habebat, qui fecerat caelum… Ut non sit longe, et ut longe sit, tu facis. Ama, et propinquabit; ama, et habitabit (S. Augustinus, Sermo 21, 2) {42}.
43 Pr 8, 31.
44 Qui habet mandata mea et servat ea, ille est qui diligit me. Qui autem diligit me diligetur a Patre meo; et ego diligam eum et manifestabo ei meipsum (Jn 14, 21).
45 Quam incomprehensibilia sunt iudicia eius! (Rm 11, 33) {45}.
46 Dulciora super mel et favum (Sal 19, 11).
47 Quia acceptus eras Deo, necesse fuit ut tentatio probaret te (Tb 12, 13).
48 Miserere mei, Domine, quoniam conturbata sunt ossa mea, et anima mea turbata est valde (Sal 6, 3 y 4).
49 Noli timere, quia redemi te, et vocavi te nomine tuo; meus es tu (Is 43, 1) {49}.
50 Elegit nos in ipso ante mundi constitutionem, ut essemus sancti et immaculati in conspectu eius (Ef 1, 4).
51 Minima gratia potest resistere cuilibet concupiscentiae et mereri vitam aeternam (S. Thomas, S.Th. III, q. 62, a. 6 ad 3).
52 Ego autem, cum mihi molesti essent, induebar cilicio, humiliabam in ieiunio animam meam, et oratio mea in sinu meo convertetur (Sal 35, 13).
53 Impulsus eversus sum, ut caderem; et Dominus suscepit me (Sal 119, 13).
54 Iuravi et statui custodire iudicia iustitiae tuae (Sal 119, 106) {54}.
55 Talibus Deus diligentibus eum omnia cooperantur in bonum, usque adeo prorsus omnia, ut etiam si qui eorum deviant et exorbitant, etiam hoc ipsum eis faciat proficere in bonum, quia humiliories redeunt atque doctiores. Discunt enim in ipsa via iusta cum tremore se exsultare debere, non sibi arrogando tamquam de sua virtute fiduciam permanendi, nec dicendo in abundantia sua, non movebimur in aeternum (S. Augustinus, De correptione et gratia, c. 9, 24) {55}.
56 Lc 17, 10.
57 Jn 21, 17.
58 Quia tu es, Deus, fortitudo mea (Sal 43, 2).
59 Ad humilitatem pertinet ut homo, defectus proprios considerans, seipsum non extollat. Sed hoc non pertinet ad humilitatem, sed potius ad ingratitudinem, quod bona quae quis a Deo possidet contemnat. Et ex tali contemptu sequitur acedia (S. Thomas, S.Th. II-II, q. 35, a. 1 ad 3) {59}.
60 De profundis clamavi ad te, Domine: Domine, exaudi vocem meam; fiant aures tuae intendentes in vocem deprecationis meae. Si iniquitates observaveris, Domine, Domine, quis sustinebit? Quia apud te propitiatio est, et propter legem tuam sustinui te, Domine; sustinuit anima mea in verbo eius; speravit anima mea in Domino. A custodia matutina usque ad noctem speret Israël in Domino; quia apud Dominum misericordia, et copiosa apud eum redemptio, et ipse redimet Israël ex omnibus iniquitatibus eius (Sal 130, 1-8) {60}.
61 Gn 2, 7.
62 Apud Dominum gressus hominis dirigentur, et viam eius volet; cum ceciderit non collidetur, quia Dominus supponit manum suam (Sal 38, 23 y 24).
63 Ecce defunctus efferebatur filius unicus matris suae; et haec vidua erat, et turba civitatis multa cum illa. Quam cum vidisset Dominus, misericordia motus super eam dixit illi: noli flere. Et accessit et tetigit loculum. Hi autem qui portabant steterunt. Et ait: adolescens, tibi dico, surge. Et resedit qui erat mortuus et coepit loqui, et dedit illum matri suae (Lc 7, 12-15).
64 Exaltabo te, Domine, quoniam suscepisti me, nec delectasti inimicos meos super me. Domine Deus meus, clamavi ad te et sanasti me, Domine, eduxisti ab inferno animam meam, salvasti me a descendentibus in lacum. Psallite Domino, sancti eius; et confitemini memoriae sanctitatis eius (Sal 30, 2-5).
65 Duc in altum, et laxate retia vestra in capturam. Et respondens Simon dixit illi: Praeceptor, per totam noctem laborantes nihil cepimus; in verbo autem tuo laxabo rete. Et, cum hoc fecissent, concluserunt piscium multitudinem copiosam; rumpebatur autem rete eorum. Et adnuerunt sociis, qui erant in alia navi, ut venirent et adiuvarent eos. Et venerunt et impleverunt ambas naviculas, ita ut pene mergerentur. Quod cum videret Simon Petrus, procidit ad genua Iesu dicens: exi a me, quia homo peccator sum, Domine (Lc 5, 4-8).
66 Lc 5, 10.
67 Quis ex vobis arguet me de peccato? (Jn 8, 46).
68 Sal 51, 19.
69 Ecce enim ego sum Deus, qui deleo iniquitates tuas et non recordabor. Vides? Non recordabor, inquit, est enim hoc clementiae; at tu recordare, ut castigationis captes occasionem. Haec cum audisset Paulus, peccatorum, quorum non recordabatur Deus, perpetuo recordabatur, cum ita diceret: non sum dignus vocari apostolus, quoniam persecutus sum Ecclesiam Dei; et: Christus venit in mundum peccatores salvos facere, quorum primus ego sum. Non dixit, eram, sed sum. Facta erat remissio peccatorum apud Deum, et apud Paulum peccatorum memoria non delebatur; quae Dominus deleverat, haec ipse divulgabat… Deus vas electionis ipsum vocat et iste se peccatorum primum vocat. Quod si peccatorum non obliviscebatur, cogita quo pacto Dei beneficiorum recordaretur (S. Ioannes Chrysostomus, Sermo Non esse ad gratiam concionandum, 4) {69}.
70 Sal 72, 7.
71 Et, ne magnitudo revelationum extollat me, datus est mihi stimulus carnis meae, angelus Satanae, qui me colaphizet. Propter quod ter Dominum rogavi ut discederet a me, et dixit mihi: sufficit tibi gratia mea, nam virtus in infirmitate perficitur. Libenter igitur gloriabor in infirmitatibus meis, ut inhabitet in me virtus Christi. Propter quod placeo mihi in infirmitatibus meis, in contumeliis, in necessitatibus, in persecutionibus, in angustiis pro Christo; cum enim infirmor, tunc potens sum (2Co 12, 7-10).
72 Jn 3, 27.
73 Dicit ei Simon Petrus: Domine, quo vadis? Respondit Iesus: quo ego vado non potes me modo sequi, sequeris autem postea. Dicit ei Petrus: quare non possum te sequi modo? animam meam pro te ponam. Respondit ei Iesus: animam tuam pro me pones? Amen, amen, dico tibi, non cantabit gallus, donec ter me neges (Jn 13, 36-38) {73}.
74 Mt 20, 28.
75 Jn 3, 30.
76 Magnus esse vis? A minimo incipe. Cogitas magnam fabricam construere celsitudinis? De fundamento prius cogita humilitatis. Et quantam quisque vult et disponit superimponere molem aedificii, quanto erit maius aedificium, tanto altius fodit fundamentum. Et fabrica quidem cum construitur, in superna consurgit; qui autem fodit fundamentum, ad ima deprimitur. Ergo et fabrica ante celsitudinem humiliatur, et fastigium post humiliationem erigitur (S. Augustinus, Sermo 69, 2) {76}.
77 Flp 1, 10.
78 Domine, probasti me, et cognovisti me… Quia non est sermo in lingua mea. Ecce, Domine, tu cognovisti omnia… Quo ibo a spiritu tuo? Et quo a facie tua fugiam? Si ascendero in caelum, tu illic es; si descendero in infernum, ades… Et dixi: forsitan tenebrae conculcabunt me; et nox illuminatio mea in deliciis meis. Quia tenebrae non obscurabuntur a te, et nox sicut dies illuminabitur; sicut tenebrae eius, ita et lumen eius (Sal 139, 1, 4, 7, 8, 11 y 12) {78}.
79 Cum voluntas sit boni vel apparentis boni, nunquam voluntas in malum moveretur, nisi id quod non est bonum, aliqualiter rationi bonum appareret (S. Thomas, S.Th. I-II, q. 77, a. 2 c).
