Vida cotidiana y santidad
en la enseñanza de San Josemaría

INTRODUCCIÓN GENERAL
Objeto de este estudio
Método
Fuentes del estudio
Lugares de la enseñanza de san Josemaría
Esquema
Índice general


INTRODUCCIÓN GENERAL

El 6 de octubre de 2002, ante una multitud de los cinco continentes reunida en la Plaza de San Pedro, el Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, proclamó santo a Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Al día siguiente, en su discurso a los fieles que daban gracias por la canonización, el Romano Pontífice condensó el significado histórico de la figura del nuevo santo con estas palabras: Fue elegido por Dios para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que la vida de todos los días, las actividades comunes, son camino de santificación. Se podría decir que fue el santo de lo ordinario 1.

Con este título –el santo de lo ordinario– designó el Pontífice la misión a la que san Josemaría había dedicado generosamente su vida: llevar al mundo la verdad –a la vez sencilla y trascendental– de que todos están llamados a la santidad y de que es posible alcanzarla en la vida corriente. Así lo expresaba en su predicación:

Hemos venido a decir, con la humildad de quien se sabe pecador y poca cosa –homo peccator sum (Lc 5, 8), decimos con Pedro–, pero con la fe de quien se deja guiar por la mano de Dios, que la santidad no es cosa para privilegiados: que a todos nos llama el Señor, que de todos espera Amor: de todos, estén donde estén; de todos, cualquiera que sea su estado, su profesión o su oficio. Porque esa vida corriente, ordinaria, sin apariencia, puede ser medio de santidad: no es necesario abandonar el propio estado en el mundo, para buscar a Dios, si el Señor no da a un alma la vocación religiosa, ya que todos los caminos de la tierra pueden ser ocasión de un encuentro con Cristo 2.

Objeto de este estudio

La llamada universal a la santidad es una verdad del acervo doctrinal de la Iglesia, que el Concilio Vaticano II ha hecho resonar con fuerza en época reciente. San Josemaría se encuentra entre los autores que anticipan y preparan ese anuncio solemne, calificado por Pablo VI como el elemento más característico del entero magisterio conciliar y, por así decir, su fin último 3. Enseña a responder a esa llamada en la vida cotidiana, desplegando una doctrina espiritual amplia y coherente que abre un camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano 4. Ofrece un espíritu de santificación en medio del mundo que se proyecta sobre todos los ámbitos de la vida. Por la unidad de su mensaje, más que de enseñanzas de san Josemaría, hablaremos con frecuencia de enseñanza, en singular. Exponer teológicamente esa enseñanza es la finalidad del presente libro.

Para aclarar mejor el objeto de nuestro estudio, hemos de referirnos a una fecha clave, el 2 de octubre de 1928, en la que tiene origen el mensaje de san Josemaría y la institución que funda, el Opus Dei. Era entonces un sacerdote de veintiséis años que estaba haciendo unos días de retiro espiritual en Madrid. De improviso Dios le hizo ver –es el término que empleará siempre– el inmenso panorama de la santificación en medio del mundo que había de difundir, con un espíritu específico. Fue entonces cuando vino al mundo el Opus Dei 5.

Ambas realidades –el espíritu que recibe (o el "mensaje", en cuanto que lo predica) y la institución que funda– están intrínsecamente unidas, pero se pueden distinguir en el trabajo teológico. Aquí las distinguiremos porque nos vamos a ocupar sólo del espíritu, no de la institución. No hablaremos del Opus Dei, de su vida y de su organización, ni tampoco de su configuración jurídica como prelatura personal. Para estas cuestiones remitimos a la bibliografía sobre el tema 6.

