Parte Segunda. LA INFANCIA

CAPÍTULO III. LAS DOS ANUNCIACIONES

1 Sobre el Evangelio de la Infancia cfr. L. Fonk, De veritate historica narrationis sacrae de Infantia Christi, VerbDom 7 (1927) 289-95. E. BURROWS, The Gospel of the Infancy and other biblical Essays, London, 1940. Cree que a S. Lc llegó todo por S. Jn, quien lo recogió inmediatamente de María. P. STRAETER, De probabili origine historiae infantiae Christi, VerbDom 25 (1947) 321-22. Hace suya la teoría anterior. P. DE AMBROGGI, Infanzia di Gesú, EnciclCattltal. VI (1951) 1933-4. S. MUÑOZ IGLESIAS, Géneros literarios y los Evangelios, EstBibl 13 (1954) 300-318. Juan apóstol escribiría en arameo el ev. de la infancia, que entregaría a Lc.–ID., Los evangelios de la Infancia y las infancias de los héroes, ib. 16 (1957) 5-56; El género literario del Evangelio de la Infancia en S. Mateo, ib. 17 (1958) 243-73.
J. STAUDINGER, Testis primarius evangelii sec. Lucam, VerbDom 33 (1955) 65-177. 129-42. Lc dependería de Santiago el Menor. P. BENOIT, L'Enfance de jean-Baptiste selon Luc I, New Test. Stud. 3 (1957) 169-194. Lc ha recogido los datos de la tradición oral, que ha redactado teniendo presente el lenguaje sagrado de los LXX. No depende de ninguna fuente escrita. Tanta variedad de opiniones prueba que nos movemos todavía en el campo de las probabilidades; R. LAURETIN, Structure et théologie de Luc I-II, París, 1957. Lc depende de una fuente escrita en hebreo (p. 13), que Lc ha traducido con talento y respeto (p. 18), con influencias de S. Jn (p. 20); J. LEAL, Evangelio según S. Lucas: Sagrada Escritura. N. T., vol. I, Madrid, 1964.
2 Algunos autores prefieren la hora del sacrificio de la tarde, porque en ésta el Arcángel Gabriel se apareció en otro tiempo a Daniel, para predecirle la fecha del advenimiento del Mesías. Cfr. Dn 9, 20-21.
3 Según los cálculos de M. Edersheim, antiguo rabino, Life of Jesus the Messiah, tom. 1. p. 134. En los días de sábado el número de sacerdotes era mucho más considerable.
4 Se quemaba con preferencia leña de higuera, que daba excelente brasa.
5 El número de sacerdotes en la época del Salvador ha sido evaluado en unos 20.000.
6 Ex 30, 34-38. Era una mezcla, por partes iguales, de estoraque, uña odorífera (unona), gálbano y gomorresina, producida por el árbol llamado Boswvellia sacra. Estos ingredientes, a los que los rabinos añadían algunos otros, formaban una mezcla exquisita.
7 Cfr. L. CL. FILLION, S. Luc., pp. 33-34; LIGHTFOOT, Horae hebraicae in Luc. , 1, 8-10; EDERSHEIM, The Temple, its ministry and services, pp. 124-144; SCHÜRER, 2, pp. 451-452.
8 Ap 8, 3-4.
9 El narrador emplea la palabra έφημερία, es decir, clase. El historiador Joswo alude igualmente a la existencia de estas clases sacerdotales en tiempo de Nuestro Señor. Cfr. Ant., 7, 3, 7.
10 1Cro 24.
11 Los sacerdotes tenían libertad para escoger su mujer en cualquiera de las tribus de Israel, con tal que nada tuviese que deshonrase a su persona. Cfr. Lv 21, 7.
12 Lc 1, 36 es σνγγενίς, un término algo vago, lo mismo que cognata, de la Vg.
13 No es posible determinar en este lugar la diferencia exacta que establece el escritor sagrado entre las expresiones expresiones έντολαί y διχαιώματα. La primera parece ser más general, mientras la segunda designaría la multitud de preceptos particulares que todo israelita estaba obligado a cumplir.
14 Sal 112, 9; Sal 126, 3-4. Cfr. Sal 127, 1-3.
15 Cfr. Lc 1, 25; Gn 16, 4; Gn 20, 18; Gn 29, 32; Gn 30, 23; Is 54, 1; Os 9, 14, etc.
16 Este altar, descrito en Ex 30, 1-10, no tenía más que un codo de anchura (unos 0, 525 m.) y dos de altura (1, 05 m.). Estaba construido de madera de acacia y revestido de láminas de oro. Su parte superior tenía una pequeña barandilla, que impedía que se cayesen los carbones y el incienso.
17 Cfr. L. Cl. FILLION, Atlas archéologique, pl. 96, figura 2; pl. 103, fig. 11; pl. 104, figs. 2, 3, 6.
18 Dn 8, 17-18; Hch 10, 14. etc.
19 Is 45, 8. Así lo creyeron San Juan Crisóstomo, San Agustín, San Beda el Ven., etc. Pro adventu Messiae deprecabatur, decía SAN AGUSTÍN, De quaestion. evangel., 2, 1, y Serm., 291, in nativit. Joannis Baptistae.