80 Nolite audire verba prophetarum, qui prophetant vobis, et decipiunt vos; visionem cordis sui loquuntur, non de ore Domini. Dicunt his qui blasphemant me: locutus est Dominus: pax erit vobis. Et omni qui ambulat in pravitate cordis sui dixerunt: non veniet super vos malum… Ecce ego ad prophetas somniantes mendacium, ait Dominus; qui narraverunt ea, et seduxerunt populum meum in mendacio suo et in miraculis suis, cum ego non misissem eos, nec mandassem eis, qui nihil profuerunt populo huic, dicit Dominus (Jr 23, 16, 17 y 32) {80}.
81 Cfr. 2Co 1, 12 {81}.
82 1R 3, 6 y 9.
83 Quia omnis caro ut foenum, et omnis gloria eius tamquam flos foeni: exaruit foenum, et flos eius decidit; verbum autem Domini manet in aeternum (1P 1, 24 y 25).
84 Hb 9, 27.
85 Qui autem perseveraverit usque in finem, hic salvus erit (Mt 24, 13).
86 Respondit eis Iesus et dixit: amen, amen, dico vobis, quaeritis me, non quia vidistis signa, sed quia manducastis ex panibus et saturati estis (Jn 6, 26).
87 Dixerunt ergo ad eum: quid faciemus ut operemur opera Dei? Respondit Iesus et dixit eis: hoc est opus Dei, ut credatis in eum, quem misit ille. Dixerunt ergo ei: quod ergo tu facis signum, ut videamus et credamus tibi? quid operaris? (Jn 6, 28-30) {87}.
88 Dixerunt ergo ad eum: Domine, semper da nobis panem hunc (Jn 6, 34).
89 Ex hoc multi discipulorum eius abierunt retro et iam non cum illo ambulabant. Dixit ergo lesus ad duodecim: numquid et vos vultis abire? Respondit ergo ei Simon Petrus: Domine, ad quem ibimus? verba vitae aeternae habes. Et nos credidimus et cognovimus quia tu es Christus Filius Dei (Jn 6, 67-70) {89}.
90 Ga 5, 6.
91 Ef 5, 32.
92 2Co 4, 7.
93 Rm 7, 24.
94 2Co 12, 9.
95 Cum immundus spiritus exierit de homine, ambulat per loca inaquosa quaerens requiem, et non inveniens dicit: revertar in domum meam unde exivi. Et, cum venerit, invenit eam scopis mundatam et ornatam. Tunc vadit et adsumit septem alios spiritus secum nequiores se, et ingressi habitant ibi. Et fiunt novissima hominis illius peiora prioribus (Lc 11, 24-26).
96 Contingit autem intensionem motus poenitentis quandoque proportionatam esse maiori gratiae quam illa a qua cecidit per peccatum… Et ideo poenitens quandoque resurgit in maiori gratia quam prius habuerat (S. Thomas, S.Th. III, q. 89, a. 2 c.).
97 1R 3, 6 y 9 {97}.
98 Qui probatus est in illo et perfectus est, erit illi gloria aeterna; qui potuit transgredi et non est transgressus, facere mala et non fecit; ideo stabilita sunt bona illius in Domino (Si 31, 10 y 11).
99 Ef 1, 4.
100 Lc 18, 22.
101 Lc 22, 24.
102 Et accedunt ad eum Iacobus et Ioannes filii Zebedaei dicentes: Magister, volumus ut quodcumque petierimus facias nobis. At ille dixit eis: quid vultis ut faciam vobis? Et dixerunt: da nobis, ut unus ad dexteram tuam et alius ad sinistram tuam sedeamus in gloria tua. Iesus autem ait eis: nescitis quid petatis: potestis bibere calicem quem ego bibo, aut baptismo, quo ego baptizor, baptizari? At illi dixerunt ei: possumus (Mc 10, 35-39).
103 An ignoratis quia quicumque baptizati sumus in Christo Iesu, in morte ipsius baptizati sumus? Consepulti enim sumus cum illo per baptismum in mortem, ut, quomodo Christus surrexit a mortuis per gloriam Patris, ita et nos in novitate vitae ambulemus (Rm 6, 3 y 4).
104 Flp 4, 13.
105 Qui coepit in vobis opus bonum perficiet (Flp 1, 6).
106 Sal 43, 2.
107 Bonum gratiae unius maius est quam bonum naturae totius universi (S. Thomas, S.Th. I-II, q. 113, a. 9 ad 2).
108 Venit ergo in civitatem Samariae, quae dicitur Sichar, iuxta praedium quod dedit Iacob Ioseph filio suo. Erat autem ibi fons Iacob: Iesus ergo fatigatus ex itinere sedebat sic supra fontem (Jn 4, 5 y 6).
109 Venit mulier de Samaria haurire aquam. Dicit ei Iesus: da mihi bibere (Jn 4, 7).
110 Interea rogabant eum discipuli dicentes: Rabbi, manduca. Illi autem dicit eis: Ego cibum habeo manducare, quem vos nescitis. Dicebant ergo discipuli ad invicem: numquid aliquis attulit ei manducare? Dicit eis Iesus: meus cibus est ut faciam voluntatem eius qui misit me, ut perficiam opus eius (Jn 4, 31-34).
111 Symbolum Athanasianum, 32 {111}.
112 Habete fidem Dei. Amen dico vobis quia quicumque dixerit huic monti: tollere et mittere in mare, et non haesitaverit in corde suo, sed crediderit quia quodcumque dixerit fiat, fiet ei. Propterea dico vobis: omnia quaecumque orantes petitis, credite quia accipietis, et evenient vobis (Mc 11, 22-24).
113 Qui credit in me, sicut dicit Scriptura, flumina de ventre eius fluent aquae vivae (Jn 7, 38).
114 Misereor turbae, quia triduo iam perseverant mecum et non habent quod manducent (Mt 15, 32) {114}.
115 Lc 20, 20.
116 Et, cum iam non longe esset a domo, misit ad eum centurio amicos dicens: Domine, noli vexari; non enim sum dignus ut sub tectum meum intres. Propter quod et meipsum non sum dignum arbitratus ut venirem ad te; sed dic verbo, et sanabitur puer meus (Lc 7, 6 y 7).
117 Qui ambulat simpliciter, ambulat confidenter (Pr 10, 9).
118 Cor suum tradet ad vigilandum diluculo ad Dominum, qui fecit illum, et in conspectu Altissimi deprecabitur, aperiet os suum in oratione et pro delictis suis deprecabitur; si enim Dominus magnus voluerit, spiritu intelligentiae replebit illum, et ipse tanquam imbres mittet eloquia sapientiae suae et in oratione confitebitur Domino, et ipse diriget consilium eius et disciplinam et in absconditis suis consiliabitur; ipse palam faciet disciplinam doctrinae suae (Si 39, 6-11).
119 Feriae III post Dominicam I Passionis, Postcommunio {119}.
120 Feriae III post Dominicam I Passionis, Oratio super populum {120}.
121 Rm 8, 28.
122 Circa undecimam horam (Mt 20, 9).
123 Si autem Christus praedicatur quod resurrexit a mortuis, quomodo quidam dicunt in vobis quoniam resurrectio mortuorum non est? Si autem resurrectio mortuorum non est, neque Christus resurrexit. Si autem Christus non resurrexit, inanis est ergo praedicatio nostra, inanis est et fides vestra… Si in hac vita tantum in Christo sperantes sumus, miserabiliores sumus omnibus hominibus (1Co 15, 12-14 y 19).
124 Si 4, 10.
125 Vade et corripe eum inter te et ipsum solum. Si te audierit, lucratus eris fratrem tuum (Mt 18, 15).
126 Jn 15, 5.
127 Flp 4, 13.
128 Nescitis quod ii qui in stadio currunt omnes quidem currunt, sed unus accipit bravium? Sic currite ut comprehendatis. Omnis autem qui in agone contendit ab omnibus se abstinet. Et illi quidem ut corruptibilem coronam accipiant, nos autem incorruptam (1Co 9, 24 y 25) {128}.
129 Pr 8, 31.
130 Et ait Iesus: quis est qui me tetigit? Negantibus autem omnibus, dixit Petrus et qui cum illo erant: Praeceptor, turbae te comprimunt et adfligunt, et dicis: quis me tetigit? (Lc 8, 45).
131 Erant autem perseverantes in doctrina apostolorum et communicatione fractionis panis et orationibus (Hch 2, 42).
132 Sal 106, 1.


