Vida de Cristo



1 San Lucas llama a Herodes rey de Judea, aunque también lo era de otros territorios. A Herodes Antipas lo nombra como tetrarca; a Herodes Agripa lo llama simplemente Agripa. Por tanto, se trata aquí de Herodes el Grande, que reinó desde el 29 a. C. al 3 de nuestra era. Para el escaso interés que mostraban los antiguos en precisar la cronología y para lo poco determinada que estaba la terminología en este punto, Lucas precisa mucho.
2 Estaba revestido de oro y medía dos metros de altura. Los siete brazos recordaban los siete planetas del universo babilonio, los siete cielos sobre los que se asienta el trono de Dios, según la creencia judía, y los siete días de la creación.
3 Los panes de la proposición eran doce y se colocaban cada semana en la mesa del santuario, como homenaje de las doce tribus de Israel (cfr. Lv 24, 5-9); los que se retiraban del altar quedaban reservados para los sacerdotes que atendían el culto.
4 El arca faltaba desde el año 586 a.C.
5 Se rasgó de arriba abajo en el momento de la muerte del Señor (Mt 27, 51), indicando que los hombres tenían abierto el camino hacia Dios Padre (Hb 9, 15) y que había comenzado la Nueva Alianza.
6 Dn 8, 16; Dn 9, 20-27.
7 2R 1, 8.
8 Nm 6, 24-26.
9 Se encuentra a 343 m de altura sobre el nivel del Mediterráneo y a unos cinco kilómetros al sureste de la que fue capital de Galilea, Séforis, de la cual dependía administrativamente. Hacia el año 20 de nuestra era, Herodes levantó una nueva capital, Tiberíades, a 19 km al noreste de Nazaret, a orillas del lago de Genesaret. Nazaret comenzó a depender entonces de esta nueva capital.
10 Cfr. J. GONZÁLEZ ECHEGARAY, Las tres ciudades de la infancia de Jesús, Eb 50 (1992), pp. 85-102.
11 Estas fantasías están relatadas principalmente en el Protoevangelio de Santiago. Este escrito apócrifo se extiende sobre supuestos hechos de la vida de María y de la infancia de Jesús. La trama fundamental es la de los evangelios canónicos aumentada con gran cantidad de prodigios inventados. Estuvo muy difundido en los primeros siglos. La Iglesia, sin embargo, prescindiendo del aspecto apócrifo, y siguiendo una tradición muy antigua sobre todo en Oriente, ha conservado la fiesta de la Presentación de la Virgen María (21 de noviembre), por su «contenido de alto valor ejemplar» (ver Ene. Marialis cultus, 2-II-1974, n. 8).
12 Cfr. BENEDICTO XVI, La infancia de Jesús, pp. 40-42 y 52-63.
13 Desde las primeras formulaciones de la fe (cfr. DS 10-64), la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto corporal de este suceso: Jesús fue concebido absque semine ex Spiritu Sancto (Conc. Letrán, año 649; Ds 503), esto es, sin elemento humano, por obra del Espíritu Santo. Los Padres ven en la concepción virginal el signo de que es verdaderamente el Hijo de Dios el que ha venido en una humanidad como la nuestra (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 496. De ahora en adelante lo citaremos simplemente como Catecismo).
14 Cfr. 1Co 7, 36.
15 Cfr. Tratado sobre la virginidad, 1, 4.
16 S.Th. III, q. 29, a. 1.
17 Los esposos tienen en María y José el ejemplo más perfecto de lo que deben ser el amor y la delicadeza. En ellos encuentran también su imagen completa quienes han entregado a Dios todo su amor, indiviso corde, en un celibato apostólico o en la virginidad vividos en medio del mundo, pues «la virginidad y el celibato por el Reino de Dios no solo no contradicen la dignidad del matrimonio, sino que la presuponen y la confirman. El matrimonio y la virginidad son dos modos de expresar y de vivir el único Misterio de la Alianza de Dios con su pueblo» (Exhort. Apost. Familiaris consortio, 22-XII-1981, n. 16).
18 Así lo expresa san Agustín: «Eso indican las palabras con las que María respondió al ángel que le anunciaba un hijo: ¿Cómo -dijo- será eso, puesto que no conozco varón? Esto no lo habría dicho ciertamente si antes no hubiese hecho el propósito de entregarse como virgen a Dios. Pero como las costumbres de los israelitas aún no admitían esto, se desposó con un hombre justo, quien no le arrebataría con violencia, antes bien le defendería contra los violentos, aquello de lo que ella había hecho voto» (Tratado sobre la virginidad, 4).
19 Cfr. S.Th. III, q. 36, a. 5, c y ad 2.
20 Especialmente el Protoevangelio de Santiago, el llamado Evangelio del Pseudo Mateo, el Evangelio de la Natividad de María y el Evangelio de Tomás.
21 «José, ya anciano, muerta su esposa... y obligado por la necesidad de la suerte, recibió en matrimonio a la sacrosanta Virgen María» (SAN EPIFANIO, Ancoratus, MG 43, 121. Repite la misma teoría en Adversus haereses, MG 41, 276; 42, 708).
22 Refiriéndose a la juventud de san José, san Josemaría escribe: «para vivir la virtud de la castidad, no hay que esperar a ser viejo o a carecer de vigor. La pureza nace del amor y, para el amor limpio, no son obstáculos la robustez y la alegría de la juventud. Joven era el corazón y el cuerpo de san José cuando contrajo matrimonio con María, cuando supo del misterio de su Maternidad divina, cuando vivió junto a Ella respetando la integridad que Dios quería legar al mundo, como una señal más de su venida entre las criaturas» (Es Cristo que pasa, n. 40).
23 Cfr. S. DEL PÁRAMO, La edad de San José, en Sal Terrae, 44 (1956), pp. 259 ss.
24 Entre los mosaicos que representan la figura de san José es notable el del arco triunfal de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, de los tiempos del Papa Sixto III (432-440). En los misterios de la vida de Cristo en los que aparece, su aspecto es juvenil y lleno de fortaleza. En muchas de las pinturas con las que el Papa Juan VII, en el siglo vm, ornamentó varias iglesias, San José aparece siempre joven. En algunos sarcófagos cristianos de los primeros siglos se representa a san José con túnica de obrero y facciones llenas de vigor (cfr. J. WILPERT, I sarcofagi cristiani antichi I, Roma 1929, cit. por S. DEL PÁRAMO, en La edad de..., pp. 262-263).
25 Cfr. J. LEAL, Y el nombre de la Virgen, María, en Lumen 2 (1953), pp. 24-37.
26 Maria, sermone syro, Domina nuncupantur (SAN JERÓNIMO, Liber de nominibus hebraicis, ML 23, 886). También, SAN EPIFANIO (Hom. II in Sabbato Magno, MG 43, 448 ss.) y otros.
27 Así ha pasado a muchos idiomas: Nuestra Señora, en castellano; Our Lady, en inglés; Madonna, en italiano; Notre-Dame, en francés; Nossa Senhora, en portugués, etc.
28 San Jerónimo la menciona dos veces (cfr. De nominibus hebraicis, ML 23, 833 y ML 23, 886).
29 Esta tradición se apoya en el Protoevangelio de Santiago, aparecido en el siglo n.
30 Desde la creación, donde los ángeles son llamados hijos de Dios, y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos anunciando de lejos o de cerca esa salvación y sirviendo al designio divino: cierran el paraíso terrenal, protegen a Lot, salvan a Agar y a su hijo, detienen la mano de Abrahán, la Ley es comunicada por su ministerio, conducen el pueblo de Dios, anuncian nacimientos y vocaciones, asisten a los profetas... De la Encamación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado estará rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando va a nacer el Primogénito en el mundo, se dice: adórenle todos los ángeles de Dios (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en todos los tiempos: Gloria a Dios... (Lc 2, 14). Protegerán la infancia de Jesús, le servirán en el desierto, le reconfortarán en la agonía. Son también los ángeles quienes anunciarán la buena nueva de la Encarnación y de la Resurrección de Jesús. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles, estos estarán presentes al servicio del Señor (cfr. Catecismo, nn. 335-336).
31 María es la obra maestra de Dios. Por primera vez, el Padre encuentra la morada en donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello la tradición de la Iglesia ha entendido frecuentemente los más bellos textos sobre la sabiduría con relación a María: María es cantada y representada en la Liturgia como el trono de la Sabiduría. En Ella comienzan a manifestarse las maravillas de Dios (cfr. Catecismo, n. 721).
32 La descripción del Niño que había de venir era claramente mesiánica. Se anuncia su grandeza, su dignidad de Hijo del Altísimo y su condición de sucesor de David, su padre, como había sido revelado a partir del profeta Natán (2S 7, 9. 16).
33 La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la Primera Alianza (Hb 9, 15) lo hacen converger todo hacia Cristo; se anuncia esta venida por boca de los profetas. Incluso despierta en el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida (cfr. Catecismo, n. 522). La Virgen conocía bien todas estas señales indicadoras.
34 ... Al final llenará de gloria el camino del mar y la otra ribera del Jordán, la Galilea de los gentiles. El pueblo que andaba entre tinieblas vio una gran luz. Sobre los que habitan en la tierra de sombras de muerte resplandeció una brillante luz. Multiplicaste la alegría, has hecho grande el júbilo, y se gozan ante ti como se gozan los que recogen la mies, como se alegran los que se reparten la presa. Rompiste el yugo que pesaba sobre ellos... Porque nos ha nacido un niño y se nos ha dado un hijo, que tiene sobre sus hombros la soberanía, y que se llamará Maravilloso, Consejero, Dios fuerte, Padre de la eternidad, Príncipe de la paz. Su dominio alcanzará tejos y la paz no tendrá fin. Se sentará en el trono de David y reinará en su reino, a fin de afianzarlo y consolidarlo desde ahora hasta el fin de los siglos (Is 9, 1-6).
35 Es la traducción literal del texto griego ¡Dios te salve! (cfr. Santos Evangelios, EUNSA, nota a Lc 1, 28).
36 En la antigüedad, cuando está plenamente vigente la esclavitud, es donde se debe valorar la fuerza y el sentido de esta expresión de María. El esclavo no tenía otra voluntad ni otro querer que el de su amo. Vive para su dueño y está de modo permanente a su servicio, sin horas fijas de dedicación y sin condiciones.
37 Esto no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a las herejías que la falseaban (cfr. Catecismo, n. 464).
38 Jn 19, 26-27.
39 En razón de esta maternidad, escribe bellamente san Bernardo, María es «el acueducto que, recibiendo la plenitud de la misma fuente del corazón del Padre, nos la hace llegar a nosotros... Esta es la voluntad del Señor, que quiso que todo lo recibiéramos por María» (cfr. Sermón en la Natividad de María, 4-7).
40 Ga 4, 4-5.
41 El Hijo de Dios «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado» (Const. Gaudium et spes, 22, 2).
42 Is 7, 14.
43 Buena parte de los lectores de san Mateo eran judíos. Por eso, en su evangelio, resalta que Jesús era el Mesías prometido en el Antiguo Testamento y que en Él se habían realizado las profecías mesiánicas. De aquí la advertencia frecuente de que aquello ocurrió para que se cumpliera lo que se había dicho, refiriéndose a pasajes del Antiguo Testamento.
44 Mt 1, 22-23. El Magisterio de la Iglesia (Breve Divina, 20-IX-1779) condenó una interpretación que negaba el sentido mesiánico de este texto de Isaías.
45 Is 9, 6.
46 Rm 1, 3; cfr. Lc 1, 27.
47 La solución más frecuente y con mayor fundamento para explicar las diferencias entre las genealogías de Mateo y Lucas sugiere que ambos evangelistas recogen la genealogía de san José, pero uno tiene en cuenta la ley del levirato -si alguien moría sin hijos, su hermano debía tomar por mujer a la cuñada viuda, siendo el primogénito de este matrimonio hijo legal del difunto (cfr. Dt 25, 5-6)- y el otro no.
48 La élite judía fue deportada a Babilonia en los años 597 y 587 a.C. Setenta años más tarde, en el 538, Ciro firmó un decreto -que se conserva- por el que los judíos podían volver a su patria. Algunas familias judías regresaron a Palestina. La mayoría de los exiliados y sus descendientes permanecieron en el país, donde se les encuentra bien instalados a mediados del siglo v. Se dedicaban especialmente al comercio, a las tareas administrativas, a la agricultura, a la ganadería y a la pesca (cfr. Daniel ROPS, ÉL pueblo de la Biblia, pp. 251 ss.).
49 Cfr. G. RICCIOTI, Historia de Israel, vol. II, n. 88.
50 Cfr. Esd 2, 61-63; Ne 7, 63-65.
51 Flp 3, 5; cfr. Rm 11, 1.
52 Acerca de este modo de actuar de Santa María, comenta el BEATO ALVARO DEL PORTILLO: «Sus días en la tierra estuvieron empapados de naturalidad y humildad: siendo la criatura más excelsa pasó oculta entre las mujeres de su tiempo. Amó y trabajó en silencio, sin llamar la atención de quienes la conocían, atenta solo a captar los impulsos del Espíritu Santo y a satisfacer las necesidades de las almas», Carta pastoral, 1 de agosto de 1989.
53 Cfr. P. A. MARCE, ÉL toponímico natal del Precursor, en Estudios eclesiásticos 34 (1990), pp. 325-336.
54 Al recibir este don de Dios, el Bautista saltó de gozo en el vientre de Isabel. Este hecho tuvo lugar en cumplimiento de la profecía del ángel: será lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre (Lc 1, 15).
55 Esta escena de la Visitación nos presenta una faceta de la vida interior de María: su actitud de servicio humilde y de amor desinteresado para quien se encuentra en necesidad.
56 La madre de mi Señor. Este es el título que da Isabel a María. Con frecuencia, en los evangelios encontraremos personas que se dirigen a Jesús llamándole Señor. Este título expresa el respeto y la confianza de los que se acercan a Jesús y esperan de Él socorro y curación. Reconocen el misterio divino que encierra. Con Cristo resucitado, se convierte en adoración: Señor mío y Dios mío (Jn 20, 28). Entonces toma una connotación de amor y de afecto que quedará como propio de la tradición cristiana: ¡Es el Señor! (Jn 21, 7) (cfr. Catecismo, nn. 446, 447, 448).
57 Comentario a los salmos, 21, 2, 5.
58 Dt 22, 20 y ss.
59 Cfr. Biblia de Jerusalén, nota a Mt 1,19.
60 Sobre la rectitud y el acierto con que actúa José, ha escrito Benedicto XVI: «Solo a una persona íntimamente atenta a lo divino, dotada de una peculiar sensibilidad por Dios y sus senderos, le puede llegar un mensaje de Dios de esta manera. Y la capacidad de discernimiento era necesaria para reconocer si se trataba solo de un sueño o si verdaderamente había venido el mensajero de Dios y le había hablado». La infancia de Jesús, p. 47.
61 Exhort. Apost. Redemptorís cusios, 15-VIII-1989, n. 3.
62 Is 7, 14.
63 César Augusto, emperador de Roma, reinó del 30 a.C. al 14 d.C.
64 Belén (Beth-Lehem) significa casa del pan. Se encuentra a unos cien kilómetros de Nazaret y a unos siete de Jerusalén.
65 Gn 35, 19.
66 Francisco Papa lo ha expuesto asi: «El origen eterno de Cristo está en el Padre; él es el Hijo en sentido total y único; y, por eso, es engendrado en el tiempo sin concurso de varón... Por otra parte, la verdadera maternidad de María ha asegurado para el Hijo de Dios una verdadera historia humana, una verdadera carne, en la que morirá en la cruz y resucitará de los muertos». Encl. Lumen fidei, n. 59.
67 J. M. CASCIARO, Jesús de Nazaret, p. 42.
68 La gruta en la que se venera actualmente el Nacimiento de Jesús es la que, entre los lugares arqueológicos de la vida de Cristo, tiene a su favor testimonios más antiguos y autorizados. Orígenes, a comienzos del siglo III, atestigua que existe una tradición muy conocida «en aquellos lugares y aun entre los ajenos a la fe» (Contra Celsum, I, 51). Él mismo recorrió los santos lugares para testificar que verdaderamente la narración evangélica estaba de acuerdo con la realidad. En el año 135 el emperador Adriano dedicó este lugar al culto de Adonis, con la intención de borrar todo vestigio cristiano. Pero esto mismo sirvió más tarde para identificarlo con mayor exactitud (cfr. SAN JERÓNIMO, Epístola a Paulino, PL XXII, 581; EUSEBIO, Vida de Constantino, III, 43).
69 Al profundizar en la maternidad virginal, la Iglesia confiesa la virginidad real y perpetua de María, también en ese momento del parto. El nacimiento de Cristo «lejos de disminuir consagró la integridad virginal» de su Madre (Const. Lumen gentium, n. 57; cfr. también Catecismo, n. 499). Hay constancia documental de esta fe de la Iglesia en los primeros siglos, y, enseguida, los testimonios escritos aparecen por todas partes.
70 El buey y la muía que hemos visto en tantos «belenes» no aparecen en los evangelios, pero esos dos animales «dando calor» al Niño son tan entrañables que hoy resultan inseparables de la Navidad. Son mencionados en un escrito apócrifo de los primeros siglos (Evangelio de la Natividad, XTV).
71 San Jerónimo, Contra Helvidio, 10.
72 Conocido es el caso del epitafio encontrado en Egipto y fechado el 2 de Mehir del año 25 de Augusto (25 de enero del año 5 antes de Cristo), hallado sobre la tumba de una mujer judía llamada Arsinoe, la cual, hablando en primera persona, dice haber muerto del parto de su primogénito: En los dolores de parto del hijo primogénito la Suerte me llevó al término de mi vida (puede verse el texto completo en J. B. FREY, Corpus Inscriptionum Judaicarum, Roma 1936, vol. II, pp. 420-422). Evidentemente, en este caso el primogénito fue realmente único. El autor del epitafio llama protopós al hijo de cuyo parto murió Arsinoe, no porque detrás de él hubiera otros hijos de la misma madre, sino porque antes de él no había tenido ninguno.
73 «El profeta Miqueas, mirando hacia un futuro lejano, anunció que de Belén había de salir el que un día apacentaría al pueblo de Israel. Jesús nace entre los pastores. Él es el gran Pastor de los hombres. BENEDICTO XVI, La infancia de Jesús, p. 80.
74 Por contraste, los judíos de aquellos tiempos incluían a los pastores entre los pecadores y publícanos, debido a que, por su ignorancia, eran poco cumplidores de las prescripciones de la Ley de Moisés. Por ello no se les admitía como jueces ni como testigos (Sanhedrín, 25b). Sin embargo, fueron los únicos, junto con los Magos, llamados a contemplar al Mesías.
75 Jr 4,4; 6, 10.
76 Los nombres de plantas y animales expresan los deseos de los padres: Débora (abeja), que sea laboriosa; Tamar (palmera), que sea fecunda; Yona (paloma), por su sencillez... Otros: Caleb (perro), Akbor (ratón), Egla (ternera), Nahás (serpiente), etc.
77 Flp 2, 9-10.
78 Lv 12, 1-8.
79 Ver especialmente SAN HILARIO, Hom. 18, sobre los Evangelios.
80 El siclo, shekel, era la moneda del Templo. También se usaba como unidad de peso y equivalía a cuatro dracmas-denarios (G. SEGALLA, Panoramas del Nuevo Testamento, p. 144). En la vida corriente se usaban el dracma griego y el denario romano. Cinco siclos eran unos veinte días de trabajo. Judas traicionará años más tarde al Señor por treinta siclos (cfr. Mt 26, 15). No se puede olvidar que, en el mundo antiguo, las monedas se pesan. Su peso, algo variable, permitía a los cambistas jugar con las diferencias. Las equivalencias flotaban, porque la plata no era pura. En cada moneda variaba el título, es decir, la proporción de plata pura.
81 Dimittis, «dejar libre», es el verbo que se empleaba para indicar la libertad de un prisionero, la manumisión de un esclavo, el relevo de un centinela.
82 Sobre el alcance de estas palabras de Simeón, ha escrito Benedicto XVI: «La oposición contra el Hijo afecta también a la Madre e incide en su corazón. La cruz de la contradicción se convierte en una espada que atraviesa su alma. De María podemos aprender la verdadera compasión, libre de sentimentalismo alguno, acogiendo el dolor ajeno como sufrimiento propio». La infancia de Jesús, p. 93.
83 San Lucas enlaza directamente con la estancia posterior en Nazaret, después de la vuelta de Egipto, y omite por completo esta etapa en Belén. Escribe después de san Mateo.
84 Para aquellos astrónomos era la estrella, según la expresión de san Agustín (Sermón 97), un lenguaje exterior muy adecuado para atraer su atención y su fe. Pero, evidentemente, a este lenguaje de fuera se asoció una palabra mucho más clara, una revelación divina, que precisó su sentido y les impulsó a ir a ofrecer en persona su homenaje al rey de los judíos. Esto parece claro.
85 En particular san Justino (Diálogo con Trifón, 10) y san Juan Crisóstomo (Homilías sobre el Evangelio de san Mateo, hom. 1) escriben en este sentido. Ver también Catena Aurea, voi. I, pp. 13 ss.
86 A finales del siglo II, Clemente de Alejandría habla de una estrella «insólita y nueva» (Excerpta ex Teodoro, 74, 2).
87 La ascética cristiana ha considerado muchas veces la estrella de Belén como imagen de la llamada del Señor a cada uno. Como en el caso de los Magos, cuando se sigue la propia vocación, todos los caminos (trabajo, dolor, familia...) se empalman para llevar a Dios. Toda la vida se vuelve camino hacia Jesús.
88 San Juan Crisóstomo explica que «Dios los llama por lo que a ellos les era más familiar, y les muestra una estrella grande y maravillosa para que les impresionara por su misma grandeza y hermosura» (Homilías sobre san Mateo, 7).
89 Ver MIGNE, II, 14. Ver también F. PRAT, Jesucristo, vol. I, p. 470.
90 ORÍGENES, Homiliae in Genesis (MG 14, 3); también, más tarde, SAN LEÓN MAGNO, Sermón 31 (ML 54, 235), etc.
91 Hay que tener en cuenta que en tiempos de Nuestro Señor Jerusalén era una ciudad pequeña, si se la compara con nuestras grandes poblaciones de ahora. Se calcula en veinte mil las personas que habitaban dentro de las murallas, y cinco o diez mil más fuera de ellas (J. JEREMÍAS, Jerusalén en tiempos de Jesús, p. 102). En los días de las grandes festividades, principalmente la Pascua, la población de la ciudad santa podía multiplicarse por cinco o por seis.
92 «¿Por qué tanta alegría? -comenta san Josemaría-. Porque los que no dudaron nunca reciben del Señor la prueba de que la estrella no había desaparecido: dejaron de contemplarla sensiblemente, pero la habían conservado siempre en el alma. Así es la vocación del cristiano: si no se pierde la fe, si se mantiene la esperanza en Jesucristo que estará con nosotros hasta la consumación de los siglos, la estrella reaparece. Y, al comprobar una vez más la realidad de la vocación, nace una mayor alegría, que aumenta en nosotros la fe, la esperanza y el amor» (Es Cristo que pasa, n. 35).
93 La aparición de Cristo en la tierra es un motivo continuo de alegría. Comienza con el gozo por el nacimiento del Precursor y se extiende a la Concepción de Jesús, que hizo saltar de alegría al niño Juan en las entrañas de su madre e inundó de gozo a María. Cuando Jesús nace, el ángel anuncia a los pastores la gran alegría que ello reportará a todo el pueblo, y el hecho provoca el cántico gozoso de los ángeles y la alabanza exultante de los pastores. Así también en el encuentro con cada hombre y con cada mujer.
94 San Buenaventura, en un sermón para la víspera de la Epifanía, señala la existencia de tres estrellas que todos debemos descubrir: una estrella externa, que es el Evangelio; una estrella superior, que es la Virgen Madre; y una estrella interior, que es la gracia del Espíritu. Con la luz de estas tres estrellas hemos de llegar hasta Cristo para ofrecerle nuestros dones y nuestra vida (En la Epifanía del Señor, en Obras de san Buenaventura, vol. II, p. 404).
95 El Concilio de Trento cita expresamente este pasaje para enseñar cómo ha de ser el culto que se debe dar a Cristo en la Sagrada Eucaristía (De SS. Eucharistia, cap. 5).
96 De ello no dudaron nunca los Santos Padres (cfr. SAN AGUSTÍN, Sermón 200; SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de san Mateo, VIII, etc.).
97 El incienso era el elemento principal en la composición del per- fume sagrado. Se añadía también a las oblaciones y con él se espolvoreaban los panes de la proposición. Provenía de Saba, en el sur de Arabia. En el Nuevo Testamento se menciona también en la lista de mercancías preciosas que se nombran en el Apocalipsis. La mirra, una resina aromática, servía de perfume, bien en forma de polvo (resina endurecida y triturada), o bien en forma líquida, mezclada con el aceite sagrado de la unción. El vino mezclado con mirra poseía poder embriagador. Constituía un regalo muy apreciado (cfr. Diccionario Enciclopédico de la Biblia, Herder, Barcelona 1993, pp. 70 y 1034. En adelante esta obra aparecerá citada como DEB).
98 La Epifanía manifiesta que «la multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas» (S. León Magno), en el pueblo elegido (cfr. Catecismo, n. 528).
99 La Tradición ha visto en estos singulares personajes a miles de almas de toda lengua y nación que se ponen en camino para adorar a Jesucristo. Desde entonces nuevas gentes se han acercado a Jesús. Del mismo modo hemos llegado nosotros de todas las latitudes, de todas las razas y pueblos. Jesús sigue siendo la persona más amada del mundo, por el que muchos han dejado bienes, comodidad, éxitos... para llegar hasta Él y adorarle, como los Magos.
100 El viaje desde Gaza hasta la primera ciudad de Egipto duraba unos siete días. Si se añaden a estos los que tardaron desde Belén a Gaza y los que caminaron por la región de Egipto, se concluye que tardarían en llegar de doce a catorce días.
101 El Señor pudo suprimir el sufrimiento, pero no se lo evitó a los suyos, y eran las criaturas que más amaba en el mundo... Aunque alimentó milagrosamente a muchedumbres enteras, Él quiso pasar hambre. Compartió nuestras fatigas y nuestras penas. El alma de Jesús experimentará todas las amarguras: la indiferencia, la ingratitud, la traición, la calumnia, el dolor moral en grado sumo al cargar con los pecados de la humanidad, la infamante muerte de cruz. Sus adversarios quedarán admirados por lo incomprensible de su conducta: Salvó a otros -decían en tono de burla- y a sí mismo no puede salvarse (Mt 27, 42). Era preciso que el Mesías padeciera esto (cfr. Lc 24, 2), explicará el mismo Señor a los discípulos de Emaús. El Señor quiere que evitemos el dolor y que luchemos contra la enfermedad con los medios a nuestro alcance; pero pide, a la vez, que demos un sentido redentor y de purificación personal a nuestros sufrimientos y dolores; también a los que nos parecen injustos o desproporcionados.
102 SEUDO-MATEO, Libro del nacimiento de María y de la infancia del Salvador, cap. XX-XXIII (muy compendiado). El apócrifo es del siglo VI. Un esmalte que se conserva en el museo de Cluny nos muestra a dos caritativos bandidos que, compadecidos de los viajeros, les dan sus vituallas. Uno de estos bandidos sería luego el buen ladrón, al que Jesús, en la cruz, le recompensó con la promesa del Cielo (cfr. DANIEL-ROPS, Jesús en su tiempo, p. 133).
103 En Egipto había numerosas colonias de judíos; muchos de ellos, desterrados o huidos de la tiranía de Herodes. Flavio Josefo afirma que en su tiempo había en Egipto alrededor de un millón de judíos, la mayor parte de ellos en Alejandría (Antigüedades judías, XII, 9, 7).
104 En ocasiones se ha hablado de centenares, incluso de miles. Se ha llegado a dar la cifra de 144.000, identificando a los inocentes con los que preceden al Cordero mencionados en el Apocalipsis (Ap 7, 9). La cifra, como es lógico, es mucho más pequeña.
105 FLAVIO JOSEFO, Antigüedades judías, XVIII, VI, 5.
106 Entonces, reinando ya Arquelao, José recibió un nuevo aviso del ángel: Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel; pues han muerto ya los que atentaban contra la vida del niño (Mt 2, 20). Parece probable que la Sagrada Familia permaneciera en Egipto unos dos años y algunos meses.
107 Mc 6, 1; Mt 2, 23.
108 Jesús «debía de parecerse a José: en el modo de trabajar, en rasgos de su carácter, en la manera de hablar. En el realismo de Jesús, en su espíritu de observación, en su modo de sentarse a la mesa y de partir el pan, en su gusto por exponer la doctrina de una manera concreta, tomando ejemplo de las cosas de la vida ordinaria, se refleja lo que ha sido la infancia y la juventud de Jesús y, por tanto, su trato con José» (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, n. 55).
109 «Con la respuesta del niño a sus doce años ha quedado claro, por un lado, que él conoce al Padre -Dios- desde dentro. No solo conoce a Dios a través de seres humanos que dan testimonio de él, sino que lo conoce en sí mismo. Como Hijo, él vive en un tú a tú con el Padre. Está en su presencia». BENEDICTO XVI, La infancia de Jesús, p. 131.