20 En griego Ίωάννης conforme a la ortografía más usada en los antiguos manuscritos, de donde procede el latino Joannes. Es más exacta la forma Ίωάνης; según la forma hebraica de este nombre: Yohanan, o Yehohanan (la segunda letra h representa el heth hebreo, gutural, que se pronuncia aproximadamente como nuestra j).
21 Jdt 13, 4; 1S 1, 11.
22 Nm 6, 1-4. Además, el nazir propiamente dicho debía dejar crecer su cabellera mientras durase su voto. Cfr. Nm 6, 5-18; Hch 18, 18; Hch 21, 23-24.
23 Tal es la significación de las palabras έχ τής χοιλίας, como se deduce de S. Lc 1, 41-44. Muchos manuscritos latinos, y San Ambrosio, traducen el griego por in centre o in utero.
24 Ml 3, 1. Cfr. Is 40, 3.
25 Ml 3, 5-6.
26 Mt 17, 9-13; Mc 9, 10-12.
27 Creemos que ésta es la mejor interpretación de las palabras «El conducirá...». Cfr. nuestro comentario del Ev según S. Lc p. 57.
28 En griego se lee el verbo έναγγελίζεσθαι, evangelizare, muy del gusto de S. Lc que lo emplea unas diez veces en su Ev y quince en el libro de los Hechos.
29 Probablemente uno de los siete ángeles superiores de que se hace mención en el libro de Tb 12, 15, y en el Ap 1, 4; Ap 4, 3; Ap 7, 2. En otras partes de la Biblia son igualmente representados los ángeles en general de pie, al modo de servidores diligentes, prestos siempre a cumplir las órdenes de Dios, su Señor. Cfr. Jb 1, 6; Jb 2, 1; Ap 7, 11.
30 Dn 8, 16; Dn 9, 20-27.
31 «Desde que vemos enviado al Arcángel San Gabriel -observa muy bien BOSSUET, Elévations sur les mystéres, 12 semana, primera elev.- debemos esperar alguna nueva acerca de la venida del Mesías».
32 Nm 6, 24-26. Los asistentes respondían: Amén.
33 La expresión empleada por el narrador ήν διανεύων, Lc 1, 22 (Vg erat innuens), indica muy bien aquella repetición de gestos.
34 Desde la época de Josué (Jos 21, 1-40) habían sido señaladas a los sacerdotes y a los levitas, como centros de habitación, cuarenta y ocho ciudades o villas, diseminadas por todo el territorio de Palestina. Intentaremos luego determinar en cuál de ellas tenía su domicilio Zacarías.
35 Era repetición del caso de Sara (Gn 18, 12).
36 L. CL. FILLION, S. Lc, p. 40.
37 Dn 9, 24-27.
38 «Gabriel fue enviado para estipular los desposorios entre el cielo y la tierra», escribía en este sentido San Gregorio Taumaturgo. De ahí el título pronubus (paraninfo) que los antiguos atribuían a veces al Arcángel San Gabriel.
39 La describiremos más adelante. Los manuscritos griegos se manifiestan indecisos respecto a la ortografía de esta palabra, a la que dan hasta cuatro formas: ναζαρέθ, ναζαρέτ, ναζαρά y ναζαράθ. Pero las dos últimas formas son muy raras (ναζαρά, Mt 4, 13 y Lc 4, 16). Los mejores críticos vacilan entre las formas «Nazareth» y «Nazaret». Tischendorf adopta en la octava edición de su N. T. griego la ortografía Ναζαρεθ que ha prevalecido en varias lenguas europeas.
Nazaret era una aldea, al margen de las grandes vías comerciales y militares, sin más salida que la de una estrecha garganta hacia la llanura de Esdrelón. Su nombre no aparece en todo el A. T. Su nombre, según la explicación de S. Jerónimo, es lo mismo que flor : «Ibimus ad Nazareth et iuxta interpretationem nominis eius florem videbimus Galileae» ML 22, 491.
40 En el T. M. Miriam (era el nombre de la hermana de Moisés y de Aarón, Ex 15, 20). El texto griego de los Evv lo mismo que los LXX, usa unas veces Μαρίαμ, que se aproxima más al hebreo, y otras Μαρία. Josefo emplea indistintamente las formas Μαρίαμμη, Μαρίαμη y Μαρίαμνη. La significación de este nombre, tan caro a los corazones católicos, es, desgraciadamente, incierta. En su libro sobre los nombres hebreos señala San Jerónimo cuatro interpretaciones: iluminatrix mea, illuminans nos, smyrna (es decir, myrrha) maris, stilla (y no stella) maris; en otras partes añade una quinta significación, amarum rizare. Según otra traducción, relacionada con el idioma arameo, «María» significaría domina . M. BARDENHEWER, en su erudito estudio titulado Der Name Maria, 1895, consigna que ha recogido hasta cincuenta interpretaciones diferentes, sacadas de ciento veinte autores. Adopta el sentir de que Miriam tiene el significado de pinguis, y, por consiguiente, de venultd, bella, graciosa, conforme a la estética oriental.