Aparato crítico

1a 1 Mc 6,48.

1b «un mandato imperativo de Cristo»: expresión que aparece en los Apuntes íntimos: «hemos de ser apóstoles que cumplen un mandato imperativo de Cristo» (noviembre de 1933); luego, retocada por Escrivá pasó a Consideraciones espirituales (ed. de Cuenca, 1934) y a Camino, nº 942. Como explica Pedro Rodríguez, «la expresión "mandato imperativo de Cristo", en boca del Autor, designa el carácter de "vocación divina" que tiene la entrega al apostolado que él propone» (ver Camino, OC,I/1, p. 1003). La incluyó también en la Instrucción de 19 de marzo de 1934, nº 27. | 2Sal 56[55],2-3. | 3 Mc 6,50-51.

2a 4 S.Th. II-II, q. 129, a. 7 ad 2.

2b 5 Dn 2,32-33. | 6 Dn 2,34-35. | destrozándolos. v2,39 ] destrozándola. m21,3 i2,4 || viento v2,39 ] viento, m21,3 i2,4

2c 7 1Co 10,12-13.

3a 8 2P 1,4. «El alma se endiosa»: como se verá, este concepto está continuamente presente en esta Carta y constituye un aspecto fundamental del mensaje que san Josemaría difundió desde los años treinta. Frente a la acepción vulgar del término, que significa "altivez extremada" o "suspensión o abstracción de los sentidos", para Escrivá equivale a "divinización". Cfr. Manuel MIRA, "‘Endiosamiento y ‘divinización’ en las enseñanzas de san Josemaría", en Javier LÓPEZ DÍAZ (ed.), San Josemaría e il pensiero teologico, Roma, Edusc, 2015, pp. 95-132. En sus Apuntes íntimos y en Camino (nº 283), escribía que el "endiosamiento" es el fruto de la vida interior: «tratarás a Dios…, y conocerás tu miseria…, y te endiosarás… con un endiosamiento que, al acercarte a tu Padre, te hará más hermano de tus hermanos los hombres» (cfr. Camino, OC,I/1, p. 467; Es Cristo que pasa, OC,I/4, com. al nº 103a, pp. 569-572). Después emplearía esa idea muchas veces: ver, por ejemplo, Forja, nº 218; Es Cristo que pasa, 8, 133-134, 160, 172, OC,I/4, pp. 182, 696, 700, 801, 870; Amigos de Dios, nn. 94, 98-99, 110, 146, 310, OC,I/6, pp. 369-370, 376, 398, 481, 865; En diálogo con el Señor, 1.1c, 9.5e, 14.6e, 25.4b, OC,V/1, pp. 101-102, 224, 278, 422-423.

4c 10 Sal 18[17],28.

5 11 1P 2,2. | sicut m22,4 i2,6 ] quasi v2,42

6c 12 DIADOCO DE FÓTICE, Capita centum de perfectione spirituali, c. 95 (PG 65, cols. 1207-1208).

7a 13 Sal 18[17],2-3.

7b 14 Mt 7,24-27.

8 15 Sb 3,11. | 16 Sb 10,17.

9a 17 Mt 10,34.

9b 18 S.Th. II-II, q. 24, a. 7 c.

9c 19 Flp 3,12. | 20 S. AGUSTÍN DE HIPONA, Enarrationes in Psalmos, 38, 6 (CChr.SL 39, p. 1179). | «San Pablo … camino conducía»: es una cita implícita de S. AGUSTÍN DE HIPONA, De Peccatorum meritis et remissione et de Baptismo parvulorum ad Marcellinum libri tres, II, c. 13, 20 (CSEL 60, p. 93). La cita de san Agustín experimentó varios cambios (ver ap. crít.). Hemos preferido la versión de v2 que es la última y más completa.
San Pablo era un caminante perfecto, pero por eso mismo sabía que no había alcanzado la perfección, a la que ese camino conducía. No os extrañe, pues, que os diga con San Agustín: corramos, prosigamos, estamos en el camino; que la seguridad venturosa de las cosas pasadas, no nos haga ser menos diligentes para las que aún no hemos alcanzado20. add. v2,46 ] Y el comentario de San Agustín: era un caminante perfecto, pero por eso mismo no había alcanzado la perfección a que ese camino conducía (20). m21,8 i2,10

10a 21 Si 24,29.

10c 22 Jb 7,1. | «Es una lucha constante … La paz es consecuencia de la victoria!»: la frase se encuentra casi textualmente en el nº 308 de Camino (ver OC,I/1, pp. 491-492).
pelea constante. v2,47 ] lucha constante. m21,9 i2,11 || en la guerra. v2,47 ] en la lucha. m21,10 i2,11

11b 23 Pr 24,16. | a la herida, v2,48 i2,11 ] a una herida, m21,10

11c 24 Ez 33,11-12.

12 25 S.Th. II-II, q. 79, a. 1 c. | eiusdem autem est ] eiusdem est autem m21,11 v2,49 i2,12

13a 26 Mt 13,24. | entero y lo es, también v2,49 ] entero, y es, también m21,11 | entero, y es también, i2,12

13b 27 Mt 13,25. | 28 Oración a San Miguel Arcángel (cfr. Misal Romano Diario, ed. de Eudaldo SERRA, Barcelona, Ed. Balmes, 1962, p. 705). | «rezar al pie del altar»: esa oración, junto a otras, estaba prescrita para ser dicha por el sacerdote al final de la Misa, de rodillas, ante el altar. Se eliminó en 1964 (cfr. SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS, Instr. Inter Oecumenici, nº 48, AAS 56 [1964], p. 888).

13c 29 Is 21,11. | 30 Mt 26,41. | alarma v2,50 ] alarma, m21,12 i2,13

13d 31 Mt 13,26. | 32Mt 13,36. | parabolam! v2,50 i2,13 ] parabolam m21,13

13e 33 Sal 143[142],9-10. | pues eres v2,51 ] pues tú eres m21,13 | pues Tú eres i2,14

14a 34 Hb 12,1-2.

14b 35 Flp 4,4. | obscuro. m23,14 ] oscuro. v2,52 i2,14

15b tiene su m23,15 ] tienen su v2,52 i2,15 || demasiado m21,15 v2,52 ] demasido i2,15

15c «Y nada de mentalidad de víctima»: parece una aclaración acerca de lo que había escrito muchos años antes en sus Apuntes íntimos y después en Camino: «¡es tan hermoso ser víctima!» (28 de marzo de 1933; ver Camino, OC,I/1, com. al nº 175, pp. 373-375). La llamada "espiritualidad victimal" se difundió entre finales del siglo XIX y principios del XX: cfr. Giuseppe MANZONI, "Victimale (spiritualité)", DSp 16, cols. 541-545. El Autor pudo haberla conocido a través de los escritos de santa Teresa de Lisieux, que practicaba un tipo de ofrenda victimal al Amor misericordioso de Jesús. También sabemos que don Norberto Rodríguez, un sacerdote que estuvo vinculado con el fundador, le influyó en ese sentido. Con los años, rechazó la "mentalidad de víctima", pero no el espíritu de sacrificio. En 1972 decía: «sentirse incomprendido, creerse víctima, acarrea siempre también una gran soberbia espiritual» (En diálogo con el Señor, OC,V/1, 19.5b, p. 346). | 36 2Co 4,15-18.

16a 37 Sal 86[85],3.5. | 38 Jn 9,1-3. | obscuridad en m23,16 ] oscuridad en v2,53 i2,16 || vio Jesús v2,54 i2,16 ] vió Jesús m21,16 || ld16a obscuridad i2,18 ] oscuridad v2,53

16b 39 S.Th. II-II, q. 4, a. 8 ad 2.

16c 40 Jn 9,6-7. | Fue, v2,55 i2,17 ] Fué, m21,17 || se lavó v2,55 ] se lavó, m21,17 i2,17

17a 41 Jn 8,12. |a obscuras, m23,18 ] a oscuras, v2,55 i2,17

17b 42 S. AGUSTÍN DE HIPONA, Sermo 21, 2 (CChr.SL 41, p. 278).

18a «las Normas»: las prácticas de piedad habituales de los miembros del Opus Dei, cfr. Elena ÁLVAREZ, "Plan de vida", en DJE, pp. 977-980. | 43 Pr 8,31.

18b nuestra cabeza m21,19 v2,56 ] vuestra cabeza i2,18

19a «a contrapelo»: se refiere a una situación vital en la que se experimenta dificultad y resistencia para las cosas espirituales. | «convertir la prosa ordinaria en endecasílabos»: metáfora que usó otras veces para referirse a la santificación en medio del mundo (ver la homilía Amar al mundo apasionadamente en Conversaciones, OC,I/3, nº 116b, p. 493; Es Cristo que pasa, OC,I/4, nº 50c, p. 360; Surco, nº 500). El endecasílabo es un verso, generalmente de once sílabas, de origen italiano, muy usado en la lengua castellana. El "poema heroico", también llamado epopeya culta o poema épico culto, emplea el endecasílabo para celebrar un tema elevado, patriótico o religioso. El contraste entre "prosa ordinaria" y endecasílabos se refuerza con la contraposición "comedia" y "poema heroico". | ordinaria m22,19 i2,18 ] ordinaria, v2,57

19b 44 Jn 14,21. | 45 Rm 11,33. | 46 Cfr. Sal 19[18],11. | Obras son amores»: más allá del refrán popular, san Josemaría se está refiriendo a una locución interior que percibió el 16 de febrero de 1932 y que transcribió en el nº 933 de Camino (ver Camino, OC,I/1, com. al nº 933, pp. 996-998).

20a 47 Tb 12,13. | 48 Sal 6,3-4. | 49 Is 43,1. | redimido, y v2,58 m21,20 ] redimido y i2,19

20b 50 Ef 1,4.

21a 51 S.Th. III, q. 62, a. 6 ad 3. | pasiones, v2,59 ] pasiones m21,21 i2,20

21b 52 Sal 35[34],13.

21c 53 Sal 118[117],13.

23b «a un amor de la tierra»: el ejemplo es claro: tanto para los que se han comprometido con Dios a vivir el celibato, como para quienes se santifican en el estado matrimonial, ser desleales, buscar el consuelo de un amor infiel, sería echar a perder algo muy grande, como Esaú, que cambió la primogenitura con su hermano Jacob por un guiso de lentejas (cfr. Gn 25,29-34). | 54 Sal 119[118],106.

23c 55 S. AGUSTÍN DE HIPONA, De correptione et gratia liber unus, c. 9, 24 (CSEL 92, p. 247). | «omnia in bonum»: abreviación de «diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum», «todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios», Rm 8,28. | el omnia in bonum, v2,61 ] que omnia in bonum, m21,24 | que omnia cooperantur in bonum i2,21 || más humildes v2,61 ] más humanos m21,24 ire,22

24a 56 Lc 17,10.