110 La consideración de la vida oculta del Señor nos habla de nuestra vida sencilla, que es también importante porque, unidas nuestras acciones a las de Jesús, tienen valor de corredención, y el alma crece día a día en amor a Dios y madurez sobrenatural. «Las obras del Amor son siempre grandes, aunque se trate de cosas pequeñas en apariencia» (San JosemarÍa Escrivá, ES Cristo que pasa, n. 44).
111 San Marcos la menciona indistintamente como madre de uno o del otro: María la de José la tarde del viernes santo (Mc 15, 47), María la de Santiago el domingo de resurrección (Mc 1, 1). Mateo la llama simplemente la otra María, para distinguirla de María Magdalena, junto a la cual se sienta frente al sepulcro la tarde del viernes santo (Mt 27, 1) y con la que vuelve el domingo por la mañana (Mt 28, 1).
112 San Juan habla de cuatro mujeres en el Calvario: su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena (Jn 19, 25). Es muy posible que esta hermana de la Virgen sea la madre de Santiago y José, de la que hablan Marcos y Mateo (P. R. BERNARD, ÉL misterio de Jesús, vol. I, p. 214). Otros autores, entre ellos Prat, piensan que en el Calvario había tres mujeres y no cuatro: la madre de Jesús; su hermana María, mujer de Cleofás; y María Magdalena (F. PRAT, Jesucristo, vol. I, p. 482). Juan no escribe su nombre quizá para no subrayar que cuatro Marías rodearon a Jesús en su agonía.
113 Tiberio César fue el segundo emperador romano. El año decimoquinto de Tiberio se cuenta desde el 1 de octubre del año 27 al 30 de septiembre del año 28 de nuestra era, si se admite la manera de contar los años imperiales tal como estaba en uso en Antioquía y en los países sirios, de donde Lucas era originario.
114 Poncio Pilato fue procurador, o prefecto, de Judea desde el año 2 al 3 de nuestra era. Su mandato comprendía, además, Samaría e Idumea.
115 Los judíos, por reverencia al nombre de Dios, evitaban pronunciarlo y lo sustituían por otras palabras, como en este caso. Era este un concepto utilizado ya en el Antiguo Testamento y en el ambiente religioso de los judíos de aquella época, pero es particularmente frecuente en la predicación de Jesús. La fórmula Reino de los Cielos puede expresar de modo genérico el dominio de Dios sobre las criaturas. Pero normalmente se refiere a la intervención soberana y misericordiosa de Dios en la vida de su pueblo.
116 Juan tenía plena conciencia de su misión de ser el precursor de alguien más grande que él: es humilde, sabe cuál es su sitio y no intenta ocupar otro. No busca su propia gloria, sino la del Señor. Se desprenderá de los que le siguen, para que vayan a Jesús. La humildad estaba en la base de toda su personalidad apostólica. Todo apostolado es, en cierto modo, semejante a la misión del Bautista: preparar el terreno para que Cristo penetre con facilidad en las almas. «En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret, Unigénito del Padre, que ha sufrido y ha muerto por nosotros y que ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros... Catequizar es... descubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios...» (cfr. Catecismo, n. 426).
117 BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret /, pp. 40-41.
118 Cfr. Lc 3, 21.
119 El misterio de la Santísima Trinidad es el centro infinitamente trascendente de la vida de los hombres, de la historia y de la creación entera. Nada realiza nuestra Madre la Iglesia sin invocar previamente a la Trinidad Beatísima. Pero es en el Santo Sacrificio del Altar donde especialmente son invocadas las tres divinas Personas.
120 Los Padres griegos, desde el siglo II, colocan unánimemente el día del Bautismo del Señor el día 13 de enero. También la Iglesia occidental celebraba en el mismo día este acontecimiento ya desde tiempos remotos (ahora se conmemora el primer domingo después de Epifanía). Los datos que conocemos por los evangelios parecen confirmar de alguna manera esta tradición. Efectivamente, entre el bautismo de Cristo y la primera Pascua en el mes de abril hay que suponer por lo menos dos meses de distancia. Cristo, inmediatamente después del bautismo, se retiró al desierto, donde permaneció durante cuarenta días. Desde allí volvió a las orillas del Jordán, donde el Bautista seguía predicando (Jn). Después de unos ocho días tuvieron lugar las bodas de Caná de Galilea (Jn). Vino después a Cafamaún, donde no permaneció un largo espacio de tiempo, según nos indica san Juan. Y desde allí subió a Jerusalén a celebrar la Pascua. El bautismo, por lo tanto, debió de tener lugar en los primeros días de enero.
121 Juan Pablo II, Ene. Dominum et vivificantem, 18-V-1986, nn. 21-22.
122 Ibídem.

123 El demonio posee un gran poder, pero este no es infinito. Solo es una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños -de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física en cada hombre y en la sociedad-, esta acción es permitida por la divina providencia que, con fuerza y dulzura, dirige la historia del hombre y del mundo. Es un gran misterio para nosotros que Dios permita la actividad diabólica, pero sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman (Rm 8, 28). La victoria de Jesús aquí en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, momento supremo de su amor y obediencia filial al Padre (cfr. Catecismo, nn. 395, 540).
124 Cfr. San Juan Crisóstomo, Homilías sobre san Mateo, 12, 1: MG 57, 209 ss.; San Agustín, Sermón 123: ML, pp. 85 ss., etc.
125 Hb 2, 18; Hb 4, 15.
126 Los cristianos podemos salir victoriosos de las pruebas gracias a la victoria de Jesús; y de hecho vamos a sufrir diversas y frecuentes tentaciones. San Pedro lo recordaba a los primeros cristianos: Sed sobrios y estad vigilantes; porque vuestro enemigo el diablo anda dando vueltas alrededor de vosotros en busca de presa que devorar... (1P 5, 8). El Señor, en su providencia, ha dispuesto que también de las tentaciones saquemos provecho. Toda tentación vencida robustece el alma y aumenta la gracia santificante.
127 Cfr. Rm 7, 21-25.
128 En este sentido, advierte san Agustín: «No creas que el diablo ha perdido su crueldad; cuando acaricia, es cuando más cuidado debemos tener» (Comentario al Evangelio de san Juan, 10, 1).
129 Dt 8, 3.
130 Como dice Orígenes (MG 13, 1879), «le seguía como un atleta que voluntariamente camina a la lucha».
131 «Pero Jesús nos dice también lo que objetó a Satanás, lo que dijo a Pedro y lo que explicó de nuevo a los discípulos de Emaús: ningún reino de este mundo es el Reino de Dios, ninguno asegura la salvación de la humanidad en absoluto. El reino humano permanece humano, y el que afirme que puede edificar el mundo según el engaño de Satanás, hace caer el mundo en sus manos. Aquí surge la gran pregunta que nos acompañará a lo largo de todo este libro: ¿qué ha traído Jesús realmente, si no ha traído la paz al mundo, el bienestar para todos, un mundo mejor? ¿Qué ha traído? La respuesta es muy sencilla: a Dios. Ha traído a Dios. Aquel Dios cuyo rostro se había ido revelando primero poco a poco, desde Abraham hasta la literatura sapiencial, pasando por Moisés y los Profetas; el Dios que solo había mostrado su rostro en Israel y que, si bien entre muchas sombras, había sido honrado en el mundo de los pueblos; ese Dios, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Dios verdadero, Él lo ha traído a los pueblos de la tierra. Ha traído a Dios: ahora conocemos su rostro, ahora podemos invocarlo. Ahora conocemos el camino que debemos seguir como hombres en este mundo. Jesús ha traído a Dios y, con Él, la verdad sobre nuestro origen y nuestro destino; la fe, la esperanza y el amor. Solo nuestra dureza de corazón nos hace pensar que esto es poco. Sí, el poder de Dios en este mundo es un poder silencioso, pero constituye el poder verdadero, duradero. La causa de Dios parece estar siempre como en agonía. Sin embargo, se demuestra siempre como lo que verdaderamente permanece y salva. Los reinos de la tierra, que Satanás puso en su momento ante el Señor, se han ido derrumbando todos. Su gloria, su doxa, ha resultado ser apariencia. Pero la gloria de Cristo, la gloria humilde y dispuesta a sufrir, la gloria de su amor, no ha desaparecido ni desaparecerá» (BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, pp. 101-102).
132 Dt 6, 13-14.
133 «... Y los ángeles vinieron y le servían». También en nuestra vida vamos a tener la ayuda de estos mensajeros de Dios. Yo mandaré a un ángel delante de ti -dice el Señor a Moisés- para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto (Ex 23, 20). Esto se hace realidad en la vida de cada hombre. Misión de los ángeles es auxiliar al hombre contra todas las tentaciones y peligros, y traer a su corazón buenas inspiraciones. Son nuestros intercesores, nuestros custodios, y nos prestan su auxilio cuando los invocamos. También pueden prestamos ayudas materiales, si son convenientes para nuestro fin sobrenatural o para el de los demás. Especialmente pueden colaborar con nosotros en el apostolado, en la lucha contra las tentaciones y contra el demonio, y en la oración. «Además de llevar a Dios nuestras noticias, traen los auxilios de Dios a nuestras almas y las apacientan como buenos pastores, con comunicaciones dulces e inspiraciones divinas. Los ángeles nos defienden de los lobos, que son los demonios, y nos amparan» (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 2, 3). Nunca estamos solos en la tentación o en la dificultad, nuestro ángel nos asiste; estará a nuestro lado hasta el mismo momento en que abandonemos este mundo, y después nos acompañará al juicio.
134 1Co 5, 7. Cada día, antes de administrar la Sagrada Comunión a los fieles, los sacerdotes pronuncian estas palabras, mientras muestran al mismo Jesús: Este es el Cordero de Dios... Alguna vez tendríamos que emocionamos ante estas palabras del sacerdote.
135 «Toda la vida es un encuentro con Jesús: en la oración, cuando vamos a misa y cuando realizamos buenas obras, cuando visitamos a los enfermos, cuando ayudamos a un pobre, cuando pensamos en los demás, cuando no somos egoístas, cuando somos amables... en estas cosas encontramos siempre a Jesús. Y el camino de la vida es precisamente este: caminar para encontrar a Jesús». FRANCISCO PAPA, Homilía de 1-12-2013.
136 Rabí fue al principio un título honorífico y quedó reservado, más tarde, a los escribas. Era el maestro versado en el conocimiento de la Ley y de la tradición doctrinal, que enseñaba de modo gratuito. Estos maestros eran tenidos en tanta estima que se encomendaba a los discípulos que los honraran más que al padre y a la madre (E. SCHÜRER, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, vol. II, pp. 431 ss.).
137 En ocasiones, entre los judíos poner un nombre era, en cierto modo, tomar posesión de lo nombrado y designar su misión en la vida. El cambio de nombre en el Antiguo Testamento marca el principio de una vocación especial. Así, Jacob es llamado Israel, Abrán se convierte en Abraham, etc.
138 Dos veces llama san Juan Madre de Jesús a la Virgen. La siguiente ocasión será en el Calvario (cfr. Jn 19, 25). Entre los dos acontecimientos -Caná y el Calvario- hay diversas analogías. Uno está situado al comienzo y el otro, al final de la vida pública de Jesús, como para indicar que toda la obra del Señor está acompañada por la presencia de María. Ambos episodios señalan la especial solicitud de Santa María hacia los hombres: en Caná intercede cuando todavía no ha llegado la hora; en el Calvario ofrece al Padre la muerte redentora de su Hijo, y acepta la misión que Jesús le confiere de ser Madre de todos los creyentes (cfr. Const. Lumen gentium, n. 58).
139 Tenía una capacidad de 39,3 litros.
140 Santo Tomás ha visto también en este vino bueno del final el premio y el gozo de la vida eterna a quienes, queriendo seguir a Cristo, han sufrido las amarguras y contrariedades de esta vida (Comentario sobre san Juan, in loc.).
141 Cfr. Jn 2, 12.
142 Jn 2, 13.
143 Sobre el valor de esta moneda, ver Anexo: «Monedas vigentes en tempos de Cristo».
144 Los sinópticos silencian a Nicodemo por completo: nombran a José de Arimatea con ocasión de la sepultura del Señor, igual que lo hace Juan, pero nada dicen de la importante contribución de aquel discípulo a la sepultura. El apócrifo llamado Evangelio de Nicodemo, que narra la Pasión de Cristo, es tardío y novelesco, y nada añade a las noticias de san Juan, aunque sí detalles varios de la Pasión que han pasado a la tradición popular.
145 Ez 11, 19.
146 Cfr. Nm 21, 8-9.
147 En este sentido podemos decir que en el buen ladrón se cumple ya el poder salvífico de Cristo en la cruz: ese hombre descubrió en el Crucificado al Rey de Israel, al Mesías, que le promete entrar en su reino aquel mismo día (cfr. Lc 23, 39-43).
148 Cfr. Epístola Luciani ad omnem Ecclesiam: FL 41, 807-815.
149 Cfr. Jn 4, 5-45.
150 2R 17, 27.
151 Dos pueblos me son odiosos y un tercero que ni siquiera es pueblo. Los que moran en las montañas de Seir y los filisteos y el pueblo necio que habita en Siquén (Si 50, 27-28).
152 Si conocieras el don de Dios. La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed... La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él (cfr. san Agustín, quaest. 4, 4) (cfr. Catecismo, n. 250).
153 Afirma san Juan Crisóstomo que «el pecado produce la más dura de las tiranías», la peor cautividad. Y añade: «de esta cárcel espiritual nos sacó Jesucristo» (Catena Aurea, in loc.). Además, este pasaje muestra la preocupación del Señor por los más necesitados. «Así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, en los pobres y en los que sufren reconoce la imagen de su Fundador, pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo» (Const. Lumen gentium, n. 8).
154 De modo semejante, la Iglesia convoca el Año Santo para anunciar y recordar la redención obrada por Cristo y su plenitud en la vida futura. Es un año de gracia y de misericordia.
155 «Los milagros son signos del amor divino, puesto que son hechos que proceden del amor humano de Jesús -amor humano de Dios-, que se apiada del dolor y de la miseria humana. Son también signos de la llegada del Reino mesiánico, son revelación de su divinidad». F. Ocáriz, L.C. Mateo-Seco, J.A. Riestra, Él misterio de Jesucristo, p. 405.
156 Caná dista de Cafarnaún unos treinta y tres kilómetros. El camino es de bajada (existe un desnivel de 650 metros).
157 Hablando de esta constancia en la oración, afirma san Agustín: «Dios difiere algunas veces lo que da, pero a nadie deja con hambre» (Coment. al Evangelio de san Juan, 20, 3). Normalmente otorga mucho más de lo que le pedimos. Esta familia obtendría, además, su amistad y poco más tarde serían todos sus componentes fieles discípulos: creyó él y toda su familia.
158 El verbo creer tiene en el evangelio de san Juan un sentido muy concreto: creer en la Persona y en la misión de Jesús, seguirle de cerca, ser su discípulo.
159 «Jesús se dirigió con su mensaje a las masas del pueblo. Pero este dirigirse a ellas no le bastaba. Vemos en los evangelios que hay un grupo de personas que están más cerca de Jesús. Para enjuiciar la personalidad de Jesús, esta observación es muy significativa, porque nos muestra que él quería tener personas cerca de sí y que no estaba dispuesto a recorrer
160 Rm 1, 1; 1Co 1, 1.
161 Ga 1, 1.
162 2Tm 1, 9.
163 «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría». FRANCISCO PAPA, Exh. Ap. Evangelii gudium, n. 1.
164 Las excavaciones han sacado a la luz una casita del siglo i, construida con piedras de basalto, que se transformó progresivamente en iglesia. Lo primero que se acondicionó fue una pieza más cuidada, que comprende un pavimento de caliza pulverizada y unas paredes enyesadas decoradas con motivos geométricos. En la primera mitad del siglo IV se aisló este conjunto mediante paredes y la pieza central se recubrió con un tejado apoyado en un arco. A mediados del siglo v, alrededor de la pieza se edificó una iglesia octogonal; más tarde se añadieron otros dos octágonos circunscritos, con un ábside del lado oriental y quizá un baptisterio. Estos edificios son testimonio de una antiquísima veneración hacia la «casa de Pedro» (DEB, p. 259). Ver notas 5 y 7 del Cap. XII.
165 Mt 4, 14-16.
166 Is 8, 23-9, 1.
167 Mt 4, 17.
168 La venida del Reino de Dios lleva consigo la derrota del reino de Satanás: si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios y anticipan la gran victoria de Jesús sobre el príncipe de este mundo. Por la cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios (cfr. Catecismo, n. 550).
169 1P 5, 8-9.
170 Marcos conoció a la Virgen y a los apóstoles con intimidad, pues su familia fue una de las primeras que ayudaron a Jesús. Por eso, su primo Bernabé lo llevó consigo en sus viajes misionales. Años después, Marcos acompaña a san Pedro en Roma como «intérprete». Esta circunstancia será fundamental en orden a la redacción de su evangelio.
171 Es más, mediante su Encarnación se ha unido en cierto modo con cada hombre y con cada mujer (cfr. Const. Gaudium et spes, n. 22). A cada uno recibe con su historia personal, con su modo de ser...
172 Cfr. Is 53, 4.
173 Al liberar a algunos hombres del hambre, de la injusticia, de la enfermedad y de la muerte, Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males de aquí abajo, sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado, que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas (cfr. Catecismo, n. 549).
174 Sobre tu palabra. Esta es la clave del milagro.
175 Los Santos Padres vieron en la lepra la imagen del pecado por su fealdad y repugnancia, por la separación de los demás que ocasiona... Con todo, el pecado, aun el venial, es incomparablemente peor que la lepra por su fealdad, por su repugnancia y por sus trágicos efectos en esta vida y en la otra. «Si tuviésemos fe y si viésemos un alma en estado de pecado mortal, nos moriríamos de terror», solía decir el Santo Cura de Ars.
176 Jn 5, 2-9a. La edición Sixto Clementina de la Vulgata recoge, como segunda parte del v. 3 y constituyendo todo el v. 4, el siguiente pasaje:que aguardaban el movimiento del agua. Pues un ángel del Señor descendía de vez en cuando a la piscina y movía el agua. El primero que se metiera en la piscina después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. La Neovulgata, en cambio, omite en su texto todo este pasaje, consignándolo sólo en nota a pie de página. Tal omisión se funda en que no viene en importantes códices y papiros griegos, ni en muchas versiones antiguas. Parece una tradición judía introducida posteriormente en algunos manuscritos del evangelio.
177 Cfr. VICENT Y ABEL, Jerusalén, III, 4, 685 ss.
178 La piscina era doble. Constaba de dos extensos estanques de planta ligeramente trapecial, separados entre sí por una estrecha franja de roca. Eran gemelos pero no estaban situados en el mismo plano: la piscina del norte se hallaba algo más elevada, para facilitar el trasvase de agua de esta a la de abajo. La profundidad de los estanques era de unos trece metros y sus paredes estaban revocadas de yeso, para evitar filtraciones del agua. Esta debía de proceder de la lluvia y de la captación en aquella zona de vaguada, pero las aguas de una de las piscinas solían tomar un color rojizo, según la observación de Eusebio de Cesarea en el siglo iv.
179 Entre ambos estanques había un canal, situado a ocho metros de altura desde el fondo de la piscina alta, por el que solo pasaba el agua cuando el nivel de aquella excedía esa altura. Por eso a veces, de forma intermitente, el agua entraba repentinamente en la piscina inferior, provocando una cierta turbulencia. A este hecho debía de estar asociada la creencia popular de que entonces se ponía más de manifiesto la especial virtud curativa de las aguas. Se han hallado las escaleras de piedra que desde los pórticos permitían descender hasta el agua. Todo indica que se trataba de un antiguo lugar de baños. Además, la creencia de que el agua en ciertos estanques de Jerusalén poseía virtudes curativas estaba muy difundida (Ez 47, 8-9) (cfr. González Echegaray, Arqueología..., p. 188)
180 La casa de Pedro, según el resultado de recientes excavaciones, era de este modo: la entrada da a la calle principal de Cafamaún, y tiene delante una pequeña explanada, estando esta un poco retranqueada en relación con las fachadas. La puerta daba acceso a un patio bastante amplio en forma de L de 84 m2. A él se abrían media docena de habitaciones, algunas con los clásicos ventanales y con la escalera exterior para subir al tejado. Una de estas habitaciones, la mayor, la más independiente y cercana a la entrada general, fue la que, con ciertas ampliaciones y acondicionamientos, se convirtió a los pocos años en iglesia doméstica y más tarde constituyó el centro de una basílica bizantina. Dada la veneración con que ha sido tratada, es casi seguro que sería la habitación destinada a Jesús mientras vivió en la casa. Al sur del patio y de las habitaciones descritas había otro patio con nuevas habitaciones (cfr. .T. GONZÁLEZ Echegaray, Arqueología..., p. 85).
181 La cubierta de las casas era frecuentemente de ramaje con tierra batida y paja, fácil de desmontar.
182 Las noticias que nos transmiten los evangelios referentes a esta casa, preferentemente Marcos, concuerdan al detalle con lo que la arqueología ha puesto de manifiesto (cfr. J. GONZÁLEZ ECHEGARAY, Arqueología..., p. 85).
183 Quizá todo apostolado no sea más que eso: situar a las personas delante de Jesús.
184 Encontrar y seguir a Jesús transforma la vida entera, esto es lo que le ocurrió al apóstol Mateo: «no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo solo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo. Por eso evangelizamos. El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él». FRANCISCO PAPA, Exh. Ap. Evangelii gaudium, 266.
185 Os 2, 18-22; Is 54, 5 ss.
186 La Iglesia conservó las prácticas penitenciales en el espíritu definido por Jesús. Los Hechos de los Apóstoles mencionan celebraciones del culto acompañadas de ayuno. San Pablo, durante su desbordante labor apostólica, no se contenta con padecer hambre y sed cuando las circunstancias lo exigen, sino que añade repetidos ayunos.
187 El odre (en griego asks) era una piel de animal (cabra o macho cabrío) con la parte interna hacia afuera, cuyas aberturas se cosían para poder guardar líquidos, en especial agua, leche y vino. Estas vasijas eran utilizadas sobre todo por nómadas y campesinos, pues permitían tener el líquido resguardado y además se podía trasladar con más facilidad.
188 Después de la destrucción del Templo en el año 70 d.C., los saduceos desaparecieron -al no existir el Templo, se acabaron los sacrificios y los sacerdotes que los ofrecían-; además, la humillación nacional que ello supuso no dejó sitio para una clase dominante hábil en pactar con los poderes extranjeros. Después de ser aplastada la rebelión de Bar Ko- khba en el año 135, los fariseos fueron los únicos capaces de modelar y reorganizar la vida religiosa de un pueblo destrozado y disperso.
189 Según el Apocalipsis (Ap 21, 12-14), la nueva Jerusalén tiene doce puertas, en las cuales están escritos los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel, y descansa sobre doce pilares, que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
190 Así se expresa san Josemaría al hablar de los Doce: «Pobres, ignorantes. Y ni siquiera sencillos, llanos. Dentro de su limitación, eran ambiciosos. Muchas veces discuten sobre quién sería el mayor, cuando -según su mentalidad- Cristo instaurase en la tierra el reino definitivo de Israel. Discuten y se acaloran durante ese momento sublime, en el que Jesús está a punto de inmolarse por la humanidad: en la intimidad del Cenáculo (...). »Son hombres corrientes, con defectos, con debilidades, con la palabra más larga que las obras. Y, sin embargo, Jesús los llama para hacer de ellos pescadores de hombres, corredentores, administradores de la gracia de Dios» (Es Cristo que pasa, n. 2).
191 «Las bienaventuranzas son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura. Él, que no tiene dónde reclinar la cabeza (cfr. Mt 8, 20), es el auténtico pobre; Él, que puede decir de sí mismo: Venid a mí, porque soy sencillo y humilde de corazón (cfr. Mt 11, 29), es el realmente humilde; Él es verdaderamente puro de corazón y por eso contempla a Dios sin cesar. Es constructor de paz, es aquel que sufre por amor de Dios: en las Bienaventuranzas se manifiesta el misterio de Cristo mismo, y nos llaman a entrar en comunión con Él. Pero precisamente por su oculto carácter cristológico las Bienaventuranzas son señales que indican el camino también a la Iglesia, que debe reconocer en ellas su modelo, orientaciones para el seguimiento que afectan a cada fiel, si bien de modo diferente, según las diversas vocaciones» (J. RATZINGER -BENEDICTO XVI-, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración, p. 102).
192 Las bienaventuranzas responden al deseo natura] de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el único que lo puede satisfacer.
193 Jesús tuvo también amigos y discípulos entre personas de buena posición social (los hermanos de Betania, Simón el fariseo, Nicodemo, José de Arimatea, Ana, mujer de Cusa...), pero estos habían encontrado en Él un tesoro, y tenían el corazón desprendido de los bienes y eran generosos a la hora de emplearlos con los demás.
194 BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret I, p. 116.
195 Benedicto XVI, o.c., p. 117.
196 Mt 11, 28-30.
197 Benedicto XVI, Ene. Cantas in veníate, n. 16.
198 El deseo de la felicidad verdadera aparta al hombre del apego desordenado a los bienes de este mundo, y tendrá su plenitud en la visión y la bienaventuranza de Dios. «La promesa de ver a Dios supera toda felicidad. En la Escritura, ver es poseer. El que ve a Dios obtiene todos los bienes que se pueden concebir» (San Gregorio de Nisa, beat. 6) (cfr. Catecismo, n. 2548).
199 En este sentido, escribió Juan Pablo II: «La familia está llamada a ser protagonista activa de la paz gracias a los valores que encierra y transmite hacia dentro, y mediante la participación de cada uno de sus miembros en la vida de la sociedad», Mensaje para la Jomada Mundial de la Paz, 8-12-1993. Y el Beato Alvaro del Portillo comentó así esta misma idea: «Si la familia puede ser protagonista de la paz, e influir decisivamente en la vida de las naciones, ha de cumplir una condición ineludible: que no pierda sus valores propios; la solidaridad, el espíritu de sacrificio, el cariño y la entrega de unos a otros, de manera que cada uno de sus miembros no piense en sí mismo, sino en el bien de los demás», Carta pastoral de 1 de enero de 1994.
200 Is 9, 6.
201 Hch 10, 36.
202 Las ocho bienaventuranzas que presenta san Mateo las resume san Lucas (Lc 20 ss.) en cuatro. Las expresiones del texto de Lucas tienen, a veces, una forma más directa e incisiva que las del primer evangelio, que son más explicativas. Y van acompañadas de cuatro antítesis. En ellas condena el Señor: la avaricia y apego a los bienes del mundo; el excesivo cuidado del cuerpo, la gula; la alegría necia y la búsqueda de la propia complacencia en todo; la adulación, el aplauso y el afán desordenado de gloria humana.
203 Esd 7, 22.
204 Is 42, 6; Is 49, 6.
205 Los judíos se alumbraban generalmente con lámparas de aceite (Mt 25, 8). Eran de arcilla y tenía dos orificios: uno para verter el aceite y el otro para la mecha. Se colocaban sobre un soporte (a veces se colgaban de un gancho) para aprovechar mejor la luz.
206 BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret I, p. 149.
207 «Solo por la vía del amor, cuyas sendas se describen en el Sermón de la Montaña, se descubre la riqueza de la vida, la grandiosidad de la vocación del hombre..., y se explica qué es la libertad: es libertad para el bien, libertad que se deja guiar por el espíritu de Dios». BENEDICTO XVI, o.c., p. 129.
208 Las excavaciones han sacado a la luz una sinagoga del siglo iv. Descansa sobre un edificio más antiguo que, con bastante probabilidad, responde a la que edificó el centurión.
209 Quizá también quiera evitar a Jesús una situación incómoda, pues, según la mentalidad de la época, la entrada en la casa de un gentil llevaba consigo contraer una impureza legal que duraba una semana (cfr. Jn 18, 28; Hch 11, 2-3).
210 Estas palabras están recogidas en parte en la liturgia de la Misa desde muy antiguo, y han servido para la preparación inmediata de la Comunión a los cristianos de todos los tiempos: Domine, non sum dignus... Señor, no soy digno de que entres en mi casa...
211 Este oficial, aun siendo pagano, pide a través de sus amigos con profunda humildad. Esta virtud es camino para la fe, lo mismo para recibirla que para avivarla. Enseña san Agustín que, en el camino que Dios ha señalado para conseguir la verdad, «el primer paso es la humildad; el segundo, la humildad; el tercero, la humildad; y cuantas veces me preguntes -escribe el Santo-, te diré siempre lo mismo» (Cartas, 118, 22).
212 Comenta el mismo san Agustín que fue la humildad «la puerta por donde entró el Señor a tomar posesión del que ya poseía» (Sermón 6).