El estudio que ofrecemos tiene su origen en los cursos impartidos en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz y en otras sedes. Al igual que esos cursos, se dirige a quienes estén interesados en profundizar teológicamente en la enseñanza de san Josemaría, conozcan o no la realidad del Opus Dei. Si las referencias al Opus Dei en los textos sobre los que trabajamos son frecuentes, no es porque se apliquen sólo a sus miembros –salvo, lógicamente, cuando se trata de aspectos específicos de la institución–, sino porque san Josemaría suele dirigirse a ellos cuando predica o escribe, pues son los fieles que tiene delante. Y al ser cristianos comunes, lo que les dice a ellos lo dice a cualquier fiel que quiera buscar la santificación en medio del mundo. Pedro Rodríguez, autor de la edición crítico-histórica de Camino, ofrece un dato que certifica esa extensión de su enseñanza: cuando san Josemaría decide publicar las consideraciones que previamente ha hecho a los fieles del Opus Dei, como sucede con bastantes puntos de Camino, no tiene necesidad de cambiar el contenido, le bastan pequeños retoques de redacción para extender a todos lo que antes había dicho a unos pocos 7.

Método

En cuanto al método que seguiremos, sería suficiente decir que el presente trabajo es un estudio de Teología espiritual, si hubiera común acuerdo sobre las características de esta parte de la Teología. Pero no es así. Prácticamente sólo hay unanimidad en afirmar que la Teología espiritual se ocupa de la "vida espiritual" –o sea, de la vida del cristiano que busca la santidad 8– y en que tiene muy en cuenta las enseñanzas de los santos. Por lo demás hay posiciones diversas que surgen de los distintos modos de entender sus relaciones con la Teología dogmática y con la moral, partes de la Teología que también se ocupan de la vida cristiana, pero de otras maneras. Por eso conviene señalar cómo entendemos estas relaciones, para aclarar nuestra metodología.

No nos detenemos en la evolución histórica de la Teología espiritual 9 ni en el debate actual 10. Expondremos simplemente nuestro propio planteamiento, que se puede enunciar así: la Teología espiritual presupone tanto la Teología dogmática como la Teología moral; además, prolonga y completa a esta última en algunos aspectos, sirviéndose especialmente de las enseñanzas de los santos.

Decimos que presupone la Dogmática porque todo lo que esa rama teológica estudia tiene significado para la vida espiritual. Ningún aspecto del dogma carece de repercusión práctica en la existencia cristiana. Sin embargo, Teología dogmática y Teología espiritual no se identifican. La primera es una ciencia especulativa que se ocupa de las verdades de la fe en sí mismas; la segunda es una ciencia práctica, que estudia la vida cristiana según esas verdades, y lo hace –tal como lo entendemos aquí– desde la perspectiva de la persona que desea vivir de acuerdo con la fe, o sea, la "perspectiva de la primera persona" que, según autores recientes, emplea la Teología moral 11. Tenemos así dos elementos de la Teología espiritual: la base de la Dogmática y la perspectiva de la Moral. Este planteamiento nos llevará a indicar en cada tema, en primer lugar, los fundamentos doctrinales (con más o menos detalle, según los casos) y a exponer después la vida espiritual apoyada en esa base, desde la perspectiva de la primera persona. Si se trata, por ejemplo, de la gloria de Dios como fin último de la vida cristiana, veremos primero qué se entiende en Teología dogmática por "gloria de Dios", y pasaremos a continuación a lo que realmente nos interesa: en qué consiste el acto de "dar gloria a Dios".

Lo anterior no basta para caracterizar la Teología espiritual. Hay que señalar también el lugar peculiar que ocupan las enseñanzas de los santos en esta disciplina. Para decirlo sintéticamente conviene recordar que la Teología espiritual presupone, además de la dogmática, también la Teología moral, a la que, como hemos dicho, prolonga y completa 12. La prolonga, pues está en su misma línea, en cuanto ciencia práctica que emplea la perspectiva de la primera persona, aunque la prolonga sólo en algunos aspectos, porque se ocupa únicamente del desarrollo de la vida sobrenatural, que supone el "estado de gracia", mientras que la Teología moral trata también otros temas, como puede verse en cualquier manual 13. Además –y es lo que nos interesa subrayar especialmente– la completa, porque se apoya en sus adquisiciones sobre la vida del cristiano que busca la santidad, pero considera que la santidad se alcanza por caminos diversos y, para mostrarlos, recurre a la experiencia de los santos. Lo precisamos algo más a continuación.