Entre las diversas significaciones que se han propuesto del nombre de María hoy hay tres con probabilidad: a) La del P. Zorell, que le señala un origen egipcio. María sería un nombre compuesto de Meri o Mari (amado, amada) y de Yam (Yavé). Meri-Yam o María sería lo mismo que Amada de Yavé. Cfr. VerbDom 6 (1926) 257. b) El P. Lagrange (in Lc 1, 27) le da el sentido de Señora. Cree que en tiempo de los Hasmoneos se pronunciaba Mariani y sonaba al pueblo lo mismo que Señora, Princesa. Por esto llevan este nombre dos de las mujeres de Herodes M. c) Recientemente el P. Vogt ha revalorizado científicamente una etimología y significado. que aparece ya en la Políglota de Alcalá. María significaría lo mismo que Excelsa. En los textos de Ras Shamra se lee la voz mrym (maryam o miraym) que significa alto, excelso, VerbDom 26 (1948) 163-168. Cfr. J. LEAL, Y el nombre de la Virgen María, Lumen 2 (1953) 24-37; J. B. BAÜER, De nominis Mariae vero etymo, Marianum 19 (1957) 231-34. Con nuevos ejemplos lingüísticos confirma la sentencia de Vogt.
41 Para la Vida de S. José en general y de la Virgen, particularmente en lo que se refiere al tiempo anterior a la Anunciación, pueden consultarse las obras siguientes: U. HOLZMEISTER, De Sancto Ioseph. Quaestiones biblicae, Romae, 1945. H. RONDET, Saint Joseph. Textes anciens avec une Introduction, París, 1953. Los datos históricos están en la Introducción que apareció primero en NouvRevTheol 75 (1953) 113-140 bajo el título de St. Ioseph Histoire et Théologie. B. LLAMERA, Teología de S. José, Madrid (BAC), 1953. El mismo autor publicó antes un art. Introducción a la teología de S. José, CTom 66 (1944) 255-275. S. DEL PÁRAMO, La edad de S. José, SalT 44 (1956) 259-65. La Revista Estudios Josefinos contiene abundante material y bibliografía.
Para la Vida de la Virgen antes de la Anunciación: G. ROSCHINI, La Vita di Maria, Roma, 1948. Los datos más antiguos se encuentran en los Apócrifos, particularmente en el Protoevangelio de Santiago del siglo II y cuyo ms. más antiguo del siglo III se acabó de publicar en el «Papyrus Bodmer V», Bibliotheca Bodmeriana, 1958. Tenemos en España una edición reciente y muy completa y de sentido crítico. A. DE SANTOS, Los Evangelios apócrifos, Madrid (BAC), 1956. D. Rors, I Vangeli della Vergine, Torino-Roma, 1949. Reúne en un tomo todos los datos de los evv. canónicos y apócrifos.
42 Prometida. El A. traduce aquí interpretando parcialmente el alcance del griego έμνηστευμένην, que puede traducirse por casada o por prometida. No es cierto que María fuera simplemente prometida de S. José, al tiempo de la Anunciación. El A. aquí y luego más adelante da por cierto que el matrimonio se verificó, cuando la Virgen volvió de casa de Zacarías. Siguiendo a nuestro Maldonado (en Mt 1, 18), que cita a su favor a S. Juan Crisóstomo, a S. Ambrosio, a Teofilacto y a todos los teólogos de su tiempo, nos parece mucho más probable que la Virgen estaba ya casada con S. José y que ambos vivían bajo un mismo techo, cuando vino el Angel. La sentencia contraria no se hace general hasta el siglo XVIII. En nuestros días prevalece todavía, pero no es la única explicación. Cfr. D. FRANGIPANE, Utrum B. V. Maria ab angelo salutata iam in domo Ioseph ut coniux fuerit, VerbDom 25 (1947) 99-111. C. M. HENZE, Beatissima Virgo, cum caelestem excepit nuntium, S. Ioseph, non solum sponsalibus, sed nuptiis iuncta erat et cum eo cohabitabat, DivThom 51 (1948) 46-58. ID., De prima narratione evangelica (Mt 1, 18-25), Marianum 12 (1950) 285-91; 13 (1951) 185-6. P. F. CEUPPENS, De Mariologia biblica 2.a, Taurini-Romae, 1951, pp. 56-60. Expone amplia y serenamente el problema y considera como más probable que la Virgen estaba casada. El «antequam convenirent» (Mt 1, 18) se refiere al acto conyugal y el «accepit coniugem suam» (Mt 1, 24) no se refiere a la celebración del matrimonio, sino a la aceptación voluntaria del estado que el Angel revela a S. José y sus consecuencias legales y sociales. C. LATTEY, Ad virginem desponsatam viro, VerbDom 30 (1952) 30-33. J. LEAL, Una Virgen desposada. José su marido. CultBibl 9 (1952) 145-146. 215-217. El texto de Lc favorece más la idea de casada. El de Mt en su contexto favorece también más ese sentido y filológicamente se puede explicar bien, como dice Ceuppens. La celebración del matrimonio anterior a la Anunciación es más conforme a la honra de la Madre y del Hijo. Con razón Maldonado escribe: «Sed pluribus auctoribus Chrysostomo... Ambrosio... et ómnibus fere theologis subscribo, vere iam tum fuisse nuptam. Praecipua enim causa, cur Spiritus Sanctus voluerit Christum ex nupta nasci, haec ab ómnibus fuisse creditur, ut virginis honori consuleretur...» (en Mt 1, 18). G. Rosaura, La Vita di Maria, 3.a' Roma, 1948, también pone la celebración del matrimonio antes de la Anunciación (pp. 92-109) y R. LAURENTIN, Structure et théologie de Lc I-II, París, 1957, pp. 105-176.