213 El centurión quedó doblemente unido al sacramento de la Eucaristía: por las palabras que el sacerdote y los fieles pronuncian antes de comulgar en la Misa, que están inspiradas en sus palabras, y porque fue precisamente en la sinagoga de Cafarnaún, que él había construido, donde Jesús dijo por primera vez que debíamos alimentarnos de su Cuerpo para tener vida en nosotros: Este es el pan que ha bajado del cielo (...). Quien come este pan vivirá eternamente. Y precisa san Juan: Esto dijo en la sinagoga, enseñando en Cafarnaún (Jn 6, 58-59).
214 Actualmente Neus (Deb, p. 1076).
215 Sermón 98, 2.
216 Maqueronte era una edificación construida por Herodes sobre una antigua fortaleza circular. Se encontraba a 1.100 m de altura por encima del Mar Muerto. Después de la destrucción de Jerusalén sirvió de refugio a uno de los últimos grupos de la resistencia. Fue arrasado por los romanos el año 72 (FLAVIO JOSEFO, Guerras de los judíos, 7, 190-209).
217 Esta mujer nada tiene que ver con la hermana de Lázaro. Con toda probabilidad tampoco se identifica con la Magdalena, aunque en Occidente, a partir de san Gregorio Magno, se confunden frecuentemente las tres en la liturgia, hasta la última reforma. Los cristianos de Oriente las distinguen. La identificación de María de Betania nació de la común unción (Jn 12, 1-8); la confusión con la Magdalena tiene por base una errónea interpretación de la posesión de la que fue librada por el Señor. San Lucas presentará a la Magdalena poco después (Lc 8, 2) como una persona nueva. Es posible que san Lucas omita por delicadeza el nombre de esta pecadora, convertida más tarde a la fe.
218 Las muchas faltas, escribe san Agustín, llevan a amar mucho; las pocas, si así fuera realmente, llevan a dar gracias a la misericordia divina que hizo posible el no caer. «Este cometió muchos pecados, y se hizo gran deudor; el otro cometió pocos por haberle llevado Dios de la mano. Si, pues, el uno le atribuye la remisión de los cometidos, atribúyale también el otro el haberse mantenido en pie» (Sermón 99, 6).
219 Enseña san Gregorio Magno que «a nosotros representó aquella mujer cuando, después de haber pecado, nos volvemos de todo corazón al Señor y le imitamos en el llanto por la penitencia» (Homilías sobre el Evangelio, 13, 5). La verdadera contrición permite que nos olvidemos de nosotros mismos y nos acerquemos de nuevo a Jesús en un acto de amor más profundo. Este dolor de los pecados atrae la misericordia divina: Mis miradas se posan sobre los humildes y sobre los de corazón contrito (Is 66, 2).
220 A María Magdalena se le aparecerá Cristo resucitado junto al sepulcro (cfr. Jn 20, 11-18; Mc 16, 9). Tenía un profundo amor al Maestro. Como hemos dicho, no se la debe confundir con la mujer pecadora del capítulo anterior ni con la hermana de Lázaro. Desde san Gregorio Magno se le ha identificado con la pecadora de Lc 7, 36-50, y así se le ha identificado con la pecadora; y así entró en la liturgia en calidad de penitente. Pero María Magdalena fue libereda de siete demonios, es decir, fue curada de una enfermedad grave. Se le llama así por ser natural de Magdala, una ciudad situada junto al lago de Genesaret, a media hora de camino al norte de Tiberiades. El hecho de que se le mencione en primer lugar en la lista de las mujeres indica su puesto preferente, y su prestigio en las comunidades cristianas se debe al hecho de que ella, juntamente con otras mujeres, se mantuvo al pie de la cruz. Fue testigo especialmente importante de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús (cfr. J. SCHMID, ÉL Evangelio según san Marcos, p. 365).
221 Se encuentra también entre las que acuden al sepulcro en la mañana de la Resurrección (cfr. Lc 24, 10).
222 Cfr. GNILKA, Jesús de Nazaret, pp. 22 ss.
223 Jesús, al admitir mujeres como discípulas, hizo algo provocador para sus contemporáneos. Tener discípulas era inconcebible para los rabinos judíos. Hasta para el mismo servicio en las sinagogas se echaba mano de varones. La mujer no lee la Torá, no participa en el banquete pascual. Le estaba prohibido pronunciar la oración de la Sema'. El precepto del sábado no se aplicaba estrictamente a las mujeres. Tampoco se les impartía enseñanza religiosa. Al admitir discípulas, Jesús quiere elevar el puesto que la mujer ocupaba en la sociedad y contribuir a que se le restituya su dignidad humana. Cfr. GNILKA, o.c., R 226.
224 DEB, voz Mujer, pp. 1058-1059.
225 Así lo enseñaba el Papa Juan Pablo II: «En las enseñanzas de Jesús, así como en su modo de comportarse, no se encuentra nada que refleje la habitual discriminación de la mujer, propia del tiempo. Este modo de hablar sobre las mujeres y a las mujeres, y el modo de tratarlas, constituye una clara novedad respecto a las costumbres dominantes entonces» (Carta Apost. Mulieris dignitatem, 15-VIII-1988, n. 13).
226 También hizo muchos milagros en su favor (Mt 9, 22; Lc 13, 10; Mc 1, 29; 5, 25). Tres de sus prodigios más llamativos -las tres resurrecciones- se hacen o por amistad hacia las hermanas de Lázaro (Jn 12, 1-44), o por compasión hacia la viuda de Naín (Lc 7, 14), o porque se trata de una muchacha, la hija de Jairo (Mc 5, 41; Lc 8, 54).
227 Se habla de la mujer que mezcla el fermento a la masa (Mt 13, 3); de la que ha perdido una moneda (Lc 15, 8); de diez doncellas que esperan al novio de la boda (Mt 25, 1-13); de la viuda y el juez inicuo (Lc 18, 1-5); o el Reino es comparado con una parturienta (Jn 16, 21)...
228 Ella ha llevado «a la familia, a la sociedad civil, a la Iglesia, algo característico, que le es propio y que solo ella puede dar: su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición, su piedad profunda y sencilla, su tenacidad...» (Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, n. 87).
229 2R 1, 10.
230 Este evangelista sitúa la escena en otro contexto (Mt 8, 18), pero parece preferible seguir aquí a san Lucas (Lc 9, 61-62).
231 Hb 3, 14.
232 Se trata del arado primitivo, reducido a sus elementos más sencillos: la esteva, madero curvo, en una de cuyas extremidades se encaja la reja de hierro, mientras que la otra está provista de una empuñadura (Deb, p. 100).
233 Enseña san Atanasio que mirar atrás no es sino «tener pesares y volver a tomarle el gusto a las cosas del mundo» (Vida de san Antonio, 3).
234 San Mateo recoge muchas indicaciones que probablemente corresponden a misiones distintas. El evangelista las ha condensado en una sola.
235 El denario, podemos recordar, equivalía al jornal diario de un obrero o de un legionario. Su valor adquisitivo superaba las necesidades diarias de una familia. El samaritano pagó una cantidad razonable.
236 Es preciso no olvidar que los samaritanos eran tenidos en Israel por idólatras. Les estaba vedado el acceso al Templo, y su testimonio en las cortes de justicia carecía de valor. No podían contraer matrimonio con una mujer judía. No se podía aceptar de ellos un trozo de pan o un vaso de agua. Uno de los insultos más fuertes contra un judío, que fue dirigido también contra el Señor, era el de decirle: ¡Eres un samaritano!
237 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador (cfr. Catecismo, n. 1465).
238 «Tenemos que aprender de nuevo, desde lo más íntimo, la valentía de la bondad; solo lo conseguiremos si nosotros mismos nos hacemos "buenos” interiormente, si somos “prójimos” desde dentro y cada uno percibe qué tipo de servicio se necesita en mi entorno y en el radio más amplio de mi existencia, y cómo puedo prestarlo yo» (BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret I, p. 240).
239 San Lucas no da el nombre de la aldea. Pero san Juan nos dice que estas dos hermanas y Lázaro vivían en Betania, a unos cinco kilómetros de Jerusalén. La familia era bien conocida en la ciudad.
240 San Josemaría Escrivá llamaba Betania a los Sagrarios donde se trata con respeto y afecto a Jesús sacramentado (cfr. Camino, n. 322).
241 En la Humanidad Santísima de Jesús toma forma humana el amor que Dios nos tiene, abriéndose así un plano inclinado que nos lleva suavemente a Dios Padre. Por eso, la vida cristiana consiste en querer a Cristo, en imitarle, en seguirle de cerca, atraídos por su vida. La santificación no tiene su centro en la lucha contra el pecado, no es algo negativo; está centrada en Jesucristo: no se trata solo de evitar el mal, sino de amar al Maestro y de imitarle a Él, que pasó haciendo el bien... (Hch 10, 38).
242 Pentecostés se celebraba cincuenta días después de la Pascua. Aquel año 28, el 15 de Nisán (el día de la Pascua) cayó el 29 de abril.
243 «Para entender a Jesús resultan fundamentales las repetidas indicaciones de que se retiraba al monte y allí oraba noches enteras, a solas con el Padre. Estas breves anotaciones descorren un poco el velo del misterio, nos permiten asomarnos a la existencia filial de Jesús, entrever el origen último de sus acciones, de sus enseñanzas, de sus sufrimientos. Este orar de Jesús es la conversación del Hijo con el Padre, en la que están implicadas la conciencia y la voluntad humanas, el alma humana de Jesús». BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret I, p. 29.
244 Salmo 22, 2: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? (cfr. Mt 27, 46).
245 Parece que los judíos usaban a veces frases y palabras de la lengua sagrada (el hebreo) en la conversación corriente, mezclada con el habla popular aramea, y en la oración personal. Es muy razonable pensar que eso mismo ocurriera en la oración íntima de Jesús con el Padre celestial y al abrir su alma con sus discípulos.
246 San Agustín resume admirablemente las tres dimensiones de la oración de Jesús: Orat pro nobis ut sacerdos noster, orat in nobis ut caput nostrum, orat a nobis ut Deus noster. Agnoscamus ergo et in itto voces nos- tras et voces eius in nobis («ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a Él se dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en Él nuestras voces; y la voz de Él, en nosotros») (cfr. Catecismo, n. 2616).
247 La oración de Jesús hace de la oración cristiana una petición eficaz. Él es su modelo. Él ora en nosotros y con nosotros. Puesto que el Corazón del Hijo no busca más que lo que agrada al Padre, ¿cómo el de los hijos de adopción se apegaría más a los dones que al Dador? (cfr. Catecismo, n. 2740).
248 Cfr. J. M. CASCIARO, La oración de Jesús en los evangelios sinópticos, en Scripta Theologica, vol. XXIII, fase. 1 (1991), pp. 215 ss.
249 La tradición es del siglo IV. Una iglesia conmemora este episodio. En las paredes del convento de carmelitas que existe allí en la actualidad se puede leer el texto del Padrenuestro en más de cincuenta idiomas.
250 J. RATZINGER-BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jeriisalén hasta la Resurrección, pp. 175-176.
251 De las siete peticiones del Padrenuestro, las tres primeras, más teologales, nos atraen hacia la Gloria del Padre; las cuatro últimas, como caminos hacia Él, ofrecen nuestra miseria a su gracia. Abismo que llama al abismo Sal 42, 8) (cfr. Catecismo, n. 2803).
252 Honramos a Dios cuando hacemos un acto de reparación cada vez que se falta al respeto debido al nombre de Dios o de Jesús, al enterarnos de que se ha cometido un sacrilegio o al tener noticia de acontecimientos que ofenden el buen nombre del Padre común.
253 Incluso, señala san Cipriano, puede ser que el Reino de Dios signifique Cristo en persona, al cual llamamos con nuestras voces todos los días y de quien queremos apresurar su advenimiento por nuestra espera (Sobre el Padrenuestro, 13).
254 Nuestro pan.El Padre que nos da la vida no puede dejar de darnos el alimento necesario para ella, todos los bienes convenientes, materiales y espirituales. En el Sermón de la Montaña, Jesús insiste en esta confianza filial que coopera con la Providencia de nuestro Padre. No incita a la pasividad, quiere librarnos de toda inquietud agobiante y de toda preocupación. Así es el abandono filial de los hijos de Dios (cfr. Catecismo, n. 2830).
255 San Juan Crisóstomo escribe que «nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos al perdón» (Homilías sobre san Mateo, 19, 7).
256 La misericordia divina no puede penetrar en nuestro corazón mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. El Amor, como el Cuerpo de Cristo, es indivisible; no podemos amar a Dios, a quien no vemos, si no amamos al hermano y a la hermana, a quienes vemos. Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre; en la confesión del propio pecado, el corazón se abre a su gracia (cfr. Catecismo, n. 2840). «El perdón solo puede penetrar, solo puede ser efectivo, en quien a su vez perdona». BENEDICTO XVI, o.c., p. 193.
257 La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno (Jn 17, 15). Esta petición concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el «nosotros», en comunión con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia. En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El «diablo» («día-bolos») es aquel que «se atraviesa» en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo (cfr. Catecismo, nn. 2850 y 2851).
258 Este combate y esta victoria solo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio y en el último combate de su agonía. En esta petición, Cristo nos une a su combate y a su agonía. Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final. Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela (Ap 1, 15) (cfr. Catecismo, n. 2849).
259 Cfr. 1Co 10, 13.
260 Tb 12, 13.
261 Comentario a san Mateo, 12, 22.
262 Mc 3, 22.
263 Si se acepta la ortografía Beelzebub -o, mejor aún, Beelzebúb- recibida por la Vulgata y por algunas otras versiones, este nombre significaria dios de las moscas, designación irónica de un ídolo adorado por los antiguos filisteos de Acarón. Si, con la mayoría de los manuscritos griegos, se prefiere leer Beelzebul, el sentido sería señor de la basura, del estiércol. En cualquier caso, era un calificativo injurioso que se aplicaba a Satanás en cuanto príncipe de los ángeles malos.
264 Simeón había profetizado que sería signo de contradicción (Lc 2, 34). Ante Él se decide la suerte del hombre, de cada hombre y de cada mujer. Jesucristo es el centro con referencia al cual queda definida y situada toda persona que viene a este mundo. Acierta en la vida el que lo encuentra, se equivoca del todo el que lo rechaza.
265 A Jesús le llegaría este elogio hasta lo más hondo del alma. Comienza ya a cumplirse el Magníficat... Es san Lucas el único que nos ha trasmitido este pequeño incidente de tanto sabor popular.
266 Este pasaje, como todo el evangelio, atañe a aquel que quiera ser discípulo de Cristo. Si tenemos buenas disposiciones, veremos a Dios en lo que nos rodea: en la naturaleza misma, en el dolor, en el trabajo... La historia personal de cada hombre, de cada mujer, está llena de señales. Pero, si no existieran buenas disposiciones, de nada valdrían los signos más extraordinarios, como ocurrió con aquellos fariseos. Incluso después de la resurrección de Lázaro, veremos cómo irán con ánimo torcido a los dirigentes de la nación para perderle (cfr. Jn 11, 46). El buen ladrón, sin embargo, confesará la realeza de Cristo cuando menos signos externos se presentaban a la razón (cfr. Lc 23, 42).
267 El Señor ha de encontrarnos con una disposición humilde y llena de autenticidad, que excluye los prejuicios. Y, junto a esta actitud de base, es necesario también saber escuchar, porque el lenguaje de Dios, aunque acomodado a nuestro modo de ser, puede hacerse en ocasiones difícil de aceptar, porque contraríe nuestros proyectos o nuestros caprichos, o bien sus palabras no sean precisamente las que nosotros esperábamos o deseábamos. A veces, el ambiente materialista que nos rodea puede también presentar falsas humanas razones, contrarias al lenguaje con que Dios se manifiesta. Es necesario purificar el corazón de amores desordenados para ver con claridad y para poder interpretar acertadamente los acontecimientos de nuestra vida, descubriendo a Dios en ellos.
268 Cfr. Sobre la virginidad, 3.
269 «A través de lo cotidiano Jesús quiere indicamos el verdadero fundamento de todas las cosas y así la verdadera dirección que hemos de tomar en la vida de cada día para seguir el recto camino. Nos muestra a Dios, no como un Dios abstracto, sino el Dios que actúa, que entra en nuestras vidas y nos quiere tomar de la mano. A través de las cosas ordinarias nos muestra quiénes somos y qué debemos hacer en consecuencia; nos transmite un conocimiento que nos compromete, que no solo nos trae nuevos conocimientos, sino que cambia nuestras vidas. Es un conocimiento que nos trae un regalo: Dios está en camino hacia ti. Pero es también un conocimiento que plantea una exigencia: cree y déjate llevar por la fe. Así, la posibilidad de rechazo es muy real, pues la parábola no tiene fuerza coercitiva... Las parábolas son la expresión del carácter oculto de Dios en este mundo y del hecho de que el conocimiento de Dios requiere la implicación del hombre en su totalidad; es un conocimiento que forma un todo único con la vida misma, un conocimiento que no puede darse sin conversión». BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret I, pp. 233 y 234.
270 San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, voi. II, p. 238.
271 «El campo es fértil y la simiente es buena; el Señor del campo ha lanzado a voleo la semilla en el momento propicio y con arte consumada; además, ha organizado una vigilancia para proteger la siembra reciente. Si después aparece la cizaña, es porque no ha habido correspondencia, porque los hombres -los cristianos especialmente- se han dormido, y han permitido que el enemigo se acercara. »Cuando los servidores irresponsables preguntan al Señor por qué ha crecido la cizaña en su campo, la explicación salta a los ojos: inimicus homo hoc fecit, ¡ha sido el enemigo! Nosotros, los cristianos que debíamos estar vigilantes, para que las cosas buenas puestas por el Creador en el mundo se desarrollaran al servicio de la verdad y del bien, nos hemos dormido -¡triste pereza, ese sueño!-, mientras el enemigo y todos los que le sirven se movían sin cesar» (Es Cristo que pasa, n. 123).
272 SAN AGUSTIII, Comentario al Evang. de san Juan, 2, 6.
273 Cfr. 1Co 3, 5-9.
274 Cfr. J. RATZINGER, Mirar a Cristo, pp. 20-21.
275 La mostaza (Brassica nigra) es una leguminosa de gran tallo y cuyo fruto era usado principalmente para la fabricación de aceite. Las semillas son minúsculas y el tallo puede alcanzar los dos metros.
276 1Co 1, 27.
277 Homilías sobre san Mateo, 46.
278 Así comentaba san Josemaría esta parábola: «¿Acaso el fermento es naturalmente mejor que la masa? No. Pero la levadura es el medio para que la masa se elabore, convirtiéndose en alimento comestible y sano. »Pensad, aunque sea a grandes rasgos, en la acción eficaz del fermento, que sirve para confeccionar el pan, sustento base, sencillo, al alcance de todos. En tantos sitios -quizá lo habéis presenciado- la preparación de la hornada es una verdadera ceremonia, que obtiene un producto estupendo, sabroso, que entra por los ojos. »Escogen harina buena; si pueden, de la mejor clase. Trabajan la masa en la artesa, para mezclarla con el fermento, en una larga y paciente labor. Después, un tiempo de reposo, imprescindible para que la levadura complete su misión, hinchando la pasta». Mientras tanto, arde el fuego del homo, animado por la leña que se consume. Y esa masa, metida al calor de la lumbre, proporciona ese pan tierno, esponjoso, de gran calidad. Un resultado imposible de alcanzar sin la intervención de la levadura -poca cantidad-, que se ha diluido, desapareciendo entre los demás elementos en una labor eficiente, que pasa inadvertida» (Amigos de Dios, n. 257). Sin ese poco de levadura, la masa se habría quedado en algo inútil, incomestible, inservible.
279 El apóstol es como un padre de familia que cuida de los suyos, y da a cada uno lo que necesita. La doctrina que ha de enseñar es la que los demás precisan, no la más popular, o la más fácil, o la que vaya más en consonancia con los gustos de una época. Por eso, el que predica a Cristo tendrá que acostumbrarse en ocasiones a ser impopular, a ir contracorriente. «¿Desde cuándo un médico da medicinas inútiles a sus pacientes, porque tiene miedo de prescribir las que son provechosas?» (Ene. Humani generis, 15-VI-1917). Mucho más grave sería si receta medicamentos nocivos para la salud del enfermo.
280 SAN GREGORIO MAGNO, In Ps. pacnit. 8, 2.
281 «Tiene Él más ganas de dar que nosotros de recibir; tiene más ganas Él de hacemos misericordia que nosotros de vernos libres de nuestras miserias». SAN AGUSTÍN, Serm. 105, 1.
282 ÍDEM, Serm. 105. 3.
283 Ver Anexo: Palestina, tierra de Jesús.
284 En momentos más o menos largos puede parecer que Cristo no está, que nos ha abandonado o permanece dormido. Pero «¿qué significa eso de ir Cristo dormido en ti? -pregunta san Agustín-: que eres tú quien se ha olvidado de Cristo. Despiértalo y tráelo a tu memoria, pues despertar a Cristo es estar con El» (Sermón 32), moviéndole mediante la oración para que remueva los obstáculos que nos impiden ir hacia Él, o las tempestades que nos amenazan con hacer zozobrar nuestra barca. «Cristiano, en tu nave duerme Cristo; despiértale, que Él increpará a la tempestad y se hará la calma» (Sermón 361, 7). Basta estar en su compañía para sentimos seguros siempre.
285 Cfr. Libro de Henoc, 11-12. En la Carta a los Hebreos se dice que Cristo vino al mundo para destruir con la muerte al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo (Hb 2, 14). Los demonios que habitan en este hombre parecen reconocer este poder del Señor y se quejan de que venga a ejercerlo antes de tiempo.
286 Era un animal impuro (Lv 11, 7) y despreciado; comer su carne estaba considerado casi como una apostasía (2M 6, 18).
287 Es preferible estar con Cristo sin nada, que estar sin Él y tener todos los tesoros del mundo juntos. Más vale Jesús que cualquier negocio, más que la vida misma.
288 Aquella mujer, gracias a su fe, estaba perfectamente unida a Jesús cuando se sintió curada. Sin embargo, el Señor no quiso que se marchara sin decir nada: se postró ante Él y confesó toda la verdad. De modo semejante le pide al pecador, a pesar de estar unido a Él mediante la contrición, que confíese toda la verdad de sus pecados en el sacramento de la confesión.
289 Historia eclesiástica Vil, 17.
290 Solo estos tres discípulos le acompañan como testigos del milagro. Más tarde serán también los únicos que estén presentes en la transfiguración y en la oración de Getsemaní.
291 Y se reían de Él. Si no hay fe, el hombre se encierra en unos límites humanos muy estrechos. Recuerda esta esce1na las palabras de san Pablo: Él hombre no espiritual no percibe las cosas del Espíritu de Dios, pues son necedad para él y no puede conocerlas, porque solo se pueden enjuiciar según el Espíritu (1Co 2, 14). ¿Qué pensarían estos que se burlaban de Jesús al ver a la niña con una salud envidiable? ¿Pedirían perdón al Señor?
292 San Jerónimo disculpa a estos ciegos. Dice que divulgaron el suceso, no porque se negaran a obedecer al Señor, sino porque no encontraron otro medio de expresar su gratitud (Comentario a san Mateo, 9, 3). La alegría que llevaban en el corazón era demasiado grande para vivirla a solas.
293 Este hombre quizá habría permanecido mudo y endemoniado si no hubiera sido por la caridad de los demás. Otros fueron quienes lo llevaron a Jesús. En esta ocasión el Señor no pidió nada a este hombre, como acostumbraba en otras circunstancias, en las que requería fe para realizar el milagro. Esta vez lleva a cabo la curación gracias a aquellos que le llevan. Asi sucede muchas veces.
294 Estamos en el año 28, segundo del ministerio público. La presencia de Jesús en esta fiesta no consta expresamente, pero se ha de suponer con toda lógica. En el año siguiente, el 29 y último de su ministerio, sabemos que subió, por el testimonio de san Juan (Jn 7, 3). Era una fiesta de peregrinación, más importante incluso que la de Pentecostés, y Jesús solía subir a Jerusalén en estas ocasiones.
295 San Lucas los ha unido en un solo viaje, como ya indicamos. Cfr. Mt 13, 54-58; Mc 6, 1-6; Lc 4, 23-30.
296 1R 17, 9; 2R 5, 9 ss.
297 Cerca de la Nazaret antigua existe una roca desde la cual es probable que quisieran arrojar a Jesús. Una tradición tardía del siglo IX localiza este lugar en el llamado monte del precipicio, a tres kilómetros de la ciudad.
298 Así lo expresa este texto de Eusebio de Cesarea: «Por decisión y mandato de una ley de Adriano, se prohibió a todo el pueblo judío desde entonces -el fin de la guerra del 135- poner pie ni siquiera en la región que rodea a Jerusalén, de manera que ni de lejos pudieran contemplar el suelo patrio... Así es como la ciudad llegó a quedar vacía de la raza judía... Gentes de otra raza vinieron a habitarla... También la Iglesia de allí vino a estar compuesta de gentiles... Su primer obispo fue Marcos» (Historia eclesiástica, IV, 6, 3-4).
299 Una parábola similar, pero en un contexto diferente, en Mt 22, 1-14. Se comenta más adelante. Es natural que el Señor repitiera en ocasiones las mismas parábolas con algunas variantes.
300 Porque, ¿quién de vosotros, al querer edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos a ver si tiene para acabarla?, no sea que, después de poner los cimientos y no poder acabar, todos los que lo vean empiecen a burlarse de él, diciendo: este hombre comenzó a edificar, y no pudo terminar. O ¿qué rey, que sale a luchar contra otro rey, no se sienta antes a deliberar si puede enfrentarse con diez mil hombres al que viene contra él con veinte mil?
301 Esta misericordia, que supera cualquier cálculo y medida humana, es «lo propio de Dios, y en ella se manifiesta de forma máxima su omnipotencia», afirma santo Tomás de Aquino (S.Th. II-II, q. 30, a. 4).
302 Como un capitán estima más al soldado que en la guerra, habiendo vuelto después de huir, ataca con más valor al enemigo, que al que nunca huyó pero tampoco mostró valor alguno -comenta san Gregorio Magno-, igualmente, el labrador prefiere mucho más la tierra que, después de haber producido espinas, da abundante mies, que la que nunca tuvo espinas pero jamás dio mies abundante (cfr. Homilía 34 sobre los Evangelios, 4).
303 La dracma era una moneda de plata de origen griego que pesaba unos 3,5 gramos en la época romana, cuando equivalía a algo más de un denario.
304 Los pisos interiores de las casas pobres eran de tierra apisonada. De ahí el cuidado que ha de poner la mujer.
305 Cuando el hombre peca gravemente, se pierde para Dios, y también para sí mismo, pues el pecado desorienta su camino hacia el cielo; es la mayor tragedia que puede sucederle. Su vida honrada, las esperanzas que su Padre Dios había puesto en él, su pasado y su futuro se vienen abajo. Se aparta radicalmente de su principio de vida, que es Dios, quedando sujeto de algún modo a la esclavitud del demonio.
306 Viene la soledad y «el drama de la dignidad perdida, la conciencia de la filiación divina echada a perder» (Ene. Dives in misericordia, 30-XI- 1980, n. 5).
307 El cerdo era un animal impuro para los judíos y para otros pueblos del antiguo Oriente. El sacrificio de cerdos era considerado como una apostasía del judaismo (2M 6, 18; 2M 7, 1).
308 El mejor traje se refiere a la túnica para los días de gran fiesta. Representa para muchos Santos Padres (cfr, por ejemplo, san Agustín, Sermón 11) la vestidura de la gracia santificante, que perdieron Adán y Eva (se encontraron desnudos), y que no tenía aquel que fue rechazado en las bodas del gran Rey (Mt 22, 11) (ver cap. XXVII).
309 El Señor espera un servicio alegre de quienes le siguen de cerca, no de mala gana ni forzado, pues Dios ama al que da con alegría (2Co 9, 7). Siempre existen suficientes motivos de fiesta, de acción de gracias, para estar alegres. Y especialmente cuando se presenta la oportunidad de ser magnánimos -de corazón grande- con otro hijo de Dios.
310 El Señor nos llena con su gracia y, si el arrepentimiento es profundo, nos coloca en un lugar más alto. «Nuestro Padre Dios, cuando acudimos a Él con arrepentimiento, saca, de nuestra miseria, riqueza; de nuestra debilidad, fortaleza. ¿Qué nos preparará, si no lo abandonamos, si lo frecuentamos cada día, si le dirigimos palabras de cariño confirmado con nuestras acciones, si le pedimos todo, confiados en su omnipotencia y en su misericordia? Solo por volver a Él su hijo, después de traicionarle, prepara una fiesta, ¿qué nos otorgará, si siempre hemos procurado quedamos a su lado?» (Amigos de Dios, n. 309).
311 El nombre de Lázaro tiene un especial significado, pues es un derivado de Eleazar = Dios ayudará.
312 Los perros callejeros eran animales sucios que vivían entre las basuras y se alimentaban de ellas. Lázaro se encuentra en medio de estos perros en la puerta de la casa. Es un modo intensivo de señalar su extrema miseria.
313 La pobreza -comenta san Agustín- no condujo a Lázaro al cielo, sino su humildad, y las riquezas no impidieron al rico entrar en el eterno descanso, sino su egoísmo y su infidelidad (Sermón 24, 3).
