El Fundador del Opus Dei
Vida de Josemaría Escrivá de Balaguer
¡Señor, que vea!
Presentación
I. Época de Barbastro (1902-1915)
II. Época de Logroño (1915-1920)
III. Zaragoza (1920-1925)
IV. Un joven sacerdote (1925-1927)
V. La fundación del Opus Dei
VI. Apuntes íntimos
VII. La gestación de la Obra
VIII. Los primeros centros de la Obra
IX. Guerra y Revolución: en espera de ser evacuados
X. Camino de Liberación
XI. La época de Burgos (1938-1939)
XII. De sueños a realidades
XIII. "El que ama la Voluntad de Dios"
XIV. Desarrollo de la Obra
XV. Nuevo impulso apostólico (1944-1946)
XVI. El Fundador en Roma
XVII. Romanizar la Obra
XVIII. Tres Consagraciones
XIX. Unidad de la Obra
XX. Expansión apostólica
XXI. Rasgos para una semblanza
XXII. La época del Concilio Vaticano II
XXIII. Santidad y grandeza de la Iglesia
XXIV. "Busco tu rostro, Señor"
Clave de las principales abreviaturas
AGP Archivo General de la Prelatura
Apuntes "Apuntes íntimos"
AVF Autógrafos Varios del Fundador
Carta (C) En el Epistolario del Fundador se recoge la correspondencia personal; las cartas se citan por el número y fecha; por ej.: C946, 7-VIII-41.
- Las cartas a todos los miembros de la Obra, verdaderos escritos fundacionales, van citadas por la fecha y numeración marginal que aparece en el texto; por ej.: Carta 24-XII-1951, n. 7.
D Documento
IZL Sección del AGP correspondiente al Siervo de Dios Isidoro Zorzano Ledesma.
P01, P02 etc. Colecciones de documentos impresos (Secciones dentro del AGP)
PM Proceso Matritense, seguido del número de folio.
PR Proceso Romano, seguido del número de la página.
RHF Registro Histórico del Fundador (Sección dentro del AGP).
Sum. Summarium de la Causa de beatificación y canonización. Positio super vita et virtutibus, Roma 1988. Se cita el testigo y el número correspondiente del Summarium.
T Testimonial
¿Qué es una biografía? Biografía, en sentido estricto, es la narración de una vida singular; y, como género científico, cae plenamente dentro del ámbito de la Historia. Pero una vida no existe aislada, como islote perdido en el océano, sino que se hace y desarrolla en comunidad. El individuo está ligado a un lugar, participa de una cultura determinada y cuenta con una patria. Además, cualquiera que sea la época y país en que viva, los sucesos contribuirán a marcar su existencia. De modo que el enfoque biográfico no se limitará, por fuerza, a lo que afecte exclusivamente a la persona en cuestión. El investigador -y en último término el lector- han de tener presentes otras muchas circunstancias culturales y sociales a fin de puntualizar los hechos y situar debidamente la verdad histórica.
Método de investigación. Por lo general, el biógrafo adoptará un sistema de exposición cronológica, analizando la realidad histórica en su raíz, para proseguir luego el curso de sus vicisitudes, de la cuna a la sepultura. El autor, probablemente, comenzará describiendo la familia y el ambiente del hogar, la educación recibida y las anécdotas tempraneras, que hacen entrever por dónde despuntará la personalidad incipiente del biografiado. Pero debe evitar ficciones y fantasías, trabajando conforme a un estricto método de investigación y a unas leyes científicas que se aplican de manera particular a las fuentes. De forma que toda biografía que se precie de objetividad científica representa un serio desafío, porque el biógrafo se verá obligado a emprender la tarea preliminar de búsqueda de documentos y testimonios, para someterlos luego a depuración crítica, si es el caso. (El investigador, por muy estimables que sean las fuentes de que disponga, nunca estará exento de una previa y fatigosa labor, que consiste en seleccionar testimonios, valorar su trascendencia e insertarlos en el cuadro histórico).
Abundancia de fuentes. Cuando tiempo atrás creí haber cumplido con la grave tarea de recogida de testimonios y otras fuentes históricas, y me apliqué a trazar una posible estructura del libro, mi sorpresa fue grande. El material esencial, del que no era posible ni justo prescindir, resultaba tan sobradamente abundante que desbordaba un ambicioso programa biográfico. Era preciso reducirlo y concentrarse en la persona del Fundador, sin derramar la atención en acontecimientos secundarios. Así, los aspectos del Opus Dei que están íntimamente vinculados con su misión personal van expuestos como corresponde. En cambio, otros temas, en sí importantes, como la génesis de la espiritualidad del Opus Dei, la expansión de su mensaje por los cinco continentes, la descripción del panorama cultural y social en que se desenvuelve el Fundador, etc., etc., van tratados de manera sucinta; porque todo ello será, sin duda, materia de futuros estudios. Teniendo todo esto en cuenta, me he ceñido estrechamente al asunto biográfico, de forma que el relato no se salga de madre. Paralelamente, como muestran las notas, me he sujetado al rigor documental y a las demás exigencias críticas que sostienen la veracidad histórica.
La visión objetiva de la realidad histórica. En esta labor de investigación, de que venimos hablando, es muy de agradecer una cualidad que se da en la persona y escritos del Fundador. Me refiero a la visión objetiva de los hechos. Don Josemaría poseía en muy alto grado el don intelectual de medir con justeza y acierto la realidad histórica. Siempre estaba en disposición alerta para considerar las cosas y las situaciones a la luz de los designios divinos, prescindiendo de gustos e inclinaciones personales, y desprendido de intereses egoístas. Cara a Dios, la estela de su vida es recta, sencilla y profunda. Puede resumirse diciendo que se entregó en cuerpo y alma a cumplir los planes divinos sobre el Opus Dei. El 2 de octubre de 1928, tras diez años de espera, barruntando algo que estaba por venir, Dios le introdujo de la mano en la Historia. Aquel joven sacerdote recibió la misión de hacer el Opus Dei; y se le concedió el correspondiente carisma. A partir de esa fecha, Dios y Josemaría -Josemaría de la mano de Dios- correrán juntos una larga y estupenda aventura.
Las dos caras de la biografía. He aquí, pues, el tema sustancial de que se ocupa la presente biografía: seguir paso a paso la gestación del Opus Dei, hasta que el hombre elegido para realizar esta colosal empresa ponga punto final a su obra. En ello empleó don Josemaría toda su existencia. Lo cual vale tanto como afirmar que el carisma recibido actuó, durante todos esos años, dentro de su alma; identificando su persona con el Opus Dei. Haciéndose, él mismo, Opus Dei. Esta es la otra cara de la biografía.
Lógica divina y lógica humana. Dios, como un Padre hace con su hijo, enseñó a Josemaría la "lógica divina", a veces tan desconcertante y lejos de la "lógica humana", porque ésta juzga y obra según criterios terrenales. Los juicios de Dios, por el contrario, reposan amorosamente en el sentido de la filiación divina; en la Cruz, signo gozoso de la victoria de Cristo; en el poder ilimitado de la oración, en la oculta fecundidad de las contradicciones… Aquella visión objetiva de la realidad histórica que poseía el Fundador, antes mencionada, es algo más que pura perspicacia clarividente; es el don de penetrar la esencia de la historia, sabiamente gobernada por la Providencia. A las realidades religiosas, a los hechos sobrenaturales aplicó categorías propias de la lógica divina, de acuerdo con su misión, divina y universal, dentro de la Iglesia.
La talla del Fundador. Para apreciar debidamente la grandeza de su persona es preciso acompañarle conforme fue adquiriendo madurez espiritual. Ese itinerario de crecimiento interior es a la vez fuente de amor y via crucis de sufrimiento, por una progresiva identificación con Cristo. No se requieren, pues, loas hagiográficas, porque su santidad es patente y se yergue, de modo impresionante, a nuestra vista.
A poco de recibir su misión divina don Josemaría se comparaba a un pobre pajarillo de vuelo corto. Lo arrebata un águila; y entre sus garras poderosas, el pajarillo sube, sube muy alto, por encima de las montañas de tierra y de los picos de nieve, por encima de las nubes blancas y azules y rosas, más arriba aún, hasta mirar de frente al sol… Y entonces el águila, soltando al pajarito, le dice: anda, ¡vuela!…
En las páginas de este libro pretendemos también proyectar la visión del itinerario místico de un alma.
Padre de una gran familia. Dios ha suscitado un hombre, en el mundo de nuestro tiempo, para bien de la Iglesia y de las almas. Don divino que hay que agradecer; primeramente, a Dios; y, en parte, a don Josemaría, pues tomó dócilmente sobre sí el secundar los designios de Dios. No volvió las espaldas al mundo. Se interesó por su marcha y progreso. Puso audacia y optimismo en sus afanes apostólicos. Proclamó que la santidad no es tan sólo para unos cuantos privilegiados. Abrió, en fin, con su mensaje los caminos divinos de la tierra. Caminos de santificación para todos los que, en medio del mundo, se identifican con Cristo, trabajando por amor a Dios y a los demás hombres.
En la misión del Fundador va también el carisma de su paternidad: Padre y Pastor de una porción del pueblo de Dios. Ya en vida tuvo, como los antiguos patriarcas, larga descendencia espiritual. El 17 de mayo de 1992, día en que la Iglesia declaró oficialmente su subida a los altares, una inmensa multitud de hijos de su espíritu –gentes de todas las razas y condición de vida– llenaban apretadamente la plaza de San Pedro en Roma.
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Agradezco la valiosa ayuda recibida de monseñor Álvaro del Portillo, Obispo Prelado que fue del Opus Dei; de su sucesor monseñor Javier Echevarría, Obispo Prelado actual; y de quienes han tenido a bien comprobar la exactitud de algún dato de este libro.
Andrés Vázquez de Prada