43 Las palabras έχ οϊχου Δαυείδ (de la casa de David), ¿recaen únicamente sobre Ίωσήφ o tan sólo sobre παρθένον (virgen), o sobre ambos sustantivos a la vez? Cosa es que no se puede determinar con exactitud, y los exegetas no están conformes entre sí acerca de este punto. Por lo menos es cierto, según Lc 1, 32 y 69, que el evangelista atribuía a María origen real, y nuestros más antiguos doctores –Ignacio de Antioquía, Justino, Ireneo, Tertuliano– atestiguan el mismo hecho. Por lo demás, para que Jesús fuese «hijo de David» en un sentido estricto, para que por sus venas corriese realmente sangre real, era necesario que su madre procediese de la familia de aquel príncipe, pues él no tuvo padre según la carne.
Se puede dar como probable que el inciso «de la casa de David» se refiere a la Virgen, aunque es más obvio que se refiera a S. José y ésta es la sentencia más extendida. Entre los antiguos, la paternidad legal tenía la misma fuerza que la real. Por esto Jesús podía ser «hijo de David», lo mismo por la paternidad legal de S. José, que por María, la Madre, según la carne. Cfr. J. LEAL, De la casa de David, CultBibl '(1952) 267-8.
44 En hebreo Sâlôm lak. Cfr. 2S 18, 28; Lc 10, 5; Lc 24, 36; Jn 20, 19; Jn 20, 26; etc. S. Lc traduce aquí esta locución al griego por χαΐρε el traductor latino ha empleado el equivalente romano Ave. Como esta palabra, escrita en sentido inverso, forma el nombre de Eva, los Padres latinos han establecido a veces ingeniosos parangones entre Eva y María, oponiendo la obediencia y humildad de ésta al orgullo y desobediencia de aquélla.
No es enteramente cierto que el saludo del Angel fuera un saludo corriente y se puedan, por tanto, traducir sus palabras por la fórmula corriente del saludo hebreo, latino o español. Es más probable que el saludo del Angel fuera un saludo mesiánico y profético y se sirviera de la fórmula corriente en los profetas, cuando anuncian la futura venida del Mesías y exhortan a la alegría. Esto es lo que pretende demostrar el P. ST. LYONNET en Bib , 20 (1939) 131-141. El saludo del ángel sería una invitación a la alegría y al gozo, como indica el original griego: alégrate. Al verbo gr. correspondería el hebreo ronni o como en So 3, 14; Jl 2, 21 y Za 9, 9; pasajes en que se expresa la idea de alegría y regocijo.
45 En griego χεχαριτωμένη «que ha recibido la gracia», pero muy abundantemente; así la traducción de la Vg, gratia plena, que, es también la de la versión siríaca, es exacta en el fondo. Como este epíteto se refiere a toda la vida anterior de María, se ha deducido con mucha razón que la futura madre del Cristo fue concebida sin pecado. Cfr. KNABENBAUEIZ, in h. loc.; TANQUEREY, Synopis Theologiae dogmaticae, tom. 1, 5.ª edic. pp. 592-593.
Con motivo de la proclamación del Dogma de la Asunción y del Centenario del de la Inmaculada se ha estudiado profundamente este texto, como puede verse en las múltiples publicaciones de los años 1950 y 1954. Cfr. P. F. CEUPPENS, De Mariologia biblica, 2.a, Taurini-Romae, 1951, pp. 62-65. J. LEAL, La salutación del Angel en el estudio de la Inmaculada desde su definición (1854-1954), EstEcl 28 (1954) 391-415. El Papa Pío XII en la Bula «Fulgens Corona» del centenario de la Inmaculada ha subrayado el contenido dogmático, y mariológico de este texto. M. TUYA, Valoración exegético-teológica del «Ave, gratia plena» (Lc 1, 28) CTom 83 (1956) 4-27.
46 No es seguro que esta última proposición sea auténtica en este lugar, pues falta en importantes manuscritos griegos. Quizá ha sido tomada de San Lc 1, 42.