314 «La parábola del rico y Lázaro debe estar siempre presente en nuestra memoria; debe formarnos la conciencia. Cristo pide apertura hacia los hermanos y hermanas necesitados; apertura de parte del rico, del opulento, del que está sobrado económicamente; apertura hacia el pobre, el subdesarrollado, el desvalido. Cristo pide una apertura que es más que atención benigna, o muestras de atención o medio-esfuerzo, que dejan al pobre tan desvalido como antes o incluso más (...). »No podemos permanecer ociosos disfrutando de nuestras riquezas y libertad si en algún lugar el Lázaro del siglo xx está a nuestra puerta. A la luz de la parábola de Cristo, las riquezas y la libertad entrañan responsabilidades especiales. Las riquezas y la libertad crean una obligación especial. Y por ello, en nombre de la solidaridad que nos vincula a todos en una única humanidad, proclamo de nuevo la dignidad de toda persona humana; el rico y Lázaro, los dos, son seres humanos, creados los dos a imagen y semejanza de Dios, redimidos los dos por Cristo a gran precio, al precio de la preciosa Sangre de Cristo (1P 1, 19)» (JUAN PABLO II, Homilía en el Yankee Stadium, 2-X-1979).
315 El diálogo entre el rico y Abrahán, como es evidente, es una mera escenificación didáctica del Señor para grabar en los oyentes las enseñanzas de la parábola, pero esto no significa que el infierno sea una simple metáfora: la existencia del infierno viene atestiguada por otros numerosos párrafos de la Sagrada Escritura.
316 También enseña aquí el Señor, de modo indirecto, la falsedad de la creencia arraigada en el judaismo de aquella época según la cual la riqueza era signo de la benevolencia divina y la pobreza, un castigo de Dios.
317 Otras veces residía en la fortaleza de Maqueronte. Era una fortaleza circular situada en los montes de Moab, a 1.100 m de altura por encima del Mar Muerto. Fue arrasada por los romanos en el año 72. Estaba en la región de Perea. Por Pascua solía subir a Jerusalén.
318 Se llamaba Salomé, según el testimonio de Josefo (Antigüedades, 18, 5). Su nombre significa paz.
319 Jesús expuso el segundo mandamiento en el Sermón de la Montaña: Habéis oído que se dijo a los antepasados: no perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. Pues Yo os digo que no juréis en modo alguno... sea vuestro lenguaje: sí, sí; no, no: que lo que pasa de aquí viene del Maligno (Mt 5, 33-34). Jesús enseña que todo juramento implica una referencia a Dios y que la presencia de Dios y de su verdad debe ser honrada en toda palabra (cfr. Catecismo, n. 2153). Por eso el juramento de una acción inicua no obliga.
320 Cfr. J. LEAL, Sinopsis..., n. 151.
321 La muerte de Jesús acontecerá en la Parasceve de la Pascua del año 30. Este suceso tuvo lugar un año antes.
322 Betsaida significa abundancia de pescado, casa de pesca.
323 Se trata de Betsaida Julias, ciudad de la que poseemos datos precisos por autores no cristianos. En su origen fue una villa de pescadores de poca importancia, pero Filipo la convirtió en una verdadera ciudad entre los años 4 y 2 a.C. Se llamaba Julias en honor a la hija de Augusto (cfr. Antigüedades judías, 8, 28). Era la patria de Pedro, Andrés y Felipe (Jn 1, 44; 12, 21), y estaba situada a dos kilómetros y medio de la actual ribera del lago, al oriente de la desembocadura del Jordán. Posiblemente tendría un pequeño puerto de pescadores.
324 El Señor emplea lo que encuentra: unos pocos panes y unos peces. Y luego Él puso lo que faltaba. No quiso prescindir de los medios humanos, aunque fueran pocos. Así sucede en la vida de sus discípulos de todos los tiempos. No quiere el Señor que, por ser insuficientes los medios, no hagamos nada. Por el contrario, pide a los suyos hacer lo que está en sus manos, conscientes de que sus medios son muy pequeños en relación a la empresa que se pretende. De muchas maneras enseña que no se debe esperar a tener todo lo necesario, a que desaparezcan todas las dificultades. El Señor bendice siempre el esfuerzo y lo multiplica. El optimismo del cristiano está precisamente en que Jesús, con todo su poder, está presente en su vida de un modo activo.
325 Aunque en Palestina son muy escasos los prados con hierba abundante, existe aún hoy una verdadera pradera en la orilla oriental del lago de Genesaret, llamada el-Baithah, donde pudo ocurrir el milagro.
326 También parte los peces (Le), lo que parece indicar que se trataba de pescado desecado, que se podía fragmentar sin deshacerse. Los panes solían tener forma de torta, delgados; se partían fácilmente con las manos y el padre de familia los distribuía a los comensales.
327 Cfr. Mt 26, 26; Mc 14, 22; Lc 22, 19; 1Co 11, 24.
328 El milagro es una muestra palpable del poder sobrenatural de Jesús y de su amor a los hombres. Ambas realidades se harán presentes en el misterio eucarístico.
329 Los judíos usaban en sus desplazamientos canastos muy sencillos, plegables, para llevar sus provisiones y no verse obligados a comer manjares impuros. También llevaban los útiles más elementales para un viaje.
330 ¿Por qué quiso el Señor que se recogieran los trozos que habían sobrado? Quizá quiere que aprendamos a no derrochar los bienes materiales, que son de Dios, y también para enseñarnos el valor de lo pequeño (orden, limpieza, terminar las cosas hasta el final...).
331 Los antiguos israelitas dividían las doce horas de la noche en tres partes o vigilias. Pero en tiempos del Señor habían adoptado la división romana, en cuatro vigilias, cuya duración variaba en cada época del año. San Marcos nos da el nombre popular de las cuatro en Mc 13,35: atardecer, medianoche, canto del gallo y aurora. La cuarta vigilia comprendía desde las tres de la madrugada hasta la salida del sol. Se puede deducir que la oración de Jesús se prolongó mucho tiempo y que el esfuerzo de los apóstoles con la tormenta debió de ser agotador.
332 El estadio era una medida de longitud griega, introducida en Oriente con Alejandro Magno. Era la distancia que había en el estadio entre el punto de partida y la meta final del corredor. Correspondía a unos 180 metros.
333 La mano del Señor está siempre muy cerca de los suyos que se encuentran en peligro. Señor, ¡sálvame! Basta un solo gesto para que acuda en nuestro auxilio. «Si nos damos, Él se nos da» (Amigos de Dios, n. 22). Si no le dejamos, Él no nos deja.
334 Los Santos Padres vieron siempre en este milagro una figura de la Sagrada Eucaristía. Jesús la anunciará pocos días más tarde en la sinagoga de Cafarnaún.
335 Esta región está formada por una gran llanura que se extiende hacia el norte, a una distancia casi igual de Tiberíades y de Cafarnaún. Tiene una longitud de unos seis kilómetros y una anchura de unos dos a cuatro kilómetros (según los lugares). Actualmente se llama el-Ghuwer.
336 «El Señor se presenta como superior a Moisés; jamás tuvo Moisés la audacia de decir que él daba un alimento que no perece, que permanece hasta la vida eterna, Jesús promete mucho más que Moisés. Este prometía un reino, una tierra con arroyos de leche y miel, una paz temporal, hijos numerosos, la salud corporal y todos los demás bienes temporales (...); llenar su vientre aquí en la tierra, pero de manjares que perecen: Cristo, en cambio, prometía un manjar que, en efecto, no perece, sino que permanece eternamente» (San Agustín, Comentario al Evangelio de san Juan, 25, 12).
337 El Señor tiene cuidado en dejar bien claro, sin miedo a la confusión y al abandono que habrían de venir, que ese pan es una realidad. Ocho veces repite el término comer, para que no hubiera error posible. Cristo se hace alimento para que tengamos esa nueva vida, que Él mismo viene a traernos: el pan que Yo os daré es la carne mía. No es un pan de la tierra, es un pan que baja del Cielo y da la vida al mundo.
338 Es el amor el que les induce a permanecer junto a Jesús en medio de las defecciones. Solo uno de ellos le traicionará, más tarde, porque dejó de amar. Por eso aconsejaba el Papa Juan Pablo II: «Buscad a Jesús esforzándoos en conseguir una fe personal profunda que informe y oriente toda vuestra vida; pero sobre todo que sea vuestro compromiso y vuestro programa amar a Jesús, con un amor sincero, auténtico y personal. Él debe ser vuestro amigo y vuestro apoyo en el camino de la vida. Solo Él tiene palabras de vida eterna» (Discurso, 30-1-1979). Nadie más que Él.
339 El Talmud confirma con exactitud estas explicaciones de san Marcos. Este escrito nos da amplias noticias sobre el particular en el tratado titulado Yadaim, «Las Manos». En cuatro capítulos estudia todos los casos imaginables: qué hace a las manos legalmente impuras, la cantidad de agua necesaria para purificarlas, las cualidades que esta agua requiere, la primera y segunda ablución, manera de hacerlas; todo esto se explica en todas sus formas. Esta ablución purifieadora se llama netilath yadaim, es decir, elevación de las manos, porque para cumplirla conforme a las normas establecidas se debían levantar las manos de modo que el agua derramada sobre la extremidad de los dedos corriese hasta su juntura, es decir, que no se debían lavar las manos completamente, sino solo hacer que corriese por ellas un poco de agua.
340 Pues los fariseos y todos los judíos -escribe- nunca comen si no se lavan las manos muchas veces, observando la tradición de los antiguos; y cuando llegan de la plaza no comen, si no se purifican. Este ceremonial no estaba contenido en la Ley Mosaica; procedía de la casuística y de las interpretaciones de los rabinos.
341 El Talmud, o Talmud Torá, es un conjunto de comentarios rabínicos a la Ley judía. El contenido de estos comentarios es muy variado; comprende exégesis bíblica, consultas jurídicas, casuísticas, tradiciones, etc. Existe el Talmud palestinense o de Jerusalén, que constituía la base de la enseñanza en las escuelas de Palestina. Su redacción definitiva es del siglo V d.C. El Talmud babilónico es mucho más extenso y recoge las enseñanzas de las escuelas babilónicas. Su redacción definitiva es del siglo VI y principios del vil d.C. Sustituyó casi totalmente al de Palestina (J. Maier y P. Schafer, Diccionario del judaismo, pp. 385 ss. En adelante, esta obra aparecerá citada como DJ).
342 Hch 10, 10-1.
343 Lo que sale del hombre, eso hace impuro al hombre. Porque del interior del corazón de los hombres proceden los malos pensamientos, fornicaciones, hurtos, homicidios, adulterios, codicias, maldades, fraude, deshonestidad, envidia, blasfemia, soberbia, insensatez. Todas estas cosas malas proceden del interior y hacen impuro al hombre.
344 Tiro y Sidón (Saide) eran las capitales más importantes de esta región y sobresalieron en la antigüedad por el comercio. Tuvieron un gran esplendor. Corresponden a la zona sur del actual Líbano. Estas ciudades distan entre sí 35 km. Son hoy día dos pequeñas poblaciones de escasa importancia.
345 Contra Apión, 1, 13.
346 San Mateo (Mt 15, 22) habla de una mujer cananea, aludiendo a que esta región fue la primera ocupada por los cananeos. San Marcos se acomoda a la terminología greco-romana y la llama sirofenicia, es decir, natural de aquella Fenicia que formaba parte de Siria. Este evangelista señala expresamente que era pagana.
347 Desde el lago de Genesaret a la frontera de Tiro y Sidón hay unos 50 km. No olvidemos tampoco que nos encontramos comenzando el tercer año de la vida pública de Jesús y que la fama de sus milagros había traspasado ya las fronteras de Palestina.
348 Estas palabras de Jesús no contradicen la universalidad de su doctrina y de la salvación. Él ha venido a traer su evangelio al mundo entero, pero directamente solo predicaría principalmente a los judíos. Luego, sus discípulos de todos los tiempos, por mandato de Cristo, se encargarán de evangelizar el mundo entero. Él mismo san Pablo, en sus correrías misionales, predicó primero a los judíos (Hch 13, 46). Por lo demás, esto no quiere decir que Jesús no atendiese a los gentiles. En los evangelios mismos vemos que curó a algunos de ellos, que hizo grandes elogios del centurión de Cafarnaún y que adoctrinó a los samaritanos, tenidos por los judíos como gentiles.
349 Jesús nos oye siempre; también cuando parece que calla. Quizá es entonces cuando con más atención nos escucha. Muchas veces espera a que se den las necesarias condiciones de fe, confianza, humildad y perseverancia para concedemos el don que le pedimos.
350 Según una tradición que se remonta al siglo III, ambas eran conocidas en la comunidad cristiana: la mujer se llamaría Justa, y su hija, Berenice (testimonios en las obras dudosas de CLEMENTE ROMANO, MG 2, 87 y 158).
351 San Agustín nos cuenta en sus Confesiones cómo su madre, santa Mónica, santamente preocupada por la conversión de su hijo, no cesaba de llorar y de rogar a Dios por él; y tampoco dejaba de pedir a las personas buenas y sabias que hablaran con él para que abandonase sus errores. Un día, un buen obispo le dijo estas palabras, que tanto la consolaron: «¡Vete en paz, mujer!, pues es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas». Más tarde, el propio san Agustín dirá: «si yo no perecí en el error, fue debido a las lágrimas cotidianas llenas de fe de mi madre» (Tratado sobre el don de la perseverancia, 20, 53). Nos recuerda aquí a esta mujer sirofenicia.
352 Mc 1, 32 ss.
353 En esta curación podemos ver una imagen de su actuación en las almas: libra al hombre del pecado, abre su oído para escuchar la Palabra de Dios y suelta su lengua para alabar y proclamar las maravillas divinas. En el momento del Bautismo, el Espíritu Santo, dexterae Dei tu digitus (cfr. Himno Veni Creator), el dedo de la diestra de Dios Padre, como lo llama la liturgia, nos dejó libre el oído para escuchar la Palabra de Dios, y expedita la lengua para anunciarla por todas partes; y esta acción se prolonga a lo largo de la vida. San Agustín, al comentar este pasaje, dice que la lengua de quien está unido a Dios «hablará del bien, pondrá de acuerdo a quienes no lo están, consolará a los que lloran... Dios será alabado, Cristo será anunciado» (Sermón 311, 11).
354 Is 35, 5-6.
355 Entre la primera y esta segunda multiplicación de los panes existen algunas semejanzas, como es lógico en un milagro realizado en parecidas circunstancias: una muchedumbre hambrienta, sin provisiones, alimentada con unos pocos panes y peces, etc. Pero hay otras muchas del todo distintas: el lugar, los días que llevan sin comer siguiendo a Cristo, el número de los que participan en el milagro, el número de panes y de peces, etc., y san Marcos lo señala expresamente con estas palabras de Jesús: ¿No os acordáis de cuántos cestos llenos de trozos de pan recogisteis, cuando partí los cinco panes para cinco mil? Le respondieron: Doce. Y cuando los siete panes para los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis? Le contestaron: Siete. Y les decía: ¿No entendéis aún? (cfr. Mc 8, 18-20).
356 El Señor da el alimento con generosidad, para que sobre. Dios da a los hombres más gracias de las que estrictamente necesitarían. San Pablo enseña que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rm 5, 20); a los efesios les dirá que la gracia fue derramada sobre nosotros de modo sobreabundante (Ef 1, 8); a Timoteo: sobreabundó en mí la gracia de Nuestro Señor junto con la fe y la caridad, en Cristo Jesús (1Tm 1, 14).
357 Ya san Agustín (De consensu evangeliorum, 2, 51) pensó que estos dos nombres tan distintos se refieren a un mismo paraje. No es imposible
358 Fariseos y saduceos eran enemigos irreconciliables, pero se ponen de acuerdo para ir contra Jesús. Permanecerán unidos en este propósito hasta el final.
359 Ver cap. XVI. Mt 12, 38-45; Lc 11, 29-32.
360 Al atardecer decís que va a hacer buen tiempo, porque está el cielo arrebolado; y de mañana, que hoy habrá tormenta, porque el cielo está rojizo y lóbrego. Así que sabéis discernir el aspecto del cielo y no podéis discernirlos signos de los tiempos (Mt 16, 2-3).
361 Mc 8, 13.
362 El Señor habló muchas veces de otro tipo de ceguera, cuando decía a los fariseos que eran ciegos (Mt 15, 14) o cuando se refería a quienes tienen los ojos abiertos pero no ven (cfr. Mc 4, 12; Jn 9, 39). Es un gran don de Dios mantener la mirada limpia para el bien, para encontrar a Dios en medio de los propios quehaceres, para ver a los hombres como hijos de Dios y penetrar en lo que verdaderamente vale la pena..., incluso para contemplar, junto a Dios y desde Dios, la belleza divina que dejó como un rastro en las obras de la creación.
363 De Cesarea de Filipo no quedan hoy más que unas ruinas, cerca de las cuales se levanta un pueblecito llamado Banias o Banyas, que recuerda el antiguo nombre, hace ya mucho tiempo desaparecido.
364 San Lucas subraya el sentido de la oración de Jesús en los momentos decisivos de su misión: antes de que el Padre dé testimonio de Él en su Bautismo y de su Transfiguración, y en su Pasión; Jesús ora también ante los momentos decisivos que van a comprometer la misión de sus apóstoles: antes de elegir y de llamar a los Doce, antes de que Pedro le confiese como «el Cristo de Dios» y para que la fe del príncipe de los apóstoles no desfallezca ante la tentación. La oración de Jesús es una entrega, humilde y confiada, de su voluntad humana a la voluntad amorosa del Padre (cfr. Catecismo, n. 2600).
365 Más tarde se mostrará con una dignidad trascendente, equiparable al Padre (Mt 11, 25 ss.), que está sobre las isas más santas: el Templo, el sábado, los hombres más grandes y privilegiados, y los mismos ángeles. Los Padres de la Iglesia sostuvieron que la confesión de Pedro proclama conjuntamente la mesianidad y la divinidad de Cristo.
366 En las literaturas orientales las puertas significan el supremo poder en alguna ciudad o en algún estado. Quien se adueñaba de las puertas podía controlar la ciudad.
367 Desde el principio, Pedro ocupó un lugar singular entre los discípulos de Jesús y luego en la Iglesia. En las cuatro listas del Nuevo Testamento donde se enumeran los Doce, Simón Pedro ocupa el primer lugar. Jesús lo distingue entre los demás, a pesar de que Juan aparezca como su predilecto: se aloja en su casa, paga el tributo por los dos y posiblemente se le aparece primero. En muchas ocasiones se le destaca de los demás. Así, las expresiones Pedro y sus compañeros, Pedro y los que le acompañaban... El ángel dice a las mujeres: Id a decir a sus discípulos y a Pedro... Otras muchas veces, Pedro es el portavoz de los Doce; y también es quien pide al Señor que les explique el sentido de las parábolas, etcétera. Todos saben bien de esta preeminencia de Simón. Así, por ejemplo, los encargados de recaudar el tributo se dirigen a él para cobrar los dracmas del Maestro... Esta superioridad no se debe a su personalidad, sino a la distinción de que es objeto por parte de Jesús, quien le otorgará de modo solemne este poder, fundamento de la unidad de la Iglesia, que se prolongará en sus sucesores hasta el fin de los tiempos.
368 Se aplicaba este término de carácter jurídico en el terreno disciplinar para condenar a uno a ser expulsado de la sinagoga o para absolverle, y también para decisiones de orden doctrinal, con el sentido de prohibir o permitir.
369 San Marcos nos dice que Jesús llamó a la muchedumbre junto con sus discípulos (Mc 3, 34). San Lucas escribe: y dijo a todos (Lc 14, 27). Es seguro que el Señor repitió con estas o parecidas palabras la doctrina de la cruz como dirigida a todos los que quieren seguirle. En este momento debió de ser dirigida solo a los apóstoles, como indica san Mateo.
370 Ga 2, 19.
371 La expresión tomar o llevar la cruz está tomada de la costumbre de cargar sobre sus hombros, el mismo reo condenado a ser crucificado, con el madero donde había de ser clavado y llevarlo hasta el lugar del suplicio.
372 San Lucas dice que unos ocho después, quizá porque cuenta el mismo día de los sucesos de Cesarea y el de la Transfiguración.
373 La Iglesia, con mucho sentido, celebra este misterio de la vida del Señor el 6 de agosto.
374 Esta montaña apenas tiene 560 metros de altitud, con lo que parece que no se le podría dar el calificativo de monte alto. Algunos otros autores modernos han propuesto el Hermán como lugar donde pudo haber tenido lugar la Transfiguración. Este monte tiene 2.759 m de altitud y se encuentra solo a unos 22 kilómetros al noreste de Cesa- rea de Filipo. Sin embargo, la tradición a favor del Tabor es muy clara y se encuentra atestiguada, entre otros, por Orígenes, san Cirilo de Jerusalén, san Jerónimo y Eusebio de Cesarea. También viene recogida en el apócrifo Evangelio de los hebreos del siglo II. Existen además restos arqueológicos de un santuario erigido en el siglo IV en conmemoración de este misterio.
375 Señor, qué bien estamos aquí. Se está muy bien cerca de Jesús. «Él lo es todo para ti -comenta san Agustín-. Él es todo lo que puedes desear: si tienes hambre es pan, si sufres la sed es agua, si no ves es luz...» (Comentario al Evangelio de san Juan, 13, 5).
376 En Cristo tiene lugar la plenitud de la Revelación. En su palabra y en su vida se contiene todo lo que Dios ha querido decir a la humanidad y a cada hombre. En Jesús encontramos todo lo que debemos saber. «Por esto -enseña san Juan de la Cruz-, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no solo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos solo en Él, porque en Él te lo tengo dicho y revelado, hallarás en Él aún más de lo que pides y deseas (...); oídle a Él, porque ya no tengo más fe que revelar ni más cosas que manifestar» (Subida al Monte Carmelo, 2, 22, 5).
377 2P 1, 16-18.
378 Los escribas se fundaban en la profecía de Malaquías para enseñar que Elias, arrebatado en un carro de fuego (2R 2, 11), volvería otra vez a la tierra antes de la venida gloriosa del Mesías para preparar su recibimiento. No parece que distinguiesen entre la primera y la segunda venida del Mesías. De ahí la admiración que muestran los apóstoles al verle allí, junto a Jesús.
379 Por los síntomas, el joven parecía epiléptico, aunque es preciso tener en cuenta que el evangelio traza una clara línea de separación entre las simples enfermedades y las que, de similar apariencia, tenían un origen demoníaco. Además, el demonio podía causar cualquier enfermedad.
380 El padre del niño enfermo especifica que su hijo es lunático, es decir, epiléptico. Los antiguos pensaban que esta enfermedad, la epilepsia, crecía y disminuía con la luna. De ahí el nombre. La enfermedad, en este caso, estaba causada por el demonio, como especifican los evangelistas.
381 La planta de mostaza (Brassica nigra) posee una semilla en forma de granos muy pequeños. En las sentencias de los rabinos, el grano de mostaza se consideraba también como la más pequeña de las semillas, mientras que el arbusto, con sus ramas leñosas, puede alcanzar tres metros de altura. En Palestina la mostaza se encuentra en estado silvestre, pero también se la cultiva. La fuerza de la comparación estriba precisamente en la pequeñez de la simiente en comparación con la gran planta a que puede dar lugar.
382 Algunos Padres de la Iglesia señalan que se lleva a cabo el hecho de trasladar una montaña siempre que alguien, con la ayuda de la gracia, llega donde las fuerzas humanas no alcanzan. Así sucede en la obra de nuestra santificación personal. Los apóstoles y muchos santos a lo largo de los siglos hicieron admirables milagros también en el orden físico; pero los milagros más grandes y más importantes son los de las almas que, habiendo estado sumidas en la muerte del pecado y de la ignorancia, o en la mediocridad espiritual, renacen y crecen en la nueva vida de los hijos de Dios.
383 Sobre el siclo ver cap. IV, nota 20.
384 Ex 30, 11-13.
385 Los judíos que estaban fuera de Palestina también pagaban el tributo del Templo.
386 El estater era una moneda de plata que equivalía a cuatro dracmas y, por tanto, suficiente para pagar el impuesto de dos personas.
387 En recuerdo de este milagro se ha dado a uno de los peces del lago el nombre de Chromis Simonis. Tiene una boca muy grande en comparación con el resto del cuerpo.
388 Si queremos imitar al Maestro, hemos de ser buenos ciudadanos que cumplen sus deberes en el trabajo, en la familia, en la sociedad: pago de impuestos justos, voto en conciencia, participación en las tareas públicas.
389 Los niños parecen estar siempre cerca del Señor.
390 Así se expresaba san Agustín: «También los niños pequeños son traídos a la Iglesia: y si no pueden venir por sus propios pies a recibir la salud, llegan llevados por pies ajenos. La madre Iglesia les presta los pies de otros para que vengan, el corazón de otros para que crean y la lengua de otros para que confiesen la fe... Que nadie trate de enseñaros otra clase de doctrina, pues esto es lo que la Iglesia siempre creyó y siempre conservó» (Sermón 176, 2).
391 Mt 18, 10.
392 Es doctrina común que todos y cada uno de los hombres, bautizados o no, tienen su ángel custodio. Su misión comienza en el momento de la concepción del hombre y se prolonga hasta el momento de su muerte. San Juan Crisóstomo afirma que todos los ángeles custodios concurrirán al juicio universal para «dar testimonio ellos mismos del ministerio que ejercieron por orden de Dios para la salvación de cada hombre» (en Catena Aurea, vol. III, p. 238). En los Hechos de los Apóstoles encontramos numerosos pasajes en que se manifiesta la intervención de estos santos ángeles, y también la confianza con que eran tratados por los primeros cristianos.
393 En la Última Cena les anunciará: Os he hablado de todo esto estando con vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho.
394 Desde antiguo se suele identificar esta aldea como En-Gannin (Djenin). Según Josefo, esta población se hallaba entre los límites de Samaría y la llanura de Esdrelón. La proximidad de Samaría explica que entre los diez leprosos se encuentre un samaritano. La desgracia ha unido a judíos y samaritanos. Los leprosos podían vivir en grupos, pero separados de los demás habitantes.
395 Dj, p. 237.
396 La gratitud es señal de nobleza y constituye un lazo fuerte en la convivencia con los demás, pues son innumerables los beneficios que recibimos y también los que proporcionamos a otros. San Beda señala que fue precisamente la gratitud la que salvó al samaritano (en Catena Aurea, vol. VI, p. 278).
397 El día quince del séptimo mes, cuando hayáis recogido los frutos de la tierra, celebraréis la fiesta de Yahvé durante siete días. El primer día será de descanso, e igualmente el octavo. El primer día tomaréis gajos de frutales hermosos, ramos de palmera, ramas de árboles frondosos, de sauces y de ribera, y os regocijaréis ante Yahvé, vuestro Dios, durante siete días. Celebraréis esta fiesta durante siete días cada año. Es ley perpetua para vuestros descendientes, y la celebraréis el séptimo mes. Moraréis los siete días en cabañas, para que sepan sus descendientes que yo hice habitar en cabañas a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo, Yahvé, vuestro Dios (Lv 23, 39-43).
398 San Juan ha recogido estos testimonios: Algunos de Jerusalén decían: ¿no es este el que buscan para matarle? Pues mirad cómo habla con toda libertad y nada le dicen. ¿Acaso habrán reconocido las autoridades que este es el Cristo? Sin embargo sabemos de dónde es este, mientras que cuando venga el Cristo nadie conocerá de dónde es (Jn 7, 25-27).
399 La fiesta de los Tabernáculos era también la fiesta del agua. Había terminado el año agrícola y, con él, el año civil: el primer día del año era, y es todavía, el primero de Tishri, y daba comienzo un nuevo ciclo de cosechas. Todos pensaban en la sementera próxima y en las lluvias que la habían de preceder. Israel demandaba el agua a su Señor.
400 Ez 47, 1-2.
401 Cfr. Ex 17, 1-7.
402 Cfr. 1Co 10, 2-4.
403 «Porque nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descanse en ti». SAN AGUSTÍN, Confesiones, I, 1. El agua que Jesús promete para nuestra sed es real: «Quien mire con atención la historia puede llegar a ver este río que, desde el Gólgota, desde el Jesús crucificado y resucitado, discurre a través de los tiempos. Puede ver cómo allí donde llega este río la tierra se purifica, crecen árboles llenos de frutos; cómo de esta fuente de amor, que se nos ha dado y se nos da, fluye la vida, la vida verdadera». Benedicto XVI, Jesús de Nazaret I, p. 293.
404 Cfr. Sal 72.
405 Este episodio de la mujer adúltera falta en bastantes códices antiguos, pero se encuentra en otros también importantes y antiguos. La Vulgata y la reciente edición de la Neovulgata lo recogen en este lugar. San Agustín explicaba ya el porqué de las dudas acerca de la autenticidad de este pasaje diciendo que la gran misericordia del Señor manifestada con esta mujer podría parecer a determinados espíritus rigoristas que daba pie a una relajación de las exigencias morales en esta materia. De aquí que algunos copistas lo suprimieran de sus manuscritos (De coniugis adulterinis, 2, 6).