24b «Domine, tu omnia nosti; tu scis, quia amo te»: «Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo», Jn 21,17. | 57 Jn 21,17. | –en la intimidad … humildad– m22,25 i2,22 ] en la intimidad … humildad, v2,62 || frecuentemente, m22,25 i2,22 ] frecuentemente v2,62 || amo te! 57. m22,25 i2,22 ] amo te57. v2,62

25b 58 Cfr. Sal 43[42],2.

25c 59 S.Th. II-II, q. 35, a. 1 ad 3.

25d «abandonarse por completo»: sobre el abandono en Dios y su colocación en la historia espiritual de san Josemaría, especialmente en los primeros años 30, ver Es Cristo que pasa, OC,I/4, com. al nº 160e, p. 802. | «al encuentro de Alejandro Magno»: no hemos encontrado ese episodio en las principales biografías antiguas de Alejandro Magno. Aparece narrada, con distintas variantes, en escritos modernos que tratan de virtudes ejemplares. San Josemaría la menciona también en Es Cristo que pasa, OC,I/4, nº 160e, p. 802.

26a 60 Sal 130[129],1-8.

26b 61 Gn 2,7. | «Con lañas»: la comparación con los alambres que se usaban antaño para reparar los cacharros rotos es frecuente en la predicación de san Josemaría. Cfr. En diálogo con el Señor, 15.5b, 19.5b, 20.5e, 25.4b, OC,V/1, pp. 287, 345-346, 359, 422-423; Amigos de Dios, nn. 95, 107-108, OC,I/1, pp. 371-372, 387. |menos aún i2,24 ] menos aun m21,27 v2,64

26c 62 Sal 37[36],23-24.

27a 63 Lc 7,12-15. | Naín, ] Naím, m21,28 i2,25 v2,65

27b 64 Sal 30[29],2-5. |tú me m21,29 v2,66 ] Tú me i2,25

28a 65 Lc 5,4-8. | de oír i2,25 ] de oir m21,28 v2,66

28b 66 Lc 5,10.

29a 67 Jn 8,46.

29b «pauper servus et humilis»: «un siervo pobre y humilde». La expresión proviene del himno Sacris Solemnis, atribuido a santo Tomás de Aquino, para la fiesta del Corpus Christi. Concretamente se halla en el último verso de la penúltima estrofa, conocido como Panis Angelicum, célebremente musicalizado por César Franck. Cfr. James Athanasius WEISHEIPL, Tomás de Aquino. Vida, obras y doctrina, Pamplona, Eunsa, 1994, p. 218. | 68 Sal 51[50],19. | «cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies»: «un corazón contrito y humillado, Dios mío, no lo despreciarás». | «humildad de garabato»: humildad falsa y afectada.

30a 69 S. JUAN CRISÓSTOMO, Sermo Non esse ad gratiam concionandum, 4, (PG 50, cols. 658-659). | pecados, m21,31 v2,68 ] pecados i2,27 || Dios; m22,31 i2,27 ] Dios, v2,68

30b vilezas, m21,31 v2,69 ] vilezas i2,28

30c 70 Sal 71[70],7.

31a 71 2Co 12,7-10.

31b 72 Jn 3,27.

32a 73 Jn 13,36-38.

32b Por eso v2,71 m21,33 ] Por eso, i2,29

33b «non venit ministrari, sed ministrare»: «[el Hijo del Hombre] no ha venido a ser servido, sino a servir». | 74 Mt 20,28. | 75 Jn 3,30.

33c 76 S. AGUSTÍN DE HIPONA, Sermo 69, 2 (PL 38, col. 441).

34a «primer literato de Castilla»: se refiere a Miguel de Cervantes, que en su novela ejemplar El coloquio de los perros, pone esa afirmación en boca de Berganza, uno de los personajes caninos (cfr. fol. 246v, ed. de Florencio SEVILLA ARROYO, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001).

34b «ut probetis potiora, ut sitis sinceri et sine offensa in diem Christi»: «para que sepáis discernir lo mejor, a fin de que seáis puros y sin falta hasta el día de Cristo». | 77 Flp 1,10.

35a para quebrar m22,36 i2,31 ] que quiebra v2,73

35b 78 Sal 139[138],1.4.7-8,11-12. |tú me m21,36 v2,73 ] Tú me i2,31 || ya tú, m21,36 v2,73 ] ya Tú, i2,31 || ¿Adónde v2,74 ] ¿A dónde i2,31 | ¿Adonde m21,36 || allí estás tú; m21,36 v2,74 ] allí estás Tú; i2,31 || para ti, m21,36 v2,74 ] para Ti, i2,31 || ti tinieblas m21,36 v2,74 ] Ti tinieblas i2,31

36a aún. v2,74 i2,32 ] aun. m21,37 || obscurece: m23,37 ] oscurece: v2,74 i2,32

36b 79 S.Th. I-II, q. 77, a. 2 c.

37b Cuanta ] Cuanto m21,38 v2,75 i2,32

37c 80 Jr 23,16-17.32.

38b 81 Cfr. 2Co 1,12. | obscuro; m23,39 ] oscuro; v2,76 i2,34

38c «demonio mudo»: figura tomada del Evangelio (cfr. Mt 9,32-33; Mc 9,24) para describir la influencia diabólica que lleva a no decir lo que avergüenza en la confesión o en la dirección espiritual. Es una imgen antigua y frecuente en san Josemaría (ver Camino, OC,I/1, nº 236, pp. 424-425; Forja, nº 127; Amigos de Dios, nn. 188-189, OC,I/6, p. 580; En diálogo con el Señor, 9.5a, 15.5f, 19.5a, OC,V/1, pp. 222, 288-289, 345). Aparece en los escritos catequéticos de san Manuel González, que san Josemaría conoció en los años treinta. Por ejemplo, uno de ellos, que fue reproducido en algún boletín diocesano español, se titula precisamente "Contra el demonio mudo". Allí explica un modo gráfico de hacer entender a los niños la necesidad de la sinceridad en la confesión (en Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago, 1927, pp. 130-132). Algunos de esos ejemplos se publicaban en la revista El granito de arena, que san Josemaría conocía bien (ver Camino, OC,I/1, com. y nt. al nº 87, pp. 298-299).

39a «cuento del gitano»: en Amigos de Dios nº 15 (OC,I/6, p. 198) refiere la misma anécdota, puntualizando: «No pasa de ser un cuento, un chascarrillo, porque de la confesión no se habla jamás, aparte de que yo estimo mucho a los gitanos». | fue v2,77 i2,34 ] fué m21,40

39b Luego, i2,34 ] Luego v2,77 m21,40 || equivoquemos, y luego v2,78 m21,40 ] equivoquemos y, luego, i2,34 || errores. Quizá v2,78 m21,41 ] errores; quizá i2,34

40a «bolsillos llenos de piedrecitas»: Escrivá habría podido inspirarse en otro ejemplo del obispo san Manuel González, que ya hemos mencionado. La idea de los pecados como piedrecitas que hay que sacar del bolsillo mediante la confesión, aparece en "Contra el demonio mudo", que ya hemos citado (ver supra, nota a 38c), aunque allí el contexto es algo diferente y no menciona la piedra grande sobre la espalda. La distancia a pie entre la Puerta del Sol y la Glorieta de Cuatro Caminos es de aproximadamente 3,5 km.
de la Puerta m21,41 v2,78 ] desde la Puerta i2,35

41c «que nuestra alma sea transparente»: los consejos de san Josemaría presuponen la completa libertad de manifestar la propia interioridad, pues toda labor de ayuda espiritual ha de realizarse sin «el menor asomo de coacción. Dios quiere que se le sirva en libertad», Carta nº 3, 66d. Sobre la libertad en el acompañamiento espiritual en el Opus Dei ver Ernst BURKHART - Javier LÓPEZ, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, vol. III, Madrid, Rialp, 2013, pp. 576-605.

42a 82 1R 3,6.9. | «Quemar las naves»: frase inspirada en la vida de Hernán Cortés (1485-1547), que ha pasado al lenguaje popular, como ejemplo proverbial de determinación para cumplir una misión, renunciando de antemano a cualquier posibilidad de retirada. En ese contexto lo usa san Josemaría: la perseverancia en la vocación, como se lee en el Evangelio, requiere no mirar atrás (cfr. Lc 9,62) y despojarse valientemente de todo lo que suponga una tentación contra la fidelidad. Sobre la historia y el mito de la destrucción de las naves –que en realidad no fueron quemadas, sino hundidas– ver el documentado estudio de Vélez, en donde se mencionan otros precedentes semejantes en la historia clásica. Cfr. Iván VÉLEZ, El mito de Cortés, Madrid, Ediciones Encuentro, 2016, pp. 201-234. | momento, m22,43 i2,36 ] momento v2,80

43b 84 Hb 9,27.

43c 85 Mt 24,13.

44a 86 Jn 6,26. | 87 Jn 6,28-30. | le dijo: h2,33 v2,81 ] les dijo: m21,45 i2,37

44b 88 Jn 6,34. | 89 Jn 6,67-70.

44c 90 Ga 5,6.

