Jdt

Jdt 1, 1-Jdt 7, 32. Antecedentes del Asedio de Betuli

Jdt 1, 1-4. Dos reyes en escena

Por haber arrasado el país en sus incursiones bélicas, por la profanación del templo y por la humillante deportación a Babilonia fue Nabucodonosor, a juicio de los judíos, el prototipo del soberano despótico, cruel e impío. Dícese en el texto que "reinó sobre los asirios, en la gran ciudad de Nínive." Por documentos cuneiformes se conoce la lista completa de los reyes de Asiría desde 930 hasta 612 antes de Cristo, fecha en que fue destruida la ciudad por Gyaxares y Nabopolasar, no figurando en los mismos ningún rey con el nombre de Nabucodonosor. ¿Cómo explicar esta anomalía histórica? Los exegetas han identificado a Nabucodonosor con Asurbanipal (669-626), Darío I (521-486), Artajerjes III Oco (358-337), etc. Con estas hipótesis no se solucionan las dificultades históricas del libro. La misma incertidumbre presenta la mención de Arfacsad, rey de los medos, cuya identificación debe ser correlativa con la de Nabucodonosor. Ningún rey lleva este nombre. Como personal figura en Gn 10, 22; Gn 11, 10.
Fue Ecbatana la capital del reino de los medos y más tarde residencia de verano de los monarcas persas (Esd 6, 2). Fue fundada hacia el año 700 antes de Cristo, por Deyoces, hijo de Phaortes. Situada en una región montañosa, en la encrucijada de las comunicaciones de Persia con el valle del Eufrates, tenía un comercio muy floreciente. Se habla de Ecbatana en Tb 3, 7; Tb 6, 7; 2M 9, 3. Las fortificaciones de Ecbatana eran impresionantes, Según Heródoto (I 98-99; II 153), siete murallas concéntricas, de la misma altura, con las almenas de diversos colores, custodiaban el palacio real y sus tesoros. El codo de que habla el texto debe ser el babilónico, que equivale aproximadamente a 0, 52 metros. De ahí que las medidas de las fortificaciones traducidas en metros son las siguientes: 1) piedras labradas: 3, 12 metros de largo por 1, 56 de ancho; 2) altura de las torres: 52 metros, con una anchura de 31, 20; 4) puertas: medían 36, 40 metros de alto por 20, 80 de anchura,

Jdt 1, 5-6. Nabucodonosor combate a Arfacsad

La expresión "en aquellos días," de sabor hebraico, debe entenderse del año 17 de Nabucodonosor, según el texto griego del v.13, o del año 12 del mismo, conforme a la Vulgata. El combate que anuncia en este versículo, y cuya descripción se hace en los v.13 y 16, tuvo lugar en la gran llanura que se extiende en los confines de Ragau. ¿En dónde emplazar esta gran planicie? En la inscripción de Bischtun de Darío I (año 520) se cita dos veces la región de Raga. El historiador Tolomeo (Jdt 6, 2-6) habla de una llanura de nombre Ragiana. Existe actualmente la ciudad Rai a 160 kilómetros al noroeste de Ecbatana. En resumen, se desconoce el emplazamiento exacto de la ciudad de Ragau. Entre los aliados de Arfacsad se cuentan las tribus de la meseta del Irán occidental (Zagros), los ribereños del Eufrates, del Tigris y del Hidaspes. Se ignora a qué río corresponde este último. Se descarta el Hidaspes, llamado hoy Geh-lam, en el Panjab, y que desemboca en el Indo. También son aliados los habitantes de la llanura de Arioc, rey de los elamitas o elymeos. Arioc es un personaje que se menciona en Gn 14, 1 como rey de Elasar (rex Ponti, según la Vulgata). Se desconoce el emplazamiento concreto de esta llanura.
Con la frase "de modo que fueron muchos los pueblos que se juntaron a las huestes de los hijos de Queleud" (Yeleal) se pondera la potencia de los confederados contra Nabucodonosor. "Hijos de Queleud," frase que la Vulgata omite, pueden ser, o bien los caduseos, los caldeos, o los pueblos de la región de Quilmad (Ez 27, 23), que el talmudista traduce por Media y los LXX por Carmenia, que corresponde a la región llamada actualmente Kerman, al sudeste de Persia (Stummer, Vaccar1).

Jdt 1, 7-12. Mensaje de Nabucodonosor

Según el texto, envió Nabucodonosor su mensaje a pueblos del este y del oeste.
En la lista del grupo extremo occidental se sigue una línea geográfica de nordeste a sudoeste: Cilicia, Damasco, Líbano, Antelíbano, "la costa del Mar," con la Fenicia y territorio de los filisteos. Del territorio de Palestina cita los pueblos del Carmelo, que entran en el elenco porque el autor sagrado coloca a Betulia en el ámbito geográfico del Carmelo, hacia su extremidad sudoriental. Del Carmelo se pasa a Galaad, región situada al otro lado del Jordán, entre el Yaboc y el Yarmuc. Es la primera vez que se habla en la Biblia de la Alta Galilea como término geográfico. La extensa y fértil planicie enclavada en la Baja Galilea, delimitada al sur por el Carmelo y los montes de Samaría y al norte por los de Galilea, es llamada en el libro de Judit (Jdt 1, 8; Jdt 3, 9; Jdt 4, 6; Jdt 7, 3) llanura de "Esdrelón." La expresión "al otro lado del Jordán" es ambigua, y puede designar la TransJordania o la Cisjordania, según el lugar en que se sitúe el historiador. Aquí el punto de referencia de Nabucodonosor es Asiria, y, por lo mismo, la frase citada se refiere a los territorios de la Cisjordania. La tierra de Guesen corresponde a la región de Gosen, en la cual moraban los israelitas durante su permanencia en Egipto.
Menfis es la antigua capital del Bajo Egipto, llamada Nof en hebreo (Is 19, 13; Jr 2, 16).
Los pueblos de occidente despreciaron el mensaje de Nabucodonosor. La Vulgata dice: "Omnes uno animo contradixerunt." Todos desecharon su invitación de apoyarle en la lucha contra Arfacsad. A sus ojos, el monarca era un rey aislado políticamente, incapaz, por lo mismo, de hacer frente con las armas a todas las naciones unidas. A los mensajeros del rey se les negaron incluso los presentes de ritual.

Jdt 1, 13-16. Nabucodonosor jura vengarse

Nabucodonosor jura por su trono que se vengará del ultraje inferido. La expresión equivale a jurar por la divinidad, de la cual era él el representante en todo su imperio. La soberbia del rey es tanta, que no puede concebir que pueblo alguno se atreva a contradecir sus designios. Jura vengarse de Moab, de Amón (2R 24, 2; Gn 12, 5) y de Judea, cuyas naciones se mencionan por el designio literario del autor de preparar la narración ulterior del libro. El amonita Aquior es una figura relevante del libro (Jdt 5, 1; Jdt 6, 20; Jdt 11, 9-11; Jdt 14, 5-10). La mención de Judea es un toque de alerta para el lector. Los pueblos se equivocaron al valorar la potencia bélica de Nabucodonosor. Solo, con su propio ejército, presentó batalla a Arfacsad, derrotándole completamente en batalla campal y aniquilando todo su ejército, compuesto de infantería, caballería y carros de combate. Los datos que anteriormente había señalado el texto (Jdt 1, 2-4) sobre Ecbatana daban la impresión de que era una ciudad invulnerable; pero no hay potencia humana capaz de oponerse al poder e ímpetu de Nabucodonosor.

Jdt 2, 1-28

Jdt 2, 1-3. Consejo de oficiales en palacio

Herido en su amor propio, planea Nabucodonosor un ejemplar castigo de las naciones rebeldes a su llamamiento. Corría el año dieciocho de su reinado, el veintidós del mes de Nisán, es decir, a principios de abril, "tiempo en que los reyes suelen ponerse en campaña" (2S 11, 1), cuando en el palacio del rey se bosquejó el plan de ataque. Según Jr 32, 1; Jr 52, 29, el año dieciocho del Nabucodonosor histórico coincide con la fecha en que el mencionado rey se apoderó de Jerusalén (año 587). El autor ha querido asociar la memoria del año más triste para los judíos con el desquite por manos de Judit; el sacrilegio de Nabucodonosor señala el comienzo de su caída.

Jdt 2, 4. Holofernes, generalísimo del ejército

Un rey de Babilonia que reina sobre los asirios en la ciudad de Nínive tiene a un persa como generalísimo de sus tropas. Que el nombre de Holofernes sea de origen persa, lo prueban tanto su terminación como la analogía con otros nombres de la misma procedencia, como Artafernes, Datafernes. ¿Qué personaje se esconde bajo este nombre que recuerda el mugido de un buey en una caverna? (Claudel). Según Eusebio, con ocasión de la campaña contra Egipto, Artajerjes III Oco deportó a Hircania, a orillas del mar Caspio, a muchos judíos. En esta misma campaña destruyó y conquistó Jericó, lugar en donde se habían congregado los levantiscos judíos, hecho que tuvo lugar hacia el año 351. Según Diodoro Sículo (Jdt 31, 19, 2-3), un cierto Holofernes, hermano del rey de Capadocia, Ariarates, combatió al lado de Artajerjes contra los egipcios. El mismo Diodoro menciona al muy influyente eunuco Bagoas (Jdt 12, 11; Jdt 13, 3; Jdt 14, 14). Aunque el nombre de Bagoas era muy común entre los eunucos y aunque el nombre de Holofernes se halla en otras partes, es, sin embargo, muy casual que se hable de los dos en una misma narración. La mención de éste y del eunuco Bagoas, ¿basta para identificar a Holofernes con Artajerjes III? ¿No es diametralmente opuesto el papel de Holofernes en la obra de Diodoro y el que juega en el libro de Judit? Aquél regresa victorioso a Persia, seguido de una caravana de judíos, camino del destierro; éste cae muerto por la acción de una mujer israelita. Concluyamos diciendo que el hagiógrafo ha escogido el nombre de Holofernes con el fin de asociarlo al de otros enemigos de los judíos.

Jdt 2, 5-14. Holofernes recibe consignas del rey

"El gran rey" es una expresión que usaban los reyes de Asiría (2R 18, 19; Is 36, 4) y de Persia (Est 13, 1; Est 16, 1). Yahvé es el único que puede ostentar el título de "rey de toda la tierra" (Mi 4, 13; Za 4, 14; Sal 47, 3; Jr 32, 27). Los reyes de Asiría se llamaban a sí mismos "reyes de las cuatro regiones." El autor sagrado ha puesto en boca del monarca una oratoria más ambiciosa con el fin de poner de relieve su soberbia, que le llevó a arrogarse un título propio de la divinidad. Al paso de Holofernes y de su ejército seguirá la visita real, que acabará por aniquilar a los pueblos que no se rindieron. La frase "preparar la tierra y el agua" se halla en los documentos persas para significar que las naciones, en señal de sumisión, debían poner a disposición del vencedor todo cuanto necesitara para el traslado y mantenimiento de las tropas durante su permanencia en ellas. La orden es formal: "que tu ojo no perdone a ninguno" (Dt 7, 16; Ez 20, 17). En confirmación de sus palabras jura Nabucodonosor por su vida y por su imperio (1R 17, 12; 1R 18, 10; 2R 2, 2-2R 4, 6; Is 49, 18) que ejecutará cuanto dijo. En opinión de Scholz, sólo Dios emplea esta fórmula de juramento (Nm 14, 21-28); los hombres juran por Dios vivo (Jc 8, 19). De ello se infiere que Nabucodonosor se atribuye un poder sobrehumano.