406 ¿Qué escribía el Señor? Algunos antiguos (san Jerónimo...) opinan que señalaría los nombres de los acusadores; otros (san Beda, santo Tomás de Aquino...) piensan en la frase que después dirá: el que de vosotros... Quizá se limitara a hacer esos dibujos que espontáneamente hacemos cuando nos mostramos distraídos.
407 Con su actitud, comenta san Agustín, el Señor no viola la Ley (que efectivamente mandaba la lapidación), pero, al mismo tiempo, no quiere que se pierda lo que Él estaba buscando, porque había venido a salvar lo que estaba perdido (Comentario al Evangelio de san Juan, 33, 5).
408 Es evidente que esta consideración no excluye la legitimidad de los jueces humanos, que tienen la obligación de administrar justicia.
409 En Jesús se cumple lo anunciado en el salmo 3: En ti está la fuente de la vida, y en tu luz veremos la luz (Sal 36, 10). Y comenta san Agustín: «El salmista une la luz con la fuente de la vida, y el Señor habla de una luz de vida. Cuando tenemos sed, buscamos una fuente; cuando estamos en tinieblas, buscamos una luz (...). Con el Señor es distinto: es la luz y es la fuente. El que te ilumina para que veas, ese mismo es el manantial para que bebas» (Comentario al Evangelio de san Juan, 34, 6).
410 Los levitas, como ya hemos recordado, eran servidores del Templo. Se ocupaban principalmente del canto y de la música en las ceremonias. También prestaban otras funciones de menor relieve: ayudaban a los sacerdotes a ponerse y quitarse las vestiduras para el culto, cuidaban de la limpieza (excepto del santuario propiamente dicho y del patio de los sacerdotes, pues les estaba prohibida la entrada), guardaban las puertas... Estaban al servicio del Templo para todo lo que fuera necesario. Era un derecho hereditario. Eran levitas por nacimiento. Vivían, en general, con escasos recursos materiales.
411 Allí se depositaban el impuesto del Templo (Ex 30, 11-16), el precio del rescate de los primogénitos (Nm 18, 15) y las donaciones voluntarias (2R 12, 5). El lugar era muy transitado; incluso se sentaban las gentes. Jesús lo hizo también en diversas ocasiones (Db, p. 1218).
412 Esta creencia estaba muy arraigada en el pueblo. Y estaba favorecida por algunos pasajes del Antiguo Testamento que hablan de premios para el justo y de castigos para los pecadores, y que generalmente se entendían en un plano humano y terreno. Algunos rabinos hablaban incluso de una responsabilidad prenatal. En el libro de Job, sin embargo, se enseña que los males temporales no son siempre castigo. Esto es lo que dirá el Señor; incluso pueden ser motivo para que se glorifique a Dios. Así ocurrirá también con la muerte de Lázaro, cuya enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios (Jn 11, 4): muchos de los judíos que habían venido a casa de María y vieron lo que había hecho, creyeron en él (Jn 11, 45). Los males entran a formar parte del plan salvador de Dios. Jesús venció al dolor, a la enfermedad, a la privación: no suprimiéndolos del mundo, sino transformándolos en instrumento de salvación.
413 «Jesús pasa y se da cuenta enseguida del dolor. Considerad, en cambio, qué distintos eran entonces los pensamientos de los discípulos. Le preguntan: Maestro, ¿qué pecados son la causa de que este naciera ciego, los suyos o los de sus padres? »No debemos extrañarnos de que muchos, también gentes que se tienen por cristianas, se comporten de forma parecida: imaginan, antes que nada, el mal. Sin prueba alguna, lo presuponen; y no solo lo piensan, sino que se atreven a expresarlo en un juicio aventurado, delante de la muchedumbre. »La conducta de los discípulos podría, benévolamente, ser calificada de desaprensiva. En aquella sociedad -como hoy: en esto, poco ha cambiado- había otros, los fariseos, que hacían de esa actitud una norma» (Es Cristo que pasa, n. 67).
414 La piscina de Siloé era un estanque construido por el rey Ezequías en el siglo vii a.C. para el abastecimiento de agua de Jerusalén (cfr. 2R 20, 20; 2Cro 32, 30). Una tradición constante señala de manera cierta el lugar de su emplazamiento.
415 El estanque es un recipiente cuadrangular; mide unos veinticuatro metros de largo por cinco de ancho y cinco de profundidad. El agua llega por un canal subterráneo, tallado en la roca, de unos 530 metros de longitud. Este túnel fue descubierto en 1886. Las aguas de la piscina tenían en otro tiempo fama de ser dulces y curativas (FLAVIO JOSEFO, La guerras de los judíos, 5, 4, 1).
416 El nombre de Siloé, Shiloah, propiamente es activo, el que envía, y se llamó así primeramente al canal subterráneo que construyó Ezequías (721-693 a.C.). A través de él iba el agua desde la fuente Gihon, hoy fuente de la Virgen. Más tarde se dio el nombre también a la piscina (Ne 3, 15). Después de la cautividad de Babilonia, quizá en los días de Herodes, se construyó sobre la piscina un templete, cuyo techo estaba formado por anchas losas. En el siglo V de nuestra era se erigió en el mismo sitio una basílica, dedicada a Cristo Luz del mundo, en memoria de este milagro. Fue descubierta en las excavaciones realizadas en 1886. Se halló una iglesia de tres naves, que fue restaurada por el emperador Justiniano. Fue destruida por los persas y no volvió a ser reconstruida.
417 «¡Qué ejemplo de fe segura nos ofrece este ciego! Una fe viva, operativa (...). ¿Qué poder encerraba el agua, para que al humedecer los ojos fueran curados? Hubiera sido más apropiado un misterioso colirio, una preciosa medicina preparada en el laboratorio de un sabio alquimista. Pero aquel hombre cree; pone por obra el mandato de Dios, y vuelve con los ojos llenos de claridad» (Amigos de Dios, n. 193). La ceguera (defectos, flaquezas...) es un mal que tiene remedio. Nosotros poco podemos, pero Jesús es omnipotente. El agua de la piscina de Siloé siguió siendo agua, y el barro, barro, pero el ciego recuperó la vista, y después, además, sería un buen discípulo del Señor. Y así, tantas veces, se nos muestra la fe de los que tratan a Jesús.
418 Da gloria a Dios. Era una declaración solemne a modo de juramento, con la que se exhortaba a decir la verdad. Sin embargo, los fariseos no buscaban la verdad, sino intimidar al ciego para que se desdijese de lo confesado.
419 Después del exilio de Babilonia (siglo VI a.C.) existía entre los judíos la costumbre de expulsar de la sinagoga a quienes habían cometido ciertos delitos. El Talmud distingue dos clases de excomunión: el nid- dui, que impedía de uno a tres meses la asistencia a ciertas funciones sagradas y obligaba a llevar un vestido de luto, y el herem, que apartaba de todas las funciones sagradas y del trato con los israelitas.
420 Estos fariseos que están con Jesús no parece que sean discípulos. Tampoco los que han llevado la investigación acerca de la curación del ciego.
421 Jn 10, 3-4.
422 Gn 24, 2 ss.
423 Gn 47, 3 ss.
424 Jn 10, 7-10.
425 Jn 10, 17-18.
426 Cfr. R. Guardini, El Señor, pp. 204 ss.
427 Jr 23, 1-6; Is 40, 1-11. Las profecías habían ido anunciando rasgos que señalaban con muchos detalles la imagen del Pastor de los tiempos mesiánicos. Será un pastor único (Ez 34, 23): recogeré las ovejas de en medio de las gentes, las reuniré de todas las naciones y las llevaré a su tierra y las apacentaré sobre los montes de Israel (Ez 34, 13); yo mismo congregaré las ovejas que quedan de todos los países en que las he dispersado, y las volveré a sus praderas, y crecerán y se multiplicarán (Jr 23, 3). La solicitud del Pastor se anuncia con acentos entrañables: Apacentará a su rebaño como pastor, lo reunirá con la mano; llevará en su propio seno los corderos y cuidará de las paridas (Is 40, 11). El mismo Pastor promete más aún: Buscaré la oveja perdida, traeré la extraviada, vendaré la perniquebrada y curaré la enferma; guardaré las gordas y robustas (Ez 34, 16). Las ovejas estarán seguras, pues Él mismo nombrará a quien las guarde con desvelo: Les daré pastores que de verdad las apacienten, y ya no habrán de temer más ni angustiarse ni afligirse, palabra de Yahvé (Jr 23, 4).
428 La idea de la Iglesia, que cura y acoge en su seno a quien está descarriado o sin alojo, se va perfilando con nitidez en las enseñanzas de Jesús. Aquí parece decir: «No os preocupe si os expulsan de las sinagogas, venid a Mt y encontraréis refugio y pastos abundantes».
429 Comenta san Agustín que todos debemos ser buenos pastores de los demás. Este oficio, como lo demostró el Señor, es sacrificado y para llevarlo a cabo «muchas veces será necesario encogernos y pasar entre matorrales y gateras, aunque nos llenemos el cuerpo de rasguños; pero busquemos la oveja y llevémosla con alegría al Pastor de todos» (Contra Emérito, donatista, 12).
430 Ga 2, 20.
431 Así escribe a los primeros pastores: A los presbíteros que hay entre vosotros, yo -presbítero como ellos y, además, testigo de los padecimientos de Cristo y partícipe de la gloria que ha de manifestarse- os exhorto: Apacentad la grey de Dios que os ha sido confiada, gobernando no a la fuerza, sino de buen grado según Dios; no por mezquino afán de lucro, sino de corazón; no como tiranos sobre la heredad del Señor, sino haciéndoos modelo de la grey. Así, cuando se manifieste el Pastor Supremo, recibiréis la corona de gloria que no se marchita (1P 5, 1-4).
432 Jn 10, 22.
433 La viuda, en el Antiguo Testamento, es imagen y símbolo de desamparo y de debilidad.
434 «El que nos creó está más cerca de nosotros que todas las cosas que creó», afirma san Agustín (Del Génesis a la letra, 5, 16, 34). Y está presente con una disposición misericordiosa y siempre alentadora, dispuesto a ayudar.
435 La razón que el Señor da para atender las oraciones es triple: su bondad, que tanto dista de la venalidad del juez; el amor que tiene por sus discípulos; y, por último, el interés que estos muestran a través de su perseverancia en la petición.
436 «Pídele sin titubear, y conocerás que su gran misericordia no te abandona, sino que dará cumplimiento a la petición de tu alma» (Pastor de Hermas, hom. 9, 1).
437 El pueblo cristiano se ha sentido movido a lo largo de los siglos a presentar sus peticiones a Dios a través de María. Afirma san Bernardo que «subió al Cielo nuestra abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de la Misericordia, tratara los negocios de nuestra salvación» (En la Asunción de la B. V. M., sermón 1,1).
438 La oración del rabí Nenhuyá ben Hakaná, una generación más tarde, decía así: «Yo te doy gracias, Señor, Dios mío, porque me has dado mi parte entre aquellos que tienen su sede en la escuela, y no entre aquellos que se asientan por las esquinas (cambistas y los comerciantes callejeros). Yo me pongo en camino temprano y ellos se ponen en camino temprano. Yo me pongo en camino temprano para las palabras de la Toráh (el estudio de la Ley) y ellos se ponen en marcha temprano para cosas fútiles. Yo me afano y ellos se afanan. Yo me afano y recibo mi recompensa, y ellos se afanan y no reciben recompensa alguna. Yo corro y ellos corren. Yo corro hacia la vida del mundo futuro y ellos corren hacia el pozo de la fosa (la gehenna)» (Talmud bab., Berakhot 28b; cit. por SCHMID, nota a Lc 18, 12, p. 404).
439 Gnilka, p. 257.
440 En tiempos del Señor los doctores de la Ley aplicaban este canon a los más ínfimos productos del suelo, como la menta, el hinojo y el comino.
441 Este publicano no se sentía digno y, con un profundo sentido de la humildad, «se quedó lejos, y por eso Dios se le acercó más fácilmente. No atreviéndose a levantar los ojos al cielo, tenía ya consigo al que hizo los cielos... Que el Señor esté cerca o no, depende de ti. Ama y se acercará; ama y morará en ti» (SAN AGUSTIN, Sermón 9, 21), pues «a Dios no nos acercamos caminando, sino amando» (Cartas, 155, 13).
442 Sermón 115.
443 Según el historiador Josefo (Antigüedades judías, XII, 7, 7), la razón era que para los judíos había brillado por fin la libertad. Según la explicación posterior de los rabinos, para evocar la luz de la Ley (DEB, p. 412).
444 Sal 113-118.
445 Paseaba, porque era invierno y hacía frío. Esto parecen indicar el hecho en sí y la conjunción kay (LEAL, nota a Jn 10,23).
446 Las obras de Jesús ya habían hablado con toda claridad, pero los fariseos no estaban bien dispuestos y por eso no veían al Mesías enviado en Jesús. A este propósito enseña santo Tomás: «Puedo ver gracias a la luz del sol; pero, si cierro los ojos, no veo: esto no es por culpa del sol, sino por culpa mía, porque al cerrar los ojos impido que me llegue la luz solar» (Comentario sobre san Juan, in loc.). Los fariseos tenían los ojos bien cerrados.
447 Los Padres de la Iglesia han visto en este texto la distinción de las personas divinas -yo y el Padre- y la unidad de naturaleza.
448 También le llamaron blasfemo cuando perdonó los pecados al paralítico de Cafamaún (Mt 9, 1-8), y acusándole de blasfemo le condenarán a muerte cuando confiese solemnemente su divinidad ante el Sanedrín (Mt 26, 63-65).
449 Esta estancia en Perea es la misma que señalan san Mateo y san Marcos (Mt 19, 1; Mc 10, 1). Los sinópticos han omitido el relato de esos días en Jerusalén, y san Juan omitirá la estancia en Perea. Se contenta con una brevísima síntesis.
450 Podía ser motivo de repudio cualquier defecto físico o moral, o, por ejemplo, que se le quemara la comida en el horno o no cocinara bien la salsa...
451 El texto paralelo de san Mateo tiene una breve variación: cualquiera que repudie a su mujer-a no ser por fornicación- y se una a otra... La frase «friera del caso de fornicación» no puede tomarse como una excepción al principio de la absoluta indisolubilidad del matrimonio que Jesús acaba de restablecer. Casi con toda seguridad, la mencionada cláusula se refiere a uniones admitidas como matrimonio entre algunos pueblos paganos, pero prohibidas, por incestuosas, en la Ley mosaica (cfr. Lv 18) y en la tradición rabínica. Se trata, pues, de uniones inválidas desde su raíz por algún impedimento. Cuando tales personas se convertían a la verdadera fe, se declaraba que no habían estado nunca unidas en verdadero matrimonio. Por tanto, esta cláusula no va en contra de la indisolubilidad del matrimonio, sino que la reafirma. La Iglesia, a partir de la enseñanza de Jesús, ha concretado la solución del caso especialmente grave del adulterio, estableciendo la licitud de la separación de los cónyuges, pero sin disolubilidad del vínculo matrimonial y, por tanto, sin posibilidad de contraer nuevo matrimonio (cfr. Santos Evangelios, EUNSA, nota a Mt 5, 31-32).
452 San Agustín afirma que «la dignidad virginal comenzó con la Madre de Dios» (Sermón 51). La virginidad por el Reino de los Cielos es un signo poderoso de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno; un signo que recuerda también que el matrimonio es una realidad que manifiesta el carácter pasajero de este mundo. La estima de este don de Dios y el sentido cristiano del matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente (cfr. Catecismo, nn. 1619-1620).
454
453 Hacerse como niños, la llamada vida de infancia, es un camino espiritual que exige la virtud sobrenatural de la fortaleza para vencer la tendencia al orgullo y a la autosuficiencia, que impide comportarse co mo hijos de Dios y conduce, al ver una y otra vez los propios fracasos, al desaliento, a la aridez y a la soledad. La piedad filial, por el contrario, fortalece la esperanza, la certeza de llegar a la meta, y da la paz y la alegría en esta vida. Ante las dificultades, el discípulo de Cristo no se siente nunca solo. Sabe que el Señor no le abandona, y esta confianza es para él como el agua para el viajero en el desierto. Sin ella no podría seguir adelante.
455 «Él mira con amor a todo hombre. El Evangelio lo confirma a cada paso. Se puede decir también que en esta "mirada amorosa” de Cristo está contenida casi como en resumen y síntesis toda la Buena Nueva (...). Al hombre le es necesaria esta “mirada amorosa”; le es necesario saberse amado, saberse amado eternamente y haber sido elegido desde la eternidad (cfr. Ef 1, 4). Al mismo tiempo, este amor eterno de elección divina acompaña al hombre durante su vida como la mirada de amor de Cristo» (Carta a los jóvenes, 31 -III-l985, n. 7).
456 Es la tristeza que sigue a la falta de valor para responder a la llamada del Señor, para darse a Él del todo: «perdió la alegría porque se negó a entregar su libertad a Dios» (Amigos de Dios, n. 24). Este joven ha quedado como figura del cristiano a quien su mediocridad espiritual le impide convertir su vida en una donación gozosa y fecunda a Cristo que pasa a su lado.
457 Algunos piensan que debe leerse maroma gruesa de un navío. Son, en el original, términos parecidos. La imagen sería igualmente válida.
458 La posición de Jesús ante las riquezas es de tipo puramente religioso, y no económico o social. Aunque Él mismo no tenía posesión alguna y vivía solamente de la hospitalidad y la bondad de sus amigos y seguidores, y a pesar de que enseñó a sus discípulos el mismo proceder, no se situó, sin embargo, como adversario social frente a la clase de los ricos. Tampoco rechazó la hospitalidad de gentes ricas. Las mujeres galileas, cuya ayuda Jesús acepta; los acomodados hermanos de Betania, sus amigos; los dos destacados y ricos miembros del Sanedrín, Nicodemo y José de Arimatea; y también el rico jefe de publícanos, Zaqueo, no son excluidos del Reino de Dios. La «religión de la pobreza» de los judeo-cristianos ebionitas, para quienes se identificaban pobre y piadoso, por una parte, y rico e impío, por otra, no está de acuerdo con la doctrina de Jesús (cfr. SCHMID, nota a Mc 10, 26 ss.).
459 Israel estaba constituido por doce tribus. El nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, a la que están llamados todos los hombres, está fundada sobre los doce apóstoles bajo el primado de Pedro.
460 «¡A ver si encuentras, en la tierra, quien pague con tanta generosidad!» (Camino, n. 70), comentaba san Josemaría. Las palabras de Jesús dieron seguridad a quienes le acompañaban aquel día camino de Jerusalén, y a cuantos a través de los siglos, después de haber entregado todo al Señor, de nuevo buscan en el evangelio la firmeza de su fe y de su entrega. Su promesa rebasa con creces toda la felicidad que el mundo puede dar.
461 El denario era una moneda romana con la inscripción e imagen del emperador. Pesaba 3,81 gramos de plata. Como se ve por el texto, era el jornal de un trabajador agrícola. En tiempos de escasez equivalía al precio de una medida (algo más de un litro) de trigo o de tres medidas de cebada (DEB, p. 415). Su nombre, denario, probablemente provenía de que era también la paga diaria de un legionario.
462 Los judíos dividían el día en ocho partes, cuatro para la noche, que llamaban vigilias (Lc 12, 38), y cuatro para el tiempo comprendido entre la salida y la puesta del sol, que llamaban horas: prima, tercia, sexta y nona. La hora de prima comenzaba a la salida de sol y terminaba hacia las nueve; la de tercia abarcaba hasta las doce; la sexta hasta las tres de la tarde, y la nona hasta la puesta del sol. Las horas de prima y de nona dependían de la salida y de la puesta del sol; eran, por tanto, variables. Igual ocurría con las vigilias primera y cuarta. A veces se contaban las horas intermedias, como aparece más adelante con la hora undécima. Quizá se quiere poner de manifiesto el poco tiempo que faltaba ya para la puesta del sol y el fin del trabajo.
463 SAN JERÓNIMO, Comentario al Evangelio de san Mateo, 4, 3.
464 Además, en una interpretación ascética para cada cristiano, quizá el desencanto de los que se sintieron mal pagados procedía de no haber apreciado en su justo valor el honor de haber trabajado en las cosas de Dios ¡tantas horas! Algo similar al disgusto del hermano mayor del hijo pródigo.
465 Era una pequeña población situada a tres kilómetros escasos de Jerusalén, en la vertiente suroriental del Monte de los Olivos. Hoy se encuentra prácticamente unida a la ciudad. En los primeros siglos atrajo la devoción de los cristianos la iglesia levantada sobre el sepulcro vacío de Lázaro, y otra edificada a las afueras del pueblo para recordar el encuentro de Marta con Jesús. Hoy, el peregrino se encuentra con una imagen muy deteriorada, lejana a aquella del tiempo del Señor.
466 Lázaro es la forma abreviada de Eleaz.ar, nombre este muy común entre los judíos. En su forma abreviada es menos frecuente. Según su etimología significa Dios ha socorrido, Dios ayuda.
467 El tiempo indefinido (aoristo) ungió expresa una acción pasada respecto del tiempo en que escribe san Juan, aunque la unción fuera posterior, como veremos, al suceso que se narra ahora.
468 Los sepulcros de los judíos solían ser de dos tipos. Unos tenían una cámara con un banco excavado en la piedra para colocar el cadáver, precedida de una antecámara. La puerta exterior de esta se solía dejar abierta y cerrarse la interior de la cámara con una piedra, que giraba sobre una ranura. Esta fue la forma del sepulcro de Jesús. Otros sepulcros eran una especie de pequeño pozo con escaleras, sobre el cual se colocaba una gran piedra. Así debió de ser el de Lázaro. Había sobre él una piedra. El sitio que hoy se venera como la tumba de Lázaro se remonta al siglo IV. Esta era la forma más antigua y común de las tumbas privadas.
469 La preparación del cuerpo del difunto no era como la de los egipcios y no impedía la corrupción. Los aromas y aceites servían solo para mitigar el mal olor.
470 San Agustín ve en la resurrección de Lázaro una figura del sacramento de la Penitencia: como Lázaro de la tumba «sales tú cuando te confiesas. Pues ¿qué quiere decir salir sino manifestarse como viniendo de un lugar oculto? Mas para que te confieses, Dios da una gran voz, te llama con una gracia extraordinaria. Y, así como el difunto salió aún atado, lo mismo el que va a confesarse todavía es reo. Para que quede desatado de sus pecados dice el Señor a los ministros: Desatadle y dejadle andar» (Comentario al Evangelio de san Juan, 49, 24). El arte cristiano recoge esta comparación, ya desde los primeros siglos, en las catacumbas, donde encontramos unas cincuenta y tres representaciones de la resurrección de Lázaro, simbolizando así el don de la vida de la gracia por medio del sacerdote, que otra vez repite ante el pecador: «Lázaro, sal afuera» de la oscuridad, de la muerte.
471 Las vendas eran una especie de cintas que servían para sujetar el cuerpo. Se deben distinguir del sudario, pañuelo grande que envolvía la cara, y de la sábana o lienzo (Jn 19, 40; Jn 20, 5-7) con que se envolvía el cuerpo.
472 Efraín o Efrén, la actual et-Taiybe, se encuentra situada a unos diecinueve kilómetros en línea recta de Jerusalén. Un terreno montañoso y desértico la separa del valle del Jordán. Las ruinas de una antigua iglesia recuerdan la estancia del Señor en esta ciudad.
473 Estas prácticas estaban motivadas por la piedad del pueblo, no por la Ley. Los mismos ritos de la Pascua, con la inmolación del cordero, servían de purificación y expiación por los pecados.
474 Si san Juan no menciona este viaje (de Efraín a Jericó) quizá se deba a que, según el plan de su evangelio, prefiere no repetir lo que los sinópticos han detallado con suficiente claridad. No es muy verosímil que Jesús volviera a Galilea.
475 El cáliz, en la Sagrada Escritura, suele significar también la suerte que Dios tiene reservada a cada uno. Aunque algunas veces se trata de una suerte dichosa (cfr. Sal 15, 5; Sal 22, 5), por lo general, como aquí y en otros muchos lugares (cfr. Sal 10, 7; Sal 74, 9; Mt 26, 39; Jn 18, 11), se refiere a una suerte dura y difícil de llevar.
476 Esta profecía se cumplió al poco tiempo: Santiago morirá mártir en Jerusalén hacia el año 44 (cfr. Hch 12, 2); Juan, después de haber sufrido cárcel y azotes en Jerusalén (cfr. Hch 4, 3; Hch 5, 40-41), padecerá un largo destierro en la isla de Patmos (cfr. Ap 1,9).
477 Así lo entendieron los apóstoles, especialmente después de la venida del Espíritu Santo. San Pedro exhortará más tarde a los presbíteros a que apacienten el rebaño de Dios a ellos confiado, no como dominadores, sino sirviendo de ejemplo (1P 5, 1-3); y lo mismo san Pablo, que, sin estar sometido a nadie, se hizo siervo de todos para ganarlos a todos (1Co 9, 19). Pero el Señor no solo se dirige a sus apóstoles, sino a los discípulos de todos los tiempos. Nos enseña que existe un singular honor en el auxilio y asistencia a los demás, imitando su ejemplo.
478 Fue donada por Augusto a Herodes, que la había agrandado y embellecido y había edificado un palacio para sí, donde tuvo lugar su muerte. Estaba construida algo más al sur de la antigua Jericó conquistada por Josué, de la que solo quedaban ruinas.
479 En hebreo siqmah, pertenece, junto a la higuera y a la morera, con las que a veces se confunde, a la familia de las moráceas. Tiene, sin embargo, más altura y un tronco más grueso. Su madera era muy apreciada para la carpintería. Crece en las partes más cálidas de Palestina. Nada tiene que ver con el falso sicomoro de Europa.
480 «Quien tenía por grande e inefable el verle pasar -comenta san Agustín- mereció inmediatamente tenerlo en casa» (Sermón 174).
481 «Aprendan los ricos -comenta san Ambrosio- que no consiste el mal en tener riquezas, sino en no usar bien de ellas; porque, así como las riquezas son un impedimento para los malos, son también un medio de virtud para los buenos» (Comentario al Evangelio de san Lucas, in loc.). Los bienes, empleados con generosidad, pueden acercar mucho a Dios.
482 Esta parábola es muy parecida a la de los talentos que recoge san Mateo (Mt 25, 14-30). Se discute si es la misma o si el Señor expuso la misma enseñanza en ocasiones distintas con ligeras variantes. El talento se empleaba en Oriente y la mina, en Grecia. Esta propiamente no era una moneda acuñada, sino una unidad contable; su valor equivalía a 35 gramos de oro.
483 Entre Jericó y Jerusalén hay unos 28 kilómetros de distancia, con una fuerte subida. Una jornada de siete u ocho horas de camino.
484 En la época helenística y romana, la mina griega equivalía a cien dracmas.
485 Esta segunda parte coincide sustancialmente con ¡a parábola de los talentos de san Mateo (Mt 25, 14-20), y habla de la responsabilidad personal de cada uno ante las gracias que ha recibido.
486 Zaqueo, si estuvo presente, debió de pensar que había llegado el momento de sacarle más rendimiento a su vida.
487 San Lucas localiza el milagro a la entrada de la ciudad y no a la salida, como hacen san Mateo y san Marcos. Algunos creen que san Lucas se refiere a la entrada de la Jericó levantada por Heredes, unos tres kilómetros al sur de la antigua Jericó, que sería la mencionada por los otros dos evangelistas. Esta parece una solución rebuscada, pues la ciudad antigua era solo un montón de ruinas. Muchos prefieren pensar que san Lucas adelantó literariamente el suceso, pues el centro de su narración es la conversión de Zaqueo.
488 Las dificultades comenzaron muy pronto para aquel ciego que busca en la oscuridad a Cristo. Quienes le rodeaban le reprendían para que callase. San Agustín, al comentar esta frase, hace notar que, cuando un alma se decide a seguir al Señor, con frecuencia encuentra obstáculos en las personas que le rodean: «... mis parientes, vecinos y amigos comenzarán a bullir. Los que aman el sigilo se me ponen enfrente. ¿Te has vuelto loco? ¡Qué extremoso eres! ¿Por ventura los demás no son cristianos? Esto es una tontería, es una locura. Y cosas tales grita la turba para que no clamemos los ciegos» (Sermón 88, 13). Bartimeo no les hizo el menor caso. Jesús es su gran esperanza, y no sabe si volverá a pasar de nuevo cerca de su vida. En vez de callar, clamó mucho más fuerte. Es una buena enseñanza a seguir en medio de las dificultades.
489 Comenta san Gregorio Magno: «cuando insistimos fervorosamente en nuestra oración, detenemos a Jesús que va de paso» (Homilías sobre los Evangelios, 2, 5). La oración lo puede todo.
490 «El Señor, que le oyó desde el principio, le dejó perseverar en su oración. Lo mismo que a ti. Jesús percibe la primera invocación de nuestra alma, pero espera. Quiere que nos convenzamos de que le necesitamos; quiere que le roguemos, que seamos tozudos, como aquel ciego que estaba junto al camino que salía de Jericó» (Amigos de Dios, n. 195).