45a «lo hemos puesto entero»: aunque en otros lugares afirma que estas enseñanzas valen por igual para todos los cristianos, cualquiera que sea su estado (cfr. Amigos de Dios, nº 177, OC,I/6, p. 558), en este contexto se refiere a quienes viven una vocación al celibato.

45b 91 Ef 5,32. | «es doctrina cierta de fe»: lo declaró el Concilio de Trento (Sesión 24, 11 noviembre de 1563, Canones de Sacramento Matrimonii, nº 10, en COD, p. 755). | gran h2,34 v2,83 ] un gran m21,47 i2,47 || a un noble y limpio celibato apostólico. h2,34 v2,84 ] a la virginidad o a la castidad perfecta. m21,47 i2,39

45d 92 2Co 4,7.

45e 93 Rm 7,24. | 94 2Co 12,9.

46a 95 Lc 11,24-26.

46b 96 S.Th. III, q. 89, a. 2 c.

47a 97 1R 3,6.9.

47c 98 Si 31,10-11.

47d 99 Ef 1,4. | 100 Lc 18,22. | el Opus Dei v2,89 i2,43 ] la Obra m21,53

48b 101 Lc 22,24. | aún m23,53 ] aun v2,90 i2,44

49b 102 Mc 10,35-39. | 103 Rm 6,3-4. | con el que yo m21,54 v2,91 ] con que yo i2,45 || ld49b Possumus! i2,44 ] Possumus! v2,91

49c 104 Flp 4,13. | 105 Flp 1,6. | «quia tu es, Deus, fortitudo mea»: «porque tú eres, oh Dios, mi fortaleza». | 106 Sal 43[42],2.

4b «polvo que es elevado»: el 13 de septiembre de 1932 había utilizado ya este ejemplo en sus Apuntes íntimos y lo incluiría en Camino (cfr. Camino, OC,I/1, com. al nº 599, p. 748). En esta Carta, san Josemaría le da un tono más positivo, resaltando el efecto de la gracia de Dios.

50b rectificar m22,56 i2,46 ] rectificar, v2,92

50c 107 S.Th. I-II, q. 113, a. 9 ad 2.

51a 108 Jn 4,5-6. | 109 Jn 4,7. | 110 Jn 4,31-34.

51b «perfectus Deus, perfectus homo»: «perfecto Dios y perfecto hombre». | 111Symbolum Quicumque pseudo-Athanasianum, 32 (DH nº 75).

52a 112 Mc 11,22-24.

52b 113 Jn 7,38. | una fe m22,58 i2,47 ] una fe, v2,95

53a 114 Mt 15,32. | oíd i2,48 ] oid v2,95 m21,58

53b 115 Lc 20,20. | para esos m21,58 v2,95 ] para ésos i2,48

54a 116 Lc 7,6-7.

54b 117 Pr 10,9. | «el barro en las alas»: esta comparación se remonta al menos al retiro espiritual que hizo en 1932. La anotó en sus Apuntes íntimos el 7 de octubre de 1932 y desde ahí pasó, años después, a Camino (ver comentario al nº 991 en Camino, OC,I/1, pp. 1044-1045). La emplearía otras veces en su predicación y escritos (ver En diálogo con el Señor, 2.4a, OC,V/1, pp. 107-108; 22.6c, p. 389; Forja, nº 994; Amigos de Dios, nº 249, OC,I/6, p. 728, donde se encuentra un párrafo muy parecido). Por lo que dice en su anotación de los Apuntes íntimos, la metáfora proviene de un autor espiritual, que no ha sido posible identificar por ahora. Era una imagen común, no sólo en la espiritualidad sino también en la literatura: se encuentra, entre otras, en una obra poco posterior a Camino, del literato catalán Sebastià Juan Arbó: «en las alas de mi espíritu, pesaba una como fatiga de suciedades; mi alma era como un pájaro que se ha revolcado en el lozadal (sic) y al que le han quedado prendidos residuos de barro en las alas» (La luz escondida, Barcelona, Iberia, 1943, p. 80).

54c 118 Si 39,6-11.

54d «Da, quaesumus … caelestibus propinquare»: «Otórganos, Dios todopoderoso, que cumpliendo siempre los divinos mandatos, merezcamos alcanzar los dones celestiales». (Traducción tomada del Misal Romano Diario, del Rdo. Eudaldo SERRA: de ahora en adelante la utilizamos en estas notas, para los textos en castellano del Misal Romano). | 119 Missale Romanum, Feriae III post Dominicam I Passionis, Postcommunio. | «Da nobis, quaesumus, Domine … serviens augeatur»: «Suplicamos, Señor, nos concedas el servirte constantemente según tu voluntad; para que en nuestros días el pueblo fiel aumente en mérito y en número». | 120 Missale Romanum, Feriae III post Dominicam I Passionis, Oratio super populum.

55a 121 Rm 8,28. | «Barrabás … de morir eternamente»: cfr. Jn 18,40; Mt 27,16-26 y par.; Lc 23,40-43. | «Dimas»: con este nombre (también con la variante "Dismas") se designa al "buen ladrón" en algunos evangelios apócrifos (Actas de Pilato, X, 2 y Declaración de José de Arimatea, I, 2), cfr. Los Evangelios apócrifos, ed. de Aurelio DE SANTOS OTERO, Madrid, BAC, 1956, pp. 448 y 534). | Omnia in bonum! i2,50 ] Omnia in bonum! v2,97

55b 122 Mt 20,9. | al Opus Dei: v2,98 i2,50 ] a la Obra: m21,61 || Me dará m22,61 i2,50 ] Me da v2,98 || quizá un alma m23,61 ] quizá es un alma v2,98 i2,50

55c 123 1Co 15,12-14.19.

56a 124 Qo 4,10.

56b «felix culpa»: cfr. Missale Romanum, pregón pascual o Exsultet.

56c ;125 Mt 18,15 | «la fortaleza de los naipes»: el Autor usa ya este ejemplo, en el contexto de la caridad fraterna, en Camino nº 462. | «bendita corrección fraterna»: en el Opus Dei se ejercita con prudencia y caridad, a solas y con la máxima delicadeza, para ayudar a corregir un hábito o una falta externa, o mantener el espíritu propio del Opus Dei. Para san Josemaría era una manifestación de verdadera preocupación por el progreso espiritual y humano de los demás, una muestra de cariño auténtico entre los fieles del Opus Dei.

56e responsabilidad m22,64 i2,53 ] responsabilidad, v2,101

58a 126 Jn 15,5 | 127 Flp 4,13. | aquel que nos confortará, aunque ] aquél que nos confortará, aunque m22,66 | Aquél que nos confortará, aunque i2,53 | aquél que nos confortará. Aunque v2,102

58b «Soñaba una vez … sufriendo, inseguras»: con pequeñas diferencias este mismo párrafo se encuentra también en Amigos de Dios, nº 18, OC,I/6, pp. 201-202. La expresión «nunca le acabo de conocer» insinúa que está refiriendo un hecho autobiográfico, como se comprueba en otras ocasiones.

59a 128 1Co 9,24-25. | «Esta vida es pelea, guerra, una guerra de paz»: otra referencia a uno de los temas ascéticos que san Josemaría trataba en los primeros años de su actividad fundacional y al que continuó refiriéndose toda su vida. Ver Camino, OC,I/1, com. al nº 308, pp. 491-492); Surco, nn. 290 y 852; Forja, 105 y 106; Es Cristo que pasa, 73e, 76a, 81c, OC,I/4, pp. 459, 465-466, 479; En diálogo con el Señor, nn. 18.4b, 20.5b, OC,V/1, pp. 323, 358. | hombres –o mujeres– de la Obra, m22,66 ] hombres –o mujeres– del Opus Dei, i2,54 | hombres del Opus Dei v2,103

59b «tratando al Señor a todas horas»: se refiere aquí y en los siguientes párrafos a la vida contemplativa en medio del mundo, iluminada por el misterio de la filiación divina adoptiva, que constituyó uno de sus temas favoritos de predicación. En varias anotaciones, escritas en 1931 –el año en que está fechada la presente Carta– describe la existencia del cristiano como un vivir en la presencia de Dios, como un diálogo continuo con un Padre amoroso (ver Camino, OC,I/1, com. a los nn. 267 y 268, pp. 446-452). Otras veces, esa conversación tiene como interlocutor a Cristo o a la Santísima Trinidad: son temas que encontramos frecuentemente en Camino y en los Apuntes íntimos de los años treinta (ver, por ejemplo, Camino, nn. 271, 273, OC,I/1, pp. 453-454, 455-456; Apuntes íntimos, nº 396, del 17 de noviembre de 1931, en Camino, OC,I/1, p. 879; nº 873, del 22 de noviembre de 1932, en ibid. pp. 269-272).

59c desasosiego, h2,49 v2,104 ] desasosiego: m21,67 i2,54

59d «está predestinado, si persevera hasta el fin»: es decir, alcanzará una tal unión con Dios, por medio de la oración y de la vida contemplativa –que las normas de piedad favorecen–, que estará preparado interiormente en el momento de la muerte.

59e 129 Pr 8,31.