La Teología espiritual, como parte de la Teología, estudia la vida cristiana avanzando por el surco de la reflexión creyente a partir de la Sagrada Escritura y de la Tradición, pero además ve plasmada esa vida en las enseñanzas de los santos, particularmente las de los grandes maestros de vida espiritual. En esas "enseñanzas de los santos" se incluyen las que proceden de su experiencia cristiana, reconocida por la Iglesia como fruto de la acción del Paráclito en sus almas (por ejemplo, las de santa Teresa de Jesús o de santa Teresa de Lisieux, Doctoras de la Iglesia), no sólo las que derivan de una elaboración racional de la Revelación (como, por ejemplo, bastantes enseñanzas de santo Tomás de Aquino). Si las primeras son de importancia para toda la Teología –no hay que olvidar que en los santos, Dios mismo nos habla 14–, para la Teología espiritual constituyen un "lugar teológico" privilegiado que le permite profundizar en las fuentes de la Revelación y caracteriza su propio estatuto científico 15.

En nuestro estudio, este enfoque se manifestará en el intento constante de mostrar que las enseñanzas de la Revelación sobre la vida cristiana son vistas por san Josemaría con una luz nueva, la del 2 de octubre de 1928. Suele decir que su mensaje es viejo como el Evangelio, y como el Evangelio nuevo 16. Su enseñanza es, efectivamente, puro anuncio del Evangelio, sin añadir nada. Pero el Espíritu Santo le ha hecho contemplar tan vivamente una verdad contenida en el mismo Evangelio, que aparece nueva por su brillo: la llamada de los cristianos corrientes a santificarse en la vida ordinaria, santificando el mundo desde dentro.

Fuentes del estudio

En estrecha relación con el método se encuentra la cuestión de las fuentes de nuestro estudio. En sentido estricto son las mismas que las de toda la Teología: la Palabra de Dios escrita y transmitida en la Iglesia, o sea, la Sagrada Escritura, la Tradición viva y el Magisterio. Además, al ser objeto de nuestro estudio la enseñanza de san Josemaría, hemos de indicar también dónde encontramos su doctrina 17. Esto último lo haremos en el apartado siguiente.

En relación con lo primero es obligado indicar someramente qué textos y ediciones empleamos. Para la Sagrada Escritura, nos servimos de la Nova Vulgata (editio typica altera, 1986) y de traducciones recientes al castellano basadas en los originales en griego o en hebreo 18. San Josemaría, en cambio, empleaba la Vulgata y las traducciones castellanas usuales en su época 19. Cuando sea el caso, haremos notar las diferencias, si afectan a esos textos.

En cuanto a la Patrística, san Josemaría suele remitir a la edición de Migne cuando cita en latín; los pasajes proceden a veces del Oficio divino que, además de rezar diariamente con devoción, era alimento de su vida interior; también tenía a mano selecciones de textos de Padres de la Iglesia y obras de Patrología 20; desconocemos, en cambio, la fuente de sus traducciones al castellano (si es que no traduce él mismo). Por nuestra parte, indicamos a pie de página la edición de los textos patrísticos que empleamos cuando se reproduce el original griego o latino; si citamos en castellano, señalamos sólo el autor y la obra.

Por lo que se refiere al Magisterio de la Iglesia, san Josemaría emplea de ordinario el Enchiridion symbolorum de H. Denzinger, tanto las ediciones anteriores a 1963 como las posteriores refundidas por A. Schönmetzer. Nosotros nos servimos siempre de esta última. Cuando hayamos de citar la doctrina del Magisterio como marco del mensaje de san Josemaría, usaremos textos anteriores o contemporáneos a su predicación, lo que no nos impedirá recurrir a veces al Catecismo de la Iglesia Católica (en la traducción de la edición típica latina de 1997), si se trata sólo de recordar la doctrina común o las fórmulas usuales, bien conocidas por san Josemaría. Algunas veces expresaremos la enseñanza teológica tradicional con sus propias palabras, para mostrar así cómo asume los datos de la tradición, ya que también en esos modos de exponer se reconoce el espíritu que transmite.