Jdt 2, 14-18. Movilización general

A Holofernes, "el segundo después del rey" (Jdt 2, 4), que no asistió al consejo secreto de "sus servidores y magnates" (Jdt 2, 2), le fue confiado el reclutamiento y la puesta en marcha de un poderoso ejército. Pasó revista a sus tropas escogidas, infantes y arqueros a caballo (2Cro 14, 7; 2Cro 17, 17; 1S 31, 3; 1R 22, 34; Jr 4, 29; Jr 6, 23) y los organizó militarmente. Aparte de este ejército escogido, reunió gran cantidad de bestias de carga y animales para el servicio de la tropa.

Jdt 2, 19-21. Un ejército en marcha

Se complace el autor sagrado en ponderar la potencia del ejército de Holofernes, tanto por su calidad como por el número. Del texto parece desprenderse que el ejército de Holofernes estaba encargado de marchar en vanguardia con el fin de someter las naciones que Nabucodonosor debía ocupar. Esta muchedumbre se compara, por su gran número, a la invasión de langosta proveniente del desierto o al polvo de la tierra (Jos 11, 4; Jc 7, 12). El autor sagrado junta nombres del abigarrado mosaico de nacionalidades situadas al norte de Palestina y pasea por ellas el rulo del ejército de Nabucodonosor con el fin de presentar al monarca como señor y dueño de todo el mundo conocido, enfrentándolo con el diminuto pueblo de Betulia.

Jdt 2, 22-23. Luchas en el Asia Menor

El v.23 es una verdadera cruz para los intérpretes. A menudo se mencionan juntos en el Antiguo Testamento los nombres de Put y Lut (Jr 46, 9; Ez 27, 10; Ez 30, 5). ¿En dónde localizar ambos pueblos? Según Stummer, Put es un pueblo de África (Gn 10,6; 1Cro 1, 8; Jr 46, 9; Ez 27, 10; Ez 30, 5;Ez 38, 5; Ne 3, 9); Lut puede ser, o bien Lidia (Gen 10, 22), o un pueblo norteafricano (Gn 10, 13; 1Cro 1, 11, etc.). En Is 66, 19, los dos nombres se asocian a Javán, Tarsis y a "las islas lejanas, que no han oído hablar nunca de mi nombre (Yahvé)," de lo cual se infiere que su localización debe buscarse en el extremo occidental del Asia Menor. Sin embargo, la predilección del autor por la antigüedad hace sospechar que al mencionar Put y Lut tuvo en la mente los textos de Gn 10, 6-Gn 13, 22.

Jdt 2, 24-26. Combates en Mesopotamia

Con el fin de solucionar la dificultad del regreso del ejército a su punto de partida, cambian algunos comentaristas el orden actual por el siguiente: v.21-26. Con ello se obtiene un desplazamiento de Holofernes más en consonancia con los datos geográficos de que disponemos hoy del v.23 se desprende que, una vez dominadas las naciones del Asia Menor y ya en territorio de Siria, pronto para descender a Palestina, torció Holofernes hacia el este con el fin de someter las tribus nómadas acampadas entre Palmira y el Éufrates. En el v.24, el ejército de Holofernes cruza de nuevo el río y presenta batalla a los pueblos situados entre los ríos Eufrates y Tigris. En la primera campaña, Holofernes siguió la ribera del Éufrates; en esta segunda ataca Cilicia y lleva sus tropas hacia "los confines del norte" (Ez 38, 6). Según Gn 10, 1-2, los hijos de Jafet se establecieron en la orilla meridional del mar Negro, en los alrededores de los lagos Van y Urmia y junto a las riberas del Caspio. No se ha explicado todavía satisfactoriamente la presencia en el texto de la palabra "Arabia"; la mayoría de los autores la consideran como glosa.

Jdt 2, 27-28. Por tierras de Siria y Fenicia

Holofernes desciende de los confines del norte a la llanura en los días de la siega del trigo, a fines de abril y principios de mayo (Gn 30, 14). Como en el v.1 se dice que el consejo se tuvo hacia primeros de abril, asombra la rapidez de las campañas del ejército de Holofernes. La ciudad de Damasco se halla situada en la fructífera y bien regada llanura de Guta (2R 5, 12; Jr 49, 25), en un lugar por donde pasa la gran ruta caravanera que une Egipto con Mesopotamia. Existía la bárbara costumbre de incendiar las mieses (Jc 15, 4-8) para sumergir a los pueblos en la indigencia. Llama la atención este comportamiento de Holofernes en relación con la noticia de la Vulgata, según la cual contaba él con el trigo de Siria para su ejército (Jdt 2, 9: frumentum ex omni Syria in transitu suo paran constituit). Es muy probable que el autor haya imputado a Holofernes la conducta que solían seguir otros conquistadores. En el v.20 se habla de una incontable muchedumbre que se agregó a las fuerzas de choque, engrosando continuamente el ejército con el alistamiento de guerreros de los pueblos conquistados. A medida que las tropas se acercan a Palestina se intensifican los actos conducentes a sembrar el pánico y el terror entre los pueblos. Ante ello, los pueblos prefieren pactar antes que lanzarse a un combate en el que llevarían las de perder.

Jdt 3, 1-10

Jdt 3, 1-5. Rendiciones en masa

Los pueblos de Fenicia y los del litoral de Palestina prefirieron ser esclavos de Nabucodonosor a perder la vida. De ahí que mandaran mensajeros con el ruego implícito de que se les perdonara la vida. Los delegados ponen a disposición de Holofernes las majadas (epauleis), los campos de trigo, ganado mayor y menor, los apriscos, las ciudades con sus habitantes. Por tres veces consecutivas expresan ellos su total entrega (v.2; 3-4). El autor hace hincapié en el temor y servilismo de los pueblos gentiles. Esta disposición de ánimo contrasta con la actitud valiente y confiada de Israel, que, puesta su confianza en Dios, resiste al invasor en defensa de sus valores espirituales y nacionales.

Jdt 3, 6-8. Duro trato de los vencidos

Descendió (katébe) Holofernes de las llanuras de Damasco a la costa fenicia acompañado por tropas de choque. A pesar de tantas muestras de sumisión, no pudieron los mencionados pueblos aplacar la ira del general persa. Los pueblos salíanle a recibir con cánticos y danzas. Estas muchedumbres, que se adornaban con coronas y danzaban al son del tambor, no parecen inspirarse en costumbres orientales. En la Biblia se habla de estas manifestaciones de alborozo en la época griega (Sb 2, 8). Véanse, sin embargo, tales manifestaciones en 1S 18, 6. Aparece que Holofernes no dañó a los pueblos en sus bienes materiales. El castigo se reduce a talar los bosques sagrados que crecían alrededor de los santuarios y hacer añicos las imágenes de Baal y Astarté y de cuantos dioses tenían, para entronizar en su lugar a Nabucodonosor. La conducta de Holofernes se ajusta a las concepciones antiguas orientales en lo referente a las relaciones entre la divinidad, el rey y el pueblo. Dios conquista el país y a él se someten los dioses locales, que deben retirarse ante el vencedor y cederle el puesto.
Solían los reyes asirios llevar en sus triunfantes campañas las efigies de los dioses del país vencido, que eran sustituidas por las divinidades del vencedor. Al destruir Holofernes los símbolos locales, pretendía obligar a que "sólo a Nabucodonosor adorasen todas las naciones y le invocaran como a Dios todas las lenguas y todas las tribus." ¿Se arrogaron los reyes asirio-babilónicos el título de dios? Muchos monarcas se gloriaban de ser los representantes de Dios en la tierra, sus vicarios y lugartenientes, pero no llegaron nunca a proclamarse a sí mismos dioses. Los reyes asirios, dice Barucq, no manifestaron nunca esta pretensión. En Dn 3, 1-5 no se dice que la estatua representara al rey divinizado. Nuestro texto puede ser una crítica de las exigencias de Antíoco IV. Los seléucidas, a ejemplo de Alejandro Magno, fueron los primeros en arrogarse honores divinos y obligar a que se les llamara oficialmente dioses. Antíoco Epifanes hizo acuñar monedas con el título "Antíoco Rey Dios Epifanes Nicéforo." Se reserva para este lugar la declaración blasfema de Holofernes con el fin de enfrentar al más poderoso monarca de la tierra con el Dios de los hebreos.

Jdt 3, 9-10. Holofernes en Esdrelón

Holofernes impuso sus condiciones de paz a las ciudades de Fenicia y de Filistea que se la habían rendido. Desde las ciudades de la Filistea (Gaza, Ascalón, Asdod) podía Holofernes marchar hacia el este y atacar a Jerusalén, pero determinó volver sobre sus pasos en dirección noroeste, alcanzar la llanura de Esdrelón en un punto cercano a Dotáin e ir a acampar en un lugar entre Gaba y Escitó-polis. Era Dotáin una población cananea situada al norte de Siquem, a 40 kilómetros al sur de Nazaret y junto a la actual carretera que une esta última ciudad con Jerusalén. El campamento de Holofernes estaba entre Gaba y Escitópolis. La primera de estas ciudades puede corresponder a Gibleam, Gelboé, al sur de Beisán. Escitópolis era el nombre que recibió en el período helenístico la antiquísima ciudad de Betsán. Aquí esperó Holofernes los servicios auxiliares del ejército antes de aventurarse a su lucha contra los judíos. En las luchas que van a comenzar entre Holofernes e Israel se enfrentan dos potencias: la del mal, en cuyo ejército militan todos los enemigos del yahvismo, y la del bien, o sea la del Dios de los judíos. De Judea no ha recibido Holofernes propuesta de rendición, y sospecha que será dura la campaña para reducir aquel país. La llanura de Esdrelón formaba parte de Israel, pero su ocupación por Holofernes no exacerba el orgullo judío. Los judíos, dice el texto, "se turbaron" cuando el enviado de Nabucodonosor apuntó hacia Jerusalén y su templo (Jdt 4, 2).