60a «Filiación divina»: sobre este aspecto central del espíritu del Opus Dei en san Josemaría ver Fernando OCÁRIZ, "Filiación divina", en DJE, pp. 519-526. | serenidad: h2,48 v2,104 ] serenidad, m21,68 i2,55

61a 130 Lc 8,45. |hemorroísa. i2,56 ] hemorroisa. m21,69 v2,105 || hablas, le tocas, le comes v2,106 i2,56] hablas, le comes m21,69

61b «presencié esta escena»: la anécdota está relatada con más detalle en una meditación de 29 de marzo de 1964: «Me acuerdo de una escena que presencié hace bastantes años, en Zaragoza, en un bar –se llamaba Gambrinus– que no sé si seguirá existiendo. Había en aquel café un grupo de hombres y, entre ellos, un torero famoso. Se paraba la gente a contemplarlo. Un niño salió de la muchedumbre, pasó una mano por el traje del hombre que todos admiraban, y volvió con la cara radiante, diciendo a gritos: ¡lo he tocado!» (en AGP, serie A.4, m640329). | bastantes años, m21,69 v2,106 ] algunos años, i2,56

61c oración m22,70 i2,56 ] oración, v2,106

61d 131 Hch 2,42. | «Con la Fe, el Pan y la Palabra … felices en la tierra»: ya en los años treinta exhortaba a fomentar la esperanza en la lucha interior con una expresión semejante: «piensa en el Amor que en el cielo te aguarda» (ver Camino, nº 139, OC,I/1, pp. 337-338).

62a qué cosas hay que quemar, y las quemaremos; qué cosas hay que h2,50 v2,107 ] que hay cosas que quemar, y las quemaremos; que hay cosas que m21,71 i2,57

62c 132 Sal 106[105],1.

63e marzo h2,51 v2,108 ] Marzo m21,72 i2,58

nt4 S. Thomas, S. Th. II-II, q. 129, a. 7 ad 2. v2,38 ] S. Thomas, S. Th. II-II, q. 129, a. 7 ad 2. i2,4 ] S. Th. II-II, q. 57, a. 7 ad 2. m21,73

nt5 aëre, ] aëre, m22,73 i2,4 | aere, v2,39

nt6 aës, ] aës, m22,73 i2,4 | aes, v2,39

nt9 Et audebo ego dicere: ] Et audebo ego dicere:i2,5 | Et audebo dicere: m21,74 v2,40 || In Psalmos Enarrationes v2,40 ] In Ps. enarr. m21,74 i2,6 || LXXXV, 4). ] LXXXV, 4). i2,6 | LXXX, 4). m21,74 v2,40

nt12 (humilitas) v2,43 ] (humilitas) i2,7 | (humilitas m21,75 || cognitionis ] cognitionis i2,7 | cogitationis m21,75 v2,43 || (Diadochus Photicensis, Capita centum de perfectione spirituali, v2,43 ] (Diadochus Photicensis, Capita centum de perfect. spirit. i2,8 | (Didacus Foticensis, Capita centum de perfect. spirit. m21,75 || c. 95). ] XCV). m21,75 i2,8 | c. 45). v2,43

nt13 XVII, v2,43 ] XVII, i2,8 | XVI, m21,75

nt14 verba mea haec, ] verba mea haec, i2,8 ] verba haec, m21,75 v2,44

nt15 abiicit v2,44] abicit m21,76 i2,9

nt18 a. 7 c.). v2,46 ] a. 7 c.). h2,54 i2,10 | a. 8 c.). m21,77

nt20 Curramus, intendamus, in via sumus: nec tam sis securus ex eis quae transisti, quam sollicitus pro eis ad quae nondum pervenisti (S. Agustinus, In Psalmos Enarrationes XXXVIII, 6). v2,46 ] Perfectus erat viator, sed nondum ipsius itineris perfectione perventor (S. Augustinus, In Ps. enarr. XXXVIII, 5). m21,10 | Quamvis iam esset perfectus viator, etsi nondum erat ipsius itineris perfectione perventor (S. Augustinus, De peccat. mer. et remiss. II, 13, 20). i2,10

nt24 Israël? ] Israël? i2,11 | Israel? m21,77 v2,48 || eum, v2,48 ] eum, h2,55 | eum m21,78 i2,11 || peccaverit; v2,48 ] peccaverit; h2,55 | peccaverit, m21,78 i2,11 || nocebit ei, v2,48 ] nocebit ei, h2,55 | nocebit ei m21,78 i2,11 || impietate sua; v2,48 ] impietate sua; h2,55 | impietate sua, m21,78 i2,11 || iustitia sua, v2,48 ] iustitia sua, h2,55 | iustitia sua m21,78 i2,11 || 11 y 12). v2,48 ] 11 y 12). i2,11 | 11-12). h2,55 | 10-12). m21,78

nt33 meis, Domine, ] meis, Domine, i2,14 | meis. Domine, m21,78 v2,51

nt34 nos peccatum, v2,51 ] nos peccatum, i2,14 | non peccatum, m21,78

nt38 parentes eius; v2,54 ] parentes eius; i2,16 | parentes eius, m21,79

nt40 super oculos ] super oculos i2,17 | super oculis m21,80 v2,55 || Siloë ] Siloë i2,17 | Siloe m21,80 v2,55

nt42 ideo Deus illi v2,56 ] ideo Deus illi i2,17 | ideo illi m21,80 || Sermo XXI, 2). ] Sermo XXI, 2). i2,17 | Sermo IX, 21). m21,80 | Sermo IX, 21). v2,56

nt45 iudicia eius! ] iudicia eius! i2,18 | iudicia eius m21,81 | iudicia eius v2,57

nt49 quia redemi v2,58 ] quia redemi h2,57 i2,19 | quia ego redemi m21,81

nt54 iustitiae tuae v2,61 ] iustitiae tuae h2,57 v2,61 i2,21 | iustitiae tua m21,82

nt55 Talibus Deus diligentibus eum omnia cooperantur in bonum, usque adeo prorsus omnia, ut etiam si qui eorum deviant et exorbitant, etiam hoc ipsum eis faciat proficere in bonum, quia humiliories redeunt atque doctiores. Discunt enim in ipsa via iusta cum tremore se exsultare debere, non sibi arrogando tamquam de sua virtute fiduciam permanendi, nec dicendo in abundantia sua, non movebimur in aeternum add. v2,61 || De correptione et gratia, c. 9, 24). v2,61 ] De correp. et grat., c. 9, 24). i2,22 | De correp. et grat., c. 9, 25. m21,82

nt59 (S. Thomas, S. Th. II-II, q. 35, a. 1 ad 3). v2,63 ] (S. Thomas, S. Th. II-II, q. 35, a. 1 ad 3). h2,58 | (S. Thomas, S. Th. II-II, q. 35, a. 1 ad 3). i2,23 | (S. Thomas, S. Th. II-II, q. 35, a. 2 ad 3). m21,82

nt60 speret Israël ] speret Israël i2,24 | speret Israel v2,64 | eperet Israel m21,82 || redimet Israël ] redimet Israël i2,24 | redimet Israel m21,82 | redimet Israel v2,64 || CXXIX, 1-8). v2,64 ] CXXIX, 1-8). h2,58 | CXXIX). m21,82 i2,24

nt69 Ecce enim ] Ecce enim i2,27 | Ecce enim v2,68 | Ecce enim m21,84 || Ecclesiam Dei; et: ] Ecclesiam Dei; et: v2,69 i2,27 | Ecclesiam Dei; et: m21,84 || Christus venit … primus ego sum. m21,84 ] Christus venit … primus ego sum. v2,68 i2,27 || sed sum. ] sed sum. i2,27 | sed sum. m21,84 v2,69 || ad gratiam concionandum, v2,68 ] ad gratiam conc., m21,85 i2,27

nt73 Domine, quo ] Domine, quo i2,29 | Domine quo m21,85 | Domine quo v2,71

nt76 vis? A ] vis? A i2,30 | vis, a m21,86 | vis, a v2,72 || celsitudinis? De ] celsitudinis? De i2,30 | celsitudinis, de m21,86 | celsitudinis, de v2,72 || consurgit; ] consurgit; i2,30 | consurgit, m21,86 | consurgit, v2,72 || humiliationem ] humiliationem i2,30 | humilitatem m21,86 | humilitatem v2,72 || LXIX, 2). v2,72 ] LXIX, 2). m21,86 | LXIX, 1, 2). i2,30

nt78 mea. Ecce, v2,74 ] mea. Ecce, i2,31 | mea, Ecce, m21,86 || 4, 7, v2,61 ] 4, 7, h2,61 | 4, 5, 7, m21,86 i2,31

nt80 loquuntur, v2,76 ] loquuntur, i2,33 | loquitur, m21,87

nt81 Cfr. II Cor. v2,77 ] Cfr. II Cor. i2,34 ] II Cor. m21,87

nt87 signum, v2,82 ] signum, h2,61 i2,38 | signa, m21,88

nt89 credidimus v2,83 ] credidimus i2,38 | credimus m21,88

nt97 6 y 9. ] 6 y 9. i2,42 | 6 y 8. m21,89 | 6 y 8. v2,87

nt108 praedium v2,93 ] praedium i2,46 | proedium m21,90

nt111 32. ] 32. i2,47 | 30. m21,91 | 30. v2,94

nt114 turbae, ] super turbam, m21,91 i2,48 | super turbam, v2,95

nt119 Feriae III post Dominicam I Passionis, Postcommunio. v2,97 ] Feriae III post Dom. I Pass., Postcomm. m21,92 i2,49

nt120 Feriae III post Dominicam I Passionis, Oratio super populum. v2,97 ] Feriae III post Dom. I Pass., Orat. super pop. m21,92 i2,50

nt128 Nescitis quod ii qui in stadio currunt omnes quidem currunt, sed unus accipit bravium? Sic currite ut comprehendatis. Omnis autem qui in agone contendit ab omnibus se abstinet. Et illi quidem ut corruptibilem coronam accipiant, nos autem incorruptam (I Cor. IX, 24 y 25). v2,103 ] I Cor. IX, 24 y 25. m21,93 i2,54