491 «¡Tirando su capa! No sé si tú habrás estado en la guerra. Hace ya muchos años, yo pude pisar alguna vez el campo de batalla, después de algunas horas de haber acabado la pelea; y allí había, abandonados por el suelo, mantas, cantimploras y macutos llenos de recuerdos de familia: cartas, fotografías de personas amadas... ¡Y no eran de los derrotados; eran de los victoriosos! Aquello, todo aquello les sobraba, para correr más aprisa y saltar el parapeto enemigo. Como a Bartimeo, para correr detrás de Cristo. »No olvides que, para llegar hasta Cristo, se precisa el sacrificio; tirar todo lo que estorbe: manta, macuto, cantimplora. Tú has de proceder igualmente en esta contienda para la gloria de Dios, en esta lucha de amor y de paz, con la que tratamos de extender el reinado de Cristo» (Amigos de Dios, n. 196).
492 Los festejos pascuales comenzaban la tarde del 14 de Nisán. Si retrocedemos seis días, nos encontramos en el 8 de Nisán. Con todo, a pesar de su aparente claridad, la indicación de san Juan ofrece aún algunas dificultades, pues no sabemos si incluye en esos seis días el de la llegada a Betania y el primero de la fiesta. Si, como veremos, la entrada de Jesús en Jerusalén ha de ponerse en un domingo y, como san Juan nos dice, esta misma entrada tuvo lugar al día siguiente de la unción de Betania, pensamos que estos hechos sucedieron el sábado anterior a su muerte. Los judíos, además, solían celebrar sus banquetes en este día, en el que no viajaban.
493 La libra era una medida de peso que equivalía a algo más de trescientos gramos. El evangelista tiene especial empeño en decir que era de nardo puro, auténtico, porque este perfume se podía adulterar con gran facilidad. Costaba una verdadera fortuna.
494 Hubo dos unciones del Señor en ocasiones distintas y por motivos diferentes: la primera al principio de su ministerio público, en Galilea, relatada por san Lucas (Lc 7, 36-50); la segunda es esta, al final de su vida, en Betania. Tanto por el tiempo en que sucedieron como por las circunstancias particulares, ambas unciones se distinguen con claridad. En el primer caso se trató de una manifestación de arrepentimiento a la que siguió el perdón; el segundo caso fue una gran muestra de afecto, que Jesús interpretó además como anticipación de su unción para la sepultura. No tiene nada de extraño que la omita san Lucas, que ya ha narrado la anterior.
495 Realmente, el perfume era de mucho valor. Trescientos denarios eran casi el sueldo de un año de un trabajador agrícola de aquel tiempo. Con algo más de doscientos denarios se podía dar de comer a cinco mil personas (Jn 6, 7).
496 El Señor no niega el valor de la limosna que tantas veces recomendó, ni la preocupación por los pobres, pero descubre la hipocresía de aquellos que, como Judas, aducen motivos nobles para no dar a Dios el honor debido. Así comentaba san Josemaría este pasaje de la vida de Jesús: «Aquella mujer que en casa de Simón el leproso, en Betania, unge con rico perfume la cabeza del Maestro, nos recuerda el deber de ser espléndidos en el culto de Dios. »—Todo el lujo, la majestad y la belleza me parecen poco. »—Y contra los que atacan la riqueza de vasos sagrados, ornamentos y retablos, se oye la alabanza de Jesús: opus enim bonum operata est in me —una buena obra ha hecho conmigo» (Camino, n. 527). Muchas veces
497 Esta aldea se encontraba probablemente en las pendientes del Monte de los Olivos, en la ladera occidental de esta colina, cerca de la cima (DEB, VOZ Betfagé). Significa casa de los higos.
498 San Josemaría comentaba así esta escena: «Jesús se contenta con un pobre animal, por trono. No sé a vosotros; pero a mí no me humilla reconocerme, a los ojos del Señor, como jumento: como un borriquito soy yo delante de ti; pero estaré siempre a tu lado, porque tú me has tomado de tu diestra (Sal 72, 23-24), tú me llevas por el ronzal. »Pensad en las características de un asno, ahora que van quedando tan pocos. No en el burro viejo y terco, rencoroso, que se venga con una coz traicionera, sino en el pollino joven: las orejas estiradas como antenas, austero en la comida, duro en el trabajo, con el trote decidido y alegre. Hay cientos de animales más hermosos, más hábiles y más crueles. Pero Cristo se fijó en él, para presentarse como rey ante el pueblo que lo aclamaba. Porque Jesús no sabe qué hacer con la astucia calculadora, con la crueldad de corazones fríos, con la hermosura vistosa pero hueca. Nuestro Señor estima la alegría de un corazón mozo, el paso sencillo, la voz sin falsete, los ojos limpios, el oído atento a su palabra de cariño. Así reina en el alma» (Es Cristo que pasa, n. 181).
499 Las palabras de Zacarías (Za 9, 9), que también refiere san Mateo, están tomadas del pasaje donde se describe al rey Mesías entrando en la ciudad de su reino, después de someter la tierra, para comenzar un reinado de paz. Entra vencedor, pero manso y humilde, accesible a todos.
500 Hija de Sión es un hebraísmo para designar a la ciudad de Jerusalén, edificada sobre el monte Sión.
501 Ver BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret II, pp. 1 lss.
502 Jesús lo intentó todo con Jerusalén, y la ciudad no quiso abrir las puertas a la misericordia. Es el misterio profundo de la libertad humana, que tiene la triste posibilidad de rechazar la gracia divina. Ahora también.
503 El muro, descrito con detalle por Flavio Josefo (Guerras de los judíos, 502-511), tenía 39 estadios de longitud (7.215 m).
504 Son palabras del Salmo 8, 3. El salmista describe de una manera poética cómo los niños, aun los más pequeños, cantan la magnificencia de Dios al contemplar el cielo estrellado. La contestación del Señor viene a ser una reafirmación de su mesianidad: ¡hasta los más insignificantes -viene a decir- son capaces de comprender las señales de su poder y de su bondad!
505 Es una de tantas ocasiones en que se manifiesta la Santísima Humanidad de Cristo, que quiso estar muy próximo a nosotros y participar de las limitaciones y necesidades de la naturaleza humana para que aprendamos nosotros a santificarlas.
506 San Mateo quiso aquí seguir, como en otras ocasiones, el orden lógico con preferencia al cronológico. Refiere el incidente como sucedido en una sola ocasión, aunque en realidad tuvo dos fases distintas. Por lo demás, los dos narradores coinciden en asignar a este milagro una misma fecha: acaeció al día siguiente de su entrada triunfal en la ciudad santa, el Lunes Santo.
507 Jr 19, 1 ss.; Jr 13, 1 ss.; Is 20, 1 ss.
508 También aprendieron los apóstoles en aquella ocasión que todo tiempo es oportuno para dar frutos. No podemos esperar momentos especiales para ser buenos, para amar a Dios y a los demás. El Señor se acerca a cada uno buscando obras de santidad en la enfermedad, en el trabajo normal,' cuando se nos acumulan muchos quehaceres como cuando todo está ordenado y tranquilo... Son precisamente esas circunstancias las que deben dar fruto; distinto quizá, pero sabroso y espléndido. En todas las situaciones se puede encontrar a Dios, porque Él da las gracias convenientes a cada estado.
509 Galilea estaba más relacionada con los gentiles y con los judíos de la Diáspora. Felipe y Andrés figuran con frecuencia en el cuarto evangelio, tal vez porque eran bien conocidos en los medios del Asia Menor, donde Juan escribe. El idioma griego era bien conocido por muchos judíos.
510 Junto a Cristo, detrás de la aparente muerte está la Vida; y el que con egoísmo trata de reservarla para sí, la pierde: el que quiera salvar su vida la perderá: y el que la pierda por mí la hallará. Para dar frutos en el orden sobrenatural, es necesario el sacrificio. No hay cosecha si lo sembrado no sigue su proceso natural: si el grano de trigo no muere al caer en la tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. Para ser eficaces en el Señor es preciso negarse a uno mismo, olvidando la comodidad, el egoísmo, que se manifiesta de maneras tan diversas.
511 El que correspondería a nuestro Martes Santo.
512 Más tarde dará a conocer a sus discípulos el origen de su autoridad: Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra. La autoridad de Jesús no proviene de los hombres, sino de haber sido constituido por Dios Padre «heredero universal de todas las cosas (cfr. Hb 1, 2), para ser Maestro, Rey y Sacerdote de todos, Cabeza del Pueblo nuevo y universal de los hijos de Dios» (Const. Lumen gentium, n. 13).
513 Mejor es la obediencia que las víctimas (1S 15, 22), se decía ya en el Antiguo Testamento. «Y con razón -comenta san Gregorio Magno- se antepone la obediencia a las víctimas, porque mediante las víctimas se inmola la carne ajena, y en cambio por la obediencia se inmola la propia voluntad» (Moralia, 14), lo más difícil de entregar, porque es lo más íntimo y propio que poseemos. De ahí el empeño de Jesús, a quien los vientos y el mar le obedecen /(Mt 8, 27), por enseñar constantemente a sus discípulos de todos los tiempos que el camino del cielo, de la paz del alma y de todo progreso interior pasa por el ejercicio de esta virtud.
514 Sal 118, 22.
515 San Pedro recordará delante del Sanedrín las palabras de Jesús, cuando ya se ha cumplido la predicción contenida en la parábola: Quede claro a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis... Él es la piedra que, rechazada por vosotros los constructores, ha llegado a ser piedra angular (Hch 4, 10-11).
516 «Ayúdanos, Señor -comenta san Agustín-, a dejamos de malas y vanas excusas y a ir a esa cena... ¿Quiénes vinieron a la cena, sino los mendigos, los enfermos, los cojos, los ciegos?... Vendremos como pobres, pues nos invita quien, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecer con su pobreza a los pobres. Vendremos como enfermos, porque no han menester médico los sanos, sino los que andan mal de salud. Vendremos como lisiados y te diremos: Endereza mis pasos conforme a tu palabra (Sal 119, 133). Vendremos como ciegos y te pediremos: Ilumina mis ojos para que jamás duerma en la muerte (Sal 12, 4)» (Sermón 112, 8).
517 El banquete real es imagen también del banquete eucarístico. Así lo consideraron muchos Padres de la Iglesia. «Considera qué gran honor se te ha hecho -exhorta san Juan Crisóstomo-, de qué mesa disfrutas. A quien los ángeles ven con temblor, y por el resplandor que despide no se atreven a mirar de frente, con Ese mismo nos alimentamos nosotros, con Él nos mezclamos, y nos hacemos un mismo cuerpo y carne de Cristo» (Homilías sobre san Mateo, 82, 4). El vestido de boda representa el estado de gracia y las debidas disposiciones del alma para acercarse a la Sagrada Eucaristía.
518 Saduceos fueron los que mandaron azotar más tarde a Pedro y a Juan, así como el sumo sacerdote Ananías, cuarto de los hijos de Anás que detentó ese cargo, a quien Pablo maldijo y llamó pared blanqueada (Hch 23, 3).
519 La mayor parte de los miembros del Sanedrín eran saduceos, aunque habla también algunos fariseos, como Nicodemo, el que visitó a Jesús de noche, José de Arimatea, que le prestó su tumba, o Gamaliel, líder espiritual de gran prestigio, uno de cuyos discípulos fue san Pablo.
520 Cada año, un poco antes de la fiesta de la Pascua, se blanqueaban los sepulcros en los cementerios. Estos solían estar en las afueras de las ciudades y pueblos, cerca de los caminos. Las tumbas encaladas se podían ver bien y evitar el rozarlas, lo cual era causa de impureza durante siete días (Nm 19, 16). A plena luz del sol aparecían blancos y radiantes. Ocultaban bien la podredumbre que encerraban. Así eran los fariseos. El Señor, por el contrario, quiere en primer lugar el alma limpia, un corazón puro que sepa amar.
521 Para no exponerse a tragarse algún insecto declarado impuro en la Ley, los fariseos llegaban a filtrar las bebidas a través de un lienzo. Esto no correspondía a un alma fina y delicada en el amor a Dios, sino a mero escrúpulo y afición a lo material de las prescripciones. De hecho llegaban a tragarse verdaderos camellos, pecados graves, especialmente contra el amor al prójimo.
522 La imagen de la protección bajo las alas es frecuente en el Antiguo Testamento para aludir al amor y protección de Dios hacia su pueblo. Así aparece en los profetas, en el cántico de Moisés y en muchos salmos. Y no quisiste. Incansablemente se les predicó el Reino de Dios: durante siglos, por medio de los profetas; en los últimos años, por Él mismo, Jesucristo, la Palabra de Dios. Pero la ciudad santa resistió la gracia que, de modo totalmente singular, Dios le ofrecía. En cierto modo, Jerusalén puede ser una advertencia para todo discípulo del Señor: también él puede rechazar la gracia, la invitación de Dios. La vida del cristiano está marcada por una serie continua de conversiones, de sucesivos arrepentimientos.
523 Eran los herodianos muy opuestos a los fariseos en materia religiosa y política. Ahora les une la intención de acabar con Jesús, entregándolo a la jurisdicción romana.
524 De hecho, los mismos fariseos acusarían a Jesús de haber enseñado que no debía pagarse este tributo (Lc 23, 2).
525 Muchos de estos celosos fariseos, en su odio por Jesús, acabarán gritando: No tenemos más rey que el César (Jn 19, 15). Esta declaración en boca de un judío era el colmo, venía a ser una renuncia a las tradiciones y esperanzas de Israel; pero con tal de conseguir la condena a muerte de Jesús no tuvieron inconveniente en decirlo ante Pilato.
526 Todos conocían la imagen y la inscripción. Si el denario que llevaron a Jesús era, como parece lo más probable, el del emperador Tiberio, reinante entonces, mostraría en el anverso la imagen del emperador coronado y en torno a ella la inscripción Ti. (BERIUS) CAESAR DIVI AUG. (USTl) F. (iLIUS) AUGUSTOS.
527 Jesús no elude la cuestión, sino que la sitúa en sus verdaderos términos. Se trata de que el Estado no invada el plano de lo divino, y de que la Iglesia no tome partido en cuestiones temporales cambiantes y relativas. De este modo, se opone igualmente al error difundido entre los fariseos de un mesianismo político y al error de la injerencia del Estado romano -de cualquier Estado- en el terreno religioso (cfr. J. M. CASCIARO, Jesucristo y la sociedad política).
528 A este respecto, comenta san Agustín: «Si alguno piensa que por el hecho de ser cristiano no está obligado a pagar tributo ni a dar el debido honor a las autoridades civiles, está en un gran error. Lo mismo que aquel que piensa que debe someterse a dichas autoridades en todo, incluyendo lo relacionado con la fe, está en un error mucho mayor» (Comentario a la Epístola a los Romanos 13, 18).
529 La idea de la inmortalidad del alma tardó en afianzarse entre los judíos. Antes del Destierro se pensaba en un más allá silencioso y frío, el sheol. Después, se va precisando una vida bienaventurada después de este mundo en el que tantas veces se experimentan el hambre, la servidumbre, la enfermedad..., donde no pocas veces sale con ventaja el malvado y pierde el justo. Allí cada uno recibirá un premio o un castigo. Ciertamente, no se sentarán a la misma mesa.
530 La otra vida es de verdad otra vida, una vida de calidad diferente. En ella se cumplen todas las esperanzas del hombre, pero en un plano distinto. Jesús rechaza la idea de los saduceos, que la entienden como una sencilla continuación de las relaciones terrenas entre los cónyuges. Pero no excluye que estos puedan reencontrar, en Dios, el vínculo que les unía en la tierra, porque eso estaría quizá en contradicción con su palabra de que no se debe dividir lo que Dios ha unido. Dice también la Escritura que el matrimonio es un gran sacramento porque simboliza la unión entre Cristo y la Iglesia (Ef 5, 32), y es difícil pensar que desaparezca en la nueva Jerusalén, donde se celebra el eterno banquete nupcial entre Cristo y la Iglesia, del que aquel es imagen. De la misma manera que en el Cielo no se olvidan los vínculos existentes entre padres e hijos, o entre amigos, el matrimonio no llega del todo a su término con la muerte. Igual que la vida, de la que es parte integrante, no termina, se transforma (prefacio de la Misa de difuntos), se transfigura y queda libre de todos los límites que lo marcan en la tierra. En el paso del tiempo a la eternidad el bien permanece y el mal cae; y, así, el vínculo existente entre los cónyuges no se rompe y el amor que los unió, aunque fuera por poco tiempo, persiste, mientras que desaparecen los defectos, las incomprensiones, los sufrimientos que se hubieran causado recíprocamente. Muchísimos cónyuges experimentarán solo cuando se reúnan «en Dios» el amor verdadero entre sí y, con él, el gozo y la plenitud de la unión que no disfrutaron en la tierra. En cuanto a los que estuvieron legítimamente unidos a varias personas -los viudos o viudas que vuelven a casarse, como es el caso que los saduceos plantean a Jesús-, aquello que hubo de auténtico amor y donación con cada uno de los esposos o de las esposas, siendo objetivamente un «bien» y viniendo de Dios, no será suprimido. Allá arriba no habrá rivalidades en el amor o celos. Todo esto no pertenece al amor verdadero, sino al límite intrínseco de la criatura (cfr. R. CANTALAMESSA, Homilía XXXII semana del tiempo ordinario, ciclo C).
531 Ex 3, 6-7.
532 Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. Afirmaba Tertuliano: «somos cristianos por creer en ella». Y san Pablo predicaba con energía: ¿Cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y, si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe... ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron (1Co 15, 12-14. 20) (cfr. Catecismo, n. 991).
533 Dt 6, 4 ss.
534 La Ley y los Profetas, como hemos visto, era una de las divisiones de toda la Escritura que hacían los judíos contemporáneos del Señor.
535 Este mandamiento comienza por la afirmación de la existencia de un único Dios, y así ha sido recogido en el Credo: credo in unum Deum. Es una verdad conocida por la luz natural de la razón, y el pueblo elegido sabía bien que todos los dioses paganos eran falsos; y, sin embargo, los ídolos fueron para ellos una tentación constante, y una causa frecuente de su alejamiento del Dios verdadero. Los profetas se sentirán impulsados a recordarles la falsedad de aquellas deidades que conocían al ponerse en contacto con naciones de poder y cultura muy superior a la de ellos. Aquello les atraía y deslumbraba. Se trataba de pueblos más ricos, materialmente más avanzados, pero sumidos en la oscuridad de la superstición, de la ignorancia y del error.
536 Sal 110, 1.
537 La situación precaria de las viudas en Israel era el resultado del aislamiento: por el matrimonio se separaban de su familia de origen y, muerto el marido, perdían los vínculos con la familia del difunto. Podían volver a la familia de sus padres, pero esta no tenía obligación de mantenerlas (DEB, p. 1607).
538 El as era, a su vez, la decimosexta parte de un denario. Este equivalía a 128 leptos. Para hacemos cargo del poco valor de las monedas de la viuda podemos recordar que el costoso perfume que María, la hermana de Lázaro, derramó a los pies de Jesús fue tasado en unos trescientos denarios (Mc 14, 4-5; Jn 12, 5). Con dos denarios estimaba el samaritano de la parábola que podía atenderse en la posada al que había sido agredido en el camino de Jericó a Jerusalén (Lc 10, 35).
539 Este pasaje breve de la vida del Señor nos enseña también a no tener miedo a ser generosos con Dios y con las obras buenas en servicio del Señor y de los demás, incluso a sacrificar aquello que nos parece necesario para la vida.
540 «¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el templo su pequeña limosna? —Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des» (Camino, n. 829).
541 Cfr.Hch 4, 5 ss.; Hch 5,21 ss.; Hch 6, 12 ss.; Hch 22, 30; Hch 23, 1 ss.;2Co 11, 24. Tertuliano llamará a las sinagogas fuentes de persecución (Scorpiace, X, 143).
542 2P 3, 10.
543 Estad atentos, velad; porque no sabéis cuándo será el momento. Es como un hombre que al marcharse de su tierra, y al dejar su casa y dar atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, ordenó también al portero que velase. Velad, pues, porque no sabéis a qué hora volverá el señor de la casa, si por la tarde, o ala medianoche, o al canto del gallo, o de madrugada; no sea que, viniendo de repente, os encuentre dormidos. Lo que a vosotros os digo, a todos lo digo: ¡velad!
544 San Pablo compara esta vigilia a la guardia, statio, que hace el soldado bien armado que no se deja sorprender; con frecuencia habla de la vida cristiana como un estar de guardia, como el soldado en campaña, que vive sobriamente y no le sorprende fácilmente el enemigo. El cristiano está vigilante a través de la oración y la mortificación, y del diario examen de conciencia.
545 Los cristianos de la primera época, deseosos de ver el rostro glorioso de Cristo, repetían la dulce invocación: ¡Ven, Señor Jesús! Era una jaculatoria tantas veces pronunciada que incluso quedó plasmada en arameo, la lengua que hablaban Jesús y los apóstoles, en los escritos primitivos. Hoy, traducida a los diversos idiomas, ha quedado como una de las aclamaciones posibles en la Santa Misa, después de la consagración y adoración. Cuando Cristo se hace realmente presente sobre el altar, la Iglesia le manifiesta el deseo de verle glorioso.
546 Entre los hebreos, como ya hemos visto, la mujer permanecía aún unos meses en la casa de sus padres después de celebrados los desposorios. Más tarde, el esposo se dirigía a la casa de la mujer, donde tenía lugar una segunda ceremonia, más festiva y solemne; desde allí se dirigían al nuevo hogar. En casa de la esposa, esta esperaba al esposo acompañada por otras jóvenes no casadas. Cuando llegaba el esposo, las que habían acompañado a la novia, junto con los demás invitados, entraban con ellos y, cerradas las puertas, comenzaba la fiesta.
547 La segunda venida de Cristo es designada frecuentemente en la Sagrada Escritura con el término griego parusía, que en el lenguaje profano significaba la entrada solemne de un emperador en una ciudad o provincia, donde era saludado como salvador de aquella tierra. El momento de la entrada, que siempre tenía algo de inesperado, era tenido como día de fiesta y, a veces, era el punto de partida para un nuevo cómputo del tiempo: se quería indicar que con aquel acontecimiento comenzaba algo nuevo. Para sus discípulos, la llegada de Cristo será la gran fiesta, pues el alma se unirá de nuevo a su propio cuerpo, y comenzará un «nuevo cómputo del tiempo», una nueva forma de existencia, donde cada uno -cuerpo y alma- dará gloria a Dios en una eternidad sin fin.
548 Ex 21, 32.
549 Epístola 36, 30: ML 33, 150.
550 Por contraste, la perseverancia es la fidelidad diaria en lo pequeño; se apoya en la humildad de recomenzar de nuevo cuando por fragilidad hubo algún descamino. Ser fiel a la propia vocación es responder a las sucesivas llamadas que el Señor hace a lo largo de una vida, aunque no falten obstáculos y dificultades y, a veces, errores aislados, cobardías y derrotas. Perseverar es recomenzar, con contrición verdadera.
551 Pascua y Azimos eran en realidad dos fiestas distintas. El centro de la Pascua era la comida del cordero en la tarde del 14. La de los Ázimos propiamente comenzaba el 15 y duraba hasta el 21. Pero como el pan ázimo había que comerlo ya en la cena del cordero, la fiesta de la Pascua y de los Ázimos se confundían en la práctica (cfr. Lc 22, 1).
552 Los israelitas seguían el mes lunar (29 días y 12 horas), que tenía unas veces 29 y otras 30 días. El año de doce meses lunares tenía, pues, una duración de 11 días y cuarto menos que el año solar. Así, cada dos o tres años se intercalaba un mes. La designación de estos meses estuvo en un principio, conforme a la costumbre cananea, en relación con las estaciones: el mes de las espigas (Ex 13, 4), de las flores (1R 6, 1), de las corrientes permanentes de agua (1R 8, 2), de las grandes lluvias (1R 6, 38)... Este calendario oficial estaba sin duda duplicado por un calendario popular que designaba cada mes conforme a las respectivas faenas agrícolas: recolección, sementera, siega de la cebada, siega del trigo, frutas... (Ex 23, 16:1S 12, 17; 2S 21, 9-10). Bastante tiempo después de la cautividad se introdujeron los nombre babilónicos: nisán, iyyar, siván, tamús, ab, elul, tishrí, marheshrán, kisleu, tébet, shebat, adar.
553 Después de la destrucción del Templo en el año 70, cesó el sacrificio de los corderos pascuales. Desde entonces se celebró la cena de la Pascua, como entre los judíos de la Diáspora en la época en que aún no había sido reconstruido el Templo, en forma totalmente desprovista del carácter sacrificial. El resto de los ritos, también el pan ázimo y las hierbas amargas, se ha mantenido hasta nuestros días.
554 San Pablo hará referencia a la renovación que nos trae Cristo. Cuando dice que es necesario echar fuera la levadura vieja para ser masa nueva en el Señor (cfr. 1Co 5, 7-8) se refiere a esta costumbre judía.
555 Sal 113-118.
556 Todas las familias estaban obligadas a consumir una parte de sus beneficios anuales en Jerusalén. En buena medida, la prosperidad del comercio en la ciudad se debía a este particular impuesto (cfr. J. JEREMÍAS, Jerusalén en tiempos de Jesús, pp. 153 ss.).
557 La presencia del procurador y de las fuerzas de policía era más necesaria durante la Pascua y las demás fiestas de peregrinación por el hecho de que solían acudir también personalidades políticas o diplomáticas a la ciudad santa: Herodes Antipas (cfr. Lc 23, 7), Agripa, un oficial superior de la reina de Etiopía (cfr. Hch 8, 27)... Estas aglomeraciones eran igualmente favorables para las revueltas. Josefo nos indica que los principales signos precursores de la revuelta judía en el año tuvieron lugar precisamente con ocasión de las peregrinaciones (CH. SAULNIER y B. ROLLAND, Palestina en tiempos de Jesús, p. 30).
558 El haroset era una especie de compota espesa compuesta de higos, avellanas y otros frutos secos triturados en un mortero y mezclados con vinagre y aromas diversos, que recordase, también por su color, el barro y los ladrillos que hubieron de fabricar durante su esclavitud en Egipto.
559 Los testimonios escritos en los que se identifica el Cenáculo con la casa de María, la madre de Marcos, son del siglo iv, lo cual sugiere una tradición mucho más antigua. Esta identificación se desprende en cierto modo de un pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hch 12, 11-17). Allí se nos narra cómo Pedro, librado de la cárcel por el ángel, se dirige a la casa de María, madre de Juan, apellidado Marcos, donde estaban muchos reunidos en oración. Pero no se detiene allí, sino que partió hacia otro lugar. Este breve relato da la impresión de que la casa de Juan Marcos era el lugar donde se reunían los fieles para orar, y que Pedro no quiso quedarse allí porque esta casa sería conocida como lugar de reunión de los cristianos y, por tanto, poco a propósito para su seguridad.
560 Una tradición sitúa el Cenáculo en el monte Sión, en la colina suroeste de Jerusalén. Se basa en antiguos testimonios que se remontan a los primeros siglos del cristianismo. San Epifanio (392) nos da noticia de que, cuando Adriano realizó un viaje a Palestina (por los años 130-131), existía en esta colina una pequeña iglesia, considerada como el lugar donde estaban reunidos los apóstoles el día de Pentecostés. En todo el siglo rv esta sala es identificada con la de la Última Cena.
561 Hch 1, 15.
562 Según esta interpretación san Juan indica claramente que el Señor muere el día 14, la víspera del gran día de la Pascua; por tanto, celebró la cena el día anterior, 13 de Nisán. Efectivamente, cuando los judíos conducen a Jesús al pretorio, ellos, escribe san Juan, no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua (Jn 18, 28). La frase comer la pascua no tiene otro significado que el de celebrar la cena pascual. Para los judíos que llevan a Jesús al pretorio, aquel día era el 14 de Nisán por la mañana, pues aún no habían celebrado la cena pascual. Más claramente dice después que, cuando Pilato pronunció la sentencia definitiva, era el día de la preparación de la Pascua (Jn 19, 14), es decir, la víspera del día solemnísimo, que era el 15. Lo mismo repite después al describir la escena del costado abierto (Jn 19, 31). Aquel año la Pascua cayó, por tanto, en sábado. Pero caben otras interpretaciones, como la tradicional: que la Última Cena fue Pascual y Jesús murió el 15 de Nisán.
563 «Es impensable -afirma san Agustín- que la muerte haya puesto fin al amor de aquel que no se extinguió con la muerte» (Comentario al Evangelio de san Juan, 55, 2). El amor sin límite de Cristo a todos sus discípulos se extiende a través de los siglos.
564 Con la venida del Espíritu Santo, al rememorar de nuevo aquellos sucesos, Simón comprendió el significado profundo de aquel gesto del Maestro, que quiso enseñar su misión de servicio a los que iban a ser las columnas de la Iglesia. Lo que Yo hago no lo entiendes ahora... También a nosotros nos puede suceder lo de Pedro: no comprendemos a veces los acontecimientos que el Señor permite: el dolor, la enfermedad, la mina económica, la pérdida del puesto de trabajo, la muerte de un ser querido... Él tiene unos planes más altos, que abarcan esta vida y la felicidad eterna. Un día, al final de la propia existencia, el Señor nos explicará con pormenores el porqué de tantas cosas que aquí no entendimos, y veremos la mano providente de Dios en todo, hasta en lo más insignificante.