El P. U. HOLZMEISTER ha estudiado la frase «El Señor es contigo» en los diversos pasos en que se lee en la Sta. Escritura. Cfr. VerbDom 8 (1928) 363-69. La frase en sí misma pudiera considerarse como un saludo, pero en el contexto nuestro se trata de un bien presente, como en Jc 6, 12, donde el Angel dice a Gedeón: El Señor está contigo, asegurándole de su presencia o protección.
En cuanto a las palabras «bendita entre todas las mujeres» es secundario que sean auténticas o no en este Lc 1, 28. Porque son auténticas en el Lc 1, 42. Si no las dijo el Angel, las dijo ciertamente Sta. Isabel.
Hoy es corriente considerarlas como espúreas en Lc 1, 28, por una supervaloración de la familia alejandrina. Las primeras ediciones críticas de Tischendorf, Wescott-Hort, Von Soden las eliminaron del texto. Después las han puesto como dudosas Vogels, Lagrange y Merk. Ultimamente las ha admitido Bover. La familia occidental, dentro de la variedad extraordinaria de testigos que nos aporta, nos lleva con seguridad al siglo II, al período prerrecensional, y lee siempre estas palabras en Lc 1, 28. El Dr. T. AYUSO defiende el gran valor de esta familia, EstBibl 6 (1947) 35-90.
47 En griego διεταράγθη.
La Vg pone «quae cum audisset» (Lc 1, 29). Estas palabras no responden al original gr. y son redundantes. La traducción literal sería «Quae turbata est in sermone eius», por el saludo. Muchos códices gr. tienen «cum vidisset». Palabras que comenta S. Ambrosio: «trepidare enim virginum esse et ad omnes viri ingressus pavere» (Ml 15, 1955). Pero estas palabras parecen haber entrado falsamente en el texto, por el influjo del v. 12. Y de hecho faltan en los principales códices griegos. Por esta razón todas las ediciones críticas las omiten y atribuyen la turbación de la Virgen a la salutación del Angel, tan elogiosa. La turbación es efecto de la humildad de la Virgen, de su conciencia de esclava del Señor, cfr. DORADO, Praelectiones B., N. T. vol. 1, 7.ª, Taurini, 1947, p. 284, not. 4. La turbación de María no afecta a sus facultades superiores. Reflexiona y pregunta, cfr. CEUPPENS, Mariologia, 2.ª, 1951, p. 66.
48 FILLION, S. Lc, p. 43.
49 Essais d'exégése. 1884, pp. 1-99.
50 La locución «será llamado» equivale a decir: No sólo será hijo del Altísimo, sino que será reconocido y tratado como tal. El nombre de «Altísimo», en griego ύψίστος; es equivalente del hebreo Eliyón, y aparece con mucha frecuencia en la Biblia para expresar la grandeza de Dios. Cfr. Gn 14, 18; Sal 7, 18; Mc 5, 7; Lc 8, 28; Hch 7, 48; Hb 7, 1; etc.
51 2S 7, 12-13. Está magníficamente desarrollada en el Sal 89, 20-38.
52 Cfr. Is 9, 6; Jr 30, 9; Ez 17, 22, y Ez 34, 13; Dn 7, 13; Os 3, 5; Am 9, 11-15; Mi 4, 7-8; Mi 4; Sal 18, 23-24; Mc 11, 10; Hch 1, 6; etc.
53 Gn 49, 10.
54 Flp 2, 9.
55 Cerca de doscientas cincuenta veces en las Epístolas de S. Pablo.
56 Mt 1, 21.
57 Su forma hebraica completa es Iehosuah, «Yavé salva»; por abreviación, Iesuah, del que los griegos hicieron Ίησοϋς, y los latinos Iesus.
58 Los LXX y la Vg le llaman a veces «Jesus».
59 Según la Epístola a los Col 4, 11, uno de los compañeros de San Pablo se llamaba «Jesús el Justo». En la lista de los antepasados de Cristo citada por S. Lc 3, 29, encontramos también otro Jesús.
60 Is 7, 14.
61 CALMET., Commentaire littéral, Lc 1, 34.
62 Dos opiniones existen hoy dentro del campo católico sobre la interpretación exacta de este texto. Unos creen que la Virgen no tenía más que un propósito serio de virginidad. Así Bardenhewer, Lagrange, Sickenberger, Holzmeister, J. Schmid (Comenr. in Lc, Brescia, 1957, p. 58), Otros creen que se trata realmente de una obligación de conciencia y delante de Dios, equivalente a nuestro voto. Así el Evangelio de la Natividad de María y S. Agustín (Sermo 291, 5; De Sancta virginitate 4, Ml 38, 1318; 40, 398). La generalidad de los católicos siguen esta sentencia de S. Agustín. La razón fundamental la da Ceuppens: si la Virgen, no tenía, al tiempo de la Anunciación, más que un propósito de virginidad, dependiente sólo de su voluntad, podía y debía dejarlo, ante el anuncio del Angel. La dificultad sólo existe, si se ha obligado ante Dios a guardar virginidad. Cfr. U. HOLZMEISTER, Quomodo fiet istud, quoniam virum non cognosco?, VerbDom 19 (1939) 70-5; P. F. CEUPYENS, Mariologia Biblica, 2.ª, Taurini-Romae, 1951, pp. 68-74; VerbDom 29 (1951) 239-41; J. A. de ALDAMA, Mariologia (Sacrae Theol. Summa III), 4.m, Madrid. (BAC), 1961, pp. 383-392; J. COLLINS, Our Lady's Vow of Virginity, CathBiblQuart 5 (1943) 371-80; R. LAURENTIN, Lc MI, París, 1957, pp. 175-190. Niegan toda clase de compromiso D. HAUGG, Das erste biblische Marienwort, Stuttgart, 1938; P. GAECHTER, Maria im Erdenleben, Innsbruck 1953; J. P. AUDET, L'Annonce a Marie, RevBibl 63 (1956) 346-74. Lo refuta S. DEL PÁRAMO, La Anunciación de la Virgen, EstBibl 16 (1957) 180-82; M. ZERWICK, «Quoniam virum non cognosco» (Lc 1, 34) VerbDom 37 (1959) 212-24.