Lugares de la enseñanza de san Josemaría

Pasemos ahora a indicar dónde encontramos las enseñanzas de san Josemaría: en sus escritos, en su predicación oral y en el ejemplo de su vida.

En primer lugar, sus escritos. Actualmente está publicada sólo una parte 21 y se trabaja en la edición crítica de las obras completas 22. En nuestro estudio hemos utilizado todas las obras publicadas y también hemos podido consultar en el Archivo General de la Prelatura del Opus Dei (AGP) las inéditas, en especial todas las que san Josemaría dedica a transmitir su enseñanza espiritual, como las Instrucciones y las Cartas 23.

Una observación sobre el modo de citar las Cartas: el lector verá que en las referencias la fecha forma parte del título (por ejemplo: "Carta 24-III-1930"). El motivo se desprende de cuanto expone y documenta José Luis Illanes en el artículo que acabamos de mencionar en nota. Citando los Apuntes íntimos de san Josemaría, Illanes muestra que en los primeros años de la década de 1930 proyectaba escribir meditaciones, cartas, etc., a fin de que perduren las ideas sembradas en aquellos ejercicios y pláticas y en conversaciones particulares 24. Con este afán procedió a anotar ideas y a esbozar posibles esquemas 25. En muchos casos se trataba de fichas o de guiones; en otros, de documentos incoados o comenzados pero todavía no llevados a término 26. Las vicisitudes históricas de los años treinta y cuarenta no le permitieron realizar por entero este proyecto, aunque sí una parte importante: la redacción de varias Instrucciones. El resto debió esperar hasta que fuera posible retomar los papeles antiguos. San Josemaría se ocupó de dar forma definitiva a las Cartas hacia finales de los años 50, para concluir esa labor en torno al año 1965. La fecha de cada Carta corresponde, así, al determinado momento en que el fundador del Opus Dei proyectó su contenido esencial, con ideas consideradas, predicadas o apuntadas de ese tiempo. De ahí la opción de incluir esa fecha en el título para designar cada Carta.

En segundo lugar, citamos con frecuencia su predicación oral –homilías, meditaciones, charlas de formación y conversaciones familiares o tertulias–, recogida en apuntes manuscritos, o grabada en soporte magnético o filmada (como es el caso de algunas tertulias a partir de 1970) 27. Una parte de su predicación ha sido editada de modo provisional para uso de los fieles del Opus Dei. La mayoría de las citas de la predicación que aparecen en nuestro estudio, provienen de esas publicaciones. Se identifican por su clasificación en el AGP.

Es evidente que no todos esos documentos tienen igual valor. Nuestra exposición de la enseñanza de san Josemaría se basa sustancialmente en las obras publicadas y en las Instrucciones y Cartas. Los textos de la predicación oral nos sirven generalmente sólo para documentar diversos modos de decir o para ilustrar las ideas contenidas en esos escritos de carácter principal.

Hemos de advertir que gran parte de las citas de obras todavía inéditas o de la predicación oral de san Josemaría han sido ya precedentemente publicadas en biografías y ensayos aparecidos a partir de su fallecimiento en 1975 28. Al integrar este abundante material, que circula desde hace años, en la exposición sistemática que presentamos, es posible –así lo esperamos– que aparezca con más claridad el valor de esos textos.