Jdt 4, 1-15

Jdt 4, 1-3. Pánico en Judea

La noticia de que Holofernes destruía y saqueaba los templos cayó como una bomba sobre Israel. El texto supone la unidad nacional. Tanto los de "Judá" como los "hijos de Israel" forman parte de la nación hebraica. No se alude al reino del Norte (Israel) ni al del Sur (Judea), sino al pueblo que adora a un mismo Dios en su templo de Jerusalén. A pesar de su mucho temor (sfodra, sfodra, que corresponde al hebraico meod, meod), sabrán reaccionar hasta morir con tal de impedir que Holofernes repita en Jerusalén lo que hizo con los pueblos que se le rindieron. El pánico de los judíos era tanto más explicable cuanto que "recientemente" (prosfatos) habían subido de la cautividad y hacía poco (neosti) que se había reunido el pueblo en Judea en torno al templo.
¿Pertenece el v.3 al texto original? En dicho versículo se mencionan tres acontecimientos: 1) regreso de la cautividad; 2) reagrupación del pueblo en Judea; 3) purificación del templo y de su mobiliario. ¿De qué cautividad y repoblación habla el autor? Del famoso exilio de Babilonia y de la repoblación de Judea bajo la égida de Esdras y Nehemías. Impresionados por consideraciones religiosas, reaccionaron los judíos y decidieron morir antes que ver saqueado y destruido el templo (oikós, casa) del Señor. Si el pueblo judío está dispuesto a morir para defender a Yahvé y su templo, ¿no "les protegerá Dios y será con ellos" (Jdt 5, 21) al ver su buena disposición?

Jdt 4, 4-5. Resistencia al enemigo

Se enviaron mensajeros a toda la región para anunciar el propósito de resistir a Holofernes. El sujeto del verbo enviar son los hijos de Israel, de que se habló en el v.1. Llevaban los enviados la orden de que se ocuparan las cimas de los montes, se adueñaran de los desfiladeros de las montañas, se amurallaran las ciudades y se hicieran provisiones. Se menciona en primer lugar la "región de Samaría," porque se hallaba amenazada directamente. Ninguna alusión a la enemistad existente entre samaritanos y judíos después del exilio (Esd 4, 1-5; Jos 4, 9)· Toda la retahíla de lugares geográficos se suprimen en la Vulgata, la cual se limita a decir: "Y enviaron a toda la región de Samaria hasta Jericó." No es de suponer que el autor sagrado tenga mucho interés en dar a este elenco un valor geográfico estricto. Los israelitas habían segado ya (Jdt 2, 27), lo cual nos dice que los hechos narrados tienen lugar en los meses de junio-julio, o sea en pleno verano de Palestina.

Jdt 4, 6-8. Suma sacerdote y estratega

Habiendo dado el autor un carácter religioso al ataque de Holofernes, era lógico que fuera el sumo sacerdote el que, en nombre de Dios, se enfrentara contra el general impío. Además de su cargo religioso, reunía en su persona la autoridad política suprema de la nación, ayudado en este cometido por un senado (gerousia; 2M 11, 27). No había en Jerusalén ni rey ni gobernador; un sacerdote rige los destinos de la nación hebraica. La sede del mismo estaba en Jerusalén. Supone el texto la existencia de un santuario central y nacional en Jerusalén. El sumo sacerdote Joaquín (Vulgata Eliacim) figura en la línea de los sumos sacerdotes en Ne 12, 10.26.
Betulia tiene la misión de aplastar la soberbia de Nabucodonosor. No hay duda de que el texto localiza la ciudad al norte de Samaría, no lejos del desfiladero que conduce a la planicie de Esdrelón. Según el texto, se hallaba Betulia en la subida de un monte al pie del cual brotaba un manantial (Jdt 6, 11; Jdt 7, 3.7)· Entre la ciudad y el campo de Holofernes (Jdt 7, 1-3) se extendía una pequeña planicie. Judit y su sierva atravesaron el campamento, "rodearon el valle y subieron al monte de Betulia" (Jdt 13, 10). Se hallaba cerca de Dotáin (Jdt 4, 6). La corriente más en boga entre los exegetas tiende a localizar Betulia en Sheik Shibel, a quince kilómetros al noroeste de Sanur y a ocho al sudoeste de Djenin. Entre Sheik Shibel y Dotáin se extiende la planicie de Schael Arrabeh, que produce abundantes pastos por la abundancia de aguas que manan de dos manantiales. Con los datos que se dan en los capítulos siguientes se puede llegar a una localización más exacta de Betulia. La orden de Joaquín era de ocupar las pendientes o subidas (anábaseis) de la montaña, porque por ellas era el acceso (eisódos) a Judea. Era fácil impedir el paso de los que, dada la estrechez del desfiladero (prosbasis), veíanse obligados a caminar de dos en dos. El tránsito de la planicie de Dotáin a Esdrelón es mucho más ancho de lo que supone el texto, cuyas palabras deben entenderse en sentido hiperbólico.

Jdt 4, 9-12. Oraciones, ayunos y sacrificios

Comprende el pueblo que, "si no guarda Yahvé la ciudad, en vano vigilan sus centinelas" (Sal 127, 1). La única fuerza efectiva con que contaba Israel era el favor de su Dios, que se había comprometido a no entregar a su pueblo predilecto en manos de los enemigos, a menos que le fuera infiel. Bien decía Aquior a Holofernes que, si en Israel no "había ninguna culpa o pecado contra su Dios," pasara de largo y no le molestara, porque su Dios lo protegerá y será con él (Jdt 5, 20-21). La iniciativa de prepararse a la lucha con armas espirituales parte del pueblo. El autor del libro se contagia de este fervor religioso. Únicamente en este lugar se menciona el acto de revestir el altar del santuario con un saco. Para más forzar a Yahvé, "extendían sus sacos ante el Señor" (v.11), a la manera de Ezequías, que "desplegó ante Yahvé" (2R 19, 14) las cartas de Senaquerib. La ley mosaica sólo prevé un día de ayuno oficial al año, el día grande de la Expiación (Lv 16, 29; Lv 23, 27; Nm 29, 7). En los libros de Ester, Tobías y Judit se percibe mejor que en otros la importancia creciente que toma el ayuno en la piedad de los ambientes judíos (Est 4, 1-3; Est 9, 32; Est 4, 2-3; Tb 3, 10-11; Tb 12, 8; Jdt 4, 8-10; Jdt 8, 6; Jdt 9, 1; Jdt 12, 9).

Jdt 4, 13-15. Los sacerdotes, solidarios con el pueblo

En la Vulgata se representa a Eliacim (Joaquín) de viaje por todo Israel, exhortando a todos a perseverar en la oración y en el ayuno, prometiéndoles la ayuda divina. Los sacerdotes dan ejemplo a los fieles, que se solidarizan con ellos. El sumo sacerdote, los simples sacerdotes y los levitas clamaban al Señor con todas sus fuerzas al ofrecer el holocausto perpetuo y los votos y las ofrendas del pueblo. En vez de echar la ceniza sobre la cabeza, como los laicos, lo hacían "sobre sus tiaras" (kidareis)· (Ex 28, 40; Ex 29, 9).
En este capítulo se describe la reacción del pueblo judío al anuncio de la presencia de Holofernes en sus fronteras. Pensar en una rendición era temerario, mayormente después de la conducta de Holofernes para con los que pactaron con él. La oposición bélica que se planea es más ideal que efectiva; la verdadera fuerza del pueblo judío se halla en su vida religiosa y moral.

Jdt 5, 1-24

Jdt 5, 1-4. Holofernes ante la resistencia de Israel

Dos fuerzas opuestas se hallan frente a frente. Holofernes vivaquea en las inmediaciones de Betsán. Le llegan noticias de que Israel se prepara a la lucha; de que los judíos han cerrado las entradas (diodol) de los montes, fortificado sus cumbres (Jdt 4, 5) y sembrado de obstáculos las llanuras. La audacia de Israel tiene la virtud de inquietar el ánimo de Holofernes. La guerra relámpago que había practicado hasta ahora se acaba en el límite de la frontera con Judea. En vez de atacar, pierde el tiempo coleccionando consejos y escuchando informes. Llama a los príncipes de Moab, a Jos generales de Amón y a los sátrapas del litoral para cerciorarse acerca del pueblo judío. La encuesta gira en torno a un triple tema: 1) étnico-histórico; 2) estratégico y político; 3) psicológico.
Aquior demuestra tener un conocimiento profundo de la historia del pueblo de Israel. Su testimonio es tanto más valedero en cuanto que él es príncipe y jefe de Amón, pueblo que no tuvo relaciones amistosas con Israel (Nm 22, 1-Nm 24, 25; Dt 23, 4; Jc 10, 7-11.33; 1S 11, 1). Aquior demuestra simpatía hacia Israel y pone mucho calor en sus palabras, lo que recuerda el episodio de Balaam al bendecir contra su voluntad al pueblo de Israel (Nm 22, 1 - Nm 24, 25). Exalta la protección de Yahvé sobre su pueblo. En prueba de sus buenos servicios, Aquior "quedó agregado a la casa de Israel" (Jdt 14, 10), al igual que lo fue Rahab en otro tiempo, y por idénticos motivos (Jos 2, 9-11). Sin embargo, en Dt 23, 4 se decía que "amonitas y moabitas no serán admitidos ni aun a la décima generación; no entrarán jamás."
La situación descrita en todo el capítulo no exige un período histórico determinado, sino que puede ajustarse a todo el decurso de la historia del pueblo judío, a todo lo largo y ancho de la historia de Israel. A la tesis defendida por Aquior opone Holofernes esta otra: Nabucodonosor es el único dios, y las armas darán razón de un pueblo indefenso que ha tenido la osadía de oponérsele. Los dos poderes, material y espiritual, se enfrentan en una lucha de la cual, ya desde ahora, se vislumbra el fin.

Jdt 5, 5-9. Prehistoria de Israel

Según Aquior, Israel es originario de Caldea (Gn 11, 28-31), desde donde emigró Abraham estableciéndose en Jarán (Gn 11, 31; Gn 12, 4). El motivo de este desplazamiento fue por no querer adorar a los dioses de sus padres, establecidos en Caldea. Abraham rompió con la tradición idolátrica de sus antepasados para adorar al "Dios del cielo" (Esd 5, 11ss; Esd 6, 9; Papiros de Elefantina).

Jdt 5, 10-17. Permanencia en Egipto

La protección divina sobre Israel se revela también en el tiempo que permaneció en Egipto. Si Yahvé escuchó a su pueblo y castigó a Egipto, ¿no puede acontecer ahora lo mismo?
Mientras el texto griego consigna los hechos de la salida de Egipto y el paso del mar Rojo, la Vulgata subraya el carácter milagroso de ambos episodios.
Por una providencia extraordinaria de Dios penetraron los israelitas en Canaán, apoderándose en un principio de la región montañosa, por no poder enfrentarse en las tierras bajas con los carros de combate de los cananeos. Ellos recibieron esta tierra en herencia (ekleronómesan). La permanencia pacífica de los israelitas en la Tierra Prometida estaba condicionada a su fidelidad al pacto de la alianza. La prosperidad y la ruina de Israel dependen de su adhesión al mismo.

Jdt 5, 18-19. Pecado y arrepentimiento

Los principios señalados por Aquior se confirman con dos acontecimientos: cautividad y regreso a la tierra. En el exilio encontró Israel ocasión propicia para reflexionar sobre las causas que lo motivaron. Para muchos, la cautividad significaba el fracaso de la doctrina de la alianza y un indicio de la impotencia de Yahvé para salvaguardar a su pueblo frente a sus enemigos. Para otros, en cambio, impresionados por la predicación de los profetas, este desastre nacional fue el principio de una total y sincera conversión a Yahvé. Gracias a ello les ha sido posible a los israelitas poder regresar (nuper, añade la Vulgata) a su patria.