63 Y así el fruto santo que de ti nacerá
será llamado Hijo de Dios (gr.) Lc 1, 35.
Hay en los aa. hasta cinco maneras de construir esta frase. La del A. es muy aceptable. La partícula διό se traduciría mejor con sentido causal (Mt 27, 8): Y por esto. Porque la encarnación o concepción de la Virgen se deberá a la obra especialísima de Dios, el fruto será Hijo de Dios. El adjetivo santo (άγιον) es aposición de «fruto» y no debe traducirse «será santo». La fuerza de la partícula causal recae directa y principalmente no sobre el fruto santo, sino sobre el Hijo de Dios. La idea dominante es que el Niño no será hijo de un hombre, porque deberá su formación directa y exclusivamente al poder de Dios. Maldonado dice: «Neque enim de Christi natura, sed de modo generationis angelus agebat».
Santo e Hijo de Dios son, pues, dos términos que ponen más de relieve la intervención divina en la concepción del Hijo de la Virgen y excluyen patentemente toda intervención del hombre.
Para las otras interpretaciones cfr. J. BOYER, Bibl. 1 (1920) 92-94, EstEcl 8 (1929) 381-92; MEDEBIELLE DB (S) 1, 276-8.
64 Ex 40, 32-36; cfr. 1R 8, 8-10.
65 Jn 6, 70; Mt 16, 16.
66 Jn 11, 27; Jn 20, 31; Rm 1, 4, etc.
El A. cree que el relato de la Anunciación tomado en su conjunto prueba la divinidad del Mesías. Las razones que alega son serias. Recientemente ha venido a confirmar esta interpretación M. TUYA, En el relato de la Anunciación (Lc 1, 26-38) ¿está expresada la divinidad del Mesías?, CTom 82 (1955) 383-420. En cuanto al título «Hijo de Dios», LAURENTIN se pronuncia recientemente también por el sentido de la trascendencia divina. Cfr. Lc I-II, París, 1957, pp. 73-79. 141.
67 De Lc 1, 36 no se deduce que la Virgen perteneciera a la tribu de Leví, a la cual pertenecía Isabel «de las hijas de Aarón». El parentesco de Isabel y María se explica suficientemente si las madres o las abuelas se habían casado una con un miembro de la tribu de Judá y otra con un miembro de la familia sacerdotal. Con todo, el Apócrifo «Testamento de los Doce Patriarcas» (Testamento de Simeón VII) supone que el Mesías debía pertenecer a la tribu de Leví y a la de Judá. En los escritos de Qumran se habla del Mesías de Israel y del Mesías de Aarón. Los aa. modernos admiten que Lucas pretende relacionar también a Jesús con la tribu sacerdotal de Aarón. Cfr. R. LAURENTIN, Lc I-II, París, 1957, p. 114.
68 Serm., 17, de tempore. Cfr. S. BERNARDO, Serm., 4, sup. Missus, y P. FABER, Bethlehem, pp. 74-75.
69 La respuesta de la Virgen nos descubre el fondo de su sólida piedad. Ante Dios y ante su Enviado no es más que una esclava, que está dispuesta a obedecer siempre. Pero sus palabras tienen también un hondo sentido soteriológico. Aquí inaugura María su oficio de Corredentora. Cfr. J. BOVER, Deiparae Virginis consensos corredentionis ac mediationis fundamenturn, Matriti, 1942.
70 B. WEIS, Leben Jesu, 4.a, 1, p. 213.
71 «¡Qué delicadeza tan exquisita la de esta escena! ¡Qué sencillez, qué nobleza en el diálogo! Ni una palabra de más; ni una de menos. Narración tan perfecta no pudo emanar sino del ambiente santo en que se realizaba el misterio.» F. GODET, Comment. sur l'Evangile de S. Luc., 2.a, 1, p. 117. Nada para satisfacer una curiosidad ociosa. «Al correr de boca en boca, forzosamente se habrían deslizado (en el relato) detalles relativos a la apariencia exterior del ángel, a su belleza y esplendor, a la actitud y ocupación de María, y se habría complicado el diálogo.» A. PLUMMER, «Annonciation», HASTINGS, Diction of Christ., 1, p. 75. Esas torpes amplificaciones no faltan en los Ev. apócrifos, mientras que la narración de S. Lucas es verdaderamente digna de un autor inspirado.