Después de esta somera descripción de los escritos y de la predicación de san Josemaría, hemos de advertir –antes de hablar del ejemplo de vida como "lugar" donde se comprende su enseñanza, según anunciábamos antes– que en nuestro estudio consideraremos todos sus escritos como un "corpus" único de doctrina elaborado entre 1930 y 1975, prescindiendo de la datación precisa de cada uno de ellos. Como el lector percibirá al leer los numerosos textos de san Josemaría que citaremos, hay una gran unidad en su enseñanza desde los primeros escritos de los años 30, como Consideraciones espirituales (precedente de Camino) y Santo Rosario, hasta los últimos de 1975. Es fácil advertir que en todo ese arco de tiempo no buscó otra cosa que predicar un mismo espíritu de vida cristiana, como testimonian concordemente quienes le han escuchado a lo largo de varios decenios 29. Con los años –comenta José Luis Illanes–, el Señor le comunicó luces nuevas y la experiencia vivida le ayudó a profundizar en la inspiración entonces recibida [en 1928], percibiendo nuevas facetas y alcanzando formas de expresión que contribuyeron a perfilar cada vez con más nitidez el espíritu y el apostolado del Opus Dei. Pero todos esos desarrollos se retrotraen al 2 de octubre de 1928 y encuentran en él su encaje 30. Se comprende así que expresiones del tipo: "Desde 1928 vengo predicando...", sean frecuentes en san Josemaría.

Los motivos aducidos nos parecen suficientes para sostener la opción de llevar a cabo un estudio sincrónico que considere el conjunto de su mensaje como quid unum. Tal opción se traducirá en que, para exponer su pensamiento sobre un determinado punto, con frecuencia, aduciremos textos de épocas diversas.

Retomando la descripción de los lugares donde encontramos la enseñanza de san Josemaría, nos queda decir, después de habernos referido a los escritos y a la predicación, que su mensaje se trasparenta también en el ejemplo de su vida santa. Desde que le conocí, en Madrid, en 1935 –afirma Álvaro del Portillo, que permaneció cuarenta años a su lado–, tuve la impresión de estar delante de un hombre de Dios, con un amor que rebosaba celo ardiente por las almas 31. Su existencia estuvo sellada por el empeño de encarnar lo que había recibido y predicaba. Hasta en las circunstancias más pequeñas de su vida se refleja fielmente el espíritu del Opus Dei 32, ha escrito su segundo sucesor, Mons. Javier Echevarría. Y en un estudio teológico, Antonio Aranda escribe que la doctrina espiritual, ascética, jurídica y teológica del fundador del Opus Dei constituye una unidad indivisible con su biografía 33, de modo que su enseñanza ha quedado plasmada no sólo en forma doctrinal, sino también desde el principio a través del testimonio de su propia vida 34. De ahí el interés de conocerla para profundizar en su mensaje.

Las biografías sobre san Josemaría son ya numerosas 35 y mucho más los relatos parciales sobre algunas épocas o aspectos diversos de su figura histórica 36. También hay que mencionar la abundante documentación procedente de los testigos que declararon en la Causa de canonización 37. Hubiéramos deseado hacer un amplio uso de este material, pero hemos tenido que ceñirnos casi siempre, por razones de espacio, al estudio de los escritos y de la predicación. Lo mucho que omitimos queda como tarea para el futuro, y como tarea necesaria, si se quiere dar una idea cabal del espíritu que san Josemaría transmite. Valga un ejemplo referido a su enseñanza sobre la alegría y el buen humor. Predica "virtudes alegres", lo más opuesto a cualquier visión sombría del cristianismo: De lejos viene el empeño diabólico de los enemigos de Cristo, que no se cansan de murmurar que la gente entregada a Dios es de la "encapotada". Y, desgraciadamente, algunos de los que quieren ser "buenos" les hacen eco, con sus "virtudes tristes". –Te damos gracias, Señor, porque has querido contar con nuestras vidas, dichosamente alegres, para borrar esa falsa caricatura 38. ¿Cómo exponer a fondo esta enseñanza sin acudir a su ejemplo? Palabras como estas reclaman una explicación de la vida de la que manan. No es cuestión de amenizar la doctrina con anécdotas, sino de llevar a cabo una reflexión sobre su experiencia cristiana –la heroica correspondencia a la gracia– que ayude a comprender los diversos puntos del mensaje 39. Pero esta tarea supera los límites del presente trabajo.