565 San Mateo trae estas palabras similares: Él que mete conmigo la mano en el plato, me entregará. Se entiende mejor si se tiene en cuenta que en las comidas orientales los alimentos se presentaban en un plato común, al que cada uno extendía la mano para tomar su bocado. Comer el mismo pan o meter la mano en el mismo plato significa tomar parte en la misma mesa, ser amigo íntimo.
566 Levantar el calcañar o talón del pie indica la acción de golpear brutalmente.
567 El que tenía paz conmigo, aquel en quien confiaba y comía mi pan, alzó contra mí su calcañar (Sal 41, 10).
568 San Mateo omite estos ritos de la cena pascual porque eran sobradamente conocidos por sus lectores judíos; los demás evangelistas, porque para sus destinatarios griegos o romanos tenían menos interés.
569 En memoria, o en conmemoración, como dice el texto más antiguo de san Pablo, tiene el sentido de una palabra hebrea que se usaba para designar la esencia de la Pascua, como recuerdo o memorial de la salida de Egipto. Con el rito pascual, los israelitas no solo recordaban un acontecimiento pasado; a la vez, tenían conciencia de actualizarlo o revivirlo, para participar en él de alguna manera a lo largo de todas las generaciones. Cuando el Señor dice a los apóstoles haced esto en memoria mía, no se trata, pues, de recordar solamente su cena, sino de renovar su propio sacrificio pascual del calvario, que está ya anticipadamente presente en esta cena última (SAGRADA BIBLIA, 7: Epístolas de san Pablo a los Corintios, EUNSA, nota a 1Co 11, 24).
570 La copa utilizada por el Señor no tenía la forma de nuestros cálices actuales. Era, según los datos arqueológicos, un cubilete de poca profundidad, de boca muy ancha, provisto de un pie muy bajo y con dos asas pequeñas, a imitación de los modelos griegos y romanos, según la costumbre judía de aquellos tiempos.
571 Aquellos once fueron los primeros que recibieron al Señor en Comunión. Después lo hacemos quienes hemos recibido su fe. Así exhortaba san Juan Crisóstomo a sus fieles para que se dispusieran dignamente a recibirle: «¿Acaso no es un absurdo tener tanto cuidado de las cosas del cuerpo que, al acercarse la fiesta, desde muchos días antes prepares un hermosísimo vestido..., y te adornes y embellezcas de todas las maneras posibles, y, en cambio, no tengas ningún cuidado de tu alma, abandonada, sucia, escuálida, consumida de hambre...?» (Homilía 6; PG 48, 756).
572 Unos veintisiete años más tarde -en el año 57-, san Pablo recuerda a los primeros cristianos de Corinto (1Co 11, 23 ss.) cómo un tiempo antes (hacia el 51) les había transmitido, como una enseñanza que él mismo había recibido, las palabras del Señor sobre la institución de la Eucaristía. Este pasaje es uno de los cuatro relatos de su institución que conserva el Nuevo Testamento. Como sabemos, san Juan omite estas palabras de Jesús porque ya era una tradición sobradamente conocida en toda la Iglesia, y su evangelio tiene la intención ante todo de llenar lagunas y complementar a los sinópticos. En cambio, nos ha dejado el largo discurso eucarístico sobre el pan vivo pronunciado en la sinagoga de Cafarnaún. El relato de la Carta a los Corintios coincide especialmente con el de san Lucas, y es el más antiguo.
573 Esta entrega del Señor es modelo de generosidad para todos los hombres: «En la Eucaristía el Señor nos hace recorrer su camino, el del servicio, el de compartir, el del don, y lo poco que tenemos, lo poco que somos, si se comparte, se convierte en riqueza, porque el poder de Dios, que es el del amor, desciende sobre nuestra pobreza para transformarla». FRANCISCO PAPA, Homilía, 30-5-2013.
574 El Señor revela a sus apóstoles que no solo Él, sino la misma Trinidad Beatísima, estaría presente en el alma de quienes le aman, como en un templo (cfr. 1Co 6, 19). Esta revelación constituye «la sustancia del Nuevo Testamento» (TERTULIANO, Contra Praxeas, 31), la esencia de sus enseñanzas. Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- habita en nuestra alma no solo con una presencia de inmensidad, como se encuentra en todas las cosas, sino de un modo especial, mediante la gracia santificante. Esta nueva presencia llena de amor y de gozo inefable al que sigue de cerca a Jesucristo. Y es ahí, en el centro del alma, donde el discípulo debe buscarle.
575 En el vestíbulo del Templo, colgada de las vigas de cedro, se encontraba una inmensa vid dorada, símbolo de Israel, con racimos exuberantes. Al afirmar Jesús que Él es la vid verdadera, declara que aquella era solo provisional y figura que entonces simbolizaba al pueblo de Dios.
576 «Fue con amor como se abrieron paso en aquel mundo pagano y corrompido» (Amigos de Dios, n. 172). Tertuliano escribe que «esta práctica de la caridad es, sobre todo, lo que a los ojos de muchos nos imprime un sello peculiar. Ved -dicen- cómo se aman entre sí, ya que ellos se odian mutuamente. Y cómo están dispuestos a morir unos por otros, cuando ellos están más bien preparados a matarse los unos a los otros» (Apologético, 39).
577 JUAN PABLO II, Carta Apost. Tertio millennio adveniente, 10-XI- 1994, n. 49.
578 ÍDEM, Audiencia general, ll-VIII-1999.
579 Esta torrentera es una vaguada que separa la ciudad del Monte de los Olivos, en cuya falda se encuentra el huerto de Getsemaní. Solo corría agua en época de lluvias. El nombre de Cedrón -«oscuro», «turbios- hace referencia a las aguas sucias que llevaba frecuentemente. La distancia que separa el cenáculo, situado en la parte alta de la ciudad, de este huerto es de unos mil doscientos metros.
580 Getsemaní significa en hebreo prensa de aceite. Era una finca cerrada y plantada de olivos.
581 Una tradición que se remonta al siglo IV señala con bastante exactitud el lugar de la oración de Jesús. Los primeros cristianos no podían olvidar este lugar. Las excavaciones realizadas entre los años 1953 y 1955 dieron como resultado el hallazgo de un cementerio del período romano que va del siglo I al IV. Se han encontrado muchos signos cristianos (la cruz; la paloma, signo de la resurrección; nombres como el de Marta y María, en arameo y en griego...) que indican la existencia de un cementerio judeo-cristiano del siglo I.
582 Como estaban en tiempo de plenilunio, Pedro, Santiago y Juan pudieron ver a Jesús, y quizá oyeron algunas de las palabras de su oración. Hemos de suponer que el Señor, después de la resurrección, comunicaría a los apóstoles la angustia de su agonía. Del mismo modo les habría contado sus tentaciones en el desierto y otras muchas cosas.
583 Una antiquísima tradición conservó el lugar de la oración en el huerto de Getsemaní como un lugar de gran veneración. Se localizaba sobre una roca calcárea, la llamada roca de la agonía, que hoy se conserva en la basílica allí construida, delante del altar. Los arquitectos de Constantino, en el siglo rv, ya respetaron esta roca y la colocaron en lugar preferente, como un altar. La virgen Egeria nos da noticia de esta iglesia en Getsemaní (Itinerario, p. 36).
584 El relato de san Marcos da la impresión de ser la más antigua de las cuatro narraciones de la Pasión y muerte de Jesús (DEB, p. 1190).
585 «La oración de Jesús ante los acontecimientos de salvación que el Padre le pide es una entrega, humilde y confiada, de su voluntad humana a la voluntad amorosa del Padre» (Catecismo, n. 2600). Esta oración es a la vez una lección perfecta de abandono para quienes le sigan, especialmente en momentos de dificultad.
586 2Co 5,21.
587 Así lo profetizó Isaías: Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su camino, y Yahvé cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros.
588 «Añadía además el inefable dolor de su Madre queridísima. Pesares y sufrimientos se revolvían como un torbellino tempestuoso en su corazón amabilísimo y lo inundaban como las aguas del océano rompen sin piedad a través de los diques destrozados» (SANTO TOMÁS MORO, La agonía de Cristo, in loc.). En nuestra vida puede haber momentos de lucha más intensa, quizá de oscuridad y de dolor profundo, en que cueste aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. La imagen de Jesús en el Huerto de los Olivos nos señala cómo hemos de proceder en esos momentos: abrazarnos al querer divino, sin poner límite alguno ni condición de ninguna clase, e identificarnos con él por medio de una oración perseverante.
589 Ya hemos visto con cuánta frecuencia aparecen los ángeles en la vida de Jesús: un ángel anuncia a María el misterio de la Encarnación, coros angélicos alaban a Dios en el nacimiento de Jesús en Belén; los ángeles le sirven tras las tentaciones en el desierto; ahora Dios Padre envía un ángel para que le conforte en su agonía. El Señor aceptó este consuelo. El que manda con poder al mar y a los vientos, y le obedecen, el que tiene poder sobre la muerte, quiere, sin embargo, en cuanto hombre, recibir el consuelo y la ayuda que una criatura le puede dar. Además de asistir a Jesús en su obra redentora, los ángeles ayudan de modo particular a la Iglesia. Así, los vemos intervenir con frecuencia en los comienzos de la tarea apostólica que nos relata el libro de los Hechos. Dios les ha encomendado la misión de acompañar y ayudar a los hombres en su camino por la tierra, a fin de llevarlos al Cielo. Ellos «interceden por nosotros y con su fraterna solicitud nos ayudan grandemente en nuestra flaqueza» (Credo del Pueblo de Dios, n. 29).
590 Este pasaje se halla suprimido en algunos manuscritos antiguos. San Epifanio nos hace saber (Ancoratus, 31) que fue suprimido por un falso miedo en la lucha con los herejes, por aparecer en ellos la figura de Jesús como demasiado humana (SCHMID, nota a Lc 22, 43 ss.).
591 «...Y, porque había tomado nuestra humanidad, tomó las propiedades del hombre: el temor, la angustia, la natural tristeza; pues es lógico que los hombres vayan a la muerte contra su voluntad» (TEOFILACTO, Comentario al Evangelio de san Marcos, in loc.).
592 «El llamamiento a la vigilancia había sido ya un tema central en el anuncio en Jerusalén, y ahora aparece con una urgencia muy inmediata. Pero, aunque se refiere a aquella hora precisa, este llamamiento apunta anticipadamente a la historia futura del cristianismo. La somnolencia de los discípulos sigue siendo a lo largo de los siglos una ocasión favorable para el poder del mal. Esta somnolencia es un embotamiento del alma, que no se deja inquietar por el poder del mal en el mundo, por toda la injusticia y el sufrimiento que devastan la tierra. Es una insensibilidad que prefiere ignorar todo eso; se tranquiliza pensando que, en el fondo, no es tan grave, para poder permanecer así en la autocomplacencia de la propia existencia satisfecha. Pero esta falta de sensibilidad de las almas, esta falta de vigilancia, tanto por lo que se refiere a la cercanía de Dios como al poder amenazador del mal, otorga un poder en el mundo al maligno. Ante los discípulos adormecidos y no dispuestos a inquietarse, el Señor dice de sí mismo: “Me muero de tristeza”». (BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, p. 181).
593 J. ECHEVARRÍA, Getsemaní, p. 242.
594 El Templo tenía su propia guardia, aceptada por los romanos. A veces viene designada en los evangelios como los servidores de los pontífices, a cuyas órdenes directas se encontraban.
595 La bondad de un Dios misericordioso no tiene límite, y ni siquiera el pecador más grande ha de desesperar del perdón: «De hecho -comenta santo Tomás Moro- incluso al mismo Judas ofreció Dios muchas oportunidades de volver en sí y arrepentirse: no le arrojó de su compañía; no le quitó la dignidad de Apóstol; ni tampoco le quitó la bolsa, y eso que era ladrón. Admitió al traidor en la última cena (...). Después de ver de cuántas maneras mostró Dios su misericordia con Judas, que de Apóstol había pasado a traidor, al ver con cuánta frecuencia le invitó al perdón, y no permitió que pereciera sino porque él mismo quiso desesperar, no hay razón alguna en esta vida para que nadie, aunque sea como Judas, haya de desesperar del perdón. Siguiendo el santo consejo del Apóstol: Rezad, unos por otros para ser salvos (St 5, 16); si vemos que alguien se desvía del camino recto, esperemos que volverá algún día a él, y, mientras tanto, recemos sin cesar para que Dios le ofrezca oportunidades de entrar en razón; para que con su ayuda las coja y para que, una vez cogidas, no las suelte ni rechace por la malicia, ni las deje pasar de lado por culpa de su miserable pereza» (La agonía de Cristo, in loc.).
596 Este episodio está en todos los evangelistas, pero solo san Juan nos trae el nombre de Maleo y el de Pedro. Los tres sinópticos no ignoraban el nombre del siervo del pontífice ni el del apóstol. Es posible que callen por discreción, para no crear a Pedro ningún compromiso. San Juan, que escribe unos sesenta años más tarde, suple la omisión de los sinópticos, dándonos expresamente el nombre de Pedro, que por aquellas fechas había ya sufrido el martirio en Roma.
597 Solo las personas ricas dormían con una sábana de lino. Los apóstoles dormían envueltos en sus vestidos de día; si hacía frío, en un manto.
598 Es muy probable que el huerto de los Olivos perteneciese a la familia de Marcos, lo mismo que la sala donde tuvo lugar la cena pascual. Esto explicaría la presencia nocturna del muchacho en aquel lugar.
599 Anás había sido sumo sacerdote del 6 al 15 de nuestra era. Fue luego depuesto por el procurador Valerio Grato. Aunque no ocupaba ya ningún cargo público, era el hombre irreemplazable por el que habían de pasar todos los asuntos importantes, pues conservaba aún mucho poder y una enorme influencia social; era la persona experimentada y prestigiosa en cuyas manos se forjaba en buena parte el destino interno de la nación. Supo legar el cargo a cinco de sus hijos y a su yerno, llamado Caifás, que ocupó el puesto durante casi veinte años. Anás se encontrará también presente cuando Pedro y Juan comparezcan ante el Sanedrín (Hch). El nombramiento de los sumos sacerdotes estaba reservado al gobernador romano.
600 El nombre verdadero de Caifás era José. Fue sumo sacerdote a partir de la procuraduría de Valerio Grato, el año 26 d.C., y depuesto por Vitelio, probablemente después de la destitución de Poncio Pilato al comienzo del año 37 (Antigüedades judías, 18, 35. 95). Caifás, el sobrenombre por el que era conocido, parece que significa el astuto o el opresor. Con este sobrenombre ha pasado a la historia.
601 Una antigua tradición sitúa el palacio de Caifás donde hoy se levanta la iglesia de san Pedro in Gallicantu, bajando ya por la loma hacia el Tyropéon, mientras que otra lo localiza en lo alto de la colina, donde actualmente se encuentra la iglesia de Santiago, perteneciente a los armenios ortodoxos. En ambos lugares se han encontrado restos arqueológicos del siglo I. En favor de la primera tradición hay, además, algunos indicios arqueológicos y textos que pueden remontarse al siglo VI, mientras que en la segunda las citas llegan hasta el siglo rv.
602 El Sanedrín constituía el órgano supremo en materia legislativa, religiosa y judicial de los judíos en tiempos del Señor. Recordaba el antiguo consejo judicial de Moisés (Nm 11, 16) y estaba compuesto por setenta y un miembros. Estaba formado por los ancianos, representantes de la aristocracia laica; los sumos sacerdotes, también los dimisionarios, y los miembros de las cuatro familias entre las que se solían elegir estos; los escribas o doctores de la Ley. Los evangelistas les llaman en ocasiones los príncipes de los sacerdotes. Aunque tenían una sede propia para reunirse, a veces, en casos excepcionales, lo hacían en el palacio del sumo sacerdote. Se reunían todos los días, excepto el sábado y los días de fiesta. Parece que el Sanedrín tenía capacidad para imponer la pena de muerte, pero necesitaba la confirmación del procurador romano, que revisaba el proceso, según dice Flavio Josefo (Las guerras de los judíos, 6, 300-309). No siempre se conservó esta restricción, pues algo más tarde no tuvieron dificultad en ejecutar a Esteban (Hch 7, 54-60) y a Santiago Hch 12, 1-2).
603 La decisión de dar muerte a Jesús ya estaba tomada de antemano. Después de la resurrección de Lázaro se reunió el Sanedrín para ver qué hacían con Jesús, puesto que este hombre hace muchos milagros. Entonces Caifás dijo: Vosotros no sabéis nada, ni os dais cuenta de que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca toda la nación. Y desde aquel día decidieron darle muerte (Jn).
604 San Josemaría consideraba así este pasaje de la vida del Señor: «Perdonemos siempre, con la sonrisa en los labios. Hablemos claramente, sin rencor, cuando pensemos en conciencia que debemos hablar. Y dejemos todo en las manos de Nuestro Padre Dios, con un divino silencio -lesus autem tacebat, Jesús callaba-, si se trata de ataques personales, por brutales e indecorosos que sean. Preocupémonos solo de hacer buenas obras, que Él se encargará de que brillen delante de los hombres» (Es Cristo que pasa, n. 72).
605 La túnica se solía rasgar por una especie de costura, evitando romper así el tejido. Era una costumbre para expresar la indignación y la protesta contra los sacrilegios y las blasfemias.
606 Quizá era amigo de alguno de la servidumbre, más que del propio pontífice.
607 «El Señor convirtió a Pedro -que le había negado tres veces- sin dirigirle ni siquiera un reproche: con una mirada de Amor. »-Con esos mismos ojos nos mira Jesús, después de nuestras caídas. Ojalá podamos decirle, como Pedro: “¡Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo!”, y cambiemos de vida» (Surco, n. 964).
608 ¡Cómo recordaría entonces Pedro la parábola del Buen Pastor, del hijo pródigo, de la oveja perdida! Pedro salió afuera. Se separó de aquella situación, en la que imprudentemente se había metido. Comprendió que aquel no era su sitio. Se acordó de su Señor, y lloró amargamente. En la vida de Pedro el cristiano puede ver su propia vida.
609 Se reúnen a la luz del día, ya que la costumbre judía prohibía tratar asuntos importantes por la noche y no reconocía el valor legal de las decisiones así tomadas.
610 El desamor de Judas le condujo, además, a baratear una vida -¡y qué Vida!- por un precio irrisorio: a esa necedad e iniquidad de razonamiento -son de poco alcance estos sustantivos- llevan la soberbia, la codicia o la pasión desordenada. Ofuscado, no percibió que el único precio de Jesucristo se medía por el de su Amor a sus hermanos: no existía otra tasa. Quizá si hubiera discurrido con maldad, pero con un mínimo de lucidez, habría concluido que valía la pena establecer un precio muy superior por un hombre al que perseguían el rey Herodes, los escribas y los fariseos. De este triste hecho podemos deducir una enseñanza neta: quien pretende estafar a Dios, tarde o temprano recibe como pago un precio irrisorio, algo caduco que no ofrece consuelo ni seguridad. Los que escogen apartarse de Dios acaban siendo víctimas de la soledad. Aquellas monedas se le caían a Judas de las manos. No tenían gran valor y, sin embargo, constituían un peso insoportable: ¡qué duros son los lazos que atan a la traición!
611 «Es que ya no logra creer en el perdón. Su arrepentimiento se convierte en desesperación. Ya no ve más que a sí mismo y sus tinieblas, ya no ve la luz de Jesús, esa luz que puede iluminar y superar incluso las tinieblas. De este modo, nos hace ver el modo equivocado del arrepentimiento: un arrepentimiento que ya no es capaz de esperar, sino que ve únicamente la propia oscuridad, es destructivo y no es un verdadero arrepentimiento. La certeza de la esperanza forma parte del verdadero arrepentimiento, una certeza que nace de la fe en que la Luz tiene mayor poder y se ha hecho carne en Jesús. Juan concluye el pasaje sobre Judas de una manera dramática con las palabras: “En cuanto Judas tomó el bocado, salió. Era de noche" (13, 30). Judas sale afuera, y en un sentido más profundo: sale para entrar en la noche, se marcha de la luz hacia la oscuridad; el “poder de las tinieblas” se ha apoderado de él (cfr. Jn 3, 19; Lc 22, 53). (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, pp. 87-88).
612 El simple arrepentimiento humano no basta; a la postre produce amargura y desesperación. Junto a Cristo se transforma en dolor gozoso, porque se recobra la amistad perdida. Pedro se había unido al Señor -a través del dolor de sus negaciones- mucho más fuertemente de lo que lo había estado nunca. De hecho, de sus negaciones arrancará una fidelidad que le llevará hasta el martirio. Judas había tenido en sí mismo la posibilidad de recorrer el mismo camino. Tampoco a él le faltó la ayuda del Señor.
613 Las tradiciones judías de la época establecían que entrar en la casa de un gentil o de un pagano causaba una impureza de una semana. Y esa impureza les impediría celebrar la Pascua.
614 Era el ius gladii, que estaba reservado al representante de Roma. Sin embargo, esto no siempre se cumplía, porque, según se lee en el evangelio, intentaron lapidar a la mujer adúltera (cfr. Jn 8, 1-11), y lo consiguieron en el caso de Esteban (Hch 7, 54-60). En estas circunstanciéis la autoridad romana era tolerante con la Ley judía. Aquí pretenden más bien montar un proceso público en el que se implicaba al poder romano. Así evitaban el riesgo del pueblo, en el que Jesús tenía tantos partidarios. A la vez, se aseguraban la muerte en la cruz, que llevaba consigo una especial difamación del reo y mucha más publicidad. Tenían gran interés en que el pueblo comprendiera que Jesús era un falso mesías, como tantos otros. Esto era tan importante como su muerte.
615 El pretorio era un lugar abierto donde el procurador romano ejercía la justicia. San Juan lo llamaba Litóstrotos, por el pavimento de piedra {Jn 19, 13). En el interior de la Torre Antonia se ha encontrado un patio de dos mil quinientos metros cuadrados perfectamente enlosado. Está situado en parte bajo el convento de Nuestra Señora de Sión y el convento de la Flagelación. Durante cierto tiempo se supuso que este era el lugar del proceso civil de Jesús.
616 El silencio de Jesús durante el proceso está lleno de grandeza. Lo vemos de pie, delante de una muchedumbre vociferante, excitada, que se sirve de falsos testigos para tergiversar sus palabras... Jesús calla en medio del remolino que agitan las pasiones humanas. Silencio del Señor, que no es indiferencia ni actitud despreciativa ante unas criaturas que le ofenden: está lleno de piedad y de perdón. En algunos momentos -recordaba san Josemaría- el silencio será la mejor actitud del cristiano. «”In silentio et in spe erit fortitudo vestra” -en el silencio y en la esperanza residirá vuestra fortaleza...-, asegura el Señor a los suyos. Callar y confiar: dos armas fundamentales en el momento de la adversidad, cuando se te nieguen los remedios humanos. »El sufrimiento soportado sin queja -mira a Jesús en su Santa Pasión y Muerte- da también la medida del amor» (Forja, n. 799).
617 Quizá fuese un traje ostentoso o un resto del mismo, ajado y fuera de uso, con el que el Señor, cansado y deshecho después de aquella noche terrible, podía resultar un tanto ridículo.
618 Sobre esta costumbre se puede ver: M, HERRANZ, Un problema de crítica histórica en el relato de la Pasión: la liberación de Barrabás, en Eb 30 (1971), 137-160. Fue negada por algunos críticos en tiempos pasados.
619 En el evangelio apócrifo de Nicodemo se lee que Pilato refirió a los judíos este mensaje de su mujer, y que ellos contestaron: «Ya te habíamos prevenido de que este hombre es un brujo; ahora ya está influyendo en tu mujer».
620 Esta fue la gravísima acusación que Pedro echará en cara a los judíos. Les habla de Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis en presencia de Pilato, cuando este había decidido soltarle. Vosotros negasteis al Santo y al Justo y pedisteis que os fuera indultado un homicida; matasteis al autor de la vida... (Hch 3, 13-15). Con todo, teniendo en cuenta la complejidad histórica del proceso de Jesús, y sea cual sea el pecado personal de los protagonistas del proceso (Judas, el Sanedrín, Pilato), que solo Dios conoce, no se puede atribuir la responsabilidad al conjunto de los judíos de Jerusalén, a pesar de los gritos de una muchedumbre manipulada y de las acusaciones colectivas contenidas en las exhortaciones a la conversión después de Pentecostés. El mismo Jesús, perdonando en la cruz, y Pedro, siguiendo su ejemplo, apelan a la ignorancia (Hch 3, 17) de los judíos de Jerusalén e incluso de sus jefes. Y menos aún apoyándose en el grito del pueblo: ¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!, que significa una fórmula de ratificación, se podría ampliar esta responsabilidad a los restantes judíos en el espacio y en el tiempo. Tanto es así que la Iglesia ha declarado en el Concilio Vaticano II: «Lo que se perpetró en su pasión no puede ser imputado indistintamente a todos los judíos que vivían entonces ni a los judíos de hoy... No se ha de señalar a los judíos como reprobados por Dios y malditos como si tal cosa se dedujera de la Sagrada Escritura» (Decl. Nostra aetate, n. 4) (cfr. Catecismo, n. 597).
621 Is 53, 7.
622 Este castigo estaba prohibido a los ciudadanos romanos por las leyes Porcia y Sempronia de los años 195 y 123 a.C. San Pablo hizo una vez uso de este privilegio (Hch 22, 25).
623 Los espinos serían de las plantas espinosas -poterium spinorum- que abundaban en los alrededores de Jerusalén, y que solían almacenar en las casas para hacer fuego.
624 Parasceve significa preparación o víspera. Estamos en el día anterior a la Pascua, 15 de Nisán -que aquel año caía, como hemos recordado, en sábado-, cuando se llevaban a cabo todos los preparativos. Era, pues, víspera del sábado y de la fiesta de la Pascua. La cena pascual se tomaba ese mismo día, al caer la tarde. El Señor la adelantó al jueves. Las familias judías disponían lo necesario para la comida vespertina mientras seguían al detalle todo el proceso. Todo lo señalado en este párrafo sigue una de las posibles interpretaciones sujetas al texto de san Juan. Los Sinópticos y la tradición de occidente difieren en el día de la Pascua, que habría sido el Viernes Santo.
625 San Pablo escribirá que Cristo, nuestra Pascua (es decir, el nuevo Cordero pascual), ha sido inmolado (1Co 5, 7). Los Padres de la Iglesia señalaron que el cordero pascual era figura de Cristo, pero no en cuanto al momento de la cena pascual, sino en cuanto víctima sacrificada en el Templo, cuya muerte violenta podía ser entendida como un símbolo de la muerte de Jesús.
626 Le quitarían también la corona de espinas. En las imágenes más antiguas de Cristo crucificado, del siglo v, aparece en la cruz sin ella. Hasta el siglo XII no se encuentran crucifijos con la corona de espinas.
627 El texto apócrifo Hechos de Pilato le descarga de toda responsabilidad (sería casi un espectador, un comparsa) para hacerla caer sobre Herodes. La misma leyenda atribuía al procurador un informe detallado a Tiberio en el que, después de contar numerosos milagros de Jesús, se excusaba de haber condenado a un inocente bajo la presión de los judíos. Se decía que, antes de morir decapitado por orden del emperador, Pilato se arrepintió y murió en paz. Este escrito, que no es anterior al siglo vi, responde a una obra muy anterior, hoy perdida, que llevó el mismo nombre y que tenía un fuerte acento anticristiano. Influyó notablemente en la comente rehabilitadora del procurador romano llevada a cabo en los primeros siglos, y para que Pilato fuera canonizado por la Iglesia etíope y su esposa, por la Iglesia griega. Lo celebraban el 25 de junio y el 27 de octubre, respectivamente (cfr. DEB, p. 141, y Prat, vol. II, p. 387).
628 La inclusión en el Credo se hizo en época muy temprana, en el transcurso del siglo n. Se puede leer ya en la Traditio apostólica de Hipólito Romano, que data del año 215 y que recoge una tradición anterior. San Pablo, que escribe entre los años 63 y 64 su primera Carta a Timoteo, se refiere ya a una fórmula establecida (i Tm 6, 13): Te ordeno en la presencia de Dios, que da vida a todo, y de Cristo Jesús, que dio solemne testimonio ante Pondo Pilato...
629 Cfr. J. M. CASCIARO, Jesucristo salvador de la humanidad, p. 333.
630 Actualmente se considera bastante segura su ubicación en las cercanías del lugar en que la muralla septentrional tuerce hacia el oeste para dirigirse hacia el sur, es decir, exactamente allá donde la iglesia del Santo Sepulcro conserva hoy día el recuerdo del lugar donde fue ejecutado Jesús (GNILKA, p. 378).
631 El griego era conocido por la mayor parte de los judíos de Palestina, al menos por la clase más culta. Una buena parte de los peregrinos procedían de zonas de dominio o de influencia griega. Es preciso tener en cuenta que los judíos de la Diáspora eran unos seis millones, frente al escaso millón que vivía en Palestina (contando todas las regiones adyacentes). De hecho, se han encontrado escritos en koiné, el griego popular hablado, en los osarios y papiros del siglo I en el desierto de Judea. El latín era el idioma oficial del Imperio; y el arameo, la lengua más común de Palestina.