72 Cfr. en particular, SUÁREZ, In Illam part., quaest. 30, disput. 9, s. 4, 1.
73 Para todo este evangelio de la Anunciación, tan fundamental en la vida de la Virgen, además de las obras mariológicas, que se pueden ver en Estudios Marianos, Organo de la Sociedad Mariológica española, véanse los trabajos exegéticos especiales más recientes: M. J. LAGRANGE, La concepcion surnaturell du Christ d'aprés St Luc, RevBibl 11 (1914) 60-71. 188-208. R. ARCONADA, El Evangelio de la Infancia en S. Lucas 1, 5-2, 52, SalT 1922, pp. 936-45. 1923, pp. 46-58. A. Vmi, De Annuntiatione iuxta Apocrypha, VerbDom 3 (1923) 67-87. A. MEDEBIELLE, Annontiation DB (S) I (1928) 262-297. E. POWER, De festo Annuntiationis, Lc 1, 26-38. VerbDom 5 (1925) 65-74. I. M. VOSTE, De Conceptione Virginali Iesu Christi, Romae, 1933. Estudia el texto de Lc 1, 26-38 y tiene un amplio excursus sobre los hermanos del Señor. L. RICHARD, L'Evangelie de l'Enfance et le Décret impérial de recensement. Memorial J. CHAINE, Lyon, 1950, pp. 297-308. S. LYONNET, 71 Racconto dell' Annunciazione e la maternitá divina della Madonna, ScuolCatt 82 (1954) 411-446. TH. MAERTENS, Le Messie est lá (Le Bruges, 1954. G. BRILLET, Le Sauver, I, L'Enfance, París, 1956. S. GIBLET, L'Aube du Salut: L'Annonciation, Lc 1, 26-28, Bible et Vie chret. sept-nov. 1954, pp. 96-108. J. P. AUDET, L'Annonce a Marie, RevBibl 63 (1956) 346-374. M. ALLARD, L'Annonce a Marie et les annonces miraculeuses de l'Ancient Testament, NouvRevTheol 78 (1956) 730-33. J. RACETTE, L'Evangile de l'Enfance selon St. Matthieu, SciencRelig 9 (1957) 77-82. R. LAURENTIN, Traces d'allusion étymologisches en Lc Bibl 37 (1956) 435-56; 38 (1957) 1-23. R. LAURENTIN, Structure et théologie de Lc I-II, París, 1957. De los trabajos recientes católicos es lo más completo en contenido y bibliografía. Para todo lo referente a la virginidad de N. Señora puede consultarse con gran provecho la Mariología del P. J. A. de ALDAMA, Sacrae Theologiae Summa, vol. III, 4.ª, Madrid (BAC), 1961, pp. 383-392. Denso en contenido y amplia bibliografía. M. ZERWICK, VerbDom 37 (1959), 212-24; J. LEAL, Evangelio según S. Lucas: La Sagrada Escritura. N. T. Tom. I, Madrid, 1964.
74 Unos 150 Km. Non quasi incredula de oraculo, nec quasi incerta de nuncio, nec quasi dubitctns de exemplo, sed quasi laeta pro voto, religio a pro officio, festina prae gaudio, dice muy bien San Ambrosio, in Lc 1, 39.
75 Fórmula hebraica que S. Lucas emplea en otras partes para introducir el hecho de una próxima partida. Cfr. Lc 15, 18-20; Hch 10, 20; Hch 22, 10.
76 Otro hebraísmo, que indica en este lugar un breve intervalo a contar desde el día de la Anunciación.
77 La expresión de que aquí se sirve S. Lucas είς τήν όρεινήν (u óρίνην), vuelve a aparecer un poco más abajo en su relato (1, 65). PLINIO EL VIEJO, Nat. hist., 5, 70, lo menciona igualmente con el nombre de Oriné, y coloca en él a Jerusalén.
78 Σίς πόλιν Ίούδα, dice, sin emplear el artículo, «a una ciudad de Judá», es decir, en la antigua tribu de Judá.
79 Cfr. A. FERNÁNDEZ, Geografía Bíblica, Barcelona, 1951, pp. 87. 88; S. J. SALIER, Discoveries at St. john's Ein Karim, 1941-1942, Jerusalem, 1946. B. BAGArrt, 11 santuario della Visitazione ad AM Karim. Explorazione archeologica e ripristino. Jerusalem, 1948.
80 JOSEFO, Vita, 54, dice expresamente que se necesitaban tres días para ir de Galilea a Jerusalén.
81 Lc 1, 42. Según una lección muy autorizada, άνεφώνγσεν χραυγή μεγάλή. Con fórmula análoga acostumbra S. Lucas expresar las emociones vivas. Cfr. Lc 2, 10; Lc 4, 33; Lc 8, 28; Lc 17, 15; Lc 19, 37; Lc 23, 46;
Lc 24, 52.