Esquema

Concluimos esta Introducción refiriéndonos al esquema que hemos seguido.

El libro comienza con una Parte preliminar dirigida a contextualizar histórica y doctrinalmente la enseñanza de san Josemaría. Se describen, a modo de esbozo, las fases que atraviesa la conciencia de la vocación de los laicos a lo largo de la historia y se sitúa su mensaje en este proceso. Se pone así de manifiesto cómo su doctrina hunde las raíces en la tradición cristiana y se relaciona con la contemporánea teología del laicado, proponiendo una enseñanza de validez permanente acerca de la santificación del trabajo profesional y de la vida ordinaria en medio del mundo. A continuación de este apartado histórico-teológico, se traza un marco conceptual de las nociones que están en la base de su enseñanza. Por último, se indican los destinatarios de ese mensaje, asunto de gran interés para entender su alcance, en parte universal y en parte circunscrito a laicos y sacerdotes seculares. En este lugar se trata de la llamada universal a la santidad –tema constante en la predicación en san Josemaría– y de la unidad y diversidad de vocaciones y misiones en la Iglesia, con especial referencia a la santificación del mundo desde dentro, en y a través de los quehaceres profesionales, familiares y sociales.

Después de la Parte preliminar nos adentramos en la exposición sistemática de la enseñanza de san Josemaría. Como premisa conviene volver sobre una observación señalada al principio de estas líneas: la predicación de san Josemaría abarca el conjunto de la vida cristiana de un fiel corriente, no sólo algunos aspectos; se trata, como decíamos, de un espíritu de vida cristiana, no de un conjunto de enseñanzas dispersas. Estudiar globalmente ese espíritu equivale a exponer toda la vida del cristiano que decide asumirlo. De ahí que la materia de nuestro libro coincida prácticamente con la de un tratado general sobre la vida espiritual (aunque no sea un tratado, sino una monografía, porque no estudiaremos lo que han enseñado otros maestros de vida espiritual sobre cada tema; nos limitamos a san Josemaría). Ante una materia tan amplia, parecería lógico valerse de alguno de los esquemas que adoptan los tratados clásicos de Teología espiritual, como el de Tanquerey o el de Garrigou-Lagrange 40. Sin embargo no es posible hacerlo así, porque estos tratados no dan el debido relieve a puntos capitales para la vida de un fiel corriente, que son centrales en san Josemaría; por ejemplo, la conciencia de la filiación divina recibida en el Bautismo, el trabajo profesional en cuanto materia y medio de santificación y de apostolado, la libertad cristiana en las actividades temporales, etc. Siendo obras que contienen muchas enseñanzas de valor permanente, se estructuran asumiendo divisiones que imposibilitan resaltar estos y otros temas de gran importancia para la vida espiritual de los fieles laicos 41.

Por eso ha sido necesario elaborar un esquema nuevo que resultara adecuado para presentar con orden el conjunto de la vida cristiana según san Josemaría. Él no ha dejado ninguna exposición sistemática de su mensaje ni ha indicado esquema alguno, pero ha ofrecido algunos elementos que podemos llamar "estructurales". Para san Josemaría, la filiación divina –o, más exactamente, el sentido de la filiación divina– es el "fundamento" de la existencia cristiana; y la santificación del trabajo profesional es el "eje" de la vida de un fiel llamado a santificarse en medio del mundo. Sobre ese "fundamento" y en torno a ese "eje", la existencia cristiana se dirige hacia su meta o fin: la santidad, unión amorosa con Dios, inseparable del apostolado. San Josemaría emplea diversas expresiones para designar este fin último (o finalidad última): algunas son frecuentes en la tradición (por ejemplo, "dar gloria a Dios"); otras son más típicas suyas, aunque no necesariamente exclusivas (por ejemplo: "poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas"). Tendremos ocasión de estudiarlas con detalle. Ahora nos interesa decir que estos tres elementos –el fundamento, el eje y el fin– nos han servido de pauta para la elaboración de nuestro esquema, llevándonos a agrupar conceptual-mente los temas en tres Partes: una sobre el fin último, otra sobre el sujeto de la vida espiritual (en la que se habla principalmente de ese "fundamento" que es la filiación divina) y una tercera sobre el camino del cristiano (donde se trata del "eje": la santificación del trabajo). Vamos a detallarlas algo más, para ayudar a entender el contenido y los confines de cada capítulo.