Jdt 5, 20-21. Conclusión

Del discurso de Aquior puede Holofernes deducir que las preguntas que él dirigió al estado mayor indican un desconocimiento de la situación. Lo importante y justo hubiera sido cerciorarse de si Israel tenía o no culpa o pecado contra Dios. En caso afirmativo puede atacarle, seguro de conseguir la victoria; en caso contrario, pase de largo.

Jdt 5, 22-24. Efectos del discurso

Mal eco encontró el discurso de Aquior entre los seguidores de Holofernes. Ninguno de ellos dejóse impresionar por la tesis teológica desarrollada, estando todos acordes en admitir que las armas son las que deciden las batallas. A la concepción religiosa yahvista de la historia oponen Holofernes y su estado mayor la fuerza de las armas.

Jdt 6, 1-21

Jdt 6, 1-9. Intervención de Holofernes

Acallado el tumulto popular, intervino Holofernes violentamente. En presencia de Moab y de toda la muchedumbre de extranjeros increpó a Aquior y a los mercenarios de Amón. Su ejército les demostrará que se han equivocado al meterse en profetas de mal agüero. Holofernes rechaza la posibilidad de que el Dios de Israel, pueblo formado como "huidos de Egipto," pueda prevalecer contra el omnipotente Nabucodonosor. Anuncia la derrota completa de Israel, que no podrá resistir el empuje de su caballería. Aquior será testigo de este desastre. Holofernes no menciona el nombre de Betulia, pero da a entender que los judíos preparan la resistencia "en una de las ciudades de la subida." Estaba tan creído Nabucodonosor de su victoria, que no temía que Aquior revelara a los de Betulia sus planes guerreros. Pero la razón fundamental por la cual Aquior es entregado y colocado en Betulia es para que, una vez cortada la cabeza de Holofernes, diera fe de que era la del generalísimo del ejército de Nabucodonosor.

Jdt 6, 10-13. Aquior es llevado a Betulia

Por las palabras del texto se deduce que no existía un frente continuo, sino focos aislados de resistencia. De ahí que los siervos de Holofernes penetraran en territorio israelita y se acercaran a Betulia. Al divisarlos los hombres de la ciudad, en vez de salir a su encuentro y rechazarles, subieron a la cima del monte, desde donde los honderos lanzaban piedras contra los intrusos.

Jdt 6, 14-17. Aquior con los jefes de Betulia

Una vez regresaron los asirios a su campamento, descendieron los hombres del pueblo a la falda del monte; hallaron a Aquior y, desatándolo, le entregaron a los jefes (arjontes) de la ciudad, pertenecientes a la tribu de Simeón. El autor del libro trata de rehabilitar a Simeón, poco afortunado en la bendición de Jacob (Gn 49, 5-7), y cuya tribu llevó siempre una vida lánguida y deslucida (2Cro 15, 9; 2Cro 34, 6), fundida con la tribu de Judá. Judit (Jdt 9, 2-4) alaba a Simeón por "haberse vengado de los extranjeros que habían violado a una doncella." Los otros dos arjontes eran Cabris (Nm 26, 45; Gn 46, 17) y Carmis (Jos 7, 1; 1Cro 2, 7).

Jdt 6, 18-21. Oraciones y banquetes

Durante aquella noche perseveraron en la oración, invocando el auxilio de Dios. En este momento crucial para la ciudad no existen preparativos de carácter militar y estratégico. Saben ellos que la victoria o la derrota está en manos de Dios.

Jdt 7, 1-Jdt 16, 25. Yahve Triunfa Sobre Nabucodonosor

Jdt 7, 1-32

Jdt 7, 1-3. Los asíríos frente a Betulia

Holofernes obra rápidamente. Al día siguiente de haber deportado a Aquior a Betulia, manda que su ejército marche en dirección a esta ciudad, que se ocupen las vertientes de las montañas y que se establezca contacto con el enemigo. Hemos hablado ya del emplazamiento de esta heroica y enigmática ciudad (Jdt 4, 4-6), que, a lo más, disponía de unas murallas levantadas precipitadamente al anuncio de la llegada del ejército de Holofernes. Teniendo en cuenta todos los datos desparramados en todo el libro, no se llega a identificar el lugar de Betulia; pues si de una parte figura en la entrada de Esdrelón, al norte de Samaría, de otra se dice que salió una procesión de Betulia en dirección a Jerusalén, lo cual significaría que los participantes en ella recorrieron un centenar de kilómetros (Jdt 16, 18). De ahí que algunos exegetas dudan incluso de la existencia real de una ciudad con este nombre. Obsérvese la pasividad de las otras ciudades frente al ejército invasor. Ninguna le hace frente, ni se ponen obstáculos a las maniobras tácticas del mismo. Holofernes tiene la obsesión de Betulia, en donde cree radica la máxima resistencia por parte de los judíos.

Jdt 7, 4-5. Consternación de los israelitas

Desde la ciudad contemplaron los de Betulia la marcha del ejército asirio, que estrechaba el cerco. Al ver tanta muchedumbre, les asalta la idea de que el enemigo devorará toda la haz de la tierra (Nm 22, 4) y de que el suelo cederá a su paso. Aunque las noches en Palestina sean algo más frescas que el día (Mc 14, 54; Lc 22, 55), no es probable que tuvieran necesidad de fuego los centinelas de las murallas, dada la estación en que se produjo el asedio (Jdt 4, 5). Más bien encendieron hogueras, o para divisar los movimientos del enemigo en torno a los muros, o para darle la sensación de que los habitantes de la ciudad estaban alerta (1M 12, 28-29).

Jdt 7, 6-7. Estratagema de Holofernes

Exploró Holofernes personalmente los accesos de la ciudad, reconoció los manantiales que surtían de agua a Betulia y los ocupó. Antes (v.3) se dijo que el ejército acampó en el valle, junto a Betulia, "cerca de la fuente." Desde este momento Betulia se encuentra cercada por todas partes, no quedándole más dilema que entregarse o resistir. No cabe esperar ayuda de las otras ciudades, ni de la misma ciudad de Jerusalén, que contemplan la heroica resistencia de Betulia, apoyando su causa con ayunos y oraciones, pero sin enviar soldado alguno.

Jdt 7, 8-15. Otro consejo dado a Holofernes

El designio de Holofernes era atacar la ciudad y acabar con ella, confiado en su superioridad. Considerando las cosas humanamente, era ésta la mejor solución. Pero mercenarios de los pueblos vecinos de Israel, tales como los "príncipes de Esaú," o sea los idumeos, los jefes de Moab y los capitanes de las ciudades filisteas de la costa mediterránea, aconsejan al generalísimo de Nabucodonosor que estreche el cerco y espere a que los habitantes de Betulia se entreguen, acosados por el hambre y la sed. Estos consejeros conocen bien la geografía de Betulia.

Jdt 7, 16-22. Asedio de Betulia

Señala la Vulgata el detalle de que se pusieron cien centinelas en cada fuente. Los edomitas y parte de los amonitas ocuparon las cumbres de los montes vecinos, "frente a Dotáin." Un tercer destacamento fue enviado hacia el mediodía, "hacia el este, contra Ecrebel, que cae cerca de Cus, sobre el torrente de Mocmur." Los comentaristas de Judit identifican generalmente a Ecrebel con Aqrabeh, a catorce kilómetros al sudoeste de Naplusa, que bajo la dominación romana fue capital de la toparquía Acrabatene. A ocho kilómetros al noroeste de Acrabe se encuentra Quzah, la antigua Cus. El torrente Mocmur debe identificarse con algún wadi al mediodía de la capital samaritana. Si estas identificaciones corresponden a la realidad, resulta que Holofernes cortó toda comunicación, ocupando un inmenso territorio al mediodía, este y norte de Betulia.
En todo este despliegue de fuerzas no encuentra Holofernes ninguna oposición de parte de los israelitas. Los habitantes de Betulia comprendieron que estaban completamente cercados. Al cabo de treinta y cuatro días se agotaron las provisiones de agua. Cortado el acceso a las fuentes, sus habitantes viéronse obligados a utilizar exclusivamente el agua recogida en las cisternas durante el tiempo de lluvia. También estas reservas se agotaron, sin que hubiera posibilidad de ser rellenadas en breve plazo por razón de hallarse en los meses de junio y julio (Jdt 4, 5), en cuyo tiempo no llueve en Palestina.

Jdt 7, 23-29. Motín en la ciudad

Betulia no estaba preparada para sostener un largo asedio. Además de la falta de provisiones, no estaban dispuestos sus habitantes a morir por la defensa de su Dios y de su ciudad. La orden de resistir emanaba del sumo sacerdote Joaquín (Jdt 4, 6), pero no iba acompañada con la promesa de una ayuda bélica eficaz.

Jdt 7, 30-32. Respuesta de Ocias

Desde el punto de vista puramente humano, la guerra de Holofernes contra Betulia puede compararse a la lucha de un elefante con una hormiga. Ya hemos visto que Betulia no cuenta con ninguna ayuda militar exterior de parte de sus hermanos de raza, a pesar de "ser un pueblo numeroso" (Jdt 5, 10). Los guerreros de la villa son casi inexistentes. No se señala su número, no se dice que disparen una sola flecha ni que intenten una salida desesperada. Su población se compone de mujeres quejumbrosas, de niños y hombres débiles, cuya aspiración es rendirse al ejército invasor antes que morir por su fe. Las mismas autoridades de Betulia se muestran incapaces, débiles, oportunistas y de poca fe. De una parte temen los alborotos del pueblo, y de otra, la justicia de los sitiadores.

Jdt 8, 1-36

Jdt 8, 1-3. Judit, la heroína

Cuando el pueblo pedía a gritos la rendición, en el momento crucial en que las autoridades de Betulia habían señalado un plazo de cinco días para entregarse, surge inesperadamente Judit, la heroína. No escoge Dios a un profeta, a un guerrero, sino a una viuda retirada en un cobertizo que se había fabricado en el techo de su casa. Cuanto más débil sea el instrumento, más visible será la intervención de Dios en favor de Betulia. ¿Quién es esta mujer que salva a su pueblo de una catástrofe inminente? ¿Es un personaje ideal, simbólico, creado por el autor, o una mujer de carne y hueso? Era una viuda ideal, tal como la concibiera más tarde San Pablo (1Tm 5, 5). En Betulia era la única persona que confiaba ciegamente en Dios. Su mismo nombre es revelador: Judit, Yehudith, femenino de Yehudi, significa la judía, nombre que llevó una mujer de Esaú, de origen jeteo (Gn 26, 34). Las dudas acerca de la existencia real de la heroína se fundan en el nombre que lleva, Yehudith, y en su propio testimonio. En efecto, el término Yehudith puede ser gentilicio y simbolizar la nación judía en su ideal de vida religiosa. En el cántico que siguió a la victoria, Judit misma se identifica con el pueblo judío (Jdt 15, 4-6). No existen razones poderosas para dudar de la existencia real de Judit, pero tampoco se dan argumentos ciertos que obliguen a admitirla. Lo primero que debe hacerse para resolver esta cuestión es examinar el género literario empleado por el autor en este libro. El carácter inspirado del mismo es indiferente a esta cuestión.