82 Muchos Padres y teólogos han concluido, muy legítimamente, de este lenguaje de Isabel, que entonces fue conferido a Juan Bautista este privilegio. Pues que su hijo se había estremecido «de júbilo», es que tenía conciencia de lo que hacía. Así TERTULIANO, De carne Christi, 21, lo llama «Domini sui conscium infantem». Se discute, sin embargo, acerca de la duración de este favor, que, según muchos aa. habría sido solamente transitorio.
83 Ser. 18, de Sanctis. Para el estudio del Magníficat recomendamos los siguientes trabajos: D. DURAND, L'origine du Magnificat, RevBíbl 7 (1898) 74-77; P. LADEUZE, L'origine du Magnificat... RevHistEcl 4 (1903) 623-44; F. X. ZORELL, Das Magnificat ein Kunstwerk habriiischer oder aramdischer Poesie? ZKathTheol 29 (1905) 754-58; 30 (1906) 360-61; J. H. BERNARD, The Magníficat Exposit. ser. 7, vol. 3 (1957, 1) 193-206; S. PERRET, Le Magnificat, RevThom 19 (1911) 565-90; A. CELLINI, 11 Magnificat, ScuolCatt sed. 5, 11 (1916) 324-41. 413-25. 527-38; WIRTZ, Das Magnificat, Pastor Bonus, 29 (1917) 289-301. 345-53; A. BRASSAC, L'Origine du Magnificat, RevApol 33 (1921. 1922) 251- 54; L. FoNcK, Magnificar in ore Virginis Assumptae, VerbDom 2 (1922) 227-32; N. PÉREZ, El Magnificat meditado, Bilbao, 1923; RUPERTO M. de Manresa, Magnificat, Barcelona, 1924; J. VILAR, La autenticidad mariana del Magnificat, AnalSacrTarrac 1 (1925) 45-70; F. DESCY, De cantici «Magnificat» origine et authentia, CollNam 21 (1926. 1927) 225-33; J. KAULENAER, De cantico Magnificat, CollMechl 8 (1934) 542-47; L. PIROT, Comission biblique et Magnificat, DB (S) 2 (1934) 1270-72; S. DIEGO, Estructura sacropoética del cántico de N. Señora, SalT 32 (1944) 275-87; J. M. BOVER, El Magnificat, su estructura lógica y su significación mariológica, EstEcl 19 (1945) 31-43; U. HOLZMEISTER, Tria cantica N. T., VerbDom 26 (1948) 356-64; F. DEHAU, Magnificat, VieSpir 79 (1948) 5-16; J. GomÁ CIVIT, El «Magnificat», ApostSacerd 4 (1947) 241-55; P. L. SUÁREZ, Soteriología del Magnificat, EphMariol 3 (1953) 447-66; H. DUESBERG, La préhistoire du Magnificat, BiblVieChrét 7 (1954) 114-16; J. G. CEPADA, La Virgen poetisa sagrada, CultBibl 11 (1954) 391-94; M. BALAGUE, La geografía del Magnificat, CultBibl 12 (1955) 31-34; J. C. CRAVIOTTI, La Visitación de la Sima. Virgen, RevistBibl 77 (1955) 84-88. 123-25; F. GAECHTER, María, Bilbao, 1959, p. 207-48.
84 «Que los protestantes y racionalistas nos acusen, si quieren, de adorar a la Virgen de Nazaret; tan bien como nosotros saben que nosotros no adoramos más que a Dios. Pero veneramos con un culto especial (llamado por los teólogos de Hyperdulia) a la madre de Nuestro Señor Jesucristo, y en ella amamos a nuestra propia madre. Sólo quienes no comprendan el sentido de estos títulos pueden rehusar el asociarse a nuestros homenajes.» FILLION, L'Evangile de S. Luc., p. 50. Algunos protestantes, sobre todo en Inglaterra, han venido en esto a mejores sentimientos.
85 Las palabras in saecula de la Vg, por las que acaba el cántico de María, corresponden en griego a las είς τόν αίώνα, «in saeculum», o según otra lección, έως αίώνας, «in saecula», hasta la Era del Mesias.
86 1S 2, 1-10. Los comentadores más recientes señalan estos diversos ecos o reminiscencias versículo por versículo. Cfr. FILLION, L'Evangile de S. Luc., p. 53; A. PLUMEA, The Gospel according te St. Luke, pp. 30-31; KNABENBAUER, Commentar. in Evangel. sec. Lucam, 2.ª edc., pp. 92-93.
87 Sin embargo de esto, la opinión contraria ha tenido no pocos seguidores, desde Orígenes y San Ambrosio. Según ellos, S. Lucas habría insertado su nota cronológica antes de pasar a otro episodio, por anticipación y para dejar concluído el relato de la Visitación. Así A. FERNÁNDEZ, Vida de J. C., pp. 31-32; J. M. BOVER, Vida, pp. 98-99.