Carta «Videns eos»

Contexto e historia

Como las demás de este volumen, hay pocos datos sobre la historia de la composición de esta Carta. Sabemos que estaba ultimada en enero de 1966 y que, en ese mes, se envió a las diversas circunscripciones territoriales del Opus Dei.
Tampoco hemos encontrado una explicación de por qué el Autor eligió la fecha del 24 de marzo, la misma que había escogido el año anterior para la Carta nº 1. Según el calendario litúrgico entonces vigente, se celebraba la fiesta de san Gabriel arcángel, pero en la Carta no se menciona esta circunstancia, ni se alude a su posible relación con el contenido de este documento.
En 1931, san Josemaría profesaba ya una especial devoción a san Gabriel, y empezaba a vislubrar la posibilidad de nombrarle oficialmente "Patrono" de la Obra, algo que se cumpliría en octubre de 1932 1. A ese santo arcángel le encomendaba, precisamente la víspera del 24 de marzo de 1931, la llegada de vocaciones al Opus Dei 2.
En los Apuntes íntimos de esos meses de 1931 está presente el tema de la humildad, que constituye el hilo conductor de esta Carta y también se encuentran paralelismos con varias de sus enseñanzas, principalmente acerca de la vocación, de la entrega total a Dios, etc.

Fuentes y material previo

En AGP se conserva el manuscrito original m2 (serie A.3, 91-2). Consta de noventa y cinco 3 cuartillas mecanografiadas en formato apaisado, con correcciones y añadidos autógrafos de san Josemaría en distintos momentos. Como se ha explicado ya, se pueden distinguir tres capas redaccionales: la primera se sitúa antes de la primera edición (m21); la segunda corresponde a una revisión posterior a 1967, probablemente de 1969 (m22) y la tercera se puede relacionar con las correcciones que efectuó en 1974-1975 (m23).
El papel es grueso, de alto gramaje, en formato 21, 5 x 16 cm. Las cuartillas estaban originariamente grapadas en dos cuadernillos: el primero iba de la página 1 a la 47 y el segundo, de la 48 a la 94. En la parte superior del primer cuadernillo, el Autor escribió: "Videns eos. 24-3-31. (1)"; en la página 48, se lee "videns eos (2)". El color del papel es amarillento, debido al paso de los años, pero parece que originariamente no era totalmente blanco.
En el volumen nº I de 1967 (v2), la Carta ocupa las páginas 35 a 108.
En AGP se conservan dos ejemplares de la versión realizada en 1985, encuadernadas en cartulina amarilla e impresas en un papel ahuesado claro (i21 y i22). Tiene 58 páginas, en formato 23, 6 x 16, 7 cm. El segundo de los ejemplares (i22) presenta algunas correcciones a mano en bolígrafo rojo, con la grafía de don Javier Echevarría: generalmente se trata de erratas.
Además hay ocho hojas sueltas en formato más pequeño (14, 5 x 19, 5 cm) que proceden de la primera edición castellana de las Cartas (h2), en las que se ven correcciones autógrafas de san Josemaría a bolígrafo rojo y a pluma fina. Se trata de las páginas 33-34 (correspondientes a los números marginales 44-45), 47-58 (nn. 58-63 y notas 1 a 64) y 61-62 (notas 79 a 99).
No se ha encontrado por ahora ningún autógrafo o guion antiguo del fundador, ni material previo que le sirviera para componer esta Carta.
Existe un comentario oral de san Josemaría a esta Carta, grabado en cinta magnetofónica, durante la reunión de consiliarios de las diferentes regiones del Opus Dei, en enero de 1966, cuando les entregó este documento. Su transcripción constituye una fuente distinta, que entrará en la serie sobre predicación oral de estas Obras Completas.
Como ya decíamos al referirnos a la Carta nº 1, se encuentran paralelismos y a veces coincidencias casi literales entre párrafos de esta Carta y textos provenientes de la predicación oral de san Josemaría, o de otros escritos.
La explicación más simple es que se utilizaran fragmentos de las transcripciones de sus meditaciones y tertulias para enriquecer el texto de la Carta, que san Josemaría corrigió después, hasta darles la forma que ahora tienen. Esto permitiría entender que haya un buen número de coincidencias con esas fuentes. Mencionemos algunas.
El entero párrafo 6b, donde considera que cada cual conoce sólo «un poquito de nuestra soberbia y de nuestras miserias…» se encuentra en una meditación del 3 de diciembre de 1961 (ver En diálogo con el Señor, OC, V/1, 4.1f, p. 145). El párrafo 28b, donde habla de la llamada de Pedro, se encuentra también, con pocas variaciones, en una meditación del 3 de noviembre de 1955 (cfr. En diálogo con el Señor, OC, V/1, 3.4f, p. 138). La humilde oración recogida en 32b se puede leer en una meditación del 29 de marzo de 1959 4. El párrafo 38a, acerca de «la soberbia que ciega tremendamente» coincide con parte de una meditación del 16 de abril de 1954 5. Un fragmento del texto de 61d está también en una meditación del 4 de marzo de 1960 6, y el entero párrafo 62a, sobre la alegría en medio del conocimiento de las propias miserias, coincide con un pasaje de una meditación del 2 de marzo de 1952 7.
Hay otra posible explicación para las coincidencias y paralelismos, sobre todo en algunos casos. Quienes trabajan con las transcripciones de la predicación oral de san Josemaría –que están en fase de ordenación–, saben bien que Escrivá refería las mismas cosas, casi con idénticas palabras, en múltiples ocasiones. Esto ocurría especialmente cuando utilizaba ejemplos gráficos, frases o ideas redondas, sucesos y anécdotas de su vida. Las llevaba quizá apuntadas en fichas o en un guion, pero, como buen orador, era capaz de leer casi textualmente una ficha ya redactada y hacerlo con la viveza de un discurso improvisado. Por tanto, es muy verosímil que las empleara varias veces cuando hablaba en público y que también las utilizara en sus escritos.
Naturalmente, también es muy posible que esas palabras proviniesen de textos antiguos, y de ahí pasaran a la predicación y a la Carta.
Lo anterior puede haber sucedido con ejemplos gráficos como el del polvo elevado por el viento (4b), que se encuentra casi literalmente en una meditación del 2 de noviembre de 1958 (después salió con algunas correcciones del Autor en Cro1959, 04, 61-62 y Cro1962, 03, 10-11), pero sabemos que ya desde 1932 usaba ese símil y hasta lo incluyó en un punto de Camino 8.
Otro caso parecido puede ser el de 40a, donde imagina una persona que camina con una piedra grande sobre los hombros y unos puñados de piedrecillas en los bolsillos: es muy parecido a lo que dijo en una tertulia del 12 de marzo de 1963 9, que apareció en Noticias con pequeñas variaciones (Not1963, 11, 15). Sabemos que este ejemplo pudo estar inspirado en una de las historietas catequéticas que escribía san Manuel González (1877-1940) en los años veinte, por lo que tal vez san Josemaría lo empleó en diversas ocasiones, con variaciones 10. También pudo haber utilizado en diferentes contextos la anécdota del enfermo que se niega a desvestirse porque no quiere que el médico le examine (en 41b), muy próximo a un pasaje de una meditación del 29 de marzo de 1959 11; o el ejemplo de los eslabones de distintos materiales (en 56a), que –con escasas diferencias– describió de modo parecido en una meditación del 21 de noviembre de 1954 12; o también, en ese mismo número 56a, el símil del poema y los versos sueltos que se lee también en una meditación de 12 de marzo de 1961 13, y en Es Cristo que pasa, 111 14.

El mismo fenómeno de repetición puede haberse dado en el caso de ideas y expresiones redondas. Un ejemplo es el de 11b, donde explica que, ante los propios errores, la contrición debe venir «con la prontitud con que acude la sangre a la herida»: las expresiones son muy semejantes a las de una meditación del 7 de marzo de 1963 15 y coinciden bastante con la frase inicial Del Padre de Cro1964, 09, 5. Otra idea es la de que el olvido de sí Dios lo premia con «una humildad llena de alegría» (15b), que coincide –con pocas diferencias– con la frase inicial Del Padre que apareció en Cro1955, 02, 3 y además se encuentra en Carta nº 1, 22b. Su insistencia sobre el cumplimiento fiel de las Normas y Costumbres de la Obra como un camino de santidad, tal como se lee en 59d, tiene un claro paralelismo con un párrafo de una meditación predicada el 4 de marzo de 1960 16.
Como las anteriores, hay otras frases que, por su brevedad y frecuencia de uso, pueden proceder de fuentes comunes (alguna ficha, o apunte, por ejemplo), o quizá fueron repetidas varias veces en distintos contextos. Como la de 34c, cuando explica que la sinceridad con Dios es difícil, «porque la gente tiende al anonimato», que se halla también en la meditación que se acaba de citar, o el párrafo de 36a, donde imagina cuál sería «el mejor negocio del mundo», que también coincide con un párrafo de esa meditación del 4 de marzo de 1960.
Lo que venimos diciendo se podría aplicar también a las anécdotas de su vida, como la de 39b, donde recuerda el consejo de su madre: «Josemaría, vergüenza sólo para pecar», que se encuentra relatada de modo muy parecido en una meditación del 17 de febrero de 1958 17. En Crónica y Noticias apareció una versión ligeramente diferente de esta (en Cro1971, 04, 17-18 y Not1971, 04, 20-21), y también se lee en otros lugares (ver, por ejemplo, En diálogo con el Señor, OC, V/1, 6.1b, p. 172).
Los paralelismos en frases o explicaciones gráficas se extienden a otras obras como Forja 18, y Amigos de Dios 19. Expresiones muy parecidas a las de 55a –sobre la muerte como vida–, se encuentran en Forja, 100, en Amigos de Dios, 79 y en En diálogo con el Señor, OC, V/1, 7.3d, p. 187. Otro caso: su descripción de la «comedia humana con espectador divino» (18a-19a) en la que Dios juega con los hombres como «los padres con sus hijos», que leemos, en versiones paralelas, en Forja, 485, y en Amigos de Dios, 152. Ahí y en otros lugares (ver, por ejemplo, En diálogo con el Señor, OC, V/1, 8.4a, pp. 201-202) san Josemaría ofrece la misma interpretación del pasaje del ludens in orbe terrarum (Pr 8, 31) a la luz de la filiación divina y de la vida de infancia. Por señalar un último ejemplo, el entero párrafo 20b se encuentra, casi literalmente, en el nº 160d de Es Cristo que pasa 20.

Cuestiones de crítica textual

Existen sólo pequeñas incidencias de crítica textual. En v2, 9c, por ejemplo, cambió una cita de san Agustín, al mismo tiempo que corregía un error. Hemos recuperado ese cambio, junto a otras mejoras de esa fuente, tanto de puntuación, como de vocabulario.
Las correcciones manuscritas de m23, las últimas que realizó, son pequeñas pero vale la pena mencionar algunas. En 2.15b se lee «la mayor parte de las contradicciones tienen su origen», pero en m23 san Josemaría tachó la última "n" de "tienen" para corregir un error de concordancia. Otros ejemplos son las formas "obscuridad", "obscuras", "obscurece", "obscuro", etc. que Escrivá corrigió a última hora. En m23 están expresamente añadidas de su mano esas "b". La RAE admite las dos maneras –con "b" y sin ella–, aunque en 2005 recomendaba usar las formas sin "b" «por ser más acordes con la articulación real de estas palabras y las más extendidas en el uso actual» 21. Las versiones con "b", que son las que prefiere el Autor, se consideran más cultas. Es posible que en 1965-1966 la "b" fuera más usada que en nuestros días: en cualquier caso, la preferencia literaria de san Josemaría es legítima y nos ha parecido conveniente recuperarla, siguiendo el principio de que una edición crítica debe inclinarse por restaurar el texto como lo hubiera querido el Autor, siguiendo la fuente más segura, que en este caso nos parece m23.

Contenido

San Josemaría trata en esta Carta de una virtud fundamental en la vida cristiana: la humildad. Para él la vida cristiana exige una conversión constante: no hace falta ser un pecador pertinaz para arrepentirse, realzarse después de una caída, ser curado de las propias heridas y confiar más plenamente en las fuerzas que la gracia divina proporciona. Esta debe ser, para él, la actitud normal de todo cristiano que se ha entregado a Dios.
Aunque no existe un índice ni un esquema, se puede identificar una cierta estructura en el texto, que cabe distribuir en seis partes.
La primera (nn. 1-7) trata de la relación entre la humildad y la gracia, como fundamentos de la vida espiritual. Desarrolla aquí uno de sus temas más queridos desde los años treinta: el endiosamiento bueno 22.
La Carta comienza "entre barcas y redes", como le gustaba decir a san Josemaría: con una escena situada en el mar de Galilea. Cristo viene al encuentro de unos hombres que trabajan en su oficio y lo hace caminando sobre el mar. Videns eos…: los vio mientras remaban con fatiga 23. Jesús se apiada de sus discípulos, de las dificultades que atraviesan, y hace un milagro que demuestra su potencia divina.
San Josemaría elige este pasaje evangélico para llamar la atención sobre la misión de los apóstoles y compara la vocación al Opus Dei con la de los primeros seguidores de Cristo. Explica que Dios sobrenaturaliza la debilidad humana y la convierte en algo capaz de cosas muy grandes. Pero esa fuerza divina actúa si se practica la virtud de la humildad.
Después siguen unas consideraciones que, como él dice, «habrán de ayudaros a edificar sobre una profunda y sincera humildad» (nº 8a). Empieza aquí la segunda parte, relativamente breve (nn. 8-14), donde trata algunos temas sobre los que volverá más extensamente en otros pasajes de la Carta: la necesidad de la confianza en Dios; el crecimiento en la caridad; los obstáculos y los fracasos; la acción del demonio contra la propia santidad; la importancia de reaccionar ante las flaquezas y de afrontarlas con optimismo, apoyándose en la fortaleza de Dios.
La Carta prosigue, en su parte más amplia (nn. 15-33), analizando los principales obstáculos de la vida espiritual. Alude aquí a los problemas personales mal enfocados, que llevan al egocentrismo o al victimismo, como fruto de la soberbia. Después se refiere a las situaciones de oscuridad y aridez interior, para las que propone una serie de remedios ascéticos. Seguidamente trata de las tentaciones, de las crisis de la madurez, del desaliento y de la conciencia de una cierta infecundidad, de la sensación de fracaso o incapacidad personal.
En la cuarta parte (nn. 34-42) san Josemaría se detiene en la virtud de la sinceridad, que considera un gran medio para conseguir la humildad. Es típico del fundador del Opus Dei hablar de la sinceridad no como simple virtud humana, sino en un contexto ascético, como una manifestación de humildad y como un baluarte para la perseverancia. Se refiere especialmente a ella en el contexto de la orientación espiritual y de la confesión.
Una quinta parte (nn. 43-58) ilustra cómo la fidelidad a Dios es uno de los frutos de la humildad. La vocación recibida lleva consigo, para san Josemaría, una gracia particular, una ayuda sobrenatural específica para perseverar en el seguimiento de Cristo. Es la humildad la que abre los ojos al poder inmenso de la gracia, mostrando que todos los obstáculos y debilidades de la vida espiritual se pueden superar gracias al auxilio divino. El único escollo insuperable es precisamente el rechazo voluntario de la gracia, a causa de la soberbia.
La parte conclusiva (nn. 59-61) se refiere a la unión con Dios, a la vida contemplativa y a la piedad, al trato confiado con Jesucristo y con su Madre santísima.

Notas de las introducciones al texto crítico anotado

1 Cfr. AVP I, pp. 466-467.
2 Apuntes íntimos, 23 de marzo de 1931.
3 La paginación numérica en las cuartillas llega hasta la noventa y cuatro, porque hay una página 3 y otra 3.b.
4 En AGP, serie A.4, m590329.
5 En AGP, serie A.4, m540416.
6 En AGP, serie A.4, m600304.
7 En AGP, serie A.4, m520302.
8 Cfr. Camino, OC, I/1, com. al nº 599, p. 748.
9 En AGP, serie A.4, t630912.
10 Ver nota a 40a.
11 En AGP, serie A.4, m590329.
12 Cfr. En diálogo con el Señor, 1.6a, OC, V/1, pp. 111-112.
13 En AGP, serie A.4, m610312.
14 Cfr. Es Cristo que pasa, nº 111, OC, I/4, p. 600; también Amigos de Dios, nº 76, OC, I/6, p. 341.
15 En AGP, serie A.4, m630307.
16 En AGP, serie A.4, m600304.
17 En AGP, serie A.4, m580217.
18 En Forja, 610 encontramos casi literalmente una frase de 31b; en el nº 164, de 37a; en el nº 995 está –con pocas variaciones– un pasaje paralelo a 55b; un texto muy semejante al del nº 1055 se puede leer en 63b y en el nº 591 se halla parcialmente recogida una frase de 15b.
19 En 45d, por ejemplo, su exhortación a la fidelidad cuando el corazón vacila, tiene una evidente simetría con Amigos de Dios, nº 49, OC, I/6, p. 275.
20 Es Cristo que pasa, OC, I/4, p. 801.
21 REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Diccionario panhispánico de dudas, Madrid, Santillana, 2005, lema "oscuro -ra".
22 Sobre el concepto de "endiosamiento", cfr. Es Cristo que pasa, OC, I/4, com. al nº 103a, pp. 569-572.
23 Cfr. Mc 6, 48.