Jdt 8, 4-8. Vida ejemplar de Judit

Al morir su marido, decidió Judit vivir perpetuamente en la viudez (Jdt 16, 22), Teniendo en cuenta que las hebreas contraían matrimonio entre los doce y quince años y que Bagoas la llama paidiske e halé, niña hermosa, cabe suponer que quedó viuda muy joven. Al producirse la invasión de Betulia se cumplían tres años y cuatro meses de su viudez (Vulgata: tres años y seis meses). De su matrimonio con Manases no tuvo descendencia, no quejándose contra Dios de no habérsela dado, como hicieron otras mujeres hebreas menos piadosas (1S 1, 8-20). Vivía retirada con su esclava (Jdt 8, 5) en un cobertizo que se fabricó en el terrado de su casa, o sea, la alliyyah, la habitación alta (Jc 3, 23-25; 2S 19, 1; 2R 4, 10). A una mujer tan perfecta en el cumplimiento de sus deberes religiosos debía Dios mirar con ojos de complacencia. Aunque las restantes gentes de Betulia tuvieran una fe vacilante, Dios les perdonaría en atención a las virtudes heroicas de Judit, de la cual nadie podía hablar mal. Su sensibilidad religiosa y su viudez eran factores que facilitaban su cometido de intercesora delante de Dios para salvar a su pueblo elegido.

Jdt 8, 9-10. Judit se entrevista con las autoridades

La prestigiosa mujer no tomó parte en el motín del pueblo. Por la servidumbre pudo enterarse de la situación y de la decisión tomada por las autoridades. Gran prestigio debía de gozar Judit entre los dirigentes del pueblo, ya que se dirigieron obedientes a casa de Judit tan pronto como su sierva, la que tenía puesta sobre todos sus bienes (Gn 24, 2), les comunicó el deseo de su ama.

Jdt 8, 11-15. Judit increpa a los dirigentes de Betulia

La valiente mujer se encara con los príncipes de la ciudad (Jdt 6, 14-15; jefes, ancianos) por haberse atrevido a fijar a Dios un plazo de cinco días dentro de los cuales debía acudir en su ayuda; pasado aquel tiempo, ya no tenían necesidad de Él. El proceder de las autoridades equivalía a un ultimátum. Ellos se obligaron con juramento a entregar la ciudad a los enemigos, y este juramento debía cumplirse necesariamente. El hecho de exigir a Dios que se decida a intervenir en el plazo de cinco días, ¿no equivalía a un atentado contra su soberanía divina? Hay que esperar pacientemente y con confianza la hora de Dios. Las autoridades de Betulia hacen mal en discutir sus designios. Una sola solución es viable: humillarse ante El y callar. A diferencia de Job (Jb 38, 2-Jb 40, 8; Jb 42, 3), el autor de Judit pone más de relieve la confianza filial en Dios. Su concepción de la eficacia de la oración se asemeja a la cristiana.

Jdt 8, 16-20. Motivos de confianza

Por la ley de la alianza, Dios se comprometió a ayudar a Israel y defenderlo de sus enemigos con tal de que observara su Ley y permaneciera fiel a un puro monoteísmo (Lv 26, 1-8; Dt 28, 1-7; Jc 2, 7-23; 1S 7, 3), Tan segura está Judit de la eficacia de esta promesa, que se atrevió a decir a Holofernes: "Nunca nuestro linaje es castigado, ni la espada prevalece contra ellos si no han pecado contra Dios" (Jdt 11, 10). La situación religiosa actual de Israel es fundamentalmente buena, porque, al revés de los tiempos antiguos, no existe en la generación actual ni se conoce familia, región ni ciudad que adore a falsos dioses. Por este pecado de idolatría, contra el cual clamaba Jeremías (Jr 7, 17-20; Jr 14, 7-15), fueron entregados los judíos a la espada y al saqueo. En los momentos actuales no existe este funestísimo pecado en Israel; luego hay motivos de esperar la ayuda de Dios. El autor del libro de Judit considera como pecado leve el amotinamiento del pueblo, porque sus protestas están más bien dictadas por el estómago vacío que por falta de confianza en Dios. Tampoco concede excesiva gravedad a la conducta de los magistrados de Betulia, que obraron más bien por cobardía que por malicia.

Jdt 8, 21-27. Desastrosas consecuencias de una capitulación

La suerte de Jerusalén, del templo y de toda la nación depende de la actuación de los habitantes de Betulia. Si, para evitar una situación crítica, de momento los magistrados de Betulia se rinden al enemigo, serán responsables ante Dios de las espantosas consecuencias de su cobardía y poca fe. Judit acumula razones con el fin de elevar la moral de los ancianos de Betulia: el país sería arrasado; sus habitantes, asesinados o deportados; el templo, saqueado. El ejemplo de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob debe estimularles a la resistencia. Dios los pasó por el crisol para examinar su corazón, no para castigarlos. De la misma manera azota a los de Betulia, no a título de castigo, sino con el fin de someter a prueba su confianza en Dios. Judit proclama que Dios castiga y azota a sus amigos con el único fin de purificarlos y santificarlos con la práctica de las virtudes (Pr 3, 12; Sb 11, 5-10; Si 2, 3-5). La recomendación que hace Judit de dar gracias a Dios por las pruebas a que les sujeta, es considerada por muchos como una interpolación cristiana (Rm 5, 3-5; Hb 12, 5-11).

Jdt 8, 28-31. Respuesta de Ocias

Con palabras halagadoras para Judit, Ocias reconoce su clara inteligencia y su gran corazón, pero le da a entender que no puede cambiar la decisión tomada en atención a los sufrimientos del pueblo, que muere de sed, y por el juramento que hizo, y que debe cumplirse inexorablemente (Jos 9, 19; Jc 11, 35; 2S 21, 1-8). La única solución está, dice Ocias, en que Dios nos mande lluvia que llene las cisternas, lo que equivale a pedir un milagro. La época de las lluvias en Palestina se extiende desde octubre hasta mayo, y sólo por un milagro (1S 12, 17) se da una lluvia torrencial durante los meses de junio y julio (Jos 10, 11). Ocias no entiende la teología de la historia de Israel, tal como se la explica y comprende Judit. Es posible que teóricamente tenga razón Judit; pero en la práctica, parece decir Ocias, no se ve que Dios se muestre solícito en cumplir su compromiso con Israel. Por lo demás, la voluntad salvífica de Dios debe manifestarse en el plazo de cinco días, porque un juramento debe cumplirse necesariamente.

Jdt 8, 32-36. Judit expone sus planes

De repente saca Judit a las autoridades de la situación embarazosa en que se encontraban. El plan que les propone no es improvisado; lo ha meditado bien en su soledad, porque también ella debía de tener noticia de cómo andaban las incidencias del sitio de Betulia. Sabe también que tendrá éxito el plan que ha trazado.

Jdt 9, 1-14

Jdt 9, 1. Rostro en tierra

Consciente de la responsabilidad que había cargado sobre sus hombros, Judit postróse en tierra en actitud suplicante, echó ceniza sobre sus cabellos (Jdt 4, 11) y, quitándose las prendas exteriores con que se había revestido, dejó ver el vestido o túnica de penitencia que llevaba a raíz de sus carnes. El autor sagrado hace coincidir este momento solemne, del cual pendía la salvación de Israel, con la hora en que se ofrecía en Jerusalén el incienso de la tarde (Ex 30, 7; Ex 34, 3; Sal 141, 2) y en la hora en que se encendían las lámparas del santuario (Ex 30, 8). En todo el libro tiene el hagiógrafo su pensamiento fijo en el templo de Jerusalén (Jdt 4, 2-3; Jdt 6, 8; Jdt 11, 15; Jdt 5, 19; Jdt 8, 21-25; Jdt 9, 8-13).

Jdt 9, 2-5. Judit evoca el recuerdo del pasado

Judit pertenecía a la tribu de Simeón. Se recuerdan hechos del pasado que Dios permitió que sucedieran para bien de su pueblo. Uno de ellos fue la manera como Simeón vengó el honor ultrajado de su hermana Dina (Gn 34, 1-29). Simeón fue en aquella ocasión instrumento de Dios para vengar a una virgen de Israel por el ultraje inferido por un extranjero. El hecho de Dina y sus consecuencias tienen relación con la hora presente. Dina y Judit se exponen a perder el honor; pero así como Dina obró con ligereza al salir "sola para ver a los hijos de aquella tierra" (Gn 34, 1), Judit sale fuera de la ciudad por inspiración divina y después de un maduro examen y largas oraciones y penitencias. Los hermanos de Dina, Leví y Simeón, se enfurecieron por el ultraje hecho a ella, y, espada en mano, penetraron en la ciudad y mataron a todos los varones. Los otros hijos de Jacob se arrojaron sobre los muertos y saquearon la ciudad "por haber sido deshonrada su hermana" (Gn 34, 27). Jacob recrimina la conducta de los hermanos por la crueldad del hecho y por las funestas consecuencias que puede acarrearles (Gn 34, 30; Gn 49, 5-7). Judit, en cambio, alaba aquella explosión patriótica y religiosa de su antepasado (Gn 34, 31). Para Judit, la violación de Dina fue un atentado al honor del alma judía. El malvado Siquem del Génesis es el prototipo de Holofernes, y la joven viuda se imagina tener en sus débiles manos la fuerza y vigor de Simeón, y, como él, sabrá vengar la audacia y osadía del que pretende ahora destruir a Israel. Lo que hizo Siquem "era una cosa que no debía hacerse" (Gn 34, 7; 2S 13, 12). En el v.3 se anuncia la ley del talión, al decir que sobre aquel mismo lecho en que se consumó el engaño y seducción de Dina, perpetróse también la muerte del seductor y de sus cómplices. Judit se vengará del impío Holofernes dándole muerte en aquel lecho donde él pretendía abusar de ella. De la hazaña de Judit se "hablará de generación en generación entre los hijos de nuestra raza" (Jdt 8, 32) y nadie se atreverá a reprobar su conducta. Gomo en el caso de Siquem, saldrán de la ciudad todos los habitantes de Betulia y saquearán el campamento asirio, entonando a continuación grandes alabanzas a la que en adelante será llamada "el orgullo de Jerusalén y la gloria de Israel" (Jdt 15, 9).

Jdt 9, 6-8. Momento crucial

Tanto la historia de la humanidad en general como la del pueblo elegido en particular son obra de Dios. A él pertenece el pasado, el presente y el porvenir. Por voluntad divina se han presentado los asirios en las puertas de Palestina. Como en otro tiempo los egipcios confiaban en sus armas y fueron aniquilados (Ex 14, 19-29), también los asirios se enorgullecen de sus infantes, de sus caballos y de sus jinetes. Pero no saben que basta que Dios dirija su vista hacia el campo asirio, como hizo con los egipcios (Vulgata), para ser aniquilados. Dios ama a los humildes y aborrece el orgullo de las naciones paganas (Ez 25, 6-7; Ez 28, 6-10; Ez 30, 6; Ez 31, 10). A la viuda humilde, Dios la ensalzará; al general orgulloso lo humillará.

Jdt 9, 9-14. Súplica anhelante

La figura de Holofornes se describe con frases que se aplican a los agentes de Satanás. ¿Es posible que Judit triunfe de las fuerzas del mal coligadas? Ella es débil; es el símbolo de una raza indefensa ante la potencia de un imperio pagano que domina el mundo conocido. Uno de los motivos que le mueven a depositar su esperanza en Dios lo encuentra Judit en las páginas de la Biblia en que Yahvé aparece como el protector de los humildes y de los pobres, amparo de los pequeños, refugio de los desamparados y salvador de los que no tienen esperanza (1S 2, 7; Is 13, 11; Is 14, 4; Sal 9, 10; Sal 10, 14; Sal 18, 28; Sal 35, 10; Sal 72, 12, etc.). No es la venganza personal lo que impele a Judit a obrar, sino un interés religioso. Pide "una palabra seductora" como única arma que puede blandir contra el impío Holofernes, que amenaza destruir todo lo que Israel considera como más santo y venerable: la alianza, el templo, Jerusalén, lugar este último donde se reúnen los hijos de Dios (Dt 32, 5-19; Is 1, 2; Sb 9, 7; Sb 12, 19-21). El discurso de Judit está a tono con la seriedad del momento. En todo él, en prosa rimada, se vislumbra su matiz poético, un estudiado patetismo, que va creciendo poco a poco hasta desbordar en las últimas palabras. Las ideas se exponen atropelladamente a impulsos del fuego que consumía su corazón, abrasado, como su padre Simeón, por el celo de Dios y por el honor de su pueblo. Al finalizar la última estrofa, tanto Judit como el autor del poema tienen la segundad de que la suerte del ejército invasor está echada. En el libro de Judit Yahvé no habla, y menos todavía en el de Ester, pero obra.

Jdt 10, 1-23

Jdt 10, 1-5. Preparativos de Judit

Confortado su espíritu con la oración (Jdt 9, 2-14), adorna su cuerpo para seducir a Holofernes y prenderle en las redes de sus encantos femeniles. Arranca de su cuerpo cualquier prenda que recuerde el hábito penitente de su viudez, baña su cuerpo, se unge con mirra (Ct 5, 5; Est 2, 12), adereza su cabellera (Ct 4, 1), que "prendió con la mitra" (Jdt 16, 10; Is 3, 20) o turbante, y se viste el traje de fiesta que llevaba en vida de su marido. Según lo que se dice en 16, i o, este vestido consistía en una "túnica de lino." "Sus sandalias arrebataron los ojos de los asirios" (Jdt 16, 11). Según Scholz, las sandalias de las mujeres de alcurnia eran preciosas, con adornos de oro y purpura Sabía Judit que sus planes debían realizarse en el plazo máximo de cinco días (Jdt 7, 31; Jdt 8, 30). Si carga su alforja con algunos productos alimenticios, no es tanto por la incertidumbre sobre el tiempo que permanecerá entre los asirios cuanto por no contaminarse con los alimentos extraños e impuros (Jdt 12, 2; Tb 1, 10; Dn 1, 8). Preveía ya desde ahora que las alforjas tendrían una finalidad trágica (Jdt 13, 10). Por "panes de cebada" debe entenderse la cebada tostada, producto llamado qalí (Jos 4, 5; Rt 2, 14; 1S 25, 18), muy apropiado para los viajes. En cuanto al "pan limpio," podemos conjeturar que se refiere al pan cocido a la manera judía, bajo la ceniza. Judit se muestra más exigente que la misma Ley (Lv 17, 10-14; Nm 19, 14)" en la cual no se habla de panes rituales. A estas provisiones añade la Vulgata el queso o leche para beber (Jb 10, 10).

Jdt 10, 6-10. En las puertas de la ciudad

Una ciudad amurallada tenía diversas puertas, pero una era la principal. En ésta se hallaban los jefes de Betulia preparados para desear feliz éxito a Judit en la empresa que iba a llevar a cabo. Barruntaron ellos que el arma que debía esgrimir Judit era su belleza, y, por lo mismo, le desean que Dios aumente sus encantos para que pueda llevar a cabo sus proyectos. Los centinelas de los muros seguían atónitos sus pasos y no sabían qué admirar más, o la belleza de la joven viuda o su valentía y arrojo. Dios guiaba sus pasos para que no encontrara tropiezo alguno en su hazaña.

Jdt 10, 11-13. Entre los asirlos

Señala la Vulgata que ambas mujeres descendían de la montaña hacia las primeras horas de la madrugada ("circa ortum diei"). Las avanzadas de los asirios estaban bastante lejos de Betulia, de manera que los centinelas de la ciudad no pudieron divisar el momento del encuentro de Judit con los soldados de Holofernes. A las preguntas de éstos respondió Judit que era una mujer judía que huía de Betulia antes de que la ciudad fuese entregada a ellos, y que deseaba entrevistarse con Holofernes. Las palabras de Judit, que no corresponden a la verdad escueta, no se diferencian de las estratagemas que se consideraban lícitas por aquel entonces. El autor sagrado alaba y recomienda lo que hay de virtud (patriotismo, piedad y fortaleza) en las obras de Judit, y suspende su juicio al referir los medios que utilizó para salvar a su pueblo.

Jdt 10, 14-23. Hacia la tienda de Holofernes

La belleza de Judit pone en movimiento a todo el campamento asirio. A su paso hacia la tienda de Holofernes despertaba Judit oleadas de entusiasmo, y los soldados se alineaban delante de sus tiendas, fijando sus ojos sensuales sobre el desconcertante rostro de la viuda de Betulia. Obligada a esperar ante las habitaciones privadas de Holofernes, pronto un grupo de oficiales y soldados rodeó la comitiva. La guardia de Holofernes y sus ayudantes de campo interrogaron a Judit en la tienda del general. Se componía el edificio de diversos departamentos (Is 54, 2), ocupando el lecho del generalísimo el lugar más aislado del mundo exterior. El uso de lámparas demuestra que los hechos sucedían de noche (Jdt 11, 3) o a primeras horas de la madrugada, antes de la aurora. Ahora bien, si Judit llegó de noche a la tienda de Holofernes, ¿cómo pudieron los soldados admirar su rostro a su paso hacia la tienda de Holofernes? Dice el texto que a los soldados el rostro de Judit "les pareció maravilloso por su extraordinaria belleza." Al autor sagrado pasó inadvertido este detalle en su afán de pasear a su heroína por entre los soldados del campamento y rodear los acontecimientos con detalles dramáticos, que únicamente tenían en su mente el valor de medios para un fin.

Jdt 11, 1-23

Jdt 11, 1-4. Entrevista con Holofernes

Postróse Judit a los pies de Holofernes. Estos rasgos de femineidad desarmaron al general persa. Trata el generalísimo asirio de explicar a Judit que él y su dueño no abrigan ningún odio personal contra Israel; aún más, en contra de su voluntad, se vio obligado a declararle la guerra, por haberle menospreciado los judíos al hacerle frente y no querer someterse libremente (Jdt 5, 4) y por no haber salido a su encuentro, como hicieron los otros pueblos (Jdt 3, 1-7).

Jdt 11, 5-19. Discurso de Judit

Judit confirma la tesis de Aquior de que Israel es invencible mientras no peque contra su Dios, y añade en tono de escarnio: "Guárdalas en tu corazón, que son verdaderas." Hasta el momento habíase mantenido Israel fiel a su Dios; pero en la actualidad, debido a las estrecheces de la comida y bebida, corre hacia la muerte, por observarse en ellos síntomas de desorden (atopía) y de pecado (amartema). ¿En dónde está este pecado? En que, "agotadas las provisiones y escaseando el agua, han resuelto abalanzarse (epibelein) sobre sus ganados (kténesin), decididos a devorar todo lo que Dios en sus leyes ha prohibido comer." El pecado no está en comer la carne de los animales, sino en beber su sangre (Lv 17, 10-14; Dt 12, 23-25; 1S 14, 31-34). Tan pronto como hicieren esto, serán entregados a Holofernes, porque, habiendo pecado, Dios se desentiende de ellos.
Existe también la posibilidad de que, acuciados por el hambre y la sed, pongan en práctica su loco designio de comer y beber lo que está reservado exclusivamente a los sacerdotes, cosa que no puede hacerse ni aun contando con la autorización del consejo de ancianos de Jerusalén. Como se ve, Judit exagera el alcance de la Ley (Lv 22, 1-16), que autoriza el uso de estos alimentos en casos de necesidad (1S 21, 4-7). Judit asegura a Holofernes que le avisará cuando sus paisanos hayan cometido los pecados mencionados (amartémata), y se ofrece entonces a guiarle "por medio de Judea hasta llegar a Jerusalén" (Jdt 11, 19).
Se presenta como mujer piadosa que alaba a Dios noche y día. En la Ley no se prescribía la oración durante la noche, pero solían entregarse a esta práctica las personas piadosas (Sal 42, 9; Sal 119, 62). Judit alega esta práctica en vistas a la consecución de sus planes. Como las noches son propicias para las comunicaciones de Dios con los hombres, Judit asegura a Holofernes que, durante la oración nocturna, Dios le anunciará el preciso momento en que los de Betulia cometerán los pecados previstos. Entonces será la hora apropiada para el ataque. Termina Judit su largo discurso diciendo que todo cuanto ha dicho le ha sido comunicado por revelación, lo cual debe decidir a Holofernes a creer en la veracidad de sus palabras.

Jdt 11, 20-23. Respuesta de Holofernes

No acertó Holofernes a vislumbrar la hiel que rezumaban las palabras de Judit. Un oriental no teme anexionar un dios más a su panteón nacional. En las palabras de Holofernes hay más dosis de cortesía que de sinceridad.

Jdt 12, 1-20

Jdt 12, 1-4. Agasajos y atenciones

Había llegado la hora de retirarse a descansar después de una noche de ajetreo. En la tienda de Holofernes había muchos aposentos (Jdt 10, 20-22). Por deferencia, Judit fue alojada en la "cámara de los tesoros" (Vulgata), en la cual se guardaba la vajilla de plata. Se le señala una habitación con carácter permanente, porque opina Holofernes que Judit será su huésped por muchos días. Ella aceptó el alojamiento, pero rehusó los ofrecimientos que le hacía respecto de los alimentos y de la bebida "para que no haya escándalo." Los manjares impuros serían un tropiezo para ella. Sabía Judit que, aun en el supuesto de comerlos inconscientemente, transgredía con ello una regla que concernía a la pureza legal, y que, por consiguiente, Dios se alejaría de ella (Dn 1, 8; Tb 1, 12; 2M 6, 18-2M 7, 2). La simple transgresión material de una prohibición era ya un pecado, una ofensa hecha a Dios.

Jdt 12, 5-9. Judit inicia su plan de vida

Los acontecimientos se suceden rápidamente; era necesario aprovechar el tiempo para cumplir su misión antes del plazo fijado para la rendición de Betulia (Jdt 7, 31). Judit se entrevistó con Holofernes a altas horas de la madrugada. Una vez hecha la presentación, tanto Holofernes como ella fuéronse a sus respectivas cámaras a descansar. Judit durmió hasta media noche. No se concibe que durmiera hasta esta hora y que, al despertar, mandara recado a Holofernes para que le autorizara a salir al campo. Algunos solucionan la dificultad traduciendo el aoristo apésteilen en sentido de pluscuamperfecto: "Había enviado a decir." Alega Judit motivos religiosos para salir a bañarse a aquellas horas intempestivas y en un sitio vecino a Betulia. En el v.7 se dice que salía para bañarse, y de esta manera purificarse de las impurezas que pudo haber contraído en el trato con los gentiles (Ex 30, 17-21; Sal 26, 6; Hch 16, 13). Es curioso ver a una viuda joven y de extremada belleza deambular sola, de noche, por el campamento asirio y tomar sus baños en la fuente custodiada por "cinco mil asirios" (Jdt 7, 17). No se comprende tampoco cómo Holofernes accedió a una petición que podía poner en peligro su estrategia. Esta circunstancia del baño fue creada para realzar más el puritanismo de Judit y para facilitar el regreso de la misma a Betulia después de la muerte de Holofernes.

Jdt 12, 10-14. Bagoas el anfitrión

Entre los antiguos orientales se encomendaba a los eunucos la custodia del harén, y no pocas veces se les conferían cargos de gran responsabilidad. A Holofernes le hastiaba la vida cenobítica de la joven judía y no veía la hora de poseerla. Buscando una ocasión propicia, pensó en celebrar un gran banquete, al cual se invitaría a Judit y a los íntimos colaboradores del general. Pudo excluir del banquete tanto a los oficiales del ejército como a los de los servicios auxiliares, y admitir tan sólo a los de su guardia personal. Judit acepta sin titubear, convencida de encontrar en este festín la ocasión propicia para acabar con Holofernes. Coincidía aquel banquete con la noche del cuarto día. Terminaba al día siguiente el plazo señalado por Ocias (Jdt 7, 31). Nótese que también en este libro como en el de Ester juegan un gran papel los banquetes, que deciden situaciones muy comprometidas.

Jdt 12, 15-20. En la sala del festín

Debía Judit en este momento crucial herir el corazón de Holofernes con sus encantos juveniles. Asiste al banquete, pero, a pesar del ambiente sensual, supo mantenerse digna de su misión. Se recuesta sobre las pieles de su uso y come y bebe de lo que trajo consigo. Esta manera de instalarse en la mesa era considerada como un lujo en Israel antes del exilio (Ez 23, 41). Antiguamente, los judíos se sentaban para comer (1S 20, 24). Ester se tendió en un diván durante el banquete (Est 7, 8). Holofernes se halla en el paroxismo de la pasión, que iba in crescendo, enardecida por la presencia de la hermosura de la joven (paidíske e halé). Con la pretensión de quebrantar su entereza con el vino, Holofernes la invitaba a beber, lo que hizo él copiosamente. Mientras él acariciaba el pensamiento de poseerla en breve, se alegraba ella pensando que su misión salvadora estaba para realizarse de un momento a otro. Los sendos vasos de vino que ingería Holofernes serían el principio de su ruina.

Jdt 13, 1-20

Jdt 13, 1-10. El golpe decisivo

El banquete se había prolongado, y todos estaban rendidos por el sueño y el vino. Holofernes, no pudiéndose valer por sí mismo, fue arrastrado al departamento donde dormía, quedando tendido, inconsciente, sobre el lecho, vomitando el vino en cantidades hasta bañarlo. Bagoas, que ejecutaba puntualmente el plan prefijado por su amo, despidió a todos los presentes, menos a Judit, que debía pasar aquella noche en compañía de Holofernes. Antes de retirarse tiró la cortina (Jdt 14, 15) de la alcoba para no violar la intimidad de aquel encuentro del general con la joven viuda de Betulia. Judit recordó a Bagoas que, como en noches anteriores, saldría también aquélla para hacer oración. Judit cree llegada la hora de actuar aprovechando el estado inconsciente de Holofernes. En su oración no se vislumbra ningún odio personal ni deseo de venganza. En aquellos momentos Judit obra por puro patriotismo y por motivos religiosos. Jerusalén, la capital teocrática, está en peligro; la herencia de Yahvé puede pasar a manos extrañas. Una vez asegurado el auxilio del Dios de Israel, Judit avanza, se coloca junto a la columna del lecho, descuelga de ella su cimitarra (ten akimaken), se aproxima hasta rozar su cuerpo, agarra con la izquierda la cabellera desgreñada del general y con la cimitarra en su mano derecha descarga dos certeros golpes en el cuello de Holofernes, quedando la cabeza separada del tronco. El cuerpo del general rodó al suelo (Jdt 14, 15), envolviéndolo Judit con las ropas del lecho, acaso para empapar la sangre que a borbotones salía de la herida. Como trofeo y para que empapase la sangre que chorreaba de la cabeza, llevóse consigo el dosel que cubría las columnas del lecho (Jdt 13, 15). La cabeza de Holofernes fue entregada a la sierva, que la colocó en la alforja (pera) de las provisiones. Era llegada la hora de la oración, y ambas salieron como de costumbre.

Jdt 13, 10-13. Camino de Betulia

No dice que se purificara esta noche Judit en las aguas del torrente ni que se acercara a ellas. En Jdt 11, 17 y Jdt 12, 6 alega Judit que debía salir a "orar a mi Dios"; en Jdt 12, 7 se dice que salía cada noche "para bañarse en el agua de la fuente." La alegría que produjo su llegada a Betulia fue indescriptible. A pesar de la hora intempestiva, todos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, grandes y pequeños, corrieron a las puertas de la ciudad. La presencia de los ancianos era necesaria tanto para dar la orden de abrir las puertas como para ser testigos del triunfo de Judit. En contra de lo que dice el texto, debían todos esperar la vuelta de Judit, tanto más cuanto que expiraban las horas concedidas para entregar la ciudad.

Jdt 13, 14-17. Triunfo total

Judit reclama para Dios toda la gloria de haber triunfado sobre los enemigos. Dios no ha olvidado todavía a su pueblo; hoy como ayer y como siempre, Yahvé mantiene fielmente sus promesas mientras el pueblo se hace digno "de ellas. La cabeza de Holofernes y el dosel de su cama atestiguan su victoria sobre el general asirio. La heroína quiere salir al encuentro de posibles torcidas interpretaciones, afirmando que sería blasfemo pensar que permitió Yahvé que ella saliera triunfante comprometiendo su honor y su virtud. Con energía vuelve a insistir diciendo que Holofernes no cometió contra ella pecado (amartema) alguno. De ahí que no debe avergonzarse de su hazaña, porque no se ha repetido en ella la aventura de Dina (Jdt 9, 2; Gn 34, 1-31).

Jdt 13, 18-20. Palabras de Ocias

Ocias pone de relieve que, en momentos difíciles para el pueblo, Judit no duda en exponer su vida para salvarle. Esto y su inquebrantable confianza en Dios la ha exaltado sobre todas las mujeres (Jc 5, 24; Lc 1, 42). La escena recuerda Gn 14, 19

Jdt 14, 1-Jdt 16, 30. La Liberación

Jdt 14, 1-5. Judit, estratega

Judit explota su triunfo a fondo y rápidamente. Llama hermanos a los habitantes de Betulia (Jdt 7, 30; Jdt 13, 18). Como último acto de humillación y afrenta, recomienda que se suspenda la cabeza de Holofernes en la parte externa del muro (1S 17, 54; 1M 7, 47; 2M 15, 25). Propone, además, una salida simulada, con el fin de que, al querer comunicar los soldados esta novedad a su jefe, caigan en la cuenta de que ha sido asesinado, lo que originará gran revuelo y desorientación en el ejército. La estrategia de Judit no parece la más acertada; pero la Providencia divina se encargará de superar las deficiencias de la ciencia humana. Podía subsistir la duda de que Judit traicionara al pueblo presentando como cabeza de Holofernes la de cualquier soldado u oficial del campo asirio, porque ningún ciudadano de Betulia había visto jamás al generalísimo de Nabucodonosor. Pero allí estaba Aquior, que podía reconocer si se trataba o no de la cabeza de Holofernes.

Jdt 14, 6-10. Testimonio de Aquior

No fue necesario que Judit invitara a Aquior a certificar la autenticidad de aquel trofeo; su vista le impresionó tanto, que cayó desmayado en tierra. Quien había sido testigo de la arrogancia y orgullo de aquel poderoso general no podía comprender que fuera ahora su cabeza el escarnio del pueblo. Con la muerte de Holofernes desaparecía la amenaza que pesaba sobre su cabeza (Jdt 6, 6). Una vez recuperado, entona un canto a Judit, inspirándose en el poema de Débora (Jdt 5, 24) y repitiendo conceptos expresados por Ocias (Jdt 13, 18) y repetidos más tarde por Joaquín (Jdt 15, 9-10). A petición de Aquior, repite Judit los pormenores de su proeza. Impresionado Aquior por la intervención palpable de Dios, que guió los pasos de Judit, abjuró de su religión y creyó firmemente (sfodrd) en el Dios de Israel. Con la circuncisión quedó incorporado al pueblo elegido él y toda su descendencia.

Jdt 14, 11-13. Los de Betulia, a la ofensiva

Los asirios no podían divisar la cabeza de Holofernes colgada del muro, por hallarse fuera de su alcance visual. Esta cruel exhibición tenía como finalidad primaria humillar al jefe vencido y enardecer el ánimo de los sitiados. De conformidad al plan estratégico trazado por Judit (Jdt 14, 2), todo el pueblo empuñó las armas y salió a las subidas del monte. Las avanzadas asirías dieron parte a sus jefes inmediatos, transmitiéndose la noticia ordenadamente hasta llegar a oídos del que estaba de guardia, al cual dijeron: "Despierta a nuestro señor, porque los esclavos (duolo1) se han atrevido a bajar contra nosotros en son de guerra."

Jdt 14, 14-19. Consternación de Bagoas

Bagoas era el hombre de confianza de Holofernes; era él quien había preparado el banquete en busca de un pretexto para rendir la virtud de Judit. Sabía él que, una vez celebrado el festín, quedaron solos en la alcoba Holofernes y Judit (Jdt 13, 3-4)· Estaba completamente convencido de que Holofernes "estaría durmiendo con Judit" (v.14). Se llegó hasta la misma cortina que cerraba la alcoba, dio unas palmadas (krouein) y agitó la cortina. Como nadie le respondía, atrevióse a mirar dentro, y ¡cuál no fue su estupor al contemplar el cuerpo de su dueño en el suelo, decapitado, bañado en su propia sangre. En el paroxismo del dolor, gritó, lloró, sollozó, dio fuertes alaridos y rasgó sus vestiduras. Acaso la muerte de su señor suponía la suya, por negligencia. Al hallar vacío el cuarto de Judit, sospechó que fuera ella la autora del crimen.

Jdt 15, 1-14

Jdt 15, 1-3. El ejército invasor, desbaratado

Aunque algo pudieron contribuir a esta desbandada espectacular las noticias de la muerte de Holofernes y el ataque de los de Betuiia, sin embargo, el factor principal debe buscarse, según la mente del autor del libro, en el hecho de que "arrojó Yahvé en medio de ellos la turbación ante Israel" (Jos 10, 10; Gn 35, 5; Jc 7, 21; 2S 5, 24; 2R 7, 6; 2Cro 13, 15; 2Cro 14, 12).

Jdt 15, 4-7. Israel al ataque

El tímido Ocias se muestra enérgico y dinámico al ver que sus enemigos huían precipitadamente. Aprovechando la coyuntura de que el ejército invasor levantó el sitio, envió mensajeros a todo Israel para que se lanzaran todos contra sus enemigos. El escenario cambia de decoración rápidamente. Un pueblo hambriento y muerto de sed, desmoralizado, apático, más amante de su vida que de los valores sobrenaturales y patrióticos, se reanima de improviso y se encara con un numerosísimo ejército. Como en Gn 14, 15, los habitantes de Betuiia y de las ciudades mencionadas persiguen al ejército enemigo hasta Coba, al norte de Damasco. Esta acción fue posible solamente en virtud de las promesas: "Mi terror te precederá. y todos tus enemigos volverán ante ti la espalda" (Ex 23, 27).

Jdt 15, 8-10. Congratulación oficial

Mientras duraba el saqueo del campamento asirio, el sumo sacerdote Joaquín, con el senado (gerousía) de los hijos de Israel, vinieron para ver a Judit e intercambiar con ella palabras de paz (eirene). La proeza de Judit reviste interés nacional, y, por lo mismo, es justo que la suprema autoridad religiosa y política vaya a darle la enhorabuena. Pero el sumo sacerdote y la gerousía reconocen que la victoria se debe a la intervención eficaz de Yahvé, que ha utilizado los servicios de una viuda a título de instrumento. La Iglesia aplica a la Virgen las alabanzas que las autoridades dirigen a Judit.

Jdt 15, 11-13. Aclamación popular

Con el fin de poner de relieve la magnitud de la victoria alcanzada, habla el texto de un saqueo del campo asirio por espacio de treinta días. A Judit se le reserva la tienda de Holofernes, toda la argentería (Jdt 12, 1), los lechos, la vajilla y todo el mobiliario. Judit cargó todo ello sobre una muía y sobre unos carros, que, por el contexto siguiente, debían tomar el camino que les conduciría a Jerusalén.
A medida que el cortejo iba avanzando hacia Jerusalén, salíanle al encuentro las mujeres de Israel, que organizaban danzas en su honor (Ex 15, 20; Jc 11, 34; Jc 21, 21-23; 1S 18, 6; Jr 31, 4-13). Judit, por su parte, proveía de tirsos (tyrso1) a las mujeres que la acompañaban. Se empleaban los tirsos en el culto de Dionisios. Todas las mujeres de la comitiva ostentaban sobre sus cabezas coronas de laurel o de olivo, según la costumbre griega. Judit iba delante dirigiendo la danza de las mujeres, mientras los hombres caminaban armados, ceñidas las sienes con coronas y cantando himnos. La procesión se organiza e inicia en Betulia o en un lugar cercano donde estaba el campamento de los asirios. Allí empezó Judit su canto, que terminó al llegar la comitiva a Jerusalén. También los hombres armados cantaban himnos durante la procesión. Todo este contexto supone que Betulia se encontraba cerca de Jerusalén.

Jdt 16, 1-25

Jdt 16, 1-4. Cántico de Judit

Es considerado como una de las mejores composiciones de la poesía hebraica, comparable a los famosos cánticos de Moisés (Ex 15, 1-31) y de Débora (Jc 5, 1-31). Puede dividirse en tres partes. En la primera habla la heroína empleando la primera persona del singular; en la segunda, el sujeto de la oración se halla en primera persona del plural, lo que se ha interpretado como si fuera un estribillo puesto en boca del pueblo; en la última parte vuelve a emplearse el singular, siendo Judit la que habla. Este mismo cambio de sujeto se observa en el cántico de Débora (Jc 5, 2-31).

Jdt 16, 1-4. Invitación a la alabanza

Como en otras situaciones bíblicas análogas (Ex 15, 1; Nm 21, 17; Jc 5, 1), Judit entonó un cántico de acción de gracias por la victoria conseguida, al cual todo Israel a una debía responder, conforme al rito antifónico de la antigüedad.

Jdt 16, 5-8. Invasión de Asar

Contra el campamento de Yahvé dirigió Nabucodonosor "las miríadas de su ejército." Vino del Norte, siguiendo la clásica ruta de las invasiones de Palestina, junto a la costa mediterránea, a través de los desfiladeros de las montañas. Al héroe de tantas batallas ganadas en ruta hacia Palestina no se le concedió el honor de morir herido por la espada de los gibborim, de los fuertes, como en otro tiempo murió Goliat (1S 17, 52); ni fueron los hijos de los titanes (titánon) los que le hirieron, ni soberbios gigantes los que le abatieron, sino Judit, la hija de Merarí, que prendió al campeón del ejército en las redes de sus encantos femeninos.

Jdt 16, 9-11. Judit seduce a Holofernes

A partir del v.7 habla Judit en tercera persona. Se describe con orgullo y jactancia la belleza que ofuscó la mente de Holofernes. Judit era viuda; vivía alejada de la sociedad, vestía las ropas de la viudez, escondiendo bajo ellas el vestido de penitencia que mortificaba sus carnes (Jdt 8, 5). Cuando sonó la hora de salvar a su pueblo, se cubre con sus mejores galas, unge su rostro, recoge sus cabellos bajo el turbante (Is 3, 2), se adorna con toda suerte de collares y brazaletes y calza las sandalias que debían arrebatar los ojos del impúdico asirio (Ct 7, 2). Todos estos soberbios atavíos no tenían más finalidad que servir de armas para acabar con la vida de Holofernes, No podía concebirse mayor humillación que perecer en manos de una mujer viuda.

Jdt 16, 12-14. Pánico entre los pueblos

La fama de la proeza de Judit pasó las fronteras. Todos los imperios, al tener noticia de ella, se estremecieron. Si una mujer pudo contra el mayor ejército de entonces, ¿qué sucedería si Israel emprende la ofensiva? Dios persigue al enemigo, que huye desordenadamente. Pero ni aun en la huida les fue concedido una muerte honrosa, por cuanto los atravesaron con sus lanzas hijos de sirvientas o de mujerzuelas (korasíon), hiriéndoles de muerte los hijos de los desertores. Con esto quiérese responder a las injurias proferidas por Holofernes contra Israel (Jdt 5, 23; Jdt 6, 5).

Jdt 16, 15-19. Grandeza y poderío del Señor

De las cosas terrenas, de casos concretos en que se manifiesta la grandeza y el poder de Dios, pasa el salmista a fijar su atención en el Todopoderoso, al que entona un cántico nuevo para celebrar su grandeza, su gloria, poderío y trascendencia. Habló el Señor, y los seres fueron hechos (egenézesan, Sal 33, 9; Sal 104, 30; Sal 148, 5); envió su soplo, y fue construido (oicodómesen), no habiendo nadie que pueda oponerse a su mandato.
Porque Dios es el creador del universo, ejerce sobre él un dominio absoluto; todos los seres le obedecen y sirven (Sal 25, 14; Sal 97, 5; Sal 103, 13). A la presencia de Yahvé se derrite el granito de los montes; la tierra tiembla sobre sus columnas, hundidas en las aguas del abismo (Sal 24, 2); destilan los cielos, y las nubes se deshacen en agua (Jc 5, 4-5).

Jdt 16, 20-21. Castigo de los enemigos

Termina el canto con una seria amonestación a los enemigos de su pueblo. Perecerán las naciones que se atreven a levantar sus manos contra Israel.
El fuego y los gusanos en la carne de los enemigos de Israel son el símbolo de la muerte espeluznante que espera a todos sus enemigos. Antíoco Epifanes vio cómo manaban gusanos de sus carnes, que caían a pedazos, apestando a todos en derredor (2M 9, 9). Los profetas (Jl 4, 1-4; Is 66, 24; Si 7, 17) recuerdan que el castigo del impío en el día del juicio será el fuego y el gusano. Judit pide para el enemigo de su pueblo un juicio severo y la condenación eterna. Esta será también la suerte del pecador, que será arrojado a la gehenna, donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga (Mc 9, 48) y en donde será el llanto y crujir de dientes por toda una eternidad.

Jdt 16, 22-24. Sacrificio en Jerusalén

La procesión, que se había iniciado en el campamento asirio, llegó a Jerusalén. Era el templo de Jerusalén la meta hacia la que apuntaba directamente Holofernes con el fin de entronizar en él a Nabucodonosor. Al llegar la comitiva al templo se postraron todos ante Yahvé. Por haber contraído impurezas legales al contacto con los cadáveres enemigos (Nm 19, 11; Nm 31, 19), se purificaron antes de ofrecer a Dios sacrificios. Los que en épocas de apuro hicieron sus votos y promesas al Señor, las cumplieron, dice el texto de la Vulgata. Un sacrificio especial ofreció Judit al entregar al anatema (herem) todo el ajiur de Holofernes y el dosel de su tienda (Jdt 15, 11). La fiesta se prolongó tres meses. Acaso haya aquí una hipérbole para expresar que a una gran victoria y a un saqueo de un mes (Jdt 15, 11) correspondía un largo período de regocijo (Est 1, 4; 2M 6, 30-40: 2M 7, 18).

Jdt 16, 25-28. Últimos días de Judit

Regresó Judit a su casa de Betulia, donde continuó el mismo género de vida que llevaba antes de realizar su hazaña (Jdt 8, 4-8). El tiempo corría también para Judit, que alcanzó la edad de ciento cinco años. Dios premia a sus fieles servidores con una vida larga y pacífica (Gn 23, 1; Gn 25, 7; Gn 35, 28; Gn 50,26). Una mujer de vida ejemplar, consagrada enteramente al servicio de Dios y de su pueblo, debía gozar de una larga vida. Como los patriarcas (Gn 23, 19; Gn 49, 29.32), fue sepultada en una caverna excavada en la roca, descansando cabe a los restos de su marido, Manases.

Jdt 16, 29-30. Recuerdo de Judit

Según la costumbre (Gn 50, 10; Si 22, 10; 1S 31, 13), el duelo duró siete días. Antes de morir quiso cumplir con el espíritu de la Ley, que mandaba conservar el patrimonio dentro de la tribu o familia (Lv 25, 10; Nm 27, 5-11). Después de su muerte gozó Israel de paz por mucho tiempo, no osando sus enemigos levantar su mano por estar vivo en ellos el recuerdo del triunfo. Como los jueces de Israel (Qo 3, 11; Qo 8, 28), también ella supo inculcar a su pueblo el cumplimiento de los deberes religiosos que impone el pacto de la alianza, por ser un valladar contra las incursiones del enemigo. En sus manos tiene Dios las riendas de la historia; los imperios son instrumentos que maneja a su libre albedrío, utilizándolos a veces para castigar a su pueblo infiel y otras para su exaltación.