– La Parte I trata, como hemos dicho, del fin último que ha de buscar el cristiano en todas sus acciones. La Sagrada Escritura lo define de varios modos. Leemos, por ejemplo, en la primera Carta a los Corintios: Ya comáis, ya bebáis, o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios (1Co 10, 31); y en la Carta a los Colosenses se dice: Todo cuanto hagáis de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de Él (Col 3, 17). Apoyado en esos y otros pasajes de la Escritura, san Josemaría indica el fin último con tres expresiones concatenadas, que serán los temas de esta Parte primera. Ante todo el fin es "dar gloria a Dios" (capítulo ), o sea, conocerle y amarle cumpliendo su Voluntad con obras; lo que significa, en definitiva, convertir todas las tareas en oración, buscando la contemplación amorosa de Dios en la vida ordinaria. Mas para esto es preciso "querer que Cristo reine" (capítulo ), tanto en uno mismo como en los demás y en la sociedad; lo que se traduce en el afán de poner al Señor en la cumbre de todas las actividades humanas. Y como exigencia de la gloria de Dios y del reinado de Cristo, el cristiano ha de "edificar la Iglesia" (capítulo ) cooperando con el Espíritu Santo en la santificación personal y en el apostolado, ejerciendo su participación en el sacerdocio de Cristo, lo que se traduce en hacer de la Santa Misa el centro y la raíz de la vida interior, con la mediación materna de la Santísima Virgen que el cristiano ha recibido por Madre al pie de la Cruz.

En la enseñanza de san Josemaría, estas tres expresiones –dar gloria a Dios, buscar que Cristo reine y edificar la Iglesia– proporcionan una profunda compresión del fin último y muestran la orientación primordial que ha de tener la vida cristiana.

– En la Parte II se estudia cómo ha de ser el sujeto de la vida espiritual: en qué consiste su perfección. Es como la otra cara del fin último, porque el cristiano alcanza su propia plenitud y felicidad –la recibe por la acción del Espíritu Santo– cuando busca la gloria de Dios, el reinado de Cristo, la edificación de la Iglesia. Hay un vínculo indisoluble entre santidad (participación en la vida divina) y perfección del cristiano; perfección que consiste en su transformación en "otro Cristo" o, más aún –como repite san Josemaría–, en "el mismo Cristo". Bien anclado en la tradición de la Iglesia enseña, en efecto, que la perfección es la "identificación con Cristo". No hay aquí ninguna confusión del cristiano con Cristo, sino una honda percepción del "misterio" de su unión con el Redentor. Y para que se pueda dar esa identificación progresiva, se ha de cultivar el "sentido de la filiación divina" (capítulo ): todo el espíritu de san Josemaría está empapado de esta sorprendente y gozosa realidad. De ahí nace su apasionada reivindicación de la "libertad de los hijos de Dios" (capítulo ), y su planteamiento de la caridad y de las demás "virtudes cristianas" (capítulo ) como virtudes de hijos de Dios que configuran con Cristo, perfectus Deus, perfectus homo 42.

