Parte Primera. INTRODUCCIÓN

CAPITULO III. EL PUEBLO DE JESÚS

1 Rm 9, 3-5.
2 La bibliografía más reciente sobre esta materia es: U. HLZMEISTER, Historia aetatis N. T., Romae, 1938. G. RICCIOTTI, Historia de Israel, 2 tom. Barcelona, 1947. R. H. PFEIFFER, II Giudaismo nell' Epoca neotestamentaria, Roma, 1951. F. M. VINCENT, Histoire de la Palestine depuis la conquéte d'Alexandre jusqu'a l'invasion arabe, 2 tom. París, 1952. J. LEAL, El mundo de los evangelios, Cádiz-Madrid, 1955. M. NOTH, Histoire d'Israel, París, 1954. S. W. BARON, Histoire d'Israel, 2 tom. París, 1956-7.
3 Cfr. la descripción de este triunfo en PLUTARCO, Pompeya, 45. PLINIO EL VIEJO, Hist. nat., 7, 98.
4 Alejandro Janco, después de haberse apoderado de la Idumea, había obligado a los habitantes a adoptar el judaísmo; pero esto en nada modificaba su origen primitivo.
5 La palabra tetrarca designa, etimológicamente, un jefe que administraba la cuarta parte de una región dividida en cuatro porciones. Poco a poco se amplió su significación, y se llamó tetrarcas a los administradores subalternos, inferiores a los reyes y a los etnarcas, pero que gozaban de algunas prerrogativas reales. Hemos visto que el mismo Herodes el Grande había recibido este título antes de haber sido hecho rey. Etnarca significa «jefe de nación».
6 Mt 2, 22.
7 El célebre filósofo judío FILON, en su Legatio ad Caium. 38, traza de él un retrato poco lisonjero, en el que hay ciertamente alguna exageración, pero cuya exactitud general está, por desgracia, harto conforme con la historia. Cfr. E. SCHÜRER, 1, pp. 488-492; y L. CL. FILLION, Pilato, DB A 5, 429-434.
8 Cfr. JOSEFO, Ant., 18, 3, 1-2; Bell. jud., 2, 9, 2-4.
9 FILON, Legat. ad Canon, 28; EUSEBIO, Hist. eccl., 2, 6.
10 Lc 13, 1, alude brevemente a otro episodio trágico de la administración de Pilato.
11 Hist. eccl., 2, 7. Acerca de las leyendas, tanto favorables como adversas, que se formaron respecto a este triste personaje, cfr. Patito, DB 5, 433-434.
12 Nombre calcado en la palabra griega συνέδρτον, que significa «lugar donde se está sentado»; después, por extensión, «asamblea».
13 Esd 5, 5; Esd 6, 9, 7; Esd 10, 8; Ne 2, 16; Ne 5, 7; Ne 7, 5, etc.
14 Cfr. 1M 33-36; 1M 13, 36; 2M 4, 44; 2M 11, 27; JOSEFO, Ant., 12, 3, 8, y 16, 5.
15 JOSEFO, Ant., 14, 5, 4.
16 Jn 19, 31.
17 Para el estudio sobre la sociedad y familia judía en tiempo de J. C., cfr. G. PAGLrisio, La famiglia presso gli Ebrei e altri popoli semitici, Alba, 1952. E. Zow, L'educazione presso gli Ebrei, Milano (s. a.). J. L. MCKENZIE, El Mundo judío en tiempo del N. T., Verbum Dei, 3, Barcelona, 1957, pp. 14-50. ROBERT-FEUILLET, Introduction, pp. 31-84. A. C. BOUQUET, La vita quotidiana ai tempi di Cristo, Roma, 1953. A. ROLLA, L'ambiente biblico, Brescia, 1959; DANIEL-ROPS, La vie quotidienne en Palestine aux temps de Jésus, París, 1961.
18 Mt 22, 30. Cfr. Mc 12, 25. Vg traduce con mucha exactitud el griego ούτε γαμούσιν ούτε γαμϊζονται.
19 Jn 3, 29.
20 Ap 21, 2.
21 Mt 19, 3. Cfr. JOSEFO, Ant., 4, 8, 23.
22 Sal 126, 3-5; Sal 137, 3-4.
23 1S 1, 1-18; Lc 1, 28-29.
24 Legal, ad Caium, 31.
25 Legat, ad Caium, 16.
26 Ant., 4, 8, 12; Contra Apion., 3, 18 etc.
27 2Tm 3, 15.
28 De este modo saludaba de ordinario Jesús a sus discípulos. Cfr. Lc 24, 36; Jn 20, 19-21, 26. Todas las epístolas de San Pablo y las de San Pedro comienzan por este mismo deseo de la paz. Cfr. Mt 11, 12; 3Jn 14, etc.
29 Cfr. Lc 10, 4.
30 Lc 7, 45; Lc 15, 20. Esta costumbre existe aún en Oriente.
31 Mt 26, 48-49.
32 Jn 7, 49; Mt 9, 11, etc.
33 Proverbio árabe.
34 Berachoth, 28, b.
35 Berachoth. 17, a.
36 2Ts 3, 8.
37 Cont. Apion., 1, 12.
38 Erubin, 55, a.
39 Yebamoth, 63, 1.
40 Lc 19, 12-27.
41 Palaestina ex veteribus monumentis illustrata, 1714. Más asequible y moderno, A. FERNÁNDEZ, Geografía, 15-19.
42 Hch 8, 29-31.
43 Lc 10, 25
44 Mt 10, 29; Lc 12, 6.
45 Lc 6, 21.
47 Ann., 2, 42.
48 J. MARQUARDT, De l'organisation financiére chez les Romains, tom. 10 de MOMMSEN Manuel des antiquités romaines, 1888, pp. 229-232.
49 De offic., 1, 42.
50 TÁCITO, Ann., 13, 50.
51 Mt 9, 10-11; Mt 11, 19; Mt 18, 17; Mt 21, 30-31; Mc 2, 13-16; Lc 5, 30; Lc 7, 20, 30; Lc 15, 1; Lc 18, 2.
52 Cfr. DB 4, 2234-2235.
53 Is 60, 12; Sal 71, 12-14. Cfr. Mt 11, 5; Lc 7, 22.
54 Dr. LORTET, La Syrie d'aujourd hui, in 4.°, 1884, p. 369.
55 Mc 5, 25-26. Cfr. Lc 8, 43.
56 Kidduchin, 4, 14.
57 JOSEFO, Bell. jud., 3, 3, 5.
58 JOSEFO, Vita, 3.
59 3, 272.
60 Cfr. TÁCITO, Hist., 5, 2-10; CICERON, Pr Flacco, 28; JUVENAL, Satir., 2, 14.
61 Se titula Contra Apionem
62 Jn 7, 34-35.
63 Hch 2, 9-11.
64 2R 25, 25-26; Jr 41, 17-44, 30.
65 Livres sybyl., 3. 271. Cfr. JOSEFO, Bell. jud., 2, 16, 4.
66 JOSEFO, Ant., 14, 7, 2.
67 Ex 30, 11-16, Mt 17, 24; FILON, De monarchia, 2, 3; JOSEFO, Ant., 18, 9, 1.
68 HORACIO, Sat., 1, 4, 138-143, y JUVENAL, Sat., 14, 96-106, aluden a esto.
69 Palabra de origen griego, que significa «extranjeros», pero con el sentido especial de extranjeros que pasan al servicio del verdadero Dios.
70 Cfr. Ga 5, 3.
71 Hch 13, 51; Hch 16, 14; Hch 17, 4; Bell. jud., 2, 20, 2.
72 JOSEFO, Vita, 33; Ant., 13, 9; 11, 3, 15, 4, etc. Mt 23, 15.
73 Niddah, 1, 32.
74 Hch 1, 19. El sustantivo Aceldama no es hebreo, sino arameo.
75 Hch 22, 2.
76 Bell. jud., prefacio.
77 Ant., prefacio.
78 Sobre el problema de si habló el Señor el griego, cfr. G. G. DORADO, Praelectiones Biblicae, pp. 191-193. J. LEAL, El Mundo de los Evangelios, pp. 29-30; A. FERNÁNDEZ, Vida de J. C., 37.°-39.°
79 La Bibliografía más moderna sobre este tema puede verse en El Mundo de los Evangelios, pp. 57-119.
80 Esd 3, 12.
81 Jn 2, 20.
82 Bell. jud., 5, 5; Ant., 15, 11. El tratado Middoth del Tal proporciona igualmente algunos informes. En el N. T. no encontraremos sobre este asunto sino algunas indicaciones dispersas y sumarias.
83 Hch 3, 2.
84 Hist., 5, 8.
85 Ant., 5, 5, 6.
86 Berachoth., 9, 5.
87 Cfr. de CHAMPAGNY, Les derniers jours de Jérusalem, 1866, pp. 346-382.
88 Ag 2, 7-10.
89 FILÓN, Vita Mosis, 1, 27, y JOSEFO, Contr. Apion., 2, 17, insisten sobre este segundo destino de las sinagogas, que presentan como el principal. Confirman los evangelistas esta observación, pues se complacen en mostrarnos a Jesús enseñando en las sinagogas palestinas. Cfr. Mt 4, 23; Mc 2, 21; Mc 6, 2; Lc 4, 15, 31; Lc 13, 10; Jn 6, 60; Jn 18, 20. También San Pablo predicaba el Evangelio en las sinagogas siempre que tenía ocasión. Cfr. Hch 13, 14; Hch 15, 21; Hch 16, 13; Hch 17, 4.
90 Συναγωγή de σύν y άγω; έχχλησία de έχ y χαλέω.
91 Emplea este nombre el escritor judío Filón.
92 Afirma el Tal que Jerusalén, por su parte, tenía cuatrocientas ochenta. Pero esta cifra es exagerada muy probablemente.
93 Cfr. E. SCHüRER, 3, pp. 427-463. DORADO, pp. 234-39.
94 Cfr. 2M 4, 1-17.
95 Hacia principios de octubre.
96 Lv 16; Si 50, 1-24; Hb 9, 1-7.
97 JOSEFO, Am., 20, 9, 1.
98 1Cro 24, 7-19.
99 Lv 13, 1-57; Mc 1, 44; Lc 17, 14, etc.
100 Hch 4, 1; Hch 5, 24, 26. En griego ό στρατηγός τοϋ ίεροϋ
101 Jos 20, 9-40; Lc 1, 23, 39-40.
102 Ex 39, 38-42; Nm 28, 3-8.
103 FILON, De victimis, 3.
104 Cfr. Ml 1, 11; Hb 9, 01-10, 18.
105 En griego γραμματέίς. Es el equivalente del hebreo sôferim.
106 San Lucas emplea frecuentemente este título de νομιχοί.
107 En griego ομοδάσχαλοι. Josefo recurre a veces a la perífrasis:«intérpretes de las leyes paternas».
108 Esd 7, 6, 11; Ne 8, 1, 4.
109 El partido de los judíos llamados liberales, que renuncian a dejarse guiar por las «tradiciones» consignadas en el Tal, no se ha formado sino muy recientemente. Cfr. Rev PrApol 1913.
110 Jesus. Berachoth, f. 3, 2.
111 Pesachim, 49, a.
112 Cfr. SCHÜRER, 2, pp. 312-313.
113 Jl 2, 13.
114 Rm 10, 2.
115 ANTÍGONO DE Soco, tratado Aboth, 3, 3. Cfr. Lc 17, 10.
116 Mt 5, 33-37; Mt 23, 16-22.
117 Hch 22, 3.
118 Aboth, 2, 3. Según otro proverbio rabínico, un excelente discípulo no debe ser ni como el embudo, que deja escapar por un extremo lo que por el otro recibe; ni como la esponja, que guarda todo, hasta las impurezas de los líquidos; ni como el filtro, que deja pasar el líquido y conserva la hez, sino como la criba, que despide la cascarilla y el polvo y se queda con el grano bueno.
119 Nacido el año 112 a. de J. C., vivió hasta una edad muy avanzada.
120 Bab. Schabbath, 31, a.
121 W. MORRISON, From Malachi to Matthew, 1879, pp. 48-49.
122 El A. se ha informado bien por Filón y Josefo, que alaban mucho a los Eseníos. FILÓN habla de los Esenios en su tratado Quod omnis probus liber 12-13. JOSEFO Bell Jid. 2, 8, 2-13 y en diversos lugares de las Antiq. También los menciona EUSEBIO, Praep. evang. 8, 11; PLINIO EL VIEJO, Hist. Nat., 5, 17; SCHÜRER, vol. 2, 556-84.
Los recientes mss. de Qumran han llevado al primer plano de la actualidad la comunidad de los Esenios y sus escritos. No se les puede llamar herejes, sino cismáticos. Era una porción escogida de Israel, que se distinguía por su firme y viva esperanza en el Mesías. y su preparación ascética. Su apogeo espiritual coincide con el advenimiento del cristianismo. Y su centro más importante está muy cerca de los lugares evangelizados primerapor el Bautista y luego por Jesús. Entre ellos había muchos sacerdotes, que aspiraban a una vida interior más fecunda que la oficial de sus hermanos, los de Jerusalén. Es posible que el Bautista los conociera y aun experimentara algún influjo de ellos. Pero, desde luego, se remontó muy por encima de ellos. La personalidad de su apostolado y de su predicación es indiscutible y tiene como primera fuente la inspiración divina. Tampoco es imposible que algunos de los primeros discípulos de Jesús conocieran la doctrina y prácticas de la comunidad esenia de Qumran. Su influjo en la primitiva iglesia de Jerusalén es posible, pero no se demuestra abiertamente. Es posible que muchos de los conversos al cristianismo procedieran de la comunidad de Qumran, que ya por entonces había empezado a decrecer en sus esperanzas en el Maestro de Justicia. Es posible que con el advenimiento del cristianismo reflorecieran sus anhelos y muchos los vieran realizados en la nueva religión cristiana. El influjo en Cristo y en su predicación no se ha demostrado. Entre Cristo y el Maestro de Justicia hay un abismo personal, doctrinal e histórico. La literatura qumránica hoy es inmensa. Puede consultarse A. G. LAMADRID, Los descubrimientos de Qumran, Madrid, 1956. A. VINCENT, Los Manuscritos del desierto de Judá, Madrid, 1957. J. DANIÉLOU, Lés mss. de la Mer Morte et les origines du christianisme, París, 1957, trad. esp. Madrid, 1961, Edit. Razón y Fe; M. BURROWS, Lumiéres nouvelles sur les mss. de la Mer Morte, París, 1959; TH. H. GASTER, The Dead Sea Scriptures, New York, 1957; J. CARMIGNAC, Le Docteur de Justice et Jésus Christ, París, 1958. El año de 1958 apareció el primer fascículo de la Revue de Qumran (Letouzey), que tiene al día este apasionante tema, el moderno descubrimiento bíblico más importante.
123 2M 2, 20. Cfr. 2M 14, 6, etc.
124 2M 14, 38; άμιξία. La traducción de la Vg continentia, es algo vaga.
125 2S 8, 17; 1R 1, 8; 1R 2, 35, etc.
126 Esta derivación del nombre de los saduceos es simplemente hipotética; pero parece preferible, en el aspecto etimológico, a la que lo relaciona con la palabra tsaddia (justo), pues el plural de este adjetivo es tzaddikuim y no tzeduquim. En este segundo caso, los saduceos habrían indicado que se contentaban con practicar la justicia (es decir, la santidad) legal, sin ir más lejos.
127 H. SCOTT, en Hastings, Dictionary of Christ, 2, p. 351
128 W. BOUSSET, Die Religion des Judentums, p. 32.
129 Mc 7, 2-4.
130 M. SCHWAB, Le Talmud de Jérusalem, tratado Berachoth, p. 171.
131 Ant., 12, 10, 5; 17, 11, 4.
132 Su historia se encontrará resumida en SCHÜRER, Geschite des jüdischen Volkes, ed., 1, pp. 270-300.
133 Ant., 13, 10, 6; 18, I, 4.
134 Mt 22, 23; Mc 12, 18; Lc 20, 27; JOSEFO, Bell. Jud., 2, 8, 14; Ant., 18, 1, 4.
135 Ant , 13, 10, 6; 18, 1, 4.
136 Tratado talmúdico Yadaim, 4, 6, 27; DERENBOURG, Essai sur l'histoire et la géographie de la Palestine, p. 133.
137 Ant., 20, 9, 1. Cfr. el tratado Yadaim, 4, 76.
138 Mc apunta indirectamente este hecho, Mc 8, 15, hablando de la levadura de Herodes, mientras Mt 16, 6, menciona la levadura de los saduceos.
139 Pirké Aboth., 1, 2.
140 JOSEFO, Bell. jud., 6, 5, 2-3.
141 Sal 49, 8.
142 En particular el Schemoné Esré, compuesto, como lo indica su nombre, de «diez y ocho» invocaciones. Cfr. SCHÜRER, 2, pp. 460-463.
143 Cfr. Lc 18, 12. TÁCITO, Hist., 5, 4, habla de estos ayunos, y el emperador Augusto, según SUETONIO, August., c. 76, se ufanaba en cierta ocasión de haber ayunado «como un judío».
144 Aún hoy toda habitación israelita tiene su mezuza, que se toca al entrar. Hasta se llevan consigo algunas muy diminutas, de oro o plata.
145 Jn 7, 19.
146 Mt 9, 36; Mc 6, 34; Jn 10, 8, 10, 12-13.
147 Acerca de este asunto particularmente interesante, del que no podemos aquí apuntar sino algunos de los rasgos más característicos, cfr. EDERSHEIM, The Life and Times of Jesus, 1883, tom. 1, pp. 160-179; tom. 2, pp. 434-440, 707-738; E. SCHURER, 2, 496-556; el P. LAGRANGE, Le Mesianisme chez les Juifs, 1909; M. LEPÍN, Jesús Messie et Fils de Dieu, 1904, pp. 1-44; F. TILLMANN, Der Menschensohn, Jesu Selbstzeugnis..., 1907, pp. 144-169; DORADO, op. cit., pp. 222-231.
148 A este número pertenecen, entre otras, las grandiosas descripciones que hizo Isaías de la edad de oro mesiánica. Cfr. Is 35, 10; Is 40, 9-11; Is 41, 1-2, etc.
149 Maschiah, en arameo Meschihha, de donde los griegos hicieron ?ess?a? y los latinos Messias, suprimiendo la gutural.
150 LAGRANGE, Le Messianisme chez les juifs, pp. 239, 236-256.
151 El Salterio de Salomón, los libros sibilinos, Filón, etc.
152 Las Apocalipsis de Ba y de Esd, etc.
153 Rasgos semejantes leemos en el Ap de S. Jn Ap 21, 15-21; pero son manifiestamente simbólicos.