632 En Cirene, en Libia, de donde era oriundo Simón, había una importante colonia judía desde el siglo IV a.C,
633 «Simón de Cirene que venía del campo se encontró inesperadamente con la cruz: una casualidad solo en apariencia, porque Dios le esperaba allí para cambiar su existencia. ¿Quién se atrevería a decir que tuvo mala suerte? ¡Fue un inmenso regalo del cielo! El Señor no le obligó a cargar con la cruz, le forzaron los hombres; sin embargo, no por eso carecía de mérito su comportamiento: podía ayudar a Cristo como quien acepta un honor, o rebelarse como ante una desgracia. La libertad interior seguía siendo suya». BEATO ALVARO DEL PORTILLO, Carta pastoral de 19 de marzo de 1992, n. 50.
634 De un cristiano llamado Rufo habla la Carta a los Romanos (16, 13). Bien puede ser el mismo que se menciona en este evangelio.
635 Así comentaba esta escena san Josemaría Escrivá: «En el conjunto de la Pasión, es bien poca cosa lo que supone esta ayuda. Pero a Jesús le basta una sonrisa, una palabra, un gesto, un poco de amor para derramar copiosamente su gracia sobre el alma del amigo. Años más tarde, los hijos de Simón, ya cristianos, serán conocidos y estimados entre sus hermanos en la fe. Todo empezó por un encuentro inopinado con la Cruz» (Via Crucis, V estación).
636 La tradición nos ha dejado el nombre de Verónica (derivación del griego Berenice) como el de esta mujer, que sería bien conocida por los cristianos de la primitiva comunidad de Jerusalén.
637 Así se entienden mejor aquellas palabras con las que san Pablo recordaba a los filipenses la humillación de Cristo en la cruz: Se anonadó a sí mismo tomando la forma de esclavo, haciéndose semejante a los hombres (...); se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2, 7-8).
638 Cfr. CICERÓN, In Verrem, II, 5, 165: crudelissimum supplicium; cfr. SAN AGUSTÍN, Coment. al Evangelio de san Juan, 36, 4.
639 San Juan escribe que Pilato dictó sentencia hacia la hora sexta (entre las doce y las tres). Y san Marcos señala que era la hora de tercia cuando lo crucificaron (entre las nueve y las doce). Hemos de suponer que san Juan indica de modo muy aproximado el comienzo de la hora sexta (pasadas las once de la mañana) y san Marcos, el final de la hora tercia (pasadas las doce), cuando le crucificaron. Ambos están indicando una hora aproximada.
640 Era esta una costumbre judía; no se conocía entre los romanos. Parece incluso que existía en Jerusalén una especie de corporación de mujeres que prestaban este servicio a los condenados. Así se puede ver consignada años más tarde en el Talmud. En el libro de los Proverbios ya se decía: Dad licor a los miserables y vino a los afligidos: que bebiendo olviden su miseria y no se acuerden más de sus dolores (Pr 31, 6-7).
641 San Agustín explica que el Señor quiso sufrir hasta el extremo de pagar el máximo precio de nuestro rescate. No quiso privarse de ningún dolor (Comentario a los salmos, 21, 2, 8).
642 Jesús fue asegurado con clavos, no con cuerdas, como dicen algunos. Lo da a entender con claridad Tomás después de la resurrección: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en esa señal de los clavos y mi mano en su costado, no creeré (Jn 20, 25).
643 San Cipriano, que había presenciado crucifixiones, habla en plural de los clavos que traspasaban los pies (Sermón sobre la Pasión). Muchos otros Padres de la Iglesia y escritores antiguos (san Ambrosio, san Agustín, Teodoreto...) hablan expresamente de los cuatro clavos que atravesaron la carne del Señor.
644 Así parece desprenderse del detalle que anota san Juan (Jn 19, 19), que la inscripción o título quedó clavada sobre la cruz, en la parte alta, para que se viera bien.
645 La costumbre judía, al contrario que la romana, no permitía que los cuerpos quedaran completamente desnudos. Se les cubría con un lienzo alrededor de la cintura (DEL PÁRAMO, nota a Mt 27, 35).
646 La túnica sin costura fue considerada por los Santos Padres como un símbolo de la unidad de la Iglesia (cfr. SAN AGUSTIN, Comentario al Evangelio de san Juan, 118, 4).
647 Pedro, en su sermón en el Templo, se hará eco de estas palabras de Jesús. Refiriéndose a la muerte del Maestro, dice: Ya sé, hermanos, que hicisteis esto por ignorancia, como también vuestros príncipes (Hch 3, 17). Algo parecido escribirá Pablo: Si hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria (1Co 2, 8). La caridad siempre ha sabido disculpar, incluso lo que parecía no tener disculpa. No obstante, estos textos, por justicia, con arreglo a la verdad, se han de completar con aquellas otras palabras de Jesús, pronunciadas el día anterior: Si yo no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían culpa; pero ahora no tienen excusa de su pecado (Jn 15, 22).
648 La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como explica san Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: Fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios (Hch 2, 23). Este lenguaje bíblico no significa que los que han entregado a Jesús (Hch 3, 13) fueran únicamente ejecutores pasivos de un drama escrito de antemano por Dios (cfr. Catecismo, n. 599).
649 Nosotros hemos de imitar a este hombre que reconoce sus faltas y supo merecer el perdón de sus culpas y su completa purificación. «He repetido muchas veces aquel verso del himno eucarístico: peto quod petivit latro poenitens, y siempre me conmuevo: ¡pedir como el ladrón arrepentido! »Reconoció que él sí merecía aquel castigo atroz... Y con una palabra robó el corazón a Cristo y se abrió las puertas del Cielo» (SAN JOSEMARÍA, Via Crucis, XII, n. 4).
650 Los evangelios apócrifos dedicaron gran espacio a una supuesta historia de los dos ladrones. El Evangelio de Nicodemo, en su capítulo décimo de la traducción latina, llama Dimas al buen ladrón y Gestas al que insultaba a Jesús. Estos nombres se hicieron muy populares gracias a la Leyenda Aurea. En otros lugares se les llama Tito y Dumaco, Matha y Joca, etc. Según el Evangelio árabe de la infancia (cap. XXIII), eran jefes de ladrones que conocieron a la Sagrada Familia en su huida a Egipto. Jesús predijo entonces que serían crucificados con Él treinta años más tarde, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
651 Cfr. SAN AMBROSIO, Comentario al Evangelio de san Lucas, in loc. San Juan Crisóstomo comenta así este pasaje del buen ladrón: «Entre los hombres, a la confesión sigue el castigo; ante Dios, en cambio, a la confesión sigue la salvación» (De Cruce et latrone).
652 El nombre de mujer suena más suave a los oídos de un oriental que a los nuestros (J. M. LAGRANGE, Vida de Nuestro Señor Jesucristo, p. 454), y tiene un sentido propio de respeto y de cierta solemnidad.
653 Jesús es el Hijo único de María. Pero la maternidad espiritual de María se extiende a todos los hombres, a los cuales Él vino a salvar: «Dio a luz al Hijo, al que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos (Rm 8, 29), es decir, de los creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de madre» (LG 63) (cfr. Catecismo, n. 501).
654 Un autor del siglo ID, Orígenes, hace notar que Jesús no dijo a María «ese es también tu hijo», sino «he ahí a tu hijo»; y, como María no tuvo más hijo que Jesús, sus palabras equivalen a decirle: «ese será para ti en adelante Jesús» (Comentario sobre el Evangelio de san Juan, 1, 4, 23). La Virgen ve en cada cristiano a su hijo Jesús. Trata a cada uno como si en su lugar estuviera Cristo mismo.
655 San Jerónimo, Comentario a san Mateo, in loc.
656 Sal 22, 2.10.20.
657 Para los escribas y fariseos debió de ser un motivo de sobresalto el oír en boca de Jesús el comienzo de este salmo. Pudieron darse cuenta de que ante sus ojos se estaba realizando al pie de la letra lo profetizado: -se burlan de mí... (Sal 22, 8-9); -todos mis huesos están dislocados... (v. 15); - han taladrado mis manos y mis pies... (y. 17); -se han repartido mis vestiduras... (y. 19).
658 «Desde la Cruz ha clamado: sitio!, tengo sed. Sed de nosotros, de nuestro amor, de nuestras almas y de todas las almas que debemos llevar hasta Él, por el camino de la Cruz, que es el camino de la inmortalidad y de la gloria del Cielo» (Amigos de Dios, n. 202).
659 Esta bebida era la posea, una especie de vino aguado de baja calidad, a veces vinagre, del que andaban siempre provistas las tropas en campaña.
660 Por la gracia de Dios, gustó la muerte para bien de todos (Hb). En su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente muriese por nuestros pecados (1 Co), sino que también gustase la muerte, es decir, que conociera el estado de separación entre su alma y su cuerpo, desde que expiró en la cruz hasta que resucitó (cfr. Catecismo, n. 624).
661 Siempre habló el Señor de su muerte en relación con la resurrección. Únicamente en dos ocasiones mencionó a aquella sola (Lc 9, 44; Mt 26, 2). Cuando de modo solemne predice su Pasión, los sinópticos no olvidan citar la exaltación como fin natural del abatimiento. La muerte es solo una primera etapa, que conduce a una gloriosa meta final. Siempre que Jesús hace referencia a su muerte, la presenta como un suceso íntimamente unido a su vida gloriosa. Es, según propia enseñanza, la Vida que permanece (Jn 11, 25).
662 Cfr. Hb 10, 19-20.
663 En el siglo iv, san Cirilo atribuía a este temblor la hendidura que muestra la roca del Calvario. Esta grieta no sigue la dirección de las estratificaciones de la roca, sino que la corta transversalmente.
664 SAN AGUSTÍN, De la fe en las cosas que no se ven, 4, 7.
665 «Ya han cosido a Jesús al madero. Los verdugos han ejecutado despiadadamente la sentencia. El Señor ha dejado hacer, con mansedumbre infinita. »No era necesario tanto tormento. Él pudo haber evitado aquellas amarguras, aquellas humillaciones, aquellos malos tratos, aquel juicio inicuo, y la vergüenza del patíbulo, y los clavos, y la lanzada... Pero quiso sufrir todo eso por ti y por mí. Y ¿nosotros no vamos a saber corresponder? »Es muy posible que en alguna ocasión, a solas con un crucifijo, se te vengan las lágrimas a los ojos. No te domines... Pero procura que ese llanto acabe en un propósito» (SAN JOSEMARÍA, Via Crucis, XI, 1).
666 El apócrifo Acta Pilati da a este soldado el nombre de Longinos (11, 1), en tomo al cual se tejen después muchos sucesos sin fundamento histórico.
667 «Allí se abría la puerta de la vida, de donde manaron los sacramentos de la Iglesia, sin los cuales no se entra en la vida que es verdadera vida (...). Este segundo Adán se durmió en la cruz para que de allí le fuese formada una esposa que salió del costado del que dormía. ¡Oh muerte que da vida a los muertos! ¿Qué cosa más pura que esta sangre? ¿Qué herida más saludable que esta?» (Coment. al Evangelio de san Juan, 120, 2). A su vez, el Concilio Vaticano II ha enseñado: «Su comienzo (de la Iglesia) y crecimiento están simbolizados en la sangre y en el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado» (Const. Lumen gentium, n. 3).
668 Ex 12, 46; Nm 9, 12.
669 El texto del Antiguo Testamento aquí citado habla del cordero pascual (Sal 34, 21). Esta relación, en la intención del evangelista, indica claramente que considera a Jesús la verdadera víctima pascual inmolada por la salvación del mundo (Ap 5, 6; 1Co 5, 7). Como ya hemos indicado, la muerte de Jesús coincidió con el momento en el que en el Templo se inmolaban los corderos pascuales.
670 En la liturgia del Viernes Santo la Iglesia invita a contemplar y adorar la cruz con estas palabras: «Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo». Y desde los primeros tiempos de la Iglesia, el crucifijo es el signo que recuerda a los cristianos el momento supremo del amor de Cristo que, muriendo, nos libra de la muerte eterna.
671 La libra griega pesaba 327,5 gramos. La mirra era una resina olorosa, y el áloe, una madera que despedía un olor agradable. Solían emplearse en la sepultura de los judíos muy pudientes. Se esparcía por todo el sepulcro. La cantidad aquí empleada es realmente muy generosa.
672 Sin duda, en todos estos menesteres participó Juan, que ya tenía un motivo más para no separarse de la Virgen, y quizá Simón de Cirene...
673 Se suelen distinguir tres clases de lienzos utilizados en la sepultura del Señor: el sudario, las vendas y la sábana. El sudario y la sábana se nombran expresamente en los evangelios. Las vendas se deducen de un pasaje de san Juan referido a Lázaro (Jn 11, 44). La síndone santa de Turín, en la que se cree que fue envuelto el cuerpo del Señor, es de lino, ligera, fina, de tacto suave y muy flexible. Es de forma rectangular y mide 4,32 m de largo por 1,10 de ancho. El tejido parece fabricado en Siria o Mesopotamia, regiones estrechamente unidas a Palestina por el comercio (M. Solé, La sábana santa de Turín, p. 113).
674 ¡Cómo envidiamos a José de Arimatea y a Nicodemo! ¡Cómo nos gustaría haber estado presentes para cuidar con inmensa piedad del Cuerpo del Señor!
675 El santo sepulcro venerado en Jerusalén es, con mucha probabilidad, el mismo en el que depositaron a Jesús. Tiene 2,07 m de longitud por 1,93 de anchura. El banco de piedra donde fue depositado el Señor mide 1,89 m de largo por 0,93 de ancho. A pocos metros del santo sepulcro, y en parte destruido por una rotonda de la época constantiniana, existe un sepulcro llamado tradicionalmente de José de Arimatea. No está fuera de lugar pensar que el discípulo tuviera gran interés en ser enterrado cerca de donde había estado depositado el cuerpo del Maestro.
676 El sello sería el del Sanedrín o el de la ciudad. Lo fabricarían como solían hacerlo los antiguos, es decir, por medio de una cuerda enganchada en la roca y en la piedra que tapaba la entrada. Las dos extremidades se unían con un trozo de cera o arcilla, donde se imprimía el sello.
677 1P 3, 19.
678 Un gran amor puso en camino a estas mujeres. Se dirigen al sepulcro sin saber cómo descorrer la enorme piedra que lo cerraba y cómo sortear a la guardia romana, pero allá se dirigen sin titubeos. »'Habían amado a Jesús mientras estaba vivo -comenta san Gregorio Magno-, y también ahora cuando está muerto le honran por amor» (Homilías sobre los Evangelios, 21, 2). Su amorosa solicitud se verá recompensada: encontrarán la piedra a un lado, y a Cristo resucitado. El amor siempre sale vencedor. «Vive de Amor y vencerás siempre...» (cfr. Camino, n. 433). Los obstáculos acaban por desaparecer.
679 «Los cuatro evangelistas comienzan a tratar de la resurrección mencionando el hallazgo del sepulcro vació. No es que el sepulcro vacío en cuanto tal sea la prueba principal; la prueba definitiva de la realidad de la resurrección son la apariciones... Los relatos de la resurrección ponen de relieve que existe identidad entre el cuerpo sepultado y el cuerpo resucitado de Cristo, dan fe de que, siendo el mismo, se encuentra en un estado superior en el que no está sometido a las normales leyes físicas». F. OCÁRIZ, L.F. MATEO-SECO, J.A. RIESTRA, EL misterio de Jesucristo, pp. 462-463.
680 Dice san León Magno (Sermón 71,2) que Jesús se apresuró a resucitar cuanto antes porque tenía prisa en consolar a su Madre y a los discípulos: estuvo en el sepulcro el tiempo estrictamente necesario para cumplir los tres días profetizados. Resucitó al tercer día, pero lo antes que pudo, al amanecer, con el primer rayo de la aurora, cuando aún estaba oscuro ([Jn 20, 1), anticipando el amanecer con su propia luz.
681 El primer autor que habla de esta aparición es Taciano, en el siglo II, en su Diatessaron, según atestigua san Efrén (cfr. R. HARRIS, Fragments of the Commentary of Ephrem Syrus upon Diatessaron, 1985, pp. 34-35). Muchos Padres de la Iglesia y autores cristianos lo afirman. Uno de los testimonios escritos posteriores es el del poeta Sedulio del siglo rv, que recogería una tradición muy anterior (Carmen Paschale, V, 360-366, PL XIX, 743).
682 «No sale tan hermoso el lucero de la mañana -escribe fray Luis de Granada- como resplandeció en los ojos de la Madre aquella cara llena de gracias y aquel espejo sin mancilla de la gloria divina. Ve el cuerpo del Hijo resucitado y glorioso, despedidas ya todas las fealdades pasadas, vuelta la gracia de aquellos ojos divinos y resucitada y acrecentada su primera hermosura. Las aberturas de las llagas, que eran para la Madre como cuchillos de dolor, verlas hechas fuentes de amoral que vio penar entre ladrones, verle acompañado de ángeles y santos al que la encomendaba desde la cruz al discípulo, ver cómo ahora extiende sus amorosos brazos y le da dulce paz en el rostro a] que tuvo muerto en sus brazos, verle ahora resucitado ante sus ojos. Tiénele, no le deja, abrázale y pídele que no se le vaya, entonces, enmudecida de dolor, no sabía qué decir, ahora, enmudecida de alegría, no puede hablar» (Vida de Jesucristo, 26, 4, 16).
683 Santos Evangelios, EUNSA, nota a Jn 20, 5-7; J. M. CASCIARO, Jesús de Nazaret, pp. 560-561.
684 En el marco de los acontecimientos de la Pascua, el primer elemento que se encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo. A pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres, después de Pedro. El discípulo que Jesús amaba afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y al descubrir las vendas en el suelo, vio y creyó. Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal, como había sido el caso de Lázaro (cfr. Catecismo, n. 640).
685 Comentando este pasaje, san Agustín exclama: «¿Traes testigos dormidos? Verdaderamente tú eres el que duermes al inventar semejantes explicaciones» (Comentario a los salmos, 63, 9: PL 36, 768).
686 A finales del siglo pasado se encontró en Nazaret una losa de mármol que contiene un texto de veintidós líneas, en griego, cuyo estilo corresponde con claridad a la primera mitad del siglo I d.C. Se trata de un rescripto imperial en el que, bajo pena de muerte, se prohíbe la violación de tumbas y traslado de cadáveres. Los estudiosos piensan que el texto es la respuesta enviada desde Roma a una consulta hecha por la autoridad romana de Palestina. El hecho de que se fije en Nazaret, una aldea sin relieve, parece indicar que se refiere a algún asunto relativo a este pequeño pueblo. Algunos mantienen la hipótesis de que hace referencia precisamente al sepulcro vacío donde estuvo Jesús y al rumor divulgado pollos soldados. Nazaret era la patria de Jesús, y allí estaban su familia y un gran número de cristianos, a los que se les daba el nombre de nazarenos (J. GONZÁLEZ ECHEGARAY, Arqueología y evangelios, pp. 246-253).
687 La mayor parte de los manuscritos hablan de sesenta estadios (11,5 km); otros, de ciento sesenta estadios (30 km). Según estos últimos datos, Emaús podía ser Amwas, a treinta y dos km de Jerusalén, en el límite de la montaña de Judea, que fue convertida en colonia romana bajo el nombre de Nicopolis el año 221 d.C.; o bien la actual El-Qubeibe, a once km al noroeste de Jerusalén. Parece más probable que fuera esta última (DEB, p. 505).
688 Todos los días, de algún modo, pasa Jesús junto a nosotros. No dejemos de verlo y de oírlo, como aquellos discípulos que se encontraron con Él en el camino de Emaús. «“Quédate con nosotros, porque ha oscurecido...”. Fue eficaz la oración de Cleofás y su compañero. »-¡Qué pena, si tú y yo no supiéramos “detener” a Jesús que pasa!, ¡qué dolor, si no le pedimos que se quede!» (Surco, n. 671). Porque Él está dispuesto a quedarse.
689 De esta aparición a Pedro se hace mención también en 1Co 15, 5.
690 Al contemplar la Humanidad Santísima del Señor, descubriremos una a una sus llagas. Ese puede ser nuestro refugio en los tiempos difíciles. «Y en esos tiempos de purgación pasiva, penosos, fuertes, de lágrimas dulces y amargas que procuramos esconder, necesitaremos metemos dentro de cada una de aquellas Santísimas Heridas: para purificarnos, para gozarnos con esa Sangre redentora, para fortalecernos. Acudiremos como las palomas que, al decir de la Escritura (cfr. Ct 2, 14), se cobijan en los agujeros de las rocas a la hora de la tempestad. Nos ocultamos en ese refugio, para hallar la intimidad de Cristo: y veremos que su modo de conversar es apacible y su rostro, hermoso (cfr. Ct 2, 14), porque los que conocen que su voz es suave y grata son los que recibieron la gracia del Evangelio, que les hace decir: Tú tienes palabras de vida eterna (SAN GREGORIO DE NISA, In Cant. Cantic. V)» (Amigos de Dios, n. 302).
691 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los Hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la Pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por Él de antemano. La sacudida provocada por la Pasión fue tan grande que (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos (la cara sombría: Le) y asustados (cfr. Jn 20, 19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y sus palabras les parecían como desatinos. Cuando Jesús se manifiesta a los Once en la tarde de Pascua, les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado (Me) (cfr. Catecismo, n. 643).
692 El doble título Señor y Dios se encuentra también, como invocación, en el salmo 35 (Sal 35, 24) y en el Apocalipsis (Ap 4, 11).
693 San Juan menciona, solo en este lugar, que Natanael es de Caná de Galilea; parecería más natural que lo hubiese hecho cuando lo presentó por primera vez (Jn 1, 46). Quizá quiera destacar aquí que no se había vuelto a su pueblo y que había permanecido junto a Pedro. A Tomás lo nombra junto a Simón. Probablemente el evangelista pretende destacar que permanece unido a todos después de su confesión de fe en la divinidad de Jesús. Sin duda, en la casa que posee en Cafarnaún, Pedro ha dado hospitalidad generosamente a esos amigos de Jesús, que también lo son suyos.
694 Quizá estos dos últimos no mencionados no eran discípulos o, al- menos, no eran de los Doce.
695 Desde muy antiguo se localiza este lugar en la ensenada llamada de las siete fuentes (Heptapegon). Egeria ya la menciona.
696 El vestido de que se habla puede ser una especie de blusón que se quitaba para trabajar y que ahora Pedro vuelve a tomar, ciñéndoselo a la cintura.
697 Unos 95 metros.
698 Hasta ocho veces se repite este título Señor- en el relato.
699 Cuando descendieron a tierra vieron unas brasas preparadas, un pez puesto encima y pan. «Esa delicadeza y cariño la manifiesta Jesús no solo con un grupo pequeño de discípulos, sino con todos. Con las santas mujeres, con representantes del Sanedrín como Nicodemo y con publícanos como Zaqueo, con enfermos y con sanos, con doctores de la ley y con paganos, con personas individuales y con muchedumbres enteras» (Es Cristo que pasa, n. 108). Con nosotros también.
700 En el Antiguo Testamento se hablaba frecuentemente del Mesías como del Buen Pastor que habría de alimentar, regir y gobernar al pueblo de Dios, frecuentemente abandonado y disperso. En Jesús se han cumplido las profecías del Pastor esperado, con nuevas características. Él es el Buen Pastor que ha dado su vida por sus ovejas. Existe una tierna relación personal entre Jesús, Buen Pastor, y sus ovejas: llama a cada una por su nombre; va delante de ellas; las ovejas le siguen porque conocen su voz... Es el Pastor único que forma un solo rebaño protegido por el amor del Padre. Es el Pastor supremo (1P 5, 4), como dirá más tarde el mismo Pedro. Ahora él será encargado de cuidar este rebaño.
701 Los primeros cristianos manifestaron una entrañable predilección por la imagen del Buen Pastor, de la que nos han quedado innumerables testimonios en pinturas murales, relieves, dibujos que acompañan epitafios, mosaicos y esculturas, en las catacumbas y en los más venerables edificios de la antigüedad.
702 Pedro murió mártir en Roma durante la persecución de Nerón, en los años 64 a 68.
703 «Jesucristo interroga a Pedro, por tres veces, como si quisiera darle una repetida posibilidad de reparar la triple negación. Pedro ya ha aprendido, escarmentado en su propia miseria: está hondamente convencido de que sobran aquellos temerarios alardes, consciente de su debilidad. Por eso, pone todo en manos de Cristo. Señor, tú sabes que te amo. Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Y ¿qué responde Cristo? Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. No las tuyas, no las vuestras: ¡las mías! Porque Él ha creado al hombre, Él lo ha redimido, Él ha comprado cada alma, una a una, al precio (...) de su Sangre» (Amigos de Dios, n. 267).
704 Hch 1, 3.
705 1Co 15, 6.
706 «La adoración es reconocer que Jesús es mi Señor, que Jesús me señala el camino que debo tomar, me hace comprender que solo vivo bien si conozco el camino indicado por Él, solo si sigo el camino que Él me señala. Así pues, adorar es decir: “Jesús, yo soy tuyo y te sigo en mi vida; no quisiera perder jamás esta amistad, esta comunión contigo”. También podría decir que la adoración es, en su esencia, un abrazo con Jesús, en el que le digo: "Yo soy tuyo y te pido que Tú también estés
707 Hch 1, 4.
708 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre los Hechos, 2.
709 Cfr. F. VARO, Rahbí Jesús de Nazaret, p. 17.
710 L. C. FILLION, Vida de Nuestro Señor Jesucristo, p. 94.
711 Mt 2, 3.
712 Lc 2, 29.
713 Jn 1, 21.
714 Jn 4, 25.
715 Cfr. F. FERNÁNDEZ-CARVAJAL, EL Misterio de Jesús de Nazaret, p. 147.
716 Cfr. J. GNILKA, Jesús de Nazaret, p. 83 ss.
717 Mc 6, 53-56.
718 Mt 11, 21.
719 Cfr. Mt 4, 18-22; Mc 1, 16-20; Lc 5, 1-11.
720 Cfr. Mt 9, 9-13; Mc 2, 13-17; Lc 5, 27-32.
721 Cfr. Mc 1, 21-28; Lc 4, 31-37.
722 Cfr. Mt 8, 5-13; Lc 7, 1-10.
723 Cfr. Mt 8, 14-15; Mc 1, 29-31; Lc 4, 38-39.
724 Cfr. Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12; Lc 5, 17-26.
725 Cfr. Mt 9, 20-22; Mc 5, 25-34; Lc 8, 43-48.
726 Cfr. Mt 12, 9-14; Mc 3, 1-6; Lc 6, 6-11.
727 Cfr. Mt 9, 18-26; Mc 5, 21-43; Lc 8, 40-56.
728 Cfr. Mt 17, 24-27.
729 Cfr. Jn 6, 24-59.
730 Mc 8, 22.
731 Lc 9, 10.
732 Jn 2, 1-11.
733 Jn 4, 46-47.
734 Mt 21, 17; Mc 11, 1; Mc 11, 12; Lc 10, 38.
735 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 154.
736 Mt 26, 6-13; Mc 14, 3.
737 Lc 24, 50-51.
738 Lc 19, 1-3.
739 Lc 18, 39; Mc 10, 39.
740 Cfr. Lc 10, 30-37.
741 Cfr. J. JEREMÍAS, Jerusalén en tiempos de Jesús, pp. 54 y 80.
742 Lc 24, 13-28.
743 Ver nota 10 del capítulo XXXVII.
744 Lc 24, 13.
745 L. C. FILLION, Vida de Nuestro Señor Jesucristo, p. 71.
746 Mt 3, 3; Mc 1,3.
747 Ver Capítulo XI. 1.
748 1S 1, 3.
749 Gn 12, 8.
750 Gn 28, 11-19.
751 Jr 7.
752 1S 31.
753 Jn 3, 23.
754 Gn 32, 26-33.
755 Gn 33,4.
756 J. Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús, p. 123.
757 Sobre la Via Maris: ver nota 18 del capítulo V.
758 Jn 4, 5-6.
759 J. Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús, Ediciones Cristiandad, 2000.
760 O.c., p. 79.
761 L. C. FILLION, Vida de Nuestro Señor Jesucristo, p. 72.
762 Cfr. J. GNILKA, Jesús de Nazaret, p. 76.
763 Benedicto XVI, o.c., p. 49.
764 J. JEREMÍAS, Jerusalén en tiempos de Jesús, pp. 45-47.
765 Jn 4, 21.
766 Ver Capítulo XXIV. 7.
767 Lv 23, 42.
768 Jn 7, 37-38.
769 Cfr. J. GNILKA, Jesús de Nazaret, pp. 66-68.
770 Lc 6, 5; Mt 12, 8.
771 Mc 12, 43; Lc 21, 3.
772 Mt 26, 10; Mc 14, 6;Jn 12, 1-11.
773 Lc 10, 35.
774 Mt 17, 27.
775 Jn 19, 39.
776 Ver capítulo XXVI, nota 15.
777 Jn 11, 9.
778 Mt 20, 1-6.
779 Jn 1, 39.
780 Mc 15, 33-34.
781 Ver capítulo XXXI, nota 2.