– La Parte III trata del camino por el que el cristiano se dirige al fin último en la vida presente. Los tres capítulos de que se compone son, en cierto sentido, los más importantes, porque enfocan la puesta en práctica de todo lo anterior. Ciertamente no se entenderían sin los precedentes, pero éstos quedarían en mera teoría si no se mostrara cómo el cristiano da realmente gloria a Dios y se identifica con Cristo en la vida ordinaria. De ese camino se estudian tres aspectos. Primero, el terreno en el que se mueve el cristiano: las mismas realidades temporales que le sirven de materia de santificación y que él transforma al santificarlas; hablaremos, por tanto, en primer lugar de la "santificación del trabajo y de las demás actividades temporales" (capítulo ). Después consideraremos que, a causa del pecado, recorrer ese camino cuesta esfuerzo; en la vida presente, el amor a Dios –esencia de la santidad– requiere siempre lucha contra la inclinación al mal que anida en el corazón del hombre y contra las tentaciones que sobrevienen desde fuera: hablaremos, pues, de la "lucha por la santidad" (capítulo ), que es un combate por amor, sostenido por el Espíritu Santo. Por último expondremos "los medios de santificación y apostolado" (capítulo ) de los que dispone el cristiano para recorrer su camino: la participación en los sacramentos, la oración mental y vocal, y la formación cristiana por diversos cauces, en particular la dirección espiritual.

El libro se cierra con un epílogo sobre la "unidad de vida". No se trata de un aspecto más, sino de un concepto clave en san Josemaría que recapitula toda su enseñanza, porque resume la "unidad de fin" y la "unidad interior del cristiano" que se realizan en el camino de la santificación.

En las páginas finales ofrecemos un índice detallado de los tres volúmenes de que se compone esta obra. El lector que desee comenzar leyendo esas páginas podrá tener una idea más exacta del esquema general y una visión de conjunto de los temas que se irán tratando.

Expuestos el método y el esquema, no queremos omitir una observación, aunque resulte obvia. La enseñanza de san Josemaría es una, pero las explicaciones teológicas pueden ser diversas. Ciertamente nuestro propósito es presentarla con fidelidad, pero la reflexión podría discurrir también por otros caminos, con otras categorías teológicas en algunos temas, otro método y otra selección de textos... Cabría proceder de distintos modos. Este libro no es más que un intento de servir a quienes desean profundizar en esa enseñanza, proponiéndoles sobre todo un esquema general. Un intento que puede ser útil también a quienes emprenderán en el futuro la tarea de exponer el mismo mensaje por otras vías diversas.

Concluimos con dos informaciones. La primera es que el lector puede encontrar referencias básicas sobre san Josemaría y los textos íntegros de todas sus obras publicadas hasta ahora, en numerosos idiomas, en la página web: www.josemariaescriva.info.

La segunda se dirige sobre todo a los lectores que se acerquen por vez primera a un texto de Teología espiritual como el presente. Nos parece útil advertirles que esta obra no pertenece al género de los libros de espiritualidad, que normalmente son más breves y se proponen no sólo transmitir unos conocimientos sino también dar consejos y exhortaciones o suscitar pensamientos y afectos que abran paso inmediatamente a la oración. En este caso se trata de un texto para el estudio y la reflexión personal teológica. Desde luego, esperamos que el libro pueda servir de bagaje para la oración y para transformar las obras en oración, pero a menudo las aplicaciones prácticas no son inmediatas. Quisiéramos subrayarlo con el fin de avisar a esos lectores de que el tipo de actitud y el esfuerzo intelectual que se requieren aquí son distintos de los que hacen falta, por lo general, cuando se leen obras destinadas de modo expreso a la "lectura espiritual" (aunque el presente texto también puede servir para esa práctica de vida cristiana, igual que muchas otras obras de Teología sistemática).

Por lo demás, es seguro que entre las personas interesadas en conocer de modo ordenado y sistemático la enseñanza de san Josemaría, habrá bastantes que hubieran deseado disponer de un libro más breve, una síntesis fácil de leer. Es un trabajo que será necesario afrontar, prescindiendo de algunas explicaciones teológicas aquí presentes, resumiendo otras y reduciendo también las citas textuales. No obstante, nos ha parecido que resultaba necesario publicar primero un estudio extenso que sirviera de base para la síntesis futura. También nos ha movido el pensamiento de que quizá el amplio material que ofrecemos podrá ser útil para esos otros trabajos sobre san Josemaría, a los que antes nos referíamos.


Roma, 14 de febrero de 2010
E. BURKHART - J. LÓPEZ