Vida cotidiana y santidad
en la enseñanza de San Josemaría
CAPÍTULO OCTAVO
Notas
1 Es Cristo que pasa, 176. Cfr. Amigos de Dios, 23.
2 Forja, 429.
3 Sobre la gracia y la libertad, cfr. capítulo 5º, apartado 1.3 (vol. II, pp. 202-214).
4 Es Cristo que pasa, 73-82.
5 Cfr. Camino, 707-733 (“Lucha interior”); Surco, 125-180 (“Luchas”); Forja, 58-157 (“Lucha”).
6 L. SCHEFFCZYK, Die Gnade in der Spiritualität von Josemaría Escrivá, en: AA.VV., Josemaría Escrivá. Profile einer Gründergestalt, Köln 2002, p. 72.
7 P. URBANO, El hombre de Villa Tevere, Barcelona 1995, p. 74.
8 Sobre la lucha ascética en la Sagrada Escritura, cfr. CH. CAMELOT, Ascèse et mortification dans le Nouveau Testament, en: AA.VV., L’ascèse chrétienne et l’homme contemporain, Paris 1951, pp. 13-29.
9 Cfr. Jb 7, 1; Mt 11, 12; Mc 3, 27; Rm 7, 23 ss.; 1Co 9, 24-27; 2Tm 2, 5; 1Ts 5, 8; Ef 6, 12-17; etc.
10 Es Cristo que pasa, 96 y 137; Forja, 759.
11 De estos medios se hablará en el capítulo 9º.
12 PSEUDO-MACARIO, Homiliae, 12, 5: texto citado en Amigos de Dios, 129, donde remite a PG 34, 559.
13 Cfr., p.ej., Sermones 19 y 128. El influjo de san Agustín es particularmente significativo: cfr. D. RAMOS-LISSÓN, La presencia de san Agustín en las homilías del beato Josemaría Escrivá de Balaguer, en: “Scripta Theologica” 25 (1993), 901-941.
14 Cfr. J.B. BAUER, Alle origini dell’ascetismo cristiano, Brescia 1983, 110 pp.; L. BOUYER, L’ascèse de l’époque patristique, en: AA.VV., L’ascèse chrétienne et l’homme contemporain, Paris 1951, pp. 31-46; J. GRIBOMONT, Ascesi, en: AA.VV., Dizionario Patristico e di Antichità cristiane, Casale Monferrato 1983, col. 388-391; M. VILLER – K. RAHNER, Ascetica e mistica nella patristica. Un compendio della spiritualità cristiana antica, cit., 314 pp.
15 Cfr. A. MONTANARI, “Che cosa fate più di noi?” Ascesi cristiana e novità dell’Evangelio, en: AA.VV., Ascesi e figura cristiana dell’agire, Milano 2005, pp. 9-51. Reproduce un texto antiguo, de la primera época del monaquismo en los alrededores de Alejandría, centro entonces de cultura griega: «Se cuenta que algunos filósofos [paganos] (...) interrogaron un día a un monje diciendo: “¿Qué hacéis vosotros en el desierto más que nosotros? Ayunáis, pero también nosotros ayunamos; veláis, pero también nosotros velamos. Todo lo que hacéis vosotros lo hacemos también nosotros. Entonces, ¿qué hacéis de más en el desierto?” El anciano les respondió: “Esperamos en la gracia de Dios y custodiamos nuestro corazón”. Ellos respondieron: “Eso no lo podemos hacer nosotros”, y se fueron habiendo recibido una lección» (S. CHIALÀ – L. CREMASCHI (eds.), I Padri del Deserto. Detti editi e inediti, Magnano 2002, pp. 75-76). En la respuesta del monje se puede ver que la lucha del cristiano, a diferencia del pagano, es una cooperación con la gracia, no un simple esfuerzo humano, y que su objetivo no es conquistar el dominio de sí sino la pureza del corazón, esto es, remover lo que estorba al amor a Dios y adquirir los sentimientos de Cristo, identificarse con Él.
16 Publicada en Venecia en 1589, la obra de Scupoli ha visto un gran número de ediciones en diversas lenguas. Aquí hemos usado la italiana de la editorial San Paolo, Cinisello Balsamo 1992, 209 pp.
17 Por esta razón quizá sea pertinente distinguir entre precedentes y fuentes de san Josemaría en el tema de la lucha cristiana, entendiendo por “precedentes” las enseñanzas concretas que se encuentran en autores anteriores, aunque en un contexto diverso del laical y con un sentido en parte diferente al que tienen en san Josemaría, y por “fuentes” aquellas que san Josemaría ha acogido en su enseñanza, tomándolas de otros autores en el mismo sentido en que las han formulado. Tendemos a pensar que generalmente se encontrarán sólo “precedentes”, pero esta cuestión únicamente se podrá afrontar de modo riguroso cuando se disponga de las ediciones críticas de sus obras. Una primera información se puede obtener consultando la edición crítico-histórica de Camino, no sólo el capítulo 34 (“Lucha interior”), donde son escasas las referencias a precedentes o a fuentes, sino toda la obra, que de un modo u otro trata siempre de la lucha por la santidad. Cfr. P. RODRÍGUEZ, Edición crítico-histórica de “Camino”, Madrid 2004³, 1237 pp.
18 Cfr. Amigos de Dios, 213.
19 De las 103 veces que aparece la palabra “lucha” en los escritos publicados hasta la fecha, sólo 11 veces habla de “lucha interior” y 6 de “lucha ascética”.
20 Es Cristo que pasa, 74.
21 P. URBANO, El hombre de Villa Tevere, cit., p. 74.
22 Cfr. Es Cristo que pasa, 73-82.
23 Forja, 735.
24 Cfr. Es Cristo que pasa, 73.
25 Ibid., 74.
26 En estos textos paulinos no se encuentra el término “ascesis”. San Pablo no habla de “asceta” sino de “luchador” o “combatiente” en 1Co 9, 25: «qui in agone contendit»), o “atleta” en 2Tm 2, 5: «si autem certat quis in agone...»). Sólo más tarde se aplicarán estos textos a la “ascesis”. En la frase de san Josemaría que se cita a continuación, reconduce la “lucha ascética” al “deporte”. Sobre el tema, cfr. G. COSTA, L’agonismo della vita cristiana: impegno, entusiasmo, ardore per la vittoria. Uso e significato delle metafore sportive negli scritti di Paolo, en: “Itinerarium” 7 (1999) 189-230. Cfr. también J. DE GUIBERT, Ascèse, Ascétisme, en: AA.VV., Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, t. 1, Paris 1937, col. 936-938, y 977-990; M. VILLER – M. OLPHE-GALLIARD, en ibid., col. 960-976.
27 Forja, 169.
28 Cfr. H. WINDISCH, en: G. KITTEL – G. FRIEDRICH, Theologisches Wörterbuch zum Neuen Testament, Stuttgart 1933-1979, vol. I, col. 492-494; R. SCHNACKENBURG, Ascesis, en J.B. BAUER (dir.), Diccionario de Teología Bíblica, Barcelona 1967, col. 115-120.
29 Cfr. J. GRIBOMONT, Ascesi, cit., col. 388.
30 Cfr. A. MONTANARI, “Che cosa fate più di noi?” Ascesi cristiana e novità dell’Evangelio, cit., p. 21.
31 P.ej., Clemente, en la línea de los filósofos estoicos, exhorta a practicar una dura disciplina del cuerpo, a huir de las comodidades, a buscar la moderación y la templanza, pero «en estas mortificaciones no falta la imitación de Cristo, expresamente mencionada: “Reflexiona: sabiendo que Dios ha sido coronado de espinas, ¿no te parece un insulto a la Pasión de Nuestro Señor coronar tu cabeza de flores?” (Clemente de Alejandría, Pedagogo II, 8, 73)» (M. VILLER – K. RAHNER, Ascetica e mistica nella patristica. Un compendio della spiritualità cristiana antica, Freiburg i. B. 1991, p. 78. La base de esta obra es el texto de Marcel Viller, La Spiritualité des premiers siècles chrétiens, de 1930, al que Karl Rahner añadió en 1939 el aparato crítico que documenta las afirmaciones). Orígenes es el primero que se sirve frecuentemente del término “ascesis” en las Homilías sobre Jeremías.
32 Cfr. Rm 7, 23; 1Co 9, 25; Ef 5, 11 y 6, 12; Flp 1, 27-30 y 3, 12; 1P 5, 8; Ap 12, 7 y 19, 11; etc.
33 Cfr. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Ep. ad Romanos, 3, 2; 5, 3; Ep. ad Ephesios, 1, 2; 3, 1; etc.
34 Cfr. ORÍGENES, In Numeros homiliae, 10, 2.
35 Cfr. CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Stromata, IV, 7, 43, 4.
36 Según Viller, el celibato es modelo de lucha porque «no se puede conservar sin esfuerzo (...), comporta necesariamente la mortificación» (M. VILLER – K. RAHNER, Ascetica e mistica nella patristica. Un compendio della spiritualità cristiana antica, cit., p. 60).
37 Ya sabemos que para san Josemaría no es así, como vimos al hablar de la castidad (cfr. capítulo 6º, apartado 4.5.1: vol. II, pp. 451-459). Cuando hace referencia a esta terminología –sucede raramente–, es sólo para destacar que quienes recibían el don del celibato en los inicios del cristianismo, no se apartaban del mundo: los primeros fieles cristianos –incluso aquellos ascetas y aquellas vírgenes, que dedicaban personalmente su vida al servicio de la Iglesia– no se encerraban en un convento: se quedaban en medio de la calle, entre sus iguales (Instrucción, 8-XII-1941, 81; un texto semejante en Carta 6-V-1945, 24; no hemos encontrado otros lugares en los que use estos términos).
38 Cfr. J. GRIBOMONT, Ascesi, cit., col. 390.
39 Un ejemplo: El Señor se complace en las oraciones, en los sacrificios, en los cantos de los ascetas, reunidos en lauras y monasterios (AGP, P12, p. 229). Sólo hemos encontrado otros dos textos semejantes.
40 SAN JUAN CRISÓSTOMO, In Matthaeum homiliae, 7, 7.
41 Cfr. Homilía sobre la expresión “He visto al Señor”, 6, 1 (PG 56, 136); Homilía sobre la expresión “Saludad a Priscila y Aquila”, 1, 3 (PG 51, 190 s.).
42 Amigos de Dios, 308.
43 Citamos sólo dos ejemplos representativos de ese periodo: J. LECLERCQ, Ascesi cristiana, Alba 1955, 171 pp. (vol. 2 di “Saggi di morale cattolica”); A. STOLZ, L’ascesi cristiana, Brescia 19452, 195 pp.
44 Basta una rápida revisión de los volúmenes de la “Bibliographia Internationalis Spiritualitatis”, del Pontificium Institutum Spiritualitatis O.C.D. (Teresianum), para advertir la drástica disminución de publicaciones sobre el asunto en los últimos decenios. En el primer volumen de la “Bibliographia” (correspondiente a 1966), figuran todavía más de 60 títulos en el apartado “Ascetica”, mientras que en el volumen 39, de 2007 (referente a las publicaciones de 2004), hay solamente 3 títulos de publicaciones sobre “Doctrina ascetica” y otros 13 sobre “Praxis ascética: dolor”. En realidad, la postergación del tema viene de antes: cfr., p.ej., J. ESTEBAN, S.J., ¿Penitencia en el siglo xx?, en: “Manresa” 30 (1958) 210, donde el autor elogia el hecho de que en Camino haya un capítulo dedicado a la penitencia: «Conforta ver (...) que el Fundador de una institución tan orientada a la acción como el Opus Dei, dedique en su “Camino” un capítulo a la penitencia. Permítase copiar dos líneas de tan precioso librito: “Bendito sea el dolor –Amado sea el dolor–... Di a tu cuerpo: prefiero tener un esclavo a serlo tuyo” (Núms. 208 y 214)» (ibid.). El tema de la lucha cristiana ha quedado confinado prácticamente a la categoría de los libros de espiritualidad (cfr., p.ej., A. GENTILI, Vengo a portare la spada. La vita cristiana come combattimento spirituale, Milano 2004, 188 pp.). Pero incluso en este sector escasea.
45 «El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado» (PÍO XII, Radiomensaje, 26-X-1946). El BEATO JUAN PABLO II cita esta frase comentando «que ha llegado a ser casi proverbial» (Ex. ap. Reconciliatio et paenitentia, 2-XII-1984, 18).
46 Cfr. apartado I.3.a) (vol. I, pp. 55-57).
47 Cfr. BEATO JUAN PABLO II, Ex. ap. Reconciliatio et paenitentia, 2-XII-1984, 18. Una descripción de los aspectos culturales que explican el abandono de la lucha ascética, puede verse en J.M. GARRIDO LUCEÑO, El ascetismo, ¿una reliquia del pasado?, en: “Isidorianum” 32-33 (2007) 111-150. El autor realiza un recorrido histórico desde la cultura griega, que reconoce valor al ascetismo moral, hasta Nietzsche que lo considera negador de la vida, y Max Scheler que refuta esta última tesis. La conclusión es que en nuestros días, para el tipo de hombre dominado por el «hedonismo, el consumismo, la permisividad y el relativismo (...) la ascética muere por falta de motivación. Es así como ha llegado el ascetismo a su nadir, el punto más bajo de su larga historia (...). Su desaparición en la actual sociedad va ligada a un modelo de hombre (...) tendente a confundir el esfuerzo con el mal» (ibid., p. 149). Cfr. también G. ANGELINI, Gli “ideali ascetici”. Pertinenza e limiti della lettura ascetica del cristianesimo, en: AA.VV., Ascesi e figura cristiana dell’agire, cit., pp. 53-95.
48 Cfr. J. LORTZ, La Riforma in Germania, Milano 1971, p. 187.
49 Cfr. M. FAZIO, Storia delle idee contemporanee, Roma 2005, pp. 21-32.
50 I. KANT, Die Metaphysik der Sitten, II, 2, 2, §53 (lo hemos tomado de la edición italiana: Metafisica dei costumi, Laterza, Roma 19892, pp. 365-366).
51 Cfr. F. NIETZSCHE, Genealogía de la moral, 2, 22 (en el vol. VI** de la edición italiana de las obras completas, Milano 1968, p. 293). La idea de la moral cristiana como represión recorre casi todas sus obras; cfr. p.ej., Ecce homo, 7 (en el vol. VI*** de la citada edición italiana, Milano 1970, p. 383). Cfr. G. ANGELINI, Il conflitto tra verità e valore nella critica di Nietzsche alla morale, en: “Teologia” 3 (1978) 256-291. La idea de Nietzsche abre paso a una nueva noción de “pecado”, sin referencia a Dios. El pecado es lo que “ofende al hombre”: lo que le hace infeliz e impide su espontaneidad. La visión de la lucha cristiana como represión de la espontaneidad ejercerá un influjo notable en la cultura del siglo XX. Pero el cristianismo no se opone a la espontaneidad humana sino a su deformación por el pecado entendido como ofensa a Dios y degradación del hombre, simultáneamente. Ambos aspectos son inseparables. Por una parte, al ser Dios el fundamento del respeto a la dignidad del hombre, «es vano esperar que tenga consistencia un sentido del pecado respecto al hombre y a los valores humanos, si falta el sentido de la ofensa cometida contra Dios, o sea, el verdadero sentido del pecado» (BEATO JUAN PABLO II, Ex. ap. Reconciliatio et paenitentia, 2-XII-1984, 18; cfr. Enc. Centesimus annus, 1-V-1991, 25). Por otra, «ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres» (CEC, 407).
52 Cfr. J.B. TORELLÓ, Psicoanálisis y Confesión, Madrid 19752, 212 pp.; P. GRELOT, Péché originel et rédemption: examinés à partir de l’épître aux Romains, Paris 1973, 429 pp. En el capítulo 1º, pp. 25 ss., de esta última obra puede verse una aguda crítica a las tesis de Freud sobre el pecado y su arbitraria interpretación de la Biblia, concretamente de la figura de Moisés.
53 Un ejemplo de su sombría visión del arrepentimiento y de la lucha contra el pecado puede verse en F. ENGELS – K. MARX, La Sagrada Familia, Buenos Aires 1973, p. 193: la persona queda reducida a exterioridad social, a merced de cualquier manipulación.
54 Conversaciones, 1.
55 Carta 14-II-1974, 10.
56 Es Cristo que pasa, 74.
57 Señalamos solamente algunos que han alcanzado gran difusión, con numerosas reediciones en diversos idiomas: S. CANALS, Ascética meditada, Madrid 197411, 204 pp.; F. FERNÁNDEZ CARVAJAL, Hablar con Dios (8 vols., con meditaciones para cada día), Madrid 1987-1991; ID., La tibieza, Madrid 200212, 191 pp.; F. SUÁREZ VERDAGUER, La Virgen Nuestra Señora, Madrid 198518, 246 pp.; J. URTEAGA, El valor divino de lo humano, Madrid 197118, 263 pp.
58 Aparte del interesante artículo de V. GARCÍA-HOZ, Sobre la pedagogía de la lucha ascética en “Camino”, en: AA.VV., Estudios sobre “Camino”, Madrid 1988, pp. 181-211, no conocemos otras publicaciones de conjunto sobre la lucha ascética en el mensaje de san Josemaría.
59 CONC. VATICANO II, Const. past. Gaudium et spes, 13.
60 Ibid.
61 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 401.
62 Cfr. CONC. VATICANO II, Const. past. Gaudium et spes, 13.
63 Camino, 386.
64 «Malum privatio est boni, et non negatio pura» (SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th. I, q. 48, a. 5, ad 1): el mal es privación del bien, no pura negación. Cfr. ID., S.Th. I, q. 14, a. 10, c; q. 48, a. 2, ad 2 y a. 6, c; De Malo, q. 1, a. 1, c. Estudios clásicos sobre el tema son los de A.D. SERTILLANGES, Le problème du mal (El problema del mal, 2 vols., Madrid 1951-1954); y CH. JOURNET, Il male: saggio teologico, Roma 1963, 349 pp. La falta de ordenación al fin último puede provenir o del mismo objeto del acto que se quiere realizar (en este sentido hay actos intrínsecamente malos, que por su objeto no son nunca ordenables a Dios) o del fin al que se ordena ulteriormente un acto que por su objeto podría haberse ordenado a Dios. Cfr. BEATO JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, 6-VIII-1993, 78.
65 Carta 28-III-1955, 24.
66 Es Cristo que pasa, 184.
67 Forja, 103.
68 Surco, 864.
69 CEC, 405.
70 «El hombre, en efecto, cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos males, que no pueden tener origen en su santo Creador. Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompe el hombre la debida subordinación a su fin último, y también toda su ordenación tanto por lo que toca a su propia persona como a las relaciones con los demás y con el resto de la creación. Es esto lo que explica la división íntima del hombre» (CONCILIO VATICANO II, Const. past. Gaudium et spes, 13). Esta división interior, tal como la describe la Carta a los Romanos, consiste, según Heinrich Schlier, en que «el hombre en su existencia histórica, en el actuarse concreto de su vivir, recusa su ser criatura y no se acaba de adherir a lo que quiere [al bien], sino a lo que el pecado dominador quiere en él (...). El pecado le pone delante la ley de Dios que como criatura conoce y ama, de modo que de este encuentro nazca en él solamente una experiencia de pecado y de muerte. El pecado hace que el hombre vea la ley como algo que excita en él la tendencia hacia el propio yo» (H. SCHLIER, La lettera ai Romani, Brescia 1982, pp. 383 y 390).
71 CEC, 405; cfr. CEC, 1707 y 1426. Para un estudio del tema en san Pablo, cfr. F. VARO, La lucha del hombre contra el pecado. Exégesis de Rom 7, 14-25, en: “Scripta Theologica” 16 (1984) 9; P. GRELOT, Péché originel et rédemption: examinés à partir de l’épître aux Romains, cit.
72 Es Cristo que pasa, 75.
73 En este texto y en otros (cfr. Es Cristo que pasa, 4, 5, 6 y 9; Amigos de Dios, 211), no reduce el término “concupiscencia” a las tendencias desordenadas de las facultades sensibles, sino que lo aplica a la inclinación al mal en general, comprendiendo la tendencia a la soberbia, o a la envidia, etc., como acabamos de ver. Esto no impide que en diversas ocasiones lo aplique sólo a las tendencias desordenadas del apetito sensible (cfr., p.ej., Camino, 127, 237, 375; Forja, 477; etc.). También el Catecismo afirma unas veces que la “concupiscencia” es «un movimiento del apetito sensible que contraría la obra de la razón humana» (CEC, 2515), y otras llama «triple concupiscencia» (CEC, 377) a los tres aspectos mencionados en 1Jn 2, 16, donde, junto a la “concupiscencia de la carne y de los ojos” (apetito sensible), se menciona la “soberbia de la vida”; o sea, bajo el término “concupiscencia” incluye también este último aspecto que no pertenece a la esfera sensible. Se puede pensar que la concupiscencia es una herida que afecta a toda la persona humana debilitándola para querer y realizar el verdadero bien (y, en este sentido, inclinando al mal), pero a través de la facultad “apetitiva”.
74 Carta 24-III-1931, 21. Cfr. Amigos de Dios, 184.
75 Forja, 119.
76 CONC. DE TRENTO, Sessio V, Decr. de peccato originali, 5: DS 1515. Cfr. Rm 6, 12; 2Tm 3, 6; Tt 3, 3; y CEC, 418, 1264 y 2515.
77 Es Cristo que pasa, 75 (parte del texto citado poco más arriba).
78 Ibid.
79 Cfr. infra, apartado 2.4.3.
80 Es Cristo que pasa, 159.
81 Amigos de Dios, 214.
82 Carta 2-II-1945, 5.
83 Carta 8-VIII-1956, 40.
84 CEC, 407. Cfr. Hb 2, 14; 1Jn 5, 19; 1P 5, 8.
85 «Las consecuencias del pecado original y de todos los pecados personales de los hombres confieren al mundo en su conjunto una condición pecadora, que puede ser designada con la expresión de San Juan: “el pecado del mundo” (Jn 1, 29). Mediante esta expresión se significa también la influencia negativa que ejercen sobre las personas las situaciones comunitarias y las estructuras sociales que son fruto de los pecados de los hombres» (CEC, 408). Cfr. BEATO JUAN PABLO II, Ex. ap. Reconciliatio et paenitentia, 2-XII-1984, 16; CONC. VATICANO II, Const. past. Gaudium et spes, 37.
86 Cfr. ibid., 104, 208; capítulo 2º, apartado 2.3.3 (vol. I, pp. 396-401).
87 Es Cristo que pasa, 98.
88 Ibid., 167.
89 La comparación con la guerra en la que se ha vencido la batalla decisiva se encuentra originalmente en O. CULLMANN, Christus und die Zeit, Zürich 1946.
90 Carta 9-I-1959, 3.
91 CEC, 2015.
92 Cfr. Camino, 306; Es Cristo que pasa, 74 y 76; Amigos de Dios, 217.
93 Carta 28-III-1973, 9.
94 Amigos de Dios, 13.
95 Es Cristo que pasa, 75.
96 Carta 24-III-1931, 10.
97 Ibid.
98 Forja, 599. Cfr. Es Cristo que pasa, 6.
99 Carta 24-III-1931, 5.
100 Ibid., 9.
101 Apuntes de una meditación, febrero de 1972 (AGP, P09, p. 152).
102 Amigos de Dios, 303.
103 Es Cristo que pasa, 147.
104 Forja, 416.
105 Cfr. CONC. DE TRENTO, Sessio VI, Decr. de iustificatione, can. 16: DS 1566.
106 Apuntes de la predicación (AGP, P10, 313).
107 Apuntes de la predicación (AGP, P01 IV-1972, p. 58).
108 Ibid., p. 59.
109 Apuntes de la predicación (AGP, P01 V-1982, p. 80).
110 Carta 2-II-1945, 8.
111 Es Cristo que pasa, 58.
112 Las formulaciones son diversas. A modo de ejemplos, cfr. Camino, 790 y 815; Surco, 151, 158, 739; Forja, 397, 925; Es Cristo que pasa, 81; Amigos de Dios, 217.
113 Apuntes de la predicación, 1-I-1972 (AGP, P01 1972, p. 58).
114 A. VÁZQUEZ DE PRADA, El Fundador del Opus Dei. Vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, 3 vols., Madrid 1997-2003, vol. III, pp. 638 s.
115 Á. DEL PORTILLO, Entrevista sobre el Fundador del Opus Dei. Realizada por Cesare Cavalleri, Madrid 1993, p. 125.
116 Surco, 158.
117 Carta 28-III-1955, 24.
118 Forja, 169.
119 Afirmar que “sólo ama el que lucha por amor” (o que “para amar a Dios hay que luchar, pero ha de ser una lucha por amor”), no es una tautología, como hicimos notar en el vol. I, pp. 286-289 (capítulo 1º, apartado 2.2.1).
120 Cfr. Camino, 293 y 787; Forja, 396 y 447.
121 Apuntes de la predicación, 9-XI-1966 (AGP, P01 III-1975, p. 20).
122 Carta 24-III-1931, 19.
123 Forja, 990.
124 Ibid., 312.
125 Surco, 739.
126 Carta 24-III-1931, 49.
127 Instrucción, mayo-1935/14-IX-1950, nota 137.
128 Forja, 69.
129 Ibid., 826.
130 BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, vol. II, Madrid 2011, p. 486. Hemos citado este texto en el capítulo 7º, p. 49, nota 82. Puede verse allí la aplicación a la santificación de la vida cotidiana.
131 Via Crucis, XIV Estación.
132 En el capítulo 9º se estudiarán sistemáticamente los medios de santificación.
133 Es Cristo que pasa, 74.
134 Forja, 655.
135 Cfr. Es Cristo que pasa, 58.
136 Via Crucis, VI Estación.
137 Ibid.
138 Forja, 397.
139 Amigos de Dios, 210.
140 Es Cristo que pasa, 106.
141 Sobre esta noción, cfr. capítulo 4º, apartado 3 (vol. II, pp. 106 ss.).
142 Carta 8-VIII-1956, 40.
143 Es Cristo que pasa, 142.
144 Carta 25-I-1961, 54 (texto en cursiva en el original). Cfr. 1Jn 4, 6.
145 Es Cristo que pasa, 64.
146 Ibid., 65.
147 Ibid.
148 Amigos de Dios, 108.
149 Via Crucis, II Estación. 2.
150 Amigos de Dios, 201.
151 Es Cristo que pasa, 138.
152 Ibid., 78.
153 Apuntes de la predicación (AGP, P10, 167).
154 C. BERMÚDEZ MERIZALDE, Aspectos de la doctrina de la gracia en los comentarios de Santo Tomás a las epístolas paulinas, Roma 1990, p. 108. En este tema san Josemaría sigue de cerca la doctrina de santo Tomás, expuesta rigurosamente en el estudio citado (cfr., en particular, las pp. 94-109).
155 Es Cristo que pasa, 114.
156 L. SCHEFFCZYK, Die Gnade in der Spiritualität von Josemaría Escrivá, cit., p. 73.
157 Ibid.
158 Ibid.
159 Cfr., p.ej., Camino, 386 y 788; Surco, 104 y 973; Forja, 308, 315, 973, 994; Es Cristo que pasa, 22, 58, 73-82 (homilía La lucha interior); Amigos de Dios, 162; etc.
160 Cfr. vol. II, pp. 202-214.
161 Amigos de Dios, 214.
162 Algunos textos de los Padres con interpretaciones diversas sobre este pasaje pueden verse en M. SHERIDAN, La Bibbia commentata dai Padri. Antico Testamento, vol. I/2, Roma 2004, pp. 321-328. No conocemos un comentario de san Josemaría a este pasaje. Sus enseñanzas sintonizan con algunas de las consideraciones de san Agustín y de san Juan Crisóstomo, pero nos parece que la importancia que reconoce a la libertad de los hijos de Dios y a la necesidad de la gracia, pueden llevar a la comprensión de este episodio en la línea que hemos señalado.
163 Forja, 659. Cfr. CEC, 407.
164 Cfr. Forja, 118; Amigos de Dios, 299.
165 Carta 8-VIII-1956, 40.
166 Amigos de Dios, 76.
167 En la introducción del capítulo 6º se ha expuesto resumidamente la diferencia entre “virtudes humanas” y “virtudes sobrenaturales” (cfr. vol. II, pp. 288-292).
168 Amigos de Dios, 232.
169 Ibid., 91.
170 Cfr. capítulo 9º, apartado 1.1, pp. 449-457.
171 Es Cristo que pasa, 80. Nos parece que aquí emplea “ascética” en lugar de “lucha” por un motivo literario: simplemente para evitar una repetición de palabras (el texto procede de una homilía).
172 Ibid., 82.
173 A modo de ejemplo, el Lexikon für Theologie und Kirche, cuyos once tomos editados entre los años 1993 y 2001 recogen miles de voces, no incluye la de “mortificación”, que estaba presente, en cambio, en la edición anterior (voz “Abtötung”, en el vol. I, Freiburg 1957, col. 95 s.). La nueva edición sigue otra línea. En una voz sobre “ejercicios de penitencia” se ejemplifican, como fenómenos presentes en muchas religiones, algunas mortificaciones corporales, y después se lee: «El anterior aprecio [hacia los ejercicios de penitencia] quedaba matizado al prescribir con frecuencia la consulta al confesor para elegirlos. Hoy hay mayores reservas, basadas en parte en el hedonismo popular, pero también en una mayor atención a deformaciones psíquicas y, dentro de la Iglesia, en una comprensión más profunda de la redención» (P. LIPPERT, voz “Bußübungen”, en: AA.VV., Lexikon für Theologie und Kirche, vol. II, Freiburg-Basel-Rom-Wien 1994, col. 858). Nos parece que esta apreciación, junto con la desaparición del término en el Lexikon, resulta ambigua y empobrece –contrariamente a lo que sugiere el autor de la voz– la participación del cristiano en la redención.
174 La necesidad de la mortificación proviene de la realidad «de una naturaleza que tiende a encerrarse en sí misma y a buscar en sí misma la propia consistencia y la propia suficiencia» (G. CHALMETA, Introduzione al personalismo etico, Roma 2003, p. 88). Citamos de intento una obra sobre el personalismo, para poner de manifiesto que la mortificación no se opone a la afirmación del valor de la persona humana. Al contrario, como el autor añade poco después, «el sacrificio, con la correspondiente renuncia y mortificación, es el único camino hacia la libertad» (ibid.). Remite en estos puntos a un destacado exponente del personalismo como es J. DE FINANCE, Existence et liberté, Lyon 1955.
175 La penitencia implica varios aspectos: contrición o arrepentimiento por el pecado, desagravio por la ofensa a Dios y conversión. No son términos sinónimos, como veremos después, pero son inseparables. De hecho, es frecuente que cada uno se emplee para designar todo lo que incluye la noción de penitencia, como, p.ej., en el siguiente texto: «[La penitencia es] ante todo conversión, término con el que se trata de traducir la palabra del texto griego metánoia, que literalmente significa cambiar radicalmente la actitud del espíritu para hacerlo volver a Dios (...). Penitencia significa también arrepentimiento» (BEATO JUAN PABLO II, Ex. ap. Reconciliatio et paenitentia, 2-XII-1984, 26). Sobre el significado de metánoia en el Nuevo Testamento, cfr. H. MERKLEIN, en H. BALZ – G. SCHNEIDER, Dizionario esegetico del Nuovo Testamento, cit., vol. II, col. 354-363.
176 Puede servir un ejemplo: cuando un cristiano aparta la mirada de una publicidad escandalosa, lo puede hacer como mortificación de la concupiscencia y como penitencia por el pecado de escándalo. Podría hacerlo sólo como mortificación o sólo como penitencia, pero de por sí lo uno reclama lo otro, y el acto adquiere mayor plenitud de sentido si está presente la intención de realizarlo como mortificación y como penitencia.
177 Camino, 223.
178 Cfr. P. RODRÍGUEZ, Edición crítico-histórica de “Camino”, cit., p. 417 (comentario al punto 223). A su vez, esta autora pudo haberse inspirado para la distinción en san Juan de la Cruz y en Alonso Rodríguez: cfr. M. DIEGO SÁNCHEZ, Francisca Javiera del Valle: Decenario al Espíritu Santo, Madrid 1994, p. 117.
179 Cfr. P. RODRÍGUEZ, Edición crítico-histórica de “Camino”, cit., p. 371.
180 Amigos de Dios, 138.
181 Cfr., p.ej., ibid.
182 Cfr., p.ej., Surco, 992; Forja, 149 y 411; Amigos de Dios, 135, 138, 186.
183 Via Crucis, XIV Estación.
184 «No se puede olvidar –escribe L. SCHEFFCZYK en su estudio sobre san Josemaría– que la naturaleza es una naturaleza vulnerada y caída. Por eso, la elevación y perfección de la naturaleza por la gracia, su asimilación continua a lo sobrenatural, no debe entenderse como un mero armonizarse y perfeccionarse (Höherführung) humanista de la naturaleza. Este perfeccionarse no se puede realizar, según Escrivá, sino bajo el signo de la Cruz. Esto significa que la naturaleza, idónea para esa perfección y destinada a la unión, puede corresponder a la gracia sólo por el camino de la crucifixión. Por eso, “la Cruz es omnipresente” para los que quieren “de verdad seguir” a Cristo» (Die Gnade in der Spiritualität von Josemaría Escrivá, cit., p. 71).
185 Cfr. Es Cristo que pasa, 106 y 122.
186 Forja, 773.
187 Cfr., p.ej., Camino, 574; Forja, 149, 208, 403, 408, 784, 817; Es Cristo que pasa, 57; Amigos de Dios, 136 y 138; Via Crucis, IX Estación, punto 5.
188 Cfr., p.ej., Surco, 981, 990; Forja, 149 y 154; Conversaciones, 108; Es Cristo que pasa, 9; Amigos de Dios, 122.
189 Forja, 518. Cfr. Amigos de Dios, 134.
190 Es Cristo que pasa, 9.
191 Cfr. Amigos de Dios, 129.
192 Surco, 981. Este texto menciona sólo el “espíritu de mortificación”, pero puede entenderse como referido también al “espíritu de penitencia”.
193 Forja, 784. En este caso menciona sólo la penitencia pero comprende también la mortificación.
194 Forja, 149. De modo semejante, en otro momento, llama mortificaciones a obras como aquel silencio ante la acusación injusta; tu bondadosa conversación con los cargantes y los inoportunos; el pasar por alto cada día, a las personas que conviven contigo, un detalle y otro fastidiosos e impertinentes... (Camino, 173).
195 BEATO JUAN PABLO II, Ex. ap. Reconciliatio et paenitentia, 2-XII-1984, 4.
196 Cfr., p.ej., en las obras publicadas: Camino, 48; Surco, 927; Forja, 409 y 935; Amigos de Dios, 13, 71, 132, 150, 160.
197 Amigos de Dios, 132.
198 Cfr. supra, apartado 1.4.a.
199 Forja, 149.
200 De hecho, algunos de los ejemplos de penitencia contenidos en este texto, los menciona también en Camino, 173 como ejemplos de mortificación.
201 Amigos de Dios, 138.
202 Estudiaremos estos medios en el capítulo 9º. Ahora nos interesa decir solamente que es necesario luchar para ponerlos en práctica.
203 Camino, 716.
204 Amigos de Dios, 138.
205 Forja, 83.
206 Ibid., 773.
207 El sentido literal de este texto paulino ofrece notables dificultades a los exegetas (cfr., p.ej., F. MANZI, Seconda Lettera ai Corinzi. Nova versione, introduzione e commento, Milano 2002, pp. 189-196; R.P. MARTIN, 2Corinthians, en D.A. HUBBARD – G.W. BARKER – J.D.W. WATTS – R.P. MARTIN, Word Biblical Commentary, vol. 40, Waco [Texas] 1986, pp. 87-89). Parece claro que al hablar de “cuerpo” se refiere a la manifestación de la persona.
208 Cfr. S. LÉGASSE, Tentation, en: AA.VV., Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, t. 15, Paris 1990, col. 193-212; W. POPKES, en H. BALZ – G. SCHNEIDER, Dizionario esegetico del Nuovo Testamento, cit., t. II, col. 872-879.
209 Cfr., p.ej., Amigos de Dios, 119.
210 «Alia est tentatio seductionis, alia tentatio probationis» (SAN AGUSTÍN, Ep. 205, 16).
211 Cfr. CEC, 2846.
212 «Tentatio solet dici provocatio ad peccandum» (SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th. I-II, q. 79, a. 1, arg. 2).
213 SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th. I-II, q. 80, a. 3, ad 3.
214 SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos, 60, 2-3: CCL 39, 776.
215 Carta 24-III-1931, 21.
216 Ibid., 20.
217 Carta 8-XII-1949, 97. Sobre el tema, inspirándose en la enseñanza de san Josemaría, cfr. E. JULIÁ, La belleza de ser cristiano, Madrid 2008, pp. 197-200.
218 Cfr. BEATO JUAN PABLO II, Ex. ap. Reconciliatio et paenitentia, 2-XII-1984, 26.
219 Sobre este texto se han avanzado diversas interpretaciones: una ascética –que es la que seguimos aquí y que se encuentra también en san Josemaría (cfr. Amigos de Dios, 180)–, otra referida a una enfermedad corporal del Apóstol, y otra a las persecuciones que sufre. Como ejemplo de estas posibles interpretaciones en un texto contemporáneo al de san Josemaría que acabamos de mencionar, cfr. P. GUTIÉRREZ, Segunda Carta a los Corintios, ad loc., en: AA.VV., La Sagrada Escritura (Nuevo Testamento), vol. II, Madrid 1962, pp. 579-583.
220 Carta 24-III-1931, 20. Cfr. Es Cristo que pasa, 66.
221 Surco, 136.
222 Amigos de Dios, 180.
223 Camino, 132. Cfr. ibid., n. 834; Amigos de Dios, 185.
224 Surco, 137.
225 Carta 24-III-1931, 21. Cfr. Amigos de Dios, 184.
226 A. BYRNE, comentario al 708 en Camino / The Way. Spanish text & English translation. Annoted edition, Herefordshire 20022, p. 249. Cfr. CATECHISMUS ROMANUS, IV, 15, 4. La cita de SAN AGUSTÍN proviene de Sermo 158, 4, PL 38, 864.
227 Camino, 708.
228 CEC, 2851.
229 Es la distinción que propone SANTO TOMÁS DE AQUINO: «Hoc autem [la tentación al pecado] est vel a principio intrinseco, scilicet ex corruptione carnis, et sic dicitur tentatio a carne; vel a principio extrinseco, et hoc dupliciter: quia illud quod exterius est, vel impugnat per modum obiecti, et sic est tentatio a mundo, cuius rebus corda hominum alliciuntur ad peccandum; vel per modum agentis, qui trahit ad peccatum persuadendo, terrendo, blandiendo, et sic de aliis: et sic dicitur esse tentatio ab hoste, scilicet diabolo» (In II Sent., d. 27, q. 1, a. 1, c).
230 Carta 24-III-1931, 13. Cfr. Camino, 724, 750. La oración a san Miguel se encuentra en el Misal Romano anterior a la reforma de 1970, en uso actualmente como “forma extraordinaria” del rito romano (cfr. BENEDICTO XVI, Motu proprio Summorum Pontificum, 7-VII-2007, art. 1).
231 Carta 28-III-1973, 18.
232 Camino, 384.
233 Ibid., 725.
234 Cfr. R. LAVATORI, Gli angeli: la loro presenza e la loro azione nella vita cristiana secondo il beato Josemaría, en: AA.VV., La grandezza della vita quotidiana (Actas del congreso del centenario del nacimiento de san Josemaría), Roma 2002-2004, vol. V/1, p. 154 s.
235 Camino, 576.
236 Es Cristo que pasa, 63.
237 CEC, 2849. Cfr. ibid., 2725; Mt 4, 11; Mt 26, 36-44.
238 Cfr. Santo Rosario, 1º misterio doloroso.
239 Carta 24-III-1931, 21. Como veremos en el capítulo 9º, apartado 3.3.2, pp. 564-565, san Josemaría considera la mortificación como “oración de los sentidos”; por eso podemos englobarla aquí en la oración.
240 Cfr. vol. II, pp. 406-408 (capítulo 6º, apartado 3.3.1).
241 Carta 17-VI-1973, 26.
242 Cfr., p.ej., Camino, 236; Forja, 127; Amigos de Dios, 188 s.
243 Amigos de Dios, 188.
244 Carta 24-III-1931, 38.
245 Carta 14-II-1974, 22.
246 Amigos de Dios, 188.
247 CEC, 395.
248 Amigos de Dios, 180. «Quien confía en Dios, no tema al demonio» (SAN AMBROSIO, De sacramentis, 5, 30).
249 Cfr. capítulo 7º, apartado 1.2 (pp. 36-37).
250 San Juan habla de este peligro: «No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Pues todo lo que hay en el mundo –la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida– no procede del Padre, sino del mundo. Y el mundo es pasajero, y también sus concupiscencias; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre» (1Jn 2, 15-17). Citamos a pie de página este texto porque no vamos a hablar ahora directamente de las tentaciones que provienen del desorden de la concupiscencia –lo haremos en el apartado siguiente–, pero nos interesa señalar que ese desorden comporta particular receptividad para las tentaciones del mundo.
251 Surco, 343.
252 Amigos de Dios, 130.
253 Forja, 89.
254 Ibid.
255 Surco, 158.
256 Es Cristo que pasa, 168.
257 Camino, 737.
258 Ibid.
259 Es Cristo que pasa, 126.
260 Ibid., 125.
261 Cfr. vol. II, pp. 364-383 (capítulo 6º, apartado 2.2.), con los textos ahí citados, y también Camino, 32; Forja, 342.
262 Cfr. Amigos de Dios, 156.
263 Carta 9-I-1932, 74. El texto continúa: Pero eso no significa que haya de ser insoportable. Su celo nunca debe ser un celo amargo; su corrección nunca debe ser hiriente; su ejemplo nunca debe ser una bofetada moral, dada en la cara de sus amigos.
264 Surco, 36.
265 Camino, 939. Cfr. Forja, 569.
266 Camino, 946.
267 Cfr. vol. I, pp. 394-395 (capítulo 2º, apartado 2.3.2).
268 Camino, 31.
269 Apuntes de la predicación, 16-II-1964 (AGP, P01 III-1970, p. 11).
270 Cfr. Forja, 557; Amigos de Dios, 44, 69, 173, 236; etc.
271 Apuntes de la predicación (AGP, P10, 91).
272 Forja, 119.
273 Un profundo comentario exegético de este texto puede verse en H. SCHLIER, La lettera ai Romani, cit., pp. 379-392.
274 Forja, 119.
275 Es Cristo que pasa, 5.
276 Ibid., 6.
277 Ibid.
278 Via Crucis, XIV estación. Cfr. E. JULIÁ, La belleza de ser cristiano, cit., pp. 201-204 (“Significado de la mortificación”).
279 Es Cristo que pasa, 77.
280 Amigos de Dios, 161.
281 Apuntes de una homilía, 2-X-1968 (AGP, P02 1968, p. 168).
282 Carta 11-III-1940, 11. Cfr. Es Cristo que pasa, 9; Amigos de Dios, 129.
283 Camino, 181.
284 Cfr., p.ej., A. TANQUEREY, Compendio de Teología ascética y mística, Madrid 1930, parte II, lib. 2, cap. III, 751 ss.). En otros autores la terminología es diversa pero la división obedece sustancialmente a los mismos criterios: cfr., p.ej., J. AUMANN, Teologia spirituale, Roma 1980, cap. 8º, pp. 209-230.
285 Forja, 1050.
286 Apuntes de una meditación, junio de 1972 (AGP, P09, p. 180).
287 Camino, 856.
288 Apuntes de la predicación, 12-IV-1974 (AGP, P01 V-1974, p. 135). Cfr. SANTA TERESA DE JESÚS, Vida, 17, 7; 30, 16.
289 Surco, 135.
290 Conversaciones, 88.
291 Cfr. CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Stromata II, 9, 45. Cfr. S. LILLA, Apátheia, en: AA.VV., Dizionario Patristico e di Antichità cristiane, cit., col. 265 s.
292 Amigos de Dios, 303.
293 Conversaciones, 108. Sobre la relación entre “sentimientos” y “pasiones”, puede verse el capítulo 5º, apartado 2.2 (vol. II, pp. 231 ss.).
294 Forja, 518.
295 El “dominio de sí” o el “señorío” están más lejos aún de la acepción corriente de “apatía”: “dejadez, indolencia, falta de vigor o de energía”, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua. San Josemaría usa normalmente “apatía” con esta acepción, o sea, para designar un defecto (acepción que se aleja bastante del sentido de apátheia en la cultura griega).
296 Camino, 160.
297 Forja, 486. Cfr. Camino, 170. La comparación con un “hilillo sutil” es clásica al menos desde SAN JUAN DE LA CRUZ, Subida al Monte Carmelo, I, 11, 4.
298 Carta 29-XII-1947/14-II-1966, 38. Cfr. A. VÁZQUEZ DE PRADA, El Fundador del Opus Dei, cit., vol II., p. 480. San Josemaría propone a todos esta enseñanza en Forja, 803.
299 Forja, 403.
300 Amigos de Dios, 186. La cita es: SAN GREGORIO MAGNO, Moralia, 21, 2, 4. Los textos sobre este tema son numerosos: cfr., p.ej., Camino, 183, 184; Surco, 660, 682; Forja, 415.
301 Cfr. Camino, 49, 443, 447, 654, etc. En Surco dedica un capítulo a “La lengua”: 899-926.
302 Cfr. Camino, 173, 447, etc.
303 Forja, 90.
304 Camino, 143. Sobre las fuentes de estos episodios, cfr. P. RODRÍGUEZ, Edición crítico-histórica de “Camino”, cit., comentario al 143.
305 Es Cristo que pasa, 9.
306 Ibid., 37.
307 Ibid.
308 Camino, 757.
309 Santo Rosario, 4º misterio doloroso.
310 «Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia, a tenor de los cánones que siguen» (CIC, can. 1249).
311 Cfr., p.ej., Es Cristo que pasa, 61.
312 Amigos de Dios, 188. Hace referencia a Mc 9, 29, según la Vulgata: «Esta raza [de demonios] no puede ser expulsada por ningún medio, sino con la oración y el ayuno». En la Neovulgata se ha suprimido “y el ayuno”, que no figura en importantes versiones antiguas, así como el entero versículo de Mt 17, 21 (paralelo al anterior). En todo caso, esto no quita fundamento bíblico a la recomendación del ayuno, del que se habla en Mt 4, 2 y Mt 6, 16-18.
313 Camino, 231.
314 Remitimos a las voces correspondientes de dos diccionarios en los que se pueden ver numerosos testimonios sobre la práctica de estas mortificaciones en la historia y una amplia bibliografía: L. GOUGAUD, Cilice, en: AA.VV., Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, t. 3, Paris 1957, col. 899-902; É. BERTAUD, Discipline (instrument de pénitence), en ibid., col. 1302-1311; T. GOFFI, Disciplina, en: AA.VV., Dizionario enciclopedico di spiritualità, Roma 1990, vol. 1, pp. 811-814. Cfr. también, A. LÉONARD, Nomenclature des procédés ascétiques en usage dans l’Église, en: AA.VV., L’ascèse chrétienne et l’homme contemporain, Paris 1951, pp. 119-147 (en general, todos los capítulos de la primera parte de esta obra son de interés para el tema que nos ocupa).
315 Via Crucis, X Estación, punto 2.
316 Surco, 903.
317 Camino, 214. Cfr. ibid., n. 196.
318 Via Crucis, XI Estación, punto 2.
319 J.M. MOLINER, Historia de la espiritualidad, Burgos 1971, p. 18.
320 Ibid.
321 SAN GREGORIO MAGNO, Moralia, 20, 41, 78: PL 76, 185.
322 SAN GREGORIO DI NISA, De virginitate, 22.
323 Palabras citadas por Á. DEL PORTILLO, Entrevista sobre el Fundador del Opus Dei, cit., p. 201.
324 Instrucción, 31-V-1936, nota 95.
325 Ibid.
326 Apuntes de la predicación, 1-I-1969 (AGP, P01 1969, p. 61).
327 Carta 29-IX-1957, 39.
328 Cfr. CONC. VATICANO II, Const. past. Gaudium et spes, 14; Flp 3, 1.
329 Cfr., p.ej., Camino, 200, 311, 899; Surco, 834, 903; Forja, 845; Amigos de Dios, 135, 139.
330 Cfr. apartado 3.2.2, b).
331 Á. DEL PORTILLO, Entrevista sobre el Fundador del Opus Dei, cit., p. 201.
332 Amigos de Dios, 135-136. En este y en otros textos se advierte el sólido fundamento que tiene, en la enseñanza de san Josemaría, la práctica tradicional de ofrecer a Dios las dificultades cotidianas como pequeños sacrificios, práctica a la que se ha referido BENEDICTO XVI, Enc. Spe salvi, 30-XI-2007, 40.
333 Camino, 185.
334 Cfr. ibid., 231. Sobre la práctica, por parte de san Josemaría, de penitencias materialmente “grandes”: cfr. Á. DEL PORTILLO, Sacerdotes para una nueva evangelización, Discurso de clausura del Simposio de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra sobre la formación sacerdotal, 20-IV-1990, en: “Romana” 10 (1990) 85-98.
335 Carta 24-III-1930, 15. Cfr. Forja, 784.
336 Cfr. Camino, 205 y 813.
337 Apuntes de una meditación, 13-IV-1954 (P01, IV-1963, p. 10).
338 Amigos de Dios, 139.
339 Via Crucis, III Estación, punto 5.
340 SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th. I-II, q. 71, a. 6; II-II, q. 118, a. 5; III, q. 86, a. 4, ad 1, etc. Cfr. SAN AGUSTÍN, De diversis quaestionibus ad Simplicianum, 1, 2, 18; CEC, 1848, 1855.
341 Forja, 1024.
342 Remitimos a algunos estudios de Teología moral que presentan, en nuestra opinión, un marco adecuado para exponer las enseñanzas de san Josemaría sobre este tema en la vida espiritual: cfr. E. COLOM – A. RODRÍGUEZ LUÑO, Scelti in Cristo per essere santi – I. Elementi di Teologia morale fondamentale, Roma 1999, cap. XI (“Il peccato e la conversione”), pp. 335-381; E. CÓFRECES – R. GARCÍA DE HARO, Teología Moral fundamental. Fundamentos de vida cristiana, Pamplona 1998, cap. VIII (“La lucha contra el pecado y la conversión permanente”), pp. 469-567. Mencionamos también el artículo de P. PALAZZINI, Il peccato, en: AA.VV., Il peccato, Milano 1959, pp. 184-223 (el título del artículo coincide con el del volumen). Este último estudio, además de presentar sintéticamente un marco general de la doctrina sobre el tema, habla en particular de la conciencia de la filiación divina como fundamento de la lucha contra el pecado, en sintonía con la enseñanza de san Josemaría. Recientemente, con una perspectiva filial: S. ZAMBONI, Allontanamento e ritorno alla casa del Padre: peccato e conversione, en: R. TREMBLAY – S. ZAMBONI, Figli nel Figlio. Una Teologia Morale fondamentale, Bologna 2008, pp. 297-318.
343 Camino, 386.
344 Es Cristo que pasa, 114.
345 CONC. DE TRENTO, Sessio VI, Decr. de iustificatione, c. 4: DS 1524.
346 Ibid., c. 7: DS 1528. Cfr. ID., Sessio V, Decr. de peccato originali, 5: DS 1515; CEC, 1989.
347 Cfr. CONC. DE TRENTO, Sessio V, Decr. de peccato originali, c. 5: DS 1515.
348 Carta 24-III-1931, 15. A veces firmaba incluso “el pecador”, a pesar de sentirse unido a Dios (cfr. Forja, 171).
349 Via Crucis, XIV Estación, punto 5.
350 Sobre la comprensión actual de esta fórmula, cfr. Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación entre la Iglesia Católica y la Federación luterana mundial, del 31-X-1999, 29-30.
351 Surco, 134.
352 Ibid. Cfr. Via Crucis, VI Estación, punto 3.
353 Cfr. CEC, 1849, 1855 y 1857; SAN AGUSTÍN, Contra Faustum, 22, 27.
354 Puede verse el comentario clásico de C. SPICQ, L’Épître aux Hébreux, Paris 1952, vol. II, pp. 167-178.
355 SAN FRANCISCO DE ASÍS, Admonitio, 5, 3.
356 CATECHISMUS ROMANUS, 1, 5, 11. Cfr. CEC, 598.
357 Surco, 993.
358 Forja, 550.
359 PÍO XII, Radiomensaje, 26-X-1946.
360 Es Cristo que pasa, 95.
361 Cfr. CEC, 1855, 1865, 1861.
362 Forja, 1002.
363 Cfr. Camino, 141, 749; Surco, 890; etc.
364 Amigos de Dios, 243. Cfr. Surco, 134; Via Crucis, VI Estación, punto 3. En vez de “horror”, otras veces habla de “odio al pecado”: cfr., p.ej., Forja, 1024.
365 Carta 9-I-1932, 19. El texto de 1Jn 3, 9-10 no está citado literalmente sino glosado. Una traducción literal de la Vulgata sería: «Todo el que ha nacido de Dios no peca, porque el germen divino permanece en él; no puede pecar porque ha nacido de Dios. En esto se distinguen los hijos de Dios y los hijos del diablo».
366 Sobre la relación entre conciencia del pecado y salud psíquica, cfr. J.B. TORELLÓ, Psicoanálisis y confesión, Madrid 1975, 212 pp. El autor conoció de cerca a san Josemaría y lo cita en sus obras.
367 Es Cristo que pasa, 159.
368 Cfr., p.ej., Amigos de Dios, 304; Forja, 1024.
369 Amigos de Dios, 243. «El pecado venial debilita la caridad; entraña un afecto desordenado a bienes creados; impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes» (CEC, 1863). «No merece una pena eterna sino temporal» (SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th., I-II, q. 88, a. 2, c; “venial” viene del latín venia, perdón). No priva de la gracia santificante, pero si permanece sin arrepentimiento, «dispone poco a poco a cometer el pecado mortal» (ibid.; cfr. BEATO JUAN PABLO II, Ex. ap. Reconciliatio et paenitentia, 2-XII-1984, 17).
370 Carta 8-XII-1949, 149.
371 Forja, 114.
372 Cfr. CEC, 1862.
373 A veces se llaman también pecados “de debilidad” o “de fragilidad” a aquellos pecados mortales que se cometen bajo el dominio de las pasiones. Pero el nombre de “pecados de debilidad” sugiere que la voluntariedad no ha sido plena, mientras que en el pecado mortal el consentimiento de la voluntad siempre es pleno. Por eso resulta ambigua la expresión “pecados mortales de debilidad” y puede incluso esconder una excusa (cfr. Camino, 713). En cambio está justificado hablar de “pecados veniales de debilidad”, que también se llaman “faltas leves” o “fallos” (nos parece que san Josemaría emplea estos términos como sinónimos).
374 Camino, 330.
375 SANTA TERESA DE JESÚS lo describe vivamente: «Que esto me parece a mí es pecado sobrepensado, y como quien dice: Señor, aunque os pese, haré esto; ya veo que lo veis, y sé que no lo queréis, y lo entiendo; pero quiero más seguir mi antojo y apetito que no vuestra voluntad» (Camino de perfección, c. 41, 4).
376 Surco, 139.
377 Apuntes de la predicación, 18-XI-1972 (AGP, P11, p. 21). Cfr., capítulo 6º, apartado 1.2.2.d (vol. II, pp. 327-330).
378 Carta 29-IX-1957, 21.
379 Carta 19-III-1967, 86.
380 Sobre la diferencia entre “culpa” y “pena”, cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th. I, q. 48, a. 5.
381 CONC. DE TRENTO, Sessio VI, Decr. de iustificatione, cap. 11: DS 1537.
382 Ibid.
383 Surco, 763. Una síntesis de este tema, siguiendo la enseñanza de san Josemaría, puede verse en J. ECHEVARRÍA, Itinerarios de vida cristiana, Barcelona 2001, cap. 7 (“Pecado y perdón”), pp. 87-98.
384 Amigos de Dios, 131.
385 Carta 24-III-1931, 11.
386 Camino, 211.
387 Forja, 168.
388 E. CÓFRECES – R. GARCÍA DE HARO, Teología Moral fundamental. Fundamentos de vida cristiana, cit., p. 48 s. Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th. II-II, q. 14, a. 1.
389 Es Cristo que pasa, 178.
390 Ibid., 64.
391 Forja, 172.
392 Cfr., p.ej., Via Crucis, VIII Estación, punto 2. En abstracto se podrían señalar algunas diferencias. La contrición es un concepto teológico, mientras que el arrepentimiento se puede entender como simple pesar humano por una acción que se desearía no haber cometido, como sucede cuando uno se arrepiente de un error que no es un pecado. En el ámbito de la vida espiritual cristiana, en el que nos movemos, los dos términos coinciden.
393 Cfr. Forja, 161 y 349; Es Cristo que pasa, 59.
394 Cfr. Camino, 712; Surco, 134; Es Cristo que pasa, 57, 63; etc.
395 CONC. DE TRENTO, Sessio XIV, Doctrina de sacramento paenitentiae, cap. 4, De contritione: DS 1676. Cfr. CEC, 1451.
396 Cfr. CEC, 1432; CONC. DE TRENTO, Sessio VI, Decr. de iustificatione, cap. 5: DS 1525.
397 Forja, 170.
398 Ibid., 112.
399 L. SCHEFFCZYK, Die Gnade in der Spiritualität von Josemaría Escrivá, cit., p. 67.
400 Es Cristo que pasa, 96. Cfr. CEC, 1431.
401 Cfr. CEC, 1452, 1453; CONC. DE TRENTO, DS 1677, 1705, 1778.
402 Carta 24-III-1931, 24.
403 Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, In IV Sent., d. 46, q. 2, a. 2; S.Th. II-II, q. 21, aa. 1 y 4.
404 Amigos de Dios, 148.
405 Apuntes de una meditación, 29-X-1967 (AGP, P06, vol. IV, p. 42). Cfr. Surco, 480.
406 Carta 24-III-1931, 11.
407 Surco, 144; cfr. 143.
408 Apuntes de una meditación, 25-XII-1973 (AGP, P09, p. 203).
409 Forja, 444.
410 Homilía Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973, en: Amar a la Iglesia, Madrid 19862, p. 79.
411 Surco, 258.
412 Cfr. F.M. REQUENA, San Josemaría Escrivá de Balaguer y la devoción al Amor Misericordioso (1927-1935), en: “Studia et Documenta” 3 (2009) pp. 139-173. Las afirmaciones de este párrafo las hemos tomado de la documentada monografía del mismo autor: Católicos, devociones y sociedad durante la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República. La Obra del Amor Misericordioso en España (1922-1936), Madrid 2008, pp. 25 y 193.
413 Cfr. Es Cristo que pasa, 96.
414 Camino, 182.
415 Apuntes de una meditación, 13-IV-1954 (AGP, P18, p. 57).
416 Apuntes de una meditación, 25-XII-1973 (AGP, P09, p. 203).
417 Forja, 476. Cfr. Camino, 914.
418 Apuntes de una meditación, Cuaresma 1972 (AGP, P09, p. 158).
419 Sobre el tema, cfr., p.ej., J. ORLANDIS, La Iglesia católica en la segunda mitad del siglo xx, Madrid 1998, pp. 92-95
420 Apuntes de una meditación, 25-XII-1973 (AGP, P09, p. 202).
421 Apuntes de una meditación, Cuaresma 1972 (AGP, P09, p. 157).
422 Es Cristo que pasa, 138.
423 Ibid., 123.
424 Ibid.
425 Cfr. ibid.
426 Forja, 23.
427 Es Cristo que pasa, 64.
428 Se habla de “conversión” sobre todo cuando una persona abraza la verdadera fe, o cuando decide comenzar o recomenzar a vivir de modo coherente con ella (cfr., p.ej., Camino, 285; Surco, 145, 278; Forja, 32, 237; Es Cristo que pasa, 58); se habla de “contrición” cuando reacciona por haber cometido tal o cual pecado (cfr., p.ej., Camino, 712; Surco, 174, 134, 839; Forja, 172; Es Cristo que pasa, 76; Amigos de Dios, 112, 214, 264).
429 Es Cristo que pasa, 57. J.M. YANGÜAS, en un estudio sobre la relación de la “opción fundamental”, tal como viene descrita por la encíclica Veritatis splendor (6-VIII-1993), con la doctrina de san Josemaría, afirma: «La unidad de vida, cuyo germen es puesto con la primera conversión, se hace al mismo tiempo tarea, fin, meta. De este modo, el camino de la perfección cristiana es camino de progreso en unidad de vida. Se trata de conseguir que la dinámica propia de la primera decisión, de la primera conversión, arrastre consigo en un único movimiento, cada vez más, todas las dimensiones humanas que directa o indirectamente están bajo el dominio de la libertad» (Unità di vita e opzione fondamentale, en: “Annales Theologici” 9 (1995) 457 s.).
430 Es Cristo que pasa, 114.
431 Forja, 384. Cfr. Camino, 292; Forja, 119; Es Cristo que pasa, 75 y 114; Amigos de Dios, 13, 214, 219; etc.
432 Camino, 254.
433 Surco, 161. Se refiere al Sal 76, 11 [Vg]: «Et dixi: Nunc coepi! Haec mutatio dexterae Excelsi». El versículo correspondiente de la Neovulgata (Sal 77, 11) no conserva el Nunc coepi!
434 Es Cristo que pasa, 75.
435 Ibid., 76.
436 CEC, 1472. La doctrina se encuentra con palabras semejantes en el CATECHISMUS ROMANUS, II, 5, 65-66. Recordemos que la “pena temporal”, en el caso de la justicia humana, es la que impone el juez a quien ha cometido un delito: p.ej., una multa o un tiempo de cárcel. En el caso del pecado grave, la pena temporal es la que permanece una vez remitida la culpa y la pena eterna.
437 Apuntes de la predicación, 26-IV-1970 (AGP, P01 VIII-1970, pp. 16-17).
438 Apuntes de una meditación, Cuaresma 1972 (AGP, P09, p. 159).
439 Amigos de Dios, 214.
440 Cfr. Es Cristo que pasa, 178; Amigos de Dios, 214, 219; etc. Los textos en este sentido son muy numerosos en la predicación durante los últimos años de su vida.
441 Es Cristo que pasa, 75.
442 Forja, 191.
443 Camino, 310. Cfr. Rm 13, 14.
444 Apuntes de la predicación, 27-V-1970 (AGP, P01 X-1970, p. 26).
445 Cfr. CEC, 1434. Para esta división se toma pie de las palabras del Señor en el Sermón de la Montaña: «Cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha...» (Mt 6, 3). «Cuando oréis, no seáis como los hipócritas...» (Mt 6, 5). «Cuando ayunéis no os finjáis tristes...» (Mt 6, 16). El texto no habla de “penitencia”.
446 No hemos encontrado ningún texto en el que la mencione como tres grupos de obras de penitencia, aunque no podemos excluir absolutamente que lo haga alguna vez en el epistolario personal o en apuntes que no hemos consultado.
447 CEC, 1434, que remite a Mt 6, 1-18. Cabe hacer notar que la conversión es siempre respecto a Dios, pero puede tener lugar a través de un cambio de actitud respecto a uno mismo (p.ej., prescindir por amor a Dios de una comodidad que se buscaba habitualmente) o directamente respecto a Dios (p.ej., destinar más tiempo diario exclusivamente a la oración) o respecto a los demás (p.ej., hacer a otra persona, por amor a Dios, un servicio que antes se omitía).
448 Amigos de Dios, 138.
449 Cfr. Camino, 82, 210, 215, 222, 234, 424; Surco, 258; Forja, 153, 225, 400, 431, 604; etc.
450 Cfr. J. ROLOFF, en H. BALZ – G. SCHNEIDER, Dizionario esegetico del Nuovo Testamento, cit., t. I, col. 1732-1735; S. LYONNET, “Hilasterion” in Rm 3, 25, en S. LYONNET – L. SABOURINT, Sin, Redemption and Sacrifice, Roma 1970, pp. 158 ss.
451 El Sacrificio de la Cruz es “expiatorio” y “propiciatorio”. Sobre la aplicación de estos dos términos a la Santa Misa, cfr. Á. GARCÍA IBÁÑEZ, L’Eucaristia, dono e mistero. Trattato storico-dogmatico sul mistero eucaristico, Roma 2006, pp. 313-317. Entre los documentos del Magisterio, cfr., p.ej., LEÓN XIII, Enc. Caritatis studium, 28-VII-1898: ASS 31 (1898-1899) 12.
452 Amigos de Dios, 140.
453 Es Cristo que pasa, 121.
454 Via Crucis, Prólogo.
455 G. ROVIRA, Teología y pastoral de la mortificación cristiana, en: “Scripta theologica” 16 (1984) 791 s.
456 Camino, 182.
457 Es Cristo que pasa, 9.
458 Véanse al respecto las palabras de BENEDICTO XVI sobre la institución de la Eucaristía, que hemos citado en el capítulo 7º, p. 49, nota 82: «Él da su vida sabiendo que precisamente así la recupera. En el acto de dar la vida está incluida la resurrección (...). Ya ahora ofrece la vida, se ofrece a sí mismo y, con ello, la obtiene de nuevo ya ahora» (Jesús de Nazaret, vol. II, Madrid 2011, p. 486).
459 Via Crucis, XIV Estación.
460 Es Cristo que pasa, 168.
461 Surco, 258.
462 Carta 9-I-1932, 83.
463 Homilía Sacerdote para la eternidad, cit., p. 79. Cfr. Forja, 604.
464 Cfr. L. MORALDI, Expiation, en: AA.VV. Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, t. 4, Paris 1961, col. 2042 s.
465 Forja, 785. Cfr. capítulo 2º, apartado 2.3.1. (vol. I, pp. 390 ss.).
466 Amigos de Dios, 132.
467 Cfr. T. GOFFI, Disciplina, cit., p. 812. Algunas deformaciones de la expiación, como la de los “flagellanti” en el s. XIV, fueron condenadas por el Magisterio (Clemente VI en 1349). Cfr. P. BAILLY, Flagellants, en: AA.VV. Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, t. 5, Paris 1964, col. 392-408. Recuérdese también lo que se dijo más arriba sobre el bien de la salud: una expiación que la dañara o que dificultara el cumplimiento de los deberes ordinarios, sería contraria al espíritu cristiano.
468 Cfr. A. TESSAROLO, Espiazione, en: AA.VV., Dizionario enciclopedico di spiritualità, cit., vol. II, pp. 945 s.; E. GLOTIN, Réparation, en: AA.VV., Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, t. 13, Paris 1987, col. 374-409.
469 Camino, 194.
470 Forja, 225.
471 Camino, n. 221.
472 Cfr. apartado 2.3.2., b).
473 Amigos de Dios, 132.
474 Himno Vexilla Regis.
475 Cfr. CEC, 1472.
476 Cfr. ibid.,1471-1479.
477 Carta 19-III-1967, 92. Cita a PABLO VI, Const. ap. Indulgentiarum doctrina, 1-I-1967, 8: AAS 59 (1967) 16 s.
478 Via Crucis, XIII Estación, punto 5. Cfr. Es Cristo que pasa, 82.
479 Camino, 571.
480 Como es sabido, la doctrina de SAN JUAN DE LA CRUZ acerca de las purificaciones del alma es muy amplia y profunda. Llama noches a las purificaciones, porque en ellas el alma «camina como de noche, a oscuras» (Subida del Monte Carmelo, lib. 1, cap. 1, 1), y distingue entre la noche de los sentidos y la noche del espíritu, y en ambos casos entre purificación activa y pasiva. San Josemaría conoce bien al Doctor místico, lo cita en sus escritos y recomienda la lectura de sus obras, pero no es posible señalar aquí hasta qué punto esa doctrina se refleja en sus propias enseñanzas. No emplea los mismos esquemas, pero están presentes los elementos principales, vistos desde la perspectiva de la santificación en medio del mundo. También en este último caso –en el que se encuentran la mayor parte de los fieles corrientes– se ha de buscar la purificación con radicalidad no menor de la que propone el místico castellano, pero en la vida ordinaria. En este sentido, la enseñanza de san Josemaría tiene unas características propias que no se encuentran en el santo carmelita.
481 Es Cristo que pasa, 58.
482 Forja, 41. Sobre la mediación de Santa María en la lucha interior, cfr. Es Cristo que pasa, 149 (lo citamos al final del capítulo).
483 Cfr. Forja, 516 y 935.
484 Cfr. ibid., 514.
485 Camino, 58.
486 Surco, 266.
487 Santo Rosario, 4º misterio gozoso.
488 Forja, 160.
489 Camino, 216.
490 Santo Rosario, 4º misterio gozoso (se acaba de citar más ampliamente este texto).
491 Cfr., p.ej., además de los textos citados en este apartado, Forja, 3, 5, 41, 894.
492 Cfr., p.ej., Surco, 475.
493 F. CAPUCCI, Croce e abbandono. Interpretazione di una sequenza biografica (1931-1935), en: AA.VV., La grandezza della vita quotidiana, cit., vol. II, p. 179. El autor se refiere con estas palabras, concretamente, a algunos episodios de la vida de san Josemaría.
494 Amigos de Dios, 141.
495 Camino, 219.
496 Esto no significa que apruebe el mal que hacen otros al calumniar o al cometer una injusticia; ni tampoco significa que no deba oponer nunca resistencia. Dependerá de los bienes que estén en juego (ya nos hemos referido a este tema en el vol. II, p. 266). De lo que ahora se trata es sólo del valor purificador de esas circunstancias.
497 Cfr. A. DERVILLE, Plaie, en: AA.VV., Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, t. 12/2, Paris 1986, col. 1794. El anhelo de “meterse en las llagas de Jesucristo” se encuentra en textos de san Josemaría desde 1938 (cfr. Camino, 58, 288, 555; Amigos de Dios, 302 s.; Via Crucis, XII Estación, punto 2; etc.). Esta devoción, grata a SAN BERNARDO (cfr. Sermo 61 in Cantica Canticorum, 3-5), se remonta según A. Byrne a san Agustín. «“Entrar en las llagas de Cristo” tiene una larga tradición en la Iglesia. San Agustín escribe en De Symbolo, 2: “Mostrará sus llagas a sus enemigos, de modo que Él, que es la verdad, los convencerá diciendo: He aquí el hombre que habéis crucificado, al que habéis infligido esas llagas. Reconoced el costado que habéis perforado. Se abrió para vosotros y por vosotros, pero no habéis querido entrar” (citado por S. Tomás, en S.Th. III, q. 54, a. 4)» (Camino/The Way. Spanish text & English translation, cit., comentario al punto 288, p. 113).
498 Amigos de Dios, 301-302.
499 Ibid., 303.
500 Cfr. Camino, 756.
501 Surco, 160.
502 Cfr. Camino, 287.
503 Ibid., 788.
504 Forja, 165.
505 Vid. supra. Cfr. también, p.ej., Camino, 183, 375.
506 Via Crucis, X Estación, punto 2.
507 Camino, 163.
508 Ibid., 166. Sobre el origen de la expresión “dolor de muelas en el corazón”, cfr. P. RODRÍGUEZ, Edición crítico-histórica de “Camino”, cit., ad loc.
509 Forja, 412.
510 Vimos ya que este sometimiento es razonable: capítulo 6º, apartado 2.1 (vol. II, pp. 346 ss.)
511 SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th. II-II, q. 4, a. 8, ad 2. Citado en Carta 24-III-1931, 16.
512 Carta 24-III-1931, 16-17.
513 Surco, 776.
514 Apuntes de la predicación, 13-VII-1968 (AGP, P01 X-1968, pp. 35-36). Cfr. Forja, 312.
515 Es Cristo que pasa, 76.
516 Esta enseñanza ha inspirado incluso una conocida obra de espiritualidad: J. URTEAGA, Los defectos de los santos, Madrid 19875 (1ª ed. de 1978), 406 pp.
517 Surco, 399.
518 Forja, 403.
519 Carta 8-VIII-1956, 40.
520 Camino, 42.
521 Ibid., 43.
522 Ibid., 374.
523 Surco, 998.
524 Apuntes de la predicación, 17-VI-1964 (AGP, P02 IX-1964, p. 23).
525 Ibid.
526 Apuntes de la predicación (AGP, P02 V-1967, p. 24).
527 Apuntes de la predicación (AGP, P02 VIII-1971, p. 14).
528 Apuntes de la predicación (AGP, P02 IX-1971, p. 18).
529 Surco, 399.
530 Es Cristo que pasa, 9.
531 Forja, 604.
532 Es Cristo que pasa, 168.
533 Ibid., 123.
534 Camino, 1.
535 Amigos de Dios, 219.
536 Sobre los conceptos de scandalum y de cooperatio ad malum puede verse, p ej.: E. COLOM – A. RODRÍGUEZ LUÑO, Scelti in Cristo per essere santi. – I. Elementi di Teologia morale fondamentale, cit., pp. 373-375.
537 Apuntes de la predicación, 13-VII-1974 (AGP, P04 1974, vol. 2, pp. 635-636). En este texto san Josemaría se dirige a mujeres y emplea las palabras del Salmo para aludir concretamente a los escándalos en el modo de vestir. La traducción del Salmo ha cambiado en la Neo-Vulgata: «Errores quis intellegit? Ab occultis munda me» (Ps 18 [19], 13).
538 Camino, 836.
539 Surco, 864. La expresión se repite en Forja, 848 –citado a continuación–, y en Es Cristo que pasa, 72, así como en otros lugares de los escritos en vía de publicación. Lo hemos comentado ya, desde diferentes puntos de vista, en este capítulo, apartado 1.1., y en el capítulo 6º, apartado 1.2.2.f (vol. II, pp. 334-336).
540 Forja, 848. Cfr. Lc 16, 8.
541 Cfr. capítulo 6º, apartado 1.2.1.c) (vol. II, pp. 324-326).
542 Cfr. CONC. VATICANO II, Const. past. Gaudium et spes, 1ª parte, cap. III y IV; y 2ª parte, passim.
543 Es Cristo que pasa, 110.
544 A. TANQUEREY, Compendio de Teología ascética y mística, cit., parte II, lib. 2, cap. IV, 1270. Una precisa síntesis del concepto de tibieza se encuentra en C. GENNARO, Tiepidezza, en: AA.VV., Dizionario enciclopedico di spiritualità, cit., vol. 3, pp. 2519-2531. Sobre la historia del concepto, cfr. A. BOLAND, Tiédeur, en: AA.VV., Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, t. 15, Paris 1991, col. 917-935. Sobre sus manifestaciones, cfr. VIRGILIO DE SAN ALBERTO, La tiepidezza, en: “Rivista di vita spirituale” 3 (1949) 43-70.
545 Estos matices se perciben bien en la obra de F. FERNÁNDEZ CARVAJAL, La tibieza, Madrid 200212 (primera ed. de 1978), 191 pp., inspirada en la enseñanza de san Josemaría.
546 Cfr. G. ANGELINI – J.-CH. NAULT – R. VIGNOLO, Accidia e perseveranza, Milano 2005, 99 pp.; J.-CH. NAULT, La saveur de Dieu: l’acédie dans le dynamisme de l’agir, Paris 2006, 558 pp.
547 CEC, 2094.
548 Apuntes de la predicación, 22-IV-1973 (AGP, P01, V-1973, p. 156).
549 Camino, 257.
550 Ibid., 427.
551 Ibid., 328.
552 Del “medium virtutis” hemos hablado en el capítulo 6º, apartado 4.1.1 (vol. II, p. 416).
553 Surco, 541.
554 Cfr. Amigos de Dios, 83.
555 Instrucción, mayo-1935/14-IX-1950, 141. Cfr., p.ej., Es Cristo que pasa, 11; Amigos de Dios, 207.
556 Cfr., p.ej., Camino, 325, 331, 988; Surco, 146.
557 Camino, 331.
558 Ibid., 988.
559 Ibid., 325. Cfr. Ap 3, 15 s.
560 Camino, 327.
561 Ibid., 33.
562 Ibid.
563 Cfr. Amigos de Dios, 42.
564 Forja, 489.
565 Camino, 837.
566 Camino, 293.
567 Ibid., 331.
568 Amigos de Dios, 18.
569 Camino, 967.
570 SANTO TOMÁS DE AQUINO enseña que, aun cuando todos los actos de caridad disponen al crecimiento de esta virtud, tan sólo cuando el hombre realiza un acto más fervoroso («actum ferventiorem dilectionis») merece que Dios se la aumente. Se da entonces un progreso real en la caridad. En cambio, los actos de caridad menos fervorosos –llamados también actos remisos– no la hacen crecer (cfr. S.Th. II-II, q. 24, a. 6, c).
571 Amigos de Dios, 150.
572 Camino, 551.
573 Es Cristo que pasa, 174.
574 Surco, 10.
575 Cfr. SANTA TERESA DE JESÚS, Vida, cap. 7, 8 y 19.
576 Camino, 326.
577 SAN AGUSTÍN, In Ep. Ioann. ad Parthos, 1, 6.
578 Camino, 327.
579 Ibid., 326.
580 Ibid., 706.
581 Surco, 262.
582 Cfr. ibid., 789; Forja, 9; etc.
583 Cfr. SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche oscura, I, c. 9, 2-3.
584 Forja, 224.
585 Surco, 146.
586 Apuntes de la predicación, 11-VI-1974 (AGP, P04, vol. I, p. 396).
587 Sobre la noción de “cosas pequeñas” en la vida espiritual, cfr. capítulo 1º, apartado 2.2.2.c).
588 Apuntes de la predicación, XII-1945 (AGP, P18, p. 30).
589 Camino, 329.
590 Ibid., 494.
591 SANTA TERESA DE JESÚS, Meditaciones sobre los Cantares, cap. 2, 18 (en la edición de las Obras completas, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1984, p. 1079).
592 Forja, 109.
593 Surco, 142.
594 Forja, 481.
595 Cfr. capítulo 6º, apartado 3.3.1 (vol. II, pp. 406-408).
596 Surco, 148.
597 JUAN PABLO II, Discurso, 7-X-2002, 2.
598 V. GARCÍA-HOZ, Sobre la pedagogía de la lucha ascética en “Camino”, cit., p. 182. Cfr. también, del mismo autor, Pedagogía de la lucha ascética, Madrid 19634, 512 pp.
599 Cfr. Camino, 831-851.
600 Ibid., 307.
601 A. BYRNE, en Camino/The Way. Spanish text & English translation, cit., anotación al punto 306, p. 118. El autor remite a unos 40 puntos del libro en los que ha individuado esos aspectos.
602 Cfr. vol. I, p. 49.
603 J.M. YANGÜAS, Unità di vita e opzione fondamentale, cit., p. 459. Cfr. Camino, 817.
604 Cfr. capítulo 1º, apartado 2.2.2.c (vol. I, pp. 294-298) y capítulo 7º, apartado 1.4.2.a (vol III, pp. 76-87).
605 Cfr. la monografía de E. HENNESSEY, La noción de “cosas pequeñas” en cuatro autores del “Siglo de Oro” español, Roma 2009, 314 pp. El autor señala como motivación de su estudio la búsqueda de precedentes de la enseñanza de san Josemaría, y los encuentra efectivamente en estos cuatro autores.
606 Conversaciones, 114.
607 Via Crucis, III Estación, 2.
608 Camino, 307. Acabamos de citar algo más arriba el punto completo. Cfr. Amigos de Dios, 186.
609 Apuntes de una meditación, abril 1972 (AGP, P09, p. 164 s.)
610 Es Cristo que pasa, 77.
611 Camino, 250.
612 Carta 8-VIII-1956, 40.
613 Sobre la historia de esta práctica de vida espiritual, cfr. A. LIUINA – A. DERVILLE, Examen particulier, en Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, t. 4, Paris 1961, col. 1838-1849.
614 Camino, 205. El “hombre de Dios” es el jesuita irlandés P. William Doyle (1873-1917): véase el comentario de P. Rodríguez a este punto en la edición crítico-histórica de Camino.
615 Camino, 241.
616 Ibid., 240.
617 Amigos de Dios, 78.
618 Es Cristo que pasa, 75.
619 Carta 8-VIII-1956, 40.
620 Ibid., 36.
621 Ibid.
622 Apuntes de la predicación (AGP, P01 XI-1960, p. 12).
623 Forja, 332.
624 Amigos de Dios, 116.
625 Surco, 171.
626 Camino, 211.
627 Forja, 169.
628 Amigos de Dios, 135.
629 Ibid., 216; cfr. Forja, 245.
630 Camino, 822.
631 Ibid., 720.
632 Forja, 169.
633 Ibid., 26
634 Es Cristo que pasa, 129.
635 Amigos de Dios, 182.
636 Apuntes de la predicación, 25-XI-1972 (AGP, P03 1980, p. 392 s.).
637 Es Cristo que pasa, 76.
638 Cfr. Camino, 405.
639 Surco, 169.
640 Forja, 223.
641 Ibid., 998.
642 Camino, 267.
643 Amigos de Dios, 152.
644 R. ALVIRA, Filosofía de la vida cotidiana, Madrid 1999, p. 55. “Felicitario”: portador de felicidad.
645 Cfr. capítulo 6º, apartado 5.2 (vol. II, pp. 488-489).
646 Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Th. II-II, q. 29, aa. 3-4.
647 SAN AGUSTÍN, De civitate Dei, XIX, 13, 1.
648 Es Cristo que pasa, 73.
649 Forja, 806. Cfr. Surco, 510.
650 Camino, 308.
651 Apuntes de la predicación (AGP, P10, 299).
652 Apuntes de la predicación (AGP, P01 IV-1969, p. 11).
653 Es Cristo que pasa, 144.
654 Surco, 78.
655 Es Cristo que pasa, 73.
656 Forja, 102. Sobre esta cuestión, cfr. J. ECHEVARRÍA, Eucaristía y vida cristiana, Madrid 2005, pp. 199-201.
657 Ibid., 649. La vida de san Josemaría es ejemplo de esta característica. Él mismo lo experimentaba, cuando escribía: Se comprende que muchas veces hayan dicho –aunque nada te importe el “qué dirán”– que eres “hombre de paz” (Forja, 174). Una paz que era corolario de su lucha por amor a Dios. Pilar Urbano comenta en su libro sobre los años romanos de san Josemaría, que «el nervio que anima esa alegría con paz, ese gaudium cum pace, es la lucha» (P. URBANO, El hombre de Villa Tevere, cit., p. 74).
658 Cfr. Misal Romano, Solemnidad de Cristo Rey, Prefacio.
659 Carta 16-VII-1933, 14.
660 Cfr. Amigos de Dios, 117.
661 Es Cristo que pasa, 73.
662 Ibid., 123.
663 Sobre el contenido de esta sección remitimos a la explicación que hemos dado en el lugar correspondiente del capítulo 1º.
664 Carta 24-III-1931, 2.
665 Ibid., 24.
666 Carta 28-III-1955, 25.
667 Surco, 960.
668 Carta 28-III-1955, 31.
669 Es Cristo que pasa, 149.
670 Ibid., 63.