Oh, Dios, que has dispuesto con admirable providencia que el reino de Cristo se extienda por toda la tierra y que todos los hombres participen de la redención salvadora, concédenos que tu Iglesia sea sacramento de salvación universal, y se manifieste a todos los hombres el que es esperanza y Salvador de los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Dios misericordioso, mira complacido las ofrendas del pueblo que te está consagrado, y, por la eficacia de este sacramento, haz que la muchedumbre de los creyentes en ti sea estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de tu propiedad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que alimentas y fortaleces abundantemente a la Iglesia con tus sacramentos, concede a cuantos hemos sido saciados en la mesa celestial que, siguiendo las enseñanzas de tu amor, seamos fermento de vida e instrumento de salvación en la convivencia humana. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que en la nueva alianza de Cristo no dejas de congregar para ti, de entre todas las naciones, un pueblo en crecimiento hacia la unidad en el Espíritu, haz que tu Iglesia, fiel a la misión recibida, progrese sin cesar con la familia humana, y actúe siempre como fermento y alma de la sociedad que ha de ser renovada en Cristo y transformada en la familia de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo.
Acepta complacido, Señor, las ofrendas que te presentamos, y haz que tu Iglesia, nacida del costado de Cristo dormido en la cruz, encuentre siempre en la participación de este misterio la santidad que le haga vivir Y ser digna de su autor, Jesucristo, Señor nuestro. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Jn 19, 34 Uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
Ap 7, 12 La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Renovados con el sacramento de tu Hijo, te suplicamos, Señor, que hagas fecunda la acción de tu Iglesia, ya que por ella revelas la plenitud del misterio salvador a los pobres, a los que llamas a ser la porción principal de tu reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso, haz que tu Iglesia permanezca siempre como la muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, que manifieste al mundo el misterio de tu unidad y santidad y lo conduzca a la perfección de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Al celebrar el memorial del amor infinito de tu Hijo, te rogamos humildemente, Señor, que el fruto de su acción salvadora sirva, por el ministerio de tu Iglesia, para la salvación de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que en este sacramento admirable fortaleces y consuelas a la Iglesia, concede a tu pueblo permanecer unido a Cristo por medio de estas realidades santas, para construir en libertad tu reino eterno en las tareas temporales que realiza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo revelaste tu gloria a todas las naciones, guarda la obra de tu misericordia, para que la santa Iglesia, extendida por toda la tierra, persevere con fe firme en la confesión de tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, que santificas sin cesar a tu Iglesia con el mismo sacrificio con que un día la purificaste, haz que, unida a Cristo, su cabeza, se ofrezca a ti juntamente con él, y te obedezca con voluntad sincera. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, gobierna con bondad a tu Iglesia, alimentada en esta mesa santa, para que, dirigida por tu mano poderosa, tenga cada vez mayor libertad y persevere en la integridad de la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cfr Ap 1, 5-6 Jesucristo, que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre; a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Oh Dios, que en cada una de las Iglesias que peregrinan por el mundo manifiestas la Iglesia, una, santa, católica y apostólica, haz que tu familia se una de tal modo a su pastor que, congregada en el Espíritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía, manifieste la universalidad de tu pueblo y sea signo e instrumento de la presencia de Cristo en el mundo. Él, que vive y reina contigo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Al celebrar el memorial del amor infinito de tu Hijo, te suplicamos, Señor, que los frutos de su acción salvadora sirvan, por el ministerio de tu Iglesia, para la salvación de todo el mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ap 3, 20 Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo, dice el Señor.
Te rogamos, Señor, que florezcan con toda su fuerza y perseveren hasta el fin en esta Iglesia tuya la integridad de la fe, la santidad de las costumbres, la caridad fraterna y la devoción sincera, y a la que no dejas de alimentar con tu palabra y con el Cuerpo de tu Hijo, no ceses tampoco de conducirla bajo tu protección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Mt 16, 18-19 Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos.
Oh, Dios, que por designio de tu providencia quisiste edificar tu Iglesia sobre el bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, mira con amor a nuestro papa N. y tú, que lo has constituido sucesor de Pedro, concédele la gracia de ser principio y fundamento visible de la unidad de fe y de comunión de tu pueblo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Acepta propicio, Señor, los dones que ofrecemos, y dirige con protección continua a tu santa Iglesia, juntamente con nuestro papa N. a quien constituiste su pastor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Al participar en esta mesa celestial, te suplicamos, Señor, que, por la eficacia de este sacramento, confirmes a tu Iglesia en la unidad y en el amor, y guardes y protejas a tu siervo N., a quien encomendaste el oficio pastoral, junto con la grey que le fue confiada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, eterno pastor de los fieles, que diriges y gobiernas a tu Iglesia con gran providencia y amor, te rogamos concedas a tu siervo N.; a quien pusiste al frente de tu pueblo, la gracia de presidir, en nombre de Cristo, la grey que pastorea, y de ser maestro fiel de la verdad, sacerdote del culto sagrado y guía de tu pueblo santo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor, acepta la ofrenda que te presentamos por tu siervo N., y dígnate enriquecer con virtudes apostólicas, para bien de tu grey, al que pusiste como pontífice al frente de tu pueblo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, por la eficacia de este sacramento multiplica en tu siervo N., nuestro obispo, los dones de tu gracia, para que ejerza dignamente en tu servicio el ministerio pastoral y, por su fidelidad, consiga los premios eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, Pastor eterno, que gobiernas a tu grey con protección constante, te rogamos, por tu misericordia infinita, que concedas a la Iglesia un pastor que te agrade por la santidad, y nos ayude con vigilante solicitud. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor, la abundancia de tu amor nos conceda, por medio de los dones sagrados que te ofrecemos humildemente, alegrarnos de que presida tu Iglesia santa un pastor agradable a tu majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
A los que has alimentado, Señor, con el sacramento saludable del Cuerpo y de la Sangre de tu Unigénito, nos llene de alegría la admirable gracia de tu majestad por la asignación de un pastor que, con sus virtudes, edifique a tu pueblo e ilumine los corazones de los fieles con la verdad del Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, guía y protector de tu Iglesia, infunde en tus siervos el espíritu de inteligencia, de verdad y de paz, para que conozcan de todo corazón lo que te agrada, y, una vez conocido, lo pongan por obra con toda energía. Por nuestro Señor Jesucristo.
Mira compasivo, oh, Dios, la ofrenda de tus siervos, y concédeles la gracia de tu luz, para que comprendan lo que es recto en verdad ante tus ojos y lo pongan en práctica fielmente. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te rogamos, Señor misericordioso, que el alimento santo que hemos recibido confirme en la verdad a tus siervos y los mueva a procurar la gloria de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lv 4, 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, sanar a los contritos de corazón y poner en libertad a los oprimidos.
Oh, Dios, que constituiste a tu Unigénito sumo y eterno sacerdote, te rogamos que cuantos él eligió como ministros y administradores de tus misterios, sean hallados fieles en el cumplimiento de su servicio. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, tú has querido que tus sacerdotes sean ministros del santo altar y del pueblo, concede propicio, por la eficacia de este sacrificio, que el ministerio de tus siervos te sea siempre grato y dé, en tu Iglesia, frutos que siempre permanezcan. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Jn 17, 17-18 Padre santo, santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo, dice el Señor.
Te pedimos, Señor, que el sacrificio santo que te hemos ofrecido y recibido en comunión llene de vida a tus sacerdotes y a tus fieles, para que, unidos a ti por un amor constante, puedan servir dignamente a tu majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cfr Col 1, 25.28 Soy ministro de la Iglesia por designio de Dios, conforme al encargo que me ha sido dado en orden a vosotros: anunciamos a Cristo, para presentarlos a todos perfectos en Cristo Jesús.
Oh, Dios, que has querido que presidiese a tu familia, no por la estima de mis propios méritos, sino por la sola e inefable generosidad de tu gracia, concédeme realizar dignamente el ministerio sacerdotal y conducir, bajo tu plena dirección, la grey que me has confiado. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, que riges generosamente los días y los tiempos, muéstrate propicio por los dones que he recibido de tu gracia, y, por la eficacia de este sacrificio, une en un mismo amor el corazón del pueblo y del sacerdote, para que al pastor no le falte la obediencia de su grey, ni a la grey el cuidado del pastor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, fuente y plenitud de todas las virtudes, concédeme, por la participación en este sacramento, la gracia de hacer lo que es bueno y predicar la verdad, para ofrecer a los fieles, de palabra y de obra, el conocimiento de tu gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sal 15, 2.5 Yo digo al Señor: Tú eres mi Dios. No hay bien para mí fuera de ti. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano.
Dios de misericordia, inclina amorosamente tu oído a mis plegarias, e ilumina mi corazón con la gracia del Espíritu Santo, para celebrar dignamente tus misterios, servir fielmente a tu Iglesia y merecer amarte con eterno amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Recibe, Dios todopoderoso, estos dones que te ofrecemos humildemente; y, al mirar a Cristo, tu sacerdote y víctima, concédeme, al participar de su sacerdocio, a gracia de ofrecerme cada día como víctima agradable en tu presencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Padre santo, concédeme, fortalecido con el pan del cielo y gozoso con el cáliz de la nueva alianza, servirte con fidelidad y gastar mi vida con fortaleza y entrega a la salvación de los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Jn 15, 16 No sois vosotros los que me habéis elegido, dice el Señor; sino que soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
Padre santo, que, sin mérito alguno de mi parte, me has elegido para unirme al sacerdocio eterno de Cristo y para el servicio de tu Iglesia; concédeme ser un valiente y humilde predicador del Evangelio y ser hallado fiel dispensador de tus misterios. Por nuestro Señor Jesucristo.
Te ofrecemos, Señor, este sacrificio de alabanza para que perfecciones nuestro servicio, y lleves a término, con bondad, lo que has conferido a los que no teníamos méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Para alabanza de tu nombre, Señor, en el aniversario festivo que revive el comienzo de mi sacerdocio, he celebrado, lleno de alegría, este misterio de fe, para llegar a ser en verdad lo que he realizado místicamente en el sacrificio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
1Co 12, 4-6 Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
Oh, Dios, que enseñaste a los ministros de tu Iglesia no a ser servidos sino a servir, concédeles competencia en la acción, mansedumbre en el servicio y perseverancia en la oración. Por nuestro Señor Jesucristo.
Padre santo, cuyo Hijo quiso lavar los pies de los discípulos para darnos ejemplo, recibe los dones de nuestro servicio, y haz que, al ofrecernos como oblación espiritual, nos llenemos de espíritu de humildad y de amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lc 12, 37 Bienaventurados aquellos criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá y los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Concede, Señor, a tus siervos, nutridos con el alimento y la bebida del cielo, que, para gloria tuya y salvación de los creyentes, sean siempre fieles ministros del Evangelio, de los sacramentos y de la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que quisiste dar pastores a tu pueblo, derrama sobre tu Iglesia el espíritu de piedad y fortaleza, que suscite dignos ministros de tu altar y los haga testigos valientes y humildes de tu Evangelio. Por nuestro Señor Jesucristo.
Acepta, Señor, las oraciones y ofrendas de tu pueblo y haz que los dispensadores de tus misterios sean cada vez más numerosos y perseveren siempre en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, alimentados con el pan de la mesa celestial te pedimos que, por este sacramento de amor, germinen las semillas que esparces generosamente en el campo de tu Iglesia, de manera que sean cada vez más numerosos los que elijan el camino de servirte en los hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que enviaste al mundo, como fermento, la fuerza del Evangelio, concede a tus fieles, llamados a vivir en medio del mundo y de los afanes terrenos, que, encendidos de espíritu cristiano, instauren sin cesar tu reino mediante la gestión de los asuntos temporales. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, que quisiste salvar al mundo entero por el sacrificio de tu Hijo, haz que, por la eficacia de esta ofrenda, tus siervos, a los que no dejas de llamar al apostolado, impregnen el mundo del espíritu de Cristo sean el fermento de su santificación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Después de participar de la plenitud de tu gracia, te pedimos, Señor, que tus fieles, que quisiste que se dedicaran a las cosas temporales, fortalecidos con el vigor del banquete eucarístico, sean testigos valientes de la verdad evangélica transformen tu Iglesia, presente y activa siempre en las realidades terrenas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, creador de todas las cosas, que al principio creaste al hombre y a la mujer, para que estableciesen un vínculo conyugal, bendice y confirma la unión matrimonial de tus siervos N. y N. para que manifiesten siempre una más perfecta imagen de la unión de Cristo con la Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, que hiciste brotar del costado de Cristo sangre y agua para manifestar los misterios de la redención humana, dígnate aceptar las ofrendas de acción de gracias que te presentamos por N. y N., en su aniversario matrimonial y enriquece su unión con todos tus dones. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, colma de alegría y de caridad los corazones de estos hijos tuyos, fortalecidos con el alimento y la bebida del cielo, para que su casa sea espacio de honradez y de paz, y ofrezca a todos el consuelo del amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, que unciste a estos siervos tuyos, N. y N., con el vínculo indisoluble del matrimonio, y los has mantenido cordialmente unidos en sus trabajos y alegrías, acrecienta y purifica su amor para que (juntamente con sus hijos) se alegren con su mutua santidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Acoge con bondad, Señor, estos dones que te presentamos en acción de gracias por tus siervos N. y N., para que obtengan como fruto paz y alegría. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que has admitido en tu bondad a la mesa de tu familia a estos esposos N. y N. (en compañía de sus hijos y amigos), concédeles avanzar con fortaleza y alegría en el amor mutuo, de modo que puedan, por tu gracia, participar juntos en el banquete del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, Padre todopoderoso, mira con bondad a estos esposos, N. y N. (y a los hijos que engendraron para la vida y la fe), con las buenas obras de su larga vida matrimonial, y bendice su fecunda longevidad, del mismo modo que confirmaste las primicias de su amor con un maravilloso sacramento. Por nuestro Señor Jesucristo.
Acoge, Señor, estos dones que te presentamos en acción de gracias por tus siervos N. y N., que durante tantos años han vivido juntos en fidelidad y amor sinceros, y piden de tu generosidad todos los bienes de la unidad y de la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Alimentados con las delicias de tu mesa, te pedimos, Señor, que guardes a estos esposos N. y N. en una santa ancianidad, hasta que admitas a ambos, llenos de días, en tu banquete del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, en cuyo ordenamiento tiene la familia su sólida base, atiende compasivo las súplicas de tus siervos, y haz que, siguiendo los ejemplos de la Sagrada Familia de tu Unigénito en las virtudes domésticas y en la práctica del amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Al ofrecerte, Señor, este sacrificio de expiación, te suplicamos que guardes a nuestras familias en tu gracia y en tu paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Padre misericordioso, concede a cuantos has renovado con estos divinos sacramentos imitar fielmente los ejemplos de la Sagrada Familia de tu Unigénito Para que, después de las tristezas de esta vida, podamos gozar de su eterna compañía en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sal 36, 3-4 Confía en el Señor y haz el bien: habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad; sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.
Oh, Dios, que inspiras y realizas todo buen propósito, dirige a tus hijos por el camino de la salvación eterna, y haz que cuantos se entregaron a ti, abandonándolo todo, sigan a Cristo, renuncien al mundo y te sirvan a ti y a sus hermanos con espíritu de pobreza y humildad de corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor, por estos dones santos que te ofrecemos, santifica a tus hijos, a los que has congregado en tu nombre, para que cumpliendo fielmente sus votos puedan servirte con sincero corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concede, Señor, a tus siervos, unidos en tu amor y partícipes de un mismo pan, animarse mutuamente unos a otros en la práctica de la caridad y de las buenas obras, para que puedan presentarse en todas partes como verdaderos testigos de Cristo por su conducta santa. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Padre santo, aunque invitas a todos los fieles a alcanzar la caridad perfecta, no dejas de llamar a muchos para que sigan más de cerca las huellas de tu Hijo; concede a los que tú quieras elegir con una vocación especial, manifestar, con su conducta, un signo claro de tu reino para la Iglesia y para el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Padre santo, recibe compasivo los dones que te ofrecemos, y concede la comunión fraterna y la libertad de espíritu, a todos los que se han propuesto imitar con alegría a tu Hijo por la senda estrecha. Por Jesucristo, nuestro Señor.
(Cfr Mt 19, 27-29 En verdad os digo, los que lo habéis dejado todo y me habéis seguido, recibiréis cien veces más y heredaréis la vida eterna, dice el Señor.
Te rogamos, Señor, que des fuerza a tus siervos con el alimento y la bebida espirituales, para que, manteniéndose siempre fieles a su vocación evangélica, sean en todas partes la imagen viva de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Hch 4, 32-33 El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado. Aleluya.
Te suprema unidad y verdadera caridad, concede a tus fieles un solo corazón y una sola alma, para que el cuerpo de tu Iglesia se fortalezca en la concordia y, cimentada en la verdad, se consolide en la unidad estable. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, que con tus sacramentos y enseñanzas nos renuevas a semejanza tuya, conduce nuestros pasos por tus sendas y haz que, por este sacrificio, alcancemos el don de la caridad que nos has hecho esperar. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Después de recibir el sacramento de la unidad te pedimos, Señor, que, viviendo en santa concordia en tu casa, poseamos verdaderamente la paz que ofrecemos y conservemos la paz que recibimos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios de clemencia y reconciliación, que concedes a los hombres días especiales de salvación para que te reconozcan como creador y padre de todos, ayúdanos propicio (en este tiempo favorable), para que, aceptando de corazón tu mensaje de paz, podamos cumplir tu voluntad de instaurar todas las cosas en Cristo. Él, que vive y reina contigo.
Recuerda, Señor, que tu Hijo, que es nuestra paz y nuestra reconciliación, ha borrado el pecado del mundo con su sangre, y, al mirar propicio los dones de tu Iglesia, concédenos, (en la celebración gozosa de este tiempo de gracia,) poder llevar a todos la libertad de Cristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
El sacramento de tu Hijo que hemos recibido, aumente, Señor, nuestras fuerzas, para que, por este misterio de unidad, nos llenemos de tu amor saludable y seamos en todas partes constructores de tu paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Jn 10, 14-15 Yo soy el Buen Pastor que conozco a las ovejas, y las mías me conocen dice el Señor; igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Dios todopoderoso y eterno, que vas reuniendo a tus hijos dispersos y velas por la unidad ya lograda, mira con amor a la grey de tu Hijo, para que la integridad de la fe y el vínculo de la caridad congregue a los que consagró un solo bautismo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor, que adquiriste para ti un pueblo de adopción con el sacrificio de una vez para siempre, concédenos propicio los dones de la unidad y de la paz en tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
La unidad del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. Por él nos has conducido al conocimiento de tu verdad, para hacernos miembros de su Cuerpo mediante el vínculo de una misma fe y un mismo bautismo; por él has derramado sobre todas las gentes tu Espíritu Santo, admirable constructor de la unidad por la diversidad de sus dones, que habita en tus hijos de adopción, y colma y dirige a toda la Iglesia. Por eso, unidos a los coros angélicos, te alabamos proclamando llenos de alegría:
Señor, esta santa comunión contigo que hemos recibido, anticipo de la unión de los fieles en ti, realice también la unidad en tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que has reunido pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concédenos desear y hacer cuanto nos mandas, para que el pueblo llamado a tu reino, tenga una misma fe en su espíritu y un mismo amor en sus obras. Por nuestro Señor Jesucristo.
Al celebrar el memorial de nuestra salvación, suplicamos, Señor, tu clemencia, para que este sacramento de piedad sea para nosotros signo de unidad y vínculo de caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Col 3, 14-15 Por encima de todo, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.
Derrama, Señor, en nosotros tu Espíritu de caridad, y, por la eficacia de este sacrificio, haz que cuantos creemos en ti vivamos unidos en un mismo amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ef 4, 4-6 Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.
Señor, mira complacido a tu pueblo y derrama sobre él los dones de tu Espíritu, para que crezca sin cesar en el amor a la verdad y procure, con empeño y en la práctica, la perfecta unidad de los cristianos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Que nos purifique, Señor, el sacrificio que vamos a ofrecerte, para que podamos comulgar en la misma eucaristía los que estamos unidos por el mismo bautismo. Por Jesucristo nuestro Señor.
Jn 17, 21.23 Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros: yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno.
Al recibir los sacramentos de Cristo, te pedimos, Señor, que renueves en tu Iglesia la gracia santificadora que le has dado, y que todos los que se glorían del nombre cristiano merezcan servirte en la unidad de la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Esta misa puede decirse aun los domingos ordinarios dedicados a las obras misionales, cuando éstos no caigan en algún domingo de Adviento, de Cuaresma o de Pascua, o en alguna solemnidad.
Sal 66, 2-3 Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros y tenga misericordia; para que conozcamos en la tierra tu camino, todos los pueblos tu salvación.
Oh, Dios, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, mira tu inmensa mies y dígnate enviarle trabajadores, para que sea predicado el Evangelio a toda criatura, y tu grey, congregada por la palabra de vida y sostenida por la fuerza de los sacramentos, camine por las sendas de la salvación y del amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Mira, Señor, el rostro de tu Cristo, que se entregó a la muerte para redimirnos a todos, a fin de que, por su mediación, sea glorificado tu nombre en las naciones, desde donde sale el sol hasta el ocaso, y se ofrezca en todo el mundo un sacrificio a tu majestad, Por Jesucristo, nuestro Señor.
Mt 28, 20 Enseñad a todos los pueblos a guardar todo lo que os he mandado, dice El Señor. Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.
Alimentados por estos dones de nuestra redención, te suplicamos, Señor, que, con este auxilio de salvación eterna, progrese siempre la fe verdadera. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, que has querido que tu Iglesia sea sacramento de salvación para todos los hombres, a fin de que la obra redentora de Cristo se prolongue hasta el final de los tiempos, mueve los corazones de tus fieles y haz que perciban que son llamados con urgencia para salvar a toda criatura, hasta que, de todas las naciones, se forme y desarrolle para ti una sola familia y un solo pueblo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Suban hacia ti, Señor, los dones de tu Iglesia suplicante, aceptables a tu majestad, como lo fue la pasión gloriosa de tu Hijo por la salvación de todo el mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te rogamos, Señor, que nos santifique la participación en tu mesa, y haz que todas las naciones reciban con gozo, por el sacramento de tu Iglesia, la salvación que tu Unigénito efectuó en la cruz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Sal 104, 3-4. 5 Gloriaos en su santo nombre, que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y su poder, recordad las maravillas que hizo.
Dios nuestro, que por el poder del Espíritu Santo enviaste a tu Verbo para evangelizar a los pobres, haz que nosotros, teniendo los ojos fijos en Él, vivamos siempre con caridad auténtica, como mensajeros y testigos de su Evangelio en todo el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Te rogamos, Señor, que santifiques estos dones y acojas, en tu bondad, nuestra humilde ofrenda para que nuestros cuerpos lleguen a ser un sacrificio vivo, santo y agradable a ti y nos concedas servirte, no como el hombre viejo, sino en novedad de vida, según tu Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor
Cf. Lc 4, 18-19 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para evangelizar, para proclamar el año de gracia del Señor y el día de la redención.
Renovados con el alimento precioso del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, te rogamos, Señor, que transformes nuestro corazón y nos concedas un espíritu nuevo, para que caminemos fielmente en novedad de vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
(Cfr Sal 73, 20. 21. 22. 23 Piensa, Señor, en tu alianza; no olvides sin remedio la vida de los pobres. Levántate, oh, Dios, defiende tu causa; no olvides las voces de los que acuden a ti.
Hch 12, 5 Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
Oh, Dios, que con inescrutable providencia has querido que la Iglesia esté asociada a la pasión de tu Hijo, concede a tus fieles que sufren persecución por tu nombre, espíritu de paciencia y caridad, para que sean reconocidos como testigos fieles y veraces de tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo.
Recibe, Señor, las oraciones y ofrendas de nuestra humildad, y haz que todos aquellos que, por su fidelidad en tu servicio, sufren persecución de los hombres, se alegren de estar asociados al sacrificio de Jesucristo tu Hijo, y comprendan que sus nombres están escritos entre los elegidos en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Mt 5, 11-12 Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan por mi causa dice el Señor. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
Mt 10, 32 A quien se ponga de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre que está en los cielos, dice el Señor.
Señor, por la eficacia de este sacramento confirma en la verdad a tus siervos, y concede a los fieles que se encuentran en la prueba, que, llevando su cruz en pos de tu Hijo, puedan gloriarse, en medio de las adversidades, del nombre de cristianos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Mt 18, 20 Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos, dice el Señor.
Col 3, 14-15: Por encima de todo el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.
Col 3, 14-15 Por encima de todo, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.
Infunde en nosotros, Señor, el espíritu de inteligencia, de verdad y de paz, para que conozcamos lo que te agrada y, una vez conocido, lo realicemos con un mismo sentir y querer. Por nuestro Señor Jesucristo.
Mira, Señor, por tu misericordia, las ofrendas de tus siervos para que comprendan de verdad, y proclamen con valentía, lo que, en tu mirada, es conveniente y justo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te rogamos, Señor misericordioso, que el alimento santo que hemos recibido nos confirme en tu voluntad y nos haga testigos de la verdad en todas partes. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que, con admirable providencia, dispones todas las cosas, atiende las oraciones por nuestra patria (ciudad), para que, mediante la sabiduría de las autoridades y la honestidad de los ciudadanos, se consoliden la concordia y la justicia, y se realicen la paz y una prosperidad constante. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oración colectaDios todopoderoso y eterno, en tu mano están los corazones de los hombres y los derechos de los pueblos, mira con bondad a los que nos gobiernan, para que en todas partes se mantengan, por tu misericordia, la prosperidad de los pueblos, la paz estable y la libertad religiosa. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, que, con admirable providencia, gobiernas y diriges todas las cosas, mira con bondad a los gobernantes reunidos de las naciones, y concédeles generosamente el espíritu de tu sabiduría, para que todas sus decisiones estén encaminadas a la paz y al bien común y nunca sean contrarias a tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, a quien está sometido todo poder humano: concede a tu siervo (nuestro rey)N., un feliz ejercicio de su mandato, en el que, con prudencia y procurando siempre agradarte, promueva y conserve la prosperidad en la libertad del pueblo que se le ha confiado. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, que sin principio ni fin eres el origen de todo lo creado, concédenos que este año, cuyo comienzo te ofrecemos, transcurra de tal modo que abundemos en lo necesario, y nos distingamos por la santidad de nuestras obras. Por Jesucristo, nuestro Señor.
El sacrificio que te ofrecemos, Señor, sea grato a tu mirada, para que todos los que celebramos con alegría el comienzo de este año merezcamos recorrer el resto, día a día, en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Acompaña, Señor, al pueblo que ha participado en estos santos misterios, para que, a lo largo de todo el año, no se vean afectados por ningún peligro los que confían en tu protección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, creador de todas las cosas, que mandaste al hombre cumplir los deberes del trabajo, haz que la tarea que emprendemos contribuya al progreso de esta vida y, por tu benevolencia, favorezca la extensión del reino de Cristo. Él, que vive y reina contigo.
Oh, Dios, que alimentas a los hombres con los dones presentes y los renuevas con el sacramento, concédenos que nunca falte ese sustento a nuestros cuerpos y almas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Después de haber tomado parte en la mesa de la unidad y de la caridad, invocamos, Señor, tu misericordia, para obtener, por los trabajos que nos has encomendado, el sustento de la vida diaria y, animosos, la construcción de tu reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, tú quisiste someter las fuerzas de la naturaleza al trabajo del hombre, concédenos, por tu bondad, entregados a nuestras tareas con espíritu cristiano, practicar la caridad sincera con nuestros hermanos y colaborar al perfeccionamiento de tu creación. Por nuestro Señor Jesucristo.
Acepta, Señor, los dones de tu Iglesia en oración, y haz que, por el trabajo del hombre que ahora te ofrecemos, merezcamos asociarnos a la obra redentora de Cristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Oh, Dios, con tu ayuda depositamos las semillas en la tierra que se han de multiplicar con tu poder; suple ahora con tu inmensa largueza lo que falta a nuestro afán, puesto que solo tú das el crecimiento. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, verdadero autor de los frutos materiales y labrador supremo de los frutos del espíritu, da fecundidad a nuestros trabajos, para que consigamos cosecha abundante, y redunde siempre para tu mayor gloria lo que tiene origen en la providencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, que nos nutres con tus sacramentos, asístenos en el trabajo de nuestras manos, y puesto que en ti vivimos, nos movemos y existimos, concédenos que, por la bendición otorgada a las semillas de la tierra, nos alimentemos de cosechas abundantes. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Derrama propicio, Señor Dios, una bendición sobre tu pueblo, para que, por tu bondad, nuestra tierra dé sus frutos que nos permitan dedicarnos con gozo a la alabanza de tu santo nombre. Por nuestro Señor Jesucristo.
Muéstrate propicio a nuestras ofrendas, Señor, y así, los que te presentamos el pan, hecho de granos de trigo, que se convertirá en el Cuerpo de tu Hijo, nos alegremos, al entregar a la tierra las semillas, con la bendición otorgada por ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, la oportuna abundancia de los frutos de la tierra, con los que, alimentados materialmente, puedan progresar también con el crecimiento espiritual, y conseguir los bienes eternos, cuya prenda han recibido en este sacramento. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, Padre bueno, que en tu providencia entregaste la tierra al hombre, concédenos poder sustentarnos con los frutos cosechados de ella, y haz que nos aprovechemos de ellos de tal modo que nos sirvan, con tu ayuda, para alabar tu nombre y para bien de todos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Santifica, Señor, los clones, fruto de la tierra, que te presentamos en acción de gracias, y, al otorgarnos la abundancia de sus productos, haz fecundos nuestros corazones con la gracia divina. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concédenos, Señor, al darte gracias en este sacramento por los frutos de la tierra que hemos recibido, que, actuando del mismo modo en nosotros, merezcamos conseguir bienes mayores. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que has dado a todos los pueblos la misma procedencia, y quisiste, con ellos, reunir en ti una sola familia, llena los corazones de todos con el fuego de tu amor y enciéndelos con el deseo del progreso justo de sus hermanos, para que, con los bienes que generosamente repartes entre todos, cada uno alcance la plenitud humana como persona, y, suprimida toda discriminación, se afirmen en el mundo la igualdad y la justicia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor, escucha, misericordioso, las súplicas de los que te invocan, y, al aceptar la oblación de tu Iglesia, haz que todos los hombres se llenen del espíritu de los hijos de Dios, de manera que, superadas las desigualdades por el amor, se forme en tu paz la familia de los pueblos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Alimentados con un solo pan con el que renuevas siempre a la familia humana, te pedimos, Señor, al participar del sacramento de la unidad, que obtengamos un amor fuerte y generoso, para ayudar a los pueblos en vías de desarrollo y realizar, en la caridad, la obra de la justicia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que manifestaste que serán llamados hijos tuyos los amantes de la paz, concédenos instaurar sin descanso aquella justicia que puede garantizar una paz firme y verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor, que el sacrificio salvador de tu Hijo, Rey pacífico, ofrecido bajo estos signos sacramentales que significan la paz y la unidad, sirva para fortalecer la concordia entre todos tus hijos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concédenos, Señor, tu espíritu de caridad para que, alimentados con el Cuerpo y Sangre de tu Unigénito, fomentemos con eficacia la paz entre todos que él mismo dejó. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, creador del mundo, bajo cuyo gobierno se desarrolla el curso de la historia, muéstrate propicio a nuestras súplicas y concede a nuestro tiempo el sosiego de la paz, para que nos gocemos incesantemente en la alabanza de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor, que el sacrificio salvador de tu Hijo, Rey pacífico, ofrecido bajo estos signos sacramentales de paz y de unidad, sirva para estrechar la concordia entre todos tus hijos. Por Jesucristo nuestro Señor.
Concédenos, Señor, tu espíritu de caridad para que, alimentados con el Cuerpo y Sangre de tu Hijo, trabajemos con eficacia por mantener entre los hombres la paz que él nos dejó. Por Jesucristo nuestro Señor.
Jr 29, 11.12.14 Dice el Señor: «Tengo designios de paz y no de aflicción, me invocaréis y yo os escucharé, os congregaré sacándoos de los países y comarcas por donde os dispersé».
Sal 17, 5-7 Me cercaban olas mortales, me envolvían las redes del abismo; en el peligro invoqué al Señor, desde su templo escuchó mi voz.
Dios misericordioso y fuerte, que rechazas las guerras y humillas a los soberbios, aparta rápidamente de nosotros la destrucción y las lágrimas, para que todos podamos, en verdad, llamarnos hijos tuyos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Recuerda, Señor, a tu Hijo, que es la paz misma que con su Sangre hizo desaparecer nuestros odios, y, al mirar compasivo nuestros males, haz que este sacrificio devuelva la paz y la calma a los hombres que amas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Alimentados gratamente, Señor, con el pan único que conforta el corazón del hombre, concédenos superar felizmente la violencia de la guerra y observar fielmente tu ley de justicia y de amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sal 90, 11 A sus ángeles ha dado Dios órdenes para que te guarden en tus caminos.
Jr 29, 11-12. 14 Dice el Señor: «Tengo designios de paz y no de aflicción, me invocaréis y yo os escucharé, os congregaré sacándoos de los países y comarcas por donde os dispersé».
Oh, Señor, para quien nadie es extraño, y ninguno está lejos de tu protección, mira compasivo a los exiliados y prófugos, a los hombres discriminados y a los niños perdidos, para que se les conceda el regreso a la patria, y a nosotros un amor como el tuyo hacia el pobre y el desterrado. Por nuestro Señor Jesucristo.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo entregara su vida para congregar en la unidad a tus hijos dispersos, concédenos que esta ofrenda de paz logre la unión de las voluntades y aumente nuestra caridad fraterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, que nos has alimentado con un mismo pan y con un mismo cáliz, danos humanidad para acoger con amor sincero a los inmigrantes y a los abandonados, de manera que, al fin, merezcamos reunimos todos en la tierra de los vivos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, bueno y todopoderoso, que cuidas con amor a todas las criaturas, concédenos una caridad eficaz hacia los hermanos que carecen de alimento, para que, desterrada el hambre, puedan servirte con un corazón libre y confiado. Por nuestro Señor Jesucristo.
Mira, Señor, la ofrenda que te presentamos de tus mejores dones, para que, al expresar la abundancia de la vida divina y la unidad en el amor, nos empuje al servicio fraterno y a una más equitativa distribución. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios, Padre todopoderoso, te pedimos que el pan vivo, bajado del cielo, nos fortalezca para remediar eficazmente nuestras necesidades y las de los hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que no hiciste la muerte y alimentas a toda criatura; aleja, compasivo, el hambre de tus hijos, para que nuestros corazones puedan servirte con alegría y diligencia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Te ofrecemos, Señor, con gozo, estos dones de nuestra pobreza, pidiendo confiadamente de tu bondad que sean para nosotros primicias de tu generosidad salvadora. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Después de recibir de tu mano generosa el alimento del cielo, te pedimos, Señor, que nos dé esperanza y fortaleza para el trabajo, de manera que podamos atender eficazmente a nuestras necesidades y a las de nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que asentaste la tierra sobre sus cimientos, apiádate de los que están atemorizados y atiende bondadoso las súplicas, para que, alejado el peligro del terremoto, sintamos siempre tu amparo y, seguros con tu protección, te sirvamos con gratitud. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos; concédenos la lluvia oportuna, para que, ayudados suficientemente con los bienes presentes, apetezcamos confiadamente los eternos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Dios todopoderoso y eterno, que nos curas con el castigo y nos salvas con el perdón, atiende a las súplicas que te dirigimos para que nos alegremos con el deseado buen tiempo, y empleemos siempre los dones de tu bondad para gloria tuya y salvación nuestra. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, a cuyo mandato obedecen todos los elementos, te pedimos humildemente que, aplacadas las tempestades temibles, la amenaza de su violencia se transforme en motivo de alabanza. Por nuestro Señor Jesucristo.
Cfr Sb 11, 24.25.27 Te compadeces de todos, Señor; pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. No aborreces nada de lo que hiciste, los perdonas porque tú eres el Señor, nuestro Dios.
Escucha propicio, Señor, nuestras súplicas y perdona los pecados que confesamos ante ti, para que podamos recibir de tu misericordia el perdón y la paz. Por nuestro Señor Jesucristo.
Te ofrecemos, Señor, estos dones de reconciliación y alabanza, para que, compasivo, perdones nuestros delitos y guíes tú mismo nuestros corazones vacilantes. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concédenos, Dios misericordioso a quienes, por este sacrificio, hemos recibido el perdón de nuestros pecados, que con tu gracia podamos evitarlos de ahora en adelante y servirte con sincero corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios todopoderoso y lleno de bondad, que hiciste manar de la piedra una fuente de agua viva para tu pueblo sediento, haz brotar de la dureza de nuestros corazones las lágrimas de compunción para que lloremos nuestros pecados y, por tu misericordia, merezcamos obtener el perdón. Por nuestro señor Jesucristo.
Mira propicio, Señor, esta ofrenda que presentamos a tu majestad por nuestras culpas, y concédenos que el sacrificio del que brotó la fuente del perdón para los hombres, nos otorgue la gracia del Espíritu Santo para derramar lágrimas por nuestros pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La devota recepción de tu sacramento nos permita borrar, con los gemidos de nuestras lágrimas, las manchas de los pecados, y, por tu generosidad, nos consiga el perdón que deseamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, enciende bondadosamente nuestros corazones con el fuego celestial del Espíritu Santo, para que te sirvamos con cuerpo casto y te agrademos con un corazón puro. Por nuestro Señor Jesucristo.
Que te agraden nuestros dones, Señor, para que, ayudados por tu perdón, los que te has dignado salvar por gracia podamos ofrecerte el sacrificio de alabanza, con plena libertad y puro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Por los sacramentos que hemos recibido, Señor, florezca nuestro corazón y nuestro cuerpo con el vigor de la pureza y una nueva castidad, para que recibamos con limpio corazón lo que hemos tomado con nuestros labios. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ez 36, 26.27.28 Dice el Señor: «Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne y os infundiré mi espíritu. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios».
Te rogamos, Señor, que inflames nuestros corazones con el Espíritu de tu amor, para que busquemos siempre lo digno y agradable a tu majestad y podamos amarte sinceramente en los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Santifica por tu bondad, Señor, nuestros dones y, al aceptar la ofrenda del sacrificio espiritual, concédenos llevar tu amor a todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te pedimos, Señor, que llenes con la gracia del Espíritu Santo a cuantos has saciado con el único pan del cielo, y los fortalezcas generosamente con la dulzura de una caridad perfecta. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que, por la gracia del Espíritu Santo, has infundido los dones de la caridad en el corazón de tus fieles; concede a tus siervos, para quienes suplicamos tu clemencia, la salud del cuerpo y del alma, para que te amen con todas sus fuerzas y realicen con todo amor lo que es de tu agrado. Por nuestro Señor Jesucristo.
Ten misericordia de tus siervos, Señor, por quienes ofrecemos este sacrificio de alabanza a tu majestad: que, por estos santos misterios, obtengan la gracia de tu bendición y la gloria de la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Después de recibir los santos misterios, te rogamos, Señor, que concedas a tus siervos, a quienes concediste que nos amaran, el perdón de los pecados, consuelo en la vida y tu amparo constante, para que todos nosotros, sirviéndote con un mismo corazón, merezcamos reunimos con gozo en tu presencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que nos mandas, en tu precepto de la caridad, amar de verdad a los que nos afligen, concédenos seguir de tal modo los mandamientos de la nueva ley, que devolvamos bien por mal y sepamos llevar unos las cargas de los otros. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor, con el deseo de tener paz con todos, te ofrecemos este sacrificio por los que nos afligen, y conmemoramos la muerte de tu Hijo, con la que fuimos reconciliados contigo cuando éramos enemigos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Mt 5, 9-10 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Señor, por estos misterios de nuestra reconciliación, concédenos ser pacíficos con todos, y a quienes nos afligen hazlos agradables a ti y reconciliados con nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, cuyo Hijo se ha dignado tomar la condición de siervo para redimir al género humano de la esclavitud del pecado; concede, a cuantos se hallan cautivos, alcanzar aquella libertad que otorgaste a todos los hombres, tus hijos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Por el sacramento de la redención humana que te ofrecemos, Señor, te pedimos que tus siervos sean liberados de su cautividad y puedan gozar de una perpetua libertad de espíritu, Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sal 68, 31.34 Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias; que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.
Dios omnipotente y misericordioso, tú solo conoces lo más secreto de los corazones, tú conoces al justo y puedes convertir al culpable; escucha nuestros ruegos por tus siervos encarcelados y haz que, por la paciencia y la esperanza, encuentren alivio de sus penas y puedan retornar, cuanto antes y sin obstáculo alguno, a su vida cotidiana. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, tú quisiste que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades para manifestar el valor de la enfermedad y la paciencia humana; escucha benévolo nuestras plegarias por los hermanos enfermos, y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu Hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a Cristo en su pasión para la redención del mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, bajo cuya providencia transcurre cada instante de la vida, recibe las súplicas y oblaciones que te ofrecemos implorando tu misericordia a favor de los hermanos enfermos, y así, quienes tememos por su enfermedad, nos alegremos de su salud, Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, singular protector en la enfermedad humana, muestra el poder de tu auxilio con tus siervos enfermos, para que, aliviados con el auxilio de tu misericordia, merezcan presentarse sanos en tu santa Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Rm 14, 7-8 Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
Is 53, 4 El Señor soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores.
Dios omnipotente y misericordioso, que, al decretar su muerte, abriste misericordiosamente al hombre las puertas de la vida eterna, mira con piedad a tu siervo que lucha en agonía, para que, asociado a la pasión de Cristo y sellado con su Sangre, pueda presentarse ante ti limpio de todo pecado. Por nuestro Señor Jesucristo.
Recibe, Señor, la ofrenda que confiadamente te presentamos por tu siervo que se encuentra al final de la vida y concédele, por ella, el perdón de todos sus pecados, para que soportando los dolores que tú has dispuesto en esta vida consiga el descanso eterno en la futura. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, dígnate confortar con clemencia a tu siervo con tu gracia por la eficacia de este sacramento, para que, en la hora de la muerte pueda vencer al enemigo y merezca entrar con tus ángeles en la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Por Jesucristo nuestro Señor.
Señor, tú que con la muerte de tu Hijo has destruido nuestra muerte, concédenos igualmente, por la eficacia de este sacramento, que, obedeciendo tu voluntad hasta la muerte, podamos partir de este mundo con paz y confianza y ser partícipes, por tu gracia, de su resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, tú que con la muerte de tu Hijo has destruido nuestra muerte, concédenos igualmente, por la eficacia de este sacramento, que, obedeciendo tu voluntad hasta la muerte, podamos partir de este mundo con paz y confianza y ser partícipes, por tu gracia, de su resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Rm 14, 7-8 Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya muramos ya vivamos, somos del Señor.
Lc 21, 36 Estad, pues, despiertos en todo momento, pidiendo manteneros en pie ante el Hijo del hombre.
Después de recibir en estos misterios la prenda de la inmortalidad, te suplicamos, Señor, el auxilio de tu amor en el momento de nuestra muerte, para que, superados los ataques del enemigo, seamos renovados en el seno de tu gloria eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, nuestro descanso en la fatiga, apoyo en la debilidad, consuelo en el llanto, perdona a tu pueblo para que, corregido con los castigos que merece, encuentre, finalmente, alivio en tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Acoge, Señor, con bondad las ofrendas de tu familia, para que, bajo tu protección, no pierda los dones ya recibidos y alcance los eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Al recibir tu sacramento, Señor, concédenos experimentar alivio para el alma y para el cuerpo, para que, salvados ambos, nos gloriemos en la plenitud de los auxilios del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios omnipotente y misericordioso, mira compasivo nuestra aflicción, alivia las fatigas de tus hijos y confirma su fe, para que siempre confíen sin vacilar en tu paternal providencia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Recibe, Señor, los dones que con fe te presentamos haz que la amargura del dolor que soportamos se transforme en sacrificio agradable a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Reanimados y fortalecidos con los alimentos divinos, te rogamos, Señor, que podamos afrontar los trabajos futuros y ayudar con generosidad a los hermanos que viven en la angustia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Jn 16, 23-24 Si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Pedid y recibiréis, para Que vuestra alegría sea completa, dice el Señor.
Oh, Dios, que sabes que no podemos subsistir por nuestra fragilidad humana, asediados por tantos peligros; concédenos la salud del alma y del cuerpo, para superar con tu ayuda lo que sufrimos por nuestros pecados. Por nuestro Señor Jesucristo.
Recibe, Señor, nuestras oraciones y ofrendas para que nos veamos libres, por la gracia de tu misericordia, quienes sufrimos por el castigo de nuestros pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te pedimos, Señor, que mires compasivo nuestra tribulación, y, por la pasión de tu Hijo, aparta misericordioso la ira de tu indignación que merecemos, justamente, por nuestros pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que siempre escuchas con misericordia a tus siervos atribulados, al darte gracias por tu bondad, Te suplicamos que, liberados de todo mal, Te sirvamos siempre con alegría. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor Dios, que nos entregaste a tu Hijo para librarnos con bondad de la muerte y de todo mal, te rogamos aceptes benignamente este sacrificio que te ofrecemos en acción de gracias por librarnos de nuestra tribulación, Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso, que, en tu bondad, con este pan de vida robusteces a tus siervos y los libras de las ataduras del pecado, haz que constantemente crezca en nosotros la esperanza de la gloria, Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ef 5, 19-20 Cantad y tocad con toda el alma para el Señor. Celebrad constantemente la acción de gracias a Dios Padre por todos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, Padre de todos los dones, de quien procede cuanto somos y tenemos, enséñanos a reconocer los beneficios de tu inmensa bondad y a amarte con sincero corazón y con todas nuestras fuerzas. Por nuestro Señor Jesucristo.
Te ofrecemos, Señor, el sacrificio de alabanza para darte gracias por los beneficios recibidos, y te suplicamos que, lo que nos diste sin merecerlo, lo ofrezcamos a gloria de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, tú nos entregaste como alimento espiritual este sacramento salvador de tu Hijo que te hemos ofrecido en acción de gracias; confírmanos de tal manera con los dones de tu poder y de tu gozo, que te sirvamos devotamente y merezcamos conseguir nuevos beneficios. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Esta misa se puede celebrar, según las rúbricas de las Misas y Oraciones por diversas necesidades, todos los días, excepto las solemnidades y los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, los días de la octava de Pascua, la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Miércoles de Ceniza y las ferias de Semana Santa.
Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto, consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor glorificando juntos tu santo nombre. Por nuestro Señor Jesucristo.
Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos en este tiempo de peligro; y haz que, por tu poder, se conviertan para nosotros en fuente de sanación y de paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh Dios, de quien hemos recibido la medicina de la vida eterna, concédenos que, por medio de este sacramento, podamos gloriarnos plenamente de los auxilios del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, protector de los que en ti esperan, bendice a tu pueblo, sálvalo, defiéndelo, prepáralo con tu gracia, para que, libre de pecado y protegido contra sus enemigos, persevere